SESIÓN DIECINUEVE

Ya no sé a quién escuchar. Estoy tan confusa ahora mismo que seguramente me tiraría de cabeza a una piscina vacía si a usted le pareciera una buena idea: desde luego, eso simplificaría mucho las cosas, y en un santiamén, además. Dios, esta pesadilla no se va acabar nunca. Ten cuidado con lo que deseas… Lo único que quería era un padre a quien le importase. Y ya lo creo que le importo… Hay amores que matan, y yo le importo tanto que todo esto va a acabar matándome, eso si John no mata a toda la gente que quiero primero.

Anoche, John volvió a llamar. Sabe Dios qué es lo que quería esta vez, y nunca lo sabré porque apagué el móvil. Probó con el fijo un par de veces también, pero no le contesté. Billy no llamó para informarme de la ubicación de John, seguramente porque esperaría que me picara la curiosidad, pero yo no quería saberlo. No veía la hora de cambiar los números de teléfono, lo único que me lo impedía era la petición expresa de Evan de que esperase, pero me cabreó un montón darme cuenta de que había salido de la comisaría sin que la policía me confirmara que habían retirado la escucha de mi móvil, y probablemente aún tenía el fijo intervenido. Evan llamó más tarde, pero como me dijo que todavía tenía mucho que hacer antes de salir por la mañana, nos dimos las buenas noches y acordamos dejar las decisiones importantes para cuando él estuviese de vuelta en casa. Podía seguir ignorando a John otro día.

Esta mañana —parece que haga un millón de años de eso—, llevé a Ally a la escuela. Hoy era su último día antes de las vacaciones de verano, y después de dejarla me puse a limpiar la casa como una posesa. Me extrañó que Evan no me llamara al salir del hotel, pero supuse que se habría liado. No le resulta fácil marcharse en el último minuto. Cada vez que lo llamaba al móvil, me saltaba el buzón de voz, así que estaba segura de que ya se encontraba de camino. La cobertura de móvil es una porquería por esa zona. Hacia las diez, dejé de pasar la aspiradora para hacer otra lavadora y oí el ruido de unos neumáticos en la gravilla, y luego Alce salió disparado ladrando hacia la puerta. ¡Evan ya estaba en casa!

Me precipité hacia la puerta principal… y vi a Billy y Sandy saliendo del Tahoe. Se me encogió el estómago al ver sus caras largas y las gafas de sol oscuras.

—¿Podemos entrar? —dijo Billy.

—Evan llegará en cualquier momento, pero claro, adelante.

Esta vez los llevé a la sala de estar; las malas noticias requieren solemnidad. Cuando se sentaron en el sofá de enfrente, me armé de valor.

—Ha desaparecido otra chica, ¿verdad?

—Sara… —Billy se quitó las gafas de sol—. Esta mañana, alguien ha disparado a Evan en el hotel y…

—¡¿Qué?! —Los miré fijamente un momento con el corazón a punto de estallar. Entonces me levanté de un salto—. ¿Está bien?

Alterné la mirada desesperadamente entre los dos, tratando de leer sus rostros.

—Se pondrá bien —dijo Billy—. Lo han trasladado al hospital de Port Alberni.

—¿Qué ha pasado?

—Bajó al muelle esta mañana a primera hora. Fue entonces cuando le dispararon. Consiguió llegar a rastras a uno de los barcos y utilizó el kit de primeros auxilios para contener la hemorragia hasta que uno de los guías lo encontró.

—Bueno. Pues ahora… Tengo que…

Me di la vuelta y recogí mi bolso del recibidor, busqué mis llaves y mi móvil. ¿Cómo iba a recoger a Ally del colegio? ¿Podría Lauren ir a buscarla? ¿Y si la recogía yo de camino?

—Vamos a llevarte al hospital —dijo Sandy.

Alce. Tenía que pedirle a algún vecino que lo sacase. ¿Qué más? Un cliente iba a venir a recoger un cabezal. Abrí el móvil, pero Sandy me agarró la muñeca.

—Espera.

La obligué a soltarme.

