Capítulo 24

 

Justin

 

No era la primera vez que veía un ataúd hundirse dos metros bajo tierra. Pero si la primera que escuché a mi hija gritar con desesperación que le devolvieran a su mami. Fue un momento terrible, un momento en el que deseé que nada de eso estuviera pasando.

Tomé a mi hija en mis brazos y la abracé con todo mi amor. Yo más que nadie entendía su dolor porque también perdí a mi madre.  Eso era lo que quería impedir al seguir con Amanda, que mi hija sufriera.

No puedo evitar culparme, siento que pude hacer algo más. Ese pensamiento no abandona mi mente. Amanda no merecía un final así. Me había planteado dejarla pero esperaba que encontrara a alguien que la amara como yo no pude hacerlo. Viví buenos momentos a su lado y fue ella quien trajo al mundo a la luz más grande de mi vida, Amber.

Los primeros días fueron los más terribles. Mi niña lloraba hasta quedarse dormida y no tenía consuelo, ni siquiera yo le bastaba. Esas noches deseé con todas mis fuerzas que el mundo girara al revés y me devolviera al minuto anterior antes que Amanda cruzara.

Aunque mi papá me ha apoyado, Less ha sido mi mayor muro de contención. No nos hemos visto en persona desde el día que nos despedimos en el hospital pero hablamos a diario. Esas conversaciones por Skype con ella son lo único que me mantienen cuerdo.

Ha pasado un mes desde aquel día y la extraño como un loco, pero sé que los dos necesitamos tiempo para resolver nuestros problemas. Aunque el mío requiera mucho más esfuerzo, amor y paciencia.

—Amber, ¿quieres que vayamos por una pizza? —Su respuesta: mover la cabeza a los lados. Dejó de hablar desde el entierro y eso me está destrozando.

»Mi amor, sé que es difícil, sé que la extrañas y que te duele mucho el pecho, pero yo te necesito, quiero escuchar tu voz, que me digas papito, que me abraces. ¿Lo harías por mí? —Sus lindos ojos café me miran con tristeza y dolor. Mi pequeña princesa está sufriendo y me mata saberlo.

—Me dejó. Se fue y me dejó. No me quería, papito. —pronuncia con su dulce voz quebrada por la pena.

—Oh mi amor, claro que te quería. Sus últimas palabras, fueron para ti, preciosa. Te amaba y lo sigue haciendo desde allá arriba.

—¿No me estás mintiendo? —balbucea mientras se seca las lágrimas con los pulgares.

—No mi amor, nunca te miento. —Sus pequeños brazos se aferran a mi cintura con fuerza, convirtiéndome en un gran lío de emociones. La abrazo, la beso y le prometo que nunca me iré, que siempre me tendrá a mí.

Para esta fecha, la temporada está por terminar. Me había ausentado por un mes entero por lo que no le veía sentido a reincorporarme. Rod lo entendió y me apoyó como siempre.

Llevé a Amber con sus abuelos a Houston por unos días para buscar una nueva casa y también para visitar a mi Caperucita en L.A., quien había estado con su familia por una semana y luego siguió con sus planes en la agencia de modelaje.

«Vuelve pronto, papito», me pidió con lágrimas en los ojos mi princesita. Esos son mis planes, no me gusta mucho la idea de alejarme de ella, pero sus abuelos también necesitan estar con ella, al menos por unos días.

—Hola, nena. ¿Cómo estuvo la sesión? —De nuevo Skype es nuestro aliado.

—Agotadora pero las fotos están geniales. Es para una línea deportiva, muy sexy por cierto.

—¿Incluía a algún modelito lleno de esteroides?

—Just… ¿De nuevo con eso? Ya te dije que solo es trabajo.

—¿Pero tenían que tocarte? No le veía la necesidad.

—Olvídate de esa foto y cuéntame de Amber, ¿cómo está?

—Mucho mejor. Ya logré que hablara y hasta vimos una película juntos. Le tomará tiempo pero lo lograremos.

