ENTRE PITOS Y FLAUTAS
Ana y Gabriela, dos jóvenes cansadas de la misma rutina de todas las semanas buscaban algo diferente. Se comprendía por las ganas de distraerse que tenían. Querían algo distinto, algo que las hiciese pasarlo bien.
No buscaban la típica fiesta de siempre. Ana continuamente se lo había dicho a su compañera de piso. Pasaba de fiestas aburridas y monótonas. Ambas deseaban divertirse de verdad y guardar en sus memorias algún recuerdo divertido y apasionante.
Gabriela tenía el plan perfecto, pero antes debía de consultarlo con su compañera.
— ¡Ana despierta! Tengo una idea magnífica para alguna de estas noches —le decía mientras levantaba la sábana mostrando su desnudez y apreciando a la perfección su naturaleza de mujer.
Un cuerpo delgado, con una piel ligeramente bronceada y bien proporcionada en cuestión de atributos. Su pelo rubio de mediana longitud cubría a duras penas sus pechos, una noventa y cinco era su talla. A veces, la joven era la delicia de Gabriela.
Su letargo duró un rato hasta sobresaltarse, saltando de la cama como una exhalación después de oír el plan de Gabriela.
— ¡Me encanta! —gritó ilusionada mientras se recogía el pelo en forma de moño, dejando entrever su cuerpo alto y delgado.
Ambas se pusieron a la nueva orden del día: prepararían todo. Tendrían que pensar los invitados de su fiesta y comprar todo lo necesario para que esa noche no fuese ningún fraude.
Sábado, ese fue el día elegido por las dos chicas. El lugar sería su piso, un ático con vistas a una de las playas de Santa Cruz de Tenerife. Tan solo cinco invitados en la lista pero, al parecer, bien elegidos. Jessica, una chica introvertida que vivía en el mismo bloque que las organizadoras. A veces su timidez era considerable con personas del sexo opuesto, pero en definitiva no sería un problema relevante para la consecución del objetivo de la noche. El plato especial lo llevarían Cosme y Lucas, dos apuestos muchachos que trabajan juntos como becarios en un reconocido despacho de abogados de la ciudad.
Todo preparado. Las protagonistas ya se habían vestido, aunque su informalidad en su forma de vestir estaba presente. Preferían no ataviarse demasiado, estarían en su propia casa y no tendrían pensado salir a otro sitio. La música, por su parte, ofrecería un ambiente agradable a los asistentes durante toda la velada.
La primera en llegar, por supuesto, fue Jessica. Una chica formal que no le gustaba llegar impuntual a ningún sitio, y demostrado quedó. Pelirroja, delgada y de mediana altura.
— Demasiado recatada y formal para la belleza que está hecha —dijo Gabriela.
— ¿Tú crees?
— Al menos eso me hace ver, pero ojalá esté equivocada.
— O sea, ni siquiera sabes si se atreverá —aseguró Ana mientras miraba a su amiga con preocupación—. ¿Crees que se echará atrás?
— No creo, eso es fruto del momento y del vino que tome.
Se presentó frente a las chicas arreglada con unos pantalones de pitillo, unos tacones y una camiseta que no dejaba descubrir nada de escote, a pesar de la delantera que tenía. En el sofá y acomodándose las gafas constantemente en el puente de la nariz, observó cómo no tardarían en presentarse los chicos vestidos sin ninguna consideración en especial. El primero de ellos, Lucas, se presentaría con unos vaqueros normales y una sudadera. La bebida correría por su cuenta, exhibiéndose con dos botellas de un buen vino. El recibimiento dado por los nuevos asistentes fue el típico, dos besos y sus respectivos nombres.
Todos sentados en la mesa, esperaron a Ana servir la cena. Las conversaciones eran tan agradables que incluso algún piropo saltaba a la tímida del grupo:
— Hay que decir que menuda compañía, y sobre todo la de Jessica —soltó Cosme sin venir a cuento, acompañado de las risas de los demás, viendo a la chica como se sonrojaba sin más remedio que mirar hacia abajo muerta de la vergüenza.
Los platos se vaciaron rápidamente. En verdad la idea era de una cena ligera y después disfrutar un poco de la noche. Las copas de vino se pimplaban en la boca de los asistentes y la risa floja se transmitía en sus rostros como un virus. Anécdotas, elogios, no faltaba de nada.
Terminada la cena completamente, Gabriela se levantó eufórica, se acercó al equipo de música y marcó la Pista 11. Se trataba de Don´t Stop Me Now de Queen. Las revoluciones aumentaron cuando las chicas, incluso la vergonzosa de Jessica, acudían al centro del salón a bailar. Los chicos, al otro lado del comedor, centraron su atención en que escoger en el mueble-bar. Unos tequilas por cabeza y perfecto. Un mar de risas en la estancia y la música a todo volumen. Como ya se veía venir, la música alta y la poca vergüenza que se tenían ya hizo a Cosme susurrar al oído de Jessica palabras que físicamente ponían alterada a la pobre chica. Incluso el baile alocado precipitó uno de los tirantes de la camiseta de Ana perdiendo el equilibrio por su hombro, dejando medio pecho ante la atenta mirada del otro varón, Lucas.
