Capítulo 19

 

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Una vez más me encuentro huyendo de él con el corazón desecho. No creí que podía romperse en más partes de la que ya estaba pero así sucedió.

Las lágrimas se congelaron de nuevo en alguna parte de mi interior. Hubiera llegado echa una mierda a la mesa de no ser así.

Me siento al lado de Zack, ante la mirada inquisitiva de Victoria. Ya estará haciendo muchas conclusiones, quizás todas acertadas, tiene un sexto sentido para el drama.

—No fue mi intención… —Comienza Zack a disculparse. Lo interrumpo.

—No tienes porqué excusarte. No debí salir como una niña malcriada. Lo siento. —Pongo mi mano sobre la suya, acariciando con el dedo pulgar su piel áspera, y él corresponde apretando la mía.

—Quisiera tener más que tres días contigo. —pronuncia con esa voz que no deja de sorprenderme. Me gustan esos intentos de susurro que no se le dan por lo fuerte que es.

—Hagamos que valgan. —Le insinúo con picardía. Estoy harta de sufrir por Crowley. Estoy harta de sufrir en general.

—¿Qué implica esa propuesta? —pregunta con inquietud.

—Te doy permiso para que me seduzcas. Tiene cincuenta y cuatro horas, soldado. Sáquele provecho.

—Baila conmigo. —dice seductor, al tiempo que se pone en pie con la mano extendida.

—Es una buena forma de iniciar, Storm. 

—Me gusta más cuando me dices Zack.

—Me gusta que tu apellido sea tormenta. —Me pongo en pie y, el tormentoso y musculoso soldado, desliza su mano por mi espalda. Me gusta el calor abrasador de su mano y de seguro disfrutaré mucho más al ver la cara de mala leche que pondrá Just. 

Me pego a su cuerpo, bailando al ritmo lento y suave de la música, mientras me dejo seducir por su perfume, que es una mezcla de madera y almizcle. Huele tan varonil y deliciosa que desearía bañarme con ella.

Mientras damos vueltas en el mismo punto, miro de reojo al idiota que insiste en lastimarme sin remordimiento alguno. Luce tan apuesto en traje. Es la primera vez que lo veo usando uno.

Como el viento que se cuela por donde pasa, así llegan mis recuerdos junto a él. Cada una de las veces que me hizo el amor, cada palabra que creí sin dudar… cada jodido beso. Todo.

—¿Lo quieres? —me sorprende Zack preguntándome.

¡Mierda, me pilló!

—Miserablemente. —susurro.

—Una vez lo hice.

—¿Enamorarte? —Asiente— ¿Qué pasó?

—Murió en un atentado terrorista.

—¡Oh mi Dios! Lo siento tanto, Zack.

—Estaba decidido a no enamorarme nunca más, pero… creo que puedo hacerlo de nuevo. De hecho, creo que lo estoy haciendo ahora mismo.

Cielo Santo, es tan dulce.

Escucharle decir eso me deja muda. No quiero lastimarlo al usarlo a mi conveniencia para fines tan mezquinos como la venganza.

Luego de la cena decidimos que es hora de irnos. Siempre es bueno un poco de elegancia y platos finos pero al rato aburre. 

Camino del brazo de Zack, con el mentón elevado, ignorando por completo a Justin. «Seguiré adelante», le digo con mi actitud. Aunque mi corazón le grite otra cosa muy diferente.

«---»

La estaba pasando bien. Me gustaba la forma fácil con la que fluía la conversación con Zack mientras jugábamos un partido de Uno en la sala. Pero entonces, Just irrumpió nuevamente en mi vida, dejándome desolada. 

Al cerrar la puerta, los brazos abiertos de Zack fueron el refugio que encontré tras la intempestiva intromisión de Just. Lloré en su pecho como una cría. Lo usé como mi paño de lágrimas hasta que la lluvia que fluía en mis ojos cesó.

—No lo vale, dulzura. —Me rio al escuchar que me dice dulce. Yo no soy dulce pero amo el dulce.

—¿Qué tan impulsivo eres, Storm?

—Lo pregunto entre pequeños hipos que me quedaron por el llanto.

—Tú mandas y yo te sigo, dulzura.