—Así es, Just. Hay que darle tiempo. —Los dos nos quedamos en silencio y nos dedicamos a mirarnos. La necesito tanto que me gustaría traspasar la bendita pantalla para abrazarla.

—Lo resolveré, nena. Haré que funcione.

—¿Cómo? No puedes esperar que Amber me acepte cuando apenas está recuperándose de la pérdida de su madre. No es nuestro tiempo, Just. Y comienzo a pensar que nunca llegará.

—Mi amor… no me dejes. No tú, mi Caperucita.

—No podemos tener un futuro cuando yo sigo siendo la causa de tu dolor y el de Amber. Lo hablé con mi terapeuta y él dice…

—¿Él? ¿No me habías dicho que era una mujer?

—Al principio lo era pero no estaba funcionando y me recomendaron a James.

—¿James? ¿Por qué tanta confianza?

—Mierda, Just. ¿Desde cuándo eres un jodido energúmeno?

—No estoy siendo un energúmeno. Es que… Ese tipo te aconsejó dejarme. Dudo de él y de sus verdaderas intenciones.

—¿Intenciones? Lo que nos separa no son las supuestas intenciones de nadie, es la verdad. Es toda la mierda que nos cayó encima. Tú esposa murió... Si no hubieras estado conmigo ella no habría muerto. ¿Eso no es suficiente motivo?

—Less… ¿Crees que no me siento culpable por ello?

—No solo lo creo, lo sé. Y es por eso que no podemos estar juntos. Porque siempre te sentirás culpable y, de algún modo, me hace sentir responsable a mí también. ¿Qué pasará cuando Amber lo sepa? Me va a odiar y lo peor, te va a odiar a ti.

—Estás haciendo lo mismo que yo cuando te dejé, te estás sacrificando y no lo permitiré. No dejaré que renuncies, ¿me oyes? Lucharé por ti. Lucharé por los dos. Así se me vaya la vida en ello, no me rendiré.

—Haces que dejarte sea difícil. 

—Manda a la mierda al terapeuta y no me dejes.

—¿Qué haremos con la culpa?

—La mandaremos en el mismo barco que a él. Los dos juntos a la mismísima mierda. —La risa de Less retumba en mi solitaria habitación, llenándolo todo, inclusive mi corazón.

—Te amo tanto, nena ¿Cómo crees que viviría sin ti?

—Haciéndolo, Just. Nadie es indispensable.

—Quizás pero no quiero extrañarte. Lo dice nuestra canción. ¿La recuerdas? —Le canto una estrofa y ella bromea, cubriéndose los oídos.

—No me torture señor Crowley, acepto. Acepto seguir con usted si deja de cantar.

—Me gusta eso. Debería aprovechar la oportunidad para pedirte algo más. —Ella ladea la cabeza y se lleva el dedo pulgar a la boca para morderse la uña.

—¿Qué me vas a pedir?

—Otra escena de película.

—¿Cuál de tantas?

—¿Viste Sr. y Sra. Smith?

—¿Quieres que nos caigamos a balazos?

—No. Míralo de esta forma: ellos tienen que matarse entre sí, y lo intentan pero en el proceso se enamoran. Somos como ellos pero nuestra misión es luchar contra la culpa. No será fácil, quizás nos asedie muchas veces, pero al final uniremos fuerzas y seremos invencibles.

—Oh, Just. Eso es tan dulce. ¿Qué parte de la película recrearemos?

—La del final: tú y yo frente a ese terapeuta diciéndole que me das un diez en todo. En la cama, en tu vida… un enorme diez.

—Puedes pedir cualquier escena ¿y pides esa? ¿Qué tal cuando tienen sexo luego de descubrir que no se quieren matar? 

—Oh, nena. Para esa escena escribí un guión entero en mi cabeza. La he soñado tantas noches que comienza a parecer real.

—Estás loco.

—Loco pero por ti. ¿Entonces? ¿Qué dices? 

—No te llevaré con James pero sí eres mi diez, Crowley.

—No lo nombres que me muero de celos.

—Ahora lo convertiste en un personaje de Harry Potter.

