SEGUNDA PARTE
NOCIONES DE FISIOLOGÍA
LA Naturaleza quiere a toda costa la continuación de las especies y ha organizado todos los seres para alcanzar su fin.
La vida, extendida por todo el universo, reviste formas múltiples. Es muy sencilla en los seres infinitamente pequeños y se complica en las plantas y en los animales, para alcanzar su perfección en el hombre. Todos esos seres tienen el poder de transmitir la vida, de reproducirse. Tal vez te interese conocer sus diferentes modos de reproducción, tanto más perfectos cuanto corresponden a organismos más desarrollados. Es lo que voy a mostrarte brevemente.
Los seres inferiores, las bacterias y un gran número de microbios no tienen sexo. Están compuestos de una sola célula y tienen el modo de reproducción más sencillo posible. Se valen del seccionamiento.
El hombre puede observar las evoluciones de esos seres infinitamente pequeños con la ayuda de un microscopio, puesto que a simple vista será imposible. Cuando con la ayuda de este aparato aumentan en más de mil veces su tamaño y el hombre puede observar las bacterias situadas en su elemento, es decir, en condición favorable para poder alimentarse, ve que muy pronto se entregan a curiosas contorsiones, adelgazan, disminuyen por el medio y, pasados algunos minutos, se seccionan, se cortan en dos partes. Los dos trozos primero se quedan inmóviles durante algunos instantes, y después, si las condiciones son favorables, comienzan a alimentarse y a engordar rápidamente, hasta que llegan a ser semejantes al ser único del que han nacido; muy pronto, a su vez, las * nuevas bacterias se seccionan en cuatro seres vivos, los cuatro en ocho, los ocho en dieciséis, después en treinta y dos, después en sesenta y cuatro, etc...
Este modo de reproducción, poco complicado y ultrarrápido, te explica la violencia y la rapidez de ciertas enfermedades del hombre: en menos de veinticuatro horas centenares de millares de bacterias pueden reproducirse y tomar posición para atacar las células que componen nuestro organismo. Si, por suerte, nuestra sangre y nuestros ganglios están en buen estado, movilizan y envían en seguida inmensos ejércitos de glóbulos blancos o fagocitos y de anticuerpos que absorben o neutralizan a los nefastos invasores; es así como se puede vencer a la enfermedad.
Las bacterias y los microbios no tienen épocas determinadas para la reproducción. Pueden multiplicarse en cualquier tiempo.
En primer lugar, señalemos que un pequeño número de plantas pueden reproducirse del mismo modo que los seres inferiores de los que acabamos de hablar, es decir, por seccionamiento o por lo que se llama transplantación, como, por ejemplo, la begonia y la fresa.
Pero la mayoría de las plantas tienen órganos de generación. Incluso se encuentran a menudo los dos sexos colocados sobre el mismo tallo.
Una vez que ha respirado suficientemente el aire, absorbido los rayos solares y los jugos de la tierra, en la planta brotan las flores. En el seno de la flor, en medio de los estambres cubiertos por sus anteras (órganos masculinos) se yergue el pistilo o gineceo (órgano femenino), que presentan en su extremidad una pequeña glándula llamada estigma.
Cuando la flor madura, las anteras abren su pequeña caja de polen y confían al viento un polvo precioso. Los insectos viajeros se apoderan de él y, cual diligentes servidores, van a depositarlo sobre estigmas maduros de alguna otra flor de la misma especie. De otra flor, porque es raro, en efecto, que las anteras y los estigmas de la misma flor maduren al mismo tiempo. Cuando el polen, es decir, el elemento masculino, ha sido cogido por el jugo viscoso de los estigmas, penetra en el pistilo y va a fecundar en el fondo de la flor a los óvulos, elementos femeninos, encerrados en el ovario. Así fecundados, los óvulos se convierten en semillas, y el ovario, al engordar, se convierte en el fruto de la planta. Más tarde, de aquellos pequeños granos confiados al calor húmedo de la tierra por la mano del hombre, nacerán otras plantas semejantes a la primera.
Señalemos que hay algunas plantas y árboles, como en el caso de ciertos abetos y de los avellanos, por ejemplo, cuyos órganos masculinos y femeninos radican en tallos distintos; en otras especies, como en los sauces y las palmeras, hay árboles que sólo son masculinos y no tienen nada más que flores sin pistilo, y árboles femeninos con flores sin estambres.
Los peces se reproducen, según las especies, en épocas determinadas. Varias especies al fin del otoño y otras en primavera.
No hay ningún contacto directo entre el macho y la hembra; ésta pone huevos sin fecundar. Sin embargo, en el momento del desova los peces hembras van generalmente escoltados por peces machos. Cuando llega el momento, las hembras colocan sus huevos en cantidad a veces innumerable (el bacalao pone millones) sobre el suelo marino o fluvial que les parece más a propósito. Después, los peces machos se quedan algunos instantes en los parajes donde se encuentran los huevos dejados por las hembras, para depositar cerca de ellos las sustancias masculinas que los fecundará. Esta sustancia, repleta de una multitud de gérmenes vivos, se llama lechecilla del pez. A causa de la movilidad de las aguas se realizará la reunión de elementos masculinos y femeninos, si bien un gran número de huevos serán arrastrados por las aguas sin haber sido fecundados.
Con los pájaros llegamos a una categoría de seres en los que la fecundación necesitará el contacto directo entre los cuerpos del padre y de la madre. Pero este contacto se hará por yuxtaposición y no por penetración.
Veamos, por ejemplo, un gallo y una gallina. Estos dos animales no tienen órganos genitales exteriores diferentes. El gallo y la gallina matados y desplumados son casi idénticos, no presentan más que un solo orificio posterior; en el macho y en la hembra, las glándulas genitales, situadas en el interior del cuerpo, terminan en una cavidad que acaba en el intestino y que se llama cloaca,
En los pájaros la fecundación se realiza por la yuxtaposición que los dos animales hacen con sus cloacas. Así, pues, el gallo proyecta en el cuerpo de la gallina la sustancia masculina, que recorre el camino llamado oviducto, hasta llegar al óvulo procedente del ovario, al que fecunda.
La fecundación que se realiza por contacto de cuerpo se dice que tiene lugar por coito. Los pájaros practican, pues, el coito, pero por enlace.
Se sabe que la mayor parte de los animales no pueden reproducirse sino en ciertas épocas del año, en el momento del celo.
Los mamíferos practican el coito por intromisión, es decir, por penetración. Este modo de unión para la generación necesita naturalmente para el macho un órgano de apareamiento especial que se llama pene y en la hembra una especie de vaina que se llama vagina. Pero pasemos adelante, ya que muy pronto vamos a estudiar la constitución humana y encontraremos allí muy detallada la descripción de los órganos de la generación más perfeccionados.
LA GENERACIÓN HUMANA
Puesto que vamos ahora a estudiar la importante cuestión del amor, de la propagación de la especie humana, pongamos cuidado en resaltar desde el primer momento una cosa esencial, a saber: que el hombre no es tan sólo un animal, el más perfecto físicamente, sino que es sobre todo un animal racional, es decir, un ser dotado de razón.
El animal, en todos sus actos, no puede seguir sino su instinto; el hombre puede si quiere, y en particular en lo que se refiere a la generación, gobernar sus instintos por medio de su razón. Y es obrando así cuando se mantiene a la altura de su condición humana.
Las bestias se aparean.
Sólo el hombre se casa.
El matrimonio es desconocido por el mundo animal. Las bestias realizan por instinto un acto puramente corporal, sin conocerse, en cualquier rincón del bosque o de la calle; y además, en la mayor parte de los casos, se ignoran mutuamente.
El hombre y la mujer, por el contrario, están hechos para conocerse y amarse con un amor profundo durante toda su vida.
El don recíproco del goce físico tiene un papel importante en la expresión de su amor, pero cuando falta, y de momento la unión corporal no puede realizarse, existen otras cosas excelentes que bastan para mantener la unión de los corazones con el fin de asegurar la estabilidad y la continuidad de los hogares, porque éstas son indispensables para el bien de los hijos.
Como su nombre lo indica, los órganos genitales son los que sirven para la generación, y la generación es la función por medio de la cual los seres se reproducen y se continúan a través de los tiempos.
Esos órganos, como todas las otras partes de nuestro cuerpo, son cosas buenas, ya que todo lo que está con nosotros es bueno, por sí mismos no tienen absolutamente nada de vergonzosos; lo que hay que deplorar es el uso desordenado que se hace de ellos, puesto que es necesario reconocer, por desgracia, que un gran número de las miserias humanas tienen su origen más o menos directo en una forma cualquiera de desorden sexual. ¡Nosotros los médicos lo sabemos de sobra!
Pero puesto que, como hemos dicho, todo es bello en el orden de la Naturaleza, es evidente que tenemos que tratar con soltura y respeto el estudio descriptivo y funcional de los órganos genitales del hombre y de la mujer.
Antes de hablar de la unión conyugal y de abordar el estudio de la generación propiamente dicha, tenemos que hacer ahora una descripción del aparato genital femenino y masculino.
Es de presumir que esta descripción detallada y científica interesará poco a la mayor parte de las jóvenes que lean este libro por primera vez a la edad de dieciocho años, pero hemos pensado que ellas podrán necesitar estos conocimientos precisos un poco más tarde, y que entonces les vendrá muy bien tener una obra completa.
DESCRIPCIÓN Y FUNCIONAMIENTO DEL APARATO GENITAL FEMENINO
En la obra de la generación, el papel de la mujer es más vasto que el del hombre. Pone en juego todo un conjunto de funciones: la menstruación, la copulación, la fecundación, la gestación, el parto y la lactancia.
Sus órganos de reproducción son particularmente complicados y delicados, porque no sólo están llamados a engendrar la vida, sino también a mantenerla, a desarrollarla durante largos meses y, finalmente, a dar a luz al niño.
En razón de sus diversas funciones, su función característica es su extrema dilatabilidad.
Están situados en la parte del cuerpo que se llama región pelviana. Esta región es mucho más ancha en la mujer que en el hombre, porque a causa de los embarazos se necesita un sitio mayor.
1.° los órganos destinados a la copulación (a la unión conyugal), que son: la vulva y la vagina.
2° los órganos destinados a la generación, que son el útero o matriz, las trompas y los ovarios.
1° LA VULVA
Se llama vulva la parte exterior de los órganos genitales de la mujer.
El aspecto de la vulva es el de una depresión, el de una abertura, bordeada a los lados por un doble repliegue llamado grandes labios. Los grandes labios se extienden desde la región pubiana (la región del bajo vientre) hasta unos centímetros antes del ano. Al exterior están recubiertos de pelos, como la región pubiana.
Ocultados por los grandes labios, paralelamente y por debajo, están colocados los pequeños labios o ninfas, mucho menos largos y de un débil espesor de algunos milímetros.
En el interior de estos pequeños labios se encuentran, por delante, el clítoris; por debajo, el meato orinarlo, y, por último, el orificio de la vagina (y a cada lado del orificio de la vagina, los orificios no aparentes de las glándulas de Bartolino).
En la parte superior de la vulva, el clítoris, revestido de una especie de capucha formada por la unión de las extremidades superiores de los pequeños labios, aparece corrientemente bajo la forma de una minúscula protuberancia redondeada, que sólo tiene algunos milímetros al exterior, mientras que en el interior se desarrollan dos raíces de implantación.
Bajo una cobertura de naturaleza fibrosa, el clítoris y sus raíces profundas encierran un tejido esponjoso, formado principalmente de venas entrelazadas, tejido eréctil, cuya hinchazón sanguínea (aflujo de sangre), en caso de excitación provoca la turgescencia, es decir, la hinchazón y la consistencia más rígida.
El clítoris y el orificio de la vagina contribuyen a procurar el placer en la realización del acto conyugal, ya que contienen un gran número de nervios extremadamente sensibles: de ahí su importancia particular en las funciones procreadoras.
Señalemos que en un gran número de personas las dimensiones de este órgano son tan pequeñas: que no se perfila al exterior hasta el momento de la unión.
El meato urinario constituye el orificio del canal de la uretra, por el que se vacía el contenido de la uretra y se halla entre los dos pequeños labios, un poco por debajo del clítoris, en la línea media.
En el cuerpo femenino este canal no tiene pared alguna exterior, y, por consiguiente, es mucho más corto que en el hombre.
A pesar de su proximidad a la vagina, el aparato urinario es totalmente independiente del aparato genital 9.
2º LA VAGINA
La vagina es un canal o pasaje que se extiende desde la vulva hasta el cuello del útero.
La palabra vagina, según su origen latino, nos explica, quiere decir vaina —la vaina apretada, en la cual penetrará el órgano masculino para depositar en el lugar requerido el elemento masculino de la fecundación—, es decir, que la forma de este órgano puede variar y prestarse a una gran distensión (la vagina ensanchada es la que dará paso al niño en el momento del parto).
El canal de la vagina sirve igualmente para la evacuación de sangre de la menstruación (las reglas).
Su longitud es variable según las personas, con una media de ocho a diez centímetros; su superficie interna está surcada por un gran número de pliegues que la permiten ensancharse.
En las jóvenes vírgenes la entrada de la vagina está protegida por una delgada pared, por una membrana, especie de repliegue de la mucosa vaginal, llamada himen. Esta pared está perforada y cierra parcialmente la entrada, a fin de que, incluso en la joven virgen, pueda salir la sangre menstrual.
Habitualmente, la primera unión sexual (la penetración del miembro viril) desgarra la membrana del himen, es lo que se llama desfloración; se siguen de esto un dolor que varía según el grado de resistencia de la membrana, pero de ordinario ligero y una hemorragia de algunas gotas que cesa por sí misma.
Sin embargo, las jóvenes que van a casarse deben saber que la ausencia de flujo de sangre no prueba necesariamente la ausencia de virginidad, y esto, ya sea porque el orificio de la membrana es suficientemente grande para permitir la penetración del pene, ya sea porque la membrana está compuesta de un tejido particularmente elástico que se presta al pasaje, ya sea, en fin, porque la membrana ha podido romperse durante la infancia o la juventud por una causa accidental, independiente de la voluntad.
En la base de los pequeños labios se encuentra el músculo constringente de la vulva que, en el momento de la unión, puede realizar una comprensión pasajera.
A los lados del orificio vaginal, por detrás de los pequeños labios, se abren los minúsculos canales excretores de las glándulas de Bartolino. En el momento del acercamiento sexual, estas glándulas vierten en la entrada de la vagina, en gran abundancia, un líquido blancuzco, ungüentoso, que facilita la penetración.
La extremidad superior de la vagina alcanza el cuello del útero. El órgano masculino no penetra en el útero, pero deposita el elemento fecundante en el fondo de la vagina, enfrente del orificio del útero.
3º EL ÚTERO O MATRIZ
El útero, comúnmente llamado matriz, es el órgano que prolonga la vagina, órgano destinado a abrigar durante todo el curso de su evolución al óvulo fecundado, y a expulsarlo cuando llegue el momento del término de su desarrollo fetal.
Por su forma, el útero puede ser comparado a una pera pequeñita. Su parte estrecha se dirige por abajo hacia la vagina, a la cual se adhiere. Está situado, lo mismo que ésta, entre la vejiga y el recto (intestino grueso), y mide alrededor de seis centímetros de alto y cuatro de ancho. Está colgado en la región pelviana por pliegues del peritoneo, llamados ligamentos anchos, y por cordones musculares, llamados ligamentos redondos.
El útero es un órgano esencialmente muscular, extensible, contráctil, retráctil, una especie de músculo hueco cuyas fibras se hipertrofian y se multiplican en el momento del embarazo, y están dotadas de un gran poder para ser capaces de expulsar al niño en el momento del parto.
La cavidad interior de este músculo uterino está tapizada por una mucosa que contiene glándulas con mucus y con numerosos vasos sanguíneos extremadamente finos destinados a alimentar el óvulo fecundado.
Su extremidad inferior llamada cuello uterino (o cuello de la matriz), se abre salida en la vagina y presenta una abertura de algunos milímetros que le pone en comunicación con ésta. Por esta abertura, los espermatozoides penetran en la cavidad del órgano para introducirse en seguida por el camino de las trompas a la busca de un óvulo.
4º LAS TROMPAS UTERINAS
Las trompas uterinas, llamadas trompas de Falopio, son dos conductos muy estrechos que nacen a la derecha y a la izquierda de lo más alto del útero con el que se comunican. Se extienden a lo largo del borde superior de los ligamentos anchos con un recorrido de varios centímetros, y terminan en una especie de pabellón abierto en la cavidad peritoneal (en el vientre), pabellón bordeado por una serie de franjas recortadas que se abren a lo largo del ovario.
5.º LOS OVARIOS
Los dos ovarios o glándulas sexuales de la mujer tienen por función la elaboración de los óvulos, células femeninas de la generación. Constituyen, por tanto, la parte esencial del aparato genital.
Los ovarios están colocados a la derecha y a la izquierda del útero, sobre los ligamentos anchos, a los cuales se encuentran unidos; están desnudos en el vientre, sin que los cubra el peritoneo. Tienen la forma y las dimensiones de una almendra gruesa.
La superficie de los ovarios, en las mujeres adultas, está tapizada de varios millares de vesículas, llamadas folículos de Graaf u ovisacos, destinadas a la preparación de los óvulos.
Estos folículos existen en estado microscópico desde el nacimiento. Poco a poco se desarrollan y transforman el óvulo que contienen, pero cada folículo se encuentra en un estadio de evolución diferente del de sus vecinos.
Cuando un óvulo alcanza el grado de madurez necesaria, la débil pared del folículo se rompe y le deja escapar hacia el vientre. Es recogido por el pabellón de la trompa y conducido hasta el útero. El estado de madurez del óvulo, normalmente único, su salida del folículo y su conducción al útero, son fenómenos que sólo se producen una vez al mes (cada veintiocho días aproximadamente): es lo que se llama la ovulación. Esta comienza en la joven a la edad de pubertad, hacia los trece o catorce años (excepcionalmente a los once o doce, y algunas veces a los diecisiete o dieciocho). Se acaba a la edad de cuarenta y cinco o cincuenta años, período llamado retorno de edad o menopausia. Una mujer puede, pues, llegar a ser madre durante el lapso de tiempo que separa la pubertad de la menopausia.
Tan sólo excepcionalmente pueden dos óvulos llegar a madurez al mismo tiempo. En este caso, pueden ser fecundados los dos, lo que producirá un doble nacimiento: los gemelos.
Digamos algunas palabras sobre el fenómeno de la menstruación, de la evacuación de las reglas, aunque tengamos que volver a hablar del mismo con más extensión en el capítulo que trata de la fecundación.
Esta sangre proviene de la matriz o útero, y no de los ovarios.
El óvulo producido por el ovario, recogido por el pabellón de la trompa, tarda cierto número de días en ganar (por el interior de la trompa) el fondo de la matriz. Desde el momento en que esta bajada comienza, la pared de la matriz en alerta se pone a trabajar: su mucosa dilata sus vasos y multiplica sus células de manera que el óvulo, si ha sido fecundado, pueda encontrar desde su llegada, en el nido que ella debe formarse, la red de vasos sanguíneos que le llevará su alimento (la sangre de la madre).
Si el óvulo no ha sido fecundado en la trompa por un espermatozoide (germen masculino), llega sin vida a la matriz y entonces el trabajo de preparación es inútil; el fino tejido de la mucosa de las paredes interiores de la matriz se disgrega y los minúsculos vasos dilatados dejan escapar, rompiéndose, una cierta cantidad de sangre. Esto es lo que produce las reglas. Las reglas son, pues, el desecho, con el óvulo no fecundado, de una parte superficial de la mucosa uterina y de la sangre que se escapa de ella.
La sangre de las reglas sale al exterior por la vagina, cada veintiocho días aproximadamente. Este lapso de tiempo, este ciclo menstrual, no es absolutamente semejante en todas las mujeres: puede ser un poco más corto o más largo. Igualmente, retrasos de uno o de dos días son bastantes frecuentes de un mes al otro, en la misma persona.
La cantidad de sangre perdida es muy diferente según las personas: variando en los límites de algunas docenas de gramos a trescientos gramos, con una media de ciento cincuenta repartidos de tres a cinco días.
Señalemos de paso que las menstruaciones regulares, de duración y de abundancia normales, son generalmente el indicio de excelente estado general, y no es exagerado decir que las reglas son para la mujer un barómetro de salud.
Las reglas no aparecen cuando el óvulo ha sido fecundado, y no vuelven a tener lugar cuando la matriz está habitada por el feto en vía de desarrollo. Habitualmente —esto no es absoluto— durante los primeros meses del período de lactancia no tienen lugar, pero, durante este período, la función de los ovarios, la ovulación, puede volver a comenzar, y la mujer puede quedar de nuevo encinta. Después del embarazo, si la madre no amamanta a su hijo, las reglas vuelven a aparecer hacia las seis semanas después del parto.
Los senos o pechos son glándulas sebáceas muy desarrolladas que segregan la leche.
Insignificantes en la infancia, aumentan considerablemente en la época de la pubertad. Su volumen definitivo es de lo más variable, siguiendo las razas y los individuos.
Hacia el centro del seno está el pezón, protuberancia cilíndrica de dos centímetros de largo, rugosa al tacto, erizada de pequeñas eminencias.
El pezón está agujereado por diez o veinte orificios que recuerdan la manzana de la regadera, por los cuales se puede extraer la leche oprimiendo el seno de una nodriza. Provisto de fibras contráctiles, el pezón se endereza (se fortalece y se vuelve más saliente), bajo la influencia de excitaciones físicas o psíquicas.
La aureola, que corona el pezón, es una zona circular, rosa en la joven, morena o bronceada en la mujer que ha tenido hijos. Su piel, que es muy fina, presenta varias elevaciones redondeadas.
El funcionamiento de estas glándulas mamarias se pone en marcha por un mecanismo humoral poco tiempo después del parto (subida de la leche). Prosigue en principio mientras el niño es llevado regularmente a los pechos.
La cantidad de leche segregada es muy variable. Desde el tercer día que sigue al nacimiento la mujer normal puede dar treinta o cuarenta gramos de leche cada vez que da de mamar (seis o siete veces por día); al fin de la primera semana, unos seiscientos gramos por día; hacia el sexto mes, alrededor de un litro.
Lo mismo que en el hombre, las secreciones internas de las glándulas genitales, las hormonas, al pasar a la sangre dan a todo el organismo su carácter propio y su evolución completa, así en la mujer las secreciones internas de las glándulas genitales impregnan todo su organismo. Pero como estas glándulas pasan por fases diferentes, según los momentos de la vida (infancia, pubertad, edad adulta, menopausia, vejez), según los momentos del mes, y, finalmente, según el estado de embarazo y de lactancia, las reacciones internas serán variables. Las que se producen en el curso del embarazo y de la lactancia proporcionan ordinariamente a la mujer una expansión corporal y un equilibrio de los que ella aprovecha por el resto de su vida; la señalan con un carácter tan particular, que se puede a menudo distinguir a simple vista a una mujer que ha sido madre de otra que jamás lo ha sido. Es esto lo que ha hecho decir que una mujer no alcanza su evolución física completa hasta que no ha sido madre e incluso nodriza.