—Le ordeno que se ponga unos vaqueros y una camiseta, ahora. —digo en tono demandante.

—Sí mi capitán. —responde siguiéndome el juego.

Corro a mi habitación para quitarme el vestido y me pongo mis botas militares, junto a unos pantalones cortos y una camiseta negra con un logo de Linkin Park delante.

—Less… no hagas ninguna locura. Recuerda que él es…

—Gracias por la confianza, Vic.

—Eh, lo siento. Es que… —procura, pero ya el daño está hecho.

—Por ahí leí una frase que te va bien ahora mismo. «No aclares que oscureces».

Salgo de la habitación y él está de espaldas, usando vaqueros y una camiseta blanca que le queda muy ajustada, tanto que le marca cada músculo dorsal.

—Espero que no sea de los que duermen temprano, soldado. —bromeo, dándole un azote en su duro trasero.

—Devuélvemelo en una sola pieza, niña traviesa.

—No sabía que era tuyo, Anderson. —bromeo ante su comentario.

—Terminen de largarse, par de locos. —Añade el novio de mi amiga, con una enorme sonrisa en su boca. Sé lo que piensa esa mente lujuriosa, el apartamento para ellos solos, pues que lo disfruten.

Conduzco mi Mustang al ritmo de Party in Usa de Miley Cyrus e incito a Zack para que eleve las manos como dice la canción. Él no lo haría, lo sé. Es demasiado masculino para ello pero al menos está sonriendo. Yo también estoy sonriendo porque decidí que estos tres días valdrían la pena.

Detengo el auto en una gasolinera para llenar el tanque y para comprar en la tienda algunos snacks, dulces y la infalible Nutella. Me vale mierda que esté usando la misma idea de Just, para algo tiene que haberme servido la experiencia.

—Tu turno. —Le aviento las llaves del auto a Zack y me subo al asiento del copiloto. Subo los pies en la guantera al tiempo que destapo el tarro de dulce. Meto mi dedo hasta el fondo y luego me lo llevo a la boca. Lo lamo seductoramente, emitiendo sonidos de placer. Dirijo la mirada hacia los nudillos blanquecinos de Zack mientras sujeta el volante y sonrío con malicia.  

—¿Quieres? —No espero que responda. Acerco mi dedo índice a su boca y él la abre. La forma como chupa mi dedo me hace desear no haberlo hecho.

—¿Hablabas en serio con eso de que follaríamos hasta que no pudieras más? —inquiere, cuando su boca deja de ser invadida por mi dedo.

—¡Oh mi Dios! ¿Escuchaste eso? Yo solo… Eh… Lo dije porque…

—No me importa que me uses, dulzura.

—¡Mierda! Esto es demasiado vergonzoso. —Me cubro el rostro con las manos, apenada.

—No quiero sonar grotesco, y mucho menos empeorar las cosas, pero la tengo tan dura que mis vaqueros están por romperse. No me importa que me uses. Quiero que me uses, dulzura. Aquí, en un hotel o donde sea.

«Ahí tienes por andar de salida. ¿Ahora qué carajos le digo? Yo mismita me metí en la cueva del lobo… y vaya lobo».

Mi plan no era salir con Zack para follarlo en cualquier momento, no por falta de ganas o deseos, simplemente estar con Justin me cambió de alguna manera.

Mis días de auto castigo y “supuesta venganza” en contra de Adam, al acostarme con cualquiera, se terminaron. Me di cuenta de que la única que terminaba lastimada era yo. Y a saber qué será de la vida de aquel demonio que me seguía dañando a pesar del tiempo. Era una tontería.

—Resolveremos ese asunto en breve. Pero no conmigo, soldado. —Aclaro para que no se haga falsas ilusiones.

—No funcionaría con otra, dulzura. Así de mal me tienes.

¿Está hablando en serio? ¿De verdad lo dice? ¿Por qué?

—No lo entiendo, Zack. ¡Puedes tener a cualquiera!

—Lo sé. Pero no quiero a cualquiera, te…

—No lo digas. Para. —gruño frustrada. No quiero que nadie más diga que me quiere. No quiero que nadie más me quiera.

Zack detiene el auto en el hombrillo y se gira impetuoso hacía mí. Su repentina fiereza me pone los pelos de punta y comienzo a temblar de miedo.

