Parte II: Reseñas y comentarios sobre El Código Da Vinci
11 COMENTARIOS, CRÍTICAS Y OBSERVACIONES
Código caliente, críticos que hierven
TITULAR DEL NEW YORK DAILY,
4 DE SEPTIEMBRE DE 2003
El espectacular éxito editorial de El Código Da Vinci ha generado millones de lectores satisfechos, fanáticos y entusiastas por un lado, y una gran variedad de críticos por otro.
En general, cuando se habla de las reacciones críticas provocadas por una novela, se habla de lo que críticos literarios y reseñas dicen en los medios que se ocupan de libros. En el caso de El Código Da Vinci, estos críticos se mostraron sumamente entusiasmados.
Con epítetos como "una novela de suspenso alegremente erudita" y "un relato emocionante, lleno de acertijos, inteligente y estimulante", Janet Maslin del New York Times dijo que podía resumir su propia reacción con una sola palabra: "WOW". (Aunque, a la manera de Dan Brown, obtuvo un doble resultado con su comentario de una sola palabra y señaló que si uno pone WOW cabeza abajo, se obtiene una palabra relacionada con la esencia maternal.) "Aunque no hubiera ideado todo su relato como una búsqueda de la esencia de la divinidad femenina, la mujeres igualmente se habrían enamorado del señor Brown."
Patrick Anderson, del Washington Post, consideró que era un "importante logro" escribir "una novela de suspenso teológico que sea a la vez fascinante y divertida".
Incluso muchos grupos religiosos reaccionaron de manera positiva. Seguramente no por todo lo que el libro propone, pero sí por la oportunidad que se les brindaba de exponer sus propios comentarios sobre los temas tocados por Dan Brown. Las Iglesias convocaron a retiros y reunieron grupos literarios; los expertos en antiguos temas esotéricos (como la biografía de María Magdalena o las ideas contenidas en los Evangelios Gnósticos) se vieron súbitamente muy solicitados para series de conferencias auspiciadas por las Iglesias.
John Tintera escribió en el sitio de Internet explorefaith.org: "A pesar de ser un tanto simplistas, cuando no directamente falsos, creo que los contenidos religiosos de El Código Da Vinci constituyen un oportuno llamado para que la Iglesia cristiana reaccione. Al hacerlo, invitará a los cristianos a echar una nueva mirada a nuestros orígenes y a nuestra historia, tanto lo bueno como lo malo, cosa que no hacemos con la necesaria frecuencia".
Sin embargo, aun cuando todavía el público lector seguía devorando las aventuras de Robert Langdon y Sophie Neveu, críticos que por lo general no escriben reseñas de libros comenzaron a hacer comentarios. Pronto se oyeron las voces de grupos religiosos muy ofendidos por lo que creían que era el deseo de Dan Brown de atacar o difamar al catolicismo o al cristianismo. Escribieron largos comentarios en sus sitios de Internet y en publicaciones religiosas, en los que respondían a cada idea del libro que consideraban errónea. En algunos casos, tenían razón en cuanto a los datos, y Dan Brown estaba equivocado, como en temas relativos a la fecha del descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto o a algunos detalles de lo que ocurrió en el Concilio de Nicea. Pero con sus actitudes los críticos religiosos confirmaban lo que Dan Brown sugería: se sentían obligados a entrar en polémica con un autor de ficción popular pues temían que la difusión de la novela terminara por reemplazar los dogmas de la Iglesia, ganando corazones y mentes para una visión alternativa del cristianismo.
La idea de que Brown había hecho meticulosas investigaciones también comenzó a ser atacada a los pocos meses de haberse publicado el libro. Algunos veían a El Código Da Vinci como una consecuencia directa de libros como Holy Blood, Holy Grail y The Templar Revelation, libros que Brown menciona explícitamente en el texto de su novela y en su sitio en Internet dice que fueron muy importantes para su investigación. Como lo señalan varios de los artículos y comentarios en este capítulo, Holy Blood, Holy Grail, que no ha dejado de circular desde su publicación hace más de veinte años, no es más que una mezcolanza ocultista de mitos, leyendas y falsedades puras y simples, con algunos detalles históricos llenos de misterio.
Luego salió a escena otro autor de novelas de suspenso, Lewis Perdue, que había escrito un libro llamado The Da Vinci Legacy en 1983, y luego otro, Daughter of God. Estos libros incluían elementos y personajes en su trama que Perdue aseguró que eran notablemente parecidos a los de El Código Da Vinci. Algunas de las similitudes son: un hondo y oscuro secreto de la primitiva historia del cristianismo que involucra a una mujer mesías, gnóstica, llamada Sophia, curadores de arte muertos, bancos suizos, Leonardo da Vinci, María Magdalena, discusiones sobre los cultos a las diosas, y mucho más. Podría desarrollarse una disputa por estas similitudes en las cortes. Pero mientras tanto, parece que otra batalla se avecina en Hollywood, donde Ron Howard trabaja en una versión fílmica de El Código Da Vinci de Sonny Pictures, mientras que el creador de Survivor, Mark Burnett, ha optado por las novelas de Perdue.
En este capítulo ofrecemos algunos comentarios, ensayos críticos y otras observaciones interesantes sobre El Código Da Vinci. Invitamos a nuestros lectores a sumarse al diálogo y enviarnos sus propias opiniones a nuestro sitio en Internet www.secretesofthecode.com
POR LYNN PICKNETT Y CLIVE PRINCE
Lynn Picknett y Clive Prince, que viven en Londres y son los coautores de The Templar Revelation (mencionado en El Código Da Vinci) escribieron este comentario para Secretor del Código. Copyright © 2004 by Lynn Picknett and Clive Prince.
Digamos que El Código Da Vinci fue un seductor regalo de cumpleaños para uno de nosotros en 2003. Desde la escena inicial en el Louvre, al igual que otros millones de lectores, quedamos atrapados, dando vuelta las páginas casi sin respirar, siguiendo con entusiasmo la diversión que nos proporcionaba.
Pero a diferencia de otros entusiastas seguidores, teníamos otra razón más para sentirnos intrigados: no ocurre todos los días que veamos el título de nuestro libro de 1997, The Templar Revelation, mencionado en las páginas de un éxito editorial internacional de suspenso como una de sus cuatro fuentes principales. De modo que no sólo nos sentimos más o menos felices de dejarnos llevar por la acción, sino que, dada la parte impresa en papel que nos tocaba en este asunto, fuimos críticos también.
No cabe ninguna duda de que Brown completa la idea de una sociedad secreta, el Priorato de Sion, con los supuestos misterios sobre el linaje de Jesús y María Magdalena, para convertirla en una oscura y turbulenta historia. Es muy loable que el autor haya usado estas ideas alternativas, las mismas que vieron por primera vez la luz en Holy Blood, Holy Grial allá por 1982, para todo un público nuevo y entusiasta que probablemente no tuvo oportunidad de ver el original.
Sin embargo, no hay que olvidar que el libro de Brown es ficción y que toma mucho material de otros trabajos, no sólo del nuestro, sino también y de manera importante de Holy Blood, Holy Grial de Michael Baigent, Richard Leigh y Henry Lincoln. Este libro, a su vez, se apoyaba en material dado a conocer por una enigmática sociedad secreta, el Priorato de Sion, que se reconocía a sí misma como guardiana de un gran misterio relacionado con los merovingios, la dinastía de reyes francos, y María Magdalena. Los autores aseguran que ese secreto era que Jesús y María Magdalena estaban casados, que tuvieron hijos, quienes a su vez crecieron en Francia y cuyos descendientes fundaron el linaje merovingio.
Aunque la mayoría de la gente cree que esto es lo que asegura el Priorato de Sion, en realidad, se trata de la interpretación propuesta por Baigent, Leigh y Lincoln. Esta idea fue explícitamente desmentida por el Gran Maestre del Priorato de Sion, Pierre Plantard, para quien la importancia de los merovingios está en que son los herederos legales al trono de Francia (suponiendo que Francia alguna vez decida volver a tener reyes).
Nosotros estamos lejos de estar convencidos por esta teoría del linaje sagrado. Si bien aceptamos que hay pruebas abundantes de que Jesús y María Magdalena tuvieron relaciones físicas, que pueden haber dado como resultado un heredero, o no, nos parece que hay demasiada ingenuidad en tratar de forzar este tema para incluirlo en la historia de los merovingios. De todas maneras, aun cuando hubiera descendientes vivos de Jesús, ¿por qué deberían ser especiales? Teológicamente, Jesús fue especial, el único Hijo de Dios. Por lo tanto, sus hijos y los hijos de sus hijos a lo largo de las generaciones podrían no tener nada de divinos en ellos.
Envueltas en el entusiasmo y en el romanticismo de todo el asunto, muchas personas han dado por supuesto que si hubiera descendientes de Jesús en la actualidad, tendría que haber algo intrínsecamente especial en ellos. De hecho, no es esto lo que Baigent, Leigh y Lincoln dijeron. Para ellos, se trata del hecho de que estos descendientes serían los herederos legales de ciertos títulos y poderes, como por ejemplo el trono de Jerusalén, lo cual era importante. Y la razón por la que estos descendientes debían mantenerse ocultos de In Iglesia era que su existencia misma demostraría que Jesús no era otra cosa que un simple mortal.
No son pocas las personas que no han visto esto, lo cual ha llevado a construir teorías acerca de que había algo diferente y propio, tal vez hasta genéticamente distinto, en este linaje. Nosotros consideramos que esta idea es potencialmente peligrosa, como cualquier sistema elitista que sostiene que ciega gente está por encima de los demás, sólo por sus características físicas. Este puede tener la forma de la raza superior de Hitler, de los supremacistas blancos, o de aquellos que creen que hay personas que llevan los genes del linaje de Jesús, y por ello son automáticamente superiores a todos nosotros.
El aspecto del linaje sagrado del libro de Dan Brown puede estar apoyado en terreno arenoso, pero estamos de acuerdo en que "el gran secreto herético", tan odiado y temido por la Iglesia, es efectivamente la sexualidad como sacramento, la divinidad femenina. Eso sí era un secreto que involucraba a Jesús y a María Magdalena y que tenía que ser protegido por la Iglesia. El verdadero papel de ella como sacerdotisa es la clave que, si fuera conocida, habría abierto el camino para que la gente desarticulara la enseñanza de la Iglesia, en particular sobre el lugar y valor de la mujer. Hasta podría llegar a sostenerse que Magdalena es la mujer más importante que jamás haya vivido, sencillamente porque, debido al odio y el miedo a su verdadero poder, como se muestra en los Evangelios Gnósticos perdidos, la Iglesia reprimió a generaciones y generaciones de mujeres y degradó toda la sexualidad femenina en su nombre.
Pero El Código Da Vinci centra su atención en las pinturas de Leonardo, otra área en la que, en nuestra opinión, Dan Brown también se equivoca. Al tratar de combinar nuestras teorías sobre el "código" de Leonardo y la teoría central de Holy Blood, Holy Grial, Brown ha hecho que una revelación todavía más sorprendente e impresionante se escurra entre las grietas. El verdadero código de Leonardo nos lleva a un mundo mucho más oscuro e intensamente estimulante.
