CAPÍTULO ONCE
JUEGOS DE CONSULTORIO
Es importante para los analistas profesionales de juegos, darse cuenta, en seguida, de los juegos que se juegan tenazmente en situaciones terapéuticas, ya que pueden ser mejor estudiados, de primera mano, en el consultorio. Hay tres tipos según el papel del agente:
- Juegos llevados a cabo por terapeutas y trabajadores sociales: «Sólo trato de ayudarte», y «Psiquiatría».
- Juegos realizados por personas profesionalmente competentes, que son pacientes en grupos de terapia, como «Invernadero».
- Juegos en los que participan pacientes, clientes legos: «Indigencia», «Campesino», «Estúpido» y «Pierna de palo».
1. Invernadero
Tesis
Es una variación de «Psiquiatría», que es jugado con más frecuencia por científicos sociales jóvenes, tales como psicólogos clínicos. En compañía de sus colegas, estos jóvenes tienden a jugar «Psicoanálisis», a veces en forma burlesca, usando expresiones como «Tu hostilidad se asoma» o «¿Qué tan mecánico puede ser un mecanismo de defensa?». Este es, generalmente, un inofensivo y divertido pasatiempo; es una fase normal de su aprendizaje, y, cuando hay en el grupo algunas personas originales, puede resultar bastante divertido. (Este escritor prefiere «Ya veo que la semana nacional de “para-praxis” está aquí otra vez»). Como pacientes en grupos de psicoterapia, estas personas están propensas a entregarse a esta crítica mutua más seriamente; pero ya que no es muy productiva esa situación, puede ser esquivada por el terapeuta. Los procedimientos pueden dirigirse, entonces, a un juego de «Invernadero».
Hay una fuerte tendencia por parte de los graduados recientes, a tener un respeto exagerado hacia lo que ellos llaman «sentimientos genuinos». La expresión de un sentimiento genuino puede ser precedido por el anuncio de que está en camino. Después del anuncio, el sentimiento es descrito, o más bien presentado, ante el grupo, como si fuera una rara flor a la que debe mirarse con respeto y admiración. Las reacciones de los otros miembros del grupo son recibidas solemnemente, y toman un aire de peritos en un jardín botánico. El problema parece ser, en la jerigonza del análisis de juegos, de si este bello ejemplar es digno de ser exhibido en el Espectáculo Nacional de Sentimientos. La intervención con preguntas por parte del terapeuta puede ser fuertemente resentida, como si él fuera un «manostorpes», palurdo, manoseando los frágiles pétalos de una exótica y milenaria flor. El terapeuta, naturalmente, siente que, para entender la anatomía y la fisiología de una flor, puede ser necesario anatomizarla.
Antítesis
La antítesis, que es crucial para el progreso terapéutico, es lo irónico de la descripción hecha arriba. Si se permite que el juego prosiga, puede continuar durante años sin ningún cambio, después de los cuales el paciente puede sentir que ha tenido una «experiencia terapéutica» durante la cual ha «expresado hostilidad» y ha aprendido a «enfrentarse a sus sentimientos», lo que le da ventaja sobre sus menos afortunados colegas. Mientras tanto, habrá sucedido poca cosa de significado dinámico, y, ciertamente, la inversión de tiempo no ha sido empleada al máximo con ventaja terapéutica.
La ironía en la descripción inicial está dirigida no contra los pacientes, sino contra sus profesores y el medio ambiente cultural que alienta tales exigencias. Un comentario escéptico, oportunamente dicho, puede conseguir apartarlos de las vanidosas influencias Paternales, para llevarlos a una firmeza más espontánea en sus transacciones mutuas. En vez de cultivar sentimientos en una especie de atmósfera de invernadero, pueden simplemente dejarlos crecer naturalmente, para ser cortados cuando estén maduros.
La ventaja más obvia en este juego es la psicológica externa, ya que evita la intimidad al implantar condiciones especiales bajo las cuales pueden expresarse los sentimientos, y restricciones especiales a las respuestas de los presentes.
2. Sólo trato de ayudarte
Tesis
Este juego puede tener lugar en cualquier situación profesional y no está confinado únicamente a psicoterapeutas y trabajadores para el bienestar social. Sin embargo, se le encuentra, más comúnmente y en su más floreciente expresión, entre los trabajadores sociales con cierto grado de preparación. El análisis de este juego quedó aclarado para este escritor, en curiosas circunstancias. Todos los jugadores en un juego de póquer habían pasado, menos dos; un investigador de psicología y un hombre de negocios. Éste último, que tenía una buena mano, apostó; el psicólogo, que tenía unas cartas invencibles, subió la apuesta. El hombre de negocios parecía perplejo, por lo que el psicólogo comentó burlonamente: «No te preocupes, sólo trato de ayudarte». El hombre de negocios titubeó y al fin puso sus fichas. El psicólogo mostró sus invencibles cartas, y entonces el otro tiró las suyas, disgustado. Los demás presentes se sintieron en libertad de reír por la broma del psicólogo, y el perdedor comentó resentido, «Pues vaya manera de ayudarme». El psicólogo miró significativamente al escritor, indicando que la broma había sido hecha, realmente, a expensas de la profesión psiquiátrica. Fue en ese momento cuando quedó aclarada la estructura de este juego.
El terapeuta, o el trabajador de cualquier profesión, dan algún consejo a un cliente o paciente. El paciente vuelve y le dice que el consejo no le dio ningún resultado. El terapeuta acepta con resignación el fracaso, y trata otra vez. Si está más alerta, puede descubrir en este momento una punzada de frustración, no obstante, de todos modos hará el intento. Por lo general siente poca necesidad de investigar sus propias motivaciones, porque sabe que muchos de sus colegas, similarmente preparados, hacen lo mismo, y que él está siguiendo el procedimiento «correcto» y, por tanto, recibirá el apoyo de sus supervisores.