—No me tengas miedo, dulzura. —me pide, visiblemente afectado.

—N-no lo estoy. —balbuceo sin convicción.

El aire se vuelve denso a nuestro alrededor, mandando al olvido lo bien que la estábamos pasando. Al menos yo.

—Me frustra que creas que solo te quiero para follar. Si esa mierda de hombre te hizo sentir así, te juro que lo busco y lo muelo a golpes.

—No fue él… No… Volvamos a casa, Zack.

—¡No! Deja de huir. ¿Crees que no me da miedo lo que estoy sintiendo? Me aterra. Pero más miedo me da no haberlo intentado al menos.

Escucharlo ayuda a mi autoestima, que pende de un hilo muy fino desde que Just volvió a mi vida. Y es que duele, que no me elija, que mi posición en la vida de quien amo sea el último en la escala, me está devastando.

Pero entonces, ¿qué hago con el soldado? No puedo matar sus ilusiones como si fuese un zancudo, ilusiones que alimenté al momento de sacarlo a esta absurda aventura que solo buscaba imitar aquella noche… Nuestra noche.

—Zack… Esto no… Mi vida es como un montón de estiércol ahora mismo.

—Me quedan unas cincuenta y dos horas para demostrarte que no es así, Less. ¿Me dejas intentarlo?

—¿Con qué sentido? ¿Para qué quieres intentarlo si te irás luego? Es algo tan absurdo como innecesario.

—Innecesario para ti, no para mí.

La molestia en su voz hace que mi ira fluya más estrepitosamente hacia arriba. ¿Por qué carajos estoy discutiendo de esto con alguien que conocí hace horas? ¿Será un déjà vu, un hechizo o una broma muy pesada que alguien me está jugando? 

—Dame las llaves, Zack. —le ordeno al tiempo que golpeo mi pie en el piso de mi auto.

—No. Me debes cincuenta y dos horas con diez minutos. —dice sereno, dejando muy atrás la voz demandante que me atemorizó minutos antes. Pongo en una balanza mis dos opciones y el no, se sigue imponiendo muy por encima del, si.

La verdad es que tengo miedo de dejar que lo intente. Tengo miedo de volver a lo de antes, a necesitar que me llamen perra… a sentirme de nuevo como una. Pero también tengo miedo de lo contrario, de que me guste y demuestre con ello que mis sentimientos por Justin no eran tan fuertes como pensaba. Pero, solo tengo una forma de comprobarlo.

—Son tuyas. —Le concedo. La mirada gélida que mantuvo Zack desde que detuvo el auto fue menguando hasta volverse tranquila y cálida.

—Sigamos entonces. —pronuncia con esa estruendosa y poderosa voz que, a pesar de ser así, me calma.

Zack conduce hacia un bar llamado Rush, según mis indicaciones. Es de estilo Texano con pisos y techos de madera. Caminamos hasta la barra, también de madera, y pedimos un par de cervezas artesanales.

Cuando te encuentras en algunos lugares lejos
y que provoca que repensar algunas cosas
Tu comienza a sentir que poco a poco
te estás convirtiendo en alguien más
Y luego te encuentras...[11]

Eso dice la letra de la canción que se escucha en el lugar. Es buena, aunque nunca me ha gustado la música country. Es ilógico que viniera a un bar que solo pone ese estilo pero no vine por eso. Mi único motivo me espera en el centro del lugar.

—Te harás daño, dulzura.

La respiración pesada de Zack me causa ternura. Se le ve muy afectado por mi seguridad y eso me gusta. 

—No pasa nada, soldado. Del suelo no paso. —le digo con un guiño, al tiempo que me subo a la bestia mecánica. 

—¡Oh, Dios! ¿De verdad lo vas a hacer?

—Sí.

El motor se pone en marcha y me aferro con ambas manos al hierro curvado que sobresale del lomo del animal. La velocidad y la fuerza con la que tira hacia adelante y atrás me llena de adrenalina, tanta que la libero entre gritos y risas.

Con el siguiente movimiento adelante, me falla la fuerza y caigo de bruces en el colchón. Zack se acerca velozmente con los ojos entornados y me levanta del suelo. Justo después, estallo en risas altisonantes que terminan en un llanto doloroso.