Brown resume nuestro descubrimiento del extraño simbolismo en la Virgen de las rocas de Leonardo (en la versión de París; en la National Gallery de Londres hay otra, pero mucho menos interesante) pintura en la que ambos niños, Jesús y Juan el Bautista, en lugar de estar uno con su madre y el otro con su protector tradicional, el arcángel Uriel, han intercambiado sus lugares, aparentemente junto a los guardianes equivocados. Esto resulta muy interesante porque la escena está tomada de un relato que la Iglesia inventó para superar la incongruencia del hecho de que cuando Juan bautiza a Jesús, es porque debe de haber tenido la autoridad para hacerlo. Esta escena describe el momento, o por lo menos eso es lo que nos quieren hacer creer, en que el Niño Jesús le otorga esta autoridad al pequeño Juan para que la ejerza cuando sea adulto. Es más, el niño con Uriel alza su mano para bendecir al otro, quien se arrodilla en señal de respeto. Sin embargo, ¿qué ocurre si los niños en realidad están con los guardianes que les corresponden? Como lo señala Brown, Juan estaría bendiciendo a Jesús y éste estaría arrodillado en señal de sumisión ante Juan. Efectivamente, hay muchos otros elementos en la pintura que confirman esta interpretación. ¿Pero cómo se relacionaría esta interpretación a favor de la supremacía de Juan con la tesis básica de Brown sobre el linaje sagrado? En realidad, no se relaciona de ninguna manera. No tienen nada que ver una con la otra. Eso es lo que ocurre cuando se trata de forzar los secretos no resueltos de Leonardo para ponerlos en un contexto equivocado.
En más de una década de investigación, hemos descubierto con frecuencia pruebas de que cada vez que podía, Leonardo da Vinci elevaba a Juan el Bautista por encima de Jesús, mostrando así que él consideraba que el Bautisa era superior a Cristo. Por ejemplo, en el famoso trabajo preliminar de Leonardo para La Virgen y el Niño con Santa Ana (circa 1499-1500) en la National Gallery de Londres, el grupo está formado por la Virgen María, Jesús, Santa Ana y Juan el Bautista niño. Pero cuando Leonardo pintó la versión final, Santa Ana con la Virgen y el Niño (1501-07), descubrimos que el lugar del Bautista ha sido ocupado por un cordero, al que Jesús toma tan torpemente por las orejas que solíamos bromear diciendo que el cuadro debería llamarse Cómo arrancar las orejas de un cordero. En realidad, Jesús tiene también su regordeta pierna trabada alrededor del cogote del animal, cortándola visualmente. Pero dado que Jesús es llamado "Cordero de Dios" por el Bautista en el Nuevo Testamento, ¿por qué Leonardo ha representado a Juan como un cordero? Tal vez el secreto está en la tradición entre los Caballeros Templarios de honrar al Bautista y de representarlo como un cordero (como en el sello templario de los caballeros en el sur de Francia, por ejemplo). Hay que destacar que esto es sumamente significativo, ya que muy pocas personas no relacionadas con los Templarios se atreverían a representar a Juan como el cordero. Así pues, ¿era Leonardo una especie de Caballero Templario, aun unos doscientos años después de que la orden fuera brutalmente eliminada?
Tal vez sí. Lo que sí sabemos es que en el círculo íntimo de los Templarios se tenía un enorme -para muchos herético- respeto por el Bautista, lo cual se refleja en muchos otros trabajos de Leonardo. Lo último que él hizo en su vida, por decisión propia y no por encargo, fue su oscuro y extraño San Juan Bautista, el cual, junto con la Mona Lisa, adornaba una de las paredes del cuarto donde murió en Francia en 1519. Y su única escultura existente, un trabajo realizado con Giovanni Francesco Rustici (un conocido y un tanto siniestro alquimista y nigromante), representa a Juan el Bautista y está ahora sobre una de las entradas del baptisterio de Florencia. El Bautista está presente en toda la vida de Leonardo, por casualidad o deliberadamente. Aun cuando el encargo no requiriera que se incluyera la figura de Juan, de alguna manera Leonardo se las arreglaba para incorporar algún simbolismo del Bautista, como el algarrobo -un árbol tradicionalmente asociado con San Juan- en su obra no terminada La Adoración de los Magos (circa 1481), adorado por personas jóvenes, brillantes y sanas, mientras que ante la Sagrada Familia sólo se alzan manos como de garras que salen de un grupo de desagradables figuras de ancianos, como muertos resucitados. Además, el joven radiante junto al algarrobo de Juan está haciendo lo que hemos dado en llamar "el gesto de Juan": elevación del índice apuntando hacia el cielo. La escultura de Leonardo también está haciendo este gesto, al igual que su última pintura, San Juan Bautista (1513-16), gesto que claramente representa o simboliza al Bautista, quien puede estar presente o no en la misma obra. Una de las figuras en su mundialmente famoso mural, La última cena (1495-97) está también haciendo el gesto de Juan de manera casi amenazante directamente a la cara de Jesús. (Esto debe de ser por lo menos en parte, una referencia a una reliquia que se dice poseían los Templarios, supuestamente el dedo índice del mismo Juan el Bautista, que estaba guardado en el templo en París. Pero el gesto acá puede haber tenido por lo menos un doble significado.)
Pero descubrimos que Leonardo no estaba solo en su obsesión por Juan. En realidad, más que ser básicamente cristiano, el Priorato de Sion, por mucho que sus creencias estén entrelazadas con el romance de Magdalena, también revela una fascinación similar con el Bautista. Es más, el hecho de que el Priorato asegure que Leonardo era uno de los suyos, nos parece que es más que una coincidencia. Nos interesamos por esta fascinación con el Bautista gracias a la persona que fue nuestro primer contacto cota el Priorato, a quien conocimos sólo con el nombre de Giovanni (Juan) en 1991. Logramos incluso rastrear esta creencia en sus documentos. El más obvio ejemplo fue el hecho de que sus grandes maestres siempre adoptan el nombre de Juan (o John, o Jean, o Giovanni). Leonardo, según su propia lista, era Juan IX. (¿Es pura coincidencia que "Sion" sea el equivalente de Juan en galés?) Lo que resulta todavía más curioso, es que el Priorato comenzó la cuenta con Juan II, pues Juan I, según nos dijo Pierre Plantard, "está simbólicamente reservado a Cristo". ¿Pero por qué tendría Cristo que llamarse Juan? ¿Será que para los "juanistas", Juan el Bautista era el verdadero Cristo, palabra que, después de todo, simplemente significa "ungido" o "elegido"?
Hay más de este profundamente perturbador "juanismo" en una publicación del Priorato de 1982, en la que los templarios son mencionados como "Portadores de la espada de la Iglesia de Juan", a la vez que se afirma que ellos y el Priorato eran en alguna época más o menos la misma organización.
Gracias al peligrosamente herético Leonardo -para no hablar del Priorato de Sion, sea lo que realmente sea- nos vemos arrastrados a aguas efectivamente profundas. Pronto nos encontramos con la extraordinaria revelación de que había una antigua tradición en la que Juan el Bautista era reverenciado y a Jesús se lo consideraba un ser inferior, que incluso era despreciado algunas veces.
Esta Iglesia de Juan, con ramificaciones no sólo en la Europa herética sino también en Medio Oriente, ha sido ignorada en gran medida tanto por los académicos como por los investigadores alternativos. Sin embargo, ha estado siempre allí, debajo de la superficie, con sus secretos siempre listos para mostrarse de muchas formas, sobre todo en los trabajos del gran maestro del Renacimiento, Leonardo da Vinci. Y sea cual sea la reacción de cada uno ante tan incorregible herejía, su verdadero "código secreto" es mucho más emocionante y estimulante que incluso la idea de que Jesús y Magdalena hayan tenido hijos.
¿Por qué la pierna del Niño Jesús aparentemente corta el cuello del cordero? ¿Por qué está tironeando las orejas del cordero? ¿Por qué hay un discípulo haciendo el gesto de Juan de manera amenazante ante el rostro de Jesús en La última cena? ¿Por qué son los adoradores de la Sagrada Familia en La Adoración de los Magos despojos humanos de aspecto maligno, mientras que quienes adoran el algarrobo de Juan están llenos de salud y juventud? ¿Hay alguna conexión con la interpretación un tanto diferente de la relación entre Jesús y Juan que ahora muchos teólogos están admitiendo silenciosamente?
POR DAVID KLINGHOFFER
The Discovery of God: Abraham and the Birth of Monotheism (Doubleday) es el nuevo libro de David Klinghoffer. Este artículo apareció originalmente en la National Review, el 8 de diciembre de 2003. Se publica acá con la autorización de National Review, 215 Lexington Avenue, Nueva York, NY 10016.
Cuando una novela se mantiene entre los primeros lugares de la lista de libros más vendidos del New York Times durante medio año, seguro que algo interesante está ocurriendo. Sin duda ese libro ha hecho sonar con fuerza los llamadores a las puertas de la cultura. ¿Qué tiene de especial el caso de El Código Da Vinci de Dan Brown? Eso depende de aquello que hace que las teorías de la conspiración sean tan interesantes.
La teoría de la conspiración en el corazón del enormemente exitoso libro de Dan Brown no fue inventada por él (ha estado dando vueltas por el mundo durante años), pero se trata de una teoría sustanciosa y él ha sabido sacarle el jugo, creando un relato con un muy efectivo gancho al final de casi cada uno de sus 105 capítulos. Uno se ve irremediablemente arrastrado, logro de un arte narrativo que realmente merece llamarse arte, más allá de lo dicho hace poco por el crítico literario de Yale Harold Bloom burlándose del "inmensamente inadecuado" Stephen King (un escritor igualmente dotado) cuando éste ganó un premio literario por la obra de toda su vida. Quien no crea que escribir de esta manera merece aprecio, trate de imaginar por su cuenta un argumento como el de El Código Da Vinci. Dado que la novela de Brown es eso, una novela, en ella se puede aprovechar de manera más directa la tensión inherente a la apertura de antiguas puertas que tal vez nunca deberían ser abiertas. El autor es ingenioso, concreto y astuto, aunque el lector debe estar preparado para encontrarse más de una vez con la expresión "divinidad femenina", y si esto lo pone demasiado nervioso, mejor apártese de ese libro.
Pero lo mejor sobre El Código Da Vinci es que la conspiración está claramente delineada. ¿Qué se necesita para una buena conspiración? No tiene por qué ser real, como ciertamente no lo es ésta, a pesar de que Brown pone un prefacio con un destacado título: Los HECHOS. Un requisito es una complicada organización de tradiciones. Brown lo tiene: proporciona al lector muchos datos históricos fascinantes y chismes casi históricos, como el significado simbólico de la figura de la rosa, el fenómeno matemático llamado secuencia Fibonacci, la antigua secuencia de los códigos hebreos llamada atbash, y mucho más, a la vez que presta particular atención al significado críptico de las pinturas y dibujos de Leonardo da Vinci, todo ello hábilmente entretejido en la trama.
Sobre todo, una buena conspiración tiene que explicar algo que previamente uno ignoraba que necesitaba una explicación, algo que se vincula con una verdad, o al menos una seudoverdad, de significado profundo. También acá, una seudoprofundidad es suficiente. Después de todo, estamos hablando de ficción para entretener. El Código Da Vinci tiene todo esto.
Pero este libro ciertamente no es para cualquiera, por la siguiente razón. En este tipo de relato de suspenso tiene que haber algo urgentemente importante en peligro en caso de que la conspiración sea revelada. Lo que está en juego en El Código Da Vinci es nada menos que el cristianismo tradicional mismo. Se nos dice que el Santo Grial no es una copa sagrada sino más bien, sangre sagrada, el linaje de Jesús de Nazaret. El fundador del cristianismo tuvo una hija, Sara, con María Magdalena. Si esto fuera verdad, la teoría derribaría algunas de las creencias centrales del cristianismo.
