Siete

De la casa en la loma el Cholo fue a buscar a María Fernanda. Tardó un instante en explicarle todo. El primer impulso de la chica fue ir a la policía pero su padre la detuvo, No te involucres en nada que tenga relación con el Chato, ni tú ni ningún miembro de la familia, que se pudra en la cárcel, concluyó. Hacía calor. Un abanico giraba lentamente. Pero viejo, María suplicaba, Está también David, y te comprometiste a cuidarlo, María cállate, no me dejas oír el partido, Estaba viendo a los Yanquis, Si tú no quieres hacer nada no me importa, yo voy a mover cielo y tierra pero tengo que saber dónde están, Qué te calles, Si el juego es más importante para ti, quédate con tu partido, yo me voy. María fue a cambiarse de ropa y darse su manita de gato, Gregorio se fue tras ella y Fernanda se quedó con Santos en la sala, Ay Cholo, qué mala onda, ¿no te habrás equivocado?, No creo, había muchos casquillos, señas de disparos y una tina de cerveza abandonada. A pesar de la situación el Cholo la observaba embebido, Dios santo, cuánto la quería, el plazo de un año se cumpliría en julio, entonces podría tocar de nuevo el tema, pero entretanto, ¡qué problemas implicaba esperar!

Como no le convenía ir a la judicial, donde comenzaba a ser conocido, el Cholo se despidió discretamente. Su salida fue providencial. No había llegado a la Nuño de Guzmán cuando se estacionaron frente a la casa dos camionetas que ya eran conocidas. De una bajó Eduardo Mascareño, con paso militar, y el resto de los Dragones rodearon la casa ante el sobresalto de las mujeres. Al ver a Mascareño María Fernanda sintió un escalofrío, recordó la demanda, la recomendación de Mayté Balderas y se llenó de espanto. En cuanto lo tuvo cerca la Nena notó que lo acababan de ascender, que emanaba un aire de mayor suficiencia, pero trató de no acobardarse, ¿Dónde está el Chato?, gritó Mascareño, ¿Y el Bocachula?, Aquí no hay nadie, respondió la Nena, Eso lo diré yo cuando registremos, acaban de secuestrar al banquero Irigoyen y fue un comando encabezado por Gregorio Palafox Valenzuela, ¿Trae una orden?, Me cago en las órdenes y en los jueces que las expiden, No puede registrar nuestra casa sin una orden, insistió María Fernanda, Nada pescadito, La Constitución nos protege, Pues que los proteja, ¡pongan todo patas parriba!, ordenó a sus hombres, Son unos animales, gritó María, Cálmate mamá, comprendió la Nena, En el fondo esto es buena señal: quiere decir que no los han atrapado. Entretanto Gregorio fue sacado a empellones de su cuarto y llevado ante Mascareño, ¿Ahora usted está a cargo?, Cállese viejo pendejo, hablará cuando yo se lo ordene, y le zampó un rodillazo en el estómago. Gregorio se dobló, invocaba a cuanto demonio conocía para que se llevaran al Comandante hasta el infierno. Mascareño lo amenazó con más dureza que su antecesor, Maricón, mal padre, traidor a la patria, y se llevó una foto de David, que a partir de ese momento fue boletinado como guerrillero peligroso.

David, entretanto, llegaba a la central camionera muerto de miedo. Tengo que ir a Tijuana, me voy a pasar de alambre al otro lado, como hacen mis amigos, cuando cayó en cuenta que casi no tenía dinero. ¿Cómo iba a regresar por sus ahorros con semejante jauría encima? Además había tenido que comprar una camisa porque escapó de Sidronio con el torso desnudo.

Estaba muy confundido. Sacó el recorte de Janis y lo besó, ¿debía regresar por el dinero? Estaba decidido, Quiero ir a verte; Apenas tenía unos billetes, ¿Por qué vives tan lejos? Me muero por verte, y necesitaba dos mil pesos según el Cholo, Quiero caminar por esa calle oscura, ¿hasta dónde podría llegar con lo que tenía?, Y estar contigo, pero luego, ¿de qué iba a vivir?, ¿dónde podría hospedarse? Ya no podría regresar a su casa ni involucrar a sus tíos en sus broncas: Sidronio era un perro, seguro lo iba a esperar día y noche con uno de esos rifles que disparan como doscientos tiros a la vez. Guardó la foto completamente abatido y miró a la gente que caminaba de prisa, los puestos de comestibles, los mostradores de las diversas líneas, el techo de la estación, y todo le comenzó a dar vueltas y más vueltas. ¿Qué no tienes redaños?, preguntó su parte reencarnable, Si los hubieras enfrentado ahorita estarías con tu amigo, deja de pensar estupideces y pregunta adónde puedes llegar con lo que tienes.