—Tendrá un bebé con su esposa. Muy dentro de mí tenía la esperanza de que... Soy una estúpida. —Me escurro entre los músculos duros de Zack, llorando como lo hice más temprano. Su mano cálida acaricia mi espalda con suavidad y me encuentro deseando que sea la de Just, tan miserable me hizo aquel castaño que no soy capaz de desligarlo de mi cabeza… ni de mi corazón.

—El estúpido es él. —Su voz vibra serena cerca de mi oído, tan dulce como un arrullo. Separo mi rostro de su fornido torso y me paro de puntitas para besar sus labios, es un beso suave y agradecido, no es más que eso.

—Me gustas tanto, Less. —susurra al tiempo que peina mi cabello con sus dedos.

—Si pudieras pedir un deseo, uno que te concediera lo que quisieras ¿Cual sería?

Los ojos grises de Zack se dilatan, mostrando un gran pesar, y luego dice—: Tenerla a ella conmigo. 

—Yo lo pediría a él. Soy tan patética. —bromeo con una leve sonrisa.

—No, solo estás enamorada y el corazón no entiende motivos. —Me aparto de él, al ser consciente de la gran escena que montamos en medio del bar, y le pido que me lleve a casa. Estoy hecha polvo y necesito una larga ducha con agua tibia. Desearía tener una tina para hundirme en ella hasta que los pies se me arruguen pero no tengo tanta suerte.

Luego de la ducha, y mi dosis habitual de somníferos, me tumbo en la cama. Mi único pensamiento antes de dormirme es Justin y ese beso que le permití arrebatarme.

A la mañana siguiente, Zack me espera en la cocina con el desayuno servido: hot cake con miel, fresas y chocolate. Una delicia.

Luego de lo de anoche quedó claro que lo nuestro no será más que una amistad, o por lo menos mientras siga enamorada de Just. Pero, a pesar de eso, Zack insiste en cobrarse las horas que le debo.

—Puede que me extrañes y me envíes cartas de amor por correo. —usa como pretexto, uno muy válido además porque si lo extrañaré.

—¿Qué tal Skype una vez a la semana? —propongo entonces.

—Hecho, dulzura.

«---»

Sentada en una silla playera, con un par de lentes oscuros, el bañador que usé para la portada y un sombrero enorme de paja, mi garganta comienza a secarse como el desierto. Ver el fornido y perfecto torso marcado de Zack es suficiente para lograrlo. El hombre me gusta, de eso no hay duda.

—Puedes intentarlo. —Me habla Vic a mi lado, aprovechando la breve ausencia de Anderson.

—No es justo para Zack. Él encontrará a alguien más adecuado y sin tanta mierda a cuestas. 

—Puede, pero le gustas tú.

—Es porque tengo unas buenas tetas. —bromeo.

Los dos soldados llegan con los cócteles de frutas, salvándome además de la lista de argumentos que tiene Vic a favor de Zack. Sé que le entusiasma mucho la idea de que me junte con el mejor amigo de su novio pero ya le he dicho que, por mucho que desearía enrollarme con él, no lo usaré como distracción.

—Aquella rubia no deja de mirarte. Ve por ella. —Lo incito.

—Vine contigo, dulzura. —dice mientras me mira con deseo.

«Sí, me gustaría mucho enrollarme con Storm. ¡Oh, Dios! Ayúdame».

—No cargaré con la culpa de enviar a un soldado con las pelotas moradas a la guerra.

—Ay, Less. No terminas de entenderlo. Me gustas tú y no lo haré con otra.

—Pero...

—Ya me encargaré por mi cuenta de mis pelotas. —Me meto la pajita del cóctel y sorbo la mitad para cerrar mi jodida boca.

»Me gusta que te ruborices. —susurra cerca de mi oído. 

—No lo hice, es solo el calor. —Miento.

—Ujum.

—Cállate, Storm. —Golpeo su duro bíceps mientras lo digo.

La tarde es muy divertida en la playa pero estar bajo el sol, y con arena por todas partes, comienza a fastidiarme. Así que decidimos ir a casa y salir más tarde de juerga en algún pub de la ciudad. 

