¿Ofrece un perro vencido su garganta al vencedor?
No, no lo hace. La razón de preguntarlo es que el famoso naturalista austriaco Konrad Lorenz armó un gran alboroto con la observación de que, cuando un lobo salvajemente agresivo (o perro) ha vencido a su rival y está a punto de morderle a muerte, el animal más débil vuelve con rapidez la cabeza y expone su garganta. De esta manera, su vena yugular queda a la merced de los grandes colmillos del atacante, y se encuentra, de repente y de forma deliberada, a la voluntad de su asaltante, el cual acepta de inmediato esta versión canina de «tirar la toalla», o «izar bandera blanca» y reprime su salvaje mordisco, mostrando misericordia con el que se ha rendido. Esta caballerosa conducta impresionó a Lorenz, el cual desarrolló toda una teoría respecto a ello.
Por desgracia, era algo que se basaba en una interpretación falsa de la conducta canina. Lo que Lorenz había visto era un animal que giraba la cabeza se quedaba por completo rígido, mientras otro olisqueaba y mordía su hocico. Dio por supuesto que el animal que mordía era el agresor dominante, que deseaba morder al otro pero que se inhibía de hacerlo porque «le mostraban un lugar vulnerable». En realidad, los papeles estaban invertidos. El animal subordinado realizaba una exhibición de sumisión activa: la de los cachorros al pedir alimentos, tratando de persuadir a un padre de que regurgite comida. El animal que volvía la cabeza de una forma rígida era el dominante, que respondía con desdén a la exhibición de sumisión por parte del animal más débil.
En muy raras ocasiones cuando una pelea se pone realmente seria no existe «exhibición de la garganta». La única esperanza para un perro vencido es huir lo más rápidamente posible y todo lo lejos que pueda. De otra forma podrían matarle. Ésta es la causa de que ciertos machos jóvenes se conviertan en proscritos de las manadas de perros asilvestrados (o lobos salvajes). Si han realizado un serio desafío y han sido vencidos por el perro dominante, deben dejar el grupo y tratar de sobrevivir por sus propios medios, o unirse a otros parias de distintos grupos, para formar una nueva manada. En su hogar humano, esos aspectos de la violencia canina tienen escasa significación. El perro superior es su amo, que es demasiado dominante para enzarzarse en una disputa seria. Por lo tanto, para ellos existe una vida de amistosa sumisión, paz y tranquilidad… hasta que llega el cartero. Como extraño, se le considera miembro de otra manada y ello exige un desafío inmediato. Si da la casualidad de que el desgraciado cartero ha leído alguno de los libros de Lorenz, y ofrece su yugular al perro que corre por la senda hacia él, lo más probable es que se lleve una terrible sorpresa.