¿Adónde viaja? Preguntó la vendedora, ¿Adónde puedo llegar con cien pesos?, Uy morro, apenas a Altata, los boletos los venden en la otra sala, ¿Altata? Le gustaba el lugar, lo había visitado una vez con sus parientes. Esa ocasión viajaron en el Valium, previamente abastecidos con sandwiches de atún, y pasaron toda la mañana chapoteando en la bahía de aguas poco profundas, frente a tiendas de campaña, muchachas y jóvenes ennegrecidos por el sol, metidos en sus borracheras. No es mala idea.

Llegó al pequeño puerto por la noche. Observó largamente Atamiraco, un brazo oscuro a unos ochocientos metros de la zona restaurantera, deambuló por la playa hasta que no quedó nadie a la vista y entonces se acomodó en una lancha para dormir. Qué lugar más horrible, manifestó su parte reencarnable. Le pareció que apenas había cerrado los ojos cuando fue sacado de su sueño por unas fuertes sacudidas, Perdona que te moleste, pero necesito tu cama, era un viejo que fumaba con estilo, Disculpe es que, No hay bronca pero debo trabajar, ¿Es su lancha?, ¿me puede dar trabajo?, A buen santo te arrimas, dijo el viejo, No tengo para pagarte, No importa: enséñeme, ¿Quién te dijo que aquí es escuela? El viejo subió el ancla sin quitarse el cigarro de la boca y batalló para mover la lancha, miró a David, ¿Qué esperas? Ayúdame, el joven empujó hasta ponerla a flote, los dos treparon, el viejo maniobró con la vara, se dirigió al motor, un Johnson de sesenta caballos, jaló la cuerda con tan poco vigor que apenas roncaba, y le vino un acceso de tos. ¿Sabes usar estas cosas?, gritó sin soltar el cigarro, Déjeme ver, el aparato tenía el mismo sistema que las cortadoras del aserradero, David jaló con fuerza y el motor encendió.

Se desplazaron tranquilos frente al puerto dormido, apenas iluminado. Rodearon Atamiraco hasta llegar a mar adentro. David observó la oscura inmensidad con respeto místico, Qué enorme, pensó, alzó los ojos hacia su vieja conocida: la Vía Láctea, la parte más luminosa entre la constelación del Cisne y la de Sagitario, Se ve tan cerca como en la sierra. Continuaron en la misma dirección hasta que las luces de Avándaro se perdieron a lo lejos. Aún así el viejo tardó en quedar satisfecho, detener la lancha y soltar la red, Más vale que me traigas buena suerte, murmuró con el cigarrillo humeante completamente mojado. Arrastraron durante media hora y al final sacaron la red con un par de kilos de camarones grises, que vaciaron en el fondo de la nave; David enseñó sus dientes frontales, lleno de regocijo, jamás había visto tantos crustáceos vivos. Volvieron a echar y a arrastrar con iguales resultados. Al tercer intento la suerte se esfumó y enfilaron rumbo a Avándaro, para buscar especies de escama. Todavía estaba oscuro. Apenas habían lanzado el primer tarrallazo cuando se les acercó una lancha, ¿Qué tienes?, Nomás mira, el viejo les entregó la arpilla con poco más de tres kilos de camarón, le dieron una vacía, le pagaron y se fueron por donde habían venido. David observó todo sin pronunciar palabra, Los contrabandistas nunca faltan, explicó el pescador, Pagan mejor que la Cooperativa. A las siete de la mañana el viejo sacó unos tacos de una bolsa de papel, Vamos a tragar algo, David se moría de hambre pero disimuló, sólo consumió la mitad de lo que el viejo le ofrecía: tacos de pescado y de frijoles. Al final bebieron café de un botella de tequila; sólo hasta entonces se presentó el viejo, Me llamo Danilo Manzo, ¿tú quién eres, qué andas haciendo? No quiero broncas con la poli, así que si andas metido en ese desmadre de los estudiantes te me vas cuando terminemos y no le digas a nadie que estuviste conmigo, No soy estudiante, quiero trabajar en el mar, No me quieras hacer pendejo, no hay peor trabajo que éste, además ahorita no hay zafra, lo poco que sacamos apenas alcanza para comer, David lo observó, un hilito de humo matizaba su cara renegrida, Es verdad, insistió, Quiero trabajar con usted, y permaneció boquiabierto. El viejo reparó en el gesto que no expresaba inteligencia y expulsó el humo más sosegado. Danilo Manzo era un fumador compulsivo: con la bacha de un cigarrillo encendía el siguiente. Dios te ayude, agregó para sí, Entre menos sepa de ti es mejor para mí.

Regresaron a puerto antes del mediodía. David había decidido aprender con el viejo, luego encontrar donde ganar dinero, ahorrar e ir en busca de Janis. Manzo lo llevó a la cooperativa y lo presentó como su ayudante; Rivera, un joven fortachón y pendenciero, novio de la hija de Manzo, lo miró con sorna, ¿Es usted pescador compita?, ¿Qué no le ves el cuero?, terció el viejo, Que le hagan la prueba del Capi, gritó la raza, y Manzo dejó solo a su ayudante, Si pasa la prueba de estos canijos ya la hizo, además significa que no viene de pasada. Yo antes quiero que me enseñe las manos, insistió Rivera, con el torso al aire, accionando pechos y bíceps, Quiero ver si de veras es hombre de trabajo y no un pinche puto que le mama la chola a Don Danilo, con esos dientes de botete a lo mejor hasta lo ha mordido, David se puso nervioso, ¿Qué onda?, ¿aquí sería igual que con los Castro?, ¿es que había Rogelios y Sidronios por todas partes?, Quieren saber si tienes redaños, lo alertó su parte reencarnable. Tuvo ganas de evacuar pero los pescadores lo rodearon y exigieron el ritual de iniciación, Hay que hacerle la prueba al güey, llévenlo con el Capi, Primero las manos, terqueó Rivera, el viejo Manzo y otros observaban desde una banca colocada en el tejaban de la Cooperativa, ¿Las manos para qué?, preguntó con voz trémula, Para ver si eres hombre, exclamó alguien desde la Gallera, O para ver si eres puto, se carcajearon. David se estaba poniendo tan nervioso como su última noche en Chacala, entre las tres cachimbas; vio las manos enormes de Rivera y recordó la muerte de Rogelio, Te sugiero salir corriendo, murmuró su parte reencarnable, Aunque ya es demasiado tarde: si quieres salir de este problema yo puedo decirte cómo. David estaba boquiabierto, unos veinte pescadores se burlaban de sus dientes frontales y Rivera se iba acercando, así que por una vez accedió a obedecer a su parte reencarnable, Ya vas, órele, díme cómo, Te felicito por tu decisión, estás en una lucha de ingenio, repite lo que te diga: Tú no las tienes tan grandes, Tú no las tienes tan grandes, musitó David, ¿Cómo?, Rivera, que debía su musculatura a los cursos de Charles Atlas por correspondencia, se detuvo con un gesto cortante, ¿Qué dices pendejo?, Tus manos, que te hace falta tenerlas más grandes, Estás pendejo pinche maricón, ¿para qué las quiero más grandes?, David permaneció en silencio un instante antes de repetir: Para que me peles la verga, y fue como si Dios hubiera dicho Cállense cabrones. La rechifla se volvió generalizada, hasta el viejo Manzo se inquietó. Había pensado rescatarlo en cuanto le dieran su tunda, pero las palabras del muchacho provocaron el conflicto, Bien hecho, dijo el karma alborozado, Todo salió a pedir de boca. Rivera no daba crédito a sus oídos, ¿lo había insultado?, ¿a él, el más fuerte de la cooperativa? No tenía vuelta de hoja, el círculo se formó alrededor de ellos y David Valenzuela buscó un objeto para defenderse, pero sólo había arena y más arena. Ni siquiera se alcanzó a inclinar, porque Rivera lo tumbó de un puñetazo. Ni modo, expresó la voz, Fue una estrategia fallida; el pescador fue por David pero éste le echó arena en los ojos, cuando el gigantón se cegaba el muchacho trató de huir pero apenas alcanzó a ponerse en pie cuando ya estaba siendo vapuleado de nuevo. Allí comprendió que jamás devolvería un golpe, Rivera era demasiado fuerte para él, así que optó por abrirse los botones del liváis y sacar el pene que penetró a Janis Joplin. Pinche morro, se carcajearon los presentes, parece tontolón pero nada; el gesto hizo rabiar a Rivera, que lanzó un nuevo puñetazo al novato. A punto de desvanecerse, David seguía agitando su pene desde el suelo, Te voy a matar, Rivera quería descuartizarlo pero los demás lo impidieron, No la hace contigo Rivera, Está vencido el bato, Simón, no vale la pena carnal, ya estuvo, Quiero matarlo, decía Rivera, Pero ya está muerto, carnal, Simón, deja que lo mate el Capi, Ey, llévenlo con el Capi. En la banca el viejo Manzo se doblaba de la risa, orgulloso de la ocurrencia del pupilo.

Le echaron agua sucia de una cubeta, Órale, morro, lo pusieron de pie, Aliviánate, ya pasó el ciclón. David se tambaleaba, Es inaudito, se quejó su parte reencarnable, Son unos brutos, es la primera vez que hago este ridículo, Tiburón, llévalo con el Capi, ¿El Capi?, ¿quién es ése?, insistió la voz, ¿qué pruebas nos esperan? Y los llevaron con el Capi.