Si encuentra un jugador inflexible, como un obsesivo hostil, hallará cada vez más difícil evitar sentirse inadecuado. Entonces ya tiene problema, y la situación empeorará poco a poco. En el peor de los casos puede toparse con un paranoide encolerizado que entrará súbitamente, gritando furioso: «¡Mire lo que me obligó a hacer!». Entonces su frustración surgirá con fuerza en el pensamiento hablado o callado: «¡Yo sólo trataba de ayudarlo!». Su desconcierto ante esa ingratitud puede causarle considerable sufrimiento, indicando los complejos motivos, latentes, de su propio comportamiento. Este desconcierto es el ajuste de cuentas.
Los que honradamente tratan de ayudar, no deben ser confundidos con personas que juegan «Sólo trato de ayudarte». «Creo que podemos hacer algo acerca de eso», «Sé lo que debe hacerse», «Me asignaron para ayudarle», o «Mis honorarios por ayudarle serán…» son diferentes a «Sólo trato de ayudarte». Los primeros cuatro, de buena fe, representan el ofrecimiento del Adulto de poner sus cualidades profesionales a la disposición del angustiado paciente o cliente; «Yo sólo trato de ayudarte» tiene un motivo ulterior que es mucho más importante que su destreza profesional, para determinar el resultado. Este motivo se basa en la suposición de que la gente es desagradecida y sólo causa decepciones. La perspectiva de tener éxito es alarmante para el Padre del profesional, y es una invitación al sabotaje, porque el éxito amenazaría su posición. El jugador de «Sólo trato de ayudarte» necesita asegurarse de que su ayuda no será aceptada por más que se empeñe en ofrecerla. El cliente responde con «Mire cuánto me he esforzado» o «Nada puede usted hacer para ayudarme». Jugadores más flexibles pueden transigir: está bien aceptar ser ayudado siempre que nos lleve mucho tiempo hacerlo. De ahí que los terapeutas se sientan disculpados de un resultado rápido, pues saben que algunos de sus colegas, en las juntas del gremio, los criticarán. En el polo opuesto de los jugadores inflexibles de «Sólo trato de ayudarte», como los que se encuentran entre los trabajadores sociales, están los buenos abogados que ayudan a sus clientes sin sentimentalismos y sin involucrarse personalmente. Aquí el orgullo profesional toma el lugar de los esfuerzos fingidos.
Algunas escuelas de trabajo social parecen ser primordialmente academias para el adiestramiento de jugadores profesionales de «Sólo trato de ayudarte», y no resulta fácil a los graduados desistir de jugarlo. Un ejemplo que puede ayudar a ilustrar algunos de estos puntos se encontrará en la descripción del juego complementario de «Indigencia».
«Sólo trato de ayudarte» y sus variantes se encuentran con facilidad en la vida diaria. Es jugado por amigos y parientes de la familia (por ejemplo: «Puedo conseguírtelo a precio de mayoreo»), o con trabajadores sociales adultos que tratan con niños. Es un juego favorito entre los padres, y el complementario, jugado generalmente por los hijos, es «Mira lo que me has obligado a hacer». Socialmente puede ser una variante de «Schlemiel», en el cual se hace el daño mientras se ayuda y no por impulso; aquí el cliente está representado por una víctima que puede estar jugando «¿Por qué tenía que sucederme a mí?», o una de sus variantes.
Antítesis
Hay muchos recursos a disposición del profesional para manejar una invitación para este juego, y su selección dependerá del estado de las relaciones existentes entre él y el paciente, y particularmente de la actitud del Niño del paciente.
- La antítesis psicoanalítica clásica es la más perfecta y la más difícil de tolerar para el paciente. La invitación es ignorada completamente. El paciente entonces se esfuerza más y más. Eventualmente cae en un estado de desesperación manifestada por cólera o depresión, que es la señal característica de que un juego ha sido frustrado. Esta situación puede llevar a una útil confrontación.
- Una confrontación más delicada (no pedante) puede intentarse en la primera invitación. El terapeuta manifiesta que él es el terapeuta del paciente y no su director.
- Un procedimiento aún más delicado es presentar al paciente a un grupo de terapia y dejar que los otros pacientes se hagan cargo.
- Con un paciente gravemente perturbado, puede ser necesario seguirle el juego durante la fase inicial. Estos pacientes deberían ser tratados por un psiquiatra, quien, siendo médico, puede prescribirle medicamentos y algunas medidas de higiene que todavía son efectivas, aun en este tiempo de tranquilizantes, en el tratamiento de esta clase de individuos. Si el facultativo receta un régimen higiénico, que puede incluir baños, ejercicio, períodos de descanso y comidas reglamentadas, junto con las medicinas, el paciente: (1) sigue el régimen y se siente mejor, (2) sigue el régimen escrupulosamente y se queja de que no lo ha ayudado, (3) menciona casualmente que se olvidó de seguir las instrucciones o que abandonó el régimen porque no le estaba haciendo ningún bien. En el segundo y en el tercer caso toca al psiquiatra decidir si el paciente puede ser sujeto al análisis de juegos en ese momento, o si alguna otra forma de tratamiento está indicado para prepararlo a la psicoterapia. La relación entre lo adecuado del régimen y la tendencia del paciente a jugar, debe ser cuidadosamente evaluada por el psiquiatra antes de decidir cómo debe proceder.
Para el paciente, por otra parte, la antítesis es «No me digas qué debo hacer para ayudarme, yo te diré qué hacer para ayudarme». Si se sabe que el terapeuta es un «Schlemiel», la antítesis correcta que debe usar el paciente, es «No me ayudes, ayúdalo a él». Los jugadores serios de «Sólo trato de ayudarte» adolecen, generalmente, de falta del sentido del humor. Los movimientos antitéticos por parte del paciente son generalmente mal recibido, y pueden llegar a la enemistad, de por vida, del terapeuta. En la vida diaria tales movimientos no deben iniciarse a menos que esté uno preparado a llevarlos implacablemente hasta el final y a aceptar las consecuencias. Por ejemplo, desdeñar a un pariente que «Puede conseguírtelo a precio de mayoreo», puede causar graves complicaciones domésticas.