Se suele dar el nombre de pubertad al conjunto de modificaciones exteriores mediante las cuales se manifiesta el cercano despertar de la vida genital.
La pubertad es más precoz en la mujer que en el hombre, y se manifiesta en general entre los doce y los quince años.
Hasta la edad de doce o trece años la niña se distingue poco del niño, pero muy pronto van a producirse en ella varias transformaciones, como una serie de metamorfosis.
Mientras que en un muchacho todo el organismo se desarrolla con un aspecto de fuerza y de energía, en la joven todo reviste un carácter de gracia. Los rasgos de su rostro se redondean, los salientes angulosos se borran, los miembros adquieren contornos finos, sueltos y suaves, que se prolongan hasta las extremidades delicadamente unidas.
La voz se hace menos aguda, su diapasón baja una o dos notas.
Pero lo que más llama la atención son las modificaciones de sus órganos genitales.
Mientras que se perfilan sus senos y adquieren su forma redondeada, la región pubiana se cubre de pelos, aumentan de volumen las distintas partes de la vulva, y algunos síntomas generales, precursores de una menstruación que se acerca, señalan el trabajo que se está realizando en los órganos internos (ovarios y útero). Comienzan a sentir dolores más o menos fuertes en los riñones y en la pelvis; a lo cual se añade un gran cansancio en las piernas y, al mismo tiempo, una tensión ligeramente dolorosa en los senos. Todos esos síntomas, a veces alarmantes, cesan con mayor o menor rapidez en el momento de la primera ovulación seguida de las primeras reglas.
La primera hemorragia menstrual es con frecuencia un poco dolorosa y difícil; con mayor frecuencia es incompleta, es decir, que no se ve aparecer sangre, sino tan sólo un líquido seroso más o menos coloreado. A veces esta menstruación es imperfecta, ese derrame mediocre se reproduce durante varios meses antes que aparezcan definitivamente los menstruos claramente hemorrágicos 10.
Cuando éstos aparecen, la joven es núbil; podría ser fecundada y concebir, pero sin embargo necesita esperar, para casarse, a que el organismo haya alcanzado su madurez y su completo desarrollo, es decir, hasta la edad de dieciocho o veinte años. Casarse demasiado joven, en efecto, es exponerse a inconvenientes, que si no son graves, son al menos muy serios. Además, el hijo de una madre insuficientemente formada está expuesto a las enfermedades más que los otros, y es mucho más; difícil de criar.
DESCRIPCIÓN Y FUNCIONAMIENTO DEL APARATO GENITAL MASCULINO
El aparato genital del hombre —lo mismo que el de la mujer— es una de las maravillas más asombrosas de nuestro organismo.
A menudo se compara el cerebro humano a una central telefónica de una gran ciudad que funcionase automáticamente, sin tener nunca una avería, a pesar de la inmensa complejidad de sus redes. Podría compararse el aparato genital a un laboratorio científico en el cual se elaboran, por medio de instrumentos de precisión inaudita, un producto que los más grandes sabios del mundo no han podido nunca ni podrán jamás obtener: los gérmenes de la vida.
Varios grupos de órganos importantes aseguran el funcionamiento de este laboratorio.
Los dos testículos constituyen el aparato esencial: producen de un modo regular y permanente los gérmenes de la vida, es decir, el semen humano.
Las vías espermáticas son los canales que dirigen hacia la parte prostática de la uretra las secreciones testiculares constantemente renovadas.
Las vesículas seminales y la próstata suministran a los elementos espermáticos el líquido que debe acentuar su fluidez en el momento oportuno.
Por fin, la uretra, órgano a la vez urinario y genital, sirve, en el curso de las relaciones sexuales, para conducir la sustancia fecundante, el esperma, hasta las vías genitales de la mujer.
Hablaremos sucesivamente de estos diversos órganos.
Los testículos son dos glándulas ovoides de unos cuatro o cinco centímetros, colocados en una especie de saquito con un doble compartimento llamado bolsa o escroto, en la parte baja y exterior del abdomen.
Estas dos glándulas, aunque situadas fuera del abdomen, no están aisladas, evidentemente, del resto del organismo. Un laboratorio o una fábrica, no pueden trabajar eficazmente si están privados de toda comunicación con el exterior: es preciso poder llevar allí las materias primas, desechar los residuos, traer los productos fabricados, etcétera...
Lo mismo sucede aquí: el funcionamiento del testículo exige un conjunto de comunicaciones con los principales órganos vitales. Estos son: las arterias, que aportan sangre nueva con las “materias primas” indispensables; las venas, que conducen los desechos; las redes nerviosas, que son los órganos de mando; los canales, que llevan el producto elaborado.
Todos estos vasos, estos nervios y estos conductos existen para cada una de las dos glándulas, y, tanto a la derecha como a la izquierda, el conjunto está agrupado en una vaina que lleva el nombre de cordón espasmático.
Las arterias suministran a las glándulas testiculares las materias primas: se trata de las sales y de materias orgánicas contenidas en la sangre.
Con la ayuda de los vasos que se adelgazan y se dividen hasta el infinito en el cuerpo principal del testículo, estos materiales son captados por las células y confiados a un mecanismo complejo cuya descripción somera he aquí:
El cuerpo principal del testículo que aparece al tacto como una forma masiva y firme, se encuentra en realidad dividido en doscientos o trescientos compartimentos o cajoncitos de forma piramidal llamados lóbulos, en el interior de los cuales se efectúa constantemente un trabajo minucioso, preciso e infalible. Cada uno de los lóbulos encierra algunos canalillos muy enrollados y tortuosos que se llaman tubos seminíferos. Miden de treinta a sesenta centímetros de longitud, pero sólo tienen una o dos décimas de milímetro de diámetro; hay aproximadamente un millar por testículo.
En el interior de los tubos seminíferos hay una cantidad innumerable de células fijas, llamadas espermatogonias, que se transforman las unas tras las otras bajo la acción de algunos pequeños nervios muy activos, en células móviles llamadas espermatozoides. Al mismo tiempo que los nervios cumplen este trabajo, los canalillos segregan una parte del líquido espermático necesario para la evolución y el término de las células nuevas.
Los testículos sirven, pues, para elaborar los espermatozoides o gérmenes de la vida. Pero ésa no es su única función. El cuerpo principal contiene, además de los canales seminíferos, otros elementos esenciales llamados glándulas intersticiales. De un modo continuo, estas glándulas vierten directamente en la sangre las hormonas sexuales, sustancias químicas que condicionan los caracteres secundarios de la virilidad: el desarrollo de la estructura, o sea, la fuerza muscular, el instinto sexual, etc...
Los espermatozoides son células masculinas destinadas a fecundar las células femeninas de la generación. En el microscopio aparecen como largas pestañas y presentan una parte hinchada: su cabeza. Su longitud es de cuatro centésimas de milímetro. Están dotadas de movimientos ondulatorios muy vivos que les permiten recorrer un centímetro en dos o tres minutos, lo que es considerable en proporción a su talla; desde su nacimiento, se ponen en camino por uno de los veinte canales eferentes del testículo, y éstos a su vez los conducen al colector llamado canal del epidídimo.
El epidídimo es un conducto de cinco o seis metros de largo, pero apelotonado y replegado cien veces sobre sí mismo, de suerte que no ocupa más que una pequeña extensión de cinco centímetros paralelamente al cuerpo principal del testículo que en parte cubre; para el líquido espermático sirve de primer lazo de unión entre el testículo y la uretra. Del epidídimo, el líquido pasa al canal deferente. Este abandona la bolsa para penetrar en el interior del cuerpo por el anillo inguinal. Da la vuelta a la vejiga al exterior, después por detrás se ensancha en forma de ampolla, se desliza en seguida a través de la próstata para desembocar, por el canal eyaculador, en la uretra, debajo de la vejiga. En medio de la próstata recibe como un afluente el producto de la vesícula seminal.
Hay dos vesículas seminales situadas ambas detrás de la vejiga, cerca de la extremidad de los canales deferentes a los cuales se unen. Son órganos glandulares muy vascularizados que se presentan bajo la forma de un canal ramificado y replegado varias veces sobre sí mismo. Mide alrededor de cinco centímetros de longitud, dos de ancho y uno de espesor. El líquido que segregan está destinado a volver fluido al producto testicular demasiado denso.
Este permanece sobre todo en las ampollas de los canales deferentes y refluye tan sólo en cantidad mínima en el interior de las vesículas.
La próstata es una glándula que forma también parte del aparato genital del hombre. Está situada debajo de la vejiga con la que forma cuerpo, y delante del recto. Sus dimensiones recuerdan a las de una castaña grande.
Está atravesada por la uretra (canal que vacía la vejiga) y contiene varios conductos excretores que vierten en ese canal. La próstata segrega el líquido prostático, líquido bastante claro y abundante que en el momento de la excitación genésica va a constituir la mayor parte del esperma. Sirve para lo mismo que el líquido vesicular, para diluir el líquido testicular aún demasiado espeso y para estimular los movimientos de los espermatozoides.
El esperma es, por tanto, el líquido resultante de la mezcla de las secreciones testiculares, vesiculares y prostáticas.
Una sola gota de esperma puede contener varios millones de espermatozoides nadando en un líquido alimenticio que asegura su vitalidad.
La uretra es un largo canal que nace en la vejiga y termina en la extremidad de la verga.
Al salir de la vejiga atraviesa casi verticalmente la glándula de la que acabamos de hablar, la próstata. Esta parte de la uretra se llama uretra prostática.
Después de la próstata, el canal de la uretra atraviesa un tejido membranoso y un músculo anular, y, finalmente, en su última parte, se rodea de un tejido eréctil, cuya estructura recuerda la de una esponja: es el cuerpo esponjoso. Este tejido forma una vaina completa (de ahí el nombre de uretra esponjosa), hasta su orificio externo donde se hincha para constituir el glande. El canal uretral se extiende igualmente a lo largo y por encima por medio de dos formaciones cilíndricas más espesas que él, llamadas cuerpo cavernoso. El conjunto forma la verga (o pene).
Todos esos tejidos son esencialmente eréctiles, es decir, que tienen un gran número de pequeños recipientes de estructura esponjosa susceptibles, bajo diversas influencias, de recibir y de retener una gran cantidad de sangre. La verga se vuelve entonces turgescente, lo que significa que su volumen aumenta, su dirección se modifica, su consistencia se hace rígida: se produce la erección. Esas transformaciones momentáneas sobrevienen algunos instantes antes de la unión sexual para hacer posible la penetración del órgano masculino en las vías femeninas, allí mismo adonde están llamados para depositar gérmenes de vida.
La extremidad anterior de la verga se llama glande, tejido eréctil atravesado por un gran número de nervios muy sensibles. El glande está recubierto por el prepucio (o capuchón), repliegue de la piel que prolonga la envoltura de la verga.
En otro lado tendremos la ocasión de hablar sobre lo que se llama en términos médicos el coito o la cópula. El coito es el conjunto de actos por medio de los cuales el hombre introduce su sustancia seminal, el esperma, dentro de las vías genitales femeninas, para fecundar a la mujer. Durante el coito se produce la eyaculación o proyección del líquido seminal en el fondo de la vagina.
LA PUBERTAD Y LA EDAD NÚBIL
Se llama pubertad a la época durante la cual los órganos de la generación comienzan a evolucionar hacia su madurez.
La edad llamada infancia va a terminarse, la voz se hace más grave, el vello se desarrolla en la región pubiana y debajo de las axilas, los órganos genitales aumentan de volumen y los testículos comienzan a elaborar los espermatozoides. El muchacho se convierte progresivamente en un joven capaz fisiológicamente de realizar el acto engendrados
La pubertad se produce en nuestros climas hacia la edad de trece a quince años. En los países tropicales es mucho más precoz.
¿Equivale esto a decir que en el curso de su evolución puede el joven llevar una vida sexual comparable a la del adulto? ¡Ni mucho menos! Es más, es siempre en detrimento de su salud, el hecho de que algunos se entreguen, aún muy jóvenes, a la actividad genital.
¿Por qué razón? Nada más sencillo: sin duda que la aptitud fisiológica, la posibilidad de realizar el acto sexual, es la misma en el adulto que en el muchacho púber, pero la formación física es diferente. El primero ha llegado a su madurez, a su completo desarrollo, y no teniendo ya necesidad de utilizar para su crecimiento sus fuerzas, o si se quiere, su potencial vital, puede gastarlas sin que se dañe en la unión sexual de la vida conyugal. El segundo, por el contrario, es todavía un adolescente, es decir, un sujeto en constante cambio, en plena diferenciación física, cuyo trabajo de crecimiento absorbe la mayor parte de su actividad orgánica. Si se pone por medio otro trabajo importante, esta actividad se encuentra desviada de su meta principal, y el crecimiento se verá retardado, desequilibrado, falseado. En otras palabras: el organismo no puede soportar al mismo tiempo los gastos de su desarrollo y los de su reproducción. Por eso vemos que en los adolescentes el trabajo de construcción física se para, o al menos languidece, desde que comienza el de reproducción. El ejercicio prematuro de las funciones sexuales hace a menudo del adolescente un adulto imperfecto.
Por tanto:
—Un joven que excita sus órganos sexuales daña por el mismo hecho a su salud y a su desarrollo. Cuanto más frecuentemente lo haga, más se dañará.
—Un muchacho que se casa demasiado joven, antes de verdadera madurez, corre el peligro de engendrar un niño enfermizo.
El Derecho francés considera que en teoría el término no perfecto, sino elemental, de la transformación del muchacho, no tiene lugar sino a los dieciocho años, y las leyes no autorizan el matrimonio antes de esta edad 11.
Los médicos no aconsejan el matrimonio antes de los veinte o veintiún años. En los preventorios a los que los niños enfermizos son llevados para fortalecer su salud, se ha observado que un gran número eran hijos de padres casados demasiado jóvenes.
LA UNIÓN CONYUGAL
Terminada la disposición de los diferentes órganos de los aparatos genitales masculino y femenino, vamos a hablar ahora del papel que desempeñan y de la unión de los sexos.
Tras algunas consideraciones de orden general sobre la unión del hombre y de la mujer, dividiremos esta materia tan importante del modo siguiente:
—El acto conyugal.
—El placer que éste proporciona al hombre y a la mujer.
—El papel y la razón de este placer.
—Respuestas a las diversas preguntas que pueden hacerse acerca de las relaciones sexuales.
—Algunas páginas sobre la fecundación, el embarazo, el parto y la lactancia.
—Un estudio sobre los casos de esterilidad.
Luego hablaremos del desorden sexual y de las enfermedades que pueden surgir de dicho desorden.
Finalmente responderemos a las preguntas que vienen a la imaginación cuando se acaba de tratar de la materia anterior: ¿Qué pensar de la continencia antes del matrimonio tanto para el joven como para la joven?
Queridas amigas, ¿os habéis preguntado alguna vez por qué la mayoría de las jóvenes consideran el matrimonio como el estado de vida ideal, poniendo todo en juego para conseguir ese estado?
La solución es sencilla: Creen que van a encontrar en ese estado la satisfacción completa de todo su ser, en sus aspiraciones más legítimas y más diversas.
Tienen razón. Un matrimonio bien adecuado debe colmar a la mujer: en su corazón, al ofrecerle, en la persona de su marido, el compañero, el amigo y el confidente de cada instante:
En su espíritu, la dirección de la casa, la limpieza del piso, y las responsabilidades maternales desarrollan hasta su más alto grado el espíritu de iniciativa, de organización y todas las cualidades intelectuales de la mujer.
En su cuerpo, finalmente. La mujer está hecha para la maternidad y por consiguiente para el amor. Tan sólo el matrimonio podrá normalmente, y sin peligro de degradación física, apaciguar ciertos deseos legítimos que lleva en su ser.
Todo esto nos lleva a decir que la fisiología, es decir, las enseñanzas que conciernen a la unión corporal, no revela nada más que una parte de las realidades que se refieren al amor. En efecto, aunque el ser humano se parece a los animales en algunos aspectos, sin embargo, encierra dentro de sí riquezas mucho más preciosas, que son las que le dan su dignidad: el corazón y la razón.
El hombre y la mujer no se unen solamente por los órganos de la generación, sino sobre todo por el corazón, y también por el espíritu. El amor es todo eso al mismo tiempo: quiere realizar la unión total. Despreciar alguno de sus aspectos es hacer del hombre un ángel o una bestia. Ahora bien: el hombre no es ni lo uno ni lo otro.
Acabamos de hablar de la unión de los corazones y de los beneficios que de ella surgen. Vamos a seguir ahora hablando de la unión física y del placer que de ella debe resultar.
Por las explicaciones dadas en los capítulos de fisiología has podido comprender que los órganos genitales del hombre y de la mujer han sido concebidos y formados en sus menores detalles con el fin de su íntima unión, unión que en ciertos días del ciclo menstrual puede realizar la fecundación y efectuar la transmisión de la vida 12.
Los esposos que van a unirse íntimamente son dos seres que se aman. Su amor va a iluminar, embellecer y convertir en razonable lo que podría parecer vulgar.
El primer objeto del acto conyugal es poner en presencia los dos elementos esenciales de la generación, el elemento femenino u óvulo, y el elemento masculino que puede ser cualquiera de los espermatozoides contenidos en el esperma. Y esto a fin de que ellos puedan conjugarse y constituir la célula madre o embrión humano.
Para permitir el encuentro de estos elementos, el miembro viril debe penetrar en las vías femeninas hasta el fondo de la vagina, en la que deposita los gérmenes de vida.
Normalmente la unión conyugal tiene lugar estando acostados los esposos: es así como adquiere máxima intensidad.
De una y de otra parte, se preparan a ello los esposos por el deseo, los pensamientos y las distintas manifestaciones de ternura. Este preámbulo es útil: en efecto, en ese momento los órganos genitales experimentan por el hecho de la excitación importantes modificaciones que harán posible la unión sexual. En el hombre se produce la erección, al mismo tiempo que se exagera el funcionamiento de las glándulas vesiculares, uretrales y prostáticas, cuyo producto está destinado a hacer más abundante y más fluido el esperma. En la mujer, las secreciones mucosas abundantes lubrifican las paredes de la vagina y facilitan la penetración. Una vez practicada ésta, las diferentes partes de los órganos genitales, muy ricas en terminaciones nerviosas especiales, adquieren rápidamente una gran sensibilidad al contacto de unas con otras. Las acciones reflejas exasperan esta sensibilidad y muy pronto la excitación provoca una tensión extrema que se llama orgasmo sexual (es una especie de espasmo nervioso).
En el hombre es el momento en que se produce la eyaculación del esperma, mientras que el placer de la unión física llega a su paroxismo (a su máximo de intensidad). Las células masculinas de la generación son colocadas en su lugar, y el acto termina con un estado de dichosa quietud.
Normalmente el acto conyugal debe de estar acompañado de un gran goce tanto para el hombre como para la mujer.
PARA EL HOMBRE
La obtención del placer para el marido es poco complicada. Cualquiera que sea su temperamento y el momento en que se realiza la unión, siempre sentirá ese placer, a no ser que se encuentre en un estado de salud anormal (que esté extenuado por un exceso de trabajo).
PARA LA MUJER
Para la esposa las cosas pueden ser distintas y conviene que lo sepa.
La naturaleza ha previsto, es cierto, el placer tanto para ella como para el hombre. Se trata de un placer casi idéntico. No hay en ella el fenómeno de la eyaculación, pero hay sin embargo una excitación progresiva que, normalmente, debe conducir a un espasmo nervioso, durante el cual se produce un vivo placer y después el apaciguamiento.
Sin embargo, se oye decir con bastante frecuencia que la mujer está menos favorecida que el hombre. ¿Es una opinión fundada? Es lo que vamos a ver.
Consideremos primero los casos normales:
A) EN LA JOVEN ESPOSA LA APTITUD AL PLACER SE DESARROLLA GENERALMENTE DURANTE LOS PRIMEROS MESES DE LA UNIÓN
Habitualmente, antes del matrimonio, la joven tiene el sentido genital poco desarrollado; por esto sucede a menudo que en principio su ardor y su placer son relativamente poco intensos. Es cosa normal y no debe haber lugar a inquietarse por ello. Se realizará una progresión constante, seguramente durante los primeros meses de la vida común, y muy pronto el placer será lo que debe ser.
B) EL DESEO FISIOLÓGICO ES GENERALMENTE MAS PRONUNCIADO DURANTE LOS DÍAS QUE SIGUEN A LAS REGLAS
En un gran número de mujeres, no en todas naturalmente, el deseo fisiológico normal, la necesidad de placer, se manifiesta más vivamente durante el período de una decena de días que sigue inmediatamente a las reglas (es decir, el período en el que se prepara la ovulación. Más tarde explicaremos este fenómeno).
Por tanto, si a consecuencia de la fecha del matrimonio, las primeras relaciones deben tener lugar en los otros días del mes menstrual, el marido no deberá extrañarse si no encuentra en su esposa sino una prisa relativa. Esta observación, particularmente útil para las primeras semanas de la unión, guardará sin duda su oportunidad durante los meses que seguirán.
Por tanto, se puede decir que, normalmente, la mujer no tarda en sentir, en las relaciones conyugales, un placer análogo al del hombre. Si permanece rebelde es como consecuencia de las condiciones anormales que vamos a estudiar.
Durante la primera unión es bastante raro que una joven virgen sienta un goce físico intenso y verdadero: lo cual se debe a varias razones. La primera es que la desfloración, el hecho de que se desgarre el himen, provoca un dolor de intensidad variable según el grado de resistencia de la membrana, pero ligero de ordinario; y la segunda es que la novedad y lo extraño de la sensación venérea misma es tal para la recién casada que puede parecerle más cercana al dolor que al placer.
Finalmente, y sobre todo, los sentidos de la joven suelen estar aún medio desarrollados; y necesitan hacerlo progresivamente.
En muchos casos la recién casada asiste, podíamos decir, al primer acto sexual más que participaren él; necesita, por tanto, una confianza humilde para abandonarse a su marido, cuyo cuerpo tal vez le parezca arrastrado por un impulso extraño, y para aceptar este hecho carnal hacia el que no siente aún atractivo.
Por su parte, el hombre con mucha frecuencia se turba un tanto al ver que desde el principio esta unión ya no es perfecta, y al sentirse tan dominado por su deseo, al que no consigue frenar lo suficiente para que la mujer tenga tiempo de despertar toda su sensibilidad.
Por eso el ideal sería que durante esa primera noche la mujer pudiera testimoniar al hombre, como a un niño inquieto, una actitud un tanto maternal, de una prudencia que la naturaleza le ha dado. A tal inquietud puede responder la mujer con su calma y con seguridad apaciguadora.
La mujer sabe que las cosas de la vida no se hacen solas, que hacen falta nueve meses para formar un niño y un año para una cosecha, y por eso no le extraña que todo no salga bien el primer día. Necesitará tener paciencia; su naturaleza de mujer le enseñará a tenerla. Aceptará con serenidad la espera necesaria y enseñará al hombre esa ley de la lentitud que es la de las cosas de la tierra.
