Capítulo 11

 

Less

 

Soy una estúpida. Me sentí culpable durante todo el partido por la ausencia de Justin —por el asunto con Daniel— y el muy idiota estaba con una rubia de copa “D” en su habitación.

—¡Less! ¡Espérame, nena! —Corro más cuando escucho su voz y bajo los tres pisos por las escaleras de emergencia. No quiero verlo. No quiero escucharlo. Es un imbécil.

Llego a mi habitación y cierro la puerta. No voy a creer nada de lo que me diga así jure sobre la Biblia. Soy una tonta al esperar fidelidad de un infiel. Es una ironía enorme.

—Eso fue rápido. —bromea Vic al salir del baño.

—¿Qué crees?, Justin estaba sacando a una mujer de su habitación cuando subí. 

—¡No!

—Sí.

—¡Less! —llama a la puerta pero lo ignoro. Me pongo los cascos, reproduzco mi álbum favorito de Guns N´ Roses, me acuesto en la cama y cierro los ojos.

No ha terminado la primera canción cuando siento una caricia en el brazo. Abro los ojos de golpe y me encuentro con Justin Crowley.

—Gracias, Vic. —espeto.

—Me gané una nueva Canon gracias a ti, Less. Te amo. Los dejo solitos. —dice la traidora y sale de la habitación.

—Caperucita, ¿cómo crees que te engañaría? Mucho menos después que me diste una oportunidad. —dice mientras se arrodilla en el suelo y me acaricia el rostro.

—No me digas Caperucita. Estoy enojada contigo, Just. Mucho. —Lo empujo y me levanto de la cama de un salto.  

—Te juro que la única mujer que quiero en mi cama es a ti.

—Y a tu esposa, por supuesto.

—No… a ti nada más. —asegura, tomándome por la cintura. Cuando intenta besarme, aparto el rostro y él maldice.

»Fue el estúpido de Cabrera. La envió a mi habitación cuando supo que habías llegado. Él quiere algo contigo.

—Esto no va a funcionar. Es una locura. Siempre vas a tener mujeres abalanzándote sobre ti y yo no soportaré esa mierda. Además, mañana volverás a casa con tu mujer y ¿qué pasa conmigo? Le darás los besos que quiero para mí… Le harás el amor a ella, Justin. —Me duele el pecho al decirlo. Lo pensé durante todo el viaje de regreso y no creo que pueda soportar ser la otra.

—Nunca podría hacerle el amor a nadie más. Yo no la quiero a ella, te quiero a ti. —pronuncia con un susurro suave en mi oído, encendiendo el deseo en mí.

—En nuestro lenguaje eso me deja mal parada. —bromeo.

—Nena… sabes lo que quiero decir. Olvidemos esto, por favor. Solo nos queda esta noche —Sus dedos toman mi mentón y ubica mis labios cerca de los suyos—. Bésame, Caperucita.

—No. —murmuro, casi rozando sus labios.

—No me hagas esto, Less. Bésame. —me pide por segunda vez. Lo hago porque lo deseo y porque lo quiero. Justin tiene mucho poder sobre mí, más del que admitiré algún día.  

La ropa desaparece de nuestros cuerpos y terminamos besándonos sin control sobre la cama. Justin me insta a ponerme de espaldas, lo hago. Dos de sus dedos penetran mi sexo humedecido al tiempo que otro circunda mi zona anal. Comienzo a temblar al instante y él lo nota. No creo estar preparada para eso. No quiero hacerlo nunca más.

—Caperucita, ¿estás bien? —me pregunta angustiado. No puedo hablar, mi lengua se soldó a mi paladar y los ojos me arden… Estoy muy cerca del llanto. Me siento tan estúpida.

Él me gira en la cama y mis ojos vidriosos se encuentran con los suyos. Acaricia mi rostro con suavidad y me dice—: Haré solo lo que tú quieras, Less. ¿Lo sabes? —asiento levemente y me incorporo para abrazarlo.

—Lo siento, Just. Es que…

—¿Te lastimaron? —inquiere con la voz temblorosa. Asiento. Sus brazos me rodean con fuerza y me arrullan como una niña pequeña. Puedo escuchar lo rápido que late su corazón y eso me conmueve.

