SESIÓN VEINTITRÉS
Ahora mismo estoy que echo humo. Lo que más me cabrea es que después de nuestra última sesión, estaba empezando incluso a sentirme bien otra vez. Estaba tan contenta de que todo hubiese terminado por fin que la vida empezó a teñirse de un eufórico color de rosa. La excitación de los medios no tardó en calmarse. Evan y yo ya no nos peleábamos, mi hija no hacía nunca nada mal hecho, yo quería a mi familia y ellos me querían a mí. Incluso la comida sabía mejor que antes. Sin embargo, cuanto más normales se vuelven las cosas, más cosas…, bueno, más cosas vuelven a la normalidad.
Esta mañana, Melanie ha venido a recoger la lista de canciones que Evan y yo preparamos para la boda. Había pasado el fin de semana registrando la casa tratando de encontrar el CD que me había dado, pero fue inútil, así que decidimos que era más fácil dejar que Kyle se encargara que dejar que estallara otra guerra familiar. Sinceramente, ahora mismo, prefiero optar por lo fácil. Pero anoche Evan encontró el CD; se ve que yo misma lo había guardado en la funda equivocada a pesar de no haber llegado a escucharlo. Lo pusimos y resulta que no sólo no tocan nada mal, sino que la mujer que cantaba de fondo resultó ser todo un hallazgo. Su voz era increíble, una especie de cruce entre Sara McLachlan y Stevie Nicks.
Cuando Melanie llegó, yo estaba en la parte de atrás, intentando regar mi patético remedo de jardín. Entramos en la casa y le di la lista.
—En el CD se oye cantar a una mujer de fondo —le comenté mientras recorría la hoja con los ojos—. ¿Sabes cómo podemos ponernos en contacto con ella?
Levantó la cabeza de golpe.
—¿Por qué?
—Tenía la esperanza de que cantara en la boda ella también.
Melanie enrojeció y se quedó mirando el CD.
—¿Eres tú? —exclamé.
Alzó la vista y le destellaron los ojos.
—Tampoco hace falta que te sorprendas tanto.
—Bueno, es porque lo estoy. Tú nunca has cantado antes… que yo sepa.
Se encogió de hombros.
—A veces canto en el pub.
—Pues deberías dedicarte profesionalmente, Melanie. Lo digo en serio, podrías llegar a ser algo.
—¿En vez de una simple camarera, quieres decir?
—No quería decir eso. —Recordé la promesa que me había hecho desde los últimos acontecimientos: ser más paciente y comprensiva—. Pero lo siento si no he sabido expresarme. Creo que tienes una voz increíble. Me encantaría que cantaras en la boda. ¿Lo harás? ¿Por favor…?
Me miró y luego se encogió de hombros.
—Si te empeñas… Pero no todas las canciones, porque querré bailar.
—Gracias, será genial. —Tras un breve silencio, añadí—: Bueno, ¿quieres quedarte a tomar un café?
Pareció sorprenderse.
—Sí, de acuerdo.
Nos llevamos las tazas al salón y nos sentamos en sofás opuestos, mirándonos la una a la otra, luego nos tomamos un sorbo y desviamos la mirada. Se hizo un silencio incómodo. Quería preguntarle algo que me había estado rondando por la cabeza, pero no era mi intención empezar ninguna discusión. Evan me había dicho que lo olvidara y, en ese momento, había considerado que era mejor así, pero ahora Melanie estaba allí y parecía que había buena sintonía entre las dos. Duró otros dos segundos.
—¿Has visto las fotos de mi padre biológico en los periódicos? —Asintió con la cabeza—. ¿Te suena haberlo visto alguna vez en el bar?
Contestó que no.
—¿Por qué?
—Es que sabía algunas cosas de Ally, y pensé que tal vez…
—No me lo puedo creer, joder. Aún crees que soy yo la que se lo soltó todo a aquella web, y ahora también crees que le hablé a un asesino en serie sobre Ally…
Soltó el café con grandes aspavientos y se levantó.
—¡No! Sólo pensé que tal vez no sabías quién era y…
—¿Me crees tan estúpida como para contarle cosas de mi sobrina a un extraño?
