CAPÍTULO I
MI INGRESO EN LA C.I.A.
rovengo de una familia de ciudadanos norteamericanos. Mi padre era capitán en la Base Aérea de utilización conjunta hispanonorteamericana de Torrejon de Ardoz, que es una de las más importantes dentro del sistema defensivo de la Alianza Atlántica. Yo era
estudiante de ingeniería electrónica en Madrid cuando me llegó la noticia de que, si quería, como mi padre, aspirar a un puesto en las fuerzas aéreas, tendría que ingresar en el ejercito.Con ayuda de mi padre inicié, como voluntario, en esa base un curso de radares y detección de misiles. Los servicios de seguridad de la fuerza aérea descubrieron, entonces, en mis tiempos de estudiante, actividades extrañas que no les gustaron. El caso al que me refiero sucedió en el segundo año de carrera: por buscar la amistad de una joven bastante progresista participé en una huelga en la Facultad. Los servicios de seguridad no entendieron el motivo que me había impulsado y buscaron oscuros razonamientos.
Al comenzar el nuevo curso todo fue normal, pero en el verano de ese año - el de 1966 - me encontré con un antiguo compañero de facultad, que era funcionario de la oficina del agregado militar de la embajada norteamericana en Madrid. Me preguntó por los ambientes progresistas que frecuentaba, y yo sabía con que intención lo hacía, porque tenía noticia de que pertenecía a la C.I.A. como se puede suponer, yo era un estudiante carente de dinero y, además, pensé si ayudaba a este ex-compañero, él también podría hacerlo en el futuro si lo necesitaba. Estaba interesado sobre todo en saber las relaciones que tenían los estudiantes norteamericanos en España con los representantes de la oposición clandestina de izquierdas.
Llevé a cabo con éxito algunas misiones de escasa importancia, pero que le confirmaron que yo le podía ser de utilidad; por ello, me aconsejó que pidiera oficialmente el ingreso en la C.I.A. en la embajada tuve que superar unos test, exámenes grafológicos, me interrogaron con un detector de mentiras, me aplicaron pentotal sódico y me hicieron numerosas preguntas sobre mis opiniones, el comunismo, la política exterior norteamericana, la oposición de izquierdas en Europa y sobre otros temas. Yo comprendo que se hagan este tipo de preguntas que les sirva para conocer si el aspirante tiene intenciones hostiles hacia Norteamérica y lo que esta nación representa en el mundo en estos momentos.
Esto sólo fue la primera parte del
interrogatorio, que se continuó después, durante quince días, en el
despacho 27 del tercer piso de la embajada, que era del Delegado de
Agricultura de la AID (Agencia Internacional para el Desarrollo).
Allí, un funcionario se interesó hasta por los detalles más
insignificantes de lo que había sido mi vida hasta ese día,
utilizando varios test, interrogatorios bajo hipnosis y numerosas
preguntas sobre los temas más variados. Al cabo de los quince días
de pruebas, que resultaron satisfactorias, me dieron un pase para
los vuelos militares que van de Madrid a Nueva York. En estos
vuelos, que son gratuitos, sólo puede viajar el personal militar
que está destinado en la bases americanas en España, y la única
condición para hacerlo es que haya plazas libres. Embarqué
utilizando una tarjeta de identidad americana, controlada
magnéticamente, que, posteriormente, tuve que entregar al llegar a
Nueva York a unos agentes del CIC (Counter Intelligence Corps),
organismo de contraespionaje militar de los Estados Unidos. El
hecho de llevar una tarjeta controlada magnéticamente se debe a
razones de seguridad, ya que ningún servicio secreto del mundo,
puede cometer la torpeza de dar el nombre de un agente que va a
realizar cursos de adiestramiento. Además, con la clave magnética
se puede determinar el grado y cargo que ocupa la persona que lleva
ese distintivo. De acuerdo con esas corrientes magnéticas los
agentes del contraespionaje pueden determinar si una persona es
sospechosa de trabajar para el enemigo, de acuerdo con los códigos
magnéticos ya elaborados previamente.
A la salida del aeropuerto militar fui recogido por unos agentes de
seguridad de la C.I.A. que me llevaron a la central de esa
organización en Langley. Esto obedece a dos motivos: primero por la
propia seguridad del agente, y segundo para vigilarlo mejor, pues
ellos no se pueden fiar de un aspirante a agente que, posiblemente,
sólo quisiera ganarse un sobresueldo. Para ello, el aspirante a
agente sólo tendría que acercarse en la O.N.U. a la delegación de
la Unión Soviética y de seguro que los rusos le contratarían.
Por la carretera que conduce a la capital federal de los Estados Unidos llegamos a la sede de la Agencia Central de Inteligencia, donde tuve que realizar un elevado número de test, algunos repetición exhaustiva de los que ya había resuelto en Madrid; me hicieron una pruebas médicas para comprobar las reacciones de mi organismo ante determinado número de drogas y estimulantes y realizaron conmigo sesiones hipnóticas. Después me llevaron a un hotel, donde tenía que esperar mi destino.
A los tres días se pusieron en contacto y nos dirigimos a Camp Peary, cerca de Williamsburg, estado de Virginia, donde la C.I.A. dispone de su gran base de adiestramiento, dentro del territorio de los Estados Unidos. Allí, todos los aspirantes a agentes teníamos que sufrir una disciplina monacal e inflexible, mucho más rígida que la de los propios militares.