Como judío creyente, por cierto no puedo ser acusado de hacer reclamos especiales en nombre del dogma cristiano. Esto debería darme credibilidad cuando digo que esta teoría del "linaje sagrado", de que Jesús tuvo descendientes, es demasiado loca como para merecer alguna atención seria: la sola sugerencia de que ese hecho pudiera haberse mantenido en secreto durante dos milenios es absurda. Brown admite que el cristianismo tiene algunos méritos, alguna belleza y alguna verdad, pero los méritos que él ve van más allá de la fe de los creyentes cristianos reales. Cualquier cristiano que se sienta ofendido por una ficción que contradiga directamente su fe debería sin duda abstenerse de acercarse a este libro.
Aunque si yo fuera cristiano, creo que me sentiría un poco molesto de que algunos de mis hermanos en la religión efectivamente pensaran que esta novela puede ser una amenaza para su fe. Algunas revistas católicas han publicado refutaciones minuciosas a El Código Da Vinci; el hecho de que piensen que es necesario hacerlo indica que muchos católicos, y muchos en el público lector en general, se están tomando este libro mucho más en serio de lo que deberían. Esto también sugiere que los problemas en la educación religiosa católica son tan severos como los conservadores católicos han venido denunciando desde hace ya algún tiempo. Si los educadores profesionales estuvieran haciendo su trabajo, cualquier católico creyente pasada la edad de la escuela primaria tendría que saber que el libro de Brown es totalmente falso.
¿Qué decir acerca de la influencia del libro en la cultura más amplia? En esto, me tranquiliza la reflexión de que hay algo profundamente religioso en lo que hace a las conspiraciones, incluso las ficticias. Piense en esto la próxima vez que vaya a la playa un día de frío. Aunque el cielo esté nublado y corra un viento frío, uno verá gente sentada sobre mantas con la mirada perdida en el mar. ¿Por qué? Porque cuando uno mira al océano uno tiene la certeza de que por debajo de la superficie habita un mundo escondido de criaturas exóticas, muchas veces nunca vistas. Darse cuenta de que existe toda esa vida allá abajo -en algunos sentidos, semejante a nuestro propio mundo en tierra seca, pero en otros, tremendamente diferente- es algo muy emocionante. Eso es lo que mantiene los ojos fijos en el océano aun cuando allí no haya nada ocurriendo a la vista.
Esta revelación de complejidades escondidas alrededor de nosotros también se aplica a las conspiraciones y las vuelve emocionantes. De la misma manera, esto es lo que atrae a muchos de nosotros cuando pensamos sobre asuntos espirituales, la percepción visceral, poderosa aunque imposible de demostrar, de una existencia más allá de nuestras mundanas vidas de todos los días. El Código Da Vinci puede ser tonto, pero a su manera, es también emocionante. Si su popularidad significa que la gente está pensando en las realidades invisibles, estamos ante una buena noticia.
[En El Código Da Vinci, Sophie Neveu se sorprende al descubrir que el libro Holy Blood, Holy Grial otro de los muchos trabajos de la "vida real" en los estantes de la biblioteca de Leigh Teabing, es un "éxito internacional", aunque ella no sabía que existía.
"Era demasiado joven cuando se publicó. La verdad es que en la década de 1980 causó cierto revuelo. Para mi gusto, sus autores incurrieron en sus análisis en algunas interpretaciones criticables de la fe, pero la premisa fundamental es sólida, y a su favor debo decir que lograron acercar al gran público la idea de la descendencia de Cristo."
Es una afirmación irónica por muchas razones. Primero, el mismo Teabing es un personaje moldeado sobre el trío de autores de la vida real que escribieron Holy Blood, Holy Grial. Es más, su nombre de pila proviene de uno de ellos, Richard Leigh y su apellido es un anagrama de Michael Baigent. Al declarar abiertamente que "para mi gusto, sus autores incurrieron en sus análisis en algunas interpretaciones criticables de la fe", Teabing (y su creador Dan Brown) parecen estar indicando que ellos conocen los temas mal investigados en Holy Blood, Holy Grial, así como las suposiciones y engaños que han rodeado al deseo actual de Pierre Plantard y otros ciudadanos franceses de declararse a sí mismos como integrantes del Priorato de Sion, y también los de numerosos escritores para conjurar un Priorato de Sion directamente descendientes de los Templarios y de los reyes merovingios.
A pesar de la expresa preocupación por algunas interpretaciones criticables de la fe, no hay duda de que Holy Blood, Holy Grial estaba muy presente en la mente de Dan Brown al hacer avanzar la trama de El Código Da Vinci. Para ayudar a los lectores de Secrets of the Code a comprender los argumentos de Holy Blood, Holy Grial, hemos seleccionado un fragmento que aparece en el capítulo 6. De todas maneras, a continuación, Laura Miller, del New York Times Book Review, se ocupa de Holy Blood, Holy Grial y del papel que tienen sus argumentaciones en el centro de la trama de El Código Da Vinci.
POR LAURA MILLER
Publicado con autorización del New York Times Book Review, 22 de febrero de 2004. Del New York Times on the Web. Copyright © The New York Times Company. Publicado con permiso.
La cada vez más alta ola de ventas de El Código Da Vinci ha provocado algunos efectos muy extraños, y ninguno más extraño que el elusivo aunque magistral Holy Blood, Holy Grail de Michael Baigent, Richard Leigh y Henry Lincoln. Un éxito editorial de ventas de la década de 1980, el libro en su formato de tapa blanda está trepando otra vez en las listas de los más vendidos gracias a la relación con el libro de suspenso de Dan Brown (el cual, a su vez, ha inspirado toda una nueva cosecha de libros de ensayos que saldrán pronto, desde Breaking the Da Vinci Code hasta Secrets of the Code: The Unauthorized Guide to the Mysteries Behind The Da Vinci Code). El Código Da Vinci es una larga escena de persecuciones en la que los personajes principales huyen de un siniestro policía de París y un albino monje asesino, pero su suspenso rudimentario solo no podría haber dado en el blanco. A intervalos regulares, el libro hace detener abruptamente su confusa trama para emitir una dosis de información relacionada con una conspiración varias veces centenaria que sostiene haber preservado un tremendo secreto sobre las raíces mismas del cristianismo. Este material no es ficción, lo cual le da a la novela su toque de autenticidad, y proviene de Holy Blood, Holy Grail, uno de los más grandes libros de seudohistoria popular de todos los tiempos. Pero lo que resulta cada vez más claro (para usar una frase favorita de los autores de Holy Blood, Holy Grail) es que ambos libros, éste y el de Brown, están basados en un notorio fraude.
La historia en la que se apoyan ambos libros, como la mayoría de las teorías conspirativas, es muy difícil de resumir. Ambos relatos comienzan con un misterio que lleva a los investigadores a intrigas cada vez más vastas y más siniestras. En la novela de Brown, es el asesinato de un curador en el Louvre; en Holy Blood... se trata de la poco habitual opulencia de un sacerdote en un pueblo en el sur de Francia. A fines de la década de 1960, Henry Lincoln, un escritor de la televisión británica, se interesó en Rennes-le-Chateau, una ciudad que se convirtió en el equivalente francés de Roswell o Loch Ness como consecuencia de los populares libros de Gérard de Sede. Este autor divulgó una historia sobre pergaminos supuestamente hallados por el cura del pueblo en una columna hueca, allá por la década de 1890. Aquellos pergaminos contenían mensajes cifrados que el cura de alguna manera convirtió en montones de dinero. Lincoln trabajó en varios documentales del estilo Misterios no resueltos sobre Rennes-le-Chateau y luego asoció a Baigent y Leigh para una investigación más profunda.
Lo que finalmente emerge de la confusión de nombres, fechas, mapas y árboles genealógicos amontonados en Holy Blood, Holy Grail es un cuento sobre una sociedad secreta y muy influyente llamada el Priorato de Sion, fundada en Jerusalén en 1099. Se dice que este grupo conserva los documentos y otras pruebas de que María Magdalena era la mujer de Jesús (quien pudo haber muerto o no en la cruz) y que ella estaba embarazada cuando huyó a lo que ahora es Francia después de la Crucifixión, convirtiéndose, figuradamente, en el Santo Grial en el que la sangre de Jesús fue preservada. Su vástago se casó con la gente del lugar y finalmente fundaron la dinastía merovingia de monarcas franceses. Aunque depuesto en el siglo VIII, el linaje merovingio no se perdió. El Priorato ha cuidado a sus descendientes a la espera del momento adecuado para revelar la sorprendente verdad y reponer en el trono de Francia a los monarcas por derecho, o tal vez en un restaurado Sacro Imperio Romano.
Todos los sospechosos habituales y los elementos típicos de la historia paranoica son incluidos en este paseo de mil años. Los herejes cátaros, los Caballeros Templarios, los rosacruces, el Vaticano, los francmasones, los nazis, los rollos del Mar Muerto, los Protocolos de los Ancianos de Zion, la Orden Hermética del Amanecer Dorado, todos menos el Abominable Hombre de las Nieves parecen entrar en este juego. Holy Blood, Holy Grail es una obra maestra de insinuaciones y suposiciones que emplea todas las técnicas de la seudohistoria a favor de un efecto global, justificando estos pases de magia como una innovadora técnica erudita llamada "síntesis", antes considerada demasiado "especulativa" por aquellos cuyo pensamiento ha sido indebidamente formado por el "llamado Iluminismo del siglo XVIII". Los autores, comparándose con los reporteros que descubrieron el escándalo Watergate, sostienen que "sólo con este tipo de síntesis puede uno discernir la subyacente continuidad, la unificada y coherente trama que se encuentra en el centro mismo de cualquier problema histórico". Para ello uno debe darse cuenta de que "no es suficiente confinarse exclusivamente a los hechos".
Liberado de esta manera, Lincoln y sus colegas urden un argumento que no se basa tanto en los hechos como en algo que se parece a los hechos. Amontonan docenas de detalles creíbles que proporcionan un colchón legitimador para los mayores disparates. Leyendas poco interesantes (como la de que se creía que los reyes merovingios tenían la capacidad de curar con sólo tocar, por ejemplo) son caracterizadas como claves sugerentes o intrigas que exigen solución. Interpretaciones sumamente discutidas, como, por ejemplo, el dato de que un antiguo romance del Grial describe al sagrado objeto y dice que está protegido por los Templarios, son ofrecidas como verdades establecidas. Las fuentes que, como el Nuevo Testamento, contradicen la teoría de la conspiración son calificadas de "cuestionables" o secundarias, para luego someterlas a escrutinios microscópicos en busca de inconsistencias que podrían contener. Los autores tejen un delgado hilo de conjeturas sobre otro, formando una telaraña suficientemente densa como para crear la ilusión de solidez. Aunque falso, el trabajo es impresionante.
Pero al final, la legitimidad de la historia del Priorato de Sion se apoya en un montón de recortes y documentos falsos que hasta los autores de Holy Blood, Holy Grail sugieren que fueron introducidos en la Biblioteca Nacional por un hombre llamado Pierre Plantard. Ya en la década de 1970, uno de los asociados de Plantard había admitido que le había ayudado a fabricar los materiales, entre otras cosas, los árboles genealógicos que mostraban a Plantard como descendiente de los merovingios (y, presumiblemente, de Jesucristo) y una lista de los antiguos grandes maestres del Priorato. Este obviamente tonto catálogo de famosos intelectuales como Botticelli, Isaac Newton, Jean Cocteau y, por supuesto, Leonardo da Vinci, es la misma lista que Dan Brown anuncia, junto con la supuesta genealogía del Priorato, en la primera página de El Código Da Vinci bajo el título de "Los hechos". Después se supo que Plantard era un pícaro redomado con antecedentes delictivos por fraude y con conexiones antisemitas y de grupos de derecha durante la guerra. El Priorato de Sion real fue un pequeño e inofensivo grupo de amigos con estas ideas formado en 1956.
