CAPÍTULO CUATRO

Anakin no iba simplemente a hablar de tener esperanzas. Iba a actuar al respecto.

La primera cosa que tenía que hacer era averiguar cómo salvar a sus amigos. Pensó en dónde serían llevados Kitster y los otros: la Arena de Mos Espa.

La arena era donde hacían las carreras de vainas, pero a veces los Hutts patrocinaban luchas allí, también. Ya que las luchas eran entre algunas criaturas terroríficas en la galaxia, la arena tenía algunas celdas de retención construidas donde las bestias podrían ser encerradas hasta que lucharan.

Ahí es donde mantendrían a los amigos de Anakin y a los niños ghostling, en alguna celda construida para monstruos. El problema era, que aquellas celdas estaban diseñadas para seres enormes y crueles… no para niños.

Anakin consideró cómo sacar a sus amigos. No podía esperar desarmar a los guardias. Ni podía ser más fuerte ni engañarles.

No, la mejor forma de sacar a sus amigos sería a escondidas. Pero no sería fácil.

Podía pensar en sólo una entrada que pudiera llevar a las celdas de contención: los drenajes de arena.

Había algunas tuberías de drenaje bastante grandes que corrían por debajo de la ciudad, atrapando la arena extra de los edificios. Con suerte, las tuberías serían lo bastante grandes como para reptar a través.

Corrió a casa, y fue a su habitación. Era medio día, y Watto estaría esperando a que volviera de sus encargos.

Anakin sabía que tendría que pararse. Si conseguía liberar a sus amigos, podría contar a Watto que los encargos le habían llevado mucho más tiempo del que realmente lo habían hecho. El toydariano se enfadaría, y haría a Anakin trabajar horas extras durante días, sólo para enseñarle una lección. Pero por los amigos de Anakin merecía la pena el riesgo.

Anakin comprobó las cosas de su habitación. Había montones de chatarra vieja en sus cubículos: modelos de naves espaciales, partes de droides viejos. Alguna de la chatarra valía algo. Pero nada de ello, excepto quizás su bláster de iones jawa, le ayudaría a liberar a sus amigos.

Anakin metió las cosas valiosas en una gran bolsa, y entonces la llevó hacia el mercado. Rápidamente vendió sus cosas a un comerciante. Entonces compró lo que necesitaba: bastones de luz, máscaras de arena, y un rayotaladro de mano. Cuando terminó, no le quedaba nada de dinero.

Para entonces, más de una hora había pasado. No había señales de Gardulla la Hutt y los niños.

Eso hizo más fácil para Anakin el colarse en las celdas de contención. Simplemente caminó hacia la arena desprotegida. Allí encontró una enorme tubería que sacaba la arena cuando los droides de limpieza barrían el suelo. Anakin desabrochó la rejilla sobre el drenaje y empezó a explorar las tuberías bajo la arena.