Análisis
- Tesis: «Nadie hace nunca lo que yo les digo».
- Propósito: alivio de culpa.
- Papeles: El que ayuda, Cliente.
- Dinámica: masoquismo.
- Ejemplos:
- Niños aprendiendo, padre interviene.
- Trabajador social y cliente.
- Paradigma social: Padre - Niño.
- Niño: «¿Qué hago ahora?».
- Padre: «Esto es lo que harás».
- Paradigma psicológico: Padre - Niño.
- Padre: «Mira cuán competente soy».
- Niño: «Haré que te sientas incompetente».
- Movimientos:
- instrucciones pedidas - instrucciones dadas;
- procedimiento estropeado - reprobación;
- demostración de que hay falta en los procedimientos - disculpa implícita.
- Ventajas:
- Psicológica interna: martirio.
- Psicológica externa: evita enfrentar deficiencias.
- Social interna: «Asociación padres de familia», tipo proyectivo; ingratitud.
- Social externa: «Psiquiatría», tipo proyectivo.
- Biológica: cachetada del cliente, caricia de los supervisores.
- Existencial: «Toda la gente es malagradecida».
3. Indigencia
Tesis
La tesis de este juego es mejor expuesta por Henry Miller en The Colossus of Maroussi:
El evento debe haber tenido lugar el año en que yo estaba buscando un empleo sin la menor intención de aceptar ninguno. Esto me recordó que, desesperado como pensaba que estaba, ni siquiera me había molestado en mirar las columnas de ofrecimientos de empleos en los periódicos.
Este juego es uno de los complementos de «Sólo trato de ayudarte» tal como lo juegan los trabajadores sociales que se ganan la vida con él. «Indigencia» es jugado en forma igualmente profesional por el cliente que se gana la vida de esa manera. La propia experiencia del escritor, con «Indigencia» es limitada, pero el siguiente informe de uno de sus estudiantes más aprovechados, ilustra la naturaleza de este juego y su lugar en nuestra sociedad.
La señorita Black era trabajadora social de una institución pública cuyo manifiesto propósito, por el cual recibía subsidio del gobierno, era la rehabilitación económica de indigentes —lo que efectivamente significaba conseguir que éstos encontraran y retuvieran empleos remunerativos—. Los socorridos de esta institución estaban constantemente «haciendo progresos», según los informes oficiales; sin embargo, muy pocos se «rehabilitaban» realmente. Esto era comprensible, se alegaba, porque la mayoría de ellos habían recibido ayuda durante varios años, yendo de institución en institución y a veces estando en comunicación con cinco o seis instituciones a la vez, así que era evidente se trataba de «casos difíciles».
La señorita Black, por su preparación en el análisis de juegos, pronto comprendió que el personal de la institución estaba jugando un consistente juego de «Sólo trato de ayudarte», y se preguntó cómo estarían respondiendo los indigentes a esto. Para verificar, preguntaba a los asignados a ella, cada semana, cuántas oportunidades de empleo habían investigado realmente. Le interesó descubrir que, aunque teóricamente se suponía que estaban buscando empleos asiduamente, día a día, en realidad dedicaban poco esfuerzo a ello, y a veces los supuestos esfuerzos que hacían tenían una cualidad irónica. Por ejemplo, un hombre dijo que había contestado al menos un aviso diario buscando trabajo. «¿Qué clase de trabajo?», preguntó ella. Él dijo que quería dedicarse a vendedor. «¿Ésa es la única clase de aviso que ha contestado?», preguntó ella. Él dijo sí, pero que era una lástima que fuera tartamudo, ya que ello significaba un impedimento en esa clase de trabajo. Para entonces ya era del conocimiento de su supervisor que ella estaba haciendo esta clase de preguntas, y fue reprendida por hacer «presión indebida» sobre sus asignados.
Sin embargo, la señorita Black decidió seguir adelante y rehabilitar a algunos de ellos. Escogió a los físicamente aptos que no parecían tener una razón válida para continuar recibiendo ayuda de beneficencia. Con este grupo seleccionado, ella habló de los juegos de «Sólo trato de ayudarte» e «Indigencia». Cuando ya estaban dispuestos a reconocer el punto, ella les dijo que, a menos que encontraran empleos, les iba a cortar sus fondos de beneficencia y que los iba a enviar a otra clase de institución. Varios encontraron empleos inmediatamente, algunos por primera vez en años. Pero estaban indignados contra su actitud, y algunos escribieron al supervisor quejándose de ella. El supervisor la llamó y la reprendió más severamente, basándose en que, aunque sus asignados ya trabajaban, no estaban realmente «rehabilitados»; además indicó que había cierta duda acerca de si retendrían a la señorita Black en la institución. Ella trató de aclarar, sin comprometer todavía más su situación, en qué consistía, según los directores de la institución, una «verdadera rehabilitación». Esto no fue aclarado, únicamente se le dijo que estaba ejerciendo demasiada presión sobre sus asignados, y, el hecho de que éstos estuvieran manteniendo a sus familias, por primera vez en años, no se le acreditaba.
Debido a que necesitaba el empleo y estaba en peligro de perderlo, algunos de sus amigos trataron de ayudarla. El respetado director de una clínica psiquiátrica escribió al supervisor, explicando que había oído que la señorita Black había hecho un excelente trabajo con sus asignados, y preguntaba si ella podría discutir sus experiencias, en una conferencia, en su clínica. El supervisor negó el permiso.
En este caso las reglas de «Indigencia» fueron aplicadas por la institución, para complementar las reglas locales de «Sólo trato de ayudarte». Había un acuerdo tácito entre el trabajador social y el indigente, que podía leerse así:
Trabajador Social: «Trataré de ayudarte (siempre que no mejores)».
Indigente: «Buscaré empleo (siempre que no lo encuentre)».