El fraude de Plantard fue desmentido por una serie de libros en francés (hasta ahora no traducidos) y un documental de la BBC en 1996, pero curiosamente, este grupo de sorprendentes revelaciones no tuvo tanta popularidad como la fantasía de Holy Blood, Holy Grail, o, ya que estamos, de El Código Da Vinci. Lo único más poderoso que una conspiración mundial parece que es nuestro deseo de creer en una.
POR AMY BERNSTEIN
La autora es experta en poesía francesa del Renacimiento. Para Secrets of the Code, revisó las recientes discusiones de la literatura francesa y el debate público sobre si el Priorato de Sion, la organización secreta que subyace a buena parte de la trama de El Código Da Vinci, es una organización real o un fraude del siglo XX. Éste es su informe.
Como una perfecta isla flotante, que al probarla resulta ser principalmente aire, el asunto de Rennes-le-Chateau combinado con el Priorato de Sion e; una magnífica elaboración francesa de seudohistoria levantada sobre una delicadamente fina infraestructura de verdad. Muchas personas han analizado una serie de hechos y leyendas involucrados en esta historia. Mi conclusión después de revisar los más creíbles de todos ellos es que a principios de la década de 1950, un pequeño grupo de hombres con inclinaciones neocaballerescas, nacionalistas y a veces antisemitas, logró perpetrar lo que casi con seguridad constituye un fraude maravillosamente intrincado que todavía hoy atrae la atención de la gente.
La historia de este fraude es mejor que cualquier libro de suspenso de mucha venta. No debe sorprender, entonces, que El Código Da Vinci -que se desarrolla en su mayor parte en la Francia actual- tome libremente material sobre el Priorato de Sion y Rennes-le-Chateau del exitoso libro de 1982, Holy Blood, Holy Grail. Al introducir al asesinado director del museo Jacques Sauniére en el primer capítulo de la novela, un personaje que comparte el mismo apellido con la figura central en el enigma de Rennes-le-Chateau, Dan Brown toma la posta donde el cuento original termina. Al hacerlo, él no es otra cosa que uno más de los muchos en Francia e Inglaterra que han hecho una industria casera de un oscuro drama provincial ocurrido hace más de cien años. He aquí las líneas básicas de la historia de Rennes-le-Chateau y el Priorato de Sion.
En 1885, el abate Bérenger Sauniére, un joven culto de una familia burguesa de la localidad, se convirtió en el párroco de la iglesia de Santa María Magdalena en Rennes-le-Chateau, un pueblo aislado en el departamento de Aude en el suroeste de Francia, no lejos de Le Bezu, un pico montañoso de la zona (de donde sin ninguna duda fue derivado el nombre del jefe de la policía judicial, Bezu Fache, en El Código Da Vinci).
El año del nombramiento del abate Sauniére como cura párroco también era el año de elecciones políticas nacionales, en las que los candidatos tenían que tomar obligatoriamente posición acerca de si Francia debía volver a ser una monarquía pro católica o seguir siendo una república con una separación constitucional de la Iglesia y el Estado. Durante el período de elecciones, Bérenger Sauniére se vio envuelto en este debate, ganándose fama de enérgico predicador que apoyaba el regreso a una monarquía pro católica. El resultado fue que se benefició con la protección de la condesa de Chambord (viuda del pretendiente al trono de Francia), de quien se comenta que le dio 3.000 libras para restaurar su iglesia.
A fines de la década de 1880, en el curso de la renovación de su decaída iglesia, se cuenta que Sauniére descubrió algunos pergaminos cifrados escondidos en una columna hueca que sostenía el altar mayor. Aconsejado por su obispo, Félix Arséne Billiard, parece que Sauniére llevó los pergaminos a París para mostrárselos a los expertos. Mientras estaba en la capital, se cuenta que se puso en contacto con un grupo de ocultistas y esotéricos, entre ellos Emma Calvé (con quien se supone que tuvo un romance). Al regresar de París, súbitamente y sin razones aparentes, pudo disponer de grandes sumas de dinero con las que financió varios proyectos edilicios. Entre ellos estaba la renovación de su antigua iglesia parroquial, la construcción de una gran casa (la Villa Bethania) y una torre (la Tour Magdala) que él usaba como estudio y biblioteca para su cada vez más grande colección de libros. Podía mantener este lujoso estilo de vida a pesar de la pequeñez de su salario como sacerdote. Se dice que dirigió numerosas excavaciones nocturnas adentro y alrededor de la iglesia. Se rumoreaba, pero nunca se pudo demostrar, que había encontrado tesoros escondidos en varios lugares del predio parroquial.
Finalmente se supo que el abate Sauniére estaba vendiendo misas de indulgencia por correo en toda Europa, lo cual ofrecía una plausible explicación para su riqueza. Fue privado de su cargo de cura párroco y se le prohibió celebrar misa, y más tarde fue juzgado y condenado por tráfico de misas por las autoridades diocesanas en Carcassonne. Murió el 22 de enero de 1917. Dejó su casa y la torre a Marie Dénardeau, su ama de llaves y compañera de toda la vida (algunos dicen que también era su amante). De todas maneras, el interés en la leyenda local del tesoro enterrado perduró y en el diario La Dépéche du Midi, todavía en 1956, apareció un artículo sobre el asunto.
Entra el Priorato de Sion.
Ese mismo año, en otro lugar de Francia, un pequeño grupo de amigos formó un club de recreo el 25 de junio de 1956, en Annemasse, Alta Saboya, que se llamó Priorato de Sion, aparentemente por una montaña cercana, el Col du Mont Sion. Al año siguiente se disolvió, pero pronto cobró forma en una segunda reencarnación politizada bajo la dirección de Pierre Plantard. Con ideas tomadas de los principios neocaballerescos, utópicos, nacionalistas y antisemitas de Paul Le Cour, quien había ejercido una importante influencia en Pier Plantard en los años treinta y cuarenta, el Priorato de Sion comenzó a publicar un periódico llamado Circuit, que apareció de manera intermitente durar te las décadas de 1950 y 1960.
Los antecedentes de Plantard indicaban que estaba involucrado desde los años treinta con organizaciones nacionalistas antimasónicas y antisemitas. Primero trató de fundar en 1937 una asociación llamada La Unión Francesa "con el objetivo de purificar y renovar a Francia". Este grupo estaba pensado como oposición al gobierno izquierdista del Frente Popular de León Blum, el primer judío que llegaba a ser primer ministro de Francia. En 1941 Plantard trató de crear otra organización con el nombre de Renovación Nacional Francesa, pero otra vez las autoridades francesas le negaron el permiso oficial. Para ese entonces, Plantard ya estaba profundamente involucrado en la Gran Orden de Las Gálatas. Según H. R. Kedward, profesor de historia en la Universidad de Susex, los Alfa Gálatas formaban parte de "una sociedad marginal de derecha muy influida por ideas de tradición, caballería, catolicismo, espiritualismo y algo que sólo puede ser considerado como una especie de nacionalismo oculto, uno de los muchísimos movimientos de 'Occidente' que oponían al 'Oriente masónico y judío' lo que ellos consideraban las auténticas historia y cultura francesas... Todos ellos florecieron en la primavera de Vichy (1940-1941), comenzaron a perder impulso en 1942 y en su mayoría perdieron todo su sentido político en los años de decadencia, 1943-44".
Las oscuras actividades de Plantard con las organizaciones nacionalistas de derecha continuaron después de la guerra hasta la fundación del Priorato En todo ese tiempo no parecía tener empleo remunerado. Pasó cuatro meses e la prisión de Fresnes a principios de la década de 1950, condenado por fraude y desfalco. En 1958, durante la crisis política en Francia por la guerra de ir, dependencia en Argelia, Plantard aseguró haber sido miembro de los Comité de Seguridad Pública, con el seudónimo de "coronel Way".
A principios de los años sesenta, Plantard puso en marcha una operación concertada para falsificar una pista que apoyara sus reclamos falsos de ser descendiente del linaje real merovingio, y de establecer la legitimidad y buena fe del Priorato de Sion. La historia de Rennes-le-Chateau era poco conocida e esa época, pero encajaba de manera muy afín con sus propias ficciones, dada las tendencias políticas de derecha del abate Sauniére y sus conexiones con un grupo ocultista en París. De hecho, sirvió como un conveniente punto de partida para la fértil imaginación de Plantard.
En distintos momentos a lo largo de la década de 1960, Pierre Plantard sus compañeros, con diferentes seudónimos, depositaron varios documentos falsos en la Biblioteca Nacional en París. El primer conjunto de documento armado en 1965 y fabricado por su cómplice, Philippe de Chérissey, estaba compuesto por los pergaminos supuestamente hallados por Bérenger Sauniére en Rennes-le-Chateau, así como otros documentos relacionados con el Priorato de Sion y documentos genealógicos de los reyes merovingios. Se hicieron listas de miembros del Priorato de Sion, en la que se incluyeron figuras como Leonardo da Vinci, Isaac Newton y Jean Cocteau. El siguiente paso del fraude era tejer y difundir el cuento de hadas.
Uno de los autores cuyos servicios fueron usados para contar la fabulosa historia se llamaba Gérard de Sede, quien, parece, era, una pieza voluntaria del Priorato de Sion. Publicó dos libros que trataban de los dossiers secrets y los cuentos de Rennes-le-Chateau: L'Or de Rennes ou la vie insolite de Bérenger Sauniére, curé de Rennes-le-Chateau (René Juillard, París, 1967), y en forma ampliada, Le Trésor maudit (Editions J'ai Lu, París, 1967). En su primer libro, de Sede reproducía los dos pergaminos cifrados encontrados por Bérenger, uno de los cuales estaba firmado "PS", relacionándolo así con el Priorato de Sion. El periodista Jean-Luc Chaumeil más adelante comentó: "En general, los libros de Gérard de Sede eran el único texto, la única herramienta de Pierre Plantard".
Pero después de la publicación de estos libros, Plantard y de Sede se pelearon por las regalías de L'Or de Rennes, y ambos comenzaron a decirle discretamente a todo el mundo que los documentos habían sido falsificados. Pero esto se fue sabiendo muy lentamente. Para esa época, Robert Charroux participó en la filmación de un documental de la ORTF (la Organización nacional francesa de cine), y en 1972 publicó un libro sobre Rennes-le-Chateau, titulado Le Trésor de Rennes-le-Chateau, que continuaba con la ficción de los pergaminos. Para 1973, sin embargo, Jean-Luc Chaumail, periodista muy vinculado con Pierre Plantard, escribió un artículo asegurando que los dossiers secretos eran un fraude.
A medida que el interés en Rennes-le-Chateau aumentaba -repleto de códigos secretos simbólicos en los cuadros de Poussin y Teniers y de pistas para la ubicación del Santo Grial- historiadores y periodistas comenzaron a discutir también otras partes de la historia. En 1974, René Descadeillas, un auténtico historiador, comenzó a desenmascarar la historia del tesoro de Rennes-le-Chateau en un libro llamado Mythologie du trésor de Rennes, ou l'histoire véritable de l'abbé Sauniére curé de Rennes le Cháteau, donde decía que Sauniére había amasado su fortuna gracias al tráfico de misas de indulgencias. Al año siguiente, Gérard de Sede respondió con Le vrai dossier de l'énigme de Rennes: Réponse á M. Descadeillas, en el que señalaba que el costo de una misa era tan bajo y el tiempo que le llevaba celebrarla era tan largo, que el abate Sauniére jamás podría haber reunido demasiado dinero, y agregaba: "El cuento de hadas de Descadeillas sobre el tráfico de misas, como podemos ver, no es nada más que un fantástico disparate".
La leyenda del tesoro de Rennes proviene -ni más ni menos- de algo que le sucedió alguna vez en ese pobre y casi arruinado pueblito a un sacerdote cuya vocación no estaba demasiado en línea con sus inclinaciones naturales.