Me doy una ducha breve para luego envolverme en crema hidratante de almendras y nuez. Tomo una toalla tipo albornoz y la anudo adelante. Me tumbo en la cama boca arriba y marco el número de Lexie en mi Smartphone, uno muy elegante que me regaló Butler de su nueva línea Bonita. Está loco mi cuñado ¿Quién le pone bonita a un celular?

—Hola, cuqui. ¿Cómo la estás pasando en Grecia?

—Oh, es hermoso, Less. Cuando saques un tiempo de tu apretada agenda le diré a Adrien que volvamos contigo.

—¿Apretada agenda? De haber sabido que tenía una invitación renunciaba de una.

—Uh, no se me ocurrió. ¿Cómo lo llevas?

—Estoy en la fase más crucial, el duelo. Pero mejor hablemos de otra cosa, mi primera portada en una revista.

—¿Qué? ¿Una revista? ¿Cuál? ¿Cómo?

—Una pregunta a la vez, bonita. Hice una sesión ayer para Sport Illustrated, una muy sexy sesión en bañador con una hermosa playa de fondo. Quedé alucinada cuando me vi en la pantalla.

—¡Oh mi Dios, Less! Jamás pensé que harías algo así. A ti no te gusta la moda.

—¿Tú  también? Eso dijo la pesada de Vic. Creo que deberíamos cambiar de amistades, te la envío a ella y me mandas a Joy.

—No te haría tal maldad, Less. ¿Cuándo sale?

—En unos días pero ya quiero tenerla. ¿Te imaginas la cara de papá cuando la vea? Creo que mejor me paso por allá para prepararlo.

—Primero se pondrá ansioso pero luego dirá que eres hermosa y todo eso. Tú sabes como es.

—Todavía me da pesar recordar lo que pasó hace unos meses. Fue muy duro verlo así, Lexie.

—Lo sé. Pero ya está bien y quizás hasta mejor que antes. —La línea se queda en silencio por un par de minutos y luego dice—: Estamos pensando en un vientre de alquiler.

—Oh… Eh… ¿Cómo te sientes respecto a eso?

—Suenas como mi terapeuta.

—Puaj, Dios me libre… Pero en serio ¿Qué opinas tú?

—No lo sé, Less. Me aterra que otra mujer lleve un hijo mío en su vientre y…

—¿Qué?

—Que Adrien la mire con dulzura, que le acaricie el vientre como quisiera que acariciara el mío… que se enamore de ella.

—Oh, Lexie, No pienses en esas cosas. Adrien ve por tus ojos y además no son los primeros que optan por el alquiler. Tienes que confiar en él y dejar de pensar que te va a dejar por otra.

—Es que yo… —Su voz ahogada me dice que está llorando— Asesino a mis hijos. ¿No es eso cruel?

—Lexie… —Los ojos se me nublan con lágrimas densas que me impiden hablar.

—No me hagas caso. Son solo estupideces.

—¿Sabes lo que tienes que hacer? Hablar con él de cómo te sientes e intentar resolverlo. No tienes que pasar por eso sola. Ve y busca al bombón si no quieres que lo llame y me meta en tu vida como lo hacía antes.

Una leve risa resuena en el auricular y me doy por servida al ser la responsable de su cambio de humor.

—Te quiero tanto, mi chispita.

—Y yo a ti. Haz lo que te digo y me cuentas luego, ¿si?

Al colgar con Lexie, me pongo unos pantalones negros de chándal y un top de tiritas del mismo color. Salgo fuera con los pies descalzos y no veo a Storm por ninguna parte. Es raro. Al menos su bolso sigue al lado del sofá, lo que quiere decir que no se fue sin despedirse.

Un post-it pegado en la puerta del refrigerador, con las palabras «Pásala bien», me hace poner los ojos en blanco.

¿Qué carajos significa eso?

—¡Victoria! —La llamo a los gritos desde la cocina y, al no tener respuesta, camino hasta su habitación.

»¡Oh mi Dios! Lo siento. Yo… Lo siento.

Zack se encuentra desnudo en medio de la habitación de Vic y la presión se me baja de golpe. Él es… ¡Joder!, está más bueno que comer con las manos.

