John Wayne Glover,
el Mataabuelas (Australia)
John Wayne Glover nació el 26 de noviembre de 1932 en Wolverhampton, Inglaterra. Fue un asesino serial de abuelas, señoras de edad avanzada, en North Shore, Sidney, Australia, durante catorce meses, en los años 1989 y l990. Admitió sus crímenes y fue sentenciado a cada perpetua. Se ahorcó en su celda, el 9 de septiembre de 2005.
En 1947 fue apresado por pequeños robos de ropas y bolsos. Le expulsaron del Ejército por ello. En 1956, emigró a Australia y se asentó en Melbourne. Tuvo problemas con su madre, porque ella tras casarse varias veces la frecuentaban varios hombres. Luego, en 1968, los problemas se trasladaron a su suegra, ya que se casó y vivió con ella en Mosman, Sidney. Tuvo dos hijos y trabajó como vendedor de pasteles o tartas de las llamadas «pie». Sus amigos decían que era simpático y amistoso.
Al de poco de llegar a Australia, lo acusaron de robo en Nueva Gales del Sur. En 1962 le detuvieron varias veces por asaltar a mujeres en Melbourne, por herir a una de ellas y por cuatro casos de robo. Los ataques fueron muy violentos, y a varias les quitó o rompió la ropa. A algunas las arrojó al suelo y comenzó a desnudarlas. Persiguió a una mujer de 25 años que iba rumbo a su casa y la alcanzó en una calle oscura. La golpeó y la lanzó al suelo, ya inconsciente. Se despertó en un jardín, sangrando y con sus medias desgarradas. Los gritos que emitió antes de desmayarse alertaron a los vecinos, y Glover huyó. En ese tiempo el agresor trabajaba en la televisión ABC y vivía en Camberwell, un barrio de Melbourne. Le cayeron tres años de prisión, pero le soltaron por buen comportamiento.
A pesar de estos ataques, no hay prueba alguna de que asesinara antes de 1989. Para entonces, ya llevaba casado veinte años, tenía hijos y su esposa no sabía nada de lo sucedido, pues ocurrió antes de que se casaran. Cuando confesó, admitió los seis crímenes, pero no otros que quisieron imputarle, como el de Florence Broadhurst, en Paddington, el año 1977.
El 11 de enero de 1989, Margaret Todhunter, de 84 años, caminaba por Hale Road, en Mosman, cuando Glover, que iba en su auto, la vio. Detuvo el vehículo y caminó hacia la mujer. La golpeó en la cara y le robó su bolso. Luego fue a un bar a gastar los 209 dólares que contenía el bolso. La Policía consideró difícil encontrar al autor del atraco, ya que la mujer no dio muchos detalles.
El 1 de marzo, Glover vio a Gwendoline Mitchelhill, de 82 años, paseando por Military Road. Detuvo su auto y metió un martillo en su cinturón. La siguió hasta que la mujer entró en el portal de su domicilio, en Military Road, un edificio de apartamentos. Cuando la mujer abría la puerta, él le pegó con el martillo en la nuca. Continuó golpeándola en la cabeza y el cuerpo, de forma que le quebró varias costillas. Le quitó el bolso, donde llevaba unos cien dólares y huyó. Dos escolares hallaron a Mitchelhill, quien estaba aún viva, pero murió antes de que llegasen la Policía y una ambulancia. No hubo testigos ni pudieron relacionar este caso con el de Margaret Todhunter.
El 9 de mayo, Glover caminaba por Military Road, cuando vio una mujer de 84 años, Winfred Ashton (lady Ashton, viuda del artista sir William Ashton), que se acercaba en sentido contrario. Ella se dirigía a su casa en Raglan Street. Glover se puso un par de guantes (Glover significa guantero en inglés) y la siguió hasta el portal de su apartamento, en donde la atacó con un martillo. La arrojó al suelo, le golpeó varias veces la cabeza contra el suelo, porque la mujer se resistía; de hecho, tuvo que subirse encima de ella y darle con la nuca en el pavimento para que se estuviera quieta. Cuando ya estuvo inconsciente, le quitó las medias y la estranguló con ellas. Le robó el bolso, que contenía unos cien dólares y se alejó.
Por el estado en que se encontraba la difunta, en un enorme charco de sangre que le brotaba de la cabeza —con la media enrollada en el cuello, tan apretada que le cortó la piel, sus piernas cruzadas y los brazos a ambos lados del cuerpo, un hilo de sangre en la boca—, la Policía dedujo que estaban ante un crimen premeditado, no delante de un simple asalto. Y con los dos anteriores, concluían que se trataba de un asesino serial. Las tres mujeres vivían en el mismo barrio, tenían una buena economía y a las tres les robaron los bolsos.