Así pues, debido a todo esto, hemos sido regalados a nuestra vez con los tesoros de la Reina Blanca de España, de los cátaros, del Templo y de Dagoberto, todo mezclado en desorden con los archivos secretos de Dios sabe cuántas sectas diferentes. Después de reunir y confundir todos estos tesoros diferentes, la gente entonces nos pide que creamos que las tierras de Rennes esconden las pruebas de una conspiración dirigida a regenerar el gobierno y la vida política de Francia. Innumerables hombres y mujeres han visitado Rennes. Algunos hasta han llevado consigo equipos carísimos... Han arrancado cerámicas de las paredes y analizado rocas con aparatos electrónicos, han cavado pozos en calles y plazas, además de haber excavado túneles.
La iglesia ha sido examinada hasta darla vuelta no menos de cuatro veces y el cementerio ha sido profanado. Se han abierto tumbas, se han exhumado cadáveres. Resmas y resmas de papel han sido cubiertas de garabatos. Diarios y revistas fueron inundados, se imprimieron folletos y panfletos, se hicieron dos películas y se escribieron tres libros... Se reunieron legiones de periodistas de Francia, Inglaterra, Alemania, Bélgica, Suiza y de otros países... La gente ha rastreado hasta Benjamín, los judíos y las Escrituras, pasando por Tito y Dagoberto, el saqueo de Roma, los visigodos y Blanca de Castilla, hasta Pedro el Cruel, Nicolás Poussin y el superintendente Fouquet. Han tratado de arrastrar a esta historia a emperadores, reyes, archiduques, príncipes, arzobispos y grandes maestres de toda Orden imaginable, magos y alquimistas, filósofos, historiadores, magistrados y humildes monjes y sacerdotes... Les han hecho recobrar vida a personajes cuya existencia está muy lejos de ser verdadera y han hecho nacer a otros que jamás existieron. Han recurrido a magos, han hecho desfilar a médiums delante de nuestros ojos, han convocado espíritus e interrogado clarividentes. Han fabricado libros con conjuros mágicos, árboles genealógicos y testamentos, han descubierto ilegitimidades, crímenes y asesinatos. Han mentido hasta llegar al absurdo y hasta han invocado el nombre del diablo, sin duda el non plus ultra del ridículo.
¿Podemos preguntar para qué? ¡Absoluta y precisamente para nada!
El productor cinematográfico británico Henry Lincoln se interesó en la historia de Rennes-le-Chateau e hizo una serie de tres documentales para la BBC-TV: The Lost Treasures of Jerusalem (1972), The Priest, the Painter and the Devil (1974) y The Shadow of the Templars (1979). Ninguno de ellos se ocupaba seriamente de la posibilidad de que los documentos del Priorato de Sion fuera un elaborado fraude, aun cuando ya para entonces, su autenticidad estaba siendo sometida a un amplio cuestionamiento y en algunos casos hasta acusaciones de total fraude. Como consecuencia del enorme interés provocado por los programas de la BBC, Henry Lincoln y otras dos personas también relacionadas con los documentales (Michael Beigent y Richard Leigh) publicaron su libro, Holy Blood, Holy Grail, en el que no sólo se ocupaban de los misterios que rodeaban a Rennes-le-Chateau, sino también de la afirmación de que los reyes merovingios de Francia eran descendientes de Jesús y de María Magdalena. A partir de su primera edición en 1982 en Inglaterra, el libro llegó a convertirse en un perdurable éxito de ventas internacional y, por supuesto, es uno de los libros básicos de Dan Brown para el desarrollo de la línea argumental de El Código Da Vinci. El éxito de ventas británico apareció en Francia como L'énigme sacrée (Editions Pygmalion, Gérard Watelet, París, 1983).
De vuelta en Francia a fines de la década de 1970 y en la de 1980, los primeros en desmentir la autenticidad de los pergaminos reaparecieron con sus propias aclaraciones sobre el tema. Jean-Luc Chaumeil, en Le Trésor du Triangle d'Or (A. Lefeuvre, Niza, 1979, p. 80), incluyó la confesión de Chérissey que decía que las falsificaciones de los pergaminos fueron copiadas de un antiguo texto encontrado en el Dictionnaire d'archéologie chrétienne et de liturgie (15 volúmenes, ed. Fernand Cabrol, París, Letouzey et Ane, 1907-53). De igual modo Pierre Jarnac en su Histoire du Trésor de Rennes-le-Cháteau (Cabestany, 1985, pp.268-69) incluye la copia de una carta de Chérissey desde Lieja, Bélgica, con fecha 29 de enero de 1974, en la que confesaba que efectivamente había falsificado los pergaminos.
Mucho después de que el fraude fuera desenmascarado, Gérard de Sede finalmente publicó su libro, Rennes-le-Cháteau. Les dossier, les impostures, les phantasmes, les hypotheses (Les Enigmes de l'univers, Robert Laffont, 1988), la esencia del cual era su admisión de que los dossiers eran falsificados y que el linaje merovingio no existe en la actualidad. En 1997, la BBC-TV también produjo otro programa en el que admitía que la historia no era verdadera. Pero el mito sigue viviendo, principalmente porque la gente quiere que viva; y la lista de libros franceses sobre Rennes-le-Chateau y temas relacionados sigue creciendo -para no mencionar el aumento de libros en inglés y de comentarios en ese idioma en el mundo de Internet. Ya en 1974, René Descadeillas lo resumió bien, cuando comentó los libros mencionados más arriba de esta manera:
POR DAVID DOWNIE
El autor es un periodista norteamericano que vive en París. Copyright © 2004 by David Downie
Parece que los lectores franceses pronto podrían sumarse a los devotos norteamericanos de El Código Da Vinci que se arrodillan ante la pirámide invertida del museo del Louvre. A la semana de su aparición en marzo de 2004, esta novela de suspenso se convirtió en el número tres de la lista de libros más vendidos del país y el prestigioso editor de la Orilla Izquierda, J. C. Lattés, ya había distribuido 70.000 ejemplares. La atractiva tapa de la edición francesa muestra a la Mona Lisa espiando desde atrás de un rasgado fondo rojo.
Los franceses y francesas que esperaban que los críticos desecharan el libro directamente o lo golpearan duro por su fantasiosa interpretación de la topografía de París, la cultura y la lingüística francesas, deben de haberse sorprendido por los comentarios en general positivos y las ventas de cifras astronómicas.
La intelectual Lire, si bien critica a Brown por su tono de profesor de escuela secundaria dando clases sobre símbolos precristianos, lo considera un "virtuoso de la puesta en escena" que ha producido una "diversión inteligente y no solamente un truco de mercadeo".
El importante semanario Le Point, declaró que Francia tendría por fin la oportunidad de juzgar por sí misma después de haber observado el fenomenal ascenso de este libro en el exterior. Anne Berthod, de la influyente revista L'Express, aplaudió "la maquiavélica trama y el ritmo infernal", clasificando al libro como "una novela policial erudita" que impulsa a que uno mire de otra manera La última cena de Leonardo.
Pero son pocos los críticos franceses que consideran que la novela de suspenso de Dan Brown sea una obra literaria, y prefieren catalogarla como ficción pasatista. Delphine Peras, que escribe en el diario France Soir, le dedicó un pálido elogio: "No digo que sea un mal libro, es perfecto como lectura de vacaciones... un libro de máquina expendedora". Y agrega que los clichés y los "trucos" para mantener al lector sin aliento mientras da vuelta las páginas, "corren el riesgo de arruinar el placer de un argumento bien equilibrado". Peras cita al librero de Montpellier Francois Huet y dice que él abandonó la lectura porque lo encontraba "pesado" y escrito con una espátula, con lo que quería decir, escrito con torpeza.
Si bien la mayoría de los lectores franceses parecen compartir el juicio de Peras, los méritos literarios del libro constituyen una consideración secundaria.
El interés del público por el Opus Dei, los Caballeros. Templarios, el Priorato de Sion y la situación matrimonial de Jesús y María Magdalena ha resultado ser muy amplio, dando lugar a serias discusiones en las esquinas y en los llamados "cafés de filósofos". Lo que más parece fascinar a los lectores franceses es la provocadora perspectiva presentada por el libro de que el ex presidente Francois Mitterrand y el dramaturgo surrealista Jean Cocteau podrían haber estado enredados en sociedades secretas.
Imposible exagerar la importancia que tiene para los franceses el Louvre como histórica residencia real y como el primero y más importante museo de bellas artes del país. La pirámide de vidrio de Mitterrand sigue generando controversias. Las cuestiones relativas a la influencia política del Vaticano y del Opus Dei y al poder de los símbolos religiosos son de interés permanente.
Francia es una república secular de unos sesenta millones de habitantes que, de todas maneras, alberga a grandes cantidades de católicos y protestantes y unos cinco millones de musulmanes, y está luchando en asuntos de Iglesia contra Estado, particularmente temas que tienen que ver con la libertad de exhibir símbolos religiosos en las escuelas públicas y lugares de trabajo. Y entonces apareció Robert Langdon...
POR GLENN W. ERICKSON
El doctor Glenn W. Erickson es autor de una docena de trabajos sobre temas de filosofía, crítica literaria, historia del arte e historia de las matemáticas.
Debo admitir que terminé la novela de Dan Brown, al igual que algunos dibujantes de trazo rápido, en una sola sesión y, sin suponer que había perdido la sensibilidad del hombre común, me sentí obligado a considerar a El Código Da Vinci con luz favorable. Sin poder dejarlo ni un instante en privado, no voy ahora a despreciarlo en público.
En primer lugar, la novela es políticamente correcta en cuanto a que su moraleja es que las religiones de todo el mundo, en especial las occidentales, han tendido a suprimir a la Diosa Mujer o a las diosas, y lo han logrado, y con ello también se suprimieron los valores de vida que tales divinidades podrían haber manifestado o representado. Como un grito de batalla ideológico del movimiento feminista, esta opinión es ahora convencional en los círculos intelectuales de Occidente. Tal vez, hasta ha sido la opinión mayoritaria entre los estudiosos de las religiones comparadas, ya que desde hace medio siglo que se ha observado el relativo olvido de deidades femeninas autónomas en por lo menos los dos últimos milenios, deidades que parecen haber sido importantes en los tiempos paleolíticos y neolíticos, y que resultan valiosas en la reconstrucción de la aparición de nuestras visiones del mundo institucionalizadas. La perspectiva que se adopta en la novela para esta historia es que en la constitución del canon del Nuevo Testamento durante el reinado de Constantino el Grande, quedó eliminado el casamiento de Jesús con María Magdalena, su legítima y divina consorte, la luminosa portadora del eterno femenino. Además, la María Magdalena niña tampoco fue una prostituta, como lo quieren los chismes de patriarcas maliciosos, sino que provenía de un linaje real y era una persona importante y poderosa por derecho propio. Matemáticamente hablando, María Magdalena es a Jesús, lo que Betsabé es a David.
La premisa de la novela es que una sociedad supersecreta, el Priorato de Sion, originariamente vinculada con los Caballeros Templarios, ha estado cuidando celosamente tres objetos durante casi mil años, objetos que incluyen el legendario Santo Grial: primero, gran cantidad de rollos entre ellos los valiosos Evangelios apócrifos, que documentan el papel de María Magdalena; segundo, sus reliquias; y finalmente su linaje contemporáneo, cuyos miembro: más notables incluyen al gran maestre del Priorato de Sion y curador del Louvre, asesinado al comienzo de la novela; su mujer y su nieto, que han pasado diez años escondiéndose en una zona rural de Escocia; y su nieta Sophie Neveu, protagonista femenina de la novela, que trabaja como especialista en descifrar códigos secretos para el equivalente francés del FBI.
