— CAPÍTULO 15 —
LA MAGIA DEL LABERINTO
Salimos del agua casi ahogándonos. Leslie nadó hasta la orilla de aquella cascada con las pocas fuerzas que aún le restaban y se abrazó a los bordes para recuperar su aliento. Me apuré a acercarme a ella y me retiré de las aguas con el fin de ayudarla a subir, cuando esta me alejó de un gran manotazo para que la dejara recuperarse en paz.
—Déjame, casi me ahogo, necesito aire —se quejó con un suave tono que, entre llanto y agotamiento, no se dejaba comprender.
—Está bien, respira hondo, lentamente y profundo. Intenta salir cuando sientas que ya tienes fuerzas —la animé yo. Ella permanecía allí con su cabeza agachas, aferrada al borde de ese pequeño estanque. Respiraba rápido y torpemente; sin lugar a dudas, pronto ya no tendríamos más energías para continuar. Esperó a tranquilizarse un poco y comenzó a llorar en una angustia tras la cual comenzaría a aceptar la realidad. Un llanto triste y dulce que afectaba lentamente mi fe por encontrar una salida. Continuábamos descendiendo cada vez más y avanzando hacia desconocidas profundidades que no parecían llevarnos a ninguna parte.
— ¡Estoy cansada Danser, ya no aguanto más! —se atribulaba intensamente, como una sinfonía que crecía hacia una gran desesperación de melodías destellantes.
—Estoy cansada de arriesgarme en vano, de pasar frente a la muerte una y otra vez. Cansada de tu optimismo y tu valentía, ya no tengo más fuerzas para seguir. Si vamos a morir aquí, quedémonos en un lugar seguro y punto. Ni siquiera estamos subiendo a la superficie, bajamos cada vez más y permanentemente, ya no sé que hacer Danser —concluía con un llanto dramático pero apacible. Su cabeza continuaba agachas, dejando caer sus lágrimas sobre aquel estanque en donde se perdían libremente.
—Ya está bien Leslie, ya está bien —la tomé por debajo de los brazos y la ayudé finalmente a salir de allí. La abracé bien fuerte y, escuchándola llorar sobre mi hombro, la miré con franqueza a los ojos.
—Leslie, sea cual sea la razón por la que estamos aquí, no significa que debamos rendirnos. Las personas viven sin saber cual es el camino o desconociendo su destino y aun así, sin saber el motivo de su existencia, se enfrentan día a día a miles de obstáculos. A veces no parece haber ninguna salida, como ahora, y lloramos, y eso está bien. Nos angustiamos y nos rendimos una y otra vez pero seguimos peleando; seguimos adelante aun cuando todo parece descender interminablemente, tironeándonos hacia abajo cada vez más —le costaba mirarme a los ojos mientras le hablaba. Me abrazó nuevamente dándome a entender que mis palabras le daban la compañía que más necesitaba en aquel momento.
—Leslie, si este laberinto no tiene salida ya no dependerá de nosotros, pero dame la oportunidad de sacarnos de aquí. Dame la ocasión de intentarlo, no puedo quedarme de brazos cruzados, necesito verte a salvo. Es por eso que salté a rescatarte allí afuera —mis palabras rompieron aquel abrazo que tanto nos distendía. Leslie me soltó unos segundos y, parada frente a mí, me observó finalmente a los ojos. Esquivé su mirada y, contemplando con atención el lugar donde ahora nos encontrábamos, me acerqué a una de las paredes de tierra para sentarme cómodamente en el suelo. Estábamos completamente empapados y mi torso al desnudo comenzaba a envolverme en una leve sensación de frío. Me dejé caer sobre la tierra y, apoyando mis espaldas contra el muro, la observaba acercándose a mí para oír lo que su corazón deseaba escuchar más que sus oídos. Se sentó a mi lado y recostó su cabeza sobre mi hombro, dejando caer sobre mí todo su cabello mojado.
—No podía dejarte allí Leslie. Eres todo lo que tengo para ser quien soy —comencé a confesarlo, mientras ella apoyaba su mano sobre la mía.
—Cada cosa que hago, cada objetivo que tengo, es como si tú estuvieras al final de ese camino. Como si en cada respiro necesitara imaginarte para ver mi realidad, mi forma de ser. No puedo pasar cerca de ti sin sentirme desnudo, a la deriva, como sí no tuviera de donde sostenerme; como si tu presencia fuera la única cuerda sobre la que obtengo equilibrio. Todo lo que hice en el pasado lo hice mal, por miedo, por sentirme inseguro. El silencio que nos perseguía hasta ahora fue culpa mía, y a ti quizá nunca te importó, pero… no lo sé, quizá era mejor de esa forma, cada uno por su lado y yo pensando en ti desde mi propio universo, desde esa realidad que construí al imaginarte. Creyendo que algún día podría viajar por el tiempo y hacer que las cosas fueran de otra manera. Pero está bien, lo que pasó ya es historia, no puedo cambiarlo. Todo es consecuencia de lo que yo creé. Quizá, si nunca me hubiera acercado a ti, este hecho nunca habría ocurrido y no estaríamos aquí atrapados. Quizá…
—Quizá si nunca te hubieras acercado a mí me hubiese enfrentado a esto sola —me interrumpió, con el fin de aludir su otra perspectiva.
