Capítulo 21
El veintisiete de Noviembre, un día antes de la fiesta nacional, la tienda de ultramarinos de la calle Independencia y el bloque donde estaba situada, volaron por los aires. La ironía es que la explosión, fue veinte veces más fuerte que los dos obuses que querían hacer explotar los activistas extranjeros. No pude reconocer los cuerpos de Brom e Irene, ni de los otros mercenarios, pero estaba seguro de que eran ellos porque había visto la última filmación antes de la explosión donde se les veía entrar en la tienda de ultramarinos de la calle Independencia.
La fiesta nacional fue un éxito, como cada año. La prensa internacional se hizo eco de la explosión de un bloque lleno de terroristas. El Ministerio de Propaganda se encargó de decir que fueron los propios activistas los que explosionaron el edificio al manipular incorrectamente las bombas que preparaban para boicotear los actos.
A la semana siguiente me llamaron desde el Ministerio de la Presidencia y el propio Jefe del Estado, su Excelencia el General Marcial Elvira, me condecoró como héroe de guerra y me entregó el despacho donde figuraba mi ascenso a Teniente de la Agencia. Era la primera vez que estaba delante del Caudillo que dirigía con mano firme el destino de todos. Me detuve en analizar la expresión de su rostro, su mirada, o lo que podía ver a través de esas gafas oscuras que siempre llevaba, justificadas por una reacción molesta a la luz solar; aunque estábamos en un cuarto cerrado con poca luz. Mi fulgurante carrera no había hecho más que empezar y estaba colocada en la rampa de salida. Yo era un ganador, el mejor agente que tenía mi país, eso me dijo el Jefe del Estado. Pero no estaba contento, aún no había hecho algo grande, algo único, algo que saciara mis expectativas cuando entré en el servicio secreto, pero aún así estaba orgulloso, mis continuos ascensos me permitirían adentrarme más adentro en el Centro Documental para la Seguridad Nacional, el C.D.S.N y poder escarbar en los ficheros secretos del Tercer Imperio y saber de una vez por todas que ocurría con el Ruboergo, si era verdad que existía el motor que funcionaba con agua, si lo del Reactor de Bering era un bulo, si se siguió avanzando con los ordenadores neuronales, si aquellas sanguijuelas aún son capaces de adquirir inteligencia y si Rosa estaba viva y dónde. La erótica del poder es así, cuanto más ascendía más narcotizado me sentía. Tenía miedo de perder las perspectivas que me llevaron hasta aquí, de no ser yo, de no conocerme cuando estuviera delante del espejo. Ojalá eso no ocurriera nunca.
* * *