El mecanismo de la novela consiste en una serie de mensajes codificados que deben ser descifrados para poder preservar el secreto del Santo Grial. Dado que sus tres principales subordinados, quienes junto con él eran los únicos que cono cían el secreto del Santo Grial, han sido asesinados por un fanático monje albino del Opus Dei (una organización que, efectivamente y de manera un tanto notoria, existe en realidad dentro de la Iglesia Católica Romana), el gran maestre si ve obligado, en el momento de morir, a pasar el secreto del Santo Grial. Le deja ese secreto a su heredera y pupila, Sophie, de manera que ella es presentada a protagonista masculino de la historia, un profesor de Simbología Religiosa [sic] de Harvard, Robert Langdon. Juntos descifran un acertijo inicial, que apunta un cuadro (La Gioconda), que a su vez lleva a una llave y a la ubicación de una caja de seguridad, donde hay una caja de madera que contiene un recipiente de mármol, con otro recipiente del mismo material adentro, que contiene una adivinanza que descubre una tumba, la cual esconde otro acertijo que señala hacia un templo, donde encuentran un tercio del Santo Grial (el hermano y la abuela de Sophie, a quienes ésta suponía muertos), y un nuevo enigma que les hace conocer dónde está el resto del Grial (de vuelta a donde todo comenzó).
El Código Da Vinci es evidentemente un relato de detectives, lo cual significa estar en buena compañía, como la de Los hermanos Karamazov, digamos, o Edipo Rey, e incluso Hamlet. El lector (y por cierto la lectora) tiene posibilidad de descifrar cada uno de los acertijos cada vez: la escena del crimen en el Louvre, la Mona Lisa y sus alrededores, la bóveda del banco, la caja de madera, los dos recipientes de mármol, la tumba de Isaac Newton en la abadía de Westminster, la capilla Rosslyn en Escocia, y otra vez el Louvre. Aparte de la manera zigzagueante de contar la historia, es decir, esa técnica de ir hacia atrás y hacia adelante por escenas de acción simultáneas, con lo cual se pueden seguir las andanzas de varios personajes a la vez (cosa habitual hoy en día tanto en el teatro, como en cine, la televisión y la prosa de ficción), la fascinación que ejerce el libro radica en el ingenio de los cifrados y la habilidad de su desciframiento. Se nos brinda una lección particularmente agradable en cuanto al oculto simbolismo de las pinturas y dibujos de Leonardo da Vinci. Hasta creo que puedo ver a María Magdalena cerca de Jesús en La última cena.
En un nivel más profundo, Brown pone a María Magdalena en el papel en el que Nietzsche, con su último ingenio sifilítico, le atribuía a Ariadna, la diosa mujer también necesaria para desmentir que somos nada y negar las charlas de los nihilistas. Dicho en lenguaje matemático: Ariadna es a Dionisos lo que Magdalena es a Jesús. Y en la madeja de cifrados, Ariadna es la contrafigura de Sophia, cuyo hilo conduce a Bob "Teseo" Langdon fuera del laberinto.
Las unidades aristotélicas han sido respetadas en la novela. Salvo por la escena del reconocimiento en Escocia, la acción se desarrolla principalmente como Una historia de dos ciudades, la Megalópolis que se extiende desde París a Londres, y en el curso de veinticuatro horas, desde el asesinato del gran maestre hasta el arresto del autor intelectual de esa muerte, Sir Leigh Teabing.
Sin embargo, el aspecto de lo oculto de la novela es un fracaso. La mezcolanza de enseñanzas New Age es (no me atrevo a decir "dietética" ya que las marcas New Age siempre se venden en las secciones de comida de los supermercados de barrio), por lo menos tonta y demasiado arrogante. Hay varias explicaciones para esta circunstancia y en ocasiones son alternativas.
Primero está lo platónico: el artista hace copias de cosas que a su vez son copias de las formas, y sin importar si esas copias están bien o mal hechas, se trata siempre de copias de copias. Y D. Brown nos ofrece una mala copia de una ciencia oculta. Es casi suficiente para hacernos extrañar, por ejemplo, El péndulo de Foucault, cuando recordamos que U. Eco construyó su argumento ocultista con una sola tela, buscando no la relevancia histórica, sino más bien una fuga sublimemente paranoica estilo Pale Fire. Decimos "casi suficiente" porque a El péndulo de Foucault lamentablemente le falta el encanto narrativo de El Código Da Vinci.
Segundo está el aspecto comercial: el señor Brown puede conocer muy bien sus temas, después de todo, pero conoce mejor el perfil de su mercado. Para no hacer caer al jinete en el primer galope de aprendizaje, como hizo Harold Bloom en su novela sobre lo oculto (y su única novela no oculta), Dan Brown se siente, por ejemplo, obligado a reducir a una aproximación decimal, lo que habitualmente se considera como uno de los dos más grandes descubrimientos de las matemáticas antiguas: el número áureo. Efectivamente el cociente Phi, 1,618, es observado en las proporciones de infinidad de formas orgánicas y estéticas. ¡Éste es el tratamiento que da el libro a la Proporción Dorada!
El tercero es horaciano. Aquí Brown le otorga a su presunto lector crédito más que suficiente para criticar o despreciar al neopaganismo, y nunca busca ofrecer la buena fe de la verosimilitud ficticia en sus intermitentes glosas sobre las ciencias ocultas. Condena a los astrólogos, fastidia a los hierofantes, empuja a los adivinos del I Ching, descarta a los numerólogos y, en suma, se burla de todos los charlatanes y otros gusanos nocturnos. Todo es dicho con un guiño, es decir, en el género romano, o sea, la sátira ("la razón por la que somos inferiores, Horacio, no está en nuestras estrellas..." le dice Hamlet a su amigo). Así pues, desde que Walt Disney presentó sus respetos en la logia masónica local (como cualquier persona que esperara ser bien recibido en la Caja de Ahorro y Préstamos de Anaheim, o en la Corte de Apelaciones), la madre de Bambi es realmente Astarté con cascos altos, Blancanieves es Isis en Lilliput y Cenicienta es Ashtoreth en sus dulces dieciséis. Si ellas hacen esto en el bosque seco de Hollywood, ¿qué no harán en el bosque sagrado? ("holy wood"). Suficiente como para que la Diosa Blanca se revuelva en su tumba.
Por cierto, la novela recurre al aspecto paranoico inherente a las teorías de la conspiración de la tradición oculta -pues alguien ha estado escondiendo algo y probablemente por razones nada buenas- con un espíritu de buen humor, burlonamente dramático y hasta cómico. En este caso, el objetivo del Priorato de Sion es no revelarlo nunca, y luchará a través de los siglos para preservarlo.
Finalmente, está el aspecto heideggeriano. Aunque ambas premisas de la novela, la de la rivalidad entre el Priorato de Sion y el Opus Dei, y el mecanismo de cifrado para resolver, requieren una bolsa de sorpresas de especulación ocultista, ni la magia pagana ni el milagro piadoso la ofrecen. El punto de vista de la novela es realista de manera consistente, las cuestiones doctrinales sólo tienen significado psicológico, aun cuando una anticipada revelación del Santo Grial y la consecuente desilusión de las masas podrían muy bien significar un problema institucional. De esta manera, lo que da vuelta el asunto es el Don del Ser al Hombre. Como la sabia y anciana dama explica al llegar a la solución de la novela, nuestro Nuevo Amanecer de comprensión saca a la luz a la Diosa Madre otra vez en la obra de arte, en la cultura. Y así la fuerza de la explicación oculta al final no es importante, lo importante es más bien lo que funciona para cada uno. Hasta las respuestas tontas funcionan para muchas personas, o para la mayoría.
Comienza el baile de esperanza lejana y preguntas no formuladas. El académico de Harvard, Langdon, en su solidaridad con la causa templaria, parece más langue d'oc que langue d'oil, más cátaro pensante que católico obediente. Dada su diosa mujer y la posibilidad de que Sir Steve Runciman podría haber sido una inspiración para Sir Leigh Teabing, ¿por qué Brown nunca saca la leyenda del Grial en la dirección tradicional de Beghards y los Bogomils?
En la medida en que el autor hace algunos mínimos esfuerzos para sugerir paralelos entre su trabajo y el de Juan, el texto oculto de la novela es seguramente el Apocalipsis; y uno deja que el lector identifique a San Miguel, a la Mujer vestida por el Sol, el Falso Profeta, el Anticristo y varios personajes importantes del Apocalipsis en El Código Da Vinci. Tal vez una guía sería obligatoria dado el tema de la novela. No se puede identificar a los actores sin un programa.
Aún más, una vez que se han convertido en la versión didáctica del Apocalipsis, Brown parece coquetear con las cartas del Tarot. El Tarot es, como he sostenido en varios libros y artículos, una serie de cuadros en miniatura que disimulan una serie de imágenes gráficas, cada una de ellas compuesta por un par de polígonos regulares, los cuales están definidos por las proporciones de una serie de triángulos pitagóricos. Estas imágenes gráficas, que constituyen el lenguaje angélico, son la pieza principal de la cábala cristiana, nacida de su contraparte neoplatónica. Aunque Joachim de Fiore, Giotto, los artistas originales del Tarot, Fernando Rojas y Shakespeare entendían lo esencial de su lenguaje y su lugar en la teología del Verbo de Juan, no es el caso de Brown. Por lo menos el comentario en la novela de que el Tarot sirve como medio para penetrar simbolismo pagano nos parece un tanto descabellado.
Finalmente, existe una razonable posibilidad de que, como muchos novelistas y poetas contemporáneos, como T. S. Eliot, Sylvia Plath, Mario Vargas Llosa e innumerables luminarias menores, Dan Brown ha escondido los Arcanos Mayores sucesivamente en su trabajo. En el alcance de su comentario, estas identificaciones no pueden ser desarrolladas. Sin embargo, de todas maneras, si el señor Brown hubiera explotado esta robusta veta central de la tradición oculta, en lugar de juguetear superficialmente por los bordes, podría haber producido no sólo una novela sumamente interesante, sino también una mucho más significativa.
CRAIG MCDONALD, ENTREVISTADOR DE INTERNET, LE HACE UN REPORTAJE A DAN BROWN
Craig McDonald es el anfitrión de un sitio en Internet dedicado a entrevistar escritores conocidos. Mientras investigábamos para este libro, descubrimos que éste era el reportaje más interesante que se le había hecho a Dan Brown, el autor de El Código Da Vinci. Los fragmentos de ese reportaje que se leen a continuación se publican con el permiso de Craig M. McDonald. Copyright © 2003 by Craig McDonald.
Usted enseñaba literatura inglesa en Exeter. ¿Qué libros usaba en sus clases?
Enseñaba literatura y escritura. Usábamos libros como la Ilíada y la Odisea, De ratones y de hombres. En fin, cualquier cosa de Shakespeare. Cualquier cosa de Dostoievsky. Los clásicos.
¿Cuánto tiempo demoró en venderse su primera novela?
Debe saber que he sido excepcionalmente afortunado. Mi libro se vendió en veinte días. El primer editor que lo vio, lo compró. En parte tuvo que ver con el hecho de que el tema era sumamente comercial en ese momento. Era el tema de la seguridad nacional y la privacidad de los ciudadanos. Desciframiento de códigos. Correo electrónico... La Agencia Nacional de Seguridad [NSA, según sus siglas en inglés]. Era una obra de ficción que tenía lazos concretos con el mundo real.
¿Escribiría La fortaleza digital de manera diferente si la estuviera escribiendo en un mundo posterior al 9 de septiembre y con algunas de las controversias relacionadas con las seguridad interna del país?