—No tiene nada que ver con ser estúpida. Parecía un hombre simpático, y tal vez podría haberte sonsacado algo sin que tú…
—Lo creas o no, Sara, cuando estoy trabajando, estoy trabajando… y no charlando con los frikis que entran en el bar. Pero gracias por echarme la culpa una vez más.
—No te estoy echando la culpa, Melanie. Sólo estoy tratando de atar un cabo suelto.
Se echó a reír mientras cogía su café y se dirigía a la cocina.
Me puse en pie y la seguí.
—¿Adónde vas?
—A algún sitio donde nadie me acuse de haber ayudado a secuestrar a su hija.
Dejó la taza en la encimera con un golpe seco.
—Melanie, no dramatices. Yo no…
—Tiene gracia. Mira quién fue a hablar… ¡Pero si tú eres la reina del dramatismo!
Recogió su bolso de la encimera y se marchó, dando un portazo al salir.
Todavía seguía echando chispas cuando llamó Billy, media hora más tarde. Yo creía que una vez que John estuviese muerto todo se habría acabado, pero la investigación seguía en curso para tratar de averiguar más cosas sobre él; Billy dijo que eso les ayudaba con otros asesinos en serie. Han descubierto bastantes cosas, pero no lo que yo esperaba, que era un sótano lleno de cadáveres y un montón de cintas porno. Su casa estaba muy ordenada, el típico hogar de hombre soltero, y las únicas cintas que tenía eran vídeos de caza. Aunque, por lo visto, no pasaba mucho tiempo allí. No guardaba ningún objeto personal, no había fotos ni recuerdos, y dormía en un saco de dormir encima del colchón.
Intentaron relacionar algunos casos de mujeres desaparecidas con los lugares donde John podía haber estado en años determinados —llevaba una vida nómada—, pero no encontraron nada. La gente que lo había contratado dijo que era una persona de trato agradable, siempre con un chiste a punto. Sin embargo, a lo largo de los años tuvo varias peleas con algunos clientes al sentirse «engañado» con las cantidades que le habían pagado. En una cosa sí teníamos razón: lo conocían en casi todas las localidades desde las que me había llamado. También era un ávido coleccionista de armas y miembro de varios clubes de tiro.
—¿Encontrasteis la que utilizó para disparar a Evan?
—Según el informe de balística, la bala recuperada en la escena pertenecía a un Remington del calibre 223. Se corresponde con algunas de las halladas en otras escenas del crimen, así que sabemos que lo disparó con la misma arma, pero no estaba entre sus pertenencias. Estamos haciendo comprobaciones en algunas armerías, pero no confío en que lleguemos a encontrarla. Por cierto, ¿llegaste a terminar aquella mesa de cerezo en la que estabas trabajando? El otro día vi una igual en una tienda de antigüedades que necesita una capa de pintura. ¿Crees que podrías echarle un vistazo y decirme qué te parece?
—Claro, ¿cuánto pedían por ella?
Estuvimos el resto de la llamada hablando de antigüedades, luego Evan me envió un mensaje para preguntarme algo y tuve que colgar. Sin embargo, más tarde, mientras trataba de poner un poco de orden en el taller, me acordé de que John me había dicho que el Remington del calibre 223 era su favorito, pero que lo estaban reparando. ¿Cómo había disparado a Evan con un rifle que no tenía?
Oí el ruido de la puerta principal. Evan estaba en casa. Mientras preparaba su bolsa de hockey con la ropa para llevarse al hotel, me senté en la cama y le hablé de mi mañana, empezando por la pelea con Melanie.
—No me puedo creer que reaccionara así cuando le pregunté por John.
—Te dije que lo olvidaras.
Rebuscó en sus cajones, arrojando calcetines en la bolsa con la mano buena; todavía llevaba el brazo izquierdo en cabestrillo.
—Sólo le hice una simple pregunta.
Miró por encima del hombro con las cejas levantadas.
—Sara, tus preguntas nunca son simples.
—Ojalá no tuvieras que regresar al hotel.
—Ya. Ojalá. Tengo que ir con Jason y conduce de pena, como un viejo carcamal. —Se echó a reír, pero yo me enfurecí—. Vamos, cariño, llevo semanas sin acercarme por allí y todo es un desastre. Tú también dijiste que querías volver a trabajar.
