CAPÍTULO VIII
1

El viernes por la tarde encontraron el cadáver del coronel Ryan en el bosque de Blackstone y la indagatoria se efectuó el lunes. El martes por la mañana el inspector Arnott llegó a lo de Mrs. Hatherby donde se alojaba Jim Ryan, y le dijeron que Jim acababa de irse.

—Se fue a su casa para hablar un poco con la mamá —dijo resueltamente Mrs. Hatherby—, y bien a las claras, también, como le aconsejé. El coronel era tío suyo, hermano del padre, y con todo este batifondo no sé cuándo van a dejar de charlar. Es un asunto terrible, terrible, y no sé cómo pueden escribir todas las cosas que dicen de ese hombre; para mí era un caballero.

Por fin Arnott pudo decir unas palabras:

— ¿A qué hora se fue este muchacho Ryan, Mrs. Hatherby?

—No le puedo decir con exactitud porque todavía no estaba levantada; pero él me dijo que saldría tempranito, porque a esa hora los caminos están más despejados. Se acostó a las nueve para estar bien descansado y después de comer no lo volví a ver. Pero va a volver, dejó la valija acá; quería ir a contarle a la mamá cómo eran las cosas, para que no creyera todas esas estupideces que inventan los periodistas —algo en la expresión de Arnott no le gustó a Mrs. Hatherby—. Bill Arnott, no empiece a pensar cosas raras de Jim Ryan. A usted lo conozco desde que era una criatura; sé que ha progresado mucho y me parece muy bien; pero a Jim Ryan lo sé derecho, en la misma forma que sé que usted también es derecho, porque para eso tengo bastante sentido común. Si lo que busca es el origen de todas estas cosas, vaya a ver a Emma Baydock. ¡Decir que el coronel mató a su mujer! ¡Habría que detenerla! Y él era el caballero más perfecto que uno podía encontrar. Y su sobrino es un buen muchacho también, aunque no haya tenido la misma educación quizás, pero los modales son los modales, se haya estudiado mucho o no.

Me parece que el joven Jim Ryan tiene algo en común con su tío, las mujeres les tienen simpatía, pensó Arnott, mientras se dirigía ligerito a hablar por teléfono para comunicarse con la policía de Bristol.

—Si se ha ido a su casa, ya lo encontraremos allí —le dijo Arnott a Kempson, más o menos una hora después—. Le dijo a Mrs. Hatherby que saldría a la mañana temprano, pero se fue a medianoche. Sacó la moto del garage de Clark y se alejó sin decir una palabra. Mrs. Clark lo vio irse.

Kempson parecía preocupado.

—Debió habernos avisado que se iba, pero me cuesta pensar que no es derecho. Ese muchacho me gusta.

—Entonces le gusta a todo el mundo... lo aceptan después del tío. Pero todavía no hemos podido comprobar sus andanzas cuando recorrió el país en la moto, pues dice no poder precisar bien dónde y cuándo pernoctó.

—Si él lo hizo debe conocer muy bien los caminos —dijo Kempson—. Con una máquina poderosa como esa puede llegar de un extremo al otro del país en doce horas. Puede haber dormido en Londres y al día siguiente llegar a Borons a mediodía; usted ya sabe qué término medio de velocidad llegan a desarrollar esos muchachos con una máquina poderosa.

Arnott asintió; y además ese muchacho Ryan es un mecánico de primera. La moto no es como un automóvil; con un coche es difícil conseguir un promedio permanente de cuarenta millas por hora, cuando se deben atravesar ciudades industriales y de tránsito pesado. En una moto un buen corredor puede alcanzar un promedio de cincuenta a sesenta millas por hora; ya lo había dicho Kempson "puede llegar de un extremo al otro del país en doce horas".

Veremos cuánto demora en llegar a Bristol, pensó Arnott. Son menos de doscientas cincuenta millas; mejor dicho doscientas treinta y cinco si conoce la ruta más corta.

