INFORME DE PROGRESOS 15
12 de julio. Nemur, Strauss, Burt y algunos otros me esperaban en el despacho de psíquica. Intentaron darme la impresión de que era bienvenido, pero vi lo ansioso que estaba Burt por tomar de nuevo a Algernon y se lo di. Nadie dijo nada, pero sabía que Nemur no me perdonaría en mucho tiempo el haber pasado por encima de él y haberme puesto directamente en contacto con la Fundación. Sin embargo, era algo necesario. Antes de volver a Beekman tenía que asegurarme de que me permitirían dedicarme a un estudio independiente del experimento. Se perdería demasiado tiempo si tenía que dar cuenta a Nemur de todo lo que hiciera.
Había sido avisado de la decisión de la Fundación, y su acogida fue fría y forzada. Me tendió la mano, pero sin ninguna sonrisa.
—Charlie —dijo— todos estamos contentos de que hayas vuelto y trabajes con nosotros. Jayson me ha llamado y me ha dicho que la Fundación te encargaba que trabajaras en este proyecto. Nuestro grupo y el laboratorio están a tu disposición. El Centro de Informática nos ha asegurado que tus trabajos tendrán prioridad… y, por supuesto, si puedo ayudarte en algo…
Hacía lo posible por mostrarse cordial, pero podía leer en su rostro que se sentía escéptico. Después de todo, ¿qué experiencia tenía yo en psicología experimental? ¿Qué sabía de las técnicas que a él le había costado tantos años poner a punto? Bueno, como decía, parecía cordial y dispuesto a dejar en suspenso su juicio. De todos modos, no podía hacer otra cosa de momento. Si no consigo encontrar una explicación al comportamiento de Algernon, todos sus trabajos se irán a pique, pero si resuelvo el problema todo el equipo se beneficiará tanto como yo.
Fui al laboratorio, donde Burt observaba a Algernon en una de las cajas de problemas múltiples. Suspiró y agitó la cabeza.
—Ha olvidado muchas cosas. La mayor parte de sus reacciones complejas parecen haber sido borradas. Resuelve los problemas a un nivel mucho más elemental del que me hubiera esperado.
—¿Qué quiere decir? —pregunté.
—Bueno, antes podía resolver sistemas simples… en este laberinto de puertas falsas, por ejemplo: una de cada dos, una de cada tres, sólo las puertas rojas, o sólo las puertas verdes… Pero ahora ha hecho tres veces este recorrido y continúa procediendo por tanteos positivos o negativos.
—¿No se deberá tal vez a que ha estado ausente tanto tiempo del laboratorio?
—Podría ser. Vamos a dejarlo habituarse de nuevo a las cosas, y mañana veremos cómo se desenvuelve.
Había venido muchas veces antes al laboratorio, pero ahora estaba allí para aprender todo lo que me pudiera ofrecer. Tengo que asimilar en algunos días lo que a otros les ha costado años enteros aprender. Burt y yo pasamos cuatro horas inspeccionando el laboratorio sección por sección, e intenté familiarizarme con el conjunto de su funcionamiento. Cuando hubimos terminado observé una puerta que no habíamos abierto.
—¿Qué hay ahí?
—El congelador y el incinerador —abrió la pesada puerta y dio la luz—. Congelamos los especímenes antes de meterlos en el incinerador. Al detener la descomposición, conseguimos eliminar los olores —se giró para irse, pero yo me quedé un instante ahí.
—Algernon no —dije—. Escuche… si y… cuando… quiero decir que no quiero que lo echen ahí. Dénmelo. Yo mismo me ocuparé de él.
No se rió. Se limitó a inclinar la cabeza. Nemur le había dicho que, desde este momento, me concediera todo lo que deseara.
Mi enemigo era el tiempo. Si tenía que encontrar las respuestas por mí mismo, tenía que ponerme inmediatamente al trabajo. Obtuve de Burt listas de obras y las notas de Strauss y de Nemur. Luego, al salir, se me ocurrió una extraña idea.
—Dígame —le pregunté a Nemur—, acabo de echar una ojeada al incinerador del que se sirven para eliminar los animales de experimentación. ¿Qué han previsto para mí?
Mi pregunta lo anonadó.
—¿De qué estás hablando?
—Estoy seguro de que, desde el principio, previeron todas las posibilidades. Así que ¿qué me ocurrirá?
Como seguía en silencio, insistí:
—Tengo derecho a conocer todo lo que se relaciona con el experimento, y mi futuro se encuentra incluido en él.
—No hay ninguna razón para que no lo sepas —hizo una pausa, y encendió un cigarrillo ya encendido—. Ya sabes que, por supuesto, teníamos desde el principio grandes esperanzas de permanencia, y las tenemos aún… las tenemos de un modo absoluto.
—Estoy seguro de ello —dije.
—Tomarte para esta experiencia era, naturalmente, una grave responsabilidad. No sé qué recuerdas ni lo que has podido reconstruir de los inicios de este proyecto, pero nos hemos esforzado siempre en hacerte comprender que había un gran riesgo de que todo esto no fuera más que temporal.