Uno de los méritos que se tienen en cuenta en los aspirantes, de cara a los resultados del curso, consiste en averiguar los máximos detalles de la vida privada de otro aspirante; de esta forma se pone en práctica de inmediato la primera asignatura: el intento de ganarse la confianza de otras personas, y esa capacidad de los aspirantes se valora a fin de curso. Concretando, diré que se calificaban dos cosas: la facilidad de enterarse de los secretos de un compañero y haber logrado intoxicar a un aspirante a agente, contándole historias confusas.
Dentro de las disciplinas que se aprenden en los campos de instrucción de los servicios secretos destaca la formación política diversa, con todo tipo de teorías políticas y aplicaciones prácticas, filosofía urbanística, derecho internacional, funcionamiento de los servicios de espionaje de los países comunistas y aliados, estructura militar del pacto de Varsovia. A todo esto se deben sumar los aspectos prácticos de la profesión: aprender a montar y desmontar armas de todo tipo, que van desde una simple pistola a sofisticados misiles tierra - tierra, pasando por bazookas guiados por rayos infrarrojos, rifles ametralladores, balas explosivas, morteros, fabricación de explosivos de todo tipo, nociones teóricas del montaje de bombas atómicas y fabricación de armas caseras, tales como ballestas. Todas estas prácticas hay que realizarlas, por lo general, con los ojos vendados y en un tiempo récord.
También tenemos que aprender el uso de todo tipo de drogas, conocer la situación mundial del tráfico de estupefacientes, saber hacer venenos y antídotos, conocer la venta de armas, el mercado negro de diamantes y nociones sobre la falsificación de documentos y monedas. Igualmente hay que aprender a manejar todo tipo de vehículos, con volante a la izquierda o derecha, camiones de gran tonelaje, lanchas rápidas y avionetas. Estas enseñanzas se complementan con cursos de paracaidismo deportivo, análisis de películas de espionaje, estudio de idiomas y de técnicas de lavado de cerebro. Para aspirar a ser algo en la C.I.A. hay que dominar cinco idiomas: los preferidos son el ruso, el chino, el checo, el español, el francés y el alemán.
Se imparten cursos completos de guerra
psicológica, en los que abundan los ejercicios prácticos: ir a un
supermercado e intentar engañar a todos o hacer que la gente no
compre en un determinado puesto o hacer creer a las compradoras que
en ese mercado hay comida envenenada. Un ejemplo reciente ocurrió
cuando la (OLP) lanzó al mercado europeo el bulo de que las
naranjas de Israel habían sido inyectadas con mercurio. Un agente
de la C.I.A. debe reproducir algo parecido, pero a escala reducida
y, por supuesto, sin medios.
A los aspirantes se les enseña a aprender a robar cualquier modelo
de coche o a abrir todo tipo de cerraduras. Se exige a todos los
agentes altos conocimientos de fotografía, montaje de laboratorios
con escasos medios, técnicas de claves, cursos de disfraces y
maquillajes, aprender a leer en los labios, montaje y desmontaje de
emisoras de radio y defensa personal.
Después de ese curso tan completo se siguen diversas especialidades, como son las que voy a citar a continuación: información militar para los que se dedican al espionaje militar del enemigo; los servicios de acción, con base en Fort Gulik (Panamá), donde se prepara a los futuros oficiales del Cuerpo de los boinas verdes; provocación política, que consiste en organizar ataques contra determinados gobiernos o provocar altercados.
Los servicios secretos de las superpotencias tienen el mundo dividido en zonas de actuación, y cada agente va destinado a una de esas zonas, por lo que se le prepara para reaccionar como uno de sus habitantes. Todo esto también formaba parte del curso, que terminó a finales de 1967, y yo obtuve el cargo de teniente.
Mi primer destino
Fui destinado a la base de submarinos nucleares de Holly Loch, en Escocia, que es la base más importante de submarinos nucleares que tiene la NATO en el Atlántico. Trabajé en la oficina de seguridad como colaborador de la policía local, y con la brigada de
estupefacientes de Scotland Yard para desarticular las redes de drogas de esa zona.Hay que señalar que donde existe una base militar norteamericana, en cualquier parte del mundo, aumenta el índice de criminalidad hasta cotas insospechadas, así como la prostitución, el consumo de drogas y el mercado negro. La policía militar es la encargada de hacer frente a los posibles desordenes de los soldados cuando están de permiso.
Mi primera misión fue desarticular una red de drogas, en unión de varios agentes de la oficina de investigación naval, que es la sección de información de la marina norteamericana. Los distribuí por las cafeterías que había en la base y por los bares de mala nota de sus cercanías. No tardé mucho en disponer de un completo dossier sobre esos asuntos.
Por mi parte tuve que indagar acerca de las redes de mercado negro, en las que estaban mezclados algunos militares norteamericanos. Desde esta base de Escocia los altos mandos aprovechaban algunos traslados que se dirigían a la base de Kenitra (Marruecos) para conseguir de todo a muy buen precio. Al volver a Escocia, o trasladarse a otras bases de los países nórdicos, venden esos artículos bastante más caros, con lo que se ganan un buen sobresueldo.
La policía civil se inhibe de investigar sobre estos asuntos, en beneficio de los servicios secretos, por una razón muy sencilla: si los servicios secretos enemigos descubren a esos militares de alta graduación que se dejan influir por el dinero y por el chantaje, podría tener desagradables consecuencias.
