CAPÍTULO II
UN CURSO MUY COMPLETO SOBRE OVNIS

E

mpezamos las clases por la mañana cinco alumnos, de los cuales yo tenía la graduación inferior con mi empleo de teniente. Por motivos de seguridad teníamos asignado un número en clave y, como era lógico, nadie sabía nada de la historia de los demás

compañeros.

El primer tema objeto de estudio se iba a referir a acontecimientos históricos que podían ser atribuidos a civilizaciones extraterrestres; también se analizó el mismo tema desde el punto de vista oficial que, generalmente, es el válido. Nuestro director técnico empezó la clase diciéndonos que el capítulo que íbamos a estudiar no le merecía a él ningún respeto por considerarlo totalmente absurdo y falto de pruebas. Es normal que los monumentos antiguos no pueden hablar, y mientras no se demuestre lo contrario las tesis arqueológicas son las más lógicas; si ahora los extraterrestres no se dignan con nadie, porque vamos a pensar que se comportaron de una manera diferente en la antigüedad. Si los analistas de los servicios de información militar consideran que estas naves tienen por objeto estudiarnos y estudiar sobre todo nuestra evolución, tanto técnica como intelectual, no hay que suponer que, con una raza técnicamente inferior, quisieran hacer otra cosa.

Pero como a todos los que se dedican al estudio de los ovnis en privado, les interesa también estudiar este tema, nosotros nos vemos en la obligación de estudiarlo también, pues como es lógico que si, en el futuro, queremos entrar en una organización privada de estudio de ovnis, tenemos que estar a la altura de conocimientos que ellos poseen.

Después de negar toda seriedad científica al asunto y de observar que el tema no tenía ningún interés militar, comenzó el curso de especialización de ovnis que se estaba dando en Fort Monmounth.

Se siguió hablando de lo clásico en estos casos: las Pirámides. Primero se dieron las versiones arqueológicas oficiales, en las que se decía que los faraones tenían gran cantidad de esclavos que hacían el trabajo, refiriéndose también a los procedimientos que la arqueología oficial explica sobre la construcción de estos monumentos. Hay que afirmar que el 90 por ciento de todo lo que se han publicado sobre las Pirámides son grandes estupideces, sin ningún fundamento. En ese apartado podríamos incluir el caso de las pulgadas piramidales, según el cual midiendo las paredes, piedras o demás detalles de las pirámides, se puede conocer la historia de la humanidad. A esta teoría responden con una sonrisa burlona los servicios de información militar. Se debe subrayar que hay más de 2.500 piedras blancas, bloques que pesan más de diez toneladas y que, en conjunto, las Pirámides pesan aproximadamente 6.500 toneladas.

Hay que hacer hincapié en que, si bien la arqueología oficial tiene una explicación al asunto, nosotros tenemos que darle otra, por las razones que se señalaron en la primera conferencia. También se estudió el detalle curioso de que, en Checoslovaquia, se ha patentado una pirámide como la de Cheops, así como también el estudio técnico que, sobre las pirámides, hicieron los analistas soviéticos antes del 67, pues, en Egipto, antes de la guerra de Israel había multitud de consejeros soviéticos; y como los soviéticos están tan interesados como los norteamericanos, hicieron pruebas de mediciones de radiación procedentes del espacio y descubrieron que, en la pirámide, ocurrían hechos bastante curiosos que, sin duda, pueden tener una explicación científica.

Estos soviéticos lo que pretendían era experimentar algún tipo de arma en el terreno bacteriológico, ya que hay gérmenes letales que se desarrollan más ampliamente en sitios cuyas radiaciones son distintas a las de los laboratorios. Los servicios de información egipcios, que no son muy rudimentarios, intentaron, por todos los medios, enterarse de algo, pero los rusos son maestros en su género y se les rieron cuanto quisieron.

Paralelamente, los servicios secretos de Israel, cuya fama se extiende por los demás servicios secretos mundiales, lograron infiltrar a un agente suyo y, a través de él, lograron enterarse los norteamericanos hasta de los menores detalles.

Proseguimos estudiando luego todas las características que tiene la Gran Pirámide, sobre todo en orden a medidas métricas, ya que no es un secreto para nadie que, por casualidad o por conocimientos adquiridos, los egipcios desarrollaron en la pirámide operaciones matemáticas muy importantes para la época. Mucha gente y muchos autores achacan estos detalles a civilizaciones extraterrestres.