—En aquel tiempo anoté todo esto en mis Informes de Progresos, aunque por aquel entonces no comprendiera gran cosa de lo que querían decir con ello. Pero esto es marginal, puesto que ahora sí estoy consciente.
—Bien, decidimos correr este riesgo contigo —prosiguió—, porque estimamos que había muy poco peligro de causarte un daño serio, mientras que estábamos seguros de tener muchas posibilidades de hacerte un cierto bien.
—No tiene que justificar eso.
—Pero comprenderás que teníamos que obtener la autorización de una persona de tu familia más próxima. Tú no estabas en situación de dar por ti mismo tu conformidad.
—Sé todo esto. Está hablando usted de mi hermana Norma. Lo leí en los periódicos. Por lo que recuerdo de ella, hubiera dado su conformidad a mi ejecución.
Enarcó las cejas, pero no insistió.
—Bien, pues como le dijimos, en el caso de que el experimento fracasara, no podríamos devolverte a la panadería o a la habitación que ocupabas antes.
—¿Por qué no?
—Por un lado porque podía ocurrir que ya no fueras el mismo. La operación quirúrgica y las inyecciones de hormonas podían tener efectos que no fueran evidentes de inmediato. Las experiencias personales que hayas tenido desde la operación pueden haber dejado su huella en ti. Quiero decir perturbaciones emocionales que complicarían el atraso mental; era posible que no volvieras a ser la misma persona…
—Hubiera tenido gracia. Como si no fuera suficiente la cruz que llevaba encima…
—Y, por otra parte, no había ningún medio de saber si regresarías al mismo nivel mental. Podría haber una regresión hasta niveles de funcionamiento aún más primitivos.
Me estaba diciendo lo peor… liberando su conciencia de aquel tremendo peso.
—Necesito saberlo todo —dije— ahora que aún soy capaz de dar mi opinión al respecto. ¿Qué han previsto para mí?
Se encogió de hombros.
—La Fundación ha hecho todo lo necesario para devolverte al Asilo-Escuela Warren.
—¡Qué infiernos…!
—Una de las cláusulas del acuerdo con tu hermana fue que todos los gastos de hospitalización correrían a cargo de la Fundación, y que recibirías una pensión mensual destinada a cubrir tus necesidades personales por el resto de tu vida.
—¿Pero por qué esto? Siempre me las he arreglado solo fuera del Asilo, incluso cuando me enviaron allá tras la muerte de tío Herman. Donner consiguió hacerme salir inmediatamente para trabajar y vivir fuera. ¿Por qué tendría que volver?
—Si puedes arreglártelas solo afuera, no tendrás por qué permanecer en Warren. Los casos no graves tienen permiso para vivir en el exterior. Pero hemos tenido que tomar esas disposiciones… por si acaso.
Tenía razón. No podía protestar. Habían pensado en todo.
Warren era el lugar más lógico… el enorme congelador donde podría ser puesto de lado durante el resto de mis días.
—Al menos, esto no es el incinerador —dije.
—¿Qué?
—Nada. Una broma personal. —Entonces se me ocurrió una cosa—: Dígame, ¿es posible visitar Warren? Quiero decir, recorrer el lugar viéndolo todo como un visitante.
—Sí, creo que reciben constantemente visitas organizadas… algo así como una especie de relaciones públicas. ¿Por qué?
—Querría verlo. Tengo que saber lo que me puede ocurrir ahora que todavía tengo suficiente influencia como para hacer algo. Mire si puede conseguírmelo… lo antes posible.
Me di cuenta de que no le gustaba mi idea de visitar Warren. Como si hubiera encargado mi ataúd para probarlo antes de morirme. Sin embargo, no puedo censurarlo por no comprender que, para descubrir quién soy realmente, el sentido de toda mi existencia, tengo que conocer las posibilidades de mi futuro tanto como de mi pasado, saber dónde voy tanto como de dónde he venido. Aunque todos sepamos que al final del laberinto se encuentra la muerte (y hubo un tiempo en que yo no lo sabía… No hace tanto, el adolescente que había en mí pensaba que la muerte sólo podía ocurrirles a los otros), veo ahora que el camino que he elegido en este laberinto me ha hecho lo que soy. No soy solamente un ser, sino también una manera de ser —una entre muchas otras—, y el tomar consciencia de los corredores que he seguido y de los que me falta recorrer me ayudará a comprender en qué me voy convirtiendo.
Aquella noche y durante los días siguientes me sumergí en manuales de psicología: clínica, personalidad, psicometría, educación, psicología experimental, behaviorista, gestaltista, analítica funcional, dinámica, organicista y todas las demás escuelas, grupos, sistemas de pensamiento antiguos y modernos. Lo más deprimente es descubrir hasta qué punto, formulando las ideas sobre las cuales se fundan sus conceptos de la inteligencia humana, de la memoria y de la facultad de aprender, nuestros psicólogos toman sus deseos por realidades.
Fay quiere venir a visitar el laboratorio pero le he dicho no. No tengo ningún deseo de que Alice y Fay se encuentren ahora. Ya tengo bastantes problemas sin eso.