Si el indigente rompía el acuerdo, mejorando, la institución perdía un cliente, éste perdía la ayuda de beneficencia, y ambos se sentían castigados. Si una trabajadora, como la señorita Black, rompía el acuerdo, haciendo que el indigente efectivamente encontrara trabajo, la institución era castigada por las quejas del cliente, las cuales podían llegar a oídos de las autoridades superiores, en tanto él perdía su ayuda de beneficencia.
Mientras ambos obedecieran las reglas implícitas, los dos obtendrían lo que querían. El indigente recibía beneficios y pronto aprendía que la institución quería, en cambio, la oportunidad de abarcar más terreno como parte de «Sólo trato de ayudarte»; además, adquirir material clínico que pudiera presentar en reuniones de los directivos. El cliente tenía mucho gusto en satisfacer estas demandas, que le proporcionaban tanto placer como a la propia agencia. De esta manera se llevaban muy bien y ninguno de los dos tenía la menor intención de terminar tan satisfactorias relaciones. Lo que había hecho la señorita Black, en realidad, era no extender su campo de acción, sino acortarlo, por lo que prefirió sugerir una reunión pública de directivos, enfocada a los problemas de la comunidad, con preferencia a los característicos de los clientes; todo lo cual alarmó mucho a las otras personas interesadas, aun teniendo en cuenta que la conducta de la señorita Black se regía por las supuestas reglas de la institución.
Dos cosas deben ser notadas aquí. Primero, «Indigencia», como juego y no como una condición debida a incapacidad física, mental o económica, es jugado sólo por un limitado porcentaje de beneficiados. Segundo, sólo puede ser sostenido por trabajadores sociales entrenados para jugar «Sólo trato de ayudarte». No será tolerado por los demás.
«Veterano» y «Clínica» son juegos relacionados con «Sólo trato de ayudarte». «Veterano» exhibe el mismo acuerdo tácito, esta vez entre la Administración de Veteranos, organizaciones similares y cierto número de «veteranos profesionales» que comparten los privilegios legítimos de militares o marinos incapacitados. «Clínica» es jugado por cierto porcentaje de quienes asisten a los departamentos de consulta externa de los grandes hospitales. Se diferencian de los que juegan «Indigencia» o «Veteranos» en que, los que juegan «Clínica», no reciben remuneración financiera; obtienen otras ventajas. Sirven un útil propósito social, ya que están dispuestos a cooperar en la preparación del personal médico y en estudios del proceso de enfermedades. De ahí pueden obtener una legítima satisfacción Adulta que no está al alcance de los jugadores de «Indigencia» y «Veterano».
Antítesis
La antítesis, si está indicada, consiste en detener los beneficios. Aquí el riesgo no proviene principalmente del propio jugador, como en la mayoría de los juegos, sino de que el juego sea culturalmente sintónico y alentado por jugadores complementarios de «Sólo trato de ayudarte». La amenaza viene de los colegas profesionales, del público excitado, de instituciones gubernamentales y de uniones protectoras. Las quejas que siguen a una exhibición de anti «Indigencia» pueden conducir a un fuerte clamor de «Sí, sí, ¿y de eso qué?» el cual puede ser considerado como un sano y constructivo pasatiempo u operación, aun cuando, ocasionalmente, se oponga a la sinceridad. De hecho, todo el sistema político norteamericano, de libertad democrática, está basado en la licencia (posible en muy pocas formas de gobierno) para hacer esa pregunta. Sin esa licencia, el progreso social humanitario se ve seriamente obstruido.
4. Campesino
Tesis
El prototipo campesino es la pueblerina búlgara, artrítica, que vende su única vaca para tener dinero con qué ir a la clínica universitaria en Sofía. Ahí el profesor la examina y encuentra su caso tan interesante que la presenta en una demostración, a los estudiantes de medicina. Él determina no sólo la patología, los síntomas y el diagnóstico, sino también el tratamiento. Este procedimiento la llena de respeto y admiración. El profesor le da después la receta y le explica el tratamiento más detalladamente. Ella, llena de admiración por sus conocimientos dice el equivalente búlgaro de «¡Oh, es usted maravilloso, profesor!». Sin embargo, nunca hace que le surtan la receta. Primero, porque no hay farmacéutico en el pueblo; segundo, aunque lo hubiera, ella nunca permitiría que ese valioso papel saliera de sus manos. Tampoco dispone de los medios para seguir el resto del tratamiento, tales como la dieta, hidroterapia y demás. Sigue viviendo tan tullida como antes pero feliz porque ahora puede hablar a todos del maravilloso tratamiento que le prescribió el gran maestro en Sofía, a quien expresa su gratitud, todas las noches, en sus oraciones.
Años más tarde, el Maestro, en un estado de ánimo no muy feliz, pasa por el pueblo en camino a visitar a un rico y exigente paciente. Reconoce a la campesina cuando ella se apresura a salir a besarle la mano y le recuerda el maravilloso régimen que le prescribió tanto tiempo atrás. Él acepta el homenaje con benevolencia, y se siente particularmente satisfecho cuando ella le dice lo mucho que la ha aliviado el tratamiento. De hecho él se siente tan transportado que ni siquiera nota que ella cojea tanto como antes.
Socialmente «Campesino» se juega en una forma inocente y en otra hipócrita, ambas con el lema «¡Oh, es usted maravilloso, señor Murgatroyd!». En la forma inocente, Murgatroyd es maravilloso. Es un celebrado poeta, pintor, filántropo o científico, y las jóvenes cándidas frecuentemente viajan largas distancias con la esperanza de conocerlo para poder sentarse a sus plantas a adorarlo y a exaltar sus imperfecciones. Una mujer de más experiencia, que se dispone deliberadamente a buscar un lío amoroso o el matrimonio con un hombre así, a quien sinceramente admira y aprecia, puede darse perfecta cuenta de las debilidades de él y hasta puede explotarlas para conseguir lo que quiere. Con estos dos tipos de mujeres, el juego surge del romanticismo o de explotar las imperfecciones, mientras que la inocencia descansa en su genuino respeto por los méritos, los cuales son factibles de ser evaluados correctamente.