Los servicios secretos de información deben estar al corriente de lo que sucede en todas las bases militares, o al menos en las más importantes, de cara a un conflicto bélico generalizado.Aparte de esa misión de seguridad, se me encomendó posteriormente vigilar los intentos nacionalistas de los escoceses al tener noticias la CIA de unas reuniones preparatorias para formar un grupo terrorista escocés que intentaría separar Escocia del Reino Unido. Esta incipiente organización, que más tarde se llamaría el Tartan Army, contó en sus comienzos con la colaboración del dueño de una tienda de antigüedades de Glasgow, aficionado a la heroína. De este interesante dato pude enterarme al ser detenido un soldado norteamericano, apellidado Keefe, que era quién le suministraba la droga con frecuencia. Después de informar a la central me ordenaron que entrara en contacto con él para estar informados del funcionamiento de la organización, pero entonces me enteré que el MI-5, el servicio de contraespionaje británico, sabia lo mimo que nosotros hacía ya tiempo y ya había hecho a ese soldado su confidente. Todo esto motivo grandes protestas en el seno de los servicios de seguridad británicos, ante lo que ellos consideraban una intromisión en sus asuntos, sin posible justificación. El director del MI-5 en Escocia era de los de la vieja escuela, que no aceptaba la presencia de bases extranjeras en Inglaterra, pero como buen militar tenía que soportarlo. Sin duda esa era una de las razones de que estuviera al mando del contraespionaje en Escocia, pues los servicios centrales en Londres sabían que no iba a permitirnos ninguna intromisión.
Espías en nuestra base
Através de los servicios de información de la NATO nos llegaron informes de que había una red de espionaje dentro de la base de Holly Loch. Corría el mes de marzo de 1968 cuando un funcionario soviético, que trabajaba en la embajada de Rusia en Argelia y
que se encontraba en Moscú de vacaciones, pidió asilo político en la embajada del Canadá. Este funcionario sospechaba que no iba a tener ningún privilegio posterior, pues las "vacaciones" tenían un carácter forzoso en espera de un próximo destino; no en vano se conocía en su país su afición al buen vodka. Cuando este hombre pidió asilo político en este país de la NATO pensó que estaría vigilado por la policía secreta soviética, pero no creyó que actuarían con la rapidez con que lo hicieron.
Después de estudiar los sistemas de seguridad soviéticos, en torno a las embajadas de los países miembros de la NATO, optó por la de Canadá, que era la que estaba menos vigilada. Para pedir asilo político recogió documentos secretos que había guardado de su anterior destino en Argelia y se dirigió a la citada embajada. Los agentes soviéticos le detuvieron antes de entrar e intentaron recuperar los documentos que él había arrojado por los aires, con la intención de que pudiera ser socorrido por los miembros de seguridad de la embajada del Canadá. Aquel día soplaba un fuerte viento, por lo que, en la confusión del momento, los canadienses pudieron apoderarse de dos informes que se referían a unos cursos de preparación política en la Academia General de Policía de Argel, a los que habían asistido, en 1966, veinte miembros del IRA provisional. Este sector del IRA, que es pro soviético, recibió instrucciones sobre métodos de trabajo subversivo y sobre información militar británica.
Este informe tan interesante pasó, desde la embajada del Canadá, a los archivos centrales del servicio secreto canadiense, que tiene su sede en el sótano del cuartel general de la reales fuerzas aéreas canadienses. Allí analizaron esos documentos y comprobaron que, por fortuna, no afectaban en nada a la seguridad nacional del Canadá. Después informaron a la Comunidad de Inteligencia de la NATO y, sobre todo, al delegado del MI-6, el servicio de espionaje británico exterior en Ottawa. A continuación el informe fue distribuido por telex a todos los centros de seguridad del Reino Unido, tanto civiles como militares.
Al ver el informe en mi despacho, tuvimos que
analizar la posible vinculación de esa veintena de personas que
habían seguido el curso en Argel con el personal de la base. Una de
esas personas, un irlandés concretamente, había entrado a trabajar
en el economato de la base de submarinos, lo que hizo que se
iniciara una investigación en toda regla para comprobar si este
sujeto había podido tener acceso a documentos secretos; y la
respuesta fue negativa por el poco tiempo que llevaba trabajando
allí. Pero lo que si había hecho este individuo era hacer amistad
con bastantes miembros de la base, a los que prometía ventajas en
el economato. Afortunadamente y gracias a aquella corriente de aire
en Moscú, pudimos desarticular una red de espionaje soviético, en
una de las bases más importantes de la NATO, que habían montado por
medio del IRA.
El IRA, es una organización que debe mucho a Moscú, pues, desde
siempre, los soviéticos les han dedicado un programa en radio
Moscú, han formado a sus líderes tanto en Argelia como en la Unión
Soviética o en la Academia General Militar de Praga. También los
soviéticos, a través de Checoslovaquia, han suministrado a los
irlandeses armas de corto y mediano alcance. Lo han hecho,
concretamente, por mediación de la agencia checoslovaca Omnipol,
que es una sociedad dedicada a la venta de armas, en cuyo seno hay
un elevado número de agentes del servicio secreto checoslovaco
(STB), así como funcionarios de la Dirección General de Seguridad
cubana. Los soviéticos han transportado armas a Irlanda, incluso
directamente, pues, según fuentes de la RAF y del servicio secreto
británico, en más de una ocasión navíos pesqueros soviéticos han
llegado a las costas irlandesas y allí han facilitado a los
insurgentes, armamento e instrucciones.
Periódicamente el jefe del servicio de seguridad del IRA viaja a Moscú y se entrevista con dirigentes del servicio de información militar soviético. En enero de 1968 una delegación de la dirección del IRA provisional mantuvo una entrevista en Moscú, en la sede del Ministerio de Defensa, con el general soviético A. Jurilov, jefe del servicio secreto soviético - GRU - (Glavanoie Razviedilvatelnoie Upravlenie).