2

Cuando llegó el inspector Knight, C. I. D.{3}, Mrs. Ryan estaba muy ocupada arreglando el dormitorio. Los Ryan vivían en una casa de dos pisos de fines de la época victoriana; una de las tantas casitas en una de las tantas calles de Bristol; pero las ventanas relucían, las cortinas estaban almidonadas, los escalones de la entrada brillaban y el llamador de bronce resplandecía bien lustrado. Cuando Knight llamó no le contestaron; volvió a llamar y se abrió una ventana del primer piso.

—No pierda el tiempo parado ahí. No tengo nada que decir y tengo a mano un balde de agua.

Al levantar la vista Knight vio a una mujer de mediana edad de rostro agradable y la cabeza prolijamente atada con un pañuelo.

—Siento mucho molestarla, señora —dijo con toda diplomacia—. No soy periodista, qué esperanza Si baja le diré en privado por qué he venido, tengo la seguridad de que no le gustará que se lo diga a gritos desde aquí.

—Me parece que todo el mundo se dedica a decirme cosas a gritos desde allí —replicó—. ¿De qué se trata?

—De su hijo, señora. Traigo noticias del norte.

— ¿De Jim? ¿Por qué no me lo dijo? Así es distinto —contestó.

Desapareció de la ventana y Knight oyó cómo bajaba corriendo, ruidosa y enérgica en sus movimientos. Tenía conciencia de rostros en las ventanas vecinas y se alegró de haber dejado el coche policial en la otra calle, y de haber caminado hasta Ivy Villa. Knight estaba "de particular" y tenía un aspecto tan común como el de cualquier corredor de seguros o inspector de escuelas; había dado por sentado que Mrs. Ryan gozaba de buena reputación como viuda honesta y trabajadora que, para aumentar sus escasos recursos, trabajaba en una fábrica de cajas de cartón y algunas veces "por hacer un favor" se colocaba por horas para hacer limpieza.

—No habrá tenido ningún accidente, ¿no?—preguntó Mrs. Ryan mientras abría la puerta de calle—. Ojalá no se hubiera comprado esa bendita moto; no tengo un minuto de tranquilidad; estoy siempre preocupada.

—No ha tenido ningún accidente que yo sepa —replicó Knight—. Si me permite entrar le explicaré el motivo de mi visita.

—Entre nomás, nosotros no andamos con miramientos; somos muy sencillos —le indicó el camino hasta una salita chica, alegre y desordenada, agregando—: De todas maneras, ¿quién es usted?

—Soy el inspector Knight, señora, del Departamento de Investigaciones Criminales. He recibido una llamada desde Lowghyll, donde su hijo está pasando una temporada. Anoche salió de allí, y yo pensé que a estas horas ya hubiera llegado.

—Bueno, no llegó, y espero en Dios que no haya volcado: estoy muy preocupada por todas estas cosas. Aunque en realidad al tío Phil yo no lo conocía mucho, si eso es lo que usted anda buscando. Lo vi una sola vez, pero era una excelentísima persona y me enferman todas esas cosas que han inventado los diarios. No deberían permitirlo. Pero ¿por qué lo busca a Jim?

—Bueno, señora, a lo mejor usted puede darme la información que necesito. ¿Tuvo alguna noticia del coronel Ryan durante estas últimas semanas?

—Sí, le voy a decir cuándo; nos escribió hará unos quince días, justo después que Jim salió de vacaciones. Decía que estaba preocupado por no sé qué, pero recordaba que le había prometido a Jim invitarlo a pasar una temporada en su casa, cuando saliera del servicio militar. Un momentito, voy a ver si puedo encontrar la carta; no tiene nada de particular; sólo eso donde dice estar preocupado, pero no decía por qué estaba preocupado.

Se levantó y empezó a revolver una pila de papeles que estaban sobre una mesita apoyada contra la pared, mientras Knight la observaba. Había formularios de pollas de football, avisos, tarjetas postales, bolsitas de papel, catálogos, cuentas, diarios, revistas, papel de envolver; una colección de cosas distintas que habían sido apiladas una sobre otras. Knight conocía el tipo: era una mujer que rara vez escribía o recibía cartas; no tenía escritorio ni mesa donde escribir porque escribir era la última actividad que le hubiera interesado.