En la forma hipócrita, Murgatroyd puede ser o no ser maravilloso, pero en cualquier caso se enfrenta a una mujer incapaz de apreciarlo en el mejor sentido; tal vez ella es una prostituta de calidad, y juega «La pobrecita de mi» usando «¡Es usted maravilloso, señor Murgatroyd!» como pura adulación para alcanzar su propósito. En su interior ella o se siente desconcertada ante él o se está burlando de él, pero no lo quiere; lo que quiere seguramente son las regalías que van con él.
Clínicamente «Campesino» se juega en dos formas similares, con el lema: «¡Oh, es usted maravilloso, profesor!». En la forma inocente, la paciente puede seguir bien mientras pueda creer en «¡Oh, es usted maravilloso, profesor!», lo cual obliga al terapeuta a tener buena conducta tanto en publico como en su vida privada. En la forma hipócrita, la paciente tiene la esperanza de que el terapeuta se deje llevar por su «¡Oh, es usted maravilloso, profesor!» y que piense: «Es usted excepcionalmente perspicaz». Una vez que ella lo tiene en esta posición, puede hacerlo parecer un tonto e ir en busca de otro terapeuta; si él no se deja engañar tan fácilmente, quizá pueda ayudarla realmente.
La forma más sencilla que tiene el paciente para ganar, es no mejorar. Si ella es más maliciosa, puede dar pasos más positivos para hacer que el terapeuta parezca un tonto. Una mujer jugó «¡Oh, es usted maravilloso, profesor!» con su psiquiatra, sin ningún alivio en sus síntomas; por fin lo dejó con muchas zalemas y disculpas. Entonces fue en busca de su honorable ministro protestante para pedirle ayuda y jugó «¡Oh, es usted maravilloso, profesor!» con él. Después de unas cuantas semanas lo sedujo para jugar un juego de «Rapo» de segundo grado. Después contó a su vecina, confidencialmente, por sobre la verja del jardín, lo decepcionada que estaba de que un hombre tan fino como el reverendo Back pudiera, en un momento de debilidad, enamorar a una inocente y poco atractiva mujer como ella. Conociendo a su esposa, podía perdonársele, desde luego, pero aun así, etc. Esta confidencia se le escapó inadvertidamente, y sólo después fue cuando recordó «horrorizada» que la vecina era antigua miembro de la iglesia. Con su psiquiatra había ganado no mejorando; con el reverendo ganó seduciéndolo, aunque no estuviera dispuesta a admitirlo. Pero un segundo psiquiatra la introdujo a un grupo de terapia donde no podía maniobrar como antes, y entonces, sin «¡Oh, es usted maravilloso, profesor!» y sin «Es usted excepcionalmente perspicaz», para llenar su tiempo terapéutico, empezó a examinar su comportamiento más cuidadosamente y con la ayuda del grupo pudo renunciar a sus dos juegos: «¡Oh, es usted maravilloso, profesor!» y «Rapo».
Antítesis
El terapeuta debe decidir primero si el juego se está jugando inocentemente y, por tanto, permitir que continúe para beneficio de la paciente, hasta que su Adulto esté lo suficientemente establecido para correr el riesgo de las medidas convenientes. Si el juego no es inocente, pueden tomarse las medidas adecuadas a la primera oportunidad apropiada después de que la paciente haya sido suficientemente bien preparada para que pueda comprender lo que sucede. Entonces el terapeuta rehúsa resueltamente dar consejos, y, cuando la paciente empieza a protestar, él pone en claro que no se trata de una simple «Psiquiatría de cara de póquer» sino de una política bien pensada. A su debido tiempo sus negativas pueden poner furiosa a la paciente o provocar síntomas de aguda ansiedad. El paso siguiente depende del grado de malignidad de las condiciones de la paciente. Si está demasiado excitada, sus reacciones agudas deben ser tratadas con procedimientos psiquiátricos y analíticos apropiados, de manera que se pueda establecer la situación terapéutica. El primer objetivo, en la forma desasociada, consiste en la separación del Adulto, para alejarlo del Niño hipócrita, de manera que el juego pueda ser analizado.
En situaciones sociales, las complicaciones íntimas con jugadores inocentes de «¡Oh, es usted maravilloso, señor Murgatroyd!» deben evitarse, como cualquier representante de actores inteligente trataría de hacer con sus clientes. Por otra parte, las mujeres que juegan «¡Oh, es usted maravilloso, señor Murgatroyd!» son algunas veces interesantes e inteligentes si pueden ser curadas de ese juego y pueden llegar a ser agradables miembros del círculo familiar y de la sociedad a la que pertenecen.
5. Psiquiatría
Tesis
La psiquiatría como procedimiento debe ser bien distinguida de la «Psiquiatría» como juego. De acuerdo con la evidencia de que se dispone, presentada en la forma clínica adecuada en publicaciones científicas, los siguientes acercamientos, entre otros, son de gran valor en el tratamiento de condiciones psiquiátricas: terapia de shock, hipnosis, medicinas, psicoanálisis, ortopsiquiatría y terapia de grupo. Hay otras formas de tratamiento que no son usados, por lo general, con tanta frecuencia, y que no serán presentadas aquí. Cualquiera de ellas puede ser empleada en el juego de «Psiquiatría» que está basado en la posición «Yo sé curar», que se apoya en un diploma equivalente a: «Aquí dice que yo puedo curar». Podrá notarse que, en cualquier caso, ésta es una posición constructiva y benevolente, y que las personas que juegan «Psiquiatría» pueden hacer mucho bien, siempre que estén profesionalmente preparadas.