Las investigaciones emprendidas en el caso del que he hablado continuaron y, como resultado de las mismas, fueron descubiertas en el Ministerio de Defensa Británico y en la sección de contraespionaje de Scotland Yard. Cuando estaba a punto de concluir la investigación, en la que yo había sido un simple observados, estalló en París la revuelta estudiantil de 1968.
La revuelta estudiantil del 68
Dado que yo conocía a bastantes estudiantes españoles que estaban exiliados en parís, de mis tiempos de estudiante en Madrid, la CIA me encargó que fuera a la capital de Francia para vigilar la revuelta estudiantil y para llevar a cabo el mayor número posible
de provocaciones. Lo que quería hacer la CIA era aprovechar la ocasión que se le presentaba para mermar el prestigio del general De Gaulle y la confianza que tenían los franceses en su persona.
En París estaban viviendo dos antiguos compañeros de carrera que eran anarquistas y estaban participando activamente en la revuelta. Tenía que justificar ante ellos en que había estado trabajando desde el verano del 66, fecha de terminación de los estudios de ingeniería electrónica, hasta mayo del 68. Entonces, la CIA me facilitó documentación falsa que acreditaba que yo pertenecía a la redacción de la revista inglesa "Flying Saucer Review" y a la organización BUFORA (Asociación británica para la investigación de ovnis). Como complemento me facilitaron un pequeño dossier sobre el tema de los platillos volantes, ya que el corresponsal de una revista especializada en ovnis debe demostrar sus conocimientos del tema.
En el aeropuerto Heathrow, de Londres, tomé un
avión de la BOAC que me llevó al aeropuerto Orly, de París, adonde
llegué el cuatro de mayo. Me dirigí al Barrio latino y me puse en
contacto con mis antiguos compañeros de Facultad que fueron los
encargados de introducirme en el núcleo de los revolucionarios.
Gracias a los informes de la CIA, yo sabia en que bar trabajaban;
entre en el establecimiento como por casualidad, para que fueran
ellos los que me reconocieran. Después de intercambiar unos saludos
y de recordar los felices tiempos en la Facultad, les hablé de mi
trabajo actual de investigador de ovnis, sin mencionar, por
supuesto, mi pertenencia a la CIA. Estuvimos hablando casi una hora
de mi extraño trabajo y, en ese tiempo, tuve que soportar sus
burlas sobre el tema de los ovnis. Debo confesar que en esa época,
yo mismo no creía en los platillos volantes, pero en el trabajo de
espía es necesario fingir como el mejor de los actores.
Salimos del bar y paseamos por el Barrio latino donde eran bien
visibles los resultados destructores de la batalla campal del día
anterior. En la calle continuamos hablando del tema de los
marcianos y de cosas por el estilo; después lo hicimos de la
revuelta estudiantil y de sus orígenes y finalidades. Entonces
sugerí que, puesto que trabajaba en un periódico, podía escribir
algo interesante sobre la revuelta estudiantil y esta idea les
gustó mucho.
A partir de ese momento, gracias a su valiosa colaboración, pude tomar parte en las asambleas de la Sorbona, saqué fotos de la policía reprimiendo a los manifestantes y, en la medida de mis posibilidades, aumenté la violencia cuanto pude. Por ejemplo, hubo un episodio muy curioso: provoqué a la policía haciéndole fotografías y dejándome perseguir hasta una calle en la que me esperaba un grupo de estudiantes que les propinaron una buena paliza a cinco de los policías. Después, huimos por la misma calle, pero dejando que vieran los policías de la CRS dónde nos metíamos. Cuando llegaron grandes efectivos de la policía entraron en el local y empezaron a golpear a los presentes, sin darse cuenta de que se estaba celebrando una boda. Como puede suponerse, hubo más de un caso de histeria entre el género femenino y la prensa recalcó con gran profusión la dureza de la policía.
Con el paso de los días, vi varias manifestaciones, visité a los heridos y comprobé que aumentaba el número de detenidos que eran tratados con dureza en las distintas comisarías para obtener de ellos una amplia información. El día 6 hubo una gran batalla en Saint German des Près, y en la marcha que atravesó la capital francesa al día siguiente observé buen número de agentes del servicio secreto. Ante el cariz que estaba tomando la situación, pedí permiso al coronel Vernon Walters, encargado de la CIA en París, para trabajar en la DST (servicio de contraespionaje francés), con lo que, por una parte me infiltraba en un servicio secreto de otro país y, por otra, aseguraba mi misión al tener protección policial.
El día 8 me dirigí a la sede de la DST, en la calle Saussaies, anexo del Ministerio francés del Interior. Allí les conté historias increíbles acerca de los revoltosos y de como me querían manipular y otros inventos sobre los ovnis que me permitían ganarme la vida. Entonces me nombraron un agente de enlace con la DST que se llamaba Jean Paul Mesmer, quién me facilitó el número de teléfono de su oficina. Yo informé a mi superior, el coronel Grahan, que era el responsable de los servicios secretos americanos en Francia y que, junto con el coronel Walters, estaba dirigiendo la acción de la CIA en toda Europa.
Me dirigí a la calle Boëtie, donde estaba situada la oficina clandestina de la CIA en París. Cuando acabó la revuelta de mayo del 68 yo era colaborador del servicio de contraespionaje francés y eso les ofrecía a los servicios secretos norteamericanos interesantes perspectivas, pues, en aquellos tiempos, las relaciones entre la CIA y el servicio secreto francés estaban muy deterioradas.
