A Muriel Saint Clare Byrne, Helen Simpson y Marjorie Barber
Queridas Muriel, Helen y Bar:
Con qué femenina paciencia prestasteis oídos al desarrollo de Luna de miel mientras la escribía, solo Dios lo sabe. No quiero ni pensar en cuántas veces habré resultado pesada con tanto hablar y, si en algún momento me hubieran dicho que habíais muerto, me habría sido fácil creer que era yo quien os había llevado a la tumba con mi charla. Pero, curiosamente, habéis sobrevivido y ahora puedo daros las gracias.
Tú, Muriel, en cierto modo estabas predestinada a ser víctima, puesto que escribiste conmigo la obra de teatro cuyas extremidades y fiorituras externas constituye esta novela; mi deuda y tu largo padecimiento son, por tanto, aun mayores. Vosotras, Helen y Bar, fuisteis sacrificadas sin necesidad en aras de esa amistad de la que, según dicen, es incapaz el sexo femenino. ¡Pues, que digan lo que quieran!
A las tres os ofrezco humildemente, os dedico con lágrimas en los ojos, esta comedia sentimental.
Se ha dicho, yo entre otros, que una historia de amor es simplemente una intrusión en un relato policíaco pero, a los personajes implicados, la historia detectivesca bien podría parecerles una intrusión molesta en su historia de amor. Este libro trata de tal situación y, además, proporciona algún tipo de respuesta a múltiples y cordiales interrogantes acerca de cómo resolvieron lord Peter y Harriet su problema conyugal. Si acaso hay una pizca de investigación detectivesca a cambio de una cantidad intolerable de sacarina. Que la ocasión sirva de excusa.
Con toda mi gratitud,
Dorothy L. Sayers