—¿Cuál? —pregunta confundido.

—Voldemort.

—Me gusta, así le diré.

—Oh, cállate. Tengo que irme, Just. Te quiero.

—Y yo a ti, nena. Cada segundo te quiero más.

«---»

Con una bolsa de deporte Adidas, y una gran canasta de dulces, emprendo el viaje en mi Bentley de Anaheim a L.A. No sin antes cargar mi iPod con una lista que incluye a Aerosmith, Guns N´ Roses, Eagles, Whitesnake, Bon Jovi… y es ese último quien comienza a sonar, cantando This ain´t a Love Song.

Apenas me detuve un par de veces, una para comer y otra para poner gasolina. El viaje fue más rápido de lo que había calculado. Una hora y cuarenta minutos tardé en llegar.

Estaciono el auto frente a un edificio de cuatro pisos en Detroit Street. Tomo el regalo para Less y me bajo del auto. Dos grandes puertas de vidrio resguardan la entrada, empujo una hacia adentro y logro pasar. 

Toco la puerta identificada como  1 “B”, coloco la canasta estratégicamente frente a ella y camino de regreso al pasillo para esconderme.

—Eh, Less. Te dejaron un regalito en la entrada. —habla una voz masculina. Salgo de mi escondite con las manos empuñadas, odiando la conclusión a la que he llegado en segundos.

—¿Quién coño eres tú? —gruño.

—¿Just? ¡Oh mi Dios! —Less salta a abrazarme, envolviendo sus piernas en torno a mí. Sus suaves labios chocan con los míos y la beso olvidando al castaño tatuado y musculoso que abrió la puerta.

Extrañaba tanto a mi Caperucita. Aún no creo que la esté sintiendo en mi piel y probando sus labios.

—Él es Ryan, mi primo. —Me lo presenta luego de darle fin a nuestro fogoso saludo.

—Siento lo de antes, Ryan. Soy…

—Justin Crowley. Less me ha hablado de ti. Mucho. —Me estrecha la mano para corresponder a mi saludo y luego se despide de su prima con un beso en la mejilla antes de irse.

—Nos vemos en unos días, chispita.

—¿Chispita? —digo a modo de pregunta una vez dentro del apartamento.

—Es un apodo que me puso papá —abrevia mientras lleva la canasta de mis manos y la pone en la mesa del comedor—. ¿Por qué no me dijiste que venías?

Me acerco a ella y la abrazo por la espalda para responder a su pregunta: —Quería sorprenderte. Aunque la sorpresa me la llevé yo.

Mi nena da un giro entre mis brazos y termina frente a mí.

—Eres un novio celoso, Just. —Lo dice mientras mordisquea el lóbulo de mi oreja.

Sus inquietas manos se escabullen dentro de mi camiseta negra de algodón y el roce de sus dedos en mi piel acrecienta mi deseo por ella.

—Nena, me has hecho tanta falta. ¿Cómo pretendías que renunciara tu piel o a tus cálidos besos? —Le acaricio la espalda con mis manos, deseando tenerla ya completamente desnuda para mí.

—No quiero que lo hagas. Pero si…

—¡No, Less! Nunca renunciaré a ti. —Sello sus labios, dándole un beso cargado de ansías y embriaguez mientras desnudo su cuerpo como  lo he imaginado todas estas noches.

Primero su camiseta, esa tela que ocultaba sus turgentes pechos. Con ella también se va su brasier negro, regalándome, al desaparecer en el suelo, sus prominentes senos. Mi lengua bordea una de sus aureolas con avidez al tiempo que incito la otra con mis dedos.

—Just. —jadea cuando tiro de su pezón con mis dientes, escucharla es como un sueño hecho realidad. Tomo sus muslos, incitándola a que me rodeé con sus piernas, y camino con ella hasta la cama. La tumbo en el colchón y me deshago ahora de sus pantalones cortos, junto con sus  diminutas bragas negras.

La miro con detenimiento,  maquinando lo que haré con cada parte de su cuerpo, provocando con ello que mi polla cobre más fuerza que nunca.