—Es cierto, las cosas no salieron bien y quizá no fue sólo culpa de tus errores sino del hecho de que yo no haya querido ver más allá de tus acciones. Quizá debí haberte dado la oportunidad de cambiar, de madurar y probar una vez más en algún futuro, y en lugar de eso preferí alejarte de mí, pretender que no eras importante cuando en realidad siempre lo fuiste —continuaba expresándose ella mientras yo, perdido en ambos sentidos, presentía que encontraba finalmente el camino que nunca hallaría fuera de esas mazmorras.
—Es cierto, cometiste muchos errores. Yo también cometí los míos pero tú lo has dicho, lo que haya ocurrido ya ocurrió, no podemos cambiar nada. Hoy estoy aquí encerrada, viviendo esta tortura que no termina jamás, y tú eres el único que está aquí; que se desvive por salvarme, abrazarme y contenerme aun siendo tan protagonista de esto como yo. Ahora estoy aquí y estoy contigo. Ya entendí como eres y lo que significo realmente para ti, ¿pero sabes lo que rescato de todo esto? Que ahora logré descubrir lo que tú significas para mí —alzó su cabeza y me miró fijamente a los ojos mientras yo la observaba desde mi gran transe, haciéndole a un lado el cabello que se impregnaba en su rostro empapado. La miré intensamente y, observando su boca allí tan cerca de la mía, la besé por primera vez registrando en mi mente cada detalle; cada minúsculo sonido que se detenía ante nosotros para crear esa magia jamás vivida. Nuestros cuerpos permanecían inmóviles, indiferentes a cualquier dolor o estorbo, mientras nuestros labios se transformaban en un inmenso manantial de besos, como mantas deslizándose entre dos cuerpos, dos almas. La simplicidad de aquel beso se convertía en la sensación más indescriptible que podría imaginar mi mente, como si ese interminable laberinto no fuera más que una vana aventura transformándose en el lugar más bello que pudieran sentir mis ojos. Aquella cárcel que nos perseguía tras cada obstáculo, tras cada cascada y peligro, se convertía en el lugar más importante de mi vida. Nos besamos durante algunos minutos. La observé una vez más a los ojos, más cerca que nunca; la veía feliz, víctima junto a mi cuerpo en esa interminable aventura, pero feliz. Como si hubiera finalmente encontrado a su alma gemela, la compañía que había buscado toda su vida. Nos sonreímos mutuamente y nos volvimos a besar. ¿Por qué allí, en ese oscuro y peligroso lugar? Ese incierto escenario que allí nos esperaba, rodeándonos sin cesar, mientras nuestra indiferencia a los hechos lo excluía de nuestras mentes para dedicarnos ese tiempo tan único; nuestro amor. ¿Por qué allí, en ese oscuro y peligroso lugar? Ya no tenía importancia. Cualquier obstáculo pierde su función si estás con la persona que amas; cualquier desventura, miedo, impotencia. Todo desaparece en aquel momento. El calor y la presencia de aquel que comparte contigo esa unión, ese instante, te envuelve en una nueva realidad donde el temor y el peligro no existen. Escapan de nuestras mentes hacia otros senderos, otros desventurados. La besaba como si aquel beso fuera una explosión desesperada que ya venía cargando conmigo por cientos de años, y así era. La miré otra vez a los ojos y la abracé como deseé abrazarla en tantas otras ocasiones. Dejé que se recostara sobre mi pecho y, tomándola de su cintura con mis brazos para que se sintiera más a gusto, nos acomodamos para descansar de una vez por todas. Recostó su cabeza sobre mí y, apuntando nuestros ojos hacia la pequeña cascada, nos sujetamos de las manos para continuar sintiéndonos el uno al otro.
—No puedo creer que aquí estemos —le susurré en voz baja al oído. La cascada creaba una música sobre las aguas que adornaban aquella cueva de magia y fantasía. Leslie acariciaba mi mano respondiendo a cada uno de esos sentimientos que continuaban saliendo de mi interior sin cesar.