—Lo intenté cuando Melanie se fue, pero luego llamó Billy y empecé a obsesionarme otra vez.
—¿Con qué?
—Billy dijo que la bala que encontraron en tu hotel pertenecía al Remington del calibre 223 de John, pero no han encontrado el arma. Luego, empecé a darle vueltas al tema y me acordé de que John dijo que había llevado a reparar el rifle. ¿No te parece un poco raro?
—Lo más probable es que tuviera dos y se deshiciera de uno de ellos justo después de dispararme.
—Es posible… Pero me dio la sensación de que le tenía verdadero apego a esa arma. ¿Por qué iba a tener dos?
—Bueno, pero es que no pudo haberme disparado nadie más.
Me quedé callada un momento.
—¿Sabes? Me extraña que John sólo te dejara malherido. Tenía la impresión de que era un cazador de primera, nunca erraba el tiro.
—Cariño, fue él.
Evan entró en el vestidor, salió con un par de vaqueros limpios y los metió en su bolsa.
—Lo sé. Sólo estoy diciendo que me extraña… Aún no sabemos con certeza que fuese él quien atacó a Nadine. A ella no le dispararon, lo cual no es propio de John, sino que sólo la golpearon en la cabeza. Y no llegó a ver quién lo hizo. Me pregunto si habrán investigado a alguno de sus pacientes. Tal vez debería hablar con Billy a ver qué piensa.
—Sara, deja al pobre hombre en paz.
—¿Qué significa eso?
—Debes de estar volviendo loca a la policía. El caso está cerrado, pero tú todavía sigues dándoles la paliza. —Entró de nuevo en el vestidor y sacó otro par de vaqueros—. ¿Dónde está mi gorra Nike, la que llevabas ayer?
—No lo sé, pero no me puedo creer que hayas dicho eso. No estoy dándoles la paliza, ¡estoy ayudándolos! Tengo que decirle a Billy lo del arma. Podrían relacionarlo con algún caso anterior o algo así. ¿Y si John asesinó a alguna mujer de la que no tengan constancia y la familia lleva años desesperada buscándola y…?
—¡Sara, me estás volviendo loco! Acabo de meter seis pares de vaqueros y ni una sola camisa.
—Muy bien, entonces me quitaré de en medio.
Me puse en pie.
—No hace falta que te vayas, solamente tienes que cambiar de tema.
Pero yo ya estaba saliendo de la habitación.
Tenía la mirada fija en mi mesa, en el taller, pensando en todo lo que Evan había dicho y echando espumarajos por la boca, cuando se asomó a verme.
—Me voy —anunció.
Me quedé mirando las vetas de la madera, recorriendo el trazo con los dedos.
—Vamos… —dijo.
Se acercó y me abrazó.
Yo me puse rígida.
—Estoy enfadada contigo.
—Ya lo sé, pero abrázame de todos modos.
—No soporto que no te tomes en serio nada de lo que digo.
—Eso no es verdad, Sara. Sólo que me gustaría que no lo analizases todo tanto.
—¿Así que crees que estoy exagerando?
—Vamos a ver, ¿primero acusas a tu hermana de dar información a un asesino en serie y ahora crees que no fue John el que me pegó un tiro sino otra persona, sin ningún motivo? Oye, aunque tal vez fue Melanie quien me disparó…
Las lágrimas de frustración me escocían en los ojos.
—Sólo digo que no sabemos…
—Cielo, Jason me está esperando fuera. Te llamaré esta noche, ¿de acuerdo?
—Está bien, vete.
Se fue hace un par de horas, y yo estaba tan enfadada que me he pasado todo el tiempo hasta la hora de la cita repasando el caso otra vez. Incluso he vuelto a releer todas mis notas, la cronología del caso… todo. Todo eso del arma me trae de cabeza.
Así que a lo mejor sólo me estoy agarrando a un clavo ardiendo, sobre todo porque Evan no me tomó en serio, y tal vez lo del rifle no sea tan importante; aun así, he llamado a Billy y le he dicho que había algo del caso que no cuadraba. Estaba en plena reunión, pero me ha dicho que se pasaría por casa más tarde. ¿Por qué Evan no puede ser así? Billy nunca me hace sentir que soy una histérica y una exagerada.