—Mi turno, amor. —pronuncia con esa voz intensa que seduce todos mis sentidos.

Mi hermosa novia se incorpora de la cama y comienza  a desvestirme lentamente, llenándome cada vez con besos húmedos y excitantes.

—Eres tan delicioso, Just. Más que la Nutella.  —Un deseo refulgente traspasa sus ojos celestes, tomando todo de mí solo con mirarme.

Acaricio su rostro como si labrara con mis manos la hermosa obra de arte que completa su fisonomía—: Eres hermosa, Less. Mi Caperucita hermosa.

Tomo de nuevo sus labios y la beso con todo el amor que alberga mi corazón para ella, que es más grande que cualquier falta.

—Necesito que lo hagas posible, Just.

—Lo haré, mi amor. Te lo prometo.

La recuesto en la cama sin abandonar sus labios. La beso sin poder saciarme de su boca. Mientras lo hago, estimulo su sexo humedecido con dos dedos a la vez que trazo círculos con mi pulgar sobre su punto sensible. Ella responde con gemidos y movimientos acelerados, procurando más. No me detengo hasta llevarla al extremo, hasta que grita extasiada mi nombre.

—Me hacías tanta falta, Just. Me pareció un siglo desde la última vez. —dice mientras yace sobre mi pecho.

—Lo sé, mi amor. No quiero extrañarte tanto. No lo soportaría.

—Hazme el amor, Just. Hagámoslo todas las veces que necesitemos para pagarnos las horas que nos debemos.

Correspondiendo a su petición, tomo su rostro y la beso. Saboreo sus labios, acaricio su lengua… me cobro las horas que no tuve su boca como dijo ella.

—Te esperaría toda la vida, ¿lo sabes? —le pregunto mientras adentro mi miembro endurecido a su ajustado sexo.

—Lo sé, Just. —resopla.

Un primer espasmo contrae su sexo haciéndome gruñir. Amo a esta mujer, amo como su cuerpo responde a mis acometidas. Una, dos… tantas que no puedo contarlas. Me arrodillo en el colchón y la tomo por las caderas para hundirme por completo en ella.

—Oh Dios, nena. —Sigo embistiéndola  lento y profundo, sin dejar de presionar su carne vibrante con mi pulgar.  Escucho  sus gemidos constantes y fuertes, tan fuertes que me están llevando al borde.

—Así, mi amor. No te detengas. —me pide entre jadeos.

Cambio el ritmo por uno más desmedido y descontrolado, deseoso de correrme en su calor.  La siento estremecerme debajo de mí y es entonces cuando me dejo ir.

Me tumbo sobre ella y la lleno de besos pausados por nuestra respiración agitada.

—Te amo. —le digo con cada beso. 

—Yo no. —bromea.

Nos quedamos así, uno sobre el otro por un tiempo indefinido. ¿Quién lleva la cuenta cuando está en el cielo?

Seguiría sobre ella de no ser por dos cosas: tiene hambre y una sesión de fotos en dos horas. Optamos por pollo frito, papas y ensalada dulce de col.  Por suerte nos da tiempo de una ducha y sexo exprés mientras llega el pedido.

Recojo los vaqueros del suelo y me los pongo luego de mi bóxer. Less se pone una camiseta holgada que dice al frente I Love L.A, y unos pantalones cortos de jean.

El apartamento de L.A. es casi del mismo tamaño que el de Anaheim pero la decoración es más de su estilo. No sé cómo explicarlo pero tiene su energía.  

En la sala hay un sofá grande verde y a los lados dos más pequeños de distinto color y modelo, uno amarillo con círculos blancos y el otro es rojo sin decoraciones. Los cojines tienen los tres colores mezclados, quizás para hacer coincidir de alguna manera.

La comida llega justo en ese momento y salgo a pagar por ella. Sentados sobre el piso de madera, uno delante del otro, con las piernas entrelazadas, devoramos el contenido de las cajas.

—¿Dónde guardas tanta comida, nena?