—Pasaron tantos años, tantas desilusiones y aquí estoy junto a ti, como siempre quise. Es cierto, no es realmente el lugar que tenía en mente —agregué, destilando otro dócil suspiro. Leslie dejó salir una dulce risa que rebotó sobre mi pecho, allí donde yacía tan agotada después de las interminables carreras por entre óbices y trampas. Acariciaba su hombro tal como a ella le gustaba, sólo que esta vez, todo salía de mí; cada palabra, cada caricia. Su cabello ya se encontraba seco mientras mi camiseta, en su poder y algo húmeda todavía, convertía nuestro calor corporal en una cálida y delgada manta de pieles. Advertí como sus ojos se cerraban lentamente bajo esos delgados cabellos; deslizó su mejilla sobre mi pecho y se aferró fuertemente a mi cintura.
—Intenta descansar un poco, Leslie —le bisbiseé sutilmente al oído. Supuse equívocamente que me había escuchado: Ya se había quedado dormida.
Despertamos algunas horas más tarde frente a aquella columna de piedra; nuestras prendes parecían ya estar secas y la habitación permanecía tan intacta cómo antes, esperando a que intentáramos vencer sus más profundos secretos. Estiré delicadamente mis piernas mientras Leslie se limpiaba la legaña de sus ojos.
— ¿Pudiste dormir bien? —musité yo, arrimando mi rostro al suyo.
—Eso creo. Aún seguimos aquí, ¿no es cierto?
—Lamentablemente sí. Esperaba despertar en algún suburbio de Harainay, pero creo que será mucho pedir por ahora —rezongué, estirando cada músculo de mi espalda y colocándome finalmente de pie; aquella no era la mejor de las posiciones para quedarse dormido. Comencé a explorar la misteriosa habitación mientras mi compañera terminaba de despertarse.
— ¡Hey, Les! Observa esta columna. Creo que es nuestra salida, parece tratarse de una abertura. ¿Ves estas hendijas de aquí? —le señalé, enmarcando los contornos de lo que parecía ser una pequeña puerta. El pilar se encontraba acordonado por una interminable canaleta dispuesta en espiral. Sus extremos concluían en pequeños y curiosos huecos dispersados entre el suelo del salón y los principios de aquella columna. A nuestra derecha, la cascada continuaba decorando musicalmente, con el ruido de sus chorros, cada rincón de esa cueva. Mientras tanto, yo me concentraba en nuestra puerta de salida.
— ¿Qué hay con esas hendijas? —preguntó Leslie, acercándose al agua para mojarse el pelo.
—No estoy seguro, parece algún tipo de mecanismo hidráulico. Observa esos pequeños pozos allí en el suelo, creo que debemos llenarlos con agua. Tiene sentido, ¿no es así? —suponía yo, entonando mis ideas en voz alta.
—No lo sé, Danser. Tú eres el ingenioso aquí, yo sólo te asisto cuando hace falta —declaraba ella con su voz dormida, mientras yo me acercaba lentamente a la pequeña cascada.
—No opines así, Les, cada uno pone su parte. Ninguno de los dos sobreviviría aquí sin el otro, ten seguridad de ello. Ahora ayúdame a buscar algo que pueda servirnos como recipiente para cargar agua, no veo nada por ninguna parte —exclamé, contemplando nuevamente cada rincón
—Usa tus manos, Danser. ¿Cuánta agua necesitas?
—Pues, no creo que mucha. Necesitamos medio litro en cada agujero del espiral y hay ocho en total. Déjame probar con uno de ellos —repuse, cerrando mis manos en forma de cuenco y sumergiéndolas en el pequeño estanque de la cascada.
—Veamos si así es como funciona esta cosa —susurré, vertiendo mis manos sobre uno de los pozos.
—De acuerdo, Les, medio agujero ya está lleno. Sólo quedan otros siete —me volví a poner de pié.
— ¿Qué fue ese ruido? ¿Lo has oído? —exclamó ella intriga—da, observando atónita por sobre el pilar. Una espesa polvareda comenzaba a descender desde aquellas alturas asomando unas temibles lanzas que, presurosamente, se arrimaban por encima de nuestras cabezas.
— ¡¡¡Dios mío, Danser!!! ¡Dime que esto no está ocurriendo! — comenzó a gritar despavorida, alejándose rápidamente hacia la cascada. Yo continuaba absorto, observando el extraño espiral e intentando resolverlo todo antes de que fuera demasiado tarde.
— ¡Apresúrate, Leslie! ¡No hay tiempo! Carga en tus manos toda el agua que puedas y ayúdame a llenar los pozos antes de que las lanzas logren alcanzarnos. ¡Vamos, date prisa! —le grité desesperado, arremetiendo contra el estanque. Comenzamos a correr de punta a punta evitando que el agua escapara entre nuestros dedos. Leslie trotaba agitada sin dejar de mirar hacia arriba y tropezando con sus propios saltos, mojándolo todo a excepción de los pozos. La cabida en mis manos ya no era suficiente.
—De acuerdo, Les, tengo malas noticias —me detuve agitado ante tantas corridas; mis brazos ya estaban realmente empapados.
