Capítulo 14
Justin
«Es solo sexo». Tres palabras que se sintieron como una maldita bala que atraviesa el corazón y lo parte en dos. Sabía que en ese momento era mejor eso que la verdad pero igual me dolió escucharlas de sus labios.
Tomo el mando del auto con fuerza y conduzco directo a casa de mi padre, necesito confrontarlo y aclarar todo lo que soltó el señor Hudson. No sé qué carajos pasó entre ellos pero me lo tendrá que decir quiera o no.
—Hola, campeón. —Me saluda con un abrazo.
—Hola. Necesito hablar contigo de algo importante. —espeto sin ningún tacto.
—¿Está todo bien?
—No lo sé, Erick.
—¿Y qué pasó con papá? —pregunta extrañado.
—De eso quiero hablar. ¿Quién es mi padre? —Su gesto cambia drásticamente y no necesito que lo diga.
—Justin yo soy tu padre. ¿Por qué me preguntas eso?
—Mierda, no me mientas. Es que era lógico. No me parezco a ninguno de tu familia. —Me llevo las manos a la nuca mientras maldigo en voz alta.
—Tenías tres años cuando conocí a tu madre. Yo te crié. Te di mi amor… yo soy tu padre, hijo. —dice y trata de poner su mano en mi hombro pero me aparto.
—¿Por qué nunca lo supe?
—No era necesario. Tú eres mi hijo porque decidí que quería ser tu padre. Entiéndelo.
Me dejo caer en uno de los sofás del recibidor mientras tiro de mi cabello. No quería creer que fuera verdad y ahora que lo admitió no dejo de pensar en todo lo que dijo el padre de Less. Papá les hizo daño y eso también debe ser cierto.
—¿Qué pasó entre tú y Maison Hudson?
—¿Quién te habló de él? —balbucea.
—Dime la verdad o te olvidas de mí, papá. —A pesar de no llevar su sangre, él se ganó su lugar. Todos mis recuerdos felices están junto a él y nunca me trató distinto.
—Es una historia complicada, Justin. Eso quedó atrás. Cuando conocí a tu madre yo era una escoria humana. Pero todo eso cambió cuando me enamoré de ella. La amé enseguida al igual que a ti.
—Me enamoré de su hija. ¿Eso te dice algo?
—¡Por Dios! ¿Él fue quién te dijo que… ?
—Sí. Y también me dijo que te preguntara a ti lo que hiciste, que por ello deberías estar preso. ¿Qué hiciste? —Vuelvo a preguntar. Él se sienta a mi lado y vacía sus pulmones como si el aire le pesara en el pecho.
—Te lo diré. Pero quiero que recuerdes todos estos años, tus cuentos antes de dormir, las veces que jugamos a lanzar la pelota, cada visita al dentista… todo lo que hemos vivido juntos es lo que me convirtió en lo que soy ahora. No quiero que me odies, Justin. Eres lo único que me importa en este mundo.
—No te puedo odiar, papá. Solo sé sincero y, si la verdad es muy dura, dame tiempo para comprenderlo. —Él asiente y me lo dice todo.
Fue terrible lo que hizo y ahora entiendo el enojo del señor Hudson. Haría lo mismo si se tratara de Amber. No puedo creer que la misma persona que le cantaba a mi madre en cada aniversario o el que se quedaba conmigo en las noches de tormenta, hiciera tales bajezas.
—Es terrible, papá. —murmuro.
—Lo estoy pagando, Justin. Perder a tu madre fue el castigo más grande para mí. Le entregué mi corazón a ella y lo perdí cuando decidió dejarme. —Las lágrimas siempre aparecen en sus ojos cuando habla de mi madre y no tengo dudas de su amor. Tuve que obligarlo a salir de la cama cuando murió. Pasó tres meses encerrado en su habitación y apenas comía.
—Lo peor de todo es que tus errores también me están pasando factura a mí. No podré estar con ella después de esto.
—¿Y Amanda?
—Sabes que no la quiero. Less es la mujer que en verdad amo. La primera y la única.