—Mato las calorías trotando o con sexo. Pero como de lo segundo no tuve mucho…

—¿Qué quieres decir con eso? —Me tenso al imaginarla con algún imbécil teniendo lo que es mío.

—¿Me vas a joder con celos cuando te follabas a… ? —Se detiene antes de decir su nombre—. No quiero hablar de eso.

—Yo te lo expliqué, Less. Te dije por qué y cómo lograba hacerlo. ¿Qué te cuesta ser sincera conmigo?

—¿Qué carajos importa si me acosté con alguien o no? ¡Tú me dejaste! —Se levanta del suelo, recogiendo los contenedores de comida, y se apresura a la cocina.

Sin duda lo hizo, se acostó con alguien. Pero lo que me mata es saber con quién o si fue con más de uno. 

Me levanto de un salto y la sigo hasta la cocina que está en el mismo espacio abierto. Apoyo la cadera en la encimera y me cruzo de brazos, justo delante de ella.

—¿Cuántas veces, Less?

—Las puedo contar con una mano. Eso fue lo que dijiste tú, ¿cierto? —ironiza de espaldas a mí mientras se lava las manos.

—¡Joder, Less! No me tortures.

—Eso es Just. Una jodida estupidez. No te daré un número ni un nombre del que puedas despotricar cuando estés enojado.

Se toma el cabello con rabia y se lo enrosca con dos vueltas, sujetándolo luego con una pinza. Su hermoso cuello queda expuesto, invitándome a saborearlo de arriba abajo con mi lengua. 

No vayas por ahí amigo, me reto para no perder el hilo de la conversación.

—¿Fue uno solo entonces? ¿Fue el gorila?

—Su nombre es Zack y no es un gorila. —No me ha mirado ni una sola vez a la cara desde que comenzamos a discutir. Lo odio. Odio pelear con ella pero quiero cerrar este tema hoy.

—Pensé que no había pasado nada con él. —murmuro dolido. Sé que soy un imbécil por esperar que me guardase fidelidad cuando la dejé con el corazón hecho mierda pero quería creer que sí.

—Pasó mucho, Just. Y no me refiero solo al sexo. 

—¡Mierda! —Golpeo la encimera con el puño cerrado esperando que el dolor en mi mano traspase el de mi pecho pero no se redujo ni un poco.

—Me pides que sea sincera y luego te enojas porqué lo soy. ¿Qué quieres que haga? —Mantiene una postura erguida y tensa. Estamos a escasos centímetros pero siento que nos separan muchos kilómetros.

—Habría querido que no hubiera otro hombre en tu vida que significara tanto como yo, o quizás más. —Mi tono es lúgubre, lo sé. Parezco un tonto, también lo sé. Pero me duele. Me duele a morir.

—Just —pronuncia tomándome el rostro con sus manos, obligándome a mirar sus ojos—. Zack no significa lo que crees, él es mi amigo. Pero tú, jodido estúpido, lo eres todo. Eres mi diez. ¿Recuerdas?

—Me llevas al borde. Enloquezco al imaginarte en los brazos de otro. Quiero que nos pertenezcamos solo nosotros.

—Te pertenezco desde antes de conocerte, Just. Lo supe en el instante mismo que me llamaste Caperucita. 

Le arrebato un beso porque no hay nada que pueda decir para superar sus palabras. Ella me corresponde haciéndole el amor a mi boca con su lengua.

—¿Cuánto tiempo tenemos, nena? —murmuro al momento que abandono su ávida boca.

—Diez minutos. —responde mientras me desabrocha el primer botón de los vaqueros.

«---»

No debí venir. No. Esto de estar en primera fila viendo como Less hace poses seductoras delante de un idiota, con una ostentosa cámara Canon, es mucho para soportar.

«Separa las piernas» «Sedúceme» «Dame amor, hermosa», le dice. ¿Quién carajos se cree él?

Una hora después la tortura termina. Espero a Less fuera del set mientras se pone de nuevo su ropa habitual. Sé lo que piensan los hombres cuando ven esas revistas. ¡Mierda!, sé lo que hacen cuando las miran.