El 6 de junio, Marjorie Moseley, de 77 años, le dijo a la Policía que un hombre le puso la mano sobre su camisón, en las inmediaciones del asilo Wesley Gardens, en Belrose. La mujer no podía recordar cómo era el hombre.
El 24 de junio, Glover fue a la enfermería Caroline Chisholm, en Lane Cove, donde levantó la bata de una anciana y le toco las nalgas. A otra, en el cuarto siguiente, le dio unos golpes en los pechos. La mujer gritó. Entonces, unos empleados de la institución encararon a Glover, quien ya se iba.
El 8 de agosto, golpeó a la anciana Effie Carnie, en una calle interior de Lindfield, en el barrio North Shore, de Sidney.
El 6 de octubre, simuló ser un doctor y metió la mano bajo la ropa de la ciega Phyllis McNeil, paciente de la enfermería Wybenia, en el barrio North Shore de Neutral Bay. Glover huyó corriendo en cuanto ella empezó a gritar.
Hasta entonces, nadie había reconocido o descrito a Glover, por lo que la Policía no sospechaba de él.
El 18 de octubre, el homicida siguió a Doris Cox, de 86 años, por la calle Spit Road, en Mosman, hasta su asilo. La atacó a la entrada de la casa: la arrojó contra un muro de ladrillo en el que chocó con el rostro. Ella sobrevivió sorpresivamente al ataque, pero distorsionó el incidente, ya que tenía problemas mentales. Dijo que su asaltante había sido un hombre joven.
El 2 de noviembre, se acercó a Dorothy Benke, de 78 años, residente en Lane Cove, cuando ella caminaba hacia su casa, por una tranquila calle interior, Longueville Road, a unos diez kilómetros de Mosman. Glover se puso a conversar con ella y le ofreció llevarle los paquetes de la compra. A pesar de que los medios de comunicación avisaban sobre un asesino serial que mataba ancianas, ella le invitó a tomar té en su casa. Glover no aceptó y se alejó sin intentar nada.
Al meterse al callejón que comunicaba la calle interior con la principal, se encontró a otra mujer, que también llevaba paquetes de la compra: Margaret Pahud, de 85 años. Le golpeó en la nuca con un objeto plano; luego le volvió a pegar en una sien. Glover le quitó el bolso y se marchó. Nadie fue testigo de la agresión; pasaron varios minutos hasta que una estudiante pasó por allí. Le pareció que se trataba de un montón de ropa hasta que se acercó. Como la Policía y una ambulancia se acercaban, Glover arrojó el contenido del bolso en un club de golf. Luego fue al bar de costumbre a gastar los trescientos dólares de la mujer.
Al día siguiente, Olive Cleveland, de 81 años, fue la cuarta víctima mortal del ya conocido como «Mataabuelas» (Granny Killer). Entabló una conversación con la mujer, que estaba sentada en un banco fuera del asilo Wesley Gardens, en el barrio de Belrose, cerca de Mosman, donde ella residía. La mujer debió de sospechar algo, porque abandonó el lugar y se dirigió hacia el edificio principal del retiro. Él la agarró por detrás y la llevó hacia una apartada vereda del jardín. Allí, golpeó repetidas veces su cabeza contra el suelo, le quitó las medias y las enrolló en su cuello. Luego le sacó el dinero del bolso, unos sesenta dólares, pero no se lo llevó.
El Gobierno ya había ofrecido una recompensa por la captura del Mataabuelas, que subió de 100.000 dólares australianos a 200.000. En Navidad, ya eran 250.000.
El 23 de noviembre, Glover estaba sentado en el hotel Buena Vista, en Middle Head Road, Mosman, cuando vio a Muriel Falconer, viuda de 93 años, que paseaba por la acera de enfrente. Él fue a su auto, sacó un martillo y los guantes, y siguió a la mujer hasta su casa en Muston Street. Cuando la anciana, medio ciega y sorda, abrió la puerta, él le puso la mano alrededor de su boca, a la vez que le pegaba repetidamente con el martillo en la cabeza y en el cuello. Cuando Muriel cayó al suelo, el asesino le quitó las medias. Milagrosamente, aunque le golpeó mucho, la mujer comenzó a gritar pidiendo ayuda. Por ello, Glover le aporreó nuevamente con el martillo, hasta que comprobó que estaba muerta. El homicida revisó el bolso y la casa, en busca de algo valioso. Tan solo consiguió encontrar cien dólares australianos. Después se marchó.