Un dolor se profundiza en mi interior al saber que terminó. Cubro mi rostro con las manos para ocultar mi llanto. Nunca antes he llorado por una mujer, nunca hasta hoy.
Tenía planeada una cena en New York para decirle que tomé la decisión de dejar a Amanda, que no tenía sentido vivir una doble vida cuando solo deseo una junto a ella. Pero todos mis planes se esfumaron. Su padre siempre odiará al mío. Joder, hasta a mí me dieron ganas de partirle la cara mientras me contó lo que hizo.
—Lucha por ella, hijo. Eso fue hace muchos años y tú no tienes la culpa. Si quieres hablo con Maison y…
—¡No! Ya fue suficiente, papá. Prométeme que nunca te acercarás a ellos.
—Solo quiero ayudarte.
—Un par de palabras no cambiará lo que hiciste. Debiste asumir tu error y pagar por tus culpas. Eso debiste hacer. Ya es demasiado tarde.
—Hijo…
—Me tengo que ir. —espeto.
Me levanto del sofá y camino rápido a la salida. No puedo estar un minuto más con él. Chantajeó, mintió… secuestró. Y, por si fuera poco, casi mata a la madre de Hayley cuando estaba embarazada y todo por el maldito dinero.
—Mierda, Caperucita. ¿Cómo redimo las culpas del hombre que me crió?
Enciendo el auto y conduzco a toda velocidad rumbo a la costa de Malibú, al último lugar donde fui con ella. Ideas absurdas se cruzan por mi mente y decido apagar esa voz escuchando I Don't Wanna Miss a Thing de Aerosmith.
Podría permanecer despierto sólo para escucharte
respirar,
Mirar como
sonríes mientras duermes
A lo lejos, y soñando.
Podría pasar mi
vida en esta dulce claudicación,
Podría quedarme
perdido en este momento para
siempre.
Ya que, cada
momento que pasé contigo
Es un momento que
valoro mucho.
No quiero cerrar
los ojos,
No quiero
quedarme dormido,
Porque te
extrañaría, nena,
Y no quiero
extrañar nada.
Detengo el auto cerca de la playa y me quito los zapatos para caminar por la orilla, como aquella vez, como cuando conocí a Less. El sol se pierde en el horizonte y forma en el cielo una mezcla con el amarillo y el rojo… rojo como mi Caperucita.
Cómo hago para olvidarla o para borrar el recuerdo de su piel en mis manos, el aroma dulce de su cabello en mi pecho o esa hermosa risa que pudiera sanar un corazón moribundo como el mío.
Es simple, no puedo.
Regreso a mi fiel Bugatti y tomo el camino de regreso a casa. No sé qué carajos voy hacer pero lo único cierto ahora es que tengo un vuelo a New York que tomar.
«---»
—Carajo, viejo. Luces como la mierda. —se burla el rubio de ojos grises al verme, Paul Sweetnam, mi único amigo.
—Porque lo estoy. Todo se fue a la mierda. —mascullo al tiempo que me dejo caer en el asiento a su lado.
—Habla. —Le cuento lo de mi padre y escucho algunos improperios de su parte.
»Mi consejo: habla con ella. No hay nada peor en la vida que hacer conclusiones apresuradas. Quizás su padre lo tomó mal pero eso fue hace mucho.
—Ojalá fuera así de fácil, Paul. Pero ni yo sé si puedo perdonar a Erick, fue un maldito imbécil.
—Mierda, si. —El autobús se detiene en el aeropuerto en ese momento y damos por terminada la conversación. Aunque en mi cabeza se sigue desarrollando un debate entre lo que debo hacer contra lo que quiero.
Cuelgo el bolso en mi hombro y camino siguiéndole los pasos a Paul. Él es un gran tipo y un muy buen amigo que por suerte está casado con la mujer que ama, tiene la vida que quiere y solo por eso le tengo envidia de la buena.
A medida que me acerco a la sala de espera mis pulsos se aceleran más. Espero ver su cabello rojo resaltando sus facciones o quizás el brillo de sus ojos celestes.