La causa de la frigidez, de la que hablábamos en las páginas anteriores, está a veces en la imaginación de la mujer, que, si siente poco gusto por los placeres físicos del matrimonio, se debe a que de joven ha soñado en una unión ideal y en un marido más ideal aún, hermoso, valiente, caballeresco, tan perfecto que ha olvidado que su marido, en el fondo, tendría que ser... un hombre. Y en este aspecto, ¡atención a ciertas novelas!
¿Ha creído tal vez encontrar a su paladín o es que estaba harta de permanecer soltera? El caso es que ahora está casada. Y de ese modo no hace sino perfilar con rasgos precisos, con un nuevo estado civil, por decirlo así, lo que antes era su sueño. Y cuando tiene que abrazar todas las realidades de una vida en común, le parece que se cae de muy alto. No puede decidirse a entrar tranquilamente y sin buscar tres pies al gato en los detalles de esta vida conyugal que, sin embargo, produce la felicidad de tantas mujeres. Resiste a su propia naturaleza.
A veces, una educación mal comprendida ha sido la causa del mal. El pudor no es lo mismo que la mojigatería: En ningún modo se debe despreciar lo que no es sino reserva hacia las cosas de la carne. La Naturaleza y su Autor no han hecho nada malo, y todo en la unión de los esposos es respetable. Sería absurdo que una joven se creyera perdida por el hecho de recibir voluntariamente las caricias de su marido o por desearlas.
Las jóvenes cuya madre ha descuidado su instrucción sobre las realidades del matrimonio suelen caer, ya lo hemos dicho, con más frecuencia que las otras en el error señalado. Nos han llegado, del tiempo de nuestras abuelas, algunos cuentos agitados... de bodas, en los que la recién casada se defendía de lo que juzgaba una tentativa odiosa, huyendo incluso a veces de la alcoba conyugal. Hoy, gracias a Dios, las jóvenes que se casan son menos ignorantes, y eso les hace sencillas, naturales y llenas de confianza ante lo desconocido del matrimonio.
¿Qué hará la esposa, prácticamente, para vencer su repugnancia?
En primer lugar, debe pedir a su marido ayuda y delicadeza, ya que éste puede con su delicadeza y con su paciencia reflexiva, unida a una gran ternura, despertar el placer en su mujer por muy rebelde que aparezca.
La mujer puede también utilizar excitantes de orden afectivo y moral a los que su naturaleza será sin duda más sensible: el pensamiento de la unión —tan íntima y tan bella—, con el ser amado, el del hijo que tal vez nazca de aquella unión, etc...
Y si a pesar de todo su placer no se despierta, debe evitar en lo posible la manifestación de su repugnancia. La mujer es una compañera y no una víctima, piensa el hombre. Y la mayor parte de su placer desaparecerá si su mujer no se le entrega sin resistencias. Al decir el “sí” tradicional dio a su compañero derechos sobre su cuerpo, que no lo olvide, que juegue limpio; además, casi siempre su lealtad será recompensada, y la esposa que se creía tener que “soportar” durante toda su vida conyugal el acto matrimonial se extraña un día al conocer todo el placer y al sentir que lo desea con toda su alma.
La mujer no debe olvidar nunca que muchas esposas han alejado para siempre de sí, arrojándole en brazos de otra, por su egoísmo y su falta de tacto en este punto tan delicado, a un marido que tan sólo pedía poder amarlas...
La frigidez de la mujer se traduce por la ausencia de deseos, como si las relaciones sexuales normales no le dijesen nada.
Digamos en seguida que hay una explicación de este estado, muy ignorada, gracias a la cual se puede evitar.
Corrientemente se cree que la frigidez proviene del temperamento o de un defecto de conformación física; en la mayor parte de los casos, eso es exacto. La frigidez es más bien un fenómeno de orden psíquico: es decir, que es generalmente causada por un estado de espíritu defectuoso o por una perturbación de la sensibilidad antes que por un estado anormal de los órganos.
Dos ejemplos. Supongamos una joven mal preparada a la revelación del amor físico porque sus padres no le hayan explicado absolutamente nada, y supongamos que esta revelación sea realizada, de una manera más bien brutal, por un marido que ha apreciado demasiado bien el vino de la boda... En ese caso la joven, muy ignorante y lamentablemente sorprendida, podrá sentir una especie de choque nervioso que señalará en el porvenir un temor y una repulsión inconsciente: la frigidez.
Otro ejemplo. Si uno de los esposos ha faltado o falta a la fidelidad conyugal (en otras palabras, si el corazón está cogido por otra persona), puede suceder, lo cual se concibe, que la mujer no sienta más que aversión sexual (frigidez) para con su marido que la abandona, o al que traiciona ella misma.
Y he aquí algunas palabras sobre el exceso opuesto a la frigidez, sobre la pasión exagerada.
Algunos meses después del matrimonio, sucede a veces que la mujer supera al hombre en sus deseos. Como es más nerviosa, su orgasmo sexual puede ser más violento, y lo resiente en todo su cuerpo, ya que su acción se realiza profundamente en ella.
Como su sensibilidad tiende a predominar, no es raro que la esposa se vuelva excesiva y a veces insaciable en las manifestaciones de amor que quiere dar o recibir.
Los esposos, en ese caso, recordarán que, por el interés de su hogar y de su salud, deben permanecer en los límites de una sabia prudencia. Tengamos en cuenta las enseñanzas de la experiencia. Es muy natural que una mujer de costumbres ligeras no tenga en cuenta la salud y la situación futura del que, probablemente, la dejará un día; y que incluso las sacrifique para satisfacer su deseo excesivo de placer, pero una esposa, una futura madre, no hará evidentemente la tontería de obrar como una loca querida.
“La mayor alegría que puede el hombre conocer en la tierra es) la dar la vida.”
“El hijo, “ese orgullo del día, salido en la dicha de la noche”, es el beso encarnado, el abrazo confirmado para siempre, la muerte vencida.”
Verine.
He aquí una cuestión que te preocupa por muchas razones: «placer de amor» «¡Qué cosa tan curiosa!, me dices; ¡que invento tan extraordinario! ¿Por qué hay en nuestra vida la atracción hacia un placer tan poderoso?»
Responderé a tu pregunta utilizando una comparación. Piensa un instante a qué triste trabajo estaríamos condenados si nos fuese preciso comer, y tres veces al día, alimentos absolutamente sosos y sin gusto. ¿No piensas que la mayoría de los hombres se cansarían rápidamente de un régimen tan detestable, hasta el punto que despreciarían a menudo el ponerse a la mesa? Y sin embargo hay que comer para vivir. Felizmente, el Autor de la Naturaleza ha hecho bien las cosas. Para ayudarnos a tomar regularmente nuestras comidas y a mantenernos en buena salud, ha dado sabor a los alimentos y a las bebidas, hasta tal punto que el beber y el comer han llegado a ser verdaderos placeres.
El placer es la sal de la vida. Adula nuestros instintos y favorece el cumplimiento de todas nuestras acciones, incluso las más ordinarias. ¿Por qué te lavas, si no es porque encuentras un verdadero placer en estar limpia? El que posee un huertecito, ¿por qué trabaja tanto cavándolo y cuidándolo, si no es porque vislumbra el placer de la cosecha? Observa alrededor de ti y verás que en todas partes está el placer, para dar ánimos al hombre, a fin de que cumpla sus deberes, haciéndoles la tarea más asequible, más fácil.
Por tanto, es muy comprensible que también haya placer en el acto sexual.
Lo mismo que hay placer en comer y beber, para asegurar la conservación de la vida, el Creador ha querido el placer en las relaciones conyugales, para animar a los esposos a transmitir la vida.
Y, puesto que el nacimiento de un niño no interesa solamente a un individuo o a una familia, sino a toda la sociedad humana, El ha querido en la unión conyugal un placer infinitamente más vivo que el que acompaña a la nutrición. En el amor verdadero, su intensidad es tal, que da a los esposos la sensación de cumplir un acto que los supera, un acto que podría prolongarlos a través de las generaciones futuras como si su personalidad se borrase momentáneamente ante las exigencias de la vida puesta en marcha.
Naturalmente, los hijos proporcionan alegrías..., pero por otra parte su educación supone cargas pesadas y pide una gran abnegación.
El placer del acto procreador, el placer del amor, tendrá por fin el ayudar a los padres a triunfar de sus aprehensiones.
Es, en cierto modo, el principio de la recompensa concedida por adelantado al don generoso e incesante de sí mismos que tendrán que realizar en su vida de educadores.
El placer es, por tanto, el medio del que se sirve la Naturaleza para invitar a la procreación tanto al hombre como a la mujer. Pero, ¡atención!, no es nada más que un medio.
Decíamos hace un momento que era preciso comer para vivir. Sería absurdo pretender que hace falta vivir para comer. Tal vez has oído hablar de aquellos personajes de la antigua Roma que al final de una comida abundante tomaban vomitivos para poder seguir gozando del placer de comer... Esta repugnante evocación del pasado provoca un movimiento instintivo de asco, y, sin embargo, he ahí hasta dónde pueden ir los que buscan el placer por él solo, los que hacen de él un “fin”, en lugar de dejarlo en su puesto, es decir, en un papel de estimulante.
Comprendes, pues, el error de ciertos hombres y de ciertas mujeres, que, en sus relaciones sexuales buscan únicamente el placer por sí mismo, excluyendo sistemáticamente de modo radical y contra la naturaleza las posibilidades de fecundación.
Las cosas no se producen como deberían producirse. Se coge el “placer del amor” despreciando la vida en lugar de gozar de él aceptando el propagarla.
Comprenderás todavía mejor la verdad de lo que acabamos de explicar considerando más de cerca las condiciones psicológicas en las que produce el placer carnal. Helas aquí brevemente expuestas:
—Los órganos en los que reside el placer están maravillosamente adaptados los unos a los otros, con el fin de engendrar.
—Las causas del placer son las causas de la fecundación, a saber: la eyaculación del esperma del hombre en el receptáculo femenino y la actividad que la precede.
—El placer no alcanza su plenitud sino en la realización de la unión sexual perfecta (unión que no se oponga a la transmisión de la vida), y los diversos procedimientos anticonceptivos restringen el placer.
—Finalmente, el acto conyugal no es verdaderamente bienhechor para el marido y para la mujer sino en tanto que se realiza de modo normal, respetando el orden de la Naturaleza.
Son cuatro observaciones importantes que muestran bien que el placer sexual ha sido dado por la Naturaleza para animar a los esposos a transmitir la vida.
Nota.— Señalemos —para los que lo pregunten— que la unión física, por sí misma, es una acción perfectamente razonable, incluso cuando, a causa de la esterilidad cierta de uno o de ambos cónyuges, el placer carnal no puede alcanzar su fin primordial, la procreación.
Los esposos, sean quienes sean, tienen necesidad de sostenerse mutuamente a través de las dificultades de la vida; ahora bien: es evidente que las relaciones íntimas pueden servir para favorecer en gran modo ese sostén, al mismo tiempo que hacen más fácil el dominio del instinto y, por consiguiente, la fidelidad conyugal.
DOS ERRORES FASTIDIOSOS
Gracias a estas explicaciones, que has leído con mucha atención, puedes comprender ahora por qué motivo la masturbación solitaria y el onanismo conyugal son cosas desordenadas y, por consiguiente, degradantes. En uno y otro caso se busca el placer para satisfacer el capricho, sin tener en cuenta las enseñanzas de la Naturaleza, sin preocuparse de obrar como convendría. En otras palabras: se comporta uno a su gusto en las graves realidades de la vida.
La masturbación, frecuentemente llamada vicio solitario, es la búsqueda solitaria del placer por medio de excitaciones realizadas con las manos o de otro modo cualquiera.
Este modo de obrar es evidentemente contra la Naturaleza. Yo añadiría que ningún argumento científico puede legitimarlo. Por el contrario, la ciencia prueba que la continencia, es decir, la ausencia de toda actividad sexual antes del matrimonio, es una cosa normal que no puede dañar a la salud en ningún caso.
A este respecto, encontrarás todas las explicaciones necesarias en el capítulo que trata de la continencia. Allí encontrarás también útiles consejos si sientes dificultades especiales en el dominio de tus sentidos.
Algunas personas quieren gozar del amor, pero sin asumir sus responsabilidades y sin aceptar sus consecuencias.
El onanismo conyugal consiste en excitaciones sexuales tales que hacen que la sustancia seminal no pueda llegar o permanecer en el fondo del receptáculo femenino (en el fondo de la vagina).
Algunos llaman a esta manera de obrar “tomar precauciones”, otros dicen “que hacen un fraude”, y esto expresa mejor la realidad, puesto que los unos y los otros, al mismo tiempo que buscan el placer, intentan excluir toda posibilidad de concepción por medios antinaturales.
Emplean diversos procedimientos para llegar al fin que desean.
El simple enunciado de estos procedimientos y los hechos y gestos que su realización supone son suficientes para demostrar que son antinaturales y repugnantes; por otro lado, se puede decir que la práctica del onanismo conyugal es, en cierto sentido, comparable a la práctica de la masturbación (en suma, es la masturbación doble): en uno y otro caso la sustancia seminal es esparcida por fuera y se obra sin tener en cuenta el orden natural preestablecido.
Esta violación de las leyes naturales lleva consigo además inconvenientes serios; inconvenientes físicos, como vamos a explicar ahora mismo, e inconvenientes psíquicos; es un hecho de experiencia comprobado mil veces: las prácticas anticonceptivas que acabamos de enumerar dañan al amor y al cabo de algunos años suelen acabar por destruirlo.
La espaciación entre los nacimientos o su limitación pueden ser obtenidos generalmente por la práctica de la “abstención periódica”
Cuando los padres tienen razones serias para desear la espaciación entre los nacimientos o su limitación, no tienen que practicar el onanismo en ninguna de sus formas, pero pueden practicar lo que se llama la “abstención periódica” 13. Cada mes o, más exactamente, durante cada período del ciclo menstrual, se abstendrán del acto conyugal en los días en que la mujer es más susceptible de ser fecundada. En otros términos: limitarán sus; relaciones sexuales a las dos o tres semanas 14, durante las cuales la Naturaleza ha querido que la fecundación no pueda darse sino excepcionalmente.
Utilizando intencionalmente los períodos de esterilidad fisiológica —por la necesidad de separar o de limitar los nacimientos—, los esposos se imponen sacrificios de abstención durante ocho o diez días por mes, pero no adquieren ningún hábito desordenado, degradante o dañino.
Por el contrario, demuestran un dominio real sobre sí mismos, aceptando sacrificios de abstención.
En los momentos de esterilidad fisiológica, CONTINÚAN REALIZANDO EL ACTO CONYUGAL COMO UN ACTO DE TERNURA CAPAZ DE MANTENER LA UNIÓN DE los CORAZONES Y LA ARMONÍA DE LAS SENSIBILIDADES. Su “intención”, inspirada por un motivo realmente serio de sabia prudencia, permanece buena, y su manera de comportarse, desde el punto de vista físico, permanece perfectamente sana.
Las prácticas anticonceptivas de las que hemos hecho mención provocan a la larga, tanto en el hombre como en la mujer, desórdenes a veces importantes.
Aunque poco notados por los interesados, ya que no se producen inmediatamente, son muy conocidos por los médicos y muy difíciles de curar, puesto que provienen de una profunda alteración del sistema nervioso.
INCONVENIENTES PARA EL HOMBRE
El complejo nervioso genital depende de la medula espinal, y las fases sucesivas de la unión sexual están mandadas por excitaciones reflejadas automáticas que no pueden ser contrariadas sin perjuicio. Ahora bien: esto es lo que se produce en la forma de onanismo llamada “unión interrumpida”.
Una comparación te permitirá comprender lo que quieren decir estas difíciles palabras. Suponte que un automovilista demasiado nervioso tenga la mala costumbre de frenar en plena velocidad. Aunque no seas mecánico, adivinas que a ese paso el coche sufrirá y se estropeará más de prisa que otro cualquiera.
Pues bien: del mismo modo el que no teme, en el curso de la copulación, turbar voluntariamente, con un frenazo brutal (retirándose), el juego delicado, regular y automático de los reflejos que conducen a la eyaculación, ese hombre o mujer destruye poco a poco la regulación del mecanismo y debilita el poder de sus órganos.
Llega a tener perturbaciones variadas más o menos pronto, en particular dificultad de erección y eyaculación demasiado precoz en el momento de la unión sexual.
INCONVENIENTES PARA LA MUJER
La mujer sufre todavía más por cualquier género de fraude. Las relaciones incompletas, cualquiera que sea su forma, pueden dañar: a su bienestar, a su desarrollo físico y a su salud.
A SU BIENESTAR: porque el organismo superexcitado pide, para encontrar reposo, acabar el acto y gozar de la influencia dulce y tal vez tónica de la sustancia seminal.
A SU DESARROLLO: ciertas sustancias del esperma deben normalmente penetrar en la circulación femenina por un fenómeno de absorción, a través de los tejidos, llamado ósmosis. Estas sustancias obran como estimulantes de las glándulas de secreción interna: todo el mundo sabe que normalmente el cuerpo de una mujer joven experimenta felices modificaciones orgánicas desde los primeros meses de la actividad conyugal; eso se explica por el provecho que saca de la impregnación marital, de la que acabamos de hablar.
A SU SALUD: la interrupción habitual de la unión sexual antes del orgasmo mantiene el aparato genital en una especie de desequilibrio.
Cuando el paroxismo voluptuoso y su “disparo” complementario no se producen (a consecuencia de una brusca interrupción), los órganos (matriz, vagina y glándulas de Bartolino) congestionados por la afluencia de sangre permanecen irritados, inestables y tardan más en volver a su estado de reposo. Si esto se renueva frecuentemente, llega a veces a un estado de congestión crónica que se agrava poco a poco produciendo múltiples trastornos, y en particular la frigidez, es decir, la desaparición del deseo sexual a consecuencia de la ineptitud para el placer.
Entre las consecuencias de los “fraudes conyugales” para la salud de la mujer, señalemos también particularmente la esterilidad, que sobreviene con bastante frecuencia y de manera desconcertante, sin que se pueda encontrar su explicación en grandes lesiones infecciosas.
Vemos a menudo esposos jóvenes, de veintisiete a treinta años, que vienen a consultamos sobre la esterilidad. Nos confiesan que durante los primeros años de su matrimonio se han opuesto a la fecundación por medios artificiales; ahora que quisieran tener un hijo se extrañan de no poder engendrarlo... En ese caso, parece claro que la esterilidad de la mujer tiene por causa una perturbación de la función que ha sido entorpecida, y nos encontramos generalmente sin remedio eficaz 15.
En fin, estas prácticas, a causa del desorden nervioso que provocan, pueden dañar al psiquismo femenino. La inestabilidad general repercute en todo el ser. Al principio son pequeños indicios: tendencia a la tristeza, a la melancolía, cambios de carácter, etc... (a menudo añadidos a la fatiga y a las preocupaciones). Si esto se acentúa, se comenzará en su alrededor a hablar de neurastenia, es decir, de fatiga nerviosa, y dirán la verdad, por desgracia.
Terminemos este capítulo de enseñanzas tan importantes resumiéndolas en una aserción que no vale para todas las mujeres, pero que traduce bien, sin embargo, el pensamiento común de nuestros compañeros médicos:
“Puede decirse que generalmente las mujeres están enfermas no a causa de los hijos que tienen, sino mas bien a causa de los hijos que no tienen.”
RESPUESTA A DIVERSAS PREGUNTAS QUE PUEDEN HACERSE SOBRE LAS RELACIONES SEXUALES
1º ¿CUÁL PUEDE SER RAZONABLEMENTE LA FRECUENCIA DE LAS RELACIONES CONYUGALES?
Se comprende fácilmente que es imposible en este punto suministrar indicaciones de un valor absoluto, puesto que eso depende de muchas cosas: de la edad de los casados, de la antigüedad de su unión, de la disposición presente, de la naturaleza de las ocupaciones cotidianas, del temperamento, del estado de salud, etc...
Al principio del matrimonio es natural una cierta frecuencia; pero los jóvenes esposos necesitan obrar con prudencia, puesto que se ven jóvenes a los que los primeros meses de la vida conyugal les son verdaderamente nefastos y que, agotándose a sí mismos, corren peligro de transmitir una vida disminuida al hijo concebido en tales circunstancias.
Para los esposos que sean fuertes, casados después del servicio militar del marido, y llegados, pues, a la edad de veintitrés años, estimamos que pueden realizar el acto varias veces por semana, pero nos apresuramos a decir que se impone ciertamente una disminución si su salud no es robusta, si no quieren agotarse.
Tengamos cuidado, por otra parte, en señalar aquí algo muy importante; casi todos los esposos con experiencia afirman que, si se tiene cierta moderación, la satisfacción física y moral aumenta, mientras que el exceso produce resultados opuestos: el exceso daña, pues, al amor y engendra un cansancio pesado 16.
2° ¿EN QUÉ MEDIDA ESTA OBLIGADO UNO DE LOS CÓNYUGES A CEDER A LOS DESEOS DEL OTRO?
Los esposos deben saber que la petición o la aceptación del acto conyugal hacen parte de sus derechos y de sus deberes recíprocos. Tales derechos y deberes son el objeto del acuerdo esencial del matrimonio y les coloca en una perfecta igualdad al uno respecto del otro.
Por consiguiente, fuera del tiempo de la indisposición periódica de la mujer, cada uno de los esposos tiene el derecho de pedir y el deber de conceder el acto conyugal. Sería preciso para rehusar el ejercicio de este derecho una razón válida; por ejemplo, un estado de extrema fatiga, la presencia de una enfermedad contagiosa o bien el hecho de una frecuencia realmente irrazonable. Pero la falta pasajera de deseo no es una excusa suficiente. En esta materia, el amor verdadero de los esposos inspirará la solución en los casos difíciles para asegurar la mutua felicidad; el amor les ayudará a vencer ya una repugnancia exagerada, ya un deseo demasiado violento o algo brutal.
Repitamos, queridas amigas, que la esposa amante tendrá bastante abnegación para no tener en cuenta sus ligeras molestias, a fin de satisfacer el deseo de su marido. Se guardará bien de contrariarle y de mostrarse indiferente siendo caprichosa o pareciendo de malhumor o incluso fría. Que se esfuerce, antes bien, en adelantarse amablemente en lo que él espera de ella, para tenerla aún más unido. El afecto conyugal se consolida y desarrolla en las circunstancias íntimas de la vida, en las que cada uno de los esposos se esfuerza en pensar en la dicha y en el bienestar del otro antes de pensar en el suyo propio.
3° ¿PUEDE TENER LUGAR LAS RELACIONES EN los DÍAS EN los QUE LA ESPOSA ESTA INDISPUESTA, ES DECIR CUANDO TIENE LAS REGLAS?
Para responder a esta pregunta hay que considerar sucesivamente dos puntos de vista:
El punto de vista del médico.
Y el de las atenciones que los esposos se deben mutuamente.