«No me dejes caer en la tentación y líbrame del mal…», oro en silencio.

Con las mismas que entré, me devuelvo a la sala. Las palpitaciones en mi pecho parecen más un golpe de un tambor que otra cosa mientras me alejo.

Zack no tarda mucho en salir, usando solo pantaloncillos. Debería ser pecado lucir tan perfectamente bueno. Pero no cederé. ¡No!

—Debí imaginar que estabas ahí. Yo… —balbuceo como tonta.

—¿A qué le tienes miedo? —pronuncia mientras me acorrala contra la pared, poniendo una mano a cada lado. Su cuerpo huele a jabón y perfume masculino, delicioso. Muy delicioso. 

»Sé que te gusto, dulzura. Sé que me deseas pero te resistes. ¿Merece él que le guardes pleitesía? ¿Merece que llores por él y no te des una oportunidad conmigo?

Muevo mis labios, intentando responderle, pero él no me deja. Sus labios sellan los míos con beso inesperado, que se convierte en mucho más cuando me toma de los muslos para acomodar mis piernas alrededor suyo.

Su polla, dura como una roca, choca directo contra mi sexo enardecido. Araño su espalda con las uñas mientras él lame mi cuello de arriba a abajo con desesperación.

Se me escapan pequeños jadeos involuntarios cuando sus manos pellizcan mis pezones por encima de la tela de malla.

Con mis piernas aún enredadas en sus caderas, camina hasta mi habitación, abriendo la puerta de una patada. El corazón se me acelera de forma despiadada por la expectativa.

—Te deseo tanto, mujer —pronuncia al tumbarme en la cama con esa voz ronca que despierta más aún mi necesidad.

Sé que lo único que me une a él es un deseo primitivo y carnal, y que no debería estar tan dispuesta a corresponderle como lo estoy cuando mi corazón sigue tan lastimado, pero quizás es lo que necesito. Puede que con él logre borrar de a poco a aquel castaño que me devastó el corazón.

Cuando me quita los pantalones de chándal, junto con mis bragas, me siento vulnerable al recordar el tatuaje en mi cadera y su significado pero no me detendré en sentimentalismos.

Sus labios me toman por sorpresa de nuevo, pero no en la boca. Me retuerzo al sentir cada lengüetazo dentro y fuera de mi sexo. Es tan ávido, tan urgido… tan jodidamente maravilloso, que no me toma mucho el ascenso al clímax.

—No aún, dulzura. —resopla. Fue un error hablar porque al hacerlo me llevó más arriba del límite.

—Deja que llegue, Zack. —Le imploro cuando sus acometidas deliciosas se detienen.

—Dime que lo deseas. Dímelo, dulzura. —Me lo pide al tiempo que me quita el top por encima de la cabeza. Sus ojos grises aguardan por mi respuesta pero no puedo emitir sonido. En mi cabeza se ha colado el recuerdo de Just, sus ojos pardos mirándome y las palabras «yo no te amo, Less» de nuestra última vez.

—¿Soy una cualquiera, Zack? —Mi pregunta le hace fruncir el ceño profundamente.

—¿Por qué carajos piensas eso? —gruñe.

—Por desearte a ti cuando lo amo a él. ¿Eso me hace una cualquiera? —insisto.

—Oh, Less. No —Me toma por el rostro y lo acaricia con sus pulgares con ternura—. Eso no te hace una cualquiera, eso me hace a mí un oportunista.

—Te deseo. Aprovéchate de eso. 

—No creo que pueda hacerlo ahora. —lamenta.

—Lo haremos. —Lo obligo a tumbarse en la cama y ahora soy yo quien lo despoja de los pantalones. Su miembro se levanta erecto como un fierro, listo y aún dispuesto a pesar de mi gran metida de pata.

—¿Tienes protección? —Él abre la palma y me entrega el envoltorio plateado, como que sabía que no me resistiría. Desenrollo el preservativo sobre su miembro, logrando que ruja como un león en celo.

Me subo en su regazo y me hundo lentamente, centímetro a centímetro en su generoso sexo. Subo y bajo a un ritmo pausado e intencional, hasta que siento su mano incitar mi punto sensible. De ahí en más, me vuelvo loca y no me detengo hasta correrme sobre él. Segundos después, con dos envites dentro de mí, él llega a su propio final con un gruñido gutural que me sacude.