—¿No quieres volver a la MBL.COM?

—No, Justin. Por tercera vez, no. Me gusta esto del modelaje.

—Ya lo creo. —bufo.

—Deja de ser tan gruñón y llévame de paseo. —Caminamos hasta la calle y nos subimos a mi auto.

—¿Adónde quieres que te lleve? 

—A las estrellas.

—Me gusta eso. ¿Te hice ver algunas esta tarde?

—Muchas, mi amor. Pero no hablo de eso, señor insaciable, sino del paseo de la fama. Ahí están nuestras estrellas.

—¿DiCaprio y  Kate Winslet?

—Y Angelina y Brat. —añade ella.

—Iremos adonde quieras, Caperucita.

Paseamos por el camino de estrellas, nos tomamos fotos, comemos en el Hard Rock Café y escuchamos a un grupo nuevo de Rock alternativo. Less quería seguir dando vueltas pero yo estaba algo cansado así que volvimos al apartamento.

Dormí toda la noche por primera vez en lo que iba de mes. La imagen de Amanda siendo atropellada muchas veces me despertaba y no podía dormir más. Con Less a mi lado no hay oscuridad, solo luz.

—Buenos días, señor Crowley. Veo que descansó lo suficiente para llevarme de paseo a las estrellas nuevamente.

—Haces que mis amaneceres sean mejores, mi amor. —Beso sus labios con un simple roce y luego me levanto para asearme antes de llevarla de paseo a dónde quiere.

Hacemos el amor sin inhibiciones, completamente entregados a nuestra pasión. Luego de eso, llamo a Amber para saber cómo la está pasando y si está todo bien. Como era de esperarse, me dice que me extraña y que quiere  volver a casa. Le digo que yo también la extraño y que solo serán unos tres días más. Se despide diciendo: «te quiero, papito» y yo le digo que yo la amo mucho más.

—Es lindo verte en tu rol de padre. Haces que amarte sea cada vez más dulce. —murmura, sentándose a horcajadas sobre mí.

—¿Te gustaría darme un hijo? —suelto sin más.

—Uno, dos… Los que quieras, mi amor. —Tiro de su labio inferior, mientras acaricio su espalda, la cual está expuesta por el top deportivo que está usando.

—¿Trotas siempre vistiendo así?

—Oh, vamos, Just. No comiences.

—Nena… ¿No sabes lo sexy y jodidamente follable que luces con esa ropa?

—¿Mi ropa dice fóllame?

—Lo grita, nena.

—Pues que se queden con las ganas los imbéciles que me miren porque con el único que quiero follar es contigo.

—Y con Zack. — murmuro con recelo.

—Sí, me acosté con él. Me gustó. Lo disfruté. ¿¡Eso quieres que te diga!? —lo grita, poniendo las manos en jarra sobre sus caderas— ¿Pero sabes que pasó después? Me sentí una maldita infiel. Me arrepentí y todo porque te seguía amando como una idiota. Así que, la próxima vez que quieras echármelo en cara, recuerda que fue tu jodida culpa.

Soy un completo imbécil. Es que los celos me nublan la razón y pierdo la cabeza. Me merezco toda la mierda que me arrojó encima porqué tiene razón, de no haberla dejado nunca se habría acostado con él. Ahora tengo que acercarme con el rabo entre las piernas, esperando que me perdone por ser un idiota.

—Less… —Intento pero ella niega con la cabeza. 

—No quiero escuchar una disculpa, Just. Solo quiero que olvidemos toda esa mierda. ¿Puedes hacerlo?

—Sí, nena. Comencemos de cero. Y sé exactamente donde. —le digo sin darle muchos detalles, quiero ver su rostro cuando le dé la sorpresa.

—Te amo, Just. Pero a veces me provoca darte un puñetazo en el estómago. —Se cruza de brazos y me lanza una mirada devastadora. Odio que me odie.

—Pégame.

—¿Qué?

—Dame ese puñetazo. Me lo merezco.

—No lo haré.

—No me dolerá, nena. Me duele más la distancia.  —admito derrotado.