A) DESDE EL PUNTO DE VISTA MEDICO
El hecho de tener relaciones durante el período menstrual no comporta generalmente peligros reales serios para la salud de los esposos.
Pero hay excepciones. Es indispensable abstenerse de ellas en los casos siguientes:
—cuando las reglas de la mujer son dolorosas.
—cuando su estado de salud es mediocre.
—cuando las reglas vienen con un retraso importante, puesto que en este caso puede tratarse no de “verdaderas reglas”, sino de una “pérdida” (o aborto espontáneo) de algunas semanas; las relaciones sexuales pueden ser entonces peligrosas para los órganos genitales de la mujer, y en todo caso la fatigarían mucho.
B) DESDE EL PUNTO DE VISTA DE LAS ATENCIONES QUE SE DEBEN los ESPOSOS
En el momento de las reglas, el sentido de la higiene y de la limpieza se traducen a menudo en la mujer en una aversión hacia las relaciones sexuales. Es normal que el esposo tenga en cuenta esta aversión, por delicadeza.
Sin embargo, la esposa, en ciertos casos, sabrá sobreponerse a su repugnancia para ser agradable a su marido, en particular si esta infortunada circunstancia se presenta en el momento de la vuelta del esposo después de una larga ausencia. Es el caso de los militares casados que vuelven a casa con permisos de corta duración. (La esposa evidentemente tomará los baños necesarios para su limpieza.)
4 º ¿PUEDEN CONTINUARSE LAS “RELACIONES” DURANTE EL EMBARAZO?
Las relaciones pueden tener lugar durante la mayor parte de un embarazo, pero durante este período es necesario que el marido tenga bastante dominio de sí mismo para comportarse, por prudencia y por delicadeza, con más reserva en la realización del acto:
—por prudencia, ya que no debe ignorar que los gestos o movimientos demasiado violentos podrían provocar el aborto o el parto prematuro;
—por delicadeza, pues debe pensar que durante el embarazo la unión carnal no produce generalmente un verdadero placer a la mujer. La llamada de todo su ser apenas se produce y las sensaciones son superficiales.
La abstención total es de aconsejar durante los días que preceden al parto.
La moderación se recomienda particularmente en el segundo y tercer mes. En efecto, se ha observado que los abortos espontáneos (los partos falsos) se producen sobre todo al principio del embarazo, es decir, en el momento en que la matriz no ha tomado todavía la posición elevada en la que se encontrará mejor abrigada.
Señalemos también que las relaciones no deben tenerse de ningún modo después del nacimiento, hasta tanto que la llaga uterina no esté completamente cicatrizada. Hay que tener en cuenta que los tejidos se han distendido y los órganos se han congestionado, por lo que son ahora muy sensibles y dolorosos y vuelven lentamente a su volumen normal.
Es necesario, por tanto, abstenerse al menos durante los quince primeros días que siguen al parto. Se cometería una seria imprudencia si no se tuviera en cuenta esta regla. Lo mejor es esperar tres o cuatro semanas, procurando ser moderados los primeros días.
Las relaciones pueden llevar consigo accidentes infecciosos durante “las consecuencias” de un parto falso.
Por otra parte, sucede a menudo que el organismo está más quebrantado por un parto falso que por otro normal.
5° ¿HASTA QUÉ EDAD PUEDE REALIZARSE EL ACTO CONYUGAL SIN PELIGRO PARA LA SALUD, YA DEL HOMBRE YA DE LA MUJER?
No existe ninguna regla precisa, pero puede decirse que durante tanto tiempo como el acto se produzca normalmente no es dañino y no hay motivo para que sea suprimido.
Por el contrario, toda excitación provocada artificialmente, es decir, penosamente —llevando consigo una pérdida de fuerza nerviosa exagerada—, es totalmente nefasta para el hombre de edad avanzada.
Es muy variable la época en la que el hombre ya no es apto para la fecundación, no porque ya no pueda realizar el acto, sino porque su sustancia seminal ya no contiene espermatozoides útiles. Se admite, como media, la edad de los cincuenta y cinco a sesenta años.
Las mujeres pueden sin inconveniente continuar realizando el acto matrimonial después de la menopausia (cese de las reglas y de la fecundabilidad, que tiene lugar hacia los cuarenta y cinco o cincuenta años), pero a partir de este momento el placer de los sentidos es para ellas más restringido, generalmente.
6º ¿QUÉ PENSAR DEL MATRIMONIO ENTRE PRIMOS HERMANOS?
En principio, no es recomendable, y vamos a ver la razón médica.
Se sabe, de manera cierta, que en los matrimonios consanguíneos (entre parientes próximos), tanto las cualidades como los defectos físicos hereditarios, no sólo se adicionan, sino que se multiplican. En otras palabras: ciertas taras hereditarias de los abuelos (taras de las que no se sospecha ni su existencia), aparecerán muy amplificadas, hasta el punto de constituir una verdadera enfermedad para la descendencia nueva. Lo comprenderás mejor con un ejemplo: Pablo se casa con su prima hermana Luisa. La madre de Pablo es hermana del padre de Luisa. Estos hermanos parecen tener muy buena salud; sin embargo, un médico perspicaz puede darse cuenta de que ambos han heredado de sus propios padres un sistema nervioso ligeramente deficiente. ¿Qué va a suceder? Se volverá a encontrar esta defectuosidad del sistema nervioso muy amplificada, en sus nietos (engendrados por los primos hermanos Pablo y Luisa). Esos niños serán candidatos probables para la neurastenia.
Cuando se pregunta a los directores de las escuelas de sordomudos y de ciegos, se extraña uno del gran número de alumnos que son hijos de primos hermanos.
El doctor Bernis, en los EE.UU., se ha ocupado particularmente de la cuestión. Ha podido reunir informes sobre setecientos cincuenta y cuatro hogares constituidos por matrimonios entre primos hermanos. En doscientos cincuenta y tres de estos hogares nació uno o varios hijos tarados (neuropáticos, sordomudos, ciegos o idiotas) 17.
Terminemos, sin embargo, este párrafo diciendo que un matrimonio entre primos hermanos podría realizarse sin peligro grave en el caso en que el médico de la familia declarase que los parientes consanguíneos del joven y de la joven están sanos y parecen exentos de toda clase de taras hereditarias.
NOCIONES DE FISIOLOGÍA (CONTINUACIÓN)
El elemento masculino fecundador que, al final del acto conyugal, es proyectado por medio de la verga hasta el fondo de la vagina, contra el cuello del útero, se llama esperma. Este líquido espeso y adherente contiene en gran abundancia gérmenes vivos: los espermatozoides.
El elemento femenino está representado por el óvulo, que los ovarios emiten cada mes al acercarse las reglas.
La fusión de dos células sexuadas, espermatozoide y óvulo, realiza el fenómeno de la fecundación.
La niña tiene ya al nacer todos los óvulos que necesita para su vida genital y muchísimos más, pero sólo cuatrocientos llegarán a su madurez, en el momento de las reglas. Es decir, un óvulo cada mes durante treinta a treinta y cuatro años.
La mujer es fecunda desde la pubertad, período de su vida en el que comienzan las reglas, hasta el día en que éstas cesen definitivamente, es decir, con la menopausia; en suma, desde la edad de los trece años, en nuestras regiones, hasta la edad de los cuarenta y cinco a cuarenta y ocho años, e incluso a veces hasta más tarde (cincuenta, cincuenta y dos años).
Para comprender este fenómeno tan importante y tan complejo de la fecundación, es indispensable conocer bien el mecanismo de la ovulación, ya que la menstruación que caracteriza la vida sexual de la mujer, así como el embarazo, están ligados a esta función.
Es igualmente necesario estudiar los espermatozoides, su vitalidad, su progresión a través de las vías genitales de la mujer; estos datos nos aclararán todo lo referente al lugar y momento aproximado de la fecundación, es decir, sobre la fase probable de los días fecundos y de los días estériles del ciclo menstrual.
Cuando durante una operación quirúrgica practicada quince días antes de las, reglas, o con ocasión de examinar un ovario, se ve en su superficie abollada un grueso saliente del tamaño de un guisante o incluso de una bola, nos hallamos ante el folículo de De Graaf, llegado a madurez.
Casi esférico, esta vesícula contiene bajo su frágil cubierta al óvulo y un líquido claro en el que se baña.
El óvulo es un huevo minúsculo (de una décima de milímetro), que encierra una sustancia análoga a la clara de huevo de pájaro, la vitelina, y la vitelina engloba la vesícula germinal, que se fusionará con la célula masculina, el espermatozoide, para realizar la fecundación.
Durante la maduración del óvulo, la pared del folículo de De Graaf se vuelve cada vez más delgada a medida que el líquido folicular aumenta; luego, bruscamente, y bajo la influencia de la presión, se rompe la cubierta y el óvulo se escapa.
La ruptura del folículo y la puesta en libertad del óvulo constituyen la ovulación.
El óvulo liberado es recogido inmediatamente por el pabellón de la trompa, que se coloca delante de él para recibirlo. Luego recorre la trompa para encaminarse durante siete u ocho días hacia el útero.
Desde el momento en que comienza esta bajada, la pared de la matriz recibe la alerta y se pone a trabajar: su mucosa dilata sus vasos y multiplica sus células de modo que el óvulo, si ha sido fecundado, pueda encontrar desde su llegada, en el nido que debe formarlo, la red de vasos sanguíneos que le llevará su alimento (la sangre de la madre).
Si el óvulo no ha sido fecundado en el pabellón o en la trompa, muere unas veinticuatro horas después de haber abandonado el ovario. En este caso, el trabajo de preparación de la matriz se vuelve inútil; la mucosa que tapiza su cavidad interior se disgrega y los minúsculos vasos dilatados dejan escapar, al romperse, cierta cantidad de sangre. Esto es lo que produce las reglas. Las reglas son, pues, el desecho, con el óvulo no fecundado, de una parte superficial de la mucosa uterina y de la sangre que se escapa de ella.
Por el contrario, si el huevo ha sido fecundado, se irá a fijar en la mucosa uterina y desaparecerán las reglas, lo cual será el primer signo del embarazo.
Descubrimientos relativamente recientes han permitido fijar el momento preciso de la ovulación. Este dato tiene una importancia práctica cuando se trata de determinar los días fértiles y los días estériles del ciclo menstrual.
El doctor Ogino ha publicado un estudio profundo sobre este tema; sitúa el período de ovulación entre los días decimosexto y duodécimo anteriores a las reglas, asignándole, pues, una duración de tan sólo cuatro días.
Si a los cuatro días indicados se añade uno más que representa la duración de la vitalidad del óvulo, concluimos que éste no está expuesto a la fecundación nada más que durante cinco días, es decir, entre el decimosexto y el undécimo que preceden a las reglas.
Por ejemplo, si se espera el principio de las reglas para el treinta de mayo, la ovulación se producirá entre el catorce y el dieciocho, pero, como el óvulo puede aún vivir el diecinueve, tiene la posibilidad de ser fecundado ese mismo día. Son los días llamados fértiles.
Veremos un poco más tarde que el coeficiente de vitalidad del espermatozoide debe tenerse igualmente en cuenta para llegar a una determinación más precisa.
El elemento masculino segregado por los testículos está en suspensión en el esperma, líquido viscoso que es proyectado a la entrada de la matriz, al final de las relaciones sexuales.
Los pocos centímetros cúbicos de esperma lanzado contienen una cantidad innumerable de espermatozoides; ahora bien: uno sólo basta para fecundar el óvulo.
El espermatozoide es alargado, compuesto de una parte hinchada llamada cabeza, y de un segmento filiforme o cola. Es extremadamente pequeño, pues alcanza tan sólo una longitud de cuatro centésimas de milímetro. La cabeza, parte esencial, encierra el núcleo fecundante; la cola no es nada más que un órgano de progresión.
El óvulo, inerte por sí mismo, opera su migración a través de la trompa impulsado por esta última; por el contrario, los espermatozoides están dotados de movimientos ondulatorios enérgicos. Su progresión a través de las vías genitales de la mujer es rápida; llegan a recorrer, en los primeros minutos que siguen al coito, un centímetro en dos minutos, es decir, doscientas cincuenta veces la longitud del cuerpo. Sus movimientos ondulatorios son aminorados poco a poco; sin embargo, en menos de veinticuatro horas llegan a los pabellones de las trompas.
Sabemos que la vitalidad del óvulo no pasa de las veinticuatro horas; el espermatozoide, más vivaz, conserva su poder fecundante unos tres días por término medio antes de morir. Decimos por término medio intencionadamente, ya que los últimos descubrimientos de laboratorio (año 1958) han permitido comprobar que la vitalidad de esta célula puede, excepcionalmente, prolongarse hasta cuatro o cinco días.
Es indiscutible que la duración de los espermatozoides es diferente en cada pareja por varias razones:
Una, depende del hombre, es el factor individual, creado a su vez por: la edad, la herencia, el estado de salud, el medio ambiente (vida sedentaria o al aire libre), el exceso de trabajo, las intoxicaciones..., etcétera. La vida propia de los espermatozoides es, pues, variable de hombre a hombre.
La otra causa depende de la mujer, y no es la menor. La influencia del medio ambiente, representada por las vías genitales y sus secreciones, representa un papel esencial sobre los espermatozoides, cuya vitalidad se verá a veces prolongada anormalmente o reducida durante algunas horas, según que el ambiente sea más o menos favorable.
Es fácil entrever las consecuencias que estas nociones pueden tener para la determinación de los días fecundos y de los días estériles de la mujer, si la vida de los espermatozoides (de una duración media de tres días) se reduce a veinticuatro horas o se prolonga más allá de los tres días, el período de los días fecundos se acortará o alargará un día o dos. En el primer caso será de seis días, a saber: los cuatro días durante los cuales se produce la ovulación (la puesta en libertad del óvulo), más; un día de perduración del óvulo, más un día de vitalidad del espermatozoide. En el segundo caso el período de los días fecundos será de nueve o diez días, a saber: cuatro días de ovulación más un día de perduración del óvulo más cuatro o cinco días de vitalidad del espermatozoide (pero ya hemos dicho que es una excepción, porque, de hecho, la duración media del espermatozoide es de tres días).
Por tanto, puede resultar una fecundación de una unión sexual que haya tenido lugar ya durante los cinco días del período de ovulación (cuatro días, más uno de perduración del óvulo), ya durante los tres días que la preceden, puesto que los espermatozoides, susceptibles de vivir tres días en el organismo femenino, pueden durante este tiempo esperar la madurez del óvulo (la ovulación) y fecundarlo desde el momento en que haya abandonado el ovario.
Sumando estas dos cifras, cinco y tres, se obtiene el total de ocho días, durante los cuales es posible la fecundación. Fuera de este tiempo, los espermatozoides generalmente no encuentran al óvulo, o, si lo encuentran, está frecuentemente descompuesto.
SU MIGRACIÓN.— SU FIJACIÓN
Cuando la unión conyugal ha tenido lugar, la mayor parte de la sustancia fecundante se halla colocada en el fondo de la vagina; habitualmente, tan sólo una ligera parte del esperma penetra directamente en la matriz (útero).
Durante la media hora que sigue a la unión, un gran número de espermatozoides, varios millares, se dirigen con agilidad hacia la matriz y penetran allí también ellos, mientras que una parte del líquido espermático en el que se movían no tarda en derramarse fuera de la vagina.
En la matriz, tomada al asalto por esos millares de gérmenes vivos, se organiza entonces una verdadera carrera selectiva: sólo los más vigorosos llegarán a la meta; se trata de adelantar al óvulo y si es posible de ir a colocarse en buen lugar para encontrarle a su salida del ovario. Los espermatozoides suben en primer lugar toda la pared de la matriz, luego toman a derecha y a izquierda los oviductos o trompas de Falopio, y van a instalarse finalmente en el interior de los pabellones de las dos trompas, en los que permanecerán unos tres días (es decir, tanto como vivan).
Por otra parte, hemos dicho que los ovarios producen un huevo casi todos los meses y hemos explicado que, en el momento en que el óvulo está a punto de abandonar el ovario, el pabellón de la trompa se dispone a realizar su papel, que es el de recogerlo.
Si, tras un coito reciente (una unión sexual reciente), el pabellón está habitado por espermatozoides, éstos se dirigen hacia el óvulo para fecundarlo. Tan sólo uno tiene el privilegio de realizar esta función: el que llega el primero. Al acercarse, el contorno del óvulo tiende hacia él en un punto llamado cono de atracción; el espermatozoide descubre allí un pasaje y penetra en la célula femenina. Desde entonces, ésta se contrae en el interior de su vaina protectora, y todos los demás concurrentes chocarán en vano contra ella, encontrando la puerta cerrada, por lo que no les quedará otro remedio que morir allí mismo. La fecundación está realizada; de ahora en adelante, durante numerosos meses, los ovarios no producirán más óvulos, y la futura mamá queda advertida, habitualmente al menos, del comienzo de su embarazo, por la supresión de sus reglas.
El óvulo fecundado es transportado a través del oviducto hasta la matriz. Por el camino se provee de hilitos que van a permitirle agarrarse a la mucosa que tapiza la cavidad de este órgano; la misma mucosa le rodeará muy pronto, realizando el fenómeno de anidar el huevo, y en adelante todo un conjunto de elementos protectores y alimenticios van a ocuparse de él hasta su pleno desarrollo 18.
En su origen, el nuevo ser es menos grueso que la cabeza del más pequeño alfiler, puesto que sólo puede verse con un microscopio. Pero, en realidad, ya es un ser humano, porque ninguna diferencia esencial lo distingue del ser humano adulto. Tan sólo varía el volumen, es decir, el número de sus células, y, al mismo tiempo, varían con él sus especializaciones más o menos avanzadas.
Al cabo de dos o tres semanas el óvulo fecundado se vuelve visible al ojo desnudo: es el huevo que contiene un embrión de medio centímetro. A las seis semanas el embrión alcanza los dos centímetros, a los dos meses los cinco centímetros y en este momento comienzan a aparecer las manos, los pies, la nariz, los ojos y las orejas. A los tres meses mide de nueve a diez centímetros.
Hacia el final del cuarto mes comienza el período fetal y el embrión es designado desde entonces con el nombre de feto. Hacia el cuarto mes y medio o durante los últimos días del quinto mes, la madre “siente vivir”, percibe ligeros movimientos, y el feto se desarrolla entonces en grandes proporciones, pues mide casi treinta centímetros, y al cabo de seis meses pesa unos ochocientos gramos. Un feto que fuera expulsado al cabo de los seis meses no podría seguir viviendo nada más que durante algunos días, mientras que sería posible criar un niño que viniera al mundo con dos meses de adelanto.
El nacimiento normal, viable, tiene lugar hacia el final del noveno mes. En ese momento el niño mide unos cincuenta centímetros y pesa generalmente un poco más de tres kilos.
DOBLE FECUNDACIÓN
Habitualmente, tan sólo será fecundado un huevo, que dará nacimiento a un solo niño. Será varón o hembra, sin que los padres hayan podido ejercer una acción determinante para obtener un niño en vez de una niña. En esto la Naturaleza no tiene en cuenta nuestras preferencias.
Excepcionalmente, en el momento de la ovulación, los folículos de De Graaf que procedan de un mismo ovario o de dos ovarios distintos, pueden llegar a su madurez, ya sea el mismo día, ya sea con varios días de distancia: podrá tener lugar un embarazo de gemelos.
Si son fecundados el mismo día, se dice que hay una fecundación simultánea.
Si son fecundados con varios días de intervalo, se dice que hay una superfecundación.
En los dos casos la doble fecundación engendra gemelos.
Ora la fecundación sea simultánea, ora espaciada, cada uno de los huevos vive por su propia cuenta y se desarrolla separadamente en su medio ambiente; la circulación sanguínea de los dos fetos es distinta,
La madre dará a luz dos hijos que podrán ser del mismo sexo (dos niños o dos niñas), o de sexo diferente (un niño y una niña).
Hagamos notar, sin embargo, que los gemelos no proceden necesariamente de dos huevos distintos, puesto que también pueden nacer de un mismo huevo, fecundado por un solo espermatozoide. En este caso el óvulo humano, como los huevos de los pájaros, contiene dos yemas, y, por tanto, dos núcleos germinales. En contra de lo que ha sido dicho anteriormente, los fetos viven entonces uno junto al otro y en la misma placenta; tan sólo a veces están separados por una pared delgadísima. Un embarazo de dos hijos procedentes de un solo huevo produce siempre niños del mismo sexo: dos niñas o dos niños. En este caso, se llaman mellizos.
El paro de las reglas en una mujer joven, de buena salud y con un ciclo regular —cuando ha tenido relaciones matrimoniales—, es el primer signo que hace pensar en el embarazo.
Al mismo tiempo hacen su aparición algunos signos secundarios: fatiga más o menos acusada, algunas náuseas por la mañana o después de las comidas, modificaciones del carácter y aumento del apetito.
El aumento del volumen de la matriz, que comprobará el médico durante su examen, es otro síntoma capital en los primeros meses.
A continuación, los signos se vuelven más evidentes: el embarazo se traduce al exterior por una cierta gordura, los senos se hinchan, su pigmentación se acentúa, y, como hemos dicho, los movimientos del feto comienzan a ser percibidos por la madre al final del quinto mes.
En nuestros días se ha comprendido, por fin, la necesidad para toda madre encinta de someterse, durante el tiempo del embarazo, a una vigilancia médica, hasta tal punto que lo exigen las Cajas de los Seguros Sociales.
La vigilancia simple comprende al menos:
1. ° El análisis simple de orina, que debe ser efectuado tal como lo exigen las Cajas de los Seguros Sociales, alrededor de cada tres meses, es decir, en el tercero, en el sexto y en el octavo mes. En el caso en que los signos clínicos descubrieran un estado general anormal, el médico aconsejará análisis más frecuentes.
2. ° El examen de la posición del niño. Habitualmente, se presenta con la cabeza para abajo, algunas veces con la cabeza para arriba y muy raramente con el cuerpo de lado. En este último caso, el médico debe intentar corregir la posición.
3. ° El examen de la conformación y de las dimensiones de la pelvis materna (que debe tener cabida para el peso del niño).
Cuando el médico de la familia observa una anomalía, confía la futura madre a un especialista, porque ciertos casos pueden necesitar precauciones especiales antes del parto.
El nacimiento se produce ordinariamente a los doscientos setenta o doscientos ochenta días después de la fecundación, una media de nueve meses.
Se determina la fecha aproximada de la fecundación presumiendo (según las explicaciones científicas expuestas en las páginas precedentes) que ha sido realizada en el momento más favorable del ciclo menstrual, es decir, entre el décimo y el décimo- séptimo día siguientes al comienzo de las últimas reglas. (Esta indicación vale para los ciclos menstruales de una duración aproximada de veintiocho días.)
Basta, pues, con contar nueve meses y doce días a partir del comienzo de las últimas reglas para conocer la época aproximada del nacimiento. Si, por ejemplo, las últimas reglas han comenzado el treinta de marzo, el nacimiento se producirá el doce de enero (ya que la fecundación habrá sido efectuada verosímilmente hacia el doce de abril). Pero todas las mujeres no tardan doscientos ochenta y cinco días para dar a luz un hijo. Unas tardan un poco más y otras un poco menos. De ahí que el parto pueda ocurrir unos días antes o unos días después de la fecha esperada.