Es muy probable, sin embargo, que los resultados terapéuticos avancen si el entusiasmo es moderado. La antítesis quedó mejor expresada hace tiempo por Ambroise Paré quien dijo: «Yo les doy tratamiento pero Dios los cura». Todo estudiante de medicina queda enterado de esta regla al mismo tiempo que de otras tales como primum non nocere, y frases como vis medicatrix naturae. Sin embargo, terapeutas que no son médicos, no se sienten sujetos a estas viejas advertencias. La posición «yo sé curar porque aquí dice que sé curar» puede tener resultados contraproducentes y podría ser sustituida por algo como: «yo aplicaré los procedimientos terapéuticos que he aprendido, con la esperanza de que servirán para algún beneficio». Esto evita la posibilidad de juegos basados en: «puesto que yo sé curar, si tú no mejoras, es culpa tuya» (esto es, «Yo sólo trato de ayudarte»), o «Puesto que tú sabes curar yo sabré mejorar» (es decir, «Campesino»). Todo lo cual, como es de suponerse, se conoce, en principio, por todos los terapeutas conscientes. Ciertamente, todos los terapeutas que han presentado alguna vez sus casos ante una clínica de prestigio, se han dado cuenta de lo mismo. Por otro lado, se puede definir como una buena clínica, aquella que obliga a sus terapeutas a enterarse de estas cosas.
Por otra parte, el juego de «Psiquiatría» es más probable que surja entre pacientes que han sido atendidos previamente por terapeutas menos competentes. Algunos pacientes, por ejemplo, ponen especial cuidado en seleccionar psicoanalistas poco competentes, cambiando de uno al otro para demostrar que no pueden ser curados y aprendiendo durante todo este tiempo un juego más agudo de «Psiquiatría». A veces se hace muy difícil, hasta para el profesional de primera categoría, separar lo falso de lo genuino. La transacción doble, por parte del paciente, es:
Adulto: «He venido a que me curen».
Niño: «Usted nunca podrá curarme pero sí me enseñará a ser un neurótico mejor (a jugar mejor que “Psiquiatría”)».
«Salud mental» es un juego similar; en éste, la declaración del Adulto es, «Todo será mejor si aplico los principios de salud mental de los cuales he leído y escuchado». Una paciente aprendió a jugar «Psiquiatría» de un terapeuta, «Salud mental» de otro, y después, como resultado de un esfuerzo más, empezó a realizar un juego, bastante bueno, de «Análisis transaccional». Cuando esto fue discutido francamente con ella, estuvo de acuerdo en dejar de jugar «Salud mental», pero pidió que se le permitiera continuar jugando «Psiquiatría» porque la hacia sentirse calmada. El psiquiatra de transacción aceptó. Ella entonces continuó, durante varios meses, contando sus sueños, y sus propias interpretaciones acerca de ellos, cada semana. Finalmente, en parte, tal vez por gratitud, decidió que podía ser interesante averiguar qué era lo que andaba mal con ella. Se interesó realmente en el análisis de transacción, con magníficos resultados.
Una variante de «Psiquiatría» es «Arqueología» (el título se le debe al Dr. Norman Keider, de San Francisco), en el cual la paciente adopta la posición de que: si ella pudiera adivinar siquiera «quién tiene el botón», todo quedaría bien instantáneamente. Esto da como resultado un continuo cavilar sobre los eventos de la infancia. A veces el terapeuta puede ser engañado para hacer un juego de «Crítica», en el cual el paciente describe sus sentimientos en diversas situaciones y el terapeuta le dice qué es lo que está mal en ellos. «Expresión propia», que es un juego común en algunos grupos de terapia, está basado en el dogma «Los sentimientos son buenos». Un paciente, por ejemplo, que emplea expresiones vulgares, puede ser aplaudido o, cuando menos, implícitamente alabado. Un grupo avezado, sin embargo, descubrirá pronto que esto es un juego.
Algunos miembros de los grupos de terapia llegan a tener habilidad para determinar los juegos de «Psiquiatría», y pronto hacen saber al nuevo paciente si piensan que está jugando «Psiquiatría» o «Análisis transaccional», en vez de emplear los procedimientos de grupo para obtener una percepción legítima. Una mujer fue transferida de un grupo de «Expresión propia», de una ciudad, a otro grupo más experimentado de otra. A este nuevo grupo les contó un cuento acerca de unas relaciones incestuosas de su infancia. En vez del asombro a que estaba acostumbrada cada vez que contaba este repetido cuento, encontró únicamente indiferencia, por lo que se puso furiosa. Quedó sorprendida al descubrir que el nuevo grupo se interesaba más en su furia transaccional que en su histórico incesto, y en tonos airados les lanzó lo que para su mentalidad era el mayor insulto: los acusó de no ser freudianos. Freud, desde luego, tomaba más en serio el psicoanálisis, y evitaba convertirlo en juego cuando decía que él mismo no era un freudiano.
Una variante de «Psiquiatría» desenmascarada recientemente, y llamada «Dime esto», es parecido al pasatiempo de reunión, «Veinte preguntas». White relata un sueño o un incidente y los otros miembros, incluyendo a veces al terapeuta, tratan de interpretarlo haciendo preguntas pertinentes. Mientras White conteste las preguntas, cada miembro continúa preguntando hasta que hay una que White no pueda contestar. Entonces Black se reclina en su asiento con una mirada significativa que dice: «¡Ajá! Si pudieras contestar esa, seguramente mejorarías, así que yo ya he hecho mi parte». (Este es un pariente lejano de «¿Por qué no? - Sólo que…»). Algunos grupos de terapia se basan enteramente en este juego, y pueden seguir durante años con muy poco cambio o progreso. «Dime esto» le permite a White (el paciente) mucha libertad. Él puede, por ejemplo, seguir el juego sintiéndose inútil; o puede oponerse contestando todas las preguntas, en cuyo caso el coraje y la consternación de los otros jugadores se hacen manifiestos, ya que él les está lanzando: «He contestado todas sus preguntas y no me han curado, así que, ¿cómo han quedado?».