Less se acerca cadenciosamente, como si bailara alguna melodía en su cabeza, y toma mi rostro con ambas manos. Con un movimiento casi imperceptible, atrapa mi labio inferior con los dientes, tirando de él con fuerza. Cuando intento rodear su cintura, las palabras «no me toques», me interrumpen abruptamente.

A continuación, me desviste lentamente, alternando con besos y lamidas en mi cuello, torso… hasta la “V” que demarca mi pelvis. 

—Dime cuánto lo deseas, Just. —me pregunta arrodillada frente a mi polla endurecida.

—Mucho, nena.

—¿Cuánto, Just? —habla, soltando un fuerte resoplido sobre mi carne refulgente.

—Tanto como te deseo a ti. —Un primer lametón me hace gruñir enardecido. Me pierdo en esa boca caliente y deliciosa que succiona mi polla con apetencia y precisión. 

»¡Joder!  ¡Oh santa mierda!

—Solo a ti te he tenido de esta forma. Solo te deseo a ti, recuérdalo. —Me dice antes de dar la estocada final que me hace ir completo.

La tomo por las muñecas y la incorporo del suelo para abrazarla. Necesito sentirla cerca, más allá del sexo.

—No he querido a ninguna mujer de la forma que te quiero, Less. Te sueño cada noche. Te pienso a cada instante. Lo eres todo, nena.

—Hay cosas que no sabes. Hay un pasado que…

—No me importa. Es un nuevo comienzo, ya te dije. Ahora, solo necesito una cosa.

—¿Qué?

—Que me beses, Caperucita. —Ella sonríe iluminando así mi asolado corazón, y luego me lleva al cielo con sus besos que destilan miel y pasión.

«---»

Less se ha quejado todo el trayecto desde su apartamento hasta aquí. No le gusta mucho que le haya puesto un antifaz para que no adivine la sorpresa. Con la primera arruinada, por la presencia de Ryan, quería asegurarme de que esta saliera bien.

—Hemos llegado, Caperucita.

—Al fin. —resopla.

—Solo fueron quince minutos, gruñona.

—Quince largos minutos. —replica.

Rodeo el auto luego de detenerlo y le abro la puerta. La sujeto de la cintura a medida que avanzamos. Tres escalones hacia arriba y unos tres pasos más, nos sitúan donde lo necesito.

—¿Preparada?

—Ujum.

—Oh, no seas tan entusiasta, nena.

—Lo siento, Just. Odio no saber.

—Bien, ya no tendrás que esperar —Le quito el antifaz negro y le digo—: Bienvenida a nuestra casa, mi amor.

—¡Oh mi Dios! Esto es… Tú ¿Dijiste nuestra?

—Sí, Less. Nuestra casa. El lugar donde quiero que compartamos nuestras vidas. Nuestro futuro. —le hablo entre susurros a medida que la pego a mi cuerpo.

—Just… No creo que… —Titubea con los ojos brillosos.

—Lo sé, nena. Es prematuro, loco… abrumador. Pero te quiero conmigo siempre.

—¿Y Amber?

—No será fácil, Less. Y es por eso que… ¿Estarías dispuesta a luchar conmigo? —asiente dejando escapar las lágrimas.

—Sí, Just. Lo haremos. —Estampo un beso en su exquisita boca y luego la invito a conocer nuestro nuevo hogar.

—Situada en una colina sobre Sunsent Strip, ofrece una maravillosa vista de la ciudad. La casa principal es más de 1600 pies cuadrados y tiene 4 dormitorios, 5 baños y espacios abiertos con vistas dramáticas de la cuenca de Los Ángeles. Tiene una casa de huéspedes con un dormitorio y un baño. Además de una amplia piscina, zonas de entretenimiento y caminos, todos tomando el sol, y posicionado para aprovechar las espectaculares vistas a la ciudad.

—Suenas a presentador de TV. —bromea mientras desliza una de las puertas de vidrio que llevan a la terraza.

—Es lo que dice el folleto, nena. —le digo al tiempo que la abrazo por la espalda e inhalo mi aroma favorito, lavanda.