El homicidio fue descubierto la tarde del día siguiente, cuando un vecino entró en la casa, usando una llave de repuesto. Afortunadamente para los investigadores, la escena del crimen estaba intacta, ya que en todos los casos acontecidos en la calle, los vecinos retiraban los cuerpos de las ancianas y limpiaban el suelo, lo que hacía que las posibles pruebas se esfumaran. Pero en la casa había unas huellas de zapatos en la sangre.
El 11 de enero de 1990, Glover visitó el hospital Greenwich, en River Road, Greenwich, en su recorrido para vender tartas. Llevaba su uniforme de la empresa y una carpeta para anotar los pedidos. Entró en la Unidad de Cuidados Intensivos, donde había cuatro pacientes, mujeres de edad avanzada. Una de ellas era Daisy Roberts, de 82 años. Glover le preguntó si había perdido el calentador de cuerpo. Le levantó el camisón, y la tocó de forma indecente. La mujer se asustó y pidió ayuda. Una monja acudió en su auxilio y se encontró con Glover. El vendedor salió apresuradamente de allí, pero la monja vio el número de matrícula y se lo reportó a la policía.
No hacía mucha falta, puesto que los empleados del hospital conocían a Glover, porque iba frecuentemente a vender «pies». Una semana después, unos agentes regresaron con una fotografía del hombre, que la enferma y la monja identificaron. Pero este incidente no fue relacionado con los asesinatos, por lo que no lo comunicaron al grupo que buscaba al Mataabuelas hasta tres semanas más tarde.
Los detectives contactaron con Glover y le pidieron que acudiera a la comisaría al día siguiente. Pero él no se presentó y la policía fue a su casa. La esposa les dijo que él había intentado suicidarse con una sobredosis y que estaba internado en el hospital Royal North Shore. Los agentes fueron al hospital, pero no pudieron entrevistarlo; solamente le tomaron una fotografía, que le mostraron a la monja.
Pasaron dos semanas hasta que los detectives que buscaban al asesino supieron que Glover era su hombre, aunque no tenían prueba alguna. Por tanto, ya que lo que había hecho en el hospital Greenwich no era tan grave, le pusieron vigilancia las 24 horas. La Policía estaba segura de que él era el Mataabuelas, porque correspondía a la descripción.
El 19 de marzo de 1990, John Glover mató a su sexta y última víctima, una divorciada de sesenta años, llamada Joan Sinclair, con quien tuvo una relación de meses, algún tiempo atrás, en Beauty Point. La policía los siguió a casa de ella, adonde fueron a las diez de la mañana. Tres horas más tarde, Glover aún no había salido ni había movimiento alguno en el interior. Pasaron cuatro horas más. Entonces los policías pidieron permiso para entrar; una hora más tarde se les concedió. Un agente llamó a la puerta principal, pero no recibió respuesta. Miró por la ventana y vio un martillo en un charco de sangre sobre una alfombra. Los detectives entraron en la casa y hallaron a Joan Sinclair con la cabeza envuelta en toallas empapadas de sangre. Estaba desnuda y tenía una media alrededor del cuello.
La Policía corrió a casa de Glover, al que encontraron en una bañera llena de agua, desvanecido. Había tomado un puñado de pastillas de Valium y una botella de Vat 69, se cortó las muñecas y se metió en la bañera para morir.
Su juicio comenzó el 28 de marzo de 1990 y se declaró inocente de los crímenes porque no estaba consciente de lo que hacía. Un psiquiatra declaró que su agresión provenía de la hostilidad contra su madre, y después contra su suegra. Pero el fiscal refutó tal argumento, ya que él tenía a Glover por un hombre mentalmente sano y dueño de sus emociones, además de inteligente, pues asfixiarlas con las medias y desnudarlas era un truco para hacer creer a la Policía que el homicidio tenía tintes sexuales. Glover era impotente, y su único móvil era el dinero, que empleaba para ir a un bar a beber y jugar con máquinas de póker.
Le condenaron a cadena perpetua, sin posibilidad de revisión y posible reducción o cambio de pena.
Además de las personas citadas, hubo otras nueve que posiblemente fueron atacadas por él, ya que el modus operandi de las agresiones coincide. De dos de ellas no se conoce la identidad. Las otras siete son:
Elsie Boyes, 63 años, en Prahran (el 3 de junio de 1967).
Emmie May Anderson, 78 años, en East Melbourne (el 19 de octubre de 1961).
Irene Kiddle, 61 años, en Saint Kilda (el 22 de marzo de 1963).
Christina Yankos, 63 años, en Albert Park (el 9 de abril de 1968).
Florence Broadhurst, 78 años, en Paddington (el 16 de octubre de 1977).
Josephine McDonald, 72 años, en Ettalong (el 29 de agosto de 1984).
Wanda Amundsen, 83 años, en Umina (el 21 de noviembre de 1986)