No lo creo. Lo gracioso de todo esto es que cuando empecé a escribir ese libro e investigué sobre la NSA, pensé: "Dios mío, esto es una gigantesca invasión de la privacidad". Me comuniqué con un ex criptógrafo de la NSA y le pregunté: "¿Ustedes saben lo que están haciendo? Esto de controlar los correos electrónicos y los teléfonos celulares, ¿no es eso una invasión de la privacidad?". Este hombre me respondió de manera brillante. Me envió por fax la transcripción de una audiencia del Comité Judicial del Senado en la que el entonces director del FBI, Louis Freeh, declaraba que en un solo año -creo que el año fue 1994- la posibilidad de infiltrarse en comunicaciones civiles de la NSA había evitado que se derribaran dos aviones comerciales norteamericanos y que se produjera un ataque con armas química: en suelo norteamericano. Después de la aparición de La fortaleza digital me deben de haber hecho unos ciento cincuenta reportajes por radio, y lo gracioso era que después recibíamos llamados de oyentes que reaccionaban: "No puedo creer que usted apoye a la Agencia de Seguridad Nacional... es como vivir en la novela Un mundo feliz". Y luego, después del 11 de septiembre, la gente llamaba y decía: "No me importa lo que la NSA necesite. Si quieren poner una cámara de video permanente en mi dormitorio, que la pongan. Que tengan cualquier cosa que necesiten para frenar esto". Todo el sentimiento referido a la seguridad nacional como prioridad, ha cambiado. Ahora, el asunto es "¿Hemos ido demasiado lejos?" y estoy seguro de que seguiremos así, saltando de un extremo al otro.
Dado el tema y la posibilidad de que ofenda a alguien por razones religiosas, ¿cómo explica que El Código Da Vinci esté vendiendo semejantes cantidades? Investigué mucho para esa novela, y realmente tuve la sensación de que la gente estaba lista para este relato. Era el tipo de cosa que la gente ya estaba lista para escuchar. En lo que se refiere a mi sorpresa por el éxito, lo que más me sorprende es el nivel de este éxito, el hecho de que el libro está batiendo todos los récords, para de inmediato descubrir que vuelve a estar en el primer lugar de la lista de los más vendidos en todo el país la semana siguiente. Debo decir que cuando salió el libro, yo estaba un poco nervioso por el posible recibimiento. La reacción de los sacerdotes, de las monjas -de toda la gente relacionada con la Iglesia- ha sido en su mayor parte abrumadoramente positiva. Algunas personas se sintieron molestas por el libro, pero fueron muy pocas, menos del uno por cieno.
Robert Langdon aparece en su segunda novela y en la cuarta. Se dijo en algún momento que usted tiene la intención de concentrarse en él como personaje de una serie. Muchos escritores de novelas de suspenso han iniciado una serie, para luego lamentarlo pues ya no pueden seguir su inspiración en otras direcciones. ¿Por qué va usted en otra?
Langdon es un personaje que tiene sus propios intereses. Estoy fascinado con los misterios antiguos. Historia del arte. Códigos. Uno dedica un año, un año y medio a escribir un libro, por eso es mejor estar bien seguro de que el héroe está interesado en las mismas cosas en las que uno se interesa. Por mucho entusiasmo que me produjo la NASA y los meteoritos o la Agencia Nacional de Seguridad, lo que realmente me apasiona son los misterios y los códigos antiguos y ese tipo de cosas.
¿Siempre le han interesado las cosas secretas?
Sí. Crecí en la Costa Este, en plena Nueva Inglaterra, algo así como en el corazón de los colegios elegantes y las grandes universidades con sus pequeñas fraternidades, clubes de comida, sociedades secretas y todas esas cosas. Muy temprano me relacioné con gente de la Agencia Nacional de Seguridad. Creo que los secretos les interesan a todos y la idea de las sociedades secretas -sobre todo después de visitar el Vaticano- sencillamente se apoderó de mi imaginación.
Ah, sí. Su famosa y difundida "audiencia con el Papa".
Mucha gente ha tenido una audiencia con el Papa. Básicamente, eso significa que uno está en su presencia, por decirlo de una manera tonta y arcana. Yo estaba en una sala con un grupo de gente y eso fue más o menos todo.
También se dice que usted tuvo un acceso especial a los terrenos del Vaticano...
Eso es verdad. Tengo un buen amigo que tiene un contacto muy alto en el Vaticano. Los lugares del Vaticano que vimos -como la Necrópolis... en realidad, en este momento, sólo unas once personas por día están autorizadas a ver la Necrópolis. Ésa es probablemente el área más segura que visitamos y fue realmente, memorable y especial de verdad. Los archivos del Vaticano... bueno, sólo a tres norteamericanos en la historia se les ha permitido entrar. Yo no soy uno de ellos. Dos eran cardenales y el otro era profesor de estudios religiosos, creo, en la Universidad de Florida. Todas las descripciones eran precisas, pero no se me permitió entrar en los archivos secretos. Pude entrar en la biblioteca y los archivos del Vaticano, pero no en los archivos secretos.
¿Cree que le permitirán ingresar después de Ángeles y demonios y de El Código Da Vinci?
Las posibilidades son pocas.
Se dice por ahí que usted ya tiene algo así como una docena de borradores esquemáticos para novelas de Robert Langdon. Así es. Seguramente no llegaré a escribirlas todas.
Dada la complejidad de las novelas, supongo que usted debe escribir borradores esquemáticos muy precisos.
Sí, por cierto. El borrador esquemático de El Código Da Vinci tenía más de cien páginas. Los relatos son muy intrincados y muy ligados al argumento. Hay un montón de vueltas de tuerca, muchos códigos. Muchas sorpresas. No es posible lograr todo eso escribiendo de corrido. Esas cosas se producen después de un cuidadoso planeamiento.
Usted ha dicho que necesita un año y medio para terminar un libro. ¿Cuánto de ese tiempo está dedicado a la investigación? Digamos que la mitad.
Se ha ocupado de algunas entidades bastante poderosas en sus libros -la Iglesia Católica... los masones... varias supuestas sociedades secretas y agencias gubernamentales. ¿No tiene un poco de miedo por su propia seguridad?
En realidad no. Yo trabajo mucho para poder mostrar a esas organizaciones de manera equilibrada y transparente y creo que lo he logrado. Por cierto, en lo que hace al Opus Dei, como digo en el libro, están aquellos para quienes el Opus Dei ha sido un maravilloso descubrimiento para sus vidas. Y también están aquellos para quienes su experiencia con el Opus Dei ha sido una pesadilla, y yo hablo de ambos.
¿Cree que habría escrito estos libros de Langdon si no hubiera estado casado con una historiadora del arte?
Mi mujer tiene una enorme influencia. Su conocimiento y su pasión por el tema sin duda me sacan a flote cuando el proceso se empantana. Escribir un libro es sumamente difícil. No se lo desearía a mi peor enemigo. Hay días en que decididamente es bueno tener al lado -especialmente en el caso de El Código Da Vinci- a alguien que sepa de arte y de Leonardo y se apasione por ello y pueda decir: "Vamos a dar un paseo y hablemos sobre por qué nos metimos en este asunto en primer lugar... veamos qué es lo que tiene de maravilloso Leonardo y en qué creía él". De modo que soy muy afortunado en este sentido.
Regresemos un poco al 11 de septiembre de 2001. He leído un reportaje que le hicieron a usted en 1998 y resulta bastante premonitorio, ahora que uno vuelve la mirada hacia atrás. Al comentar algunos proyectos en marcha para monitorear a los ciudadanos norteamericanos, precisamente para impedir ataques terroristas, usted dijo: "La amenaza es muy real... a los norteamericanos no les gusta admitirlo, pero nosotros tenemos muchos enemigos; somos un blanco perfecto para el terrorismo, sin embargo, tenemos una de las tasas más bajas del mundo de ataques terroristas internos con éxito". Ese ataque estaba en su radar un instante antes que en los radares de los demás. ¿Por qué?
Usted probablemente leyó sobre el asunto de esos hombres del Servicio Secreto que aparecieron en el campus de Philips Exeter. Creo que fue una gran sorpresa.
Sí, usted tenía un estudiante que había escrito algo en un correo electrónico y vinieron a interrogarlo a él.
Correcto. En realidad, ése fue mi primer encuentro con la Agencia Nacional de Seguridad. Cuanto más leía sobre ellos, más molesto estaba yo. No podía creer que civiles norteamericanos sumamente entrenados estuvieran trabajando en proyectos para espiar a otros civiles. No le encontraba sentido, hasta que empecé a profundizar y me di cuenta de por qué ocurría eso, y por qué más allá de lo que dijéramos y de lo que quisiéramos, eso iba a seguir ocurriendo. Y terminé viendo las listas de ataques terroristas que jamás ocurrieron gracias a la NSA. Comencé a sentir que estábamos siendo atacados, casi cotidianamente, y jamás nos habíamos enterado. Es importante recordar que el trabajo de los terroristas no consiste necesariamente en matar gente, sino en crear terror. En el caso de que hubiera una bomba debajo de la Casa Blanca, o, digamos, en la ciudad de Nueva York que la NSA puede desactivar tres segundos antes de explotar, ellos harán que esa bomba desaparezca con la esperanza de que nadie lo descubra, porque independientemente de que la bomba explote o no, en el instante en que uno se entera de que casi explotó, el miedo que provoca es casi el mismo. De modo que es muy importante proteger nuestra ignorancia e inocencia.
Si miramos las fechas, creo que inmediatamente después del 11 de septiembre usted estaba haciendo una gira promocionando Deception Point, ¿verdad?
Sí
¿Cómo fue eso?
Fue terrible. Fue un momento difícil. Yo estaba trabajando en El Código Da Vinci la mañana del 11 de septiembre. Tengo una oficina en la que no hay teléfono ni correo electrónico ni nada, un lugar al que voy para estar totalmente solo. Mi mujer vino a verme y me dijo: "Está sucediendo algo terrible" y de inmediato supe que finalmente había ocurrido. Durante un par de meses después de eso, me resultó muy difícil sentirme motivado para escribir ficción. Me sentí totalmente insignificante. Con todo lo que estaba ocurriendo en el mundo, ¿cómo podía permitirme el lujo de hacer vivir a personajes de ficción para que se movieran en un escenario imaginado? Quiero decir, ¿era ésa mi manera de ayudar al país? Al final, lo cierto es que con eso sí ayudaba... de alguna manera uno le está dando a la gente un cierto alivio al dolor de la realidad y algo de diversión. Es muy duro acordarse de todo aquello.
Usted estudió música. ¿Ha pensado en usar temas o elementos musicales en sus novelas?
Sí. Una de mis próximas novelas trata de un famoso compositor y su relación con una sociedad secreta, todo real.
Se comenta que su próximo libro, después de El Código Da Vinci se va a desarrollar en Washington D.C.
Eso es correcto.
¿Y será algo sobre los masones...?
Así es... ¿Usted espera que le diga algo más? [Se ríe.]
Pensé que si dejaba puntos suspensivos abiertos, usted los llenaría... pero veo que no lo va a hacer.
Eso es todo lo que puedo decir.
¿Se da cuenta usted de quiénes son sus lectores a través de sus conferencias y firma de autógrafos?
Ése ha sido el aspecto más gratificante de la gira: mirar las librerías y ver a todos esos hombres, mujeres y montones de adolescentes. Los jóvenes han respondido bien, en especial a El Código Da Vinci y Ángeles y demonios. Es algo así como un Harry Potter más maduro, supongo. Eso es lo que los jóvenes están sintiendo. Tiene algunos de esos misteriosos elementos antiguos que a la gente le gustan en Harry Potter.
Esa comparación ya aparece en parte del material de prensa entregado por su editor.