—Maldita carta, creí ponerla acá —dijo—. No la contesté; no era necesario porque Jim ya estaba en camino. A lo mejor la puse en el aparador. Voy a ver... a menos que no le importe venir hasta la cocina. Estaba justo por hacer un poco de té.

Knight la siguió con un amable muchas gracias; la cocina era un caos, pero alegre y pintoresca, con platos vistosos y frascos con geranios; las cosas más distintas estaban apiladas una sobre otras: ropa para lavar, costura, diarios, plumeros y repasadores y un gato negro sentado ronroneaba junto al fuego.

—Jim siempre dice que no tengo método —dijo riéndose—. "¿Porqué no limpias primero la cocina, antes de arreglar los dormitorios?", me dice, pero cuando estoy en mi casa me gusta hacer las cosas como me parece. Fuera, Poosums, déjale la silla al señor. Bueno, si no puse la carta en la salita, tengo que haberla puesto aquí. No la llevé arriba, ¿o sí la llevé?

Al final con gran sorpresa de Knight, encontró la carta. Estaba en el cajón del medio del aparador, debajo de una pila de pañuelos limpios de Jim y se la tendió a Knight.

—Acá está, léala. No sé dónde puse los anteojos, y si no los tengo no puedo leer ni jota.

La letra del coronel Ryan era admirablemente legible y su papel de carta (o el de su mujer) de excelente calidad. La carta estaba fechada el 12 de septiembre.

"Querida Mabel —empezaba—, hace tiempo que debía haberte escrito, pero he tenido infinidad de preocupaciones y eso me ha hecho descuidar la correspondencia. Creo que Jim me dijo que pensaba estar desmovilizado más o menos para septiembre. Tengo ganas de volver a verlo. Por favor cuando vuelva entrégale la carta que va incluida en ésta. No te preocupes por mandársela; guárdala hasta que lo veas. Espero que estén todos muy bien y recibe mis cariñosos recuerdos. Afectuosamente, tu cuñado, Phil Ryan."

—Escribe espléndidamente, ¿no?—interrumpió Mrs. Ryan—. Era un hombre buenísimo, como pocos. ¡Qué bueno era con Jim! No puedo creer que se haya suicidado. Debe haber sido su mujer; algunas mujeres son terribles. Yo no estuve casada mucho tiempo, pero a mi marido lo hice muy feliz... feliz como un rey, sí señor.

—Estoy seguro de eso —dijo Knight.

En cierto sentido le gustaba esa Mrs. Ryan; a pesar de su modo de ser desprolijo, de ella se desprendía una aureola de bondad y Knight pensaba que veinte años atrás, ese rostro redondo como una manzana, debió ser muy bonito.

—Ahora, esa carta del coronel Ryan que venía para Jim —continuó Knight—. ¿Se la mando o la guardó?

—No, la guardé: él decía que no se la mandara ¿no es cierto? La tengo que haber guardado en alguna parte. De todos modos, tampoco la hubiera podido mandar; yo no sabía por dónde andaba Jim. Sabe, no fue directamente a lo de su tío. Primero pensaba visitar no sé por dónde a un amigo. Ahora si me lo pregunta, creo que era una amiga. A mí no me importa; no soy celosa; y es lógico que un muchacho tenga alguna amiga por ahí. Jim ya va a cumplir veintidós años; es tiempo de que busque compañera, como dicen.

—Así es —asintió Knight—. Ahora bien, esa carta que usted guardó, estoy seguro que comprenderá que nosotros necesitamos verla. El juez de instrucción necesita tener todos los detalles referentes al muerto, su estado de ánimo y demás cosas; si el coronel Ryan se suicidó, debe haber sido porque su mente estaba trastornada...