Me detengo a mitad de la sala al ver que no está. De inmediato asumo lo peor, no vendrá. Pero luego pienso, tal vez se le hizo tarde.
Mi primera teoría cobra más fuerza al ver a Victoria sentada en la primera fila. Siento como el corazón se me contrae con fuerza en el pecho, arrebatándome el aliento. Reinicio la marcha y me detengo cuando estoy frente a la pelinegra, quien se levanta como un resorte al verme.
—Idiota. ¿Dónde coño tienes la cabeza? —Es la primera vez que veo a Vic enojada. Lo que no termino de entender es por qué lo está.
—¿Qué te hice? —indago ante la duda.
—¿Sabes dónde está? —me pregunta. El corazón se me frena de golpe y mis piernas pierden la estabilidad.
—Vic, no me asustes de esa manera. —balbuceo.
—Tonto, yo sé donde está. Su padre sufrió un infarto.
—¡Mierda! ¿En cuál hospital está?
—En el West Anaheim Medical Center pero no creo que te dé tiempo…
—Al carajo el vuelo. No la dejaré sola, Vic. No debí irme en primer lugar.
Camino hasta Rod y le aseguro que llegaré mañana a tiempo para el partido. No está muy convencido pero nunca he faltado y al final accede.
Corro fuera del aeropuerto y Vic me alcanza en la salida poco después. Llamo un taxi, ganándome por ello un golpe en la nuca por parte de la mejor amiga de Less.
—No dejaré mi vocho en el estacionamiento.
—¿Y por qué el golpe?
—Por no responder el móvil. —Me lo merezco, lo apagué cuando conduje a Malibú y me olvidé de él.
Vic comienza una discusión con la palanca de su Volkswagen pero gana la batalla poco después. El motor ruge con fuerza y entra en marcha.
El camino al hospital se me hace eterno. No dejo de pensar en lo mal que la está pasando mi Caperucita y en lo mucho que me necesita. Sé que fui un completo estúpido al irme pero en ese momento pensé que era lo mejor.
—Ella debe estar en la sala de espera. No se ha movido de aquí desde que llegaron en la ambulancia. —Asiento y la sigo en silencio.
En el lugar solo hay unas cinco personas sentadas y ninguna es Less. Me quedo mirando fijo a una mujer castaña de ojos marrones, quien comparte facciones marcadas de mi Caperucita, sin duda es su madre.
Vic se acerca a ella y le da un abrazo breve. La señora Hudson se seca un par de lágrimas y luego le sonríe amablemente. Vic le susurra algo al oído y, por la forma que me mira, sé que le habló de mí. No tengo una jodida idea de qué hacer pero sí qué sé lo que quiero, ver a mi Caperucita.
—Hola. Tú debes ser Justin. —murmura sin elevar la voz. Detrás de ella, un tipo castaño me mira de arriba abajo con la mandíbula apretada. Estoy en tremendo lío.
—Eh… sí. Mucho gusto, Justin Crowley. —le ofrezco la mano y me sorprende que la tome.
—Hayley Hudson, la madre de Less. —se presenta.
—Siento mucho lo de su esposo. Yo… Eh… ¿Estará bien? —balbuceo.
Ella asiente levemente y contiene las lágrimas en sus ojos. Una gran oleada de culpa choca directo sobre mí. Toda la historia que me contó mi padre resuena en mi cabeza, revolviéndome el estómago.
—Less se fue hace un rato. Necesitaba una ducha y un cambio de ropa, quedó en venir en breve. ¿Quieres esperarla? —me pregunta dulcemente. No entiendo porqué no me ha botado de aquí como debería, mi padre la jodió mucho con ellos.
Debería decirle que no quiero esperarla, que deseo ir por ella. Pero en lugar de eso, decido hacer algo más arriesgado—: Necesito hablar con usted.
—Yo también pero no aquí. No hoy. —¿En qué estaba pensando?
—Disculpe, es que… Lo siento. —Lo digo por todo, inclusive por lo de mi padre.
