XVII
Larga vida a Robin Hood
«Mañana volveré a ser
el hombre más buscado del país.»
El golpe (1973)
ME MIRÉ EN EL ESPEJO y lo que vi no me gustó nada. Llevaba varios días sin afeitar y seguía teniendo una ceja algo amoratada pero, sobre todo, veía a un tío cansado de todo, con ganas de que aquello se acabase de una vez… aunque intuía que el final aún estaba lejos.
Me duché y me afeité. Mi aspecto mejoró un poco. Me puse a pensar de nuevo qué implicación podía tener Travis en toda esta historia. Si él fuese el que me la había jugado, ¿para qué me habría facilitado la documentación para poder largarme del país? No, no creía que estuviese implicado.
En ese momento, y pese a que estaba todavía lejos de hacer encajar todas las piezas, comprendí algo: quizá no me querían muerto. Quizá querían algo peor. Querían cargarme con las culpas de algo más gordo. Habían tenido oportunidades para acabar conmigo. William, sin ir más lejos, que por cierto había pasado a ser el quinto nombre de mi lista. Había estado a un palmo de mí en Edimburgo, codo con codo disparando contra aquellos tipos en el callejón. Tuvo varias oportunidades de hecho. ¿Por qué lo había metido en la lista entonces?
Decidí salir de dudas. Lo llamé.
—¿Diga?
—Necesito que me digas algo.
—Yo también me alegro de oírte. Sobre todo después de lo del otro día.
—Déjate de rollos y escucha. Quienquiera que me haya metido en esto, lo ha hecho por algo. Creen que yo tengo algo, sé algo o puedo hacer algo. Quiero saber qué es ese algo.
—¿Y cómo esperas que yo lo sepa?
Tenía su lógica. No aflojé. De ahora en adelante no pensaba nunca mostrar el más mínimo signo de debilidad. Tenía que dar a entender que todo estaba bajo control.
—Tienes que saber algo más.
—¿Yo por qué?
—Joder, porque en cuanto salimos del The Conan Doyle nos siguieron aquellos tipos, ergo…
—¿Ergo qué?
—O bien tú les avisaste…
—En cuyo caso no te lo diría.
—Cierto. O bien todo esto forma parte de un plan más grande, concebido para darme por culo utilizando todos los medios a su alcance.
—¿Y yo dónde encajo?
—Si lo supiese, no te lo preguntaría.
Vamos, necesitaba algo. Cualquier cosa que me pusiera sobre una pista.
—¿Me pides que adivine quién anda detrás de ti?
—Algo así.
William se mantuvo en silencio unos segundos. Me lo imaginé con su pelo pincho y sus ojos huidizos, dándole vueltas a mi pregunta.
—El Ruso.
No sé si fue más afirmación que pregunta, pero en cualquier caso una respuesta tan obvia como poco útil.
—Aparte de él.
—No, no, párate a pensarlo. Aparentemente él ha sido el que te ha metido en todo este lío pero te quiere vivo para que le devuelvas su dinero, ¿no?
—Dinero que yo no tengo.
—Pero él puede no saberlo.
—Yo creo que lo sabe pero le da igual.
—¿Y por qué no va a por tu jefe en vez de a por ti?
—Igual también está detrás de él —conjeturé sin mucha convicción.
—Quizá… pero no lo sabes. ¿Y si se han aliado para hacer que tú consigas ese dinero que, presuntamente, se ha llevado tu jefe?
Sabía de sobra a lo que se refería William.
—No es descabellado —concedí.
—¿Y bien?
—No sé, tendré que consultarlo con la almohada.
—Ándate con ojo.
Me estaba empezando a tocar mucho las narices que todos me dijesen aquello. Hice un esfuerzo y suavicé mi respuesta.
—Siempre lo hago.
Colgué y me quedé pensando en la idea sugerida por William. No parecía nada descabellada. Además, no sería la primera vez que lo hacía. Organizar un robo a lo grande. ¿Y por qué no?