De esto se deduce que la fecha del nacimiento no puede ser prevista de modo absolutamente preciso, sino relativamente preciso.
Cuando el organismo de la madre ha terminado su misión de construir al pequeño ser que tenía dentro de sí, cuando el trabajo de la cantera está terminado, se libra de él. Los diversos fenómenos fisiológicos y mecánicos que conducen a la expulsión del feto y de las secundinas se llaman el parto.
El elemento móvil que representa el cuerpo del feto va, bajo los impulsos de una fuerza realizada por las contracciones uterinas, a encaminarse por un canal óseo —la pelvis— a bajar por él, a forzar y a franquear las paredes musculares que le siguen —el suelo pelviano— para abandonar la morada materna que lo encerraba desde hacía nueve meses. Esta operación recibe el nombre de parto, y viene seguida tras un corto espacio de tiempo de la liberación, es decir, de la expulsión de la placenta y de las membranas.
El parto se realiza en dos tiempos: la dilatación del cuello uterino y el desprendimiento.
a) Primer tiempo: la dilatación del cuello uterino.
El cuello uterino, normalmente cerrado durante el embarazo, se abre poco a poco gracias a las contracciones de la matriz. Este trabajo se anuncia por la aparición de dolores en el bajo vientre y en los riñones, espaciados primero y de corta duración, seguidos después de un estado de bienestar, tras el cual aumenta su intensidad, y se precipita su cadencia: es el momento en que el cuello comienza a abrirse y aparecen en la vulva como claras de huevo sanguinolentas que manchan la ropa.
Así, en alerta, la futura madre debe tomar las precauciones de orinar, vaciar el recto con un lavado evacuador, practicar un cuidado de asepsia en la región vulvar (enjabonamiento, ropa limpia); también es preciso vigilar la buena organización de la cama, de la habitación, de preparar el agua hervida y del instrumental, siguiendo los consejos del médico o de la comadrona a quienes se haya consultado al llegar a término.
A medida que la dilatación del cuello progresa, el feto se prepara para ser libre y orienta su posición hacia la salida, de modo que pueda adaptarse a la conformación de la pelvis materna. Este primer tiempo del parto es de una duración variable. De seis a diez horas por término medio en el primero y de una a varias horas en los nacimientos siguientes. Cuando la dilatación se completa, las membranas del huevo se rompen, dejando escapar un líquido ligeramente viscoso —ruptura de la bolsa de las aguas—. Es entonces cuando comienza el segundo tiempo: el desprendimiento.
b)El desprendimiento termina con la expulsión del cuerpo del niño fuera de las vías genitales. Es más o menos rápido y requiere la vigilancia del médico o de la comadrona.
En una mujer joven cuya pelvis esté bien formada y cuyo hijo presente una posición normal —y es lo que sucede felizmente en la mayoría de los casos—, todo marcha bien. Tras los empujones dolorosos y progresivos de la expulsión, el niño se desprende del cuerpo materno. Pero sucede a veces que el trabajo progresivo se para por diferentes causas: pelvis deformada, estrecha, mal encaminamiento del niño, y esa parada normal provoca peligros para la madre y para el niño. El tocólogo debe estar preparado para intervenir, ayudando al desprendimiento y remediando las complicaciones que se presenten 19.
Lo repetimos para evitar sufrimientos superfluos y a veces un serio peligro: las mujeres que van a tener un hijo deben ser lo suficientemente prudentes como para visitar con regularidad al médico durante su embarazo. Muchas de estas complicaciones son perfectamente previsibles y el médico puede remediarlas antes que sea tarde.
Terminado el parto, el útero descansa, es el período del descanso fisiológico, que dura alrededor de un cuarto de hora. Aparecen nuevos cólicos, cuya finalidad es desprender la placenta y sus membranas del fondo de la matriz 20; el médico o la comadrona vigilan su expulsión de las vías vaginales. Estamos en un período del parto muy importante, puesto que no sólo pueden sobrevenir incidentes graves en el curso de dicho período (hemorragias), sino que la retención de un fragmento de la membrana o de la placenta puede ser el origen de hemorragias extremadamente graves y, ulteriormente, de una infección. La menor retención exige una revisión uterina, razón por la cual se procede a una verificación atenta de las secundinas expulsadas.
Sucede a veces que la placenta no se desprende o que se desprende mal; entonces el médico practica el desprendimiento de la placenta con la mano (desprendimiento artificial).
Terminado el parto comienza el período de la continuación del parto. La matriz vacía vuelve a adquirir progresivamente su volumen y halla a las pocas semanas sus dimensiones normales, deja gotear algunas pérdidas de sangre al principio y con coágulos, luego cada vez se vuelven más rosadas y desaparecen unos quince días después. La temperatura debe permanecer normal.
Los cuidados practicados conciernen a la vulva (curas vulgares, lavados externos de la vulva con antisépticos ligeros); hay que regular la normal evacuación de la vejiga y el recto y tener gran cuidado de los pechos, que deben lavarse con agua hervida antes y después de dar a mamar, teniéndolos siempre cubiertos con una ropa muy limpia.
La mujer que ha dado a luz suele levantarse hacia el duodécimo día. En muchos casos el levantarse antes no supone complicaciones, pero no hay que tomar la iniciativa sin permiso del médico.
Debe ejercerse una vigilante atención sobre la madre durante los días que siguen al parto. En el curso de este período puede producirse una infección uterina o una inflamación de las glándulas mamarias, por lo que es preciso vigilar también la temperatura y el pulso.
Un mes después es prudente visitar de nuevo al doctor, a fin de que verifique la posición de los órganos genitales.
EL PARTO SIN DOLOR
Sí, es posible dar a luz sin dolores o al menos con dolores muy atenuados, pero, sin embargo, pongamos las cosas en su punto.
Hasta estos últimos años los procedimientos para atenuar los dolores del parto se basaban en el empleo de productos farmacéuticos derivados de la cocaína, del opio y de los barbitúricos. Estos productos solían administrarse en inyecciones, supositorios o comprimidos. Recientemente, el Largactil venía a añadirse a los antiguos productos. Igualmente, se practican inhalaciones de cloroformo o de cloruro de etilo o de trileno en el momento de la expulsión, etc...
Esos diversos procedimientos no son equivalentes en sus resultados para la supresión del dolor y pueden presentar inconvenientes para la contracción uterina y, por tanto, para la marcha del parto, para el dominio de sí misma en la mujer e igualmente para su comportamiento, en particular durante la expulsión, y finalmente para el hijo, ya que todas esas sustancias suministradas a la madre para dormirla o para suprimir en ella el recuerdo del parto atraviesan la placenta e influyen en el feto que nace a menudo adormecido, siendo preciso reanimarlo. De modo que, tanto para la madre como para el hijo, no es indiferente el empleo de un procedimiento u otro. El ideal es un procedimiento inofensivo, tanto para la madre como para el hijo, que no modifique la marcha del parto, aquel, en fin, que tenga una acción constante y que acabe con una parte notable de los dolores.
De hecho, tan sólo un método responde a esos diversos deseos, y es la preparación del parto, que se llama también: parto sin miedo, parto natural y parto sin dolor, por el procedimiento o método psicoprofiláctico.
En realidad, no es de hoy el hecho de conocer que para que una mujer dé bien a luz es preciso que no tenga miedo, que esté rodeada de los suyos, que desee al hijo. Estas son las bases y los fines de la preparación del parto. Persuadir a la mujer de que puede, de que debe dar a luz normalmente y naturalmente, y prepararla a este acto capital: Dar al mundo este hijo a quien su marido y ella han dado la vida en un acto de amor.
La mujer encinta seguirá con provecho algunas lecciones, durante las cuales le será explicada la formación de su hijo, las modificaciones del embarazo y del parto, puesto que la ignorancia es a menudo para ella una causa del miedo, que a su vez le produce contracciones musculares y espasmos productores del dolor. Se le indicará también que haga ejercicios musculares y respiratorios, de modo que su cuerpo se preste lo mejor posible a la prueba del parto. Y por encima de todo se le infundirá confianza, se le suprimirá el dolor, se exaltará la función maternal.
¿Resultado? Para muchas será muy positivo y tendrá al menos un parto con dolores muy atenuados. Pero, sobre todo, la mujer se comportará como un ser humano, razonable, y seguirá las fases de su parto gobernándole; dará, realmente su hijo al mundo, le verá desprenderse de ella y oirá su primer grito. Es el mayor beneficio de este método.
En el caso de que el marido ayude a su mujer a prepararse por este método, sería de desear que se le permitiese asistir al parto, puesto que si se ha mostrado útil antes, es probable que pueda ser todavía útil durante el mismo.
Es evidente que si a pesar de una preparación por este método psicoprofiláctico la mujer siente dolores insoportables o se produce alguna anormalidad, deberá aprovechar otros procedimientos (anestesia, inyecciones) y recibir los tratamientos necesarios.
EL RECIÉN NACIDO LA LACTANCIA
El feto participa de la vida materna a través del cordón umbilical, tallo blando y flexible, de cincuenta centímetros de largo, grueso como el meñique, que envaina una vena central por la que llega al feto la sangre de la placenta, y dos arterias que llevan a la placenta la sangre fetal.
Cuando nace, el niño permanece atado a su madre por este cordón. Para separarle de ella se practican dos ligaduras con un hilo sólido en el momento en que haya cesado toda apariencia de circulación sanguínea: una muy cerca de la madre y otra muy cerca del niño, y se corta con las tijeras. Desde entonces el niño comienza su vida individual.
Los primeros cuidados serán para los ojos. La comadrona o el médico instilarán en los ojos del niño algunas gotas de disolución de nitrato de plata, en dosis de uno por ciento, para evitar todo peligro de infección en estos órganos, que son los más expuestos a una enfermedad en el momento del parto.
En seguida la comadrona limpiará el cuerpo del niño, cuya piel en el momento de nacer está recubierta por una capa de grasa, destinada a protegerle contra la brusca irritación provocada por el aire. Luego le hará una cuidadosa cura del ombligo con compresas asépticas y alcohol de sesenta grados.
El niño será rápidamente vestido y colocado en su cuna calentada por una bolsa de agua caliente (una bolsa bien envuelta y cerrada perfectamente para que no pueda surgir ningún accidente).
La primera cura del ombligo será renovada al día siguiente.
Puesto a mamar por la primera vez ese día, el niño lo hará solamente dos veces el primer día, después irá aumentando rápidamente el número de veces para alcanzar en seguida las seis o siete veces cotidianas —seis para un niño normal y siete para un niño débil—, mamando cada vez durante diez minutos aproximadamente.
A partir del final de la primera semana se vigilará dos veces por semana el peso del niño y se establecerá una curva de peso que permita controlar si la alimentación es buena o mala. El cuidar a un niño durante los primeros meses es ante todo un asunto de juicio y de observación.
Sucede a veces que, no teniendo la madre bastante leche o hallándose muy fatigada por la lactancia, es necesario recurrir a leche extraña. Se utiliza corrientemente o la leche condensada azucarada, o la leche pasteurizada, o la leche en polvo, o la leche de vaca hervida.
La lactancia mixta no puede durar mucho tiempo, ya que produce la rápida desaparición de la leche, no es más que una etapa hacia el destete total.
Los biberones y las tetinas de goma serán objeto de cuidados meticulosos, desde el punto de vista de la limpieza. Cada vez que se pueda se les hervirá y se les mantendrá en todo caso al abrigo de toda suciedad.
No nos toca dar aquí la dosis de las diferentes leches, puesto que las madres encontrarán los mejores consejos en sus respectivos médicos para preservar a sus hijos de las perturbaciones que podría causarle una alimentación mala o mal regulada.
Salvo por razones muy graves, toda madre tiene obligación de dar de mamar a su hijo durante seis meses. La lactancia materna es favorable a su salud y es más fácil que la artificial, produciendo hijos más fuertes y disminuyendo mucho la mortalidad infantil. Suprime prácticamente la terrible diarrea infantil que ha matado tantos niños y que sigue aún matándoles, sobre todo durante los calores del verano. Es, finalmente, el mejor preventivo del raquitismo por las vitaminas que proporciona al niño.
Tan sólo después de los seis meses de lactancia puede decirse que la madre ha terminado su obra de dar la vida. Rehusar el pecho al niño es provocar a veces perturbaciones en el organismo materno. Mientras que dárselo es seguir la ley de la Naturaleza. Y de esto resulta para las madres un bienestar físico, además de un bienestar moral.
LA ESTERILIDAD: NOTAS DE ORDEN GENERAL
En nuestra época, en la que la salud es menos fuerte que antes, sea por razón de la vida demasiado agitada en las ciudades, sea, sobre todo, por razón de los desórdenes de toda clase y en particular de la mala conducta, se observa que de cien matrimonios hay una media de quince que son estériles.
De esos quince casos, unos diez son imputables al estado fisiológico de la mujer, y cinco al del hombre. Cuando en un matrimonio sin hijos el médico no encuentra ninguna causa de esterilidad en la mujer, debe investigar si la esterilidad de la esposa no será imputable a su marido.
Hay que distinguir en la mujer: la verdadera ineptitud, llamada primitiva, cuando al cabo de cuatro o cinco años de matrimonio no ha habido ningún embarazo, de la ineptitud relativa, que se da en las jóvenes madres de familia que han tenido uno o dos hijos y que, a pesar de su vivo deseo, no pueden tener más.
Las causas que estorban o impiden la concepción son múltiples y pueden ser:
1. anatómicas, son las que suponen un obstáculo a las relaciones sexuales y a la progresión del óvulo o del óvulo o de los espermatozoides;
2. fisiológicas, las que conciernen a la ovulación o a madurez del huevo;
3. inflamatorias, las que se refieren a las trompas, los ovarios o los testículos.
No insistiremos sobre las causas que surgen del estado general; sin embargo, es cierto que un organismo alterado o agotado por una enfermedad crónica como la tuberculosis, la diabetes, el paludismo o la sífilis, es menos apto para procrear.
El alcohol, al intoxicar el organismo, no impide la fecundación, pero engendra taras en el hijo.
La obesidad notable, desde la infancia, es un signo desfavorable para la fecundidad, si esa gordura va acompañada más tarde de perturbaciones menstruales.
Persistencia del himen:
El himen, es decir, la membrana que en la mujer virgen obtura parcialmente la vagina, se desgarra casi siempre en las primeras relaciones sexuales. Pero sucede a veces que presenta una resistencia anormal y se opone a la penetración de la verga. La mayor parte del esperma e incluso su totalidad se pierde en el exterior, y la fecundación sólo puede tener lugar en casos excepcionales.
Atresia de la vagina:
Atresia es sinónimo de estrechamiento. Esta deformación es rara vez tan grande que se oponga a las relaciones conyugales. La estrechez es tan sólo relativa y se corrige poco a poco con el tiempo.
Atresia del cuello uterino:
En la mujer sin hijos, el orificio del cuello mide de tres a cuatro milímetros de diámetro. Con la atresia el orificio se reduce a uno o dos milímetros, lo cual es todavía suficiente para la penetración de los espermatozoides, pero en ese caso la menor mucosidad puede fácilmente inutilizar el canal y formar un tapón. Sin embargo, parece ser que se ha exagerado la importancia del cuello en materia de esterilidad, y es preferible buscar su origen en otras causas.
El tratamiento de las tres deformaciones de las que acabamos de hablar es muy sencillo. Una pequeña incisión cura la persistencia del himen, mientras que una simple dilatación mejora las dos otras.
Cese del desarrollo del útero:
Una mujer de buena salud en apariencia presenta reglas muy poco abundantes e irregulares. En el examen, el médico encuentra un útero pequeño como el de una adolescente de catorce años. Casi siempre el cese observado del desarrollo del útero está en correlación con el cese de ovulación de los ovarios. Esta causa de esterilidad es seria. Se aconsejan los extractos de ovario, la foliculina e incluso los extractos orquíticos, en un tratamiento prolongado.
Anteflexión del útero o retroversión:
La influencia de estas desviaciones sobre la fecundación no es tan grande como generalmente se piensa. El recodo que de ella resulta no puede impedir la progresión de los espermatozoides, puesto que permite que pase la sangre menstrual.
Las esterilidades comprobadas en los casos de flexiones uterinas provienen menos de que el órgano se haya torcido que de la metritis, que frecuentemente acompaña a las desviaciones.
El tratamiento se dirige tanto a la metritis como a la flexión.
El vaginismo:
En esta afección las relaciones sexuales son tan dolorosas que se hacen casi imposibles. Al menor contacto, la extrema sensibilidad de la vulva y de la vagina producen una contracción. El punto de partida de este espasmo es una lesión local mínima y poco dolorosa, excepto en las relaciones sexuales; es una pequeña fisura o una simple erosión contraída por lo común en la desfloración de los primeros días del matrimonio.
El vaginismo puede ser un obstáculo para la concepción. La curación de los puntos enfermos es suficiente en general para hacer desaparecer las contracciones dolorosas que ceden a la dilatación bajo los efectos de la anestesia.
Defecto de retención del líquido espermático:
Resulta de una deficiencia del perineo, consecutivo a un desgarramiento profundo producido en el momento del parto. Este defecto puede repararse fácilmente con una intervención plástica.
A veces se trata de un reflejo nervioso de expulsión del que ciertas mujeres no consiguen librarse. Esta anomalía es rara.
Amenorrea:
Amenorrea significa ausencia de reglas. Si las reglas no aparecen a la edad normal o si permanecen débiles o demasiado espaciadas, el hecho puede provenir de una falta de desarrollo de los ovarios y de la matriz que permanecen pequeños, infantiles. Puede provenir igualmente de diversas causas que debilitan la salud: anemia, pretuberculosis, falta de ejercicio al aire libre.
Cuando estas causas de debilidad general no entran en juego es que la ovulación es imperfecta; puede haber un antagonismo entre las hormonas foliculares y las luteínicas, y, en definitiva, una mala madurez de los óvulos.
Dismenorrea:
Dismenorrea significa reglas difíciles. Lo que caracteriza esta afección son los dolores generalmente vivos en el momento de las reglas: cólicos, hinchazones del vientre, dolores en el bajo vientre, con irradiación en los muslos y riñones, ganas de vomitar, palpitaciones del corazón y perturbaciones del carácter.
El tratamiento de la amenorrea y de la dismenorrea no es eficaz si no se atacan sus causas determinantes.
Las modificaciones en el régimen de vida —vida al aire libre, ejercicio físico, vigilancia de la alimentación y psicoterapia—, contribuyen sobremanera a mejorar esos estados. Por otra parte, serán una ayuda poderosa las hormonas sexuales (ovarinas, hipofisarias), los extractos de órganos, ciertos tratamientos especiales de electrorradiología —diatermia, masajes—. Deberán ponerse en juego todos los medios para curar estas perturbaciones y favorecer la fecundación.
El cincuenta por ciento de las mujeres infecundas deben su estado a una metritis o a una salpingitis, contraídas en la adolescencia o al principio del matrimonio.
Metritis limitada al cuello uterino:
Las metritis localizadas en el cuello del útero son en general desconocidas por la mujer, puesto que no son dolorosas. En una mujer sin hijos, con metritis del cuello, éste conserva su apariencia normal, mientras que en la que ha tenido varios partos aumenta de volumen y sus bordes son rojos. En una y en otra se escapan del orificio como claras de huevo espesas, adherentes y movedizas como éstas. Esas claras bañan el cuello y se adhieren a él y se oponen a la penetración de los espermatozoides, por lo que se produce la esterilidad.
La expulsión en la orina o en la ropa de las pérdidas viscosas, fugaces, debe fijar la atención en el cuello, que un tratamiento activo puede curar completamente en algunas semanas.
Cuando el útero está inflamado en su totalidad, la metritis no es nunca silenciosa. Los dolores localizados o irradiados, con una intensidad muy variable, se asientan principalmente en la región del coxis, es decir, encima del ano, la región lumbar vecina de los riñones, los pliegues de la ingle y lo alto de los muslos. También se observan a veces perturbaciones dolorosas en el lado de la vejiga con micciones frecuentes.
Bajo el nombre de síndrome uterino se designa un conjunto de perturbaciones generales comunes a la metritis y a la salpingitis:
En el estómago: digestiones dolorosas, digestiones perezosas, náuseas, dilatación del estómago.
En el intestino: hinchazón del vientre, estreñimiento o enteritis.
En el sistema nervioso: palpitaciones, neuralgias, neurastenias.
Las pérdidas blancas son ahora más bien amarillentas o verdosas, abundantes, relativamente fluidas, por oposición a las pérdidas de clara tan viscosas de las metritis localizadas en el cuello.
Hay que guardarse bien de confundir —lo que sucede corrientemente— estas pérdidas amarillentas, un poco purulentas e inflamatorias, con las pérdidas blancas, de un blanco lechoso y muy fluido que se ven en la mujer sana.
La metritis del cuerpo uterino produce la esterilidad; en efecto, el óvulo fecundado no puede fijarse ni desarrollarse en una mucosa inflamada y enferma; por otra parte, los espermatozoides no pueden vivir en un medio purulento. La metritis del cuerpo uterino tarda siempre mucho en curar, al contrario que la del cuello. El tratamiento es tanto más largo cuanto más antigua es la metritis.
Salpingitis - Ovaritis - Anexitis:
La salpingitis es la inflamación de la trompa; la ovaritis, la del ovario, y la anexitis, la de los dos órganos. Anexitis es, pues, sinónimo de salpingo-ovaritis.
Las causas principales de la salpingitis son:
1. a La blenorragia, infección venérea.
2. a La infección puerperal, fiebre tras el parto o tras un aborto.
3. a La tuberculosis de las trompas, que se da sobre todo en las jóvenes, pero también en las mujeres; forma de la tuberculosis frecuentemente insidiosa y desconocida,
Cualquiera que sea la causa de la salpingitis, son posibles dos evoluciones:
Aguda, ruidosa, en la que los dolores dominan la escena por su violencia.
Insidiosa, sin dolor.
En los dos casos se produce una condensación de las paredes de la trompa, disminución de su calibre y desviación por adherencia; en resumen: nos encontramos ante una impermeabilidad parcial o absoluta del canal.
Consecuencias: la migración de los espermatozoides es imposible, y si, por casualidad, el óvulo es fecundado, se detendrá ante el obstáculo y se producirá la esterilidad. En caso de salpingitis simple, es decir, unilateral, la fecundación sigue siendo posible, puesto que la ineptitud no se crea más que por la obstrucción de las dos trompas.
La existencia de una salpingitis aguda, por razón del dolor que provoca, nunca pasa inadvertida a la mujer. Por el contrario, ciertas salpingitis se instalan insidiosa y lentamente, el empuje infeccioso es discreto, casi indoloro, el examen médico no revela más que lesiones insignificantes y, sin embargo, el pabellón está cerrado, la trompa impermeable y la mujer estéril.
