17

—... Y ahora me odia... No sé qué hacer... Me mataré, me ahogaré... Nadie sabe lo que yo he hecho por Frank...

Auprès de ma blonde

qu'il fait bon, fait bon,

fait bon, auprès de ma blonde

qu'il fait bon dormir!18

—¡Oh, Peter! —exclamó Harriet en voz baja, enfurecida. Se levantó y cerró la puerta para no oír aquella exhibición de insensibilidad. Agotada por sus propias emociones, la señorita Twitterton se quedó sentada en un extremo del banco, llorando. Harriet era consciente de una serie de emociones, distribuidas en capas como un helado napolitano.

¿Qué demonios voy a hacer con ella...?

Peter está cantando en francés...

Y ya debe de ser casi la hora de la cena...

Alguien llamada Polly...

La señora Ruddle va a volver locos a esos hombres...

Bonté d'âme... 19

El viejo Noakes muerto en nuestra bodega...

(Eructavit cor meum...!)

¡Pobre Bunter!

¿Sellon...?

(Qu'il fait bon dormir.. .)20

Si sabes cómo, sabes quién...

Esta casa...

Mi verdadero amor mi corazón posee y yo el suyo...

Harriet volvió y se quedó de pie junto al banco.

—Mire, deje de llorar. Él no se lo merece. Francamente. No hay ni un hombre entre diez millones que se merezca tanto dolor. —(De nada vale decirle eso a la gente)—. Intente olvidarse de él. Ya sé que parece difícil...

La señorita Twitterton alzó la mirada.

—¿A usted le resultaría fácil?

—¿Olvidar a Peter? —(No, ni otras cosas)—. Bueno, es que Peter...

—Sí, usted es una de las afortunadas —replicó la señorita Twitterton sin rencor—. Estoy segura de que lo merece.

—Pues yo estoy segura de que no. —(«¡Cuerpo de Dios!» Mucho mejor... «¿A cada cual su merecido?»).

—¡Y qué habrán pensado ustedes de mí! —exclamó la señorita Twitterton, recuperando bruscamente el sentido de la realidad—. Espero que no esté terriblemente enfadado. Es que verá, los oí cuando estaban abriendo la puerta... y, sencillamente, no me sentía capaz de ver a nadie, así que eché a correr escaleras arriba... y como no oí nada pensé que se habrían marchado y bajé... y al ver los tan felices a los dos juntos...

—No tiene la menor importancia —se apresuró a decir Harriet—. Por favor, deje de pensar en ello. El sabe que fue un accidente. Vamos..., Deje de llorar.

—Tengo que marcharme. —La señorita Twitterton hizo vanos esfuerzos por arreglarse el cabello alborotado y el alegre sombrerito—. Debo de estar horrorosa.

—En absoluto. Lo único que le hace falta es un toquecito de polvos. ¿Dónde está mi...? ¡Ah! Me lo había dejado en el bolsillo de Peter. No, está aquí, en el mueblecito. Eso es cosa de Bunter. Siempre lo ordena todo cuando nos vamos. Pobre Bunter, con el oporto... Debe de haber sido un duro golpe para él.

La señorita Twitterton aguantó pacientemente que la adecentaran, como una niña en manos de una enfermera enérgica.

—Ya. Está muy bien. ¿Lo ve? Nadie va a notar nada.

¡El espejo! La señorita Twitterton se acobardó solo de pensarlo, pero la curiosidad la espoleó. Era su cara, y sin embargo... ¡qué extraña!

—Nunca me había puesto polvos. Me siento muy... impúdica.

Se miró fascinada.

—Bueno, a veces ayuda —dijo Harriet, sonriente—. Deje que le recoja este rizo...

Su rostro oscuro, encendido, apareció en el espejo detrás del de la señorita Twitterton y vio espantada que le quedaban restos de hojas de parra en el pelo.

—¡Madre mía! ¡Qué aspecto tan ridículo tengo! Hemos estado jugando, haciendo tonterías...

—Está usted preciosa —dijo la señorita Twitterton—. ¡Dios mío! Espero que nadie piense que...

—Nadie va a pensar nada. Y ahora, tiene que prometerme que no se va a poner triste.

—No —replicó la señorita Twitterton con voz lastimera—. Lo intentaré. —Dos persistentes lagrimones asomaron a sus ojos, pero recordó los polvos y se los enjugó con cuidado—. Qué buena ha sido conmigo. Y ahora tengo que marcharme.

—Buenas noches.

Por la puerta entreabierta se veía a Bunter, que sostenía una bandeja.

—Espero no haberles retrasado la cena.

—En absoluto —replicó Harriet—. Todavía no es la hora. Bueno, adiós, y no se preocupe. Bunter, acompaña a la señorita Twitterton, por favor.

Se quedó contemplando su rostro en el espejo, con la corona de parra colgando de una mano.

—¡Pobre criatura!

Luna de miel
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014_split_000.xhtml
sec_0014_split_001.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022_split_000.xhtml
sec_0022_split_001.xhtml
sec_0023_split_000.xhtml
sec_0023_split_001.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_000.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_001.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_002.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_003.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_004.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_005.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_006.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_007.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_008.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_009.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_010.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_011.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_012.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_013.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_014.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_015.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_016.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_017.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_018.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_019.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_020.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_021.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_022.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_023.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_024.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_025.xhtml