Dos espesas lágrimas corren por mis mejillas sin permiso. Por suerte él sigue jadeando con la mirada perdida al techo. Salgo de él y huyo al baño para no hacerlo sentir miserable con mi pantomima. 

¿Por qué en vez de borrarlo me siento… una infiel? Disfruté estar con Zack, lo hice. Pero ¿A qué precio?

—¿Estás bien, dulzura? —habla detrás de la puerta.

Trago el enorme nudo que se formó en mi garganta y respondo un lacónico sí.

Era lo que hacía siempre que follaba con otros, huir. Pero esta vez huí por otra razón. Huí al ser consciente de lo que hice con Zack en la misma cama en la que tantas veces grité el nombre de Just.

—Lo jodí, lo sé. Pero necesito que salgas para ver que estás bien. —La voz de Zack se escucha bastante lastimada y me duele.

—¿En qué sentido la jodiste? —le pregunto abatida. Esa parte es la que no entiendo.

—Me desconecté. Aparté la mirada. Lo jodí, Less.

Me seco las lágrimas y salgo del baño, envuelta en una toalla tipo albornoz. Rodeo su torso con mis brazos, apoyando a la vez mi rostro contra su pecho, donde retumba con fuerza su acelerado corazón.

—¿Pregúntame cuál sería mi deseo ahora? —susurro, apoyando mi mentón en su pecho para mirarlo a los ojos.

—¿Cuál sería tu deseo ahora?

—Amarte a ti en vez de a él.

—Es un buen deseo, dulzura. Uno que deseo ver cumplido sin dudas. ¿Me prometes que, si un día lo olvidas, te enamorarás de mí?

—Lo prometo, Storm. —Me dejo envolver por sus brazos y me quedo ahí por un buen tiempo.

«---»

Zack se fue de Anaheim al día siguiente. No hubo más besos, ni sexo, solo un largo abrazo de despedida en el aeropuerto. Nos dijimos adiós con la promesa de hablarnos por Skype cuando él pudiera y reunirnos de nuevo cuando vuelva. 

El primer lunes de junio, comenzó con nuestra ida al aeropuerto. Los tres días de vacaciones habían llegado a su fin con un nuevo partido del equipo, esta vez en Texas.

—Lo extraño, Vic.

—¿A Zack?

—A él también pero sabes que hablo de…

—El idiota de Crowley. Es que lo odio. ¿Por qué carajos piensas en él? Es un pedazo de mierda. No, es una enorme bola de mierda. —gesticula con los brazos abiertos.

—Imagina que Anderson te dejara por alguna idiotez, ¿lo odiarías al instante? ¿Dejarías de pensar en él?

—Le llevaría flores a la tumba, en donde yo misma lo enterraría, de hacer una idiotez como esa. —resopla furiosa.

—No inventes, Vic. Sé que no lo harías.

—Quiero unas tetas como las tuyas. Dime la verdad ¿Son reales? —habla, mientras mira la portada por milésima vez. 

—Vaya forma de cambiar de tema, Vic. Muy sutil. Y sí son reales. Levanta tu trasero de la cama que Six Flag nos espera.

—En verdad quiero tus tetas. —Vuelve a decir, tirando la revista en la cama antes de salir de la habitación.

La edición con mi foto salió hace unos días y ha sido todo un éxito, tanto que me llamaron para otra sesión en una revista masculina. Cuando dijeron desnudo, dije un no rotundo. Ni de coña salgo en pelotas, ahí si mato a papá.

¿Cómo lo tomó él? Bueno, gritó muy fuerte algo así: «¿Que hiciste qué?». Pero, con la ayuda e intervención milagrosa de mi madre, la única que logra controlarlo en momentos como esos, se tranquilizó enseguida. Luego, vino lo que Lexie pronosticó. «Eres tan hermosa, princesa. Me alegro por ti». 

En mi vida pensé que estaría firmando autógrafos sobre una foto mía. Es divertido y emocionante pero un tanto abrumador. Tampoco es que la gente me está reconociendo en la calle, solo son algunos de los jugadores del equipo.

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