Debo recalcar que los servicios de información no son partidarios de formular teorías y que, únicamente, se conforman con detalles comprobables al cien por cien.

El templo de Abu Simbel

C

uando se construyó la Presa de Assuán, la UNESCO hizo que varios Estados ayudaran a trasladar el templo de Abu Simbel. Y estos tardaron más de tres años en hacerlo, con los avanzados procedimientos técnicos que existen en la actualidad. Esto planteó la

pregunta de cómo pudieron los egipcios construir esos monumentos, contando sólo con la rudimentaria técnica de que disponían.

Otro tema es el de los obeliscos, alguno de los cuales pesa más de tres toneladas, que aún hoy en día plantean problemas de traslado muy importantes. Otro tanto se podría decir de los colosos de Menou, la esfinge de Gizeh y otros monumentos. Con éstos se relacionaron las pirámides incas, que presentan problemas similares. Un hombre suficientemente instruido puede fundar una organización de fanáticos, achacando estos monumentos a dioses extraños.

Otra zona donde hay igualmente problemas de interpretación es el Líbano, concretamente en las terrazas de Baalbeck, que consisten en una plataforma encima de la que los romanos construyeron un templo, pero el origen de esas terrazas es un enigma para la arqueología moderna. Esa terraza está formada por bloques que tienen una altura de siete metros, con veinte metros de lado y un peso de casi mil toneladas cada una.

No hay indicio de qué tipo de cultura ha podido fabricar esta obra tan gigantesca, pero lo que está claro es que estas piedras enormes tuvieron que trasladarlas desde unas canteras que estaban lejos del lugar. Aquí se plantea un problema bastante complicado, al que se han dado varias explicaciones. Pero lo que causa asombro es la abundancia en ese lugar de tectitas, que son rocas vitrificadas, en las que se encuentra una gran proporción de isótopos radiactivos de berilio y aluminio. Estas piedras son muy difíciles de hallar y plantean los mismos problemas que los monumentos ya citados.

Civilizaciones preincaicas

D

espués estudiamos las llanuras de Nazca, en Sudamérica, en las que muchos han creído ver pistas de aterrizaje de supuestas naves extraterrestres. A esto no se hace ningún caso en las fuerzas aéreas, pues es ilógico pensar en que naves interplanetarias puedan

necesitar pistas de aterrizaje y más de la forma en que éstas están dispuestas. Pero nosotros estábamos allí para aprender todo lo posible sobre ovnis y no para desprestigiar a ninguna teoría o autor.
Luego nos detuvimos en la ciudad de Machu Pichu, los calendarios de Tiuahuanaco, entre cuyas características sobresale la de que coincide con la traslocación de Venus; los conocimientos astronómicos que poseían los Incas, entre los que destacaba un cálculo muy aproximado del año solar. También nos hablaron de infinidad de detalles técnicos de las pirámides, de los muchos templos preincaicos que se encuentran en Sudamérica y de la isla de pascua, con sus casi seiscientas estatuas, cuyo origen es desconocido y no está muy clara la finalidad que tenían esos monumentos, incluso para la arqueología moderna. Siguió después el estudio de todos los detalles de las pinturas rupestres que se encuentran en muchas partes del mundo, en las que se ven difuminados astronautas y estrellas tripuladas, lo que dio origen a muchas interpretaciones y a leyendas antiguas de los indios norteamericanos, de los incas y hasta de los pueblos esquimales.

Nos instruimos sobre muchas citas bíblicas, en las que los autores descubren o creen descubrir detalles extraños y sobre las leyendas de la Atlántida, así como sobre otros continentes que se creen perdidos.

Entre nuestros estudios entraron las teorías sobre mundos que existen dentro del centro de la tierra, las ciudades secretas del Tíbet, las teorías de la Alemania nazi sobre la concavidad de la tierra, los agujeros de los polos, las pirámides invertidas que apuntan al centro de la tierra y demás teorías similares que, para los analistas de las fuerzas aéreas y de los servicios de información militar, no merecen ningún tipo de estudio, pero era imprescindible saberlo en nuestra etapa de formación.