—Less te necesita. Hablaremos luego. —Su mirada es tan cálida que me hace sentir más culpable. No entiendo cómo mi padre pudo hacerla sufrir tanto. Solo de pensarlo me hace dudar de todo, hasta de las verdaderas razones por la que mi madre… ¡Mierda! No. No puedo construir locuras en mi mente y menos en este momento.
—Ten. Cuídalo como si fuera tu polla. —sisea Vic al entregarme el llavero de una Canon en miniatura.
—¿Tanto así?
—Mucho más. —agrega.
Salgo del hospital y me subo al escarabajo rojo. Es la primera vez que me pongo detrás del volante de uno de estos. Por suerte, el cacharro coopera y no me da pelea como a su dueña. Aunque quisiera que corriera un poco más rápido pero no puedo exigirle mucho, ha vivido lo suficiente.
Los cinco pisos hacia arriba se sienten como cien. Me bajo a las carreras del ascensor al momento que se abren las puertas y en segundos estoy metiendo la llave en el cerrojo.
—¡Less! —La llamo desde la sala. Camino hasta su habitación y escucho el sonido del agua corriendo. Abro la puerta del baño y mis ojos se fijan en su piel desnuda.
—¿Just? ¡Oh Just! —solloza al verme. Me meto con ella debajo del chorro de agua y la abrazo a mi cuerpo con toda la necesidad que alberga mi corazón, mi alma… hasta mis poros.
—Lo siento, nena. Lo siento. —murmuro, suavizando su espalda con mis dedos. Las sacudidas de su cuerpo en mi pecho hacen que rompa en llanto. Los dos lo sabemos, se tiene que terminar.
—Hazme el amor, Just. —me pide entre hipos.
—Nunca he dejado de hacerlo, Caperucita. En mi mente, en cada latido de mi corazón, constantemente te hago el amor.
Less sella mis labios con los suyos y comienza a desvestirme con vehemencia y avidez. La beso entera, cada centímetro de su piel mojada, y termino de rodillas en el suelo para alcanzar su sexo con mi boca. Sus uñas se clavan en mi espalda cada vez más profundo, correspondiendo a las acometidas de mi lengua en su piel palpitante y humedecida de deseo.
—Te amo, Just. Te amo con lo que tengo y lo que no. —jadea y su confesión viene acompañada de sus lágrimas y las mías.
Busco sus ojos claros y sostengo su rostro en mis manos. Quiero decirle tantas cosas, quiero prometerle muchas más pero sería inútil hacerlo porque, aunque todo mi ser le pertenezca a ella, no tengo el derecho de ponerla a elegir entre su familia y yo. Y mucho menos cuando yo elegí a la mía sobre ella.
Tomo su boca y la beso profundamente, con sabor a despedida. Su lengua recibe a la mía y el roce entre ellas desencadena un estallido de deseo y pasión. Sus piernas envuelven mi cuerpo. Y mi miembro, duro como una roca, se une a su calidez permeable y estrecha.
Con sus manos apoyadas en mis hombros, y las mías en su cintura, inicia el ascenso y descenso vertiginoso sobre mi entrepierna. Gimo, maldigo, gruño… Es una jodida montaña rusa de sensaciones que, unidas a los incesantes latidos de mi corazón, comienzan a debilitarme.
Los gemidos de mi pelirroja se convierten en vítores que se instalan en mi corazón como un tesoro preciado. Es la última vez y eso me jode, me desarma… me está matando.
—No me ames, Less. No me ames ni un segundo más. —le pido de forma literal que en verdad me olvide.
—Ya es muy tarde, Just. —murmura en respuesta.
Beso sus labios enrojecidos e hinchados por la intensidad de nuestros arrebatos y luego la abrazo rogando en silencio por un tiempo fuera, por una prórroga que convierta este minuto en eternidad.
De nuevo su llanto se hace presente y me duele hasta respirar. Odio que sufra. Tomo una toalla y seco su piel con delicadeza. Hago lo mismo conmigo y luego la cargo en brazos para recostarla en la cama.
De pie junto a su cama miro con embeleso cada tramo de su piel, que es tan blanca como la leche fresca. Mi propio corazón se me parte en dos al ver el tatuaje en su cadera.