—Es hermosa, amor. Gracias por no comprarla amoblada.

—Lo estaba, pero los mandé a sacar para que lo decores como quieras. Confío en tus gustos.

—Claro que tienes que confiar, me gustas tú.

Terminamos besándonos con pasión, con el maravilloso paisaje de L.A. detrás de nosotros. Luego de eso, sigo a mi sexy y hermosa novia la planta baja. Me hizo una propuesta que no podía rechazar, sexo en la piscina.

El camino de regreso es relajado y perfecto. Mi nena cantando Love Will Keep Us de The Eagles con las piernas apoyadas en el tablero de mi Bentley. Sus casi inexistente pantalones cortos dejan expuesta toda la piel bronceada de sus piernas esbeltas. Es muy difícil mantener la concentración en la carretera cuando me estoy imaginando todas las cosas que desearía hacerle. 

Luego de comer un par de hamburguesas nos acostamos en la cama para ver una película de terror que eligió Less. La tengo en mi pecho, dibujándole círculos intencionales por su espalda para provocarla pero al parecer está muy cómoda en esa posición.

—¡Oh, mierda! Se me había olvidado decirte… —habla, incorporándose de golpe de la cama.

—¿Qué?

—Volaré temprano a Miami, así que solo tenemos esta noche, Just. Lo siento tanto. Es que todos los años, en esta fecha, Adrien hace una gran fiesta.

—Iré contigo. De igual forma tengo que hablar con tu padre.

—¿Qué vas a hablar con él? —pregunta reacia.

—De lo nuestro, Less. ¿De qué más le hablaría?

—Umm, ya. Mejor lo haces luego. Además, ¿para qué molestarte en ir si tienes que volver al día siguiente?

—¿No quieres que vaya? —Reacciono molesto.

—No es eso, amor. Solo que… Es muy reciente lo de Amanda y él es un padre demasiado protector. Piensa que tú no eres apropiado para mí.

—Me odia.

—No lo tomes a modo personal. Tenías que ver como se portó con Adrien al inicio. Está en él odiar a todos los hombres que se nos acercan. —lo dice con una leve sonrisa pero no me causa gracia.

—Lo tomo personal porque es personal, Less. Si él no soporta la idea de que estemos juntos, ¿cómo lo haremos funcionar?

—¿Ocultándoselo? —propone.

—¡Mierda, no! No me arriesgaré a que lo descubra y me odie más por eso. Si lo hacemos a escondidas creerá que no vales lo suficiente para mí. Así que iré mañana a Miami quieras o no. —concluyo.

—¿Quién dijo que no quería?

—Tu actitud. —Me cruzo de brazos realmente molesto con ella. Creí que había quedado claro que quiero una vida a su lado no ocultarnos del mundo como si fuese un pecado querernos.

—Oh, Just. Claro que quiero que me acompañes. Es más, quisiera llevarte conmigo a todos lados, besar tus labios a todas horas,  oler tu perfume a cada minuto. —Ya está sentada a horcajadas sobre mí, apretando su vientre contra mi creciente excitación, para cuando termina de hablar.

Hundo mis dedos en su rojizo y suave cabello al tiempo que ella reparte tiernos besos por mi torso. Desliza la cinturilla de mis pantalones de algodón hacia abajo y libera mi miembro para hacerle el amor con su hermosa boca. 

Luego del intenso oleaje al que me arrastró Less con todo lo que le hizo a mi polla, la tumbo boca abajo, la desnudo y le devoro su dulce y palpitante sexo. La llevo al límite al hacerla estallar en placer y continúo demostrándole cuanto la deseo con fuertes y profundas embestidas dentro del lugar que envuelve mi miembro con aprehensión y espasmos.

Terminamos jadeando uno sobre el otro, agotados por las veces que nos dimos. Acaricio la suave piel de sus caderas con las yemas de mis dedos, sobre el tatuaje que me regaló, y susurro en su oído: «Yo no te amo», como si pudiera leer las palabras en braille.

Less
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