—Tengo que llamar a alguien para que se encargue de Ally.

—Lo entendemos, pero antes tenemos que hablar de algunas cosas contigo.

—Tiene que haber sido John.

—Por eso precisamente… —dijo Billy.

—Tengo que decírselo a mi familia.

¿Cómo diablos iba a explicarles todo aquello?

—Tenemos algunas ideas sobre lo que deberías decir —terció Sandy.

Me volví hacia Billy.

—Él no lo… mató. Era sólo una advertencia, ¿no?

—No lo creo. Uno de los cocineros salió a fumar alrededor del momento en que dispararon a Evan y oyó un ruido entre los arbustos. Creemos que asustó a John antes de que éste pudiera rematar la faena.

John quería matar a Evan. Por mi culpa. Los ojos se me llenaron de lágrimas.

—Tengo que ir a recoger a Ally a la escuela ahora mismo.

—Ahora mismo hay un par de agentes con Evan en el hospital —explicó Sandy—, y tenemos un coche patrulla vigilando la escuela. Puedes subir con Billy a ver a Evan y enviaremos a un agente a recoger a Ally. Sólo tienes que llamar a la escuela y decirles que es un amigo de la familia. No queremos asustar a todo el mundo dejando que piensen que un asesino anda suelto por ahí.

Sólo que un asesino sí andaba suelto por ahí. Un asesino que estaba muy cabreado conmigo y que sabía cómo manifestarlo de una forma más que contundente.

—Ally sabe que no puede marcharse con ningún desconocido. Podría llamar a una de mis hermanas, pero entonces tendré que decirles lo que está pasando y…

—No hagamos eso ahora mismo —dijo Sandy—. Ally me conoce. Iré a buscarla y cuidaré de ella mientras tú vas a visitar a Evan.

Sacudí la cabeza.

—Le dije a John que no podía quedar con él porque Evan volvía a casa. Debe de haber decidido que entonces, lo mejor…

Se me quebró la voz.

La expresión de Billy era de dolor.

—No sabías que iba a reaccionar de ese modo, Sara.

Miré a Sandy.

—Pero tú sí lo sabías. Tú me lo advertiste.

¿Había dejado que mis sentimientos personales hacia ella interfiriesen en la verdad?

—Lo hecho, hecho está, Sara. Ahora tienes que ser fuerte por Evan. Nosotros nos encargaremos del resto.

Por una vez, había dicho algo que me gustó.

De camino al hospital con Billy, llamé a mis padres desde el móvil. En cuanto oí la voz de mi madre, el dique de contención se vino abajo y me eché a llorar. Me las arreglé para serenarme lo suficiente para contarle la versión oficial de los hechos: la policía creía que Evan había sido tiroteado por un empleado descontento. No sabía cuánto tiempo se iba a sostener tamaño embuste, ya que Evan nunca había hecho enfadar a nadie en toda su vida. La sola idea consiguió que rompiera a llorar de nuevo con más ganas.

Antes de poder impedírselo, mamá me puso a papá al teléfono.

—¿Qué pasa?

—Papá, Evan está en el hospital. Recibió un disparo en el hotel. Está bien, pero lo han llevado a Port Alberni y…

Volví a echarme a llorar.

—Tu madre y yo te veremos allí —dijo.

Seguramente aquello era lo último que quería la policía, pero era lo que más quería yo.

—Gracias, papá. ¿Podrías llamar a sus padres?

Viven en Estados Unidos, y aunque Evan y su familia están muy unidos, no los ve muy a menudo. Mamá y papá suplen ese vacío para él.

—Sí, se lo diremos —dijo mi padre—. ¿Dónde está Ally?

—Se ha quedado con una amiga.

La primera y la última vez que llamaba así a Sandy.

—¿Cómo vas a ir hasta ahí arriba?

—Billy, el agente de policía que también es cliente mío, se ha ofrecido a llevarme.

Papá hizo una pausa un momento y luego dijo:

—Ahora mismo salimos para allá.