— ¿Trastornada? Por supuesto estaba trastornado. La mujer lo abandonó ¿no? y se había quedado solo en esa casa, sin que nadie se ocupara de él y lo animara. Es suficiente para que un hombre vea todo negro. Y en esa carta que usted tiene decía que estaba preocupado, pobre hombre. Mire, él la quería, estoy segura; me escribió después que se casaron y él adoraba hasta el lugar por donde ella pasaba.

—Le agradezco mucho que me cuente todas esas cosas, señora, usted me está resultando muy útil —dijo Knight con toda diplomacia—. Ahora si yo puedo ver esa carta que el coronel le escribió a Jim, puede ser que las cosas se aclaren más todavía.

—Bueno, si a usted le parece —replicó—. Nada nos va a devolver al pobre tío Phil; así es, pobre hombre. Sin embargo, me gustaría decirle a su mujer algo de lo que pienso. Si uno se casa con un hombre es para siempre; no hay que abandonarlo nunca, aunque algunas veces se ponga pesado; los hombres son todos iguales. Además Jim y yo no tenemos nada que ocultar; yo nunca tuve ningún inconveniente con la policía, como otros que conozco. Siempre me ha parecido que son muy buenos y comprensivos.

—Estoy encantado de oírselo decir, señora. Me decía que guardó esa carta...

—Sí, por supuesto. La guardé, para que no se ensuciara entre las cacerolas.

Miró alrededor de la cocina, y luego continuó:

—Bueno, ahora voy a hacer un poco de té; nos vamos a sentar y vamos a conversar. Siempre recuerdo dónde pongo las cosas cuando dejo de pensar en ello. No sé por qué será, pero cuando uno guarda algo muy especialmente, después da mucho trabajo encontrarlo. Ojos que no ven corazón que no siente, dicen; pero tiene que estar en alguna parte ¿no?

3

El inspector Knight se preguntaba si la carta había estado en alguna parte antes de que él llegara; sin embargo, debía confesarse que no sospechaba de la veracidad de Mrs. Ryan; reconocía que era una persona algo tonta, muy buena y atolondrada, y si su casa estaba desordenada era, sin embargo, un lugar alegre y agradable y mucho más limpia de lo que podía esperarse. Knight llegó a conocer muy bien la casa, porque Mrs. Ryan cuando se dio cuenta de que sola nunca encontraría esa bendita carta, le pidió encarecidamente que la ayudara a buscarla. Era una casa sencilla: abajo tenía dos habitaciones, la cocina y la salita; arriba otras dos y una más muy chiquitita. El dormitorio del frente lo ocupaban Mrs. Ryan y Maureen (Maureen tenía dieciocho años y trabajaba en un café). El otro dormitorio era el de Jim; estaba muy ordenado y tenía fotografías, no de chicas sino de teams de football y cricket, y un rincón para hacer gimnasia. El otro cuarto chiquito era el dormitorio de Tony, quien tenía catorce años y estaba en la escuela secundaria.

—Tony es como yo —dijo Mrs. Ryan... y su cuarto era la viva imagen del caos.

Mrs. Ryan buscó en la cocina, en la salita y en su dormitorio. Knight observó que guardaba la libreta de matrimonio dentro de la Biblia, la póliza de seguros dentro del libro de cocina y los recibos del alquiler debajo de la jaula del canario. Al final fue Knight quien descubrió dónde podía estar la carta:

— ¿No la habrá puesto en el cuarto de Jim, así la encontraba cuando volviera? —sugirió, y Mrs. Ryan le contestó:

— ¡Qué gracioso!, ahora me acuerdo que pensé "será mejor ponerla en el cuarto de Jim, allí estará segura", pero cuando buscamos no la vimos ¿no? Supongo que Tony no la habrá sacado por hacer una broma; es un loco ese Tony.

Fue Knight quien encontró la carta debajo de la colcha de la cama de Jim y Mrs. Ryan exclamó:

—Claro, ahora me acuerdo: quise guardarla bien porque Tony es muy metido. Ya le dije que la había guardado con mucho cuidado. Ya que la encontró será mejor que la lea, así sabrá ¿no le parece?