Las cuatro de la madrugada y todos estaban eufóricos de tanto bailar. Acabaron por sentarse en el amplio sofá para relajarse un poco. Un silencio incomodo, a pesar de la música de fondo, provocó el encendido de la televisión por una de las chicas buscando algún canal que valiese la pena. Su elección fue una cadena que a esas horas tan solo mantenía la audiencia con la emisión de unas cuantas películas X. Todos, sin exceptuar a ninguno, pidieron que se mantuviese el canal.
La película era un completo escándalo. Un afroamericano, director de una escuela, penetraba insistentemente a una joven colegiala con la típica indumentaria, mientras la profesora de ésta se masturbaba desde la puerta observando aquella escena. Contemplar la película no hacía más que mantener callados a los espectadores que ya empezaban a notar como el ambiente se acaloraba.
Excepto Cosme, sentado en uno de los brazos del sofá, el resto permanecían tirados entre los cojines. Ninguno apartaba la mirada del televisor. Sin pensárselo dos veces, Ana giró la mirada y acercándose lentamente unió su boca con la de Jessica, quien se encontraba en la esquina del sofá.
— Me gusta… —susurró Jessica.
Tanto les gusto a ambas que en un par de minutos aún no habían despegado sus labios la una de la otra. Al lado, Lucas recorría lentamente su dedo por el abdomen de Gabriela hasta introducir su mano por su ropa interior. La excitación estaba servida. Beso tras beso, caricia tras caricia, es decir, un derroche sin más. El único sin entrar en la fantasía era el que estaba sentado en la esquina, sin embargo, no tardaría en integrarse a la aventura cuando Ana en su apuesta por el rollo lésbico decidió dirigir también su mano a la entrepierna del joven. La bragueta de su pantalón se bajó rápidamente y acabó por palpar sus testículos, cuando éste aún mantenía en la mano su vaso de ron cola.
Cosme excitado, se despojó de la camiseta y dejó su pantalón entreabierto sacando su miembro para servir a alguna de las invitadas. Su torso era delgado y su piel llena de tatuajes espectaculares. La primera fue Jessica que palpando con su mano, estiraba una y otra vez hasta poder ver su verdadera naturaleza. Su boca acabó hecha una delicia, suave y llena de saliva. No dudaba en introducírselo en su boca una y otra vez. Acompañado de un leve gesto de placer, él comenzó a pellizcar uno de los pezones de la chica, que terminó por quitarse la camiseta ante la molestia causada. Esa noche había decidido no llevar sujetador. Una piel lechosa y unos pezones color rosa caracterizaban su esbelto cuerpo.
Por otro lado, los gemidos eran constantes. Ana y Gabriela se proporcionaban placer mutuo. La lengua rozaba constantemente los labios carnosos y húmedos de la compañera. Gabriela era la típica chica de apariencia mediterránea. Una estatura normal, pelo moreno y un cuerpo bronceado todo el año. Su tatuaje en las lumbares, en forma de alas de ángel, daba morbo a su desnudez. El otro chico que se había cambiado de pareja, esta vez con la rubia del grupo, mordía cualquier zona prohibida entre sus mulos. Una y otra vez levantaba la cadera de la joven como si se le fuese a escapar, intentando llegar un poco más al fondo de la cuestión. Lucas no esperó ni un momento y tirando su ropa interior cerca del sofá penetró bruscamente a la chica. Muerta de placer agarraba la tapicería del mueble esperando resistir tanto ajetreo de golpe.
Gabriela sola y sin saber qué hacer, corrió a su habitación y con la gracia que la caracterizaba traía a su compañero de soledad. Un consolador negro de importantes dimensiones. Costaba pensar que eso cupiese.
La escena no paraba y ya hacía rato del primer orgasmo de la pobre Jessica, agitada por las penetraciones de Cosme. Después de un rato mirándole con cara de pocos amigos, perdió el equilibrio y cayó de cabeza al cojín justo al lado del sofá, recibiendo aún la energía transmitida por su amigo.
Lucas y Ana gozaban. Gabriela, por su parte, jugaba con su juguete dejando unos gemidos en la estancia que se confundían con los de cualquiera de los presentes. Su longitud se perdía en ocasiones en su interior. El complemento de sus dedos era placentero, y más cuando a su lado una de ellas abría la boca para ofrecerles cabida. La mirada de Gabriela a Cosme lo decía todo. Jessica había decidido descansar un momento, por lo que el chico aprovecharía para lanzarse a por Gabriela. A ella le encantaba el sexo oral y lo demostraba. Su trasero cerca de la posición de Lucas le hacía olvidar todo. Rehusó a Ana y se centró en la morena. Los dos becarios de aquel buffet de abogados se asegurarían en ofrecerle placer a quien se encontraba entre los dos.
