FORMAS DEL BUEN SOÑAR EN LOS METAFÍSICOS
Razonamiento, […] —todo será fácil y […], porque es todo para mí sueño. Me ordeno soñarlo y lo sueño. A veces creo en mí un filósofo, que me traza cuidadosamente las filosofías mientras yo, paje, flirteo con su hija, cuya alma soy, a través de la ventana de su casa.
Me limitan, es claro, mis conocimientos. No puedo crear un matemático… Pero me contento con lo que tengo, que da para combinaciones infinitas y sueños sin número. Quién sabe, por lo demás, si a fuerza de soñar, yo no lograré aún más. Pero no vale la pena. Me basto así.
Pulverización de la personalidad: no sé cuáles son mis ideas, ni mis sentimientos, ni mi carácter… Si siento una cosa, vagamente la siento en la persona visualizada de una criatura cualquiera que aparece en mí. Substituí mis sueños a mí mismo. Cada persona es sólo sueño de sí mismo. Yo ni eso soy.
Nunca leer un libro hasta el final, ni leerlo de corrido sin saltar.
No supe nunca lo que sentía. Cuando me hablaban de tal o cual emoción y la describían, siempre sentí que describían alguna cosa de mi alma, pero, después, pensando, dudé siempre. Lo que me siento ser, nunca sé si lo soy realmente, o si sólo juzgo que lo soy. Soy un personaje de mis dramas.
El esfuerzo es inútil pero entretiene. El razonamiento es estéril, pero es gracioso. Amar es cansador, pero es tal vez preferible a no amar. El sueño, no obstante, substituye todo. En él puede haber toda la noción de esfuerzo sin el esfuerzo real. Dentro del sueño puedo entrar en batallas sin riesgo de tener miedo o de ser herido. Puedo razonar, sin que tenga en vista llegar a una verdad, a la cual nunca llegue; sin querer resolver un problema, que vea que nunca resuelvo; sin que […]. Puedo amar sin que me rechacen o me traicionen, o me hastíen. Puedo cambiar de amada y ella será siempre la misma. Y si quisiere que me traicione y si [quisiere que] me esquive, doy las órdenes para que eso me suceda, y siempre como yo quiero, siempre como yo gozo. En sueños puedo vivir las mayores angustias, las mayores torturas, las mayores victorias. Puedo vivir todo eso tal como por fuera de la vida: depende sólo de mi poder en volver vívido el sueño, nítido, real. Eso exige estudio y paciencia interior.
Hay varias maneras de soñar. Una es abandonarse a los sueños, sin intentar volverlos nítidos, dejarse ir en el vacío y en el crepúsculo de sus sensaciones. Es inferior y cansa, porque ese modo de soñar es monótono, siempre lo mismo. Hay el sueño nítido y dirigido, pero ahí el esfuerzo en dirigir el sueño traiciona demasiado el artificio. El artista supremo, el soñador como yo, tiene sólo el esfuerzo de querer que el sueño sea tal, que tome tales caprichos… y él se desarrolla delante de él así como él lo desearía, pero no lo podría concebir si se fatigase al hacerlo. Quiero soñarme rey… En un acto brusco lo quiero. Y heme súbito rey de un país cualquiera. Cuál, de qué tipo, el sueño me lo dirá… Es porque yo llegué a esta victoria sobre lo que sueño que mis sueños me traen siempre inesperadamente lo que yo quiero. Muchas veces perfecciono, al traerla nítida, la vida cuya vaga orden sólo había recibido. Yo soy totalmente incapaz de idear las Edades Medias de diversas épocas y de diversas Tierras que he vivido en sueños. Me deslumbra el exceso de imaginación que desconocía en mí y voy viendo. Dejo los sueños ir… Los tengo tan puros que ellos exceden siempre lo que yo espero de ellos. Son siempre más bellos de lo que yo quiero. Pero esto sólo el soñador perfeccionado puede esperar obtener. He llevado años buscando soñadoramente esto. Hoy lo consigo sin esfuerzo…
La mejor manera de comenzar a soñar es mediante libros. Las novelas sirven de mucho para el principiante. Aprender a entregarse totalmente a la lectura, a vivir absolutamente con los personajes de una novela, he aquí el primer paso. Que nuestra familia y sus tristezas nos parezcan necias y repugnantes al lado de esas, he aquí la señal del progreso.
Es preciso evitar leer novelas literarias donde la atención sea desviada hacia la forma de la novela. No tengo vergüenza de confesar que así comencé. Es curioso pero las novelas policiales, los […] es que por una […] intuición yo leía. Nunca pude leer novelas románticas detenidamente. Pero eso es una cuestión personal, por no tener carácter amoroso, ni siquiera en sueños. Cada cual cultive, sin embargo, el carácter que tuviere. Recordemos siempre que soñar es buscarnos. El sensual deberá, para sus lecturas, escoger las opuestas a las que fueron las mías.
Cuando la sensación física llega, puede decirse que el soñador pasó más allá del primer grado del sueño. Esto es, cuando una novela sobre combates, fugas, batallas, nos deja el cuerpo realmente maltrecho, las piernas cansadas… el primer grado está asegurado. En el caso del sensual, deberá él —sin ninguna masturbación más que mental— tener una eyaculación cuando el momento exacto llegue en la novela.
Después tratará de traer todo eso hacia la mente. La eyaculación, en el caso del sensual (que escojo para el ejemplo, porque es el más violento y encrespante) deberá ser sentida sin que se haya producido. El cansancio será mucho mayor, pero el placer es completamente más intenso.
En el tercer grado pasa roda la sensación a ser mental. Aumenta el placer y aumenta el cansancio, pero el cuerpo ya nada siente, y en vez de los miembros laxos, la inteligencia, la voluntad y la emoción, son las que quedan vacilantes e impotentes… Una vez aquí es tiempo de pasar al grado supremo del sueño.
El segundo grado es construir novelas para sí mismo. Sólo se debe intentar eso cuando está perfectamente mentalizado el sueño, como dije antes. Si no, el esfuerzo inicial en crear las novelas, perturbará la perfecta mentalización del gozo.
Tercer grado.
Ya educada la imaginación, basta querer, y ella se encargará de construir los sueños por sí misma. Ya aquí el cansancio es casi nulo, inclusive el mental. Hay una disolución absoluta de la personalidad. Somos mera ceniza, dotada de alma, sin forma; no siquiera la del agua que es la de la vasija que la contiene.
Bien preparada esta […], dramas pueden aparecer en nosotros, verso a verso, desarrollándose ajenos y perfectos. Tal vez ya no haya la necesidad de escribirlos; ni eso será preciso. Podremos crear de segunda mano; imaginar en nosotros un poeta escribiendo, y él escribiendo de una manera, otro poeta mientras tanto escribirá de otra… Yo, en virtud de haber agudizado inmensamente esta facultad, puedo escribir de innumerables maneras diversas, originales todas.
El más alto grado del sueño es cuando, creado un cuadro con personajes, vivimos todos ellos al mismo tiempo; somos todas esas almas conjunta e interactivamente. Es increíble el grado de despersonalización y engrisamiento del espíritu al cual esto lleva y es difícil, lo confieso, huir a un cansancio general de todo el ser al hacerlo… ¡Pero el triunfo es tal!
Este es el único ascetismo final. No hay en él fe, ni un Dios.
Dios soy yo.