Knight rompió el sobre con mucho cuidado: como había llegado dentro de la carta para Mrs. Ryan no tenía ningún sello, pero estaba fechada el 12 de septiembre. Leyó la carta.

"Querido Jim: ésta es para hacerte saber que no he olvidado que me gustaría que vinieras por acá cuando termines el servicio militar. Por ahora no puedo fijar fecha para tu visita porque mis proyectos son poco seguros debido a ciertos inconvenientes inesperados, pero quiero que sepas que no me olvido de ti. El sobre que acompaña esta carta es para que lo guardes en algún lugar seguro. Es mi testamento, y quiero que tú, mi sobrino mayor, seas quien herede mis cosas. Cariñosamente, tu tío, Philip Ryan."

Knight volvió a poner la carta y el segundo sobre dentro del primero, y Mrs. Ryan preguntó:

— ¿No dice nada más... de esas preocupaciones?

—Dice que ha tenido ciertos inconvenientes inesperados —contestó Knight—. Ahora, señora, ¿puede decirme qué día salió de viaje su hijo?

— ¿Jim? Sí, el 13. Aunque no tengo mucha memoria para las fechas, me acuerdo bien, porque imagínese, ¡el 13! "Lindo día elegiste para salir con esa bendita moto", le dije. "¿Por qué no esperas un día más? el 13 siempre trae mala suerte." Y tuve razón, ¿no? Ya ve lo que le pasó al tío Phil, pobre viejo. Si yo me lo hubiera imaginado hubiese ido ligerito a levantarle el ánimo. ¿Qué había además de la carta? Me preguntaba si no sería un regalo de cumpleaños. El cumpleaños de Jim es el 5 de septiembre y su tío siempre se acordaba; era muy bueno, de veras.

—Voy a tener que llevarme esta carta, señora —dijo Knight, y su voz seguía siendo suave, sin embargo—. El coronel Ryan dice que incluye su testamento y le pide a su hijo que lo guarde.

— ¿Su testamento? —exclamó—. ¡Qué barbaridad! Entonces eso significa que... se suicidó no más; bueno, quiero decir que si no hubiera estado trastornado no -hubiera mandado el testamento así por carta. ¡Oh, qué desastre! Esa mujer debe haber sido muy mala, porque si le mandó el testamento a Jim, eso demuestra que a ella no le tenía confianza. Aunque no tenía mucho que dejar, pobre hombre: se vestía como un lord, sí, pero no tenía ni medio.

—En fin, es desagradable para ustedes, señora —dijo Knight—. Esta carta voy a tener que remitírsela al juez de instrucción, debe ser la última carta escrita por el coronel Ryan y tendrá que ser agregada como prueba.

—Sí, claro, ya veo; es el colmo mandar así un testamento. Pero me gustaría que Jim estuviera acá. Esa carta era para él. ¿Está seguro que venía directamente?

—Eso le dijo a la dueña de la pensión, una persona muy respetable. Usted dice que cuando partió de aquí no fue directamente a Boronsdale, ¿no recibió ninguna noticia de su hijo desde entonces? ¿Ni una postal? ¿Ni una carta?

—No escribió... estos muchachos son todos iguales, odian escribir, pero me mandó un recado con Mr. Baker, el frutero. Mandó decir que estaba muy bien, nada más. Sabe que yo me preocupo, soy una tonta, pero ahora hay tantos accidentes en los caminos.

—Desgraciadamente, sí; ¿no recuerda de dónde habló por teléfono?

—No. No tengo buena memoria para recordar lugares; eso pasa por quedarse una siempre en casa. Nunca me gustó viajar en ómnibus, me pone muy nerviosa, y nunca pude andar en coche particular. Así que si Mr. Baker lo sabía, no me acuerdo si me lo dijo; nunca me fijo. Pero si Jim dijo que venía directamente para acá, así ha de ser. ¿Usted no sabe cuánto puede demorar? ¿A lo mejor todo el día, no es cierto? Donde vivía el tío Phil queda bastante lejos.

