CAPÍTULO TRECE

El speeder se acercó gritando saliendo de la oscuridad y de la noche, deteniéndose justo junto a la escotilla.

El contrabandista mantuvo su bláster pesado en su mano derecha y apuntó al conductor. Casi demasiado tarde, Kitster reconoció lo que estaba ocurriendo. Saltó desde la escotilla y golpeó al bláster justo mientras su padre disparaba.

Los disparos pasaron de largo, haciendo agujeros en el suelo.

Desde el speeder oscurecido, la voz animada de Dorn gritaba.

—¡Ey, alto el fuego!

Saltó fuera del speeder, alcanzó el asiento trasero y sacó al niño ghostling. El pequeño chico, de no más de tres años, miró alrededor con los ojos bien abiertos. Había recobrado la consciencia.

—Lo siento llego tarde —dijo Dorn—, pero tenía que perder a esos cazadores de esclavos.

—¡Dorn! —gritó Anakin de alegría. Él y Jira corrieron hacia Dorn, le abrazaron, y le llevaron a la nave del contrabandista.

Rakir Banai les detuvo cuando estaban a punto de entrar.

—No tengo sitio para todos vosotros —dijo él—. Estoy sobrecargado ya.

—¿Es cuestión de dinero? —Preguntó Jira—. Tenemos un poco más.

—No es cuestión de dinero —dijo el padre de Kitster—. Los sistemas de soporte vital simplemente no pueden soportarlo. Alguien tiene que quedarse atrás.

La mirada de pánico en la cara de Dorn era aterradora. Todo el mundo en Mos Espa sabía que había ayudado a liberar a los niños ghostling. No duraría ni una semana.

El niño en sus brazos empezó a llorar, temiendo que se quedaría atrás. Aturdido, Dorn bajó al chico en la rampa de abordaje, y le dejó correr dentro.

Kitster sabía lo que tenía que hacer.

Tenía que dejar que Dorn ocupara su lugar.

Nadie había reconocido a Kitster cuando había sido atrapado. Las probabilidades eran buenas de que nadie le estuviera buscando.

—Ve —dijo Kitster a Dorn—. Toma mi asiento.

—Gracias —dijo Dorn. Abrazó a Kitster agradecido y corrió hacia la nave.

Kitster alzó la mirada al hombre que pensaba que era su padre. Rakir Banai bajó la mirada hacia él, puso una mano en su hombro.

—Eres un chico valiente. Vas a llegar lejos.

Durante sólo un segundo, Kitster estuvo tentado de revelar el único secreto que había guardado toda su vida. Estaba tentado de preguntar, “Mi nombre es Kitster… ¿sabes quién soy?”

Pero sabía que si decía aquellas palabras, su padre no dejaría Tatooine sin él. Si decía esas palabras su padre dejaría a Dorn o Pala o a uno de los niños ghostling aquí en su lugar.

—Gracias, señor —dijo Kitster a su padre—. Espero verle de nuevo algún día.

Caminó por la rampa, de vuelta hacia Anakin y Tatooine y a una vida de esclavismo e incertidumbre. Mantuvo su secreto en su corazón.

Para Kitster, no era algo difícil. Había vivido así demasiado tiempo.