Diez días después, en junio del 68, Mesmer me telefoneó al hotel donde me hospedaba y me comunicó que había un militar que estaba muy interesado por mi trabajo periodístico. Yo pensé que podía ser una trampa, por lo que se lo dije a mi superior en la embajada, el cual me puso en contacto inmediatamente con el agregado aéreo. Este me advirtió que estuviera muy atento a lo que pidieran los franceses.
A las cinco de la tarde concerté la entrevista con el agente de la DST en la oficina de la calle Saussaies, donde me presentó al coronel Marcel Mercier, dirigente del SDECE (servicio de documentación y contraespionaje francés). Este coronel se había destacado por las actividades contra el Frente de Liberación Nacional Argelino y contra los traficantes de armas que operaban en Alemania y Praga: ahora estaba destinado en la oficina especial de asuntos tecnológicos del servicio secreto francés. Después de cambiar impresiones sobre los últimos sucesos y de insistir yo mucho sobre mi trabajo en el periódico de Londres, nos fuimos a Tourelles, en las cercanías de París, donde está la sede del SDECE. Por el camino íbamos comentando las estupideces que se decían sobre los marcianos. El coronel Mercier me preguntó acerca de mis actividades en la revista inglesa, sin duda para ver si me contradecía de mis afirmaciones anteriores que había hecho antes en la central de la DST en París, con motivo de los sucesos de mayo del 68.
En la central me presentó a dos coroneles de los servicios de información de las fuerzas Aéreas francesas, los cuales volvieron a insistir en las mismas preguntas, interesándose por las pruebas gráficas sobre ovnis que teníamos en la revista. Después de darme un nombre en clave, que era distinto al que había usado anteriormente y un número de teléfono de la central en el Ministerio del Aire Francés, me despedí de ellos no sin antes concertar una cita para el día siguiente.
Desde allí me dirigí a la embajada norteamericana, donde informé a mi superior del desarrollo de la entrevista; él me pidió que continuara por el mismo camino.Como había concertado llamé al Ministerio del Aire para entregarles las pruebas gráficas que me habían solicitado; por desgracia, en los sucesos de mayo del 68, no sólo había sido yo el agente de información que había trabajado únicamente para los franceses; también había habido muchos otros que habían hecho lo mismo que yo, y entre ellos había algunos agentes dobles que enseguida fueron desenmascarados como agentes de la CIA.
Al dar cuenta a mi superior que había sido descubierto por los franceses se encogió de hombros y me devolvió a la base escocesa de Holly Loch, donde volví a mi puesto de teniente de los servicios de seguridad de la base nuclear. Ya situado allí, estuve desarrollando el mismo trabajo que había hecho anteriormente. Proseguí con las informaciones sobre lo que más tarde sería el Tartan Army.
Un nuevo destino
En el mes de octubre, cuando apenas habían pasado treinta días, me llegaron noticias del agregado militar de la embajada que se referían a mi nuevo destino. Tenía que hacer un curso de perfeccionamiento sobre el tema de los ovnis. Ya he indicado, más de una vez,
que yo había tratado este tema con mucha ligereza y jamás había pensado en tomármelo en serio.El agregado militar en Londres me entregó unas tarjetas de identidad norteamericanas, a nombre de John Sheridan, con el cargo de comandante. Desde allí fui embarcado en un avión militar hasta Nueva York. Al llegar me esperaba un chófer que me entregó las llaves de un coche y un mapa de carreteras, indicándome mi lugar de destino, que era Fort Monmounth, en New Jersey. Este cuartel se distingue por ser uno de los más seguros dentro del complejo de defensa norteamericano, pues, aparte de ser uno de los centros de los servicios de información militar norteamericana, es también un lugar donde se almacenan gran cantidad de ingenios electrónicos. Es, en suma, una de las bases secretas más importantes de Norteamérica.
Cuando ya llevaba recorridos varios kilómetros en coche noté que me seguían dos personas en sendos vehículos; al principio no le di importancia, pero con el paso del tiempo, me enteré que se trataba de un servicio montado "en mi honor". Esto se hace siempre por dos motivos diferentes: sirve para vigilar al futuro agente que ha de formarse en centros especializados, pues es obvio que si este agente pretendiera ponerse en contacto con los agentes enemigos no cabe duda de que podría hacerlo en un trayecto tan largo; en ese caso la misión de los servicios de vigilancia es bien clara: liquidar al agente traidor disparándole o atropellándole. Por otra parte, la vigilancia del agente tiene un segundo motivo, y es el de protegerle contra cualquier peligro, como podría ser el secuestro por parte del enemigo. Es natural que un agente que es destinado a un curso especial tenga un grado de formación que será muy apreciado por el enemigo y ahí radica el peligro de secuestro. Así pues, la misión de estos servicios de vigilancia es doble: protegen al agente y le disuaden, con su sola presencia, de que cometa alguna tontería que tendría para él fatales consecuencias.
Mientras conducía mi vehículo me sentía preocupado por la incertidumbre de mi futuro. Por un momento pensé que querían eliminarme por haber atacado, tal vez, en Escocia a algún alto oficial sin haberlo sabido yo, pues en un asunto de las drogas vi mezclado a más de un alto oficial. Mis dudas se disiparon al llegar ante la base militar. Un agente de la policía militar, que era un negro de más de dos metros de altura, inspeccionó con mucho interés mi pasaporte y mi tarjeta de identificación. Posteriormente supe que un agente enemigo había logrado infiltrarse en la base. Este es un caso del que hablaré luego. Antes quiero decir que, después de pasar el control, los agentes del CIC que estaban al cargo de la custodia y seguridad de la base y, sobre todo, de los cursillistas, me llevaron al barracón donde tenía que pasar los seis meses que iba a durar el curso.