Colgó antes de que pudiera decir nada más. Billy me dijo que ya se encargaría él de mi padre, aunque no tiene ni idea de lo que eso implica. Sin embargo, en ese momento no me importaba. La única persona que importaba era Evan. Me hubiera gustado habérselo dicho el día anterior.

El viaje a Port Alberni nunca es fácil: más de una hora de viaje por una carretera estrecha y serpenteante a través de montañas escarpadas, compitiendo con camiones cargados de troncos, pero ese día el trayecto era aún más insoportable. Por suerte era Billy quien iba al volante, porque si hubiese tenido que conducir a la velocidad a la que me latía el corazón, habría tenido un accidente. No tengo ningún recuerdo de qué hablamos, sólo vagos intentos por parte de Billy de tranquilizarme: «Lo atraparemos, ya lo verás. Evan va a salir de ésta».

En el hospital, el doctor me dijo que Evan había recibido un disparo limpio que le había atravesado el músculo del hombro izquierdo. Estaban esperando a que se estabilizase antes de enviarlo a Nanaimo en una ambulancia para operarlo. Había sufrido daño en el tejido muscular y tenía una herida enorme, pero no daños permanentes. Me sentía feliz de que estuviera vivo, sobre todo cuando el médico me dijo que unos pocos centímetros a la izquierda y le habría atravesado directamente el corazón. Al oír aquello, por poco fue mi propio corazón el que dejó de latir.

Le habían administrado unos calmantes para el dolor y estaba sedado, pero me dejaron entrar a verlo. Tenía el hombro envuelto en una aparatosa venda blanca y llevaba el gotero para la vía intravenosa del brazo. Las lágrimas me resbalaban por la cara cuando le besé la mejilla y le alisé el pelo. Odiaba verlo tan pálido, odiaba todos aquellos tubos que le salían del cuerpo, pero por encima de todo, me odiaba a mí misma por haberlo puesto en peligro.

Mientras le dedicaba toda clase de mimos y atenciones, las enfermeras monitorizaban sus constantes vitales y hacían anotaciones en su gráfica. Una de ellas me preguntó si necesitaba algo. «Sí, ver a un asesino en serie entre rejas. ¿Puedes hacer eso?». A continuación, una enfermera de más edad me pidió que saliera un momento mientras le cambiaban el vendaje. Estaba a punto de protestar cuando oí la voz cavernosa de papá preguntando por la habitación de Evan.

Cuando acudí a recibir a mis padres vi a Billy hablando con dos policías en una pequeña sala de espera. Se irguió al ver a mi padre y echó a andar hacia él, pero éste pasó de largo y se dirigió directamente a mí.

—¿Cómo está Evan?

—Ahora mismo está durmiendo. Se pondrá bien, pero es necesario operarlo. Van a esperar hasta que sus constantes se hayan estabilizado, luego lo llevarán a Nanaimo y…

Me interrumpí al ver a mi hermana corriendo por el pasillo.

—Lauren ha venido con nosotros —dijo mi madre—. Estaba llamando a Greg.

Lauren y yo nos abrazamos con fuerza.

—No me puedo creer que hayan disparado a Evan. Debes de estar aterrorizada.

Su cuerpo se estremecía en mis brazos, haciendo que una nueva oleada de pavor se apoderara del mío. «Sí, da miedo. Mucho, muchísimo miedo».

Nos separamos y le di las gracias por venir, con la voz espesa por la emoción.

—¿Cómo no iba a venir? Pero ¿por qué no me llamaste?

—Iba a hacerlo, pero es que todo ha sido…

Billy se acercó.

—Hola a todos. Soy Bill. —Se volvió hacia papá y le ofreció la mano—. Nos conocimos en casa de Sara.

Papá se la estrechó con un fuerte apretón.

—¿Se encarga usted del caso?

—Desde luego ayudaré a Sara en todo cuanto esté en mi mano, pero no, es la policía local quien se ocupa de la investigación.

Papá levantó la vista y miró alrededor.

—Hay mucha policía por aquí. —Me miró fijamente—. ¿Qué pasa, Sara?

Sentí que se me acaloraba el rostro.

—Mmm… