Cinco

De regreso a Culiacán, luego del viaje con los Tomateritos, lo primero que hizo el Cholo fue detener su camioneta en la esquina de río Aguanaval y Ñuño de Guzmán, cerca de casa de María Fernanda. De pronto le parecieron lejanos los días en que se reunía con el Chato y la raza en el mismo lugar. Como de costumbre, alguien había roto la lámpara del alumbrado público y tres jóvenes que tiraban barra lo ignoraron. A pesar de sus esfuerzos por conseguir ventas más cuantiosas, aún no pasaba de ser un simple narquillo al que nadie prestaba atención. Ya que no tenía rivales, y como la ley estaba ocupada en perseguir a la guerrilla, podía pasear a cualquier hora por cualquier lugar, sobre todo por sus rumbos. Mientras estuviera en la col Pop se hallaba en su terreno y lo sabía, Aquí me hacen lo que el viento al señor de las bicicletas, dijo, y por hallarse tan confiado ni siquiera advirtió cuando uno de los tres chavos abrió la puerta del copiloto y se deslizó en el asiento junto a él, con un fierro a la vista, calibre treinta y ocho. ¿Qué bronca carnal?, No voltees, sigúete derecho hasta el Zapata, ¿Por qué?, No hables y no seas culón. El Cholo avanzó hacia el boulevard al tiempo que intentaba reconocer al intruso con el rabillo del ojo, pero sin fortuna: ¿Qué onda, carnal, quién eres?, No te importa, cállate y sigue como te ordené. En cuanto llegaron al Zapata, y antes de que el Cholo pudiera impedirlo, el tipo se bajó y fue reemplazado por el Chato, que cargaba una maleta negra. Quiubo pinche Cholo, ¿te cagaste?, el Chato vestía de mezclilla y sonreía bajo la sombra de una gorra beisbolera, Tú y tu socio me cagan lo que tengo entre las piernas güey, y que sea la última vez que me haces este numerito, Ya, tan delicados ni me gustan, dijo el guerrillero, que ocultó sonriente la maleta bajo el asiento, Vete de vuelta por el Zapata, necesito un paro, ¿Por qué tanto embrollo, por qué no me llamaste por teléfono, pinche Chato?, Por cuidarte, tal vez tengan intervenido tu número y no quise arriesgarme, ahorita está muy dura la poli, ¿Cómo supiste que me iba a estacionar ahí?, ¿Andas detrás de mi hermana, no? Al sentirse descubierto, el Cholo enrojeció sin que pudiera controlarse. A pesar de que había guardado con tanto celo su secreto, el Chato seguramente lo había vigilado por semanas, y dedujo sus intenciones hacia María Fernanda. El Cholo tenía muy presente el día decisivo, durante el baile de fin de cursos de la prepa Central, cuando tocaba el Coty Burgueño y su desafinado cuatro. María Fernanda vestía una mini negra y lucía sus medidas: 88-60-90; buena pierna, mucha nalga, poca chichi: culichi; por algo los buscadores de bellezas que venían del DF trataban de convencer a las sinaloenses de participar en los concursos de Señorita México, algo que los papas evitaban con violentas amonestaciones: Que no sepa yo que te andas metiendo en pendejadas. Esa noche, a pesar de que se encontraba hasta las cachas, el Cholo sacó a bailar a Fernanda y casi se atragantó al sentir aquel cuerpo exquisito, Dios mío, el roce incitante de su ropa, su perfume Giorgio, ¿De dónde saca el pinche David lo de mujer cabeza de sandwich? Ella sabía que lo tenía en un puño, las mujeres siempre lo saben, están más cerca de Dios que los varones, y el Cholo buscó recuperar su temple con preguntas, ¿Cómo te la estás pasando?, Más o menitos, dijo ella, y se quedaron callados, pero no demasiado. El Cholo no soportaba esperar, no iba con su temperamento, así que se declaró antes de que concluyera la primera canción: I’ve Gotta Get a Message to You, de los Bee Gees: María Fernanda, este… ¿quieres ser mi novia?, ella se paró en seco haciéndose la occisa, ¿Qué?, lo miró de frente, Sí, éste, tú me gustas, ¡Ay Cholo, qué flojera! Como amigos estamos bien, Pero es que me gustas mucho, el Cholo trataba de dominar su nerviosismo, Sí, pero ser tu novia no, y de improviso cambió de tono: Bueno, sí voy a ser tu novia pero cuando tengas mucho dinero, Ya vas, y ponle fecha, Ponle tú, ¿Te parece un mes?, ¿Tan poquito?, Un año pues, Perfecto, ¡Ah!, sólo una cosa: promete que no lo vas a mencionar ni me vas a pedir nada en todo el año, porque tú eres muy acelerado, Lo prometo. Como los hombres duros no bailan, el Cholo la dejó con sus amigas, pero al momento de darse la vuelta tuvo la impresión de que Fernanda les contó todo, porque las amigas lo miraban divertidas; ahora tendría que hablar de ese tema con el Chato, no podía hacer menos con un futuro cuñado dedicado a la guerrilla. Entre incómodo y divertido, el Chato se le anticipó: Ya sé que no es mi asunto, pero como dice el David, no me explico cómo puedes interesarte en una mujer con cabeza de sandwich, y no nos detengamos en eso porque tengo poco tiempo: necesito que busques una casa que no sea llamativa, que la rentes y me avises, la voy a utilizar como casa de seguridad, ¿Para ti solo?, Nel, también para David, ¿Y eso?, Ondas mías, y otra cosa: de esta maleta tomas el dinero que necesites para la casa, metes a David allí y dentro de ocho días a las seis de la tarde nos vemos a la mitad del puente Hidalgo; si no llego, vuelve durante tres días seguidos, ¿entendiste?, Simón, Estos primeros días, cuando yo no esté en la casa, llévate a David y a María Fernanda, para que se vea movimiento familiar, ¿Algo más?, Déjame frente a La Fuente, Órale.

Mientras la camioneta se acercaba a su destino, el Cholo Mojardín le preguntó al guerrillero: ¿Supiste lo de David?, ¿Qué cosa?, ¿que le fue bien en Los Ángeles? Ya me enteré, debe andar como pavo real mi papá, Eso vale madre, no te la vas a acabar: David se cogió a Janis Joplin, a la mera reina de los hippies, No me digas, Así fue: la morra lo vio, lo pepenó y ñaca, a como te tiente. El Chato se carcajeó estrepitosamente: Qué chingón, después me cuentas, ahorita aquí me quedo, y se bajó. Santos vio cómo su amigo se perdía entre la gente, ágil como el destino, De seguro lo esperaban sus compañeros, concluyó, y se dijo que era impresionante cómo había cambiado en los últimos meses, desde que Don Gregorio lo corriera de la casa.

Para Santos, como para mucha gente, fue una sorpresa que el mayor de los Palafox se involucrara en la guerrilla. Nadie logró imaginarse que alguien tan aplicado iba a terminar de guerrillero, pues al Chato le encantaba leer y aprender. Mientras el Cholo fingía estudiar agronomía, el Chato discutía acaloradamente con sus compañeros de la facultad y presentaba trabajos donde criticaba ferozmente a la clase empresarial. Era el único de la generación que había leído a Fernando del Paso, Marcel Proust y William Faulkner; el único que disfrutaba a Sibelius, Richard Wagner y John Cage; su preferencia por estos artistas burgueses, según sus compañeros más recalcitrantes, era una razón suficiente para que lo consideraran un bicho raro y se le excluyera de las reuniones más importantes, aquellas donde se analizaba la vía del enfrentamiento directo. Además de que carecía de contactos y actitud militar, el Chato siempre mantuvo una postura escéptica en relación a la lucha armada: a cada momento repetía que la guerrilla le parecía inadecuada y poco le importaba que los más intolerantes lo tacharan de entreguista. En las fiestas decía que el Che lo confundía, que a veces era un personaje imprescindible y otras parecía una invención para enganchar ingenuos, un mero fruto de los movimientos armados; en cambio confiaba en Fidel Castro, aunque también se burlaba de él: el hecho de que el Comandante en Jefe fuera a cortar caña le parecía una soberbia mamada. Reconocía la fuerza de los discursos de Fidel, pero si pudiera elegir, se habría quedado con el discurso pacifista de John Lennon, mil veces más efectivo. Nada parecía indicar que sería guerrillero, pero un día el ejército tomó la ciudad universitaria y el Chato, que presenciaba todo, advirtió cómo sus compañeros invocaban a Dios llenos de espanto y buscaban dónde esconder siete pistolas Taurus y dos escopetas sin recortar. Antes de que nadie lo pidiera, el Chato les abrió la cajuela del Valium, acomodó las armas bajo una pila de guantes de béisbol y el asunto no pasó a mayores. Esa tarde después de la salida del ejército hubo un mitin y el Chato fue arrastradoa una sala donde proyectaron La batalla de Argel. En los días que siguieron el Chato empezó a interesarse por las motivaciones de sus cantaradas, y se concentró en platicar con ellos, al grado que hasta sus compañeros más desconfiados empezaron a consultarlo, en vista de la facilidad y el ingenio con que resolvía problemas organizativos. Semanas después del asunto de las pistolas, haciendo lujo de su astucia, era el Chato mismo quien solucionaba la parte logística para secuestrar a un ganadero fraudulento, que llevaba años lavando dinero del narco.

En cuanto el Chato desapareció entre la gente, el Cholo aseguró la puerta del copiloto y se dirigió a su destino inicial, enojado y confundido. Entonces pensó que de no ser porque Don Gregorio había echado al Chato de la casa, él se encontraría a diario con su amigo, cuando iba a visitar a María Fernanda. Ahora, en cambio, tenía que buscar una casa para esconderlo.

El encargo no le llevó mucho tiempo, de manera que una semana después del incidente del maletín, David se hallaba cómodamente instalado en una casa deslumbrante, situada en lo alto de una loma: dos habitaciones, cocina, mecedoras de metal en el porche y patio trasero con una buganvilia. Contra lo que esperaban el Chato y el Cholo, María Fernanda no se acercó mucho por la casa. Al principio prometió llevar a su club biológico para transformar el jardín en un edén, sólo que por esas fechas andaba más ocupada con la vida de José José y la de Greta Garbo que en decorar el domicilio de su primo, y a David, que sólo pensaba en Janis Joplin, ¿qué podían importarle la Garbo, o José José y el arrollador éxito de El triste o La nave del olvido? Además, desde que su prima se empecinó en curarlo había tenido que acostumbrarse a mantener la boca cerrada en su presencia. Incluso accedió a beberse una serie de menjurjes naturistas que le provocaron una orina roja interminable. María Fernanda se había vuelto muy superficial, estaba impresionada por el cantante y por la actriz de cine, a la que vio por primera vez en Ana Karenina: Se llamaba Greta Lovisa y estaba guapísima, le decían Keta, triunfó en Hollywood a pesar de ser muy pobre, tenía un cuerpazo, era la encarnación del sueño americano, la más asediada por los hombres, ¿por qué se retiró?, Ay Nena, no fastidies, le contestaban sus amigas, y aunque al principio ella no se doblegaba, este tema también pasó a segundo plano, como su idea de demandar a los judiciales. Por días estuvo muy emocionada con la posibilidad de demandar a la policía, pero los periódicos jamás dieron entrada a sus dos cartas de protesta; incluso buscó el apoyo del gobernador Balderas pero el político sólo le dio largas para recibirla. Una tarde Mayté le pidió que olvidara el asunto, que le había pedido el parecer a su papá y éste le había confesado que se trataba de Los Dragones, un grupo especial contra la guerrilla, que era intocable, la orden venía de la capital del país, lo mejor era abstenerse de la demanda.

Una noche, cuando David ya estaba bien instalado en la loma, llegó el Chato de madrugada y lo despertó, Qué onda primo, se abrazaron, Chato, tengo muchas cosas que contarte, Magnífico, pero primero voy a dormir para agarrarte bien el rollo, Me parece bien, te ves cateado. El Chato durmió el resto de la noche y despertó hasta el día siguiente por la tarde. David volvió de la maderería donde trabajaba y lo despertó, cenaron y platicaron hasta la madrugada. David le contó las circunstancias en que mató a Rogelio, el asunto de Carlota Amalia Bazaine y, sobre todo, lo de su parte reencarnable, Es una voz bien loca, ni de mujer ni de hombre, antes me asustaba mucho, ahora no tanto, mi papá dice que no es el diablo, que repitiera El diablo no existe, y que con eso se iba a ir, ¿Y se va?, ¡Qué se va a ir!, cada día es más grosera, Qué interesante, por lo que me cuentas se parece mucho a un padre estricto, ¿y dice ser tu parte reencarnable?, Sí, escucha todo lo que pienso y hasta sugiere respuestas, ¿tú qué sabes de eso?, Mira, yo sólo sé que la reencarnación ocurre siempre, en alguna parte leí que el suicidio desquicia a la parte inmortal y la hace sufrir lo indecible, pero no sé mucho más; ¿Qué hago? Mi tío dice que le dé por su lado, que a lo mejor me hace bien, Puede ser, pero si no te da la gana hacerle caso no la escuches, y ahora sí, cuéntame lo de la Janis, ¿cómo estuvo?, Fue muy fregón, ¿Cómo se entendieron?, A puras señas, es lo más fregón que me ha pasado, ¿Sabes que es una cantante muy famosa?, Me contó el Cholo, mira, sacó de su cartera el recorte de Los Ángeles Times, y se lo pasó, Ah cabrón, el Cholo parecía admirado, Es una distinción muy especial que hayas tenido esa experiencia con ella, primo, ¿Y lo de Los Dodgers?, Aquí está, le mostró el otro papel, Janis y yo salimos el mismo día, ¡Qué bien!, te felicito: The new mexican pitcher, ¿Y qué onda, por qué no estás jugando?, No me gusta el béisbol, ¿qué chiste le hallan a que uno lanza una pelota, otro le pega con un palo y después se va a correr como loco? Luego esa ropa tan ridicula que se ponen para jugar, parecen pájaros nalgones, lo único que me gustó es que siempre estábamos escupiendo. Más tarde confesó que sólo se arrepintió de perder el contrato cuando advirtió que jugar con Los Dodgers significaba estar cerca de Janis, Quiero buscarla, dijo con ese encanto de quien jamás piensa en las consecuencias, Estoy ahorrando, ¿Vive en San Francisco, no?, En Los Ángeles, por Sunset boulevard, Pues tienes que ahorrar bastante, Como dos mil pesos, ¿Y cuánto tienes?, Doscientos ochenta, Te falta algo, además necesitas pasaporte, Tengo visa permanente, David lo expresó con tanto apremio que el primo sonrió, Pues ya casi se hace, bostezó complacido, Vamonos a acostar. El Chato se durmió al instante pero David estuvo observando la luna hasta las dos de la mañana, navegando con Janis, despacito, con la radio prendida por si tocaban una de sus canciones, sin importarle las molestias de la estática.