Desde que fui consciente de la culpabilidad de Adam, comparé nuestras relaciones sexuales con la experiencia de Lexie. Las palabras que me decía, la forma brusca con la que me trataba… cuando me mandaba a callar. En cierta forma, fui una víctima de sus abusos y lo peor es que me estaba acostumbrando. Pero ya no puedo, no puedo hacer algo así.

»Lo siento, mi amor. Lo siento tanto. —dice dolido. Siento una húmeda gota caer en mi hombro y luego otra más. No me atrevo a contarle toda la historia. No sabría ni por donde comenzar.

¿Cómo le explico que mi ex novio fue el mismo hombre que abusó de Lexie? ¿Cómo admito que dejé que me tratara como una puta? No puedo.

Justin me acaricia el cabello con suavidad y la calma vuelve a mi corazón. Tenía mucho miedo de que me rechazara o que se disgustara por no complacerlo. Pero tengo que recordar que él es el héroe que nunca deja de salvarme. 

—No sabes cuánto te estoy amando ahora mismo, Less. Te amo tanto que quiero traspasar tu piel, tomar tu corazón y quitar el dolor que ese maldito hombre dejó ahí dentro.

—Sé que suena estúpido que lo diga ahora, pero yo también te amo —le confieso mientras seco las lágrimas que quedaron en sus mejillas—. Esa noche en el muelle, cuando vi tus ojos, me sentí a salvo. Por eso te seguí. No fue una sabia decisión, tomando en cuenta por lo que estaba pasando, pero fuiste lo mejor de mi vida y lo sigues siendo. —Tomo su rostro y lo acerco a mis labios para besarlo con ternura.

Decir con palabras lo que alberga lo más recóndito de tu ser eso significa hacer el amor. Es lo que acabamos de hacer. 

Hay muchas cosas que él no sabe, que nadie más sabe en realidad. Pero prefiero ocultarlas en algún lugar solitario y esperar que con el pasar del tiempo se desvanezcan en el olvido. Es lo que más deseo.

—Quiero dormir a tu lado cada noche para velar tus sueños y amanecer contigo cada día para asegurarme de que lo hice jodidamente bien.

—Me gusta esa idea. —admito con una sonrisa.

—¿Dormirías esta noche conmigo, Caperucita?

—Pensé que nunca lo pedirías, amor.

—Dilo de nuevo, nena.

—Amor. ¡Mi amor! —grito, hasta terminar riéndome como loca.

Nos vestimos y subimos luego a su habitación. Me sentí muy mal al ver la comida fría y el vino flotando en la hielera. Justin se había esmerado en sorprenderme y el idiota de Daniel arruinó todo. Y yo también por armar un berrinche.

Al final, pedimos otras hamburguesas grasosas de las que tanto nos gustan y cambiamos el vino por un par de cervezas. Eso fue mil veces mejor que cenar caviar o langosta en un restaurant. 

Hicimos el amor dos veces esa noche y caí rendida en su pecho después de eso. Estaba realmente cansada.

—Buenos días, Caperucita. —Me saluda en la cama, con una bandeja de desayuno en las manos.

—Eres muy sigiloso. No sentí cuando te levantaste.

—No, hermosa. Creo que tú te mueres en lugar de dormir. Juro que te tomé el pulso tres veces. Fue terrible, de verdad. —Giro los ojos y me levanto de la cama para cepillar mis dientes.

Fue la primera vez en años que dormí sin tomar esas estúpidas pastillas. Espero que nunca más las necesite.

Tomamos juntos el desayuno y luego nos despedimos con un beso, que tuvimos que frenar antes de convertirlo en otra sesión de sexo maravilloso. Solo han pasado diez minutos desde que salí y ya me hace falta.

«---»

Ocho horas más tarde, tiro las maletas en la sala de mi pequeño apartamento en Anaheim y me tumbo en el sofá. Ha sido un viaje muy acontecido y alucinante a la vez. Creo que es hora de contarle a cuqui mi nueva locura.