«Dime esto» se juega también en las aulas de los colegios, donde los alumnos saben que la contestación «acertada» a una pregunta, deliberadamente ambigua, hecha por cierto tipo de maestro, no es la que se funda en hechos o datos verdaderos, sino la que se da haciendo conjeturas o tretas, para ver cuál de las varias respuestas posibles es la que hará feliz al profesor. Una variación muy pedante de lo mismo ocurre cuando se enseña el griego, porque el profesor siempre tiene todo a su favor, en contra del pupilo, y, por consiguiente, lo puede poner en ridículo con el simple procedimiento de señalar algún aspecto oscuro del texto. Lo mismo ocurre, con frecuencia, cuando se enseña el idioma hebreo.
6. Estúpido
Tesis
En su forma más flexible, la tesis de «Estúpido» es, «Me río contigo de mi propia torpeza y estupidez». Gente gravemente perturbada, sin embargo, puede jugarlo en una forma sombría que dice: «Soy estúpido, ese es mi modo de ser, así que hazme algo». Ambas formas son jugadas desde una posición depresiva. Debe distinguirse «Estúpido» de «Schlemiel», donde la posición es más agresiva, y la torpeza es una postura para ser perdonado. También debe distinguirse de «Payaso», el cual no es un juego sino un pasatiempo que afirma la posición «Soy gracioso e inofensivo». La transacción crítica, en «Estúpido», es que White haga que Black lo llame estúpido o que responda como si él fuera estúpido. Entonces White se porta como un Schlemiel pero no pide perdón; de hecho, el pedir perdón le hace sentirse mal porque amenaza su posición. También puede darse a hacer payasadas, sin implicar por eso que esté obrando en broma, ya que lo que quiere es que su comportamiento se tome en serio como evidencia de una estupidez real. En esto hay bastante ventaja exterior, ya que, mientras menos sepa White, él podrá jugar más efectivamente. Así, en el colegio, no tiene necesidad de estudiar y, si se trata de trabajo, no tiene que esforzarse por aprender nada que lo pudiera llevar hacia una mejoría. Él ya sabe, desde muy temprana edad, que todos estarán contentos con él mientras sea estúpido, no obstante cualquier comentario en contra. A la gente le sorprende que cuando White se encuentra en un apuro, queda revelado el hecho de que, en verdad, no es estúpido; así como tampoco es «estúpido» el hijo menor de los cuentos.
Antítesis
La antítesis de la forma más flexible es muy sencilla. El que juega anti «Estúpido» hace un amigo para toda la vida, negándose a jugar, no riéndose de la torpeza, ni mofándose de la estupidez del interesado. Una de las sutilezas en este juego es que se juega frecuentemente por personas maníaco depresivas o ciclotímicas. Cuando estas personas se muestran eufóricas, realmente dan la impresión de que quieren que sus amigos se unan a la burla hacia ellos mismos, y resulta muy difícil evitarlo, ya que también parece que se disgustarían con cualquiera que se abstuviera, lo que en cierta forma sí hacen, ya que el que se abstiene amenaza su posición y echa a perder el juego. Pero cuando están deprimidos y se revela su resentimiento hacia aquéllos que rieron por compañerismo o por burla, el que se abstuvo llega a saber, por fin, que actuó correctamente. Muy posiblemente llegue a ser el único que el paciente permita en su presencia o con quien quiera hablar cuando está retraído, en tanto que todos los viejos «amigos» que se divirtieron con el juego, son tratados, entonces, como enemigos.
De nada sirve decirle a White que realmente no es estúpido, ya que en realidad puede tener una capacidad mental muy limitada, circunstancia de la cual él está bien enterado, y que es la forma como se inició el juego. Puede haber, sin embargo, aspectos especiales en los que él resulta sobresaliente, y uno de éstos es, con frecuencia, su propio conocimiento psicológico. No hace ningún daño demostrar el respeto merecido para este tipo de aptitud, si bien eso es muy diferente a un intento de «tranquilizar». Esto último puede proporcionarle la amarga satisfacción de que otras personas son todavía más estúpidas que él, lo cual es un consuelo muy pequeño. Este modo de «tranquilizar» ciertamente no es el procedimiento terapéutico más inteligente, ya que, por lo regular, constituye un movimiento en un juego de «Sólo trato de ayudarte». La antítesis de «Estúpido» no consiste en sustituirlo con otro juego, sino simplemente en no jugar «Estúpido».
La antítesis de la forma hosca es un problema más complicado, ya que el jugador hosco no busca la provocación de la risa o la burla, sino dar la impresión de invalidez o exasperación que él está bien preparado para manejar de acuerdo con su posición desafiante de «Hazme algo». De esta manera gana en una forma u otra. Si Black no hace nada, se debe a que se siente desvalido, y si hace algo es porque está exasperado. Por consiguiente estas personas se inclinan también a jugar «¿Por qué no? - Sólo que…», del cual pueden derivar las mismas satisfacciones en forma más suave. No hay ninguna solución fácil en este caso y no es probable que se encuentre pronto hasta que la psicodinámica de este juego sea comprendida más claramente.
7. Pierna de palo
Tesis
La forma más dramática de «Pierna de palo», es «Alegar locura». Esto puede traducirse a términos transaccionales como sigue: «¿Qué se puede esperar de alguien tan emocionalmente perturbado como yo; que me abstenga de matar gente?». A esto se supone que el jurado debe responder: «¡Claro que no; no nos atreveríamos a imponer a usted esta restricción!». El «Alegato de locura» como juego legal, es aceptable para la forma de cultura americana, en contraste con el principio universalmente aceptado de que un individuo puede padecer una psicosis tan profunda que ninguna persona razonable esperaría que fuera responsable de sus actos. En el Japón la intoxicación alcohólica, como en Rusia el servicio militar en tiempo de guerra, son factores que se consideran atenuantes de responsabilidad por cualquier tipo de mal comportamiento (de acuerdo con la información que hemos podido recabar).