Más tarde, estudiamos, con gran profusión, los libros sagrados de los Incas, muchos volúmenes tibetanos e hindúes, todos los cuales aluden a supuestos objetos voladores. En un documento de Egipto se hace referencia a una visión que tuvieron los escribas de un carro volador que se situó encima de la casa del faraón. En la biblioteca del Vaticano se guardan muchos informes históricos acerca de hechos similares, especialmente los que se refieren a civilizaciones preincaicas; cuando los españoles fueron a colonizar América, llevaron al Vaticano, por medio de la Inquisición, muchos libros sagrados en los que se habla de estos temas. Un libro que facilita mucha información sobre encuentros de ovnis en la antigüedad es el libro de Dzyan.

Nos fuimos formando en el aprendizaje arqueológico sobre los restos que se encuentran en algunos museos, y en los que aparecen desde calaveras con agujeros de bala a rudimentarios aparatos técnicos.

El mapa de Piri Reis

O

tro de los temas importantes que fue objeto de nuestra atención fueron los mapas de Piri Reis, almirante turco de comienzos del siglo XVII, que adquirió un mapa usado de Cristóbal Colón, en 1492, en su viaje a América. En 1513 este almirante tenía un

planisferio o mapamundi, basado en el mapa de Colón y en otros griegos que se remontaban a los tiempos de Alejandro Magno. Es evidente que el mapa de Colón no era conocido de forma general y el del almirante fue olvidado. En 1933 un militar turco quedó asombrado por ciertos aspectos del mapamundi de Piri Reis y envió una copia, junto con otra del mapa de Colón, a la oficina de hidrografía de la armada de los Estados Unidos para conocer la opinión de un experto. El ingeniero jefe de esa oficina hizo que examinaran esos documentos un experto llamado Mayery, una auténtica autoridad en cartas de navegación, que ya había trabajado anteriormente en el mismo departamento. Este hombre se dio cuenta enseguida de la importancia de ese descubrimiento y recomendó un examen textual. Después de este estudio y de realizar algunas pruebas técnicas en el mapa, se llegaron a las siguientes conclusiones: Cuando colón inició el viaje a América tenía un mapa en el que se indicaban muchos detalles de la costa sudamericana e incluso de la Antártida; analizando el mapa se calculó que su origen se remontaría a unos cinco mil años de antigüedad y, posiblemente, podían ser más; para realizar este tipo de mapa, tan exacto, hubiera sido necesaria una observación aérea y el empleo de especialistas en cartografía; muchas de las cosas señaladas en el mapa llevaban siglos enterradas bajo el hielo.

Para la verificación de estos datos, la armada buscó la ayuda de un especialista en sondas sísmicas, que fue el director del observatorio de Weston, en el Boston College. Después de muchos estudios a través del hielo se descubrió que las costas eran más o menos idénticas, ya que cuentan los efectos de la erosión, comparándolos en el mapa turco. Esto probaba, cuando menos, que el mapa tenía una antigüedad de más de veinte siglos, que es, precisamente, cuando la tierra no estaba cubierta de hielo. Posteriormente, al comparar este mapa con fotografías tomadas por los satélites de la NASA, se observó en ambos mapas el efecto distorsionado debido a la curvatura de la tierra, que afectaba a la áreas más separadas del centro. Sólo cabe una explicación: ese mapa, en el que se basaba Piri Reis, se había copiado de fotografías tomadas desde una altura semejante a la de un satélite y también pudo ocurrir que la observación se hiciera desde una astronave o desde un vehículo espacial controlado por una civilización terrestre que, luego, se desvaneció sin dejar rastro.

Al caso de las civilizaciones terrestres que desaparecieron sin dejar rastro no le prestan atención los analistas militares, ya que una civilización que lanzara cientos de satélites, tiene que tener un desarrollo industrial enorme, más o menos el que tenemos hoy en día, y no podría desaparecer sin dejar huella.

Túneles misteriosos

O

tro objeto de estudio fue el gran número de túneles que hay por muchos lugares del planeta, entre los que destacan los de Turquía y de la Unión soviética, concretamente en Siberia. Fueron descubiertos por los soviéticos en una zona en la que se disponían a

realizar pruebas atómicas subterráneas. Su desconcierto fue grande al encontrar buen número de galerías que se bifurcaban por grandes partes del territorio soviético. El túnel, que tenía una abertura de diez metros de alto por quince de ancho, presentaba el aspecto de estar vitrificado, con lo que no necesitaba ningún tipo de apuntalamiento.