Estos casos de esterilidad oculta son mejor conocidos ahora que los medios recientes de investigación han permitido determinar la impermeabilidad de las trompas. Tan sólo el especialista está calificado para estas investigaciones delicadas: la insuflación tubular y sobre todo la salpingografía por rayos X son de ejecución delicada, pero corriente.
De todas las causas de esterilidad en la mujer, las más graves y las menos curables son las que provienen de las trompas o de los ovarios.
En los matrimonios sin hijos la esterilidad es imputable al hombre en un caso de cada tres.
Las causas, lo mismo que para la mujer, provienen del estado general, de las intoxicaciones y de las lesiones. Un examen médico permite descubrir estas causas y a veces puede remediarlas.
Las enfermedades venéreas
No es labor del Médico, señoritas, el daros una lección de moral, pero sí el advertiros de los peligros a los que estáis expuestas por vuestra inexperiencia.
Sois jóvenes de corazón y de cuerpo, y, si esa juventud es un encanto, no menos es un peligro, ya que os coloca en la situación del ratoncillo de la fábula, quien jugaba con el gato como con un amigo y se dejaba engañar por sus dulces arrumacos.
La necesidad de amor, unida a la ardiente curiosidad propia de vuestra edad y de vuestro sexo, os expone a la seducción, que os está acechando a muchas a cada paso de vuestra existencia de cada día. Para muchas, la vida es dura: algunas de vosotras conocéis la soledad, el abandono, el sueldo insuficiente, la enfermedad pesada y lo que es peor, las frecuentes solicitaciones tentadoras: el peligro siempre amenaza, la caída es fácil.
No tengo que deciros ni explicaros lo que resultaría de una caída en ese aspecto. Un instinto seguro os dice que el honor de la mujer es su más precioso bien; que la integridad de vida es todavía la garantía más segura de la felicidad íntima, y que, para una joven que quiere guardar su corazón para su esposo, es a la vez un deber y una dulzura.
Lo que yo tengo que deciros, como médico y como médico “especialista”, es otra cosa muy distinta; mi deber es más ingrato, menos poético.
Ya habéis comprendido —o si no, es preciso que lo sepáis— que los besos y las caricias de un “flirt” suelen conducir —en particular si se trata de un joven— a un desenfreno total de su instinto sexual, y que esas diversiones “preliminares” conducen a las caricias —lo cual es ya peligroso— y terminan... ¡Atención!, esas cosas son muy graves...
A partir de ese momento, ya lo sabéis, el embarazo se vuelve posible, aunque el contacto genital haya sido muy breve. Pero, además, esa dejadez, esa curiosidad pasiva, que tal vez se limite al, deseo de saber lo que pasa, son terriblemente castigados con enfermedades especiales. Y, entonces, vuestro cuerpo, que era tan atractivo por su belleza joven, vuestro cuerpo, tesoro de alegrías, puede convertirse en un foco de enfermedades graves, al mismo tiempo que en un objeto que todos rechazarán.
Voy a charlar contigo ahora de una materia de la que se hablará mucho en tu alrededor y sobre la que se ha escrito mucho. Para algunos, la cuestión de las enfermedades venéreas constituye incluso lo esencial de la educación sexual... Es un punto de vista ridículamente corto y estrecho. ¡Aprender a comer no significa tan sólo aprender a curarse de las indigestiones o a evitarlas! ¡Aprender a amar no significa tampoco, exclusivamente, aprender a evitar las enfermedades o a curarlas! Aunque no hubiere que temer ninguna enfermedad, la cuestión del libertinaje permanecería la misma, exactamente: el libertinaje es malo porque envilece al amor.
Sin embargo, me propongo hablarte de las enfermedades venéreas, en primer lugar, porque existen y porque quiero darte aquí una visión de todas las cuestiones que se refieren a los órganos sexuales y a su funcionamiento, y además porque, como han dicho muy bien: “Es deber del médico dar a los que no quieren defenderse de la tentación algunos consejos para que se defiendan de los peligros” 21.
Te preguntas sin duda dónde viene la palabra venérea. Se deriva del nombre de la diosa Venus. Los antiguos romanos creían que esa diosa presidía todo lo referente al amor y a la voluptuosidad. Y por eso se han calificado irónicamente de venéreas las miserias fisiológicas que son consecuencia de los desórdenes sexuales.
La medicina, a pesar de sus descubrimientos numerosos y eficaces, no ha logrado aún librar al mundo de ese género de enfermedades, verdadera plaga social, ya que, cada año, nada más que en Francia, la sífilis destruye varios millares de vidas humanas.
No sé si pueden llamarse a las enfermedades venéreas las sanciones del desorden, pero, de seguro, que se presentan como si lo fuesen, por el modo en que habitualmente se transmiten, en el seno del libertinaje. En efecto, en el gabinete de consultas, los jóvenes enfermos de blenorragia, a los que interrogamos, jamás responden que han contraído su mal en... un partido de fútbol, y, por otra parte, los esposos mutuamente fieles, si estaban completamente sanos en el momento del matrimonio, nunca llegan a ser clientes del médico especialista de este género de enfermedades. ¡Se trata de hechos! 22.
A la Naturaleza no le gusta que le estorben sus planes, ¡ella regula el uso de los órganos de la generación, en el seno del hogar conyugal, sin que haya el menor peligro de enfermedad, mientras que, por el contrario, parece haber tomado sus disposiciones, con cierta malicia, para llamar al orden a los que se sientan tentados a “divertirse con el desorden”!
Las enfermedades venéreas son enfermedades contagiosas que se contraen durante las relaciones sexuales entre dos personas, una de las cuales estaba ya contaminada.
Es, sobre todo en la “vida de la joven”, donde el mal implacable hace estragos, y es en este sentido en el que se ha dicho que “el amor es un deporte insano”.
He aquí todas las enseñanzas científicas y todos los consejos de la higiene moderna que pueden interesarte a este respecto. Si la ocasión se presenta, estos documentos te permitirán hacer un favor a una compañera imprudente.
En efecto, no hay una, sino varias enfermedades venéreas, enteramente distintas las unas de las otras por sus signos y por sus consecuencias.
El chancro simple, llamado también chancro blando, la menos grave: es una enfermedad superficial de la piel o de las mucosas.
La blenorragia, llamada también gonorrea: es una enfermedad del canal génito-urinario y de sus anexos.
La sífilis, llamada también “verole” y “lúes”, o vulgarmente “bubas”, que es ciertamente la más grave: es una enfermedad de la sangre.
Cada una de esas enfermedades posee un germen propio, de lo que no se sigue, sin embargo, que se excluyan unas a otras; pueden existir simultáneamente en un mismo individuo. Las tres son graves por sí mismas, pero la ausencia de un tratamiento o un tratamiento mal dirigido las hace más graves todavía y pueden traer consigo toda clase de complicaciones.
Las enfermedades venéreas son microbianas y contagiosas. Se conoce el germen de las tres principales. No se trata de un contagio difuso susceptible de realizarse a distancia, como se ve que pasa en otras afecciones cuyos gérmenes pueden ser transportados por el aire, sino que se trata de un contagio por contacto directo, por inoculación.
Los microbios de la blenorragia, puestos a la obra, son suficientemente robustos para caminar sobre las mucosas y penetrar en las glándulas por sus propios medios. Los microbios del chancro simple y de la sífilis son incapaces de hacerlo; para penetrar en el cuerpo humano les es preciso una puerta de entrada, pero el menor rasguño o la menor llaguita, aun imperceptibles, los introduce en él.
Para no recargar demasiado este libro no hablaremos nada más que de las dos principales enfermedades venéreas: la blenorragia y la sífilis.
LA BLENORRAGIA
Por jactancia o por tontería, algunos muchachos casi se vanaglorian de tener una blenorragia. Dicen que es un “certificado de virilidad”, que “todo el mundo la ha tenido o la tendrá, que no es una enfermedad y que se cura en algunas semanas”. Es cierto que una blenorragia tratada inmediata y convenientemente puede no ser más que una “aventurilla”, pero las cosas no suceden siempre así, ni mucho menos. Esta enfermedad puede convertirse y se convierte a menudo en una de las afecciones más difíciles de curar por ciertas complicaciones y, aunque se sabe cómo comienza, no se sabe cómo acabará. En efecto, tiene una terrible tendencia a incrustarse y a volver a aparecer tras largos intervalos, con virulencia, si no se la cuida convenientemente.
La blenorragia es una infección de los órganos genitales del hombre o de la mujer por el microbio llamado gonococo. Generalmente, no alcanza la totalidad del cuerpo humano, sino que permanece localizado en el conducto génito-urinario y en sus anexos.
En el microscopio aparece el gonococo bajo el aspecto bastante curioso de dos pequeños corpúsculos en forma de judía unidos el uno al otro por sus bordes cóncavos.
El contagio se hace casi siempre por el coito (el acto sexual), raramente por contaminación indirecta, excepto en los niños (que podrían contaminarse por el contacto de ropas manchadas, por ejemplo).
Cuando el hombre realiza el coito con una mujer enferma de blenorragia, la secreción mucosa de los órganos de ésta, que contiene pus con gonococos, alcanza el órgano masculino y lo contamina; luego penetra bajo el capuchón del prepucio, en el meato y en los primeros centímetros del canal uretral.
“Este capítulo tal ves no te interese. Pásalo. Además, si comprendes bien los otros capítulos del libro, no dudo que jamás conocerás los “gonococos” y “treponemas.”
Por otra parte, recordemos también lo que hemos dicho en el momento en que hacíamos la descripción de los órganos masculinos: un poco hacia atrás del meato urinario, en el interior del glande, se encuentra lo que se llama la fosa navicular, especie de cavidad en la cual los microbios nocivos, cosechados en el coito, encuentran un abrigo y una base práctica para llevar a cabo sus ataques.
Cuando los gonococos han penetrado en ese lugar emprenden simultáneamente un trabajo en superficie y hacia adentro; y mientras realizan esta penetración, encuentran el medio de reproducirse en proporciones inauditas, por centenas de millar, en muy poco tiempo. El terreno de operaciones durante los primeros días es la uretra anterior, es decir, la parte que va del glande hasta el esfínter de la uretra posterior.
¿COMO APERCIBIRSE DE QUE UNO ESTÁ ENFERMO DE BLENORRAGIA O A PUNTO DE ESTARLO?
Hacia el tercer o cuarto día, tras una relación sospechosa, a veces antes, y a veces más tarde, aparecen los primeros signos. Al principio son mínimos, pero casi nunca engañan. El primer signo, una mañana al despertar, es, en el hombre, un ligero cosquilleo en la extremidad de la uretra parecido al de “una mosca que se posa”. En el mismo instante, o unas horas más tarde, aparece una gotita de serosidad grisácea entre los labios del meato, que luego se vuelven un poco rojos o hinchados. Todavía no hay pus... A partir de este momento, el enfermo debe consultar un médico lo más pronto posible.
Si no lo hace, al día siguiente aparecen otros síntomas más graves. Se hinchan los labios del meato y permanecen entreabiertos. Comienza a producirse la salida del pus, amarillo primero, luego verde, y muy pronto cada vez más espeso y abundante. Se vuelve difícil y muy doloroso el orinar. La mujer, contaminada en su vagina, no se da cuenta de ello en seguida. No siente ninguna molestia.
A veces, los signos son menos netos, tanto en el hombre como en la mujer, la blenorragia es poco dolorosa, pero si el médico ha encontrado el gonococo por examen microscópico en la secreción del canal, la gravedad y los peligros son los mismos. Suelen despreciarse las blenorragias poco dolorosas, por esa razón están sujetas a toda suerte de complicaciones.
¿QUE HAY QUE HACER EN CUANTO APARECEN LOS PRIMEROS SÍNTOMAS?
Es necesario, nunca lo repetiremos bastante, acudir a un buen médico, sin perder un instante, porque el tratamiento es tanto más eficaz cuanto más pronto comienza; esta advertencia vale además para todas las enfermedades venéreas.
Si se cuida desde el principio, la blenorragia desaparecerá probablemente; tal vez se consiga que ni siquiera haya enfermedad alguna.
Si se cuida a partir del momento en que surgen los síntomas importantes, se curará generalmente tras algunos días de tratamiento.
Si se tarda mucho en curarla, acarreará probablemente serias complicaciones, exigirá un tratamiento mucho más largo, y correrá peligro de degenerar en crónica.
Hay que visitar a un médico y no a un farmacéutico. Este está encargado de suministrar los medicamentos, pero no puede, por simples indicaciones verbales, dirigir un tratamiento, dado que las reacciones del tratamiento de la blenorragia, como el de la sífilis, son muy variables según los individuos.
Y, sobre todo, no hay que pedir consejo a la compañera en ese momento. Se proponen muchos pretendidos remedios soberanos a la credulidad de la novicia, que le hacen perder un tiempo precioso ensayándolos, ¡cuando no agravan su situación!
Incluso los medicamentos “modernos”, como las sulfamidas y los antibióticos, no deben ser utilizados sin consejo del médico. Tan sólo él podrá indicar la dosis necesaria y dirigir el tratamiento. De lo contrario, se expone uno, o bien a tomar dosis demasiado fuertes, con peligro de accidentes, o bien a tomar dosis insuficientes que no matarán el microbio, sino que le harán resistente y mucho más difícil de destruir en adelante.
Normalmente, una blenorragia aguda tratada desde el principio debe curar en algunos días. El derrame se vuelve menos abundante, el dolor al orinar es más soportable, y todo puede volver al orden. Lo cual no quiere decir que ya no haya que preocuparse; no hay que proclamar la curación demasiado de prisa. Algunos microbios más resistentes pueden no ser destruidos por el tratamiento. Permanecerán en estado de vida aletargada en lo más profundo de las mucosas, hasta el día en que, a causa de una irritación cualquiera, salgan de su emboscada y recuperen su vitalidad.
Esto es lo que podría explicar la desgraciada sorpresa de la doble contaminación que viene, a veces, a entristecer un matrimonio mal compenetrado: uno de los esposos, contaminado hace tiempo, y que se creía curado en el momento del matrimonio, no lo estaba en realidad de modo perfecto. Entonces es indispensable un nuevo tratamiento.
Vamos a señalar ahora: las complicaciones posibles de la blenorragia para el hombre, para la mujer y para los hijos.
LAS COMPLICACIONES POSIBLES PARA EL HOMBRE
El nombre de las diversas afecciones que vamos a enumerar van seguidas de la palabra “blenorrágica”, porque, en los casos de que nos ocupamos, son debidas a la acción de gonococo, microbio específico de la blenorragia, pero podrían también aparecer accidentalmente o bajo la acción de otros microbios, en cuyo caso ya no serían afecciones blenorrágicas.
La prostatitis y la vesiculitis blenorrágicas son inflamaciones de la próstata o de las vesículas seminales que alcanzan, a veces, aunque raramente, proporciones inquietantes (absceso de la próstata). En sus formas graves, la infección prolongada de estas glándulas podría traer consigo la esterilidad y la impotencia (astenia sexual).
La epididimitis blenorrágica, llamada también orquitis, es la afección de uno de los largos conductos replegados sobre sí mismos, paralelamente al cuerpo principal del testículo, en el interior de las bolsas. Esta afección produce a menudo la infecundidad del testículo correspondiente. Si es bilateral, si alcanza los dos epidídimos, puede suponer la infecundidad absoluta. Durante la enfermedad, distendida y tumefacta la bolsa, alcanza a veces enormes proporciones, y el enfermo, en los casos serios, sufre atrozmente.
La cistitis blenorrágica. La palabra cistitis quiere decir inflamación de la vejiga. De hecho, es raro que el gonococo ataque a toda la vejiga; su acción se limita más especialmente al cuello, a la base; y resulta de ello una necesidad continua de orinar y un sufrimiento punzante en la evacuación de las últimas gotas (tenesmo).
La pielo-nefritis gonocócica es una afección de los riñones, por suerte poco frecuente, que tomaría fácilmente un giro extremadamente grave.
El reumatismo blenorrágico. Cuando el gonococo logra penetrar en la sangre aprovecha generalmente para ir a fijarse en una o varias articulaciones, donde provoca una hinchazón dolorosa, acompañada de tirantez. La articulación de la rodilla es la más frecuentemente alcanzada. La artritis o inflamaciones articulares gonocócicas tienen una molesta tendencia a provocar la anquilosis o rigidez de la articulación enferma.
La oftalmía purulenta blenorrágica. Los gonococos atacan a las mucosas o membranas que tapizan los órganos. Una de las mucosas más sensibles del cuerpo humano es la de los ojos. Si, por una circunstancia accidental, una servilleta manchada o un gesto distraído, se transporta una partícula de pus virulento al globo ocular, el germen infeccioso se desarrolla en él con rapidez prodigiosa y le destruye hasta el punto de dejarle ciego. Tan sólo una intervención enérgica y rápida en las primeras horas, desde el momento en que se apercibe uno de la conjuntivitis, de que el ojo está rojizo, podría impedir la catástrofe.
La blenorragia crónica o “gota militar”. Cuando una blenorragia tenaz es cuidada de modo mediocre, puede a veces presentar, a la larga, apariencia de curación, pero en realidad se trata comúnmente de una curación ilusoria. El mal no desaparece del todo, está incrustado y se vuelve crónico, susceptible de reanudar su actividad a intervalos más o menos largos. Es lo que se llama la blenorragia crónica o “gota militar”, porque, en otro tiempo, cuando la profilaxis era rudimentaria, muchos soldados volvían del Ejército con esta enfermedad, de la que ya nunca podían librarse. La blenorragia crónica se caracteriza por un pequeño derrame de pus que aparece varias horas después de haber orinado y en especial por la mañana, al despertarse. Un individuo enfermo de esta "blenorrea” puede seguir siendo contagioso.
Finalmente, los encogimientos del canal de la uretra pueden ser una de las consecuencias de la blenorragia, su firma tardía. Aunque son poco incómodos los primeros años, se transforma, con la edad, en un manantial de serias molestias; la persona en cuestión ya no orina si no es con esfuerzo, y los intervenidos quirúrgicamente no remedian más que imperfectamente esta crítica situación, que aboca finalmente a la retención de orina, a la infección urinaria y a la uremia.
COMPLICACIONES POSIBLES PARA LA MUJER
La conformación de los órganos femeninos y, en particular, de la vagina, con sus innumerables repliegues, es tal, que los microbios de la blenorragia tienen la posibilidad de instalarse en ellos de manera particularmente tenaz. Y así, la mujer contaminada es a menudo contagiosa sin saber que está enferma.
Aquí, igualmente, la enfermedad puede engendrar toda clase de complicaciones, que se llaman, según el nombre de la región afectada: vulvitis, metritis, salpingitis, ovaritis, etc..., pero hay que dejar sentado que esas diversas afecciones pueden tener también su origen en causas distintas de la blenorragia.
A veces el mal ataca a las numerosas glándulas que rodean la vulva y la vagina, y en particular a las glándulas de Bartolino. Estas se convierten en asiento de una afección aguda o crónica supurada (Bartolinitis).
Lo más corriente es que el mal ataque a la matriz y provoque en ella una viva inflamación, llamada metritis (metritis blenorrágica). La metritis se caracteriza por una pesantez abdominal dolorosa, por pérdidas blancas y por un mal estado general.
Las consecuencias de la blenorragia son todavía más graves cuando sube hasta las trompas uterinas y los ovarios. Las salpingitis (o inflamación de las trompas) y la salpingoovaritis (inflamación de trompas y ovarios) son, en efecto, no sólo dolorosas, sino al mismo tiempo extremadamente peligrosas a veces. Su curación exige semanas y, con mayor frecuencia, meses de reposo en cama o en sofá. A pesar del tratamiento y del reposo, no se logra siempre curarla, y a veces es indispensable una intervención quirúrgica que suprime los órganos que amenazan al peritoneo.
La mujer joven, hasta entonces llena de vida, queda ahora privada de la función estimulante y reguladora del organismo, volviéndose estéril. Esta enorme prueba puede suponer perturbaciones nerviosas por “menopausia artificial” y a veces la neurastenia 23.
Aún pueden sobrevenir otras complicaciones, a saber: la peritonitis, la cistitis (vejiga) y pielo-nefritis (riñones).
La blenorragia femenina, tanto como la masculina, si no está bien curada, tiende a volverse crónica. En algunos momentos, no presenta señal alguna de actividad, está durmiendo; subsisten, empero, algunos gonococos y pueden renovar periódicamente su acción nociva y contaminosa. Es lo que explica el peligro permanente que presentan todas las desgraciadas prostitutas, portadoras y sembradoras de gérmenes, sin saberlo incluso, muy a menudo.
CONSECUENCIAS POSIBLES PARA LOS HIJOS
Finalmente, hay otra manifestación de la blenorragia que puede alcanzar a la descendencia. Después de lo que acabamos de exponer, se concibe que en el momento del parto pueda contaminarse el hijo de una madre enferma. Esta contaminación se realizará en los ojos: es la oftalmía purulenta del recién nacido, que es muy grave, ya que frecuentemente le deja ciego. Se debe a que los órganos genitales de la madre enferma de blenorragia ensucian, durante el parto, los ojos del niño. Para evitar esta espantosa desgracia, los médicos, nada más nacer el niño, instilan en sus ojos una o dos gotas de nitrato de plata en dosis de uno por ciento. (Nitrato conservado en una ampolla sellada, único medio que asegura la dosis correcta) 24.
La infección blenorrágica de los hijos puede también producirse más tarde. Se encuentran casos, particularmente en niñas de tres a diez años. Se trata de una contaminación indirecta por la ropa, esponja o sábana manchada, que sirvió a los padres o a las personas que se ocupan de sus hijos. La blenorragia de los niños es siempre larga y siempre grave: pasa a menudo a la sangre y se lanza entonces sobre una o varias articulaciones, simulando en ellas la tuberculosis ósea.
Pide la prudencia que no se confíe a cualquiera la guarda de un niño pequeño.
La breve exposición de estas diversas miserias demuestra suficientemente que la blenorragia está lejos de ser una enfermedad desdeñable. La falta de tratamiento o el tratamiento torpe la prolongan, permitiendo toda clase de complicaciones; sus consecuencias se vuelven entonces muy serias y a veces desastrosas.
LA SÍFILIS
La sífilis es una plaga que nunca se combatirá bastante. Por eso conviene que el enfermo —hombre o mujer— y el médico la declaren una guerra encarnizada. La victoria depende de su alianza.
Es condición de toda victoria el conocer al adversario, las fuerzas de que dispone, los daños que puede causar y los medios para combatirla.
EL AGENTE MICROBIANO DE LA SÍFILIS
Ahora bien: ese enemigo tan peligroso, tan temido de la sociedad, es un ser infinitamente pequeño, que mide de trece a dieciséis milésimas de milímetro. Visto al microscopio, presenta el aspecto de un pequeño resorte en espiral, en espiras muy unidas: se le llama espiroqueta o treponema, y se encuentra por millones en una ulceración sifilítica.
Si se toca esta ulceración es cuando se puede contraer la sífilis. El treponema no ataca a la piel sana, pero se aprovecha de la más mínima herida para introducirse en la sangre: pequeños arañazos o heridas en los labios, en los dedos o en las regiones genitales. Fuera del organismo, vive poco tiempo, de modo que un objeto manchado de treponemas no puede propagar la sífilis si no acaba de ser ensuciado unos instantes antes. Generalmente, la inoculación se realiza por contacto directo y en la región genital en más del noventa y cinco por ciento de los casos.