—Sí, queda muy al norte —replicó Knight—. Bueno, señora, usted me ha ayudado mucho y le estoy profundamente agradecido por haber contestado todas mis preguntas.

—No tiene importancia; no podía hacer menos ¿no? pensando en ese pobre tío Phil en el cajón, un hombre tan bueno y tan perfecto caballero. Ha sido un gesto de su parte querer que Jim tenga sus cosas, por poco que sean; sin embargo, si usted me pregunta, le diré que esa mujer del tío Phil va a volver diciendo que todas las cosas deben ser para ella.

4

Knight dejó la casita con ánimo muy preocupado. Creía en Mrs. Ryan: semianalfabeta y una verdadera atropellada, tenía una cordialidad y una caridad que se traslucían a través de sus defectos; de manera que Knight comprendía muy bien por qué un caballero como el hermano del coronel Ryan pudo casarse con Mabel, buscando cariño y atención. Se habían casado en 1931, y Knight recordaba esos días terribles de crisis económica. Ese coronel Ryan pudo mantenerse a flote, pero su hermano no, y se casó con Mabel, pensó Knight, y quizás este último no hizo tan mal como algunos pensarían, pero ese muchacho, Jim... bueno, era muy difícil saberlo.

Knight averiguó dónde quedaba la verdulería de Mr. Baker, y preguntó por ese llamado telefónico de Jim Ryan el día que salió de viaje en su moto nueva.

— ¿Usted no sabría decirme desde dónde llamó? —preguntó. El corpulento verdulero se rascaba la cabeza.

—Ahora que pienso, no se lo pregunté —dijo. Era justo cuando estaba por cerrar, a las seis, y tenía mucho trabajo para arreglar todas las cosas. Era un llamado de larga distancia, eso sí recuerdo; la operadora dijo que alguien quería hablarme y yo estaba intrigado, preguntándome quién podría ser, cuando oí: "Ya está la comunicación, señor, apriete el botón A." como dicen siempre; y entonces escuché la voz de Jim quien me pedía le avisara a su mamá que estaba muy bien; había tenido un buen viaje y estaba muy contento. Esta mañana volvió a llamar, pero Mrs. Ryan todavía no ha venido.

— ¿No sabe de dónde llamaba? —preguntó Knight y Mr. Baker le contestó:

— ¡Eh, Dolly! Tú atendiste ese llamado de Jim Ryan esta mañana cuando recién abríamos. ¿No dijo de dónde llamaba?

—No, pero no era de larga distancia; además se oía tan clarito que parecía hablar de la acera de enfrente. Me dijo: "Dele muchos cariños a mamá y dígale que no se preocupe si por un tiempo no tiene noticias mías. Estoy bien y todas las cosas andan muy bien." Lo escribí acá, ve —sacó un pedacito de papel y Baker se lo pasó a Knight.

— ¿No habrá ningún problema con los Ryan, me imagino?—preguntó el verdulero—. Ella es un alma de Dios, esa Mrs. Ryan; y a Jim lo queremos todos.

—No, no —dijo Knight—. Acabo de estar conversando con Mrs. Ryan; estamos buscando todos los antecedentes del coronel, un pariente de ellos a quien encontraron muerto.

—Eso hemos oído —contestó Mr. Baker—, y los diarios dicen una cantidad de barbaridades al respecto, pobre hombre. Dicen que su mujer lo había abandonado.

—Los diarios dicen cualquier cosa —contestó Knight—. Bueno, muchas gracias por la información, y me parece mejor que le mande ese mensaje a Mrs. Ryan; está preocupada pensando que puede haber tenido algún accidente por el camino.

Y con eso Knight se apuró a volver a su coche, diciendo (como lo había dicho Kempson):

—No podría asegurarlo, pero en todo esto hay algo que no me gusta nada...