Los analistas soviéticos, al intentar averiguar su origen, tuvieron que desistir y se limitaron a hacer unas investigaciones militares secretas acerca del túnel, entre las que se contaban análisis electromagnéticos, radiactivos, etc. Una vez que hubieron recogido toda la información, efectuaron las pruebas atómicas, con lo que destruyeron a bombazos una de las mayores pruebas de posible existencia de seres inteligentes en la antigüedad, que, tal vez, hubieran venido de otros mundos.

También en Ecuador y en Alaska hay túneles secretos. Los norteamericanos, al intentar fabricar silos, para sus proyectiles balísticos intercontinentales, en Alaska, descubrieron un túnel de unos cien metros de largo, con características similares al anterior de la Unión soviética. Los norteamericanos, que tienen un gran sentido práctico, comprobaron la resistencia y seguridad del túnel, y al obtener resultados positivos lo utilizaron para el almacenamiento de misiles intercontinentales.

Pero, sin duda, el túnel más famosos que, por la intervención de los servicios secretos occidentales, no ha llegado a la luz pública, más que a través de un ligero rumor, es el que existe debajo del territorio nacional de Noruega y Suecia y que une el mar Báltico con el océano Atlántico. Fue descubierto a finales del año 60 por especialistas de la NATO, en el curso de unas pruebas militares que se realizaron en las costas de Noruega, nación que pertenece a la Alianza Atlántica. El túnel es lo suficientemente grande como para permitir el paso de submarinos nucleares de un mar a otro. Esto tenía grandes ventajas en el caso de un conflicto armado norteamericano soviético, que hacía de este túnel un lugar muy estratégico en el aparato defensivo europeo. Los análisis efectuados por los norteamericanos no lograron averiguar nada sobre su origen pero se demostró el interés práctico que presenta este tipo de túneles.

En mi opinión, existen en el mundo otros túneles de parecidas características, pero en cuanto los descubren los militares los utilizan para sus fines, y si el descubrimiento lo hace un ciudadano cualquiera son destruidos para que no se entere el hombre de la calle.

Misteriosas desapariciones

E

ste es otro de los temas que estudiamos en el curso: la gran cantidad de numerosas desapariciones que se han producido a lo largo de la historia.

Destaca una que ocurrió el 25 de octubre de 1593. Apareció en la plaza Mayor de Méjico un soldado español que estaba cumpliendo el servicio militar en Filipinas, concretamente en las murallas de Manila. Estos dos países están separados por el océano Pacífico por una distancia de unos diez mil kilómetros. ¿ Cómo pudo llegar a Méjico este soldado ? Ni el mismo lo sabía. Sólo supo que, de pronto, se encontró en Méjico, en vez de estar en Manila, llevando las enseñas del regimiento en el que prestaba servicio en aquella ciudad filipina. Sin embargo, conocía algo que en Méjico ignoraban todavía: que su Excelencia don Gómez Pérez Das Marinas, gobernador de Filipinas, había muerto. Esto que parecía un rumor sin fundamento se extendió en la capital mejicana como un reguero de pólvora. La guarnición española quedó muy confundida por la forma cómo había llegado este soldado, desde un lugar tan lejano, sin haberse ensuciado el uniforme. El soldado fue detenido, acusado de desertor de la guarnición de Manila e ingresado en prisión, con lo que, en principio, parecía que el caso se daba por terminado.

Habían pasado unas semanas cuando llegó de Manila un barco con destino a Acapulco, que trajo la noticia de la muerte del gobernador de Filipinas; desde Acapulco, unos mensajeros llevaron la fatal noticia al gobernador de Méjico. En efecto, el gobernador de Filipinas había muerto a manos de una cuadrilla de piratas chinos, amotinados en Punta de Azufre, cuando se disponía a emprender una expedición militar a las islas Molucas. Y lo más curioso de todo este asunto es que fue asesinado el mismo día que el soldado desapareció de la guarnición de Manila para aparecer después en la Plaza Mayor de la ciudad de Méjico.

El santo tribunal de la Inquisición, atento siempre ante todo signo de brujería o ante todo lo que recordase a Satanás, tomó el caso por su cuenta. A pesar de que el soldado fue torturado, no pudo explicar como apareció en Méjico; todo lo que recordaba era que sucedió en cuestión de segundos. La Inquisición ordenó que este hombre fuera llevado a Manila para investigar el caso más a fondo y, en efecto, se comprobó que el soldado estaba de guardia la noche del 24 de octubre de 1593, de la misma forma que era cierto que había sido detenido en la plaza Mayor de Méjico, a más de diez mil kilómetros de distancia, veinticuatro horas después.