LOS ESTRAGOS CAUSADOS POR LA SÍFILIS
Una vez que ha penetrado en el cuerpo, el treponema, terriblemente atrevido, prosigue la destrucción total del individuo, e incluso, si se nos permite expresarlo así, el de la sociedad. Vamos, pues, a considerar los destrozos que causa:
1° EN LA SÍFILIS ADQUIRIDA, es decir, propagada de individuo a individuo por contacto directo.
2° EN LA SÍFILIS HEREDITARIA, es decir, transmitida a los hijos por herencia.
A) LA SÍFILIS ADQUIRIDA
Para conseguir sus fines, el enemigo procede en tres etapas o períodos:
—período primario o período de chancro endurecido, de cinco o seis semanas de duración.
—período secundario, que sigue inmediatamente al anterior.
—período de generalización por medio de la sangre, que se prolonga durante dos o tres años más o menos, caracterizado por accidentes variados, a menudo superficiales y benignos, susceptibles de desaparecer sin dejar huellas aparentes inmediatas.
—período terciario, de vencimiento, y de duración completamente indeterminada, consiste en accidentes profundos, desorganizadores, destructores, siempre graves, a menudo muy graves, a veces mortales.
En el período primario el treponema se contenta actuando en el lugar en que se halla.
Tras un contacto infeccioso, a los veinte o veinticinco días, en el lugar mismo donde fue depositado 25, comienza a cavar una pequeña “trinchera circular” de cinco a diez milímetros de diámetro: es el famoso chancro sifilítico, cuyo fondo endurecido, de consistencia de “cartón”, es el punto de mira desde donde el enemigo se prepara antes de irrumpir en la sangre. Al principio, es una simple erosión redondeada, limitada, rezumante, de color de carne muscular, casi siempre muy pequeña, y sin endurecimiento durante los primeros días. El endurecimiento aparece al mismo tiempo en que caen prisioneras las glándulas vecinas.
Si la persona no acude al médico, su chancro desaparecerá a pesar de todo, por sí solo, en algunas semanas.
Parecerá que el enemigo ha abandonado el terreno... Pero, atención, en realidad, está en otra parte: Hele ahí que circula libremente por la sangre y por todo el cuerpo. ¿Cómo podemos darnos cuenta de ello? Tan sólo el laboratorio puede decirlo. El práctico saca un poco de sangre y lo estudia, provocando reacciones especiales llamadas de Bordet-Wassermann, de Kahn, de Hecht, etc. Si el laboratorio responde: “reacciones positivas”, es que el treponema está en la sangre. Durante algunas semanas permanecerá silencioso, pero es para preparar una nueva ofensiva.
B) PERIODO SECUNDARIO
Y he aquí que estalla. Cinco o seis semanas después de la curación del chancro, la sífilis entra en una segunda etapa o período secundario. El cuerpo se cubre bruscamente de manchas rosáceas: se trata de las roséolas. Los dolores de cabeza se vuelven frecuentes, sobre todo por la noche (llegada a las meninges), quedan invadidos luego el hígado y el bazo, queda cogida también la medula de los huesos y pueden sentirse descargas nerviosas, en particular en las tibias.
Después, las manchas rosáceas se vuelven pápulas, es decir, pequeñas ampollas de la piel; en el cuello forman el “collar de Venus” y esmaltan la piel de florescencias reveladoras.
Una especie de sarampión invade igualmente las mucosas de la boca y de los órganos genitales, cavando allí pequeñas úlceras rojas, ovaladas, ribeteadas de pus, que contienen un líquido infectado de innumerables treponemas, y que se llaman “placas mucosas”. Por esas llagas de la boca podría una enferma transmitir la enfermedad: por ejemplo, besando a sus parientes.
Durante este período secundario se produce también a veces una caída temporal del cabello.
C) PERIODO TERCIARIO
Luego, de nuevo, todo vuelve a parecer casi en orden, incluso si falta el tratamiento: parece que el organismo se ha, librado para siempre del indeseable. Por desgracia, es una seguridad falsa; el treponema permanece. Y si no se comienza ya un tratamiento enérgico, al cabo de un tiempo más o menos largo, en ocasión de un exceso de trabajo físico o intelectual, de un exceso alcohólico, vuelve de nuevo a cometer estragos: es la tercera etapa o período terciario. Se ha hecho más virulento y sus heridas serán más profundas.
Ataca violentamente a la piel, donde se ven surgir tumores cuyo grosor puede alcanzar el tamaño de una nuez o de un huevo de gallina, y que se perforan, muy pronto para dejar que brote un líquido parecido a la goma. Cuando ha terminado de salir todo su contenido se forma en su lugar una cicatriz imborrable: el treponema quiere sellar su obra con una huella “particular”.
Luego emprende una lucha encarnizada contra los huesos, los riñones, el tubo digestivo, el hígado, el páncreas, el bazo, destruyendo las células, que reemplaza por tejidos fibrosos y dañando el buen funcionamiento de los órganos. En la aorta, es él quien más frecuentemente provoca los aneurismas.
Pero es sobre todo el sistema nervioso quien recibe los golpes más duros y más frecuentes, es decir, en el cincuenta por ciento de los casos.
La persona tiene dolores de cabeza penosos, se queja de que se le duermen las piernas, y de que los miembros se le entorpecen, luego, de súbito, se vuelve bizco, ve doble, y a veces sé le cae el párpado de un ojo como si estuviese paralizado. Si la enferma ha cometido la inconcebible imprudencia de no haber consultado aún, ya es hora, de sobra, de que lo haga; en efecto, las lesiones que acabamos de señalar pueden desaparecer aun por el tratamiento antisifilítico; pero si se deja que el trepo- nema destruya más completamente la medula y el cerebro, entonces sucederá lo inevitable: llegará la tabes y la parálisis general, contra los cuales la ciencia médica es casi siempre impotente.
La TABES hace perder poco a poco la sensibilidad: una persona tabética tiene la impresión de caminar sobre terciopelo y sus movimientos son desordenados; cuando cierra los ojos pierde el equilibrio, de suerte que cae al suelo al secarse la cara (cuando pasa la toalla ante sus ojos). Sus huesos roídos por el treponema son tan frágiles que se puede romper una tibia por un pequeño golpe.
La PARÁLISIS GENERAL ofrece un cuadro aún más sombrío: el individuo ve desaparecer poco a poco su personalidad; memoria, atención y afección van a la deriva. O más bien, ni se apercibe de ello, puesto que se vuelve otro personaje y asiste a su propia decadencia sin darse cuenta de nada, sin conmoverse; por el contrario, tiene crisis de jovialidad, seguidas a veces de crisis furiosas. Otras veces cae en la “locura de grandeza”, hace gastos excesivos, se cree papa o emperador... En dos palabras: llega a la locura completa aproximadamente a los doce o dieciséis años después del chancro, si el treponema no ha sido enérgicamente combatido.
Lo que hace de la sífilis no cuidada un verdadero desastre es, seguramente, su transmisión por herencia: basta con que uno u otro de los padres sea sifilítico para que se propague.
El esperma de un sifilítico contiene numerosos treponemas que podrían contaminar el óvulo de la madre sana.
Pero es, sobre todo, por la madre por quien el embrión contrae la enfermedad; en efecto, los treponemas pasan fácilmente, gracias a los intercambios nutritivos, de la sangre materna a la sangre fetal, de modo que ésta no tarda en trasladarlos.
Entonces pueden ocurrir dos eventualidades: o bien que los treponemas maten al embrión y éste sea expulsado, con lo que la mujer tendrá un aborto —estos últimos años, en Francia, se han producido cuarenta mil abortos anuales a causa de la sífilis—; o bien, al terminar el embarazo, nacerá un niño sifilítico con lesiones que le matarán a fuego lento: en efecto, de cien sifilíticos por herencia, el cincuenta por ciento mueren al primer semestre de su vida, el veinticinco al segundo, el dieciséis antes de los diez años y tan sólo el nueve por ciento sobrevive.
Y es que el treponema, durante la vida embrionaria, ha estorbado el desarrollo normal de los tejidos y de los órganos. La piel del recién nacido está cubierta de pápulas, hinchadas por un líquido turbio donde pulula el microbio infeccioso. los huesos están deformados: el cráneo es muy saliente hacia adelante o hacia un lado; las tibias son como “láminas de arena”, y el sistema nervioso, sobre todo, terreno de predilección de los treponemas, se ha desarrollado mal. Las convulsiones son frecuentes, así como la meningitis, que pueden acarrear al niño la imbecilidad.
Algunos niños débiles o atrasados no son más que sifilíticos hereditarios, víctimas inocentes de la tara de sus padres o de sus abuelos.
Otros quedan más profundamente impregnados, y no conozco nada más impresionante que esos “pequeños viejos”, sifilíticos por herencia, con su frente caída, surcada de enormes venas, la nariz aplastada y la cabeza enterrada en los hombros. Se diría que no aspiran a otra cosa que a abandonar esta tierra por lugares más propicios donde pueda campar a sus anchas esa alma que se ve lucir a través de sus ojos sufrientes y que parece, también ella, “hipertrofiada”, desmesuradamente agrandada al contacto del dolor que los ha visitado antes de tiempo.
He aquí los estragos inconmensurables que puede acumular ese ser infinitamente pequeño, ese treponema imponderable.
Veamos ahora los medios de que disponemos para combatirlo eficazmente.
LOS MEDIOS PARA COMBATIR LA SÍFILIS
El tratamiento de la sífilis se hace principalmente por medio de inyecciones medicamentosas.
El arsenal antisifilítico es muy poderoso: penicilina, compuestos de arsenio, bismuto, etcétera; pero no puede alcanzar su plena eficacia si no se confía a manos competentes. Es un tratamiento de mucho trabajo, que exige una seria vigilancia. Puesto que la curación es fruto de una colaboración sostenida entre el médico y el enfermo, este último debe ser informado lo más posible.
1º EN LO QUE CONCIERNE A LA SÍFILIS ADQUIRIDA
El enfermo debe saber que el mejor momento para comenzar un tratamiento “rápidamente eficaz” es, sin duda, el periodo que precede a la aparición del treponema en la sangre, es decir, durante los quince primeros días que siguen a la aparición del chancro, cuando este último tiene el aspecto de una simple erosión apenas endurecida: por tanto, al principio mismo del período primario.
Comenzado desde este momento, el tratamiento se escalonará a pesar de todo, durante un período de dos a cuatro años, por una serie de curas que constan de inyecciones de penicilina y sales de bismuto o de arsénico, pudiéndose emplear al mismo tiempo varios medicamentos. Se saldría del cuadro de este libro el indicar el camino a seguir en este tratamiento tan complejo, del que existen diversos esquemas. Basta con saber que cada serie de inyecciones dura de dos a cuatro semanas. El intervalo entre cada serie no excede casi nunca de tres semanas, durante el primer año. Durante los años siguientes los períodos de reposo van alargándose en función de los análisis de sangre, que deben permanecer negativos.
Podrán practicarse una punción lumbar durante el tratamiento o al fin del mismo para asegurarse de que el germen sifilítico no permanece en el líquido céfalo-raquídeo que baña los centros nerviosos.
Pero, desgraciadamente, los enfermos vienen a buscar al médico por lo común en pleno período secundario, en el momento de la roseola y de las “placas mucosas”. El treponema está ya en la sangre. El tratamiento, desde entonces, exigirá más tiempo y los enfermos tendrán que ser vigilados durante mucho más tiempo aún. Si después de tres o cuatro años los análisis de sangre y del líquido céfalo-raquídeo permanecen negativos, podrá presumirse la curación.
Si el enfermo no acude a confiarse al médico hasta el momento de los accidentes del período terciario, el tratamiento hará que desaparezcan en seguida los tumores, pero para deshacer el treponema tendrá que prolongarse durante largos años. La vigilancia y un tratamiento llamado de “conservación” deberán durar hasta el fin de la vida, en razón del peligro de las graves complicaciones nerviosas de las que hemos hablado.
Brevemente, el tratamiento será tanto más largo cuanto más tarde haya comenzado. La curación, relativamente rápida, podrá considerarse como casi segura, si comienza en los días que siguen a la aparición del chancro.
Esta aparición, fácil de observar en el hombre, es con mucha frecuencia desconocida en la mujer, ya que el chancro debe ser buscado en el fondo de la vagina. Lo cual supone en ella un comienzo tardío del tratamiento.
2.º EN LO QUE CONCIERNE A LA SÍFILIS HEREDITARIA
Cuando se tienen razones para temerla, hay que saber esto:
Cuando un marido es reconocido como sifilítico después de su matrimonio, si la mujer queda encinta, debe tener la prudencia de someterse, durante su embarazo, a un tratamiento (arsenical, bismútico o mercurial), y con mayor razón si es ella misma la que es sifilítica.
Este tratamiento no presenta inconveniente alguno para la salud, y hay que considerarlo como absolutamente indispensable, si no, el hijo corre peligro de morir en el seno de la madre, o si llega a término, arrastrará una existencia enfermiza y desgraciada, siendo una carga para sí mismo y para la sociedad.
Otras veces, ni la mujer ni el marido están afectados de sífilis contraída por ellos, y sin embargo su descendencia sí. La mujer tiene abortos en serie, se repiten los partos falsos o bien se comprueba en cada parto una placenta demasiado grande, y con demasiado líquido, o niños que presentan taras que hacen sospechar la sífilis hereditaria. Se trata de una sífilis ancestral que se ha “filtrado” hasta el hijo actual, y es en este sentido en el que se ha podido decir que la sífilis, a menudo, salta una o dos generaciones.
En tales casos, es igualmente un deber imperioso para la madre someterse a un tratamiento antisifilítico durante todo el embarazo, a fin de que su hijo nazca sano.
He aquí por qué los médicos pueden tener que tratar niños pequeños, cuando presentan los estigmas del mal hereditario.
Ni que decir tiene que un joven o una joven sifilíticos no deben pensar en el matrimonio hasta que no estén curados. El médico no autorizará el matrimonio hasta el momento en que la curación sea definitiva o la considere como tal. Ahora bien: hemos visto que ésta puede presumirse cuando, después de un tratamiento enérgico (tanto más largo y más intenso cuanto más tarde haya comenzado), los análisis de sangre y la punción lumbar permanecen negativos.
Los sifilíticos deben saber que sería un crimen odioso si, haciendo caso omiso de estas indicaciones médicas, fundasen un hogar, sin vacilar en contaminar adrede a su cónyuge y a sus hijos. Tendrán tanto menos excusa cuanto que la sífilis, por terrible que sea, no es incurable. Además, no deben desesperarse demasiado, puesto que pueden curar, e incluso muy pronto, si el tratamiento se confía desde el principio a un médico experimentado. La disciplina a la que tendrán que someterse será una magnífica ocasión de elevación moral: terminarán reconciliándose consigo mismos, en espera de que puedan gozar, dentro de una familia sana, de la dulce alegría del orden restablecido.
LA JUVENTUD CASTA
Acabamos de considerar, al menos en grandes líneas, las grandezas del matrimonio. Pero no debes olvidar que la realización del acto sexual fuera del matrimonio suele comportar toda suerte de enfermedades venéreas.
Comprendes que la actividad sexual fuera del matrimonio te expone a enfermedades penosas que pueden curarse, sí, pero que dejan a veces huellas muy serias y posibilidad de recaídas inopinadas. Estas enfermedades, si no se las cuida perfectamente, comprometen gravemente la responsabilidad, puesto que podrían tener consecuencias en víctimas inocentes, que serán las personas que se ama más en este mundo: el cónyuge y los hijos. Hay que reflexionar en esto si no quiere una exponerse un día a remordimientos agudos y a una tristeza terrible.
¿Es posible evitar el contagio venéreo? Sí y no. Las precauciones que pueden tomarse disminuyen mucho el peligro, naturalmente, pero ninguna es absolutamente segura; todos los médicos, especialistas o no, te lo dirán, y ya puedes hacerte una idea de su gran experiencia. Por otra parte, no ignoras que el peligro está tanto en un solo contacto como en el hábito del libertinaje: entre nuestros clientes tenemos jóvenes que han cosechado lo que no debían en su primer contacto con un “hombre galante”.
El sólo y único medio para evitar ciertamente estas enfermedades y sus consecuencias es el siguiente: Ser prudente y abstenerse de toda relación sexual antes del matrimonio.
Los médicos hablan con respeto de la continencia de las jóvenes porque saben que es el remedio preventivo por excelencia. “La castidad no hace reír más que a los imbéciles”, hizo poner en carteles no hace mucho un ministro francés que no era muy ejemplar que digamos en su moral, pero que tenía la preocupación de la salud pública.
1º ¿Es preferible que el joven permanezca casto antes de su matrimonio?
Sí, ciertamente, y he aquí por qué:
La castidad antes del matrimonio es el único medio seguro de escaparse de las enfermedades venéreas. Seguridad que tiene su precio, pero que procura grandes ventajas.
Templa el carácter.— ¿Quién es más hombre, el que se abandona y se deja vencer en cada ocasión, o el que, por el contrario, prefiere permanecer más fuerte que el ciego instinto del deseo? La práctica de la castidad desarrolla el carácter, ya que es el resultado de un método de existencia que pide al principio grandes esfuerzos de voluntad; poco a poco, sin embargo, disminuyen las dificultades y la castidad termina siendo un asunto de entrenamiento.
Ennoblece el corazón.— El disoluto termina siendo un sensual para quien tan sólo cuentan los goces carnales. Estos apagan, sofocan todos sus sentimientos elevados. Ignora la bondad y la delicadeza. No cree en el desinterés ni en la virtud de las mujeres. Le caracteriza una palabra terrible que quiere decir cansancio, usura, derrota: es un “hastiado”.
El joven que resiste a sus pasiones sabe por experiencia que existen alegrías más profundas que las de la sensualidad. No confunde el placer con la felicidad. No se ríe de los pensamientos nobles. Quiere que su vida sea bella y fecunda. Es generoso ¿Cuál de los dos es más digno de estima?...
Protege el amor futuro.— El joven que ha frecuentado las prostitutas cree conocer a la mujer. En realidad, cegado por su egoísmo de buscador de placeres, mal preparado para el amor verdadero, ignora casi todo lo que hay en el corazón femenino.
El joven casto, por el contrario, ha tenido la costumbre de respetar a la mujer y de respetar al amor.
La mujer para él no es un instrumento de placer, sino su compañera y su igual. Por tanto, tendrá para ella toda clase de atenciones. El sabe que el amor es un don mutuo, una consagración de cada uno u la felicidad del otro. Las primeras efusiones de un corazón intacto que él ofrecerá a su joven esposa serán para ella el mejor testimonio de amor. Con su castidad asegura la dicha de su futuro hogar.
Añadamos, finalmente, que la continencia no es solamente una virtud del soltero: es a veces necesaria incluso en el matrimonio.
No ignoras que entre dos esposos las relaciones sexuales no son siempre posibles, porque hay razones naturales, reglas, embarazos, enfermedades, deseo de espaciar los nacimientos, etc., que pueden impedirlas o estorbarlas. ¿No te parece que en esos períodos de continencia obligatoria serán infinitamente más fáciles de soportar para el esposo que durante su juventud ha sabido guardar el dominio de su instinto sexual?
Y puede suceder que la continencia sea más penosa en el matrimonio que en el celibato, a causa del hábito y de la cohabitación.
Ningún entrenamiento es demasiado largo para poder abstenerse en los momentos en que será necesario.
Ya oigo tu objeción.— “Todo eso está muy bien; la continencia tiene muchas ventajas, pero ¿es posible? ¿Puede un joven normal abstenerse de toda actividad sexual hasta el día de su matrimonio?”
Con la casi unanimidad del Cuerpo médico, respondemos: Sí, sin ninguna duda.
Y vamos a explicar las razones de esta afirmación. Mostraremos primeramente que la continencia no puede presentar ningún inconveniente para la salud, y después diremos por qué es posible y cómo es posible.
2° La castidad antes del matrimonio, ¿puede dañar la salud?
Los que quieren sustraerse a la austeridad de una vida pura es casi seguro que han oído justificarse a sus compañeros por su conducta, declarando con más o menos convicción y de buena fe, que era excelente para la salud el “divertirse” de cuando en cuando...
De creerlos, sería la higiene la que los guía cuando practican la unión sexual, y la continencia por el contrario presentaría toda clase de peligros.
Vamos a responder punto por punto a los argumentos sin valor que repiten sin cesar esos ignorantes.
Tal vez oigas decir que la continencia produce la atrofia de los órganos genitales. El médico, que ha oído ya otras tonterías por el estilo, no puede contener la risa. En primer lugar, no nos sería difícil citar un gran número de hombres que han permanecido perfectamente castos hasta el matrimonio, y de cuya virilidad han dado sin embargo pruebas. Podríamos decir incluso que generalmente son esos pretendidos atrofiados los que llegan a ser padres de familia numerosa, valientes en el dominio de sus sentidos antes del matrimonio, se muestran aún más valientes en el matrimonio aceptando de buen grado las pesadas cargas familiares.
Para volver al terreno científico, se puede mostrar, por ejemplo, que un órgano como la glándula mamaria permanece inerte hasta el primer embarazo, para volver a caer en el aletargamiento (sueño) más completo de una lactancia a otra. Pero no sucede lo mismo con el testículo, que como hemos visto en el capítulo de anatomía, funciona de una manera regular y continua, tanto en el abstinente como en el incontinente.
Otra canción opuesta a la primera: la castidad lleva consigo la sobreexcitación de los órganos sexuales. Pasemos rápidamente: puesto que por el contrario es precisamente la incontinencia la que tiene en vela siempre a estos órganos, tanto más cuanto que la voluntad termina por perder su control. El ejercicio de la castidad calma por el contrario y apacigua con tal que no se reduzca, naturalmente, a la continencia corporal, sino que se apoye sobre la castidad de espíritu y de la imaginación.
Esto nos conduce a esta otra objeción: la continencia conduce a la masturbación o a otras perversiones.
Que un adolescente iniciado por sus compañeros o por un espectáculo licencioso termine por masturbarse, que tome el hábito de hacerlo y que, a pesar de los prudentes consejos, tardamente recibidos, persista en ello por un defecto de voluntad, es posible: pero es evidente que no son los castos hábitos anteriores la causa de ello. Hay que hacer responsables a los desórdenes recientes que, debilitando el sistema nervioso, debilitan al mismo tiempo la voluntad.
Que en una prisión o en una cárcel, la continencia forzada conduzca a algunos desgraciados a la masturbación o a otras perversiones sexuales, no tendría nada de extraordinario. El instinto, que se encuentra allí sin guía y sin freno, busca satisfacerse como puede.
La masturbación supone una falta de castidad interior y una falta de voluntad. Por eso existe igualmente en jóvenes que frecuentan mujeres de mala vida: para ellos constituye un medio más fácil para satisfacer su tendencia hacia el placer.