—Yo no te amo, Less. —susurro y su mirada plausible hace más difícil la despedida.
—No me dejes, Just. —me pide con la voz entrecortada.
Me acuesto a su lado y la acomodo en mi pecho. Beso su cabello e inhalo profundamente para absorber el dulce aroma de lavanda que emana de él.
»Estaba tan asustada, Just. Pensé que él…
—No pienses en eso, mi amor. Trata de dormir un poco, me quedaré contigo.
—¿Y el juego?
—Que se joda el juego.
—Just…
—Saldré temprano en la mañana. Duerme, nena.
—Solo una hora. —murmura con los ojos cerrados. Arropo su cuerpo con el mío y la sostengo hasta que su respiración disminuye.
Cuando está completamente dormida, me levanto para poner a secar mi ropa y prepararle algo de comer. Estoy seguro que no ha comido ni un poco.
—Nena, hora de despertar —le digo con un susurro mientras acaricio sus mejillas. Cuando finalmente sus ojos claros se abren le digo que la espero en la cocina.
Lleno dos platos con huevo revuelto, tocino y pan tostado. Parece más un desayuno pero es lo único que sé cocinar.
Less sale poco después usando unos pantalones negros de tubo, blusa gris suelta y zapatos bajos. Es raro verla sin sus botas militares pero me gusta lo dulce de su aspecto.
—No me mires así, Just. No cuando te irás por esa puerta y todo terminará.
—Less…
—Less nada. Lo veo en tus ojos, Just. Me vas a dejar. Me estás dejando.
—¿Crees que quiero dejarte? ¿Crees que no me duele? ¡Joder, Less!, mi maldito corazón está destrozado pero no puedo… No podemos estar juntos.
—Me vale un carajo lo que hizo tu padre. No me importa, Justin. No renunciaré a ti por eso.
—Eso no cambia nada, Less. El asunto aquí es que soy un hombre casado y lo seguiré siendo. No vale la pena que elijas una vida conmigo por encima de tu familia cuando yo no estoy dispuesto a hacer lo mismo por ti.
—Eres un imbécil. ¡Un maldito imbécil! —me grita, dándome golpes en el pecho con los puños cerrados. No la detengo porque me lo merezco, lo dije con la intención de que me odiara. Y, aunque la amo con todo mi corazón, no condenaré su vida conmigo. ¿Qué futuro habría para nosotros? Su padre odia al mío y con toda razón. ¡Joder! Si por poco se muere al saber que soy un Crowley. No podría hacerla pasar por todo esto. Enfrentarse a su padre por mí es demasiada mierda para soportar.
—Sé que no lo entiendes ahora, Caperucita. Pero me darás la razón. Lo nuestro nunca será posible.
—¡Lárgate, Crowley! Lárgate y no te atrevas a volver nunca más. —Me exige, empujándome hacia la salida.
—No. No te dejaré sola. No así. —le digo, sujetándola por las muñecas, pero sin ejercer presión.
—¡Vete a la mierda!
—Mándame a dónde quieras, pero no me iré.
—Te odio, Justin. Te odio con todo mi corazón y maldigo la hora en que te conocí. —Duele. Duele muy dentro de mi pecho escuchar sus palabras. Pero me merezco esa mierda y mucho más.
La abrazo fuerte, como una despedida, y no me rechaza. Quizás lo necesita tanto como yo.
«---»
La comida terminó fría en la encimera y me maldije por no haber esperado que comiera al menos antes de decirle todo eso.
Less se apartó de mí cuando su llanto se detuvo y me pidió sin mirarme que me marchara. Salí del apartamento y la esperé en el estacionamiento. La seguí en el escarabajo todo el camino hasta el hospital para asegurarme de que llegara a salvo. Vic estaba en el rellano para cuando llegamos ahí. Me bajé y le entregué las llaves con una palabra de agradecimiento. Su ceño se frunció un poco y sacudió la cabeza al tiempo que murmuró: «eres un idiota».
«Adiós Caperucita», me despedí en silencio mientras la vi desaparecer detrás de las puertas de la entrada del hospital.