Existen documentos que dan cuenta de este episodio y atestiguan que no se trata de una invención. En este tipo de sucesos muchos han creído ver la mano de los extraterrestres, aunque la explicación no fuera aceptada por los tribunales de la Inquisición, que disponían de lo que se puede considerar un servicio secreto, que, en aquel tiempo, se conocía con el nombre de los "familiares". Este tipo de asuntos los realizaba la Inquisición cuando quería involucrar personalmente a alguien muy importante o para dar apariencia de algún tipo de milagro. Documentación al respecto se encontró escondida bajo las murallas del Vaticano, donde hay multitud de casos similares. En la Edad media, el poder de la Inquisición era impresionante y tenía necesidad de disponer de una policía con las mismas funciones que hoy tiene la CIA. Otro caso de desaparición masiva se registró en la I Guerra Mundial, con un batallón de Turquía. El 28 de agosto de 1915, en los últimos días de lucha en la zona militar Hill-60, en aquella compañía, integrada por soldados australianos, se produjo un hecho extraordinario. El día era bueno y el cielo estaba despejado, a excepción de unas pocas nubes, en forma de hogaza de pan, todas de igual tamaño, que planeaban por encima de la zona militar. Las nubes permanecían inmóviles, aunque soplaba una ligera brisa. Entonces, el regimiento británico First Fourth Norfolk, compuesto por varios centenares de hombres, marchaba por una carretera y se dirigía a esa zona militar. Una de las nubes que se hallaba suspendida sobre el camino, fue atravesada por el regimiento. Lo que ocurrió después fue algo misterioso y de ello se tiene constancia a través de miembros del servicio de inteligencia británico destinados en aquel batallón: después de penetrar el regimiento en la nube, ya no volvió a salir de ella para desplegarse y combatir, sino que la nube misteriosa, antes inmóvil, siguió su marcha y del regimiento nunca más se supo, a excepción de dos agentes que estaban en vanguardia, como operadores, para preparar el ataque.

En 1918, al final de la I Guerra Mundial, cuando se rindió Turquía, el gobierno pidió a ese país la devolución del citado regimiento, pues en Gran Bretaña se pensaba que había sido detenido durante la contienda. La respuesta de Turquía fue muy explícita: ni lo habían detenido, ni siquiera conocían que existiera ese grupo armado.

En aquellos tiempos, un regimiento británico se componía de un número de soldados que oscilaba entre los 800 y los 4.000 hombres. ¿Dónde fueron esos hombre? Eso es algo que todavía está sin explicar y éste es uno de los pocos casos que el servicio secreto de información militar aún estudia con interés.

El testimonio de la Astronomía

S

eguidamente estuvimos analizando hechos históricos que revelan lo que llevan viendo en Astronomía como casos curiosos y extraños. Aunque la Astronomía empezó a desarrollarse en la segunda mitad del siglo XX, desde que se inventó el telescopio y se

pudo usar sin peligro para la vid, muchos sabios han estado vigilando la luna y las estrellas. Los analistas de los servicios de información disponen de amplísimos expedientes acerca de todo lo que se ha registrado de extraño en la Luna. En el siglo XVIII, una docena de informes decían que se apreciaban puntos brillantes en la Luna, y, en algunos casos, esos puntos brillantes se trasladaban sobre su superficie. En el siglo XVIII los medios técnicos eran mucho más precarios que ahora, pero es evidente que esos puntos eran algún objeto que debería ser investigado.

Se tienen informes de astrónomos de ese siglo que aseguran haber visto que, de la zona oscura de la Luna, salen luces móviles, con aparente control inteligente, que realizaban todo tipo de maniobras y volvían a su lugar de origen.

En el siglo XIX se detectó una avalancha de información y ello ha hecho que muchos de los astrónomos actuales estén investigando sus causas. Una visión que originó muchos estudios se produjo en el cráter Exodus, en el que se distinguía una luz luminosa y haces de puntos. En el curso de otras investigaciones se vieron también luces sobre la zona de Proclo y Bessel y en el observatorio de Dordogne, donde un astrónomo francés contempló luces cerca de la Luna, que cambiaban constantemente de color con gran rapidez.