—Hola, bonita. —La saludo a modo de burla.

—Graciosa. ¿Qué tal New York?

—Aw, New York. Tengo que contarte algo, Lexie. Pero no me vayas a sermonear, ya tengo suficiente con mi conciencia acusadora.

—Déjame sentarme, Less. Si me estás advirtiendo debe ser la madre de las locuras.

—La historia es larga y seguro te la contaré un día… Estoy perdidamente enamorada de un castaño de ojos miel. No es un hombre: es el hombre. —Escucho un murmullo leve, como un lloriqueo y un suspiro.

—¿Estás llorando, cuqui?

—Le he rogado a Dios cada día por ti, Less. Mi única petición ha sido que pudieras amar de nuevo. Estoy tan feliz. —murmura entre hipos.

—Lexie… espera. Es que… Él… No me juzgues, por favor.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Él está casado, Lexie. Soy su amante. —No se siente bien decirlo. Ni un poco.

—¡Oh mi Dios! Nuestros padres se morirán…

—No puedes decir nada. Yo… Sé que está mal, okey. Pero yo amo a ese hombre, lo amo con tanta intensidad que estaría dispuesta a entregar mi sangre, mi corazón… todo lo que tengo por él. Es una locura, lo sé. Pero el amor no es de cuerdos.

—¿Quién es? —Esa es la parte a la que temía llegar porque, de cierta manera, lo conecta con esa maldita noche.

—Es Justin Crowley, el jugador de béisbol que…

—¡Oh Dios! Sé quién es, Less. Recuerdo cada cosa de esa noche, hasta el olor del pasto recién cortado del estadio. —Su voz se debilita a medida que habla, provocando que el corazón se estruje en mi pecho.

—Lo siento. No debí decírtelo.

—Tranquila, Less. Hay cosas que simplemente no se olvidan.

—Sí, lo sé.

—Entonces él, ¿es del equipo de los Angelinos ahora?

—Sí, pero no lo conocí ahí. Fue…

—Dímelo, Less. Estaré bien.

—La noche que todo explotó. Cuando desaparecí de casa.

La garganta se me cierra de golpe y se me dificulta continuar, nunca le he dicho a nadie lo que estuve por hacer esa noche. Me da vergüenza admitir que fui una cobarde.

—Sé que es difícil, chispita. Pero sanarás y un día esas heridas solo serán cicatrices que dejarán de doler. —De nuevo mis ojos arden pero las lágrimas siguen sin aparecer.

—Gracias, Lexie. Te amo tanto y te extraño. —le digo con un hilo en mi voz.

—Y yo a ti, mi luz. Si Justin es tu felicidad, no seré yo quien se oponga. —Sé que Lexie es tajante con respecto a la infidelidad por eso aprecio su apoyo.

—Trataré de escaparme algún fin de semana para ir a verte, cuqui. Saluda al bombón de mi parte y dile gracias de nuevo por mi Mustang.

«---»

Ha pasado un mes desde que todo comenzó entre nosotros. La mayoría de ese tiempo hemos viajado alrededor del país para los juegos y me quedo en su habitación todas las veces. La parte difícil llega cuando llegamos a Anaheim, estar aquí implica estar con su familia y son pocas las veces que podemos vernos.

Desearía salir con él con libertad, ir a un parque de diversiones, visitar el paseo de la fama o simplemente bañarnos en la orilla de la playa, pero no es una opción. Fue lo que acepté y debo asumirlo con madurez. Aunque debo admitir que me muero de celos cuando está con ella pero me aguanto. Nunca le reclamo, nunca le exijo… su familia estará en primer lugar siempre.

Mis noches sin él son una eterna pregunta. ¿Le estará haciendo el amor? ¿Le gustarán más sus besos que los míos? Solo consigo calmar la ansiedad tomando los somníferos, aunque cada vez surten menos efecto. Llamé a mi proveedor en Miami y me dio el número de un contacto en Anaheim. Ahora mismo estoy esperándolo en la barra de un pub privado de la ciudad.

