OCCULTISM OR A STATIC DRAME

Los acontecimientos son Hombres. Las circunstancias son gente. Una batalla, una cena, una mirada, un beso: cada una de estas cosas, porque es una cosa, es un ente, una persona de cierta manera de carne y hueso.

Nosotros mismos, los hombres, no pasamos de acontecimientos, lentos en relación con otros, compuestos de células, y cada célula es un acontecimiento entre los elementos que la componen… y, así, hasta el infinito interior.

Todo es separado y todo es uno. Todos los acontecimientos se funden en el gran acontecimiento llamado Universo.

Nada existe, todo acontece. Es a Dios que acontece todo.

El error interior a todas las hipótesis de como es que lo manifestado desciende hasta manifestarse, o bien manifestándose, no encuentra manera de manifestarse sino descendiendo: ese error es el de meter elementos morales en un problema completamente metafísico.

Lo manifestado no se manifiesta a si mismo, porque de lo contrario no se manifestaría, bien que viéndose a sí mismo tal cual es, no se vería manifestado, pero si objetivamente, en su realidad absoluta.

Si se manifiesta a otro u otros, es que lo manifestado no es todo; hay una dualidad fundamental en el universo. Y lo otro debe ser de cualquier modo análogo a lo manifestado, para que él se pueda manifestar.

Admitamos que, al manifestarse, lo manifestado no se rebaja o desciende. Como, normalmente en el pensamiento, la idea de manifestarse envuelve la de descender, es forzoso concluir, en el caso expuesto, una de las dos cosas: (1) La manifestación no incluye rebajamiento, ni siquiera metafísico (y el rebajamiento metafísico, por eso, es un criterio normal aplicado a un caso puramente metafísico); (2) No hay manifestación, propiamente hablando: la manifestación es igual a lo manifestado. Lo aparente es lo real.