La tesis de «Pierna de palo» es «¿Qué se puede esperar de un hombre con una pierna de palo?». Expuesto el problema de esa manera, por supuesto que nadie esperaría nada de un hombre con una pierna de palo, excepto que sea él mismo quien dirija su silla de ruedas. Por otra parte, durante la Segunda Guerra Mundial se conoció a un hombre que daba exhibiciones de bailes modernos a pesar de tener una pierna de palo, y lo hacía muy bien, en los hospitales del ejército donde se amputaban piernas. Hemos visto hombres ciegos que son muy buenos abogados y también algunos que se sostienen en elevados puestos políticos, como el hombre que en la actualidad es regente de la ciudad donde vive el autor. También conocemos sordos especialistas en psiquiatría y personas sin manos que usan máquina de escribir.
Mientras una persona que sufre una incapacidad real o imaginaria esté conforme con su posición en la vida, quizá nadie deba interferir. Mas desde el momento en que se presenta para un tratamiento psiquiátrico, nace la cuestión de si está empleando su propia vida en la forma más ventajosa y si puede sobreponerse a esa incapacidad. En este país, el terapeuta tiene que trabajar en oposición a la opinión de una gran parte del público. Hasta los parientes más cercanos del enfermo, que tanto se quejan de las incomodidades que les causaba con su anomalía, se vuelven eventualmente en contra del terapeuta cuando en el paciente se notan los primeros síntomas de progreso. Esto se puede comprender, desde luego, por un analista de juegos, sin embargo, no hace su tarea menos difícil. Toda la gente que estuvo diciendo «Yo sólo trato de ayudarte» se siente amenazada por la interrupción del juego, desde el momento preciso en que el paciente da muestras de quererse valer por sí mismo. Algunas veces recurren a las medidas más extremas para evitar que el paciente se cure.
Los dos lados del problema quedan ilustrados por el paciente tartamudo de la señorita Black, que se expone al mencionar el juego «Indigencia». Este hombre jugaba una forma clásica de «Pierna de palo». No podía encontrar empleo, lo cual atribuía, correctamente, a que era tartamudo, y teniendo en cuenta que la única ocupación interesante para él era la de vendedor. Como un ciudadano libre, tenía pleno derecho a buscar empleo en el campo de acción de su propia elección; no obstante, como tartamudo, la selección de ocupación presentaba algunos problemas respecto a la sinceridad de sus motivos. La reacción que tuvo la agencia cuando la señorita Black quiso desbaratar el juego, resultó muy desfavorable para ella.
«Pierna de palo» es un juego especialmente pernicioso cuando se le trata en clínica, porque puede darse el caso de que el paciente se encuentre con un terapeuta que está jugando el mismo juego con el mismo alegato, de tal suerte que el progreso es imposible. Esto es relativamente sencillo de solucionar en el caso de «Alegato ideológico», que dice: «¿Qué se puede esperar de un hombre que vive en una sociedad como la nuestra?».
Un paciente combinó esto con «Alegato psicosomático», que dice así: «¿Qué se puede esperar de un hombre con síntomas psicosomáticos?». Este paciente pudo encontrar una sucesión de terapeutas que estaban dispuestos a aceptar un alegato pero no el otro, de tal manera que ninguno de ellos lo ayudó a sentirse tranquilo en su posición ordinaria aceptando ambos alegatos, ni ninguno de ellos logró sacarlo de su posición negando ambos. De esta manera él logra comprobar que la psiquiatría no era un auxilio para la gente.
Algunos de los alegatos empleados por los pacientes para disimular el comportamiento sintomático consisten en resfriados, afecciones de la cabeza, tensión, agitación de la vida moderna, la cultura americana, y el sistema económico. Un jugador aficionado a la lectura jamás tiene problemas para localizar autoridades en la materia, que apoyan su punto de vista: «Yo bebo porque soy irlandés»; «Esto no sucedería si yo viviera en Rusia o en Tahití». La verdad es que los pacientes en los hospitales para enfermos mentales de Rusia y de Tahití son muy parecidos a los que se encuentran en las instituciones estatales de los Estados Unidos.[1] Alegatos especiales de «Si no fuera por ellos», o «Me dejaron mal», siempre deben ser valorizados muy cuidadosamente durante el tratamiento clínico y también durante las campañas de investigación social.
Ligeramente más retorcidos son los alegatos que dicen: ¿Qué puede usted esperar de un hombre que: (a) viene de un hogar destrozado, (b) es un neurótico, (c) está siendo analizado, o (d) sufre de un padecimiento llamado alcoholismo? Mejores que éstos son: «Si dejo de hacer esto nunca lo podré analizar y entonces no podré curarme». El opuesto a «Pierna de palo» es «Rickshaw», con la tesis, «Si tuvieran aquí rickshaws, ornitorrincos, o muchachas que hablaran el antiguo egipcio, no me encontraría yo en esta situación».
Antítesis
Anti «Pierna de palo» no es difícil, si el terapeuta está capacitado para distinguir entre su propio Padre y su Adulto y si el objetivo terapéutico es claramente comprendido por ambas partes.
Por el lado Paternal puede ser tanto un buen Padre como un Padre estricto. En su papel de Padre bueno puede aceptar el alegato del paciente, especialmente cuando se acomoda a sus propios puntos de vista, posiblemente basado en la conclusión de que la gente no es responsable de sus actos hasta que han completado el tratamiento terapéutico. Como Padre estricto puede rechazar el alegato «del paciente» y entrar en una competencia de voluntades con el mismo. Ambas actitudes son bien conocidas del jugador de «Pierna de palo» y él sabe cómo obtener un máximo de satisfacción de cada una.
Como Adulto el terapeuta se niega a aceptar ambas posibilidades y cuando el paciente pregunta: «¿Qué espera usted de un neurótico?» (o cualquiera que sea su alegato en ese momento) la respuesta es: «Yo no espero nada. Es cuestión es, ¿qué espera usted de sí mismo?». Lo único que pide el terapeuta es que el paciente dé una contestación formal a esta pregunta y lo único que concede es suficiente tiempo para pensar la respuesta, lo cual puede significar desde seis semanas a seis meses, dependiendo de las relaciones que tengan y de la preparación que con anterioridad haya recibido el paciente.