—Una cerveza, por favor. —le pido al bartender. El rubio detrás de la barra me guiña un ojo y me la sirve enseguida. Comenzaba a mover mi pie al ritmo de la música urbana que retumba en el lugar cuando él llega.   

—Tu voz es tan sensual como tu cuerpo. —murmura una voz masculina detrás de mí. Giro los ojos mientras sostengo la cerveza.

—Imagino que eres León. —mascullo.

—Lo soy, pelirroja. Todo un animal. —fanfarronea mientras se sienta a mi lado. El tipo es delgado, de cabello negro y ojos grisáceos. Sus nudillos están tatuados con letras chinas o qué sé yo. Tomo un gran sorbo de cerveza, manteniendo una postura erguida, aunque esté cagada del miedo. Fue una estupidez venir aquí.

León acerca su mano a mi muslo descubierto y aprieto las piernas instintivamente. De nuevo fui una estúpida al usar una falda. Descubro poco después que oculta debajo de la mano el frasco con las píldoras.

Saco un pequeño fajo de billetes del bolsillo de mi chaqueta y llevo mi mano al lugar que ocupa la suya para hacer el intercambio. Él sonríe y se pone en pie.

—Fue bueno hacer negocios contigo, ricura. Nos vemos pronto. —murmura cerca de mi oído, provocando que el corazón comience a bombear con todo lo que puede. Ese hombre me pone muy nerviosa.

Espero un buen rato en la barra antes de salir, para asegurarme que el tatuado no esté más por aquí. Enciendo mi Mustang y Adele comienza a sonar enseguida con su famosísima canción Hello. Mis gustos musicales han variado un poco y la verdad es que esa mujer tiene una gran voz.

I Don't Wanna Miss a Thing interrumpe a Adele al sonar en mi móvil. Es la canción que según Just es nuestra canción. No soy una romántica y estoy muy lejos de serlo pero adoro que él lo sea.

—Hola, Caperucita. ¿Dónde te escondiste? El lobo aguarda por ti en la cueva. —bromea.

—Hola, amor. Salí un rato. ¿Dónde me espera ese lobo?

—En una pequeña habitación desordenada. Estoy oliendo tus bragas sucias en este instante y comienzo a necesitarte urgentemente. —dice con esa voz ronca que me pone a mil.

—Dime más, guapo. Escucharte es tan excitante. —admito juguetona. Lo imagino sonriendo en mi habitación.

—¿Te gusta jugar? Juguemos. —Just me dice cuanta guarrada se le viene a la mente y mis bragas comienzan a sufrir las consecuencias. Detengo el auto en el sótano y subo al ascensor con la adrenalina corriendo en mis venas.

Con él todo siempre es así, de improvisto. Si tiene algún momento para venir, lo hace y ya. Decidí darle una copia de la llave hace unos días para que no me espere fuera cuando no estuviese. Veo que fue una idea genial.

Abro la puerta del apartamento y saludo a Vic con un hola antes de meterme a mi habitación.

Just sonríe al verme entrar y me agarra por la cintura. Sus deliciosos labios se apoderan de los míos y no nos toma mucho quitarnos la ropa. Empujo a mi sexy castaño sobre el colchón y me subo a horcajadas en su sexo endurecido. El juego de palabras que tuvimos por teléfono hizo su efecto y no necesitamos más.

Me hundo lentamente en su envergadura, al tiempo que él me toma por la cintura para moverme dentro y fuera al ritmo que desea. Echo la cabeza atrás y separo los labios para dejar escapar los jadeos que se forman en mi garganta. Just acelera el ritmo, llevándome con ello a tocar las nubes. Muerdo mis labios, para contener un grito, y él murmura algunas groserías que en otras circunstancias me harían reír.

Me acuesto en su pecho y sus manos acarician mi espalda con ternura—: Te amo tanto, Less. Quisiera tenerte cada segundo de mi vida. Estar lejos de ti me pesa cada vez más.

—Lo sé, Just —Es lo único que digo— ¿Cuánto tiempo tenemos?

—Una hora, quedé en buscarlas cuando terminara la fiesta. —En eso se resume mi vida a su lado, en el tiempo que le sobra de su familia, el que les robo como una ladrona.

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