Los medios de seguridad de la base son del más alto grado que se puede suponer en asuntos de seguridad militar. Cuando el CIC, que es el cuerpo de contraespionaje del ejército americano, descubre en uno de estos cursos a un agente enemigo, toma severas medidas contra él. El caso es que un antiguo agente, que había estado destinado en Bruselas en los servicios de inteligencia de la NATO, iba a seguir este curso sobre ovnis. Este hombre había entrado en contacto en la capital belga con un miembro de la agencia de prensa soviética TASS, que en todas las capitales europeas mantiene un elevado número de agentes de la KGB, este sujeto tenía como contacto a un agente soviético que estaba destinado como diplomático en la ONU. Este agente, llamado Alexey Kutneskov, fue descubierto por los agentes de seguridad del CIC y detenido por el FBI. La única misión que tiene el FBI en materia de espionaje es la de detener judicialmente a todos los agentes soviéticos que le indica el CIC así como a los agentes de otras potencias enemigas y, en algunos casos, también amigas.
Cuando fue detenido este agente soviético, que trabajó en la ONU, se le descubrió un teléfono de Bruselas que correspondía a la oficina de seguridad de la central de la NATO. Se abrió de inmediato una cuidadosa investigación, pues ni que decir tiene que un curso de las características ya citadas precisa de una alta seguridad.
Este agente soviético tenía en su agenda todos los números de teléfono de los miembros de la misión diplomática soviética en la ONU y los de varios corresponsales de la agencia TASS, y entre los números de los delegados de la agencia estaba, como no, el de Bruselas. Por medio de la NATO se avisó a los servicios de seguridad militar belgas para que procedieran a su detención por el procedimiento número dos; es decir, detenerle, tuviera o no inmunidad diplomática, llevárselo a otro país, que en este caso fue Alemania, y allí interrogarle por la vía más dura. (Este tipo de detenciones se hacen con los diplomáticos de cualquier país que son objeto de investigación por parte de los servicios secretos del país en el que se encuentran).
El procedimiento es muy sencillo: una pareja de
policías de la brigada criminal, que suele ser la que interviene en
la mayoría de los casos, detiene al agente diplomático en cuestión;
éste, en principio, ofrecerá resistencia alegando que tiene
inmunidad diplomática. Entonces, como según Ley no se le puede
detener, se hace más sencillo todavía: la policía se apodera de sus
documentos, que son destruidos, y se conduce al diplomático lo más
lejos posible de la capital, preferentemente a otro país amigo.
Así, mientras se inician las protestas a nivel oficial, se gana un
tiempo precioso. En el caso que nos ocupa, el embajador soviético
protesta ante el Ministerio belga de Asuntos Exteriores; este
Ministerio manda un aviso a la policía que contestará, más tarde,
diciendo que desconoce el caso; el Ministerio belga citado informa,
a su vez, al embajador y éste pide que se abra una investigación
para averiguar el paradero del diplomático que trabaja en la
embajada o en otro organismo que depende del embajador
soviético.
Al realizar todos esos trámites habrá pasado, al menos, una semana,
y en ese tiempo se le habrá sacado al agente enemigo toda la
información posible por medio de la tortura, la droga o cualquier
otro procedimiento. Una vez que se haya averiguado lo que se
deseaba el agente quedará en libertad, con la seguridad de que ni
el agente, la embajada o el servicio secreto se referirán lo más
mínimo al asunto; no les iba a beneficiar dar publicidad a los
métodos de actuación de los servicios secretos de seguridad. Cuando
este agente fue puesto en libertad se tuvo la precaución de poner
en conocimiento de los servicios de seguridad belgas la identidad
de varios agentes soviéticos que operaban en el seno de la central
de la NATO en Bruselas.
También se conocieron muchos casos de agentes de información occidentales que trabajaban para el enemigo, y uno de esos agentes, como se ha señalado antes, estaba siguiendo el curso en Fort Monmounth y fue detenido y sometido a un interrogatorio muy duro para averiguar si disponía de una red de información dentro de la base, y la respuesta fue afirmativa. Se trataba de Ralf Baxter, capitán y piloto de la USAF, fuerza aérea de los Estados Unidos. Fue juzgado por un consejo de guerra, condenado a muerte y fusilado al día siguiente.
Esta medida de seguridad, que puede parecer dura para el profano, no lo es tanto para los miembros del servicio de información, pues se está jugando todo el día con las medidas de seguridad y teniendo todo en contra; por ello, no nos extraña lo más mínimo lo poco que vale la vida humana en estos casos.
De esta manera tan poco corriente iba yo a comenzar el curso de especialización en ovnis. Cuando había pasado ya una semana dentro de los confines de la base, se nos citó para la conferencia inaugural del curso que iba a ser dada por el coronel Ralph Steakley de las fuerzas aéreas norteamericanas, que, más tarde, ascendió a general. Fue jefe del NRO, que es el servicio de espionaje por medio de satélites y está bajo el control de las fuerzas aéreas norteamericanas. Este servicio de espionaje, junto con la NSA, es uno de los servicios secretos más importantes de los Estados Unidos, superando con creces a la CIA. El servicio de espionaje por satélites tiene unos presupuestos elevadísimos, hecho que ha sido comentado ampliamente por muchos autores. El citado general abandonó las fuerzas aéreas en 1970 y pasó a trabajar en la Westinhouse, conocida firma en la que se desarrollan muchos procedimientos electrónicos que, luego, sirven en su mayoría para las fuerzas armadas. Esta firma mantiene un contacto muy estrecho con las fuerzas aéreas norteamericanas.