La primera vez que leí esa analogía fue en una reseña absolutamente maravillosa que Janet Maslin escribió en el New York Times. La gente me llamaba y me decía: "¿Acaso Janet Maslin es tu madre? Porque ella jamás ha dicho cosas como ésas". Ella invocó el nombre sagrado de Harry Potter y creo que ella fue la primera. No leo libros de ficción, salvo ocasionalmente para hablar bien de una novela, cuando mi editor me lo pide. Eso es otra cosa. Recibo novelas casi todos los días con notitas diciéndome que me va a encantar leerla y que por favor escriba algún elogio de ella. No he leído a Harry Potter, pero creo que cualquier cosa que entusiasme tanto a los niños y los haga leer tiene que ser realmente bueno. Creo que es fantástico.
¿Le han ofrecido llevar al cine algunos de sus libros?
Ha habido muchas conversaciones. Dado que Langdon es un personaje de series, tengo dudas en vender los derechos para cine. Uno de los encantos de la experiencia de leer es que cada uno se lo imagina a su manera, y siempre es perfecto. En el instante en que uno plasma un personaje [en un guión] -sin importar de qué manera Langdon o cualquier personaje ha sido descripto- ellos se imaginan a Ben Affleck o a Hugh Jackman, o quienquiera que sea. Por eso vacilo. Además, el estilo Hollywood toma una historia como ésta y la convierte en una persecución de autos por París con ametralladoras y golpes de karate. Por eso tengo dudas, y sin embargo estoy hablando con algunas personas en especial, el tipo de gente que podría hacer con esto una película inteligente. La única manera en que la vendería sería si yo mantuviera un control importante sobre la película.
POR DAVID BURSTEIN
El autor es estudiante secundario de latín y dramaturgo.
Las modernas historias épicas populares, desde la serie de Harry Potter hasta El Código Da Vinci con frecuencia incluyen un rico uso del lenguaje, incluyendo referencias a lenguas antiguas e interesantes juegos de palabras. Dan Brown tiene un interés especial en usar algunas palabras reales en latín en El Código Da Vinci. Primero, es obvio que él ama las palabras y los juegos de palabras y sabe muy bien cuánto nuestra lengua inglesa le debe al latín. Segundo, es un ex maestro de Exeter, una de las escuelas privadas más importantes del país. Y tercero, dado que El Código Da Vinci mismo se centra en debates dentro y fuera de la Iglesia Católica, las palabras y las alusiones latinas resultan particularmente relevantes.
El latín es considerado una lengua muerta. Pero Brown lo convierte en algo bastante vivo en su novela contemporánea (junto con algo de griego, francés y nociones de otras lenguas). Para algunos elementos, el lector sólo necesita un diccionario común de latín: Opus Dei ("Obra de Dios"), o crux gemmata ("cruz enjoyada"). Sin embargo, otra palabras y frases necesitan un poco más de interpretación.
El favorito de todo el mundo, el albino monje asesino, Silas, es un católico devoto y miembro del Opus Dei. A él se lo recuerda por su color de piel (como un personaje de Homero al que cada vez que se lo menciona, se lo hace con un mismo epíteto, Dan Brown con frecuencia se refiere a Silas como "el monje albino"). Pero la característica más significativa del personaje es la de penitente. La palabra penitente (paenit en latín) viene de paedn, que tiene que ver con "elogio de los dioses". Como los miembros reales del Opus Dei, Silas cree que el modo de alabar a Dios es sufriendo dolor uno mismo. Resulta interesante que la palabra manto en latín peenula, viene de la misma raíz que penitente. Esto parece sugerir que el nombre del manto característico que llevan los monjes también viene de esta raíz. La dolorosa faja de autodisciplina que usa Silas, se llama cilicio, que podría provenir de la palabra latina cicatrix que significa "cicatriz". Y por supuesto la intención de la faja es causar dolor físico (que seguramente dejará cicatrices) para arrepentirse de los pecados. Pero la conexión más interesante es la gran cercanía entre cílice y cáliz. Cáliz, por supuesto, es otra palabra para el Santo Grial, un tema clave en el libro en el que se trata de definirlo y buscarlo. Cáliz... cilicio... Silas: aunque el Maestro es el amo intelectual, es Silas quien comete los asesinatos y hace todo el trabajo sucio en esta búsqueda del Santo Grial.
En el libro, Silas es el personaje que más usa el latín a lo largo de ese día. Cuando se está flagelando, dice: "castigo corpus meum". En latín, esto significa "castigar" (o "corregir" o "punir") mi cuerpo. Es éste un comentario ritualista lógico para un religioso penitente. Sin embargo, resulta curioso que castrgo, que significa "castigar" o "corregir", sea la raíz de castitds, que significa "castidad" o "virginidad". Esto, por supuesto, se relaciona con la pureza de Jesús y la Virgen María. También se relaciona con otro de los dramas centrales del libro: si Jesucristo y María Magdalena tuvieron relaciones sexuales y, si las tuvieron, cómo fue visto eso por sus contemporáneos y cómo debería ser visto en retrospectiva por las siguientes generaciones. Si la teoría de Brown es verdadera, Jesús no es tan puro como se lo ha imaginado históricamente y castrgo corpus meum puede ser otro guiño sobre este tema.
"Diavole in Dracon! Límala asno" es una de las claves que un anciano moribundo puede dejar en los últimos quince minutos de su vida para que Robert Langdon y Sophie Neveu den el primer paso para la búsqueda del Santo Grial. Estas exclamaciones son un anagrama de ¡Leonardo da Vinci! ¡La Mona Lisa!, donde resulta estar oculta la siguiente clave. Una parte interesante de este anagrama es la palabra Dracon, que se relaciona con medidas muy severas o estrictas. En realidad Dracón no fue un bárbaro despiadado, sino uno de los primeros legisladores atenienses. Él insistía en que había que dictar leyes y ponerlas por escrito, junto con las consecuencias por quebrantarlas. Pero la ley venía primero y ése es el verdadero aporte de Dracón a la civilización grecorromana. Aunque él imponía la ley de manera estricta, resulta interesante que la palabra haya quedado asociada con el mal y la crueldad. Langdon incluso sugiere que estas palabras constituyen un violento ataque de Sauniére a la Iglesia, sobre todo las palabras Dracon y Diavole.
Cuando Langdon y Sophie meditan sobre la misteriosa llave ahora en su poder y suponen que está relacionada con el Priorato de Sion, a Langdon le intriga que la cruz sea del tipo de cruz cuadrada de brazos iguales. Como experto en símbolos, este objeto en su mano le da la oportunidad de exponer la historia y la etimología de la cruz cristiana. Langdon señala que cruz y crucifijo provienen de la palabra latina crucidre, que significa "torturar". Una palabra de raíz similar, cruor, significa "sangre".
El Código Da Vinci está lleno de anagramas, varios de los cuales salen a la luz en los últimos mensajes de Sauniére a Sophie Neveu y Robert Langdon. Brown, que obviamente es un devoto de los anagramas, se refiere a ars magna, que en latín quiere decir "gran arte" y es considerado parte del simbolismo sagrado de la cultura romana. De hecho, reordenando las letras de ars magna obtenemos las letras para formar en inglés la palabra anagrams.
A lo largo de los años, siempre se ha pensado que herético significa algo muy negativo. Pero Dan Brown relaciona este término con la palabra latina haereticus, que significa "elección". Quienes elegían no creer en el grupo aceptado de Evangelios -los documentos y principios que el emperador romano Constantino buscó imponer en el Concilio de Nicea y después también- eran conocidos como heréticos, lo que significaba que habían hecho su "elección" de seguir un camino diferente. Pronto estos heréticos serían objeto de maltrato, de ataques y de torturas por haber hecho esa elección, pero al principio, llamarlos heréticos debió de haber sido como llamarlos "los que eligieron" o "los que están a favor de la elección".
Brown también introduce una meditación sobre el significado de la palabra pagano. Algunas personas en la actualidad suponen que la palabra pagano siempre fue una palabra religiosa referida a la adoración del demonio en oposición al cristianismo. Brown sugiere que los "paganos eran campesinos no adoctrinados que se aferraban a las antiguas religiones rurales de adoración a la naturaleza". Los campesinos de las zonas rurales del Imperio Romano más tarde se convirtieron al cristianismo, aunque continuaron practicando sus antiguos ritos grecorromanos y adorando a sus numerosos dioses y diosas. Con el tiempo, pagano, que originariamente era una palabra inofensiva, como herético, se tiñó con connotaciones de malignidad y de adoración al demonio.
Esta misma asociación con la naturaleza maligna de los habitantes del campo aparece en la palabra villano, según otra explicación etimológica en El Código Da Vinci. La palabra latina villa quiere decir "casa de campo". Estas casas de campo eran los hogares de los campesinos o paganos. Según Brown, la Iglesia temía a quienes vivían en las villas rurales. El resultado fue que "la palabra para designar a quien vivía en la villa -el 'villano'- terminó significando 'hombre maligno". Pero la interpretación de Dan Brown es cuestionada en un artículo de la New York Time Magazine firmado por el autor de la columna "Sobre el lenguaje", William Safire, quien escribe: "Los habitantes de la villas no se convirtieron en villanos porque la Iglesia les tuviera miedo; lo más seguro parece ser que los señores de la villa despreciaban a las clases más bajas asimilando modales rústicos con inmoralidad". Hay una clara distinción de clases en esto. A los señores feudales que vivían en el campo no se los llamaba villanos. La primera forma de la palabra vilain, se refiere a los siervos en el sistema feudal medieval.
Brown también hace una breve digresión sobre la historia lingüística de la palabra venéreo, sugiriendo que tiene algo que ver con la diosa del amor, Venus. Suena lógico, pero según el Oxford English Dictionary (OED), esto podría ser incorrecto. El OED dice que la palabra viene del latín venerabilis, que significa "venerable". Aunque puede existir una posible conexión entre la adoración a Venus y la palabra latina para "venerable", el OED no da ese paso.
También interesante es lo que Brown señala acerca de la palabra siniestro. En latín, sinistra originalmente significaba "zurdo". El hecho de ser zurdo era considerado de mala suerte. Como dice Brown, esto tenía mucho que ver con la antigua decisión de la Iglesia de asociar la izquierda con lo femenino. En el supuesto esfuerzo por parte de la Iglesia de ocultar el papel de la divinidad femenina en los orígenes de la primitiva Iglesia para emerger como una cultura más patriarcal, la palabra siniestro adquirió una carga muy negativa. (Muchos especialistas creen que Leonardo da Vinci era zurdo. Varias claves en la novela destacan la impresión de que Jacques Sauniére también era zurdo.)
La frase sub rosa también figura de manera prominente en El Código Da Vinci. Sophie le cuenta a Langdon las reuniones que su abuelo solía tener bajo el signo de la rosa, que Sauniére (y la evolución de la lengua latina) sugirió que significaba "en secreto". Sin embargo, como señala William Safire, Dan Brown puede no estar en lo cierto cuando les dice a los lectores que la expresión sub rosa y la técnica de usar el signo de la rosa para significar una reunión confidencial se originó en los tiempos antiguos. Dice Safire: "La más antigua mención aparece en los Documentos de Estado de 1546 de Enrique VIII: 'Estas cuestiones fueron planteadas con autorización y deben mantenerse bajo la rosa... nada más para contar". Sin embargo, en el artículo subsiguiente, Safire pareció desdecirse, al declarar que millones de lectores de Dan Brown sabían que sub rosa era una alusión a las costumbres romanas para las reuniones secretas.
Como otros aspectos de El Código Da Vinci, los orígenes latinos de las palabras no siempre son del todo correctos, pero el relato hace que la gente hable de ideas, de filosofía, de religión, de historia -y hasta de latín- de una manera inusualmente intensa.