Por el contrario, una voluntad, convenientemente ejercida en el sentido de la pureza, resistirá tanto o mejor el deseo de un goce contra la naturaleza que el de un apetito sexual normal.
Se reprocha a la castidad el ser la causa de las pérdidas seminales y de sus pretendidas consecuencias nefastas.
Hay dos clases de pérdidas:
—las espermatorreas patológicas. Esta enfermedad es generalmente una consecuencia de los excesos venéreos: es, por tanto, efecto de la incontinencia.
—Las poluciones o emisiones nocturnas espontáneas. Estas poluciones, acompañadas o no de sueño, son uno de los medios de los que se sirve el organismo para evacuar las secreciones espermáticas. No presentan ningún inconveniente: es un fenómeno natural que ni afecta a la salud ni compromete la responsabilidad.
3º Se ha acusado igualmente a la castidad diciendo que conduce a la neurastenia. Entendámonos. La neurastenia podría sobrevenir, en rigor, en una persona que, queriendo permanecer casta físicamente, cometiese la imprudencia habitual de no permanecer casta mentalmente, alimentando su imaginación de pensamientos, de deseos y de imágenes excitantes. En ese caso no es la castidad, sino la falta de castidad la causa de la neurastenia.
De hecho la neurastenia es frecuente en los que han abusado de los placeres, sobre todo en los masturbadores. Se encuentra también en personas que han contraído una enfermedad venérea. Es producida en estos casos, sea por agotamiento nervioso, sea por el miedo a las consecuencias de la enfermedad.
En cuanto a la locura, con todos los fenómenos de excitación cerebral que la acompañan (obsesiones eróticas, satirismo, etcétera...), es ciertamente más rara en los abstinentes que en los libertinos. No ha podido ser observada más que en abstinentes forzados —en prisioneros, por ejemplo—, para los cuales la privación continua de las relaciones sexuales iba acompañada de una desvergüenza ininterrumpida de la imaginación.
Se encuentra entre los locos un gran número de solteros. Pero esto no es un argumento contra la castidad, puesto que muchos solteros están muy lejos de ser castos. Y además no hay que confundir los efectos con las causas: a menudo, un desequilibrado, casto o no, se ve obligado a permanecer soltero porque no encuentra medios para casarse. Pero esto no quiere decir que se haya vuelto loco porque no haya podido casarse.
Y en cuanto a la epilepsia, la neurosis de angustia, la clorosis, las psicosis de la pubertad, etc., no tienen ninguna relación con la castidad.
¿Quién podrá, pues, pretender que la castidad verdadera ha engendrado alguna vez una enfermedad? Si así fuese, los médicos lo sabrían. Ahora bien: ¿qué nos enseña la práctica médica?... Vamos a reproducir aquí el testimonio de algunos médicos particularmente calificados.
El doctor Fournier, especialista de la sífilis, universalmente conocido, escribía: “Se ha hablado indebidamente y a la ligera de los peligros de la continencia para el joven; ¿confesaré que si tales peligros existen no los conozco, y que yo, médico, todavía no los he observado nunca, a pesar de que los sujetos a observar no me han faltado en la materia?”
El profesor Dubreuilh, escribe en la Crónica Médica: “Pretendo que la continencia absoluta y prolongada del joven no ofrece ningún inconveniente serio, que es posible y que es más frecuente de lo que muchos piensan.”
El doctor Surbled: “Los males de la incontinencia son conocidos, indiscutibles, mientras que los que provocaría la continencia son supuestos, imaginarios. Lo prueba el hecho de que numerosos y sabios volúmenes han sido consagrados a exponer los primeros, mientras que los otros esperan todavía su historiador. No hay a este respecto sino vagas alusiones que se disimulan vergonzosamente en las conversaciones, pero que no suministrarían materia para un tratado y no soportarían la luz del día.”
El doctor Good: “Desafío a quienquiera que sea a que encuentre en la historia de la medicina, en todos los pueblos del mundo, una sola enfermedad que pueda ser causada por la abstención de las relaciones sexuales.”
El profesor Toulouse: “Los teóricos de la moral del instinto han sostenido que la función sexual debía, como las otras, ejercerse bajo pena de causar disturbios graves. De hacerles caso, la continencia estaría llena de peligros y constituiría un verdadero delito natural. Todo eso es una fisiología romántica y mal analizada
En el segundo Congreso general de la Conferencia Internacional de Profilaxis Sanitaria de Bruselas, los ciento dos miembros presentes, médicos y sabios especialistas en estas cuestiones, que venían del mundo entero, se votó por unanimidad la votación siguiente: “Sobre todo hay que enseñar a la juventud masculina que no sólo no son nocivas la castidad y la continencia, sino que estas virtudes son recomendables en grado sumo, desde el punto de vista puramente médico y físico.”
Los Profesores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Oslo votaban también por unanimidad que: “La aserción de que una vida de pureza es perjudicial a la salud no se basa, según nuestras experiencias, en ningún fundamento. Jamás hemos conocido perjuicio alguno que resultase de una vida pura y moral.”
4.º ¿Es posible la castidad antes del matrimonio?
Primeramente examinemos un argumento de hecho: La castidad existe, luego es posible.
Desde el advenimiento del Cristianismo (hace casi dos mil años), centenas y centenas de millares de hombres han permanecido castos durante toda su vida. En nuestros días todavía existen en el mundo millares de sacerdotes y de religiosos que hacen profesión de castidad perpetua.
¿Por qué un joven no podría practicar durante algunos años lo que otros practican durante toda su vida?
Pero miremos más de cerca entre aquellos que no se destinan al celibato. Vemos en las escuelas y en las universidades, en las oficinas y en los talleres, en el campo como en la ciudad, un gran número de jóvenes que permanecen castos hasta el matrimonio a pesar de las conversaciones, de los malos ejemplos y de las excitaciones de todo los que los rodean.
Sé muy bien que a esos jóvenes se les denomina mal; en efecto, no podrían afirmar que son vírgenes sin suscitar los chistes subidos de color de los vividores; pero los médicos, que tienen mil ocasiones de tratar estas cosas, saben que son más numerosos de lo que se piensa habitualmente.
¿Habrá que decir que esos hombres son anormales? ¡Despacio, por favor! Se encuentra entre los castos lo mismo que entre los libertinos toda clase de temperamentos, de muchachos vigorosos y ardientes, lo mismo que de gentes tranquilas y débiles. En realidad, es exacto que la mayor parte de los jóvenes castos tienen que luchar generosamente. La continencia que practican no es para ellos la solución más fácil: Es el fruto de un esfuerzo perseverante y la realización de un ideal.
Una joven taquimecanógrafa me ha consultado el otro día un “caso de conciencia”. Conoce un joven con el que quiere casarse. El querría también, pero dice que tiene que ser con la condición de “ensayar antes del matrimonio”, ya que pretende que las relaciones psíquicas, para ser felices, han de experimentarse antes, pues las considera indispensables. Si la cosa “marcha bien”, se casará, y si no marcha..., se evitará una desgracia.
Esta joven se pregunta qué debe hacer. Ha sido educada con otros principios y sabe que eso es malo, pero como su novio es inteligente y parece leal, vuelve una y otra vez al asunto y no sabe qué pensar sobre ello...
Esa idea de que una “experiencia” puede aclarar el porvenir y permite tomar una decisión acertada, descansa en parte y se apoya en la ilusión novelesca y falsa de “que se está hecho o no se está hecho el uno para el otro”, y no se puede salir de ahí. Y en la idea todavía más falsa de que es necesaria una conformación física especialmente bien adaptada. De hecho, el que las relaciones sean o no felices, depende, por encima de todo, de un sentimiento de seguridad pro
funda en el amor, de la confianza recíproca y de la delicadeza en los modales y en la expresión de la ternura, de lo contrario nos hallaríamos ante enfermedades excepcionales, Además, tenemos que repetir que la experiencia no significaría gran cosa, puesto que es muy normal que no se obtenga una satisfacción perfecta al principio de una unión. Sucede frecuentemente que el joven, a consecuencia de un deseo o de un nerviosismo exagerado, se siente inhibido (impotente). Y sucede en muchos más casos aún que la mujer no se satisface como debía, como hemos demostrado en otro capítulo, en el que dijimos que normalmente la armonía sexual no se producía al principio, sino que se iba creando poco a poco.
Pensemos también en que la experiencia antes del matrimonio tiene el peligro de un embarazo prematuro. El ensayo del joven ha sido tal vez propio de un maestro..., y cuando la joven se dé cuenta de ello dos o tres semanas más tarde (por la no aparición de sus reglas), lo corriente será que el joven le dé una respuesta negativa: “En vista de nuestra experiencia, hija mía, estimo que no estamos hechos “fisiológicamente” el uno para el otro, por lo que es mejor que no nos casemos.”
Comprendéis perfectamente que la teoría de la experiencia necesaria —del ensayo—, no es del orden de la naturaleza. ¡Y para la joven no es más que una broma de lo más cruel!
Abordemos ahora la cuestión que os concierne particularmente.
No es sin razón lo que la opinión general dice: que hay que ser más severos con las faltas de la joven que con las del joven. Es cierto que en ese juicio entra algo de la hipocresía que hemos denunciado: no existen dos morales, una para el hombre y otra para la mujer. Pero estamos obligados a admitir que las faltas de la joven tienen consecuencias más graves. Diremos, por tanto, que la castidad de la joven es aún más deseable, y todavía mucho más indispensable que la del joven.
En efecto, la mujer tiene ese privilegio magnífico, pero peligroso de no poder darse a medias. Su primer amor es a menudo el amor de toda su vida. Tanto el sentimiento como el placer dejan en ella huellas profundas.
Es cierto que una joven pervertida puede volver a la vida normal, pero para llegar a ello, ¡qué esfuerzos de voluntad serán necesarios! Y qué remordimiento sentirá frente al esposo que ama por aquellos recuerdos antiguos que vendrán a asaltarla hasta en la intimidad de su vida conyugal. ¡Qué de mentiras se verá obligada a decir si no ha descubierto su secreto! ¡A qué reproches se expondrá un día u otro si, por el contrario, ha expuesto lealmente su pasado, al joven que le ofrecía el compartir su vida con ella!
Guardándose pura hasta el matrimonio, tanto la futura esposa como su compañero, evitarán las enfermedades especiales que, en ella, serán más graves a causa de estar sus órganos situados más al fondo y ser más delicados. En muchos casos, esas enfermedades pueden hacer de ella una inútil y muy frecuentemente una estéril.
Ella guardará intacta para sus futuros hijos la sangre que debe formarlos y el asilo que los acogerá y los abrigará durante largos meses. Incluso en el caso de que su mala conducta anterior la dejase libre de toda infección y exenta de toda enfermedad (lo que no sucede siempre ni mucho menos), la joven, al convertirse en madre, ¿no se tirará de los pelos al no poder ofrecer a su hijo una morada limpia y pura, especialmente guardada para él?
Independientemente de las razones que acabamos de invocar, la joven por su propio interés debería guardarse pura hasta el matrimonio.
Una joven que no es seria, se casa difícilmente o se casa mal.— Se divierten con ellas, pero no se casan con ellas. ¡Cuántos jóvenes de costumbres ligeras se muestran desconfiados en materia de virtud para con su novia cuando se deciden a casarse! Saben demasiado bien lo que es una mujer que no se respeta para hacer de ella la compañera de toda su vida y la madre de sus hijos. ¿Es eso falta de lógica, es egoísmo e injusticia? Todo lo que se quiera; pero mientras tanto, los hechos son los hechos: la joven de la que todos “hablan” se casará muy difícilmente. Y si se trata de un joven que se ha guardado puro para su futura esposa, ni que decir tiene que no querrá nada con ese género de chicas.
Por unos momentos de placer, la joven ligera compromete su porvenir. Si no se casa, ¿qué será de ella? Cuando se pasen su juventud y su belleza —que pasan el doble de de prisa cuando se abusa de ellas—, se verá gastada, ajada, tal vez enferma, y la desgraciada verá los enamorados de antes abandonarla poco a poco —como abandonan los niños un juguete roto—, y dejarla con la reputación por los suelos.
¿Y qué decir si sus aventuras le han dejado un hijo? Todo el mundo sabe que, a pesar de todas las leyes, los padres escapan de toda responsabilidad. Emplean toda clase de manejos para evitar no sólo el matrimonio, sino la carga material, la pensión, etcétera, y es la madre tan sólo la que debe asumir la terrible carga de criar al niño con un salario de mujer. Y si, empujada por la miseria, abandona al pobre pequeño, ¡de qué penas y remordimientos estará siempre envenenada su vida!...
Otras jóvenes, completamente desamparadas en el momento en que se dan cuenta de que están encitas, piensan en el aborto siguiendo el consejo de malas compañeras.
Los médicos podrían hablaros horas enteras sobre estas pobres criaturas que vienen a visitarlos avergonzadas, llenas de ansiedad y de temor, y que le suplican a veces de rodillas: “¡Ayúdeme, doctor! No me atreveré a volver a casa. Me expulsará de ella mi padre.” En su enloquecimiento, ni siquiera piensan en que piden al médico que se haga cómplice de un asesinato, siendo así qué el médico honesto no puede aceptar semejante cosa de modo alguno.
Muchas se dirigen en su desesperación a algún medicucho sin honor o a alguna persona de mala fama 26.
En cuanto a las consecuencias de la intervención misma, hay que decir que es peligrosa en todos los casos. El profesor Fournier nos dice: Ningún médico, ni el mejor siquiera, osaría garantizar que la madre escapará viva sin experimentar grandes molestias, o sencillamente que saldrá viva.
Y el profesor Forel añade: La intervención es como un terrible choque para el organismo. Tan sólo en las mejores condiciones no se producirán terribles consecuencias. Ahora bien: esas condiciones no dependen de nosotros. Y los que pretenden que no se trata sino de una sencilla operación sin importancia gracias a los perfeccionamientos actuales, suelen recibir un mentís de la realidad de los hechos.
En París, los médicos y los cirujanos de los grandes hospitales declaran que cada año mueren millares de mujeres y de jóvenes a causa de operaciones abortivas.
El Estado castiga con prisión y otras penas tanto al culpable como a las personas que han cooperado en este crimen 27.
Volvamos a repetirlo, queridas amigas, aunque no sea nada más que por interés, por evitar molestias, dificultades y sufrimientos de todas clases para el porvenir: la joven debe permanecer casta antes del matrimonio.
Finalmente, añadamos que, tanto para su compañero como para ella, la castidad prenupcial constituirá una garantía segura para la dicha en la felicidad; en efecto, habrá momentos en qué, incluso en el matrimonio, será necesario guardar continencia (enfermedades o ausencias, espaciación razonable y legítima de los nacimientos, etcétera...). Entonces, tan sólo un largo entrenamiento unido al amor recíproco de los esposos permitirá soportar ese sacrificio y salvaguardará, en esas horas difíciles, la estricta fidelidad.
De hecho, existen innumerables jóvenes que son verdaderas, jóvenes y que se mantienen puras. ¿Qué hacen para rechazar las múltiples solicitaciones de las que son objeto, sobre todo en ciertos medios de trabajo?
En primer lugar, se vigilan y rechazan estrictamente las ocasiones de tentación.
Las fantasías vagas y sin objeto embotan y ablandan la voluntad. Y no es que sean malas en sí, sino que a la larga se vuelven peligrosas; se empieza por ser una sentimental, luego nos deslizamos hacia la sensualidad, nos creemos heroínas de aventuras maravillosas para terminar deseando conocer “la aventura” sencillamente.
Las lecturas nocivas falsean el espíritu, no sólo libros y revistas pornográficos, como fácilmente se comprende, sino también esas novelas sin valor que presentan el amor con colores irreales, en las que las más desesperadas situaciones siempre se arreglan como por un toque de varita mágica, en las que son excusadas, justificadas, presentadas como inevitables e incluso a veces como admirables las peores debilidades. La joven que se acostumbrase a ver la vida como la pintan esas novelas se expondría, por desgracia, a un despertar terrible. En la realidad nunca sucede que el hijo del dueño se case siempre con la mecanógrafa seducida, que la esposa que molesta muera tuberculosa justo en el momento deseado para librar al esposo codiciado por alguna heroína encantadora..., etc. Aunque al principio no toméis en serio estas novelas, terminarán por convertirse en vuestras guías y en vuestras consejeras, conduciéndoos sin que os deis cuenta a las más engañosas aventuras.
Igual advertencia señalamos en cuanto a las películas de cine, con más poder aún sobre la imaginación por la atracción de las imágenes y la apariencia de vida que el movimiento da a sus héroes. Ya sea por el prestigio de las vedettes, cuya vida sueñan algunas con copiar imprudentemente (al menos en lo que se conoce de agradable en ellas, ya que la publicidad procura ocultar las luchas, las decepciones, el duro trabajo de estos ídolos del público), ya sea por las aventuras que presenta la pantalla, el hecho es que innumerables jóvenes pierden la cabeza y dejan de lado una felicidad sencilla y segura para lanzarse, de espejismo en espejismo, al camino de las lágrimas y de la desgracia.
Las compañeras malas. Existen jóvenes viciosas que dan malos consejos y muchachos mal educados y groseros, o incluso algunos que solamente son ligeros, que no saben respetar a la mujer. Son egoístas que no sueñan más que en divertirse y que no dudarán, cuando se trate de su placer o de una experiencia nueva que los atraiga, en comprometer la salud, la dicha y todo el porvenir de una joven sana y alegre, pero demasiado confiada. Evitad sobre todo el flirteo. Guardaos bien de no ver en él nada más que una diversión inocente, y no digáis nunca: “Eso no tiene consecuencias, estoy alerta, no temo nada.” Pensad en que otras chicas tan prevenidas como vosotras han caído en la trampa, y recordad ese sabio proverbio de la experiencia popular: “El que ama el peligro, en él perecerá.” Y además, ese flirteo es una falta de lealtad hacia los jóvenes a los que engañáis de este modo y qué pueden ser sinceros. Finalmente, vuestro corazón se ensucia y ya nunca tendrá su fresca sensibilidad el día en que se presente el amor verdadero. El flirteo excita los sentidos, disminuyendo por lo mismo vuestra fuerza de resistencia cuando llegue el peligro, la atracción del abismo. ¡Cuidado con el vértigo! No bordeéis el abismo.
“Pero —me diréis— todas esas prohibiciones no son nada divertido: “No vayáis... No leáis... No hagáis...” A nuestra edad no gusta ese lenguaje que prohíbe, que cercena, que pone barreras. Esos remedios así presentados son muy amargos. ¡Estamos hechas para la acción, para la alegría, para la vida!”
¡Qué razón tenéis! Por eso, vamos a buscar juntas otros medios menos negativos para ayudaros a guardar esa castidad que más tarde formará la seguridad de vuestra vida conyugal y la gloria de vuestras maternidades.
¿Quién es el que se hace cómplice de las tentaciones de la carne?
El corazón. Es vuestra necesidad, tan legítima, de amar y de ser amadas la que os hace casi siempre buscar a los jóvenes, sus piropos y sus atenciones. Ese corazón que os hace capaces de grandes cosas puede también jugaros más de una mala pasada durante la espera, a veces un poco larga, de aquel a quien un día podréis entregárselo. Así, pues, vais a procurar engañar su espera, a ocuparla sanamente sin riesgo de dañar su felicidad futura; antes bien, todo lo contrario. ¿Cómo?
Una compañera o amiga franca, amable, simpática y sincera os atrae y sentís que de ella sólo pueden surgir excelentes consejos y ejemplos que arrastren. No temáis entonces abandonar vuestra timidez y vuestra reserva. Id a ella, que comprenda que os es simpática y que os gustaría entrar más en su intimidad. Será raro que no responda a estos detalles con entusiasmo, y entonces conoceréis la dulzura de una de esas amistades de jóvenes tan fuertes y tan dulces que resisten por regla general a todos los asaltos de la vida. Juntas hablaréis del hogar futuro, prepararéis el porvenir soñado, y vuestro mutuo afecto os servirá de precioso socorro en las horas no sólo de tentación, sino sencillamente de tristeza y de desaliento.
Con la amistad, la abnegación ocupará útilmente vuestro corazón al mismo tiempo que lo preparará para tareas futuras. Abnegación para con vuestros prójimos, para con vuestra familia, de la que podréis ser el rayo de luz y la alegría. Abnegación para con los demás también. ¡Cuántos niños pequeños más o menos abandonados en las cuevas, los patronatos y los orfanatos! ¿Cuántos enfermitos no recibirán jamás visitas en los hospitales? Vuestro corazón, ya maternal, puede dar a esos pequeños un poco de la alegría y de la ternura que les faltan, y si a veces os cuesta un poco atenderlos, en vez de correr hacia el placer, pensad que os veréis recompensadas por todo eso con vuestros futuros hijos.
Después de los pequeños, están los viejos, que se reconfortan con la juventud como con el sol de primavera... ¿No tendréis algunas horas para ellos de cuando en cuando?
¿Pensáis también en el esfuerzo de todas esas madres de familia que sucumben bajo su pesada carga sin que nadie las ayude? ¿Las conocéis tal vez entre vuestras vecinas, en vuestra calle, incluso en vuestra casa? ¡Qué manera más útil y bonita de emplear un poco vuestros ratos libres y recursos sin uso de vuestro corazón ayudándolas, cuidando alguna que otra vez de sus pequeños, que no tardarán en aficionarse a vosotras, reservándoos así dulces alegrías!
Finalmente, ¿no pensáis que vuestro porvenir de esposas, de madres y de amas de casa exige una preparación? ¿Y no creéis que sería tal vez prudente adquirir por adelantado un poco de esa práctica de la que dependerá en tan gran parte vuestra dicha en el hogar? No faltan cursos para futuras amas de casa, cuyo horario está establecido para las trabajadoras, y en los que encontraréis, al mismo tiempo que el enriquecimiento de una ciencia preciosa, el apoyo de francas amistades 28.
¿Por qué no consagráis también algunos de vuestros ratos libres a perfeccionar vuestros conocimientos técnicos y a aumentar vuestro valor profesional? Además de que con esto conseguiríais mucho antes una ganancia superior y una situación importante, encontraríais en ello una manera agradable y útil de ocupar vuestras “horas vacías” y de evitar ese peligroso galanteo, esa perniciosa desgana que han perdido a tantas jóvenes.
Añadamos, por fin, que os servirán de precioso socorro las sanas distracciones, la práctica controlada y moderada del deporte y las lecturas interesantes.
Tenéis todavía las numerosas “Agrupaciones de Jóvenes”, que sólo quieren encuadraros y ayudaros; y, para terminar, recordamos a las que tienen la dicha de haber conservado una piedad muy viva, que la devoción a la Virgen Madre será la más excelente salvaguardia.
Y repetimos a todas que el pensamiento del hogar puro y tierno en el que sueñan en sus “horas buenas” les ayudará mejor que cualquier otra cosa a soportar la espera, a veces pesada, de sus años jóvenes. Por otra parte, más tarde no cosechará sino lo que han sembrando, y su vida de mujer será feliz y fecunda en razón de la seriedad de su vida de joven.