El coronel comenzó su conferencia centrando el tema de los platillos volantes, que son objeto de las bromas o del fanatismo de las personas. Nos leyó un documento, fechado el 27 de septiembre de 1947, en el que el general Twining y el alto mando aéreo, contestando a ciertas consultas formuladas por el gobierno sobre el tema de los ovnis, después de hacer una breve introducción, contestaban así:
A) El fenómeno es real y no se trata de las afirmaciones de unos visionarios o de hechos imaginarios.B) Hay objetos que, probablemente, tienen forma aproximada de un huevo, pero de un tamaño tan apreciable que parece ser tan grande como algún aeroplano hecho por el hombre.
C) Existe una posibilidad muy amplia de que muchos ovnis tengan su origen en fenómenos naturales.D) Entre las características de los ovnis están la gran capacidad de asociación, la alta maniobrabilidad cuando han sido divisados o contactados por aviones y radares y la posibilidad de que estos objetos voladores sean controlados de forma manual, automática o a distancia.
E) La descripción aparente de esos objetos es
la siguiente:
1. Una superficie metálica o de otra materia que refleja luz
2. Ausencia de estelas, que se detectaron en cambio en algunos lugares en los que esos objetos estaban operando bajo condiciones de gran rendimiento.
3. De forma elíptica o circular plana en la parte inferior y redondeada en la superior. 4. Existen informes de vuelos en formación mantenida, agrupando de 3 a 9 objetos. 5. Normalmente no hay ningún sonido asociado y sólo, en contadas ocasiones, se aprecia un zumbido muy suave. 6. Se les estiman unas velocidades de vuelo horizontal por encima de los mil kilómetros por hora.A las palabras del coronel siguió un animado coloquio. También oímos hablar de la clasificación que en el DIA (servicio secreto de información militar) se hace de los ovnis. Las oficinas de ese Servicio son análogas a la CIA, pero, en general, se encargan de las misiones más importantes en lo referente a la investigación militar.
Este organismo admite la siguiente conclusión sobre los ovnis: Son naves espaciales de un mundo más avanzado que el nuestro, dedicado a una extensa observación de nuestro mundo. Después de oír estas palabras, a la mayoría de los presentes nos quedaron pocas dudas acerca de la verosimilitud del fenómeno. En ese momento es cuando comencé a entender el por qué los miembros del SDECE francés habían intentado averiguar, con mi colaboración, todo lo posible sobre el tema. El caso era claro: la nación que consiguiera averiguar los secretos de estos aparatos, no sólo dominaría el mundo, sino que podría aspirar a conseguir las riquezas que ofrecen otros planetas. Era lógico, pues, que los servicios de seguridad militar actuasen con extrema prudencia y rigor, que, en este caso, se tradujo en el fusilamiento de un espía.
El conferenciante continuó facilitándonos detalles sobre los ovnis que, después, fueron desarrollados ampliamente durante el curso. Destacó también el gran número de organizaciones privadas que están dedicadas al estudio de los ovnis y dijo que son numerosos los pilotos que no tienen el menor inconveniente en confesar públicamente que estos aparatos existen, uniéndose a sus afirmaciones los testimonios, en el mismo sentido, de los astronautas y de gran cantidad de astrónomos.
Para las fuerzas aéreas los testimonios de las personas carentes de aptitudes no tienen ningún valor, porque las pueden desacreditar públicamente, pues los servicios de información militar tienen experiencia suficiente en estos casos para no molestarse en pensar demasiado. Y si no, basta con recordar mi actuación en París, en el mes de mayo de 1968.
Se refirió también a lo fácil que era para los servicios secretos manipular este tema y a la posibilidad de provocación que el fenómeno sugería. En este punto, comentó un avistamiento general, que se produjo en Francia en la década de los 50, en la que un agente soviético logró muchos detalles sobre la situación militar, especialmente en el terreno de los proyectiles balísticos. Este agente soviético se infiltró en la organización GEPA (Grupo de estudios de los fenómenos aéreos), que estudiaba detenidamente la investigación del fenómeno ovni. Este hombre fue a la sede principal de esa organización con el propósito de reclutar gente para que fuera a presenciar el avistamiento, añadiendo que él estaba en contacto telepático con los extraterrestres. La verdad era que lo más extraterrestre que este agente había visto en su vida había sido la luna, desde las ventanas de su casa de Kiev. Este hombre no logró que los miembros del GEPA le hicieran caso, pero no porque hubieran descubierto que era un provocador soviético, sino debido a que, en aquella época, habían aparecido otros fanáticos que pretendían que eran ellos los únicos que podían tener contacto telepático con los extraterrestres.
Así pues, este agente soviético, que había sido preparado para engañar a sus propios jefes, no pudo continuar su misión por culpa de unos seres fanáticos y bastante ingenuos. A este hombre no le quedó otro remedio que buscase seguidores por su cuenta, cosa que no tardó mucho tiempo en conseguir; se los llevó a un lugar en el que los miembros de las fuerzas armadas iban a efectuar unas pruebas secretas de misiles. Este hombre de Moscú no pudo ser detenido por ir acompañado de mucha gente, puesto que la policía militar francesa no podía detener a todas esas personas por el simple hecho de querer ver una nave extraterrestre. Ni que decir tiene que ese agente soviético obró con muchísima inteligencia, pues pudo adquirir personalmente una información muy valiosa al poder contemplar todas las pruebas. Todo esto no lo hubiera conseguido a no ser por la fe que muchas personas tienen en los ovnis.