La información sobre el tema aumentó todavía más en el siglo XX. Desde principios de este siglo fueron observadas grandes cantidades de manchas negras y de objetos redondos en el espacio, así como un objeto de unos 25 kilómetros de longitud por 250 metros de ancho. Todo esto, unido a las observaciones realizadas por los vuelos tripulados y sin tripulación efectuados por las dos superpotencias, capítulo del que nos ocuparemos más adelante, hizo suponer a los analistas que en la Luna había una posible base de ovnis.

En el siglo XIX se vieron alrededor del planeta Venus dos masas gigantescas que se acercaron al Sol y maniobraron en su contorno. Estos informes se confirman con otros obtenidos en el siglo anterior, en los que se aprecia un satélite de Venus, cuando Venus no tiene ningún satélite. Existen muchos informes sobre cuerpos negros que cruzan el Sol.

Observaciones sobre Marte

E

n Marte, además de la polémica de los canales que se suscitó a primeros de siglo, también han sido observadas por muchos astrónomos luces misteriosas que se mueven por la superficie marciana. Pero el hecho más misteriosos acaecido en Marte y observado, hay

que situarlo en el 9 de diciembre de 1949, cuando el astrónomo japonés Tsuneo Saheki contempló, en el observatorio de Osaka, una explosión sobre la zona marciana de Tithonius Lactus. En esa explosión, que se podía considerar atómica, se formó una nube de gran luminosidad a una altura de unos cien metros. Este astrónomo había ganado una gran reputación, pues perteneció a la Academia Japonesa de ciencias y era un conocido especialista en temas astrológicos desde el año 1933. Lo que sucedió entonces sobre la superficie marciana nadie lo sabe.

Otro hecho relativo a Marte, que causó grandes polémicas y del que trataremos más adelante, fue el referente a su satélite Fobos.

Para los analistas de los servicios de información militar esta observación no tiene mucha importancia, de cara a unos análisis serios, por una razón elemental: es imposible que estas observaciones tengan explicación lógica, pues también actualmente se contemplan, sobre la Luna, luces misteriosas, pero que tienen su origen en determinados choques de meteoritos o fenómenos especiales que aún no llegamos a comprender, de la misma forma que se suscitó la polémica sobre los canales marcianos y que hoy, con las fotografías de los satélites lanzados sobre Marte, tanto soviéticos como norteamericanos, han demostrado que no hay canales, sino más bien cráteres y algunos de ellos están comunicados entre sí.

Un caso muy extraño fue el que ocurrió en la Tierra, a las siete de la mañana del 30 de junio de 1908, en las llanuras de Siberia. Se oyó una explosión descomunal, sin que existiera aún la bomba atómica. La explosión produjo una columna de fuego de más de ochenta kilómetros de altura, y se distinguía una zona de bosque de más de cuarenta kilómetros de radio, apreciándose nubes doradas durante varios días, tanto en Rusia como en Europa y en África del Norte. ¿Qué sucedió entonces? La ciencia moderna segura que fue un meteorito, aunque no ha quedado ningún resto que pueda probar esta teoría. Por otra parte, investigadores privados de ovnis aseguran que fue a autodestrucción de un artefacto, pero tampoco se dispone de ninguna prueba. Y el caso es que, cuando se trata de choques de meteoritos, siempre queda algún resto. El mayor meteorito que se conoce está cerca de la localidad de Grootfontein, en el sureste de África. Este lugar se ha hecho célebre, porque cayó en él un meteorito de setenta toneladas de peso, que produjo una explosión espantosa. Pero de este meteorito quedan restos, incluso en el mismo lugar del impacto.

En otras épocas se conoció una mayor acometida de meteoritos, como, por ejemplo, el cráter de Chubb en Canadá, que tiene once kilómetros de círculo y cuatrocientos metros de profundidad. Y el meteorito de Coon Butte, en Arizona, que tiene un kilómetro y cuarto de largo por ciento cincuenta metros de profundidad. De estos meteoritos tan grandes se lograron recuperar fragmentos que permitieron probar que se trataba de un meteorito, pero en el caso de Siberia no ocurrió lo mismo. La duda se plantea todavía hoy con toda su vigencia. ¿Qué pasó en Siberia? En el año 1960, la Academia de ciencias de Moscú realizó una investigación en esa zona y se detectaron allí niveles de radiación por encima de lo normal, concretamente tres veces mayor. Los periódicos hablan de que en Chile se registró, por aquella época, algo similar, y la duda que se plantea es si fue algo que atravesó la tierra o se trató de dos hechos totalmente independientes uno de otro.