— ¡Lo sé! Vamos a morir, ¿no es así? —comenzó a llorar desconsolada, dejándose caer de rodillas al suelo y sacudiéndose las manos.
—No exactamente, pero ocurrirá si no hacemos lo que te diga. Tendremos que darle la espalda a nuestra intimidad física por un momento, lo siento.
— ¿Qué? No entendí nada, ¿a qué te refieres? —preguntó desorientada, secándose las lágrimas.
—Tendrás que quitarte la camiseta y sumergirla en el agua. Yo haré lo mismo con mis calzoncillos, luego los escurriremos sobre los pozos. ¡Apresúrate no hay tiempo! ¡Las lanzas ya casi nos alcanzan! —acabé de dar mis ordenes y me desnudé por completo. Leslie continuaba allí sentada observándome.
— ¡No te pongas discreta ahora! No voy a mirarte, ayúdame o acabaremos convertidos en coladores —le insistí, empapando en el estanque mis paños menores. Corrí nuevamente hacia los pozos llenando por completo tres de los más cercanos a la cascada. Las lanzas ya se encontraban a dos metros del suelo amenazando con enristrarnos a ambos, mientras Leslie escurría mi camiseta en los agujeros restantes y cubriéndose el torso con su brazo derecho. No había tiempo para poder contemplarla; recorrer con mis ojos su espalda o la delicadeza de su cintura. Ya sólo quedaban dos pozos más por llenar y aún no estábamos fuera de peligro. Corríamos meramente agachados, esquivando aquellas garrochas que pronto alcanzarían a tocar el suelo, y exprimíamos nuestras ropas con ambas manos.
— ¡Ya sólo queda uno, Les! No te muevas, yo lo haré— exclamé, rodando con mi cuerpo al desnudo hasta el último de los pozos. Escurrí los calzoncillos con todas mis fuerzas escuchando por fin el sonar de los mecanismos superiores. Las lanzas comenzaron a ascender nuevamente mientras yo me colocaba otra vez mis paños menores; Leslie se limitaba a hacer exactamente lo mismo con mi camiseta. Las aguas se esparcían a lo largo de ese interminable espiral en el suelo, alcanzando a entrar por cada uno de los pequeños agujeros de la columna. Los crujidos provenientes de aquella puerta comenzaron a expandirse por todo el lugar mientras yo abrazaba a Leslie por detrás de su cintura. Le di un beso en la mejilla y esperé a que la abertura terminara de entreabrirse; entonces pude sentir como una suave corriente de aire escapaba ondeante desde el interior del inmenso pilar. Me asomé para comprobar que todo estaba bajo control y, observando a Leslie con una irrefutable sonrisa en mi rostro, la invité a abandonar junto a mí los rincones de aquel cuarto. Desde allí se desplegaba, tal como en otras ocasiones, una extensa galería recubierta de antorchas. Comenzamos a avanzar sin titubear ante nuestros pasos mientras yo intentaba tomarla de la mano.
— ¿Puedo hacerte una pregunta, Danser? —desató ella, con una inquietante actitud en su voz. Caminábamos despacio hacia el final del corredor.
—Claro, dispara nomás —accedí, completamente abierto a cualquiera de sus inquietudes.
— ¿Qué ocurrirá una vez que logremos escapar de aquí? Es decir, me refiero a lo que está ocurriendo entre nosotros — masculló ella, dirigiendo su mirada hacia el suelo; le costaba mirarme a los ojos.
—No lo sé, Les. Ocurrirá lo que tú quieras que ocurra, ya sabes lo que siento por ti. Sólo tú llevas la última palabra —atiné a recordarle. Esperaba que nuestros deseos fueran mutuos, algún tipo de objetivo compartido; una extraña y asombrosa masa de sentimientos que sólo nosotros lograríamos comprender. Esperaba que su decisión fuera un canto a la esperanza, un lugar dónde el mundo que aguardaba detrás de esas puertas fuera sólo para nosotros; para compartir aquellos momentos que la humanidad jamás entendería.
—Creo que lo mejor será permanecer como amigos —concluyó ella, escapando una vez más de mis profundos sentimientos. Supuse que aún no estaba preparada pero ello.
—Pues, recuerda que ya lo intentamos hace tiempo atrás. No podemos ser amigos, Les, sabes que jamás funcionaría.
—Sí, lo sé. Supongo que una vez que salgamos de aquí descubriremos hacia dónde nos lleva el destino, ¿no crees? —se animó a conjeturar. Jamás pude comprender sus verdaderas intenciones, ¿por qué iba a hacerlo ahora? Decidí dejar que el laberinto arremetiera con aquellas sorpresas que tanto comenzaba a disfrutar; momentos que algún día escaparían de esos profundos subterráneos.