Baste recordar que, en aquella época, los satélites de espionaje no estaban más que en los tableros científicos de las fuerzas aéreas, en el Pentágono y en la Academia de Ciencias de Moscú. El hecho comentado que, a simple vista, puede parecer infantil, no lo es tanto para los agentes de información, ya que para ellos el obtener datos por los medios que sean es fundamental en su función. Quiero insistir en que el tema de los ovnis y de la parapsicología tienen muchos admiradores.
Después de explicarnos el coronel sorprendido, a pesar de que en sorprenderme, por estar ya habituados a casi todo. Por unos instantes me figuré que yo realizaba una misión parecida en las cercanías de Praga, llevando a muchos checoslovacos a ver extraterrestres y que a mi tampoco me podían detener los servicios de seguridad checos por estar acompañado de una gran muchedumbre.
También nos explicó el conferenciante cómo muchas editoriales y revistas consiguen pingües beneficios con el tema de los ovnis, aunque, según su opinión, que yo comparto plenamente, lo que publican son grandes estupideces. Pero logran vender muchos libros y revistas por el afán de la gente de estar informada sobre un tema de tan palpitante actualidad como es el de los ovnis.
Se refirió después al auge de los movimientos
espiritualistas en el mundo occidental, el manipulado del fenómeno
ovni, la historia antigua en la que muchos autores creen ver
vestigios de civilizaciones extraterrestres y el funcionamiento de
los servicios secretos militares comunistas. En este punto subrayó
cómo las fuerzas soviéticas han intentado interceptar ovnis y cómo
los chinos casi estuvieron a punto de provocar una guerra entre
ellos y los soviéticos, en el año 69, pocos días antes del curso en
el que tomaba yo parte. Eso ocurrió en la isla de Chempao, como
diré más adelante.
este asunto de los servicios secretos, yo quedé muy mi profesión
existen muy pocas cosas que puedan
Necesidad de la censura
Después de que nos explicase la serie de proyectos públicos que habían realizado las fuerzas aéreas norteamericanas y que sirvieron únicamente para desprestigiar el tema, destacó la necesidad de la censura, pues los militares lo que quieren es averiguar todos
los datos técnicos de los ovnis que son buscados por la ciencia; lo primero es conocer el armamento de que van provistos, los sistemas de propulsión y otros datos que, teóricamente, se pueden encontrar en esos aparatos. El coronel se lamentó de la información de que dispone al respecto, pues los autores que dicen haber estado en otros planetas, son, en su inmensa mayoría, unos personajes que viven de timar a la gente abusando de su confianza. La verdad es que las fuerzas aéreas no han logrado capturar ningún ovni y ni siquiera interceptarlo, como se dijo que ocurrió en 1947.
Tras todas estas explicaciones, vino la parte técnica que consistía en estudiar el por qué las fuerzas armadas se ven en la obligación de informarse sobre los ovnis, aunque, en un principio, no estaba clara su procedencia extraterrestre. No hay que olvidar que, actualmente, el mundo sigue su vida en una coexistencia pacífica entre dos formas distintas de entender la existencia. En una época anterior, en torno al año 47, se vivía en plena guerra fría y la guerra parecía inminente. Por esa razón, el tema de los ovnis tenía que ser estudiado con sumo cuidado, y más si se tiene en cuenta que se pensó que los ovnis tenían procedencia soviética.
Nos anunció nuestro instructor que en ese curso aprenderíamos de todo, desde provocar falsos avistamientos de ovnis, hasta aprender idiomas orientales y antiguos, manejar todo tipo de radares y aparatos electrónicos de defensa, aprender técnicas avanzadas de hipnosis y a conocer, en suma, el tema en toda su complejidad. A la salida del curso, nos habríamos convertidos en auténticos peritos en la materia.
Hay que decir que, hoy en día, todas las sociedades privadas que se dedican al tema mantienen, dentro de su comité de dirección, un grupo de agentes secretos reducido, pero activo, y por una razón muy sencilla:
1. Pueden averiguar detalles sobre ovnis que se les escapan a los servicios secretos. 2. Pueden enterarse con antelación de los planes del enemigo, en cuanto a provocación se refiere, lo que ya hemos visto con el ejemplo de Francia.3. Sirve como base para reclutar un número mayor de agentes y poder trabajar los agentes con mayor libertad, al no depender directamente de las fuerzas armadas.
Una vez terminada esta larga e interesante conferencia, que duró un día entero, nos asignaron las clases en las que íbamos a trabajar; estaríamos cinco alumnos como máximo con tres profesores que tenían una graduación mayor que la nuestra.
Las clases se desarrollarían en cuatro partes:
a) Tema histórico, con un énfasis especial en los presuntos seres extraterrestres que vinieron en la antigüedad.
b) Tema específico de ovnis: clases distintas, colores, etc.
c) Análisis de lo manifestado por testigos y estudio de los informes de los servicios secretos.
d) Actuación de las fuerzas armadas hasta ese día, finales del año 1969.
Digamos, a modo de resumen, que en el curso se iban a estudiar todos los proyectos desarrollados, tanto públicos como secretos, un completo análisis de la censura. e) Los objetos volantes identificados: estudio de las armas secretas que tienen tanto los norteamericanos como los soviéticos.