Capítulo 4 Despertando
Ana se despertó alterada. Se levantó de golpe y se sentó en la cama. Estaba sudada y no dejaba de temblar. Aquellas malditas pesadillas no la dejaban en paz. A pesar de tomarse los relajantes que le recetaban los médicos, siempre tenía el mismo sueño. Apartó las sábanas y sacó sus pies de aquel amasijo de ropa. Otra vez se había hecho una pelota. Se puso las zapatillas y se dirigió hacia la cocina para prepararse un café. Con los ojos pegados fue deambulando de un lugar a otro. Entonces escuchó un ruido en el pasillo. Se acercó a la puerta y miró por la mirilla. El corazón comenzó a palpitar muy deprisa, tanto que casi lo podía sentir en su boca. Su cuerpo empezó a sudar y el bello se erizó como si un viento helado la hubiese atrapado desnuda en mitad de una tormenta invernal. Se apartó de allí y con las manos en su pecho emprendió un jadeo inconsciente. «No puede ser, no puede ser».Se decía una y otra vez. «¿He leído bien»
Un hombre dibujaba una sonrisa pérfida mientras se adentraba en el piso de en frente. Llevaba la espalda al descubierto y tenía tatuada en su piel una frase en la que se podía leer: De lo que no ves, no te creas nada