— Vamos chicos, hacedlo por favor —pedía Jessica con un tono a media voz.
— Nos gusta —se refería Ana a ella y a su compañera.
Ese fue el momento en el que los dos colegas fundieron sus morros el uno con el otro durante un buen momento, buscando cumplir el deseo de sus compañeras.
— ¿Satisfechas? —preguntaron al mismo tiempo que los muchachos reían por la expectación causada en torno al sofá.
Tras un buen rato, el cuerpo de Gabriela se veía enfrascado en dos frentes diferentes. Su piel quemaba. Su compañera, envidiosa de aquella escena, acarició el cuerpo de Cosme para agarrarlo esperando interrumpir la felación que llevaba a cabo la morena del grupo. Ella lo apartó y dejándolo sentado se puso sobre él. La boca abierta de Jessica daba la idea del gusto proporcionado al ver esa imagen tan morbosa.
Entre risas la orgía seguía. Esta vez, entre las dos chicas que entre besos y más besos se penetraban constantemente el juguetito que había revolucionado la juerga. Lucas, en el suelo, agarró a Gabriela y se colocaría con el único fin que la postura del sometido saliese lo mejor posible.
Las horas pasaban, y la mesa del salón no quedaba desapercibida. Botellas de Tequila, Bourbon y Barceló. Envoltorios de preservativos por el suelo, y los que aún no se habían usado ofrecían compañía a las botellas en la mesa. Los lubricantes no faltaban, en cualquier momento podrían necesitarse. Todo eso vislumbraba lo bien que se había preparado la velada.
Los gestos de Ana y la vecina lo decían todo. El salón estaba lleno de gemidos y ganas de seguir. Las chicas se prestaban ayuda para penetrarse el consolador cuantas veces fuera preciso. Cosme observaba pero no participaba. Lo único que podía hacer era trabajarse así mismo, al mismo tiempo que admiraba el derroche lésbico frente a él. No podía ocultar sus gestos de placer al verlas disfrutar.
Él estaba cerca. No obstante, Ana se acercó y dijo:
— Ahí no. Termínate aquí.
— ¿No te importa? —advirtiendo del poco tiempo que disponía antes de eyacular.
— Todo lo contrario, nos excita.
Ambas se agacharon para degustarlo a la vez que lo compartían. Durante un buen rato Cosme mantuvo cara de no aguantar más hasta que Jessica esperando el final masturbó con rapidez al chico. Pendientes de los gestos del muchacho sentían más cerca su llegada. Finalmente no aguantó más. Su semen se esparció por los alrededores. Las metrallas blanquecinas salieron disparadas del pene del muchacho repartiéndose por una amplia línea en el suelo. Descargado, caería sobre la alfombra extenuado y satisfecho. Con respecto a las chicas, ellas mismas seguirían hasta terminar con lo que habían empezado. Aquella escena había dejado más deseos en el aire, a pesar de haber tenido algún orgasmo de más.
Lucas lleno de energía agarró en el suelo a Gabriela y la lanzó contra el sofá. Un cara a cara enérgico. Cada pierna por un lado y su cuerpo en medio. Mostraba su torso moreno, pectorales algo trabajados y unos brazos potentes que eran su único apoyo en aquella postura. El pelo de la chica molestaba demasiado. Aun así, no fue impedimento para que se besasen con fuerza fruto de la adrenalina que se estaba descargando en el momento. El rostro de la chica hacía ver el goce palpado en el ambiente.
Una de las últimas canciones que sonaban en el CD daba un toque rockero a la fiesta. Lucas la levantó y la colocó a cuatro patas en un lado del sofá, agarrada en uno de los brazos de éste. El chico arremetía con fuerza. Con su brazo por el abdomen de la joven y la imagen de sus cuerpos unidos daba una sensación salvaje a sus movimientos. Los gemidos se sucedían con energía y las tensiones aumentaban. El cuello de la joven sujetado por el chico hacía prever que pronto se llegaría al éxtasis, y así fue. Unas fuertes sacudidas a sus cuerpos y se zanjaría el asunto con los dos cayendo desplomados del cansancio.
Sin ninguna excepción, todos en torno al sofá descansaban agotados. Había demasiada confianza para que todos se quedasen a dormir allí desnudos. Ni tan siquiera había fuerzas para levantarse y apagar la luz. Ninguno de ellos tenía ganas de hacerlo. El equipo de música ya había dado por finalizado su recital y quedaba en silencio después de haber escuchado el disco entero. Al día siguiente ya pensarían en recogerlo todo o repetir si fuera preciso, pero preferían disfrutar del presente, Carpe Diem.
No hay razón alguna por la que no desnudes tu cuerpo y permitas a las sensaciones invadir tu interior porque los seres humanos no somos más que eso, marionetas controladas por nuestros placeres.