CAPITULO PRIMERO
Evanston, Illinois, año 1883
En 1854, los negociantes de Chicago habían fundado la ciudad en la estafeta de Grosse Point que fuera establecida en 1826 en un puerto natural formado por un alto escarpado. La colonia fue rebautizada en honor de John Evans, antiguo ciudadano y uno de los fundadores de la Universidad de Northwestern, inaugurada en 1855.
Varias familias ilustres y poderosas —lo primero un tanto dudoso, lo segundo fehaciente por obra y gracia de sus caudales económicos—, procedentes en su mayor parte de Chicago, se establecieron en el lugar que por esa razón y por su rango universitario fue tomando nombre y auge, hasta adquirir en una zona determinada de su geografía matices residenciales.
De entre aquellas familias destacó de inmediato, por merecimientos propios..., de los propios fajos de billetes que almacenaban en sus arcas, la de los Morgan. Richard Morgan, el pionero de la saga, el patriarca, sentó en Evanston sus reales y fundó el primer banco de la localidad dándole el nombre de NATIONAL BANK EVANSTON.
Edward Rogers, un periodista al que no se le había dado demasiado bien el oficio en los más importantes rotativos de Chicago, se refugió en Evanston donde dio a luz la primera publicación impresa del lugar bajo el apelativo de HERALD EVANSTON.
Pero para que aquel Carrousel se mantuviese, para que aquella noria girase debidamente, hacía falta la mano de obra, los pobres y sacrificados obreros quienes, ¿cómo no?, fueron llegando e instalándose —mal instalándose o instalándose como podían— en aquel nuevo poblado que, para algunos, alimentaba la posibilidad —¡vanas ilusiones!— de convertirse en el paraíso de la fortuna.
Evanston fue creciendo paso a paso, sí.
Gracias al dinero de los poderosos y al esfuerzo, trabajo y sacrificio de los más humildes.
Fueron pasando los años, también.
Y por tener de todo, Evanston tuvo también una leyenda.
Una leyenda de brujas, sí...
Que nació alrededor de 1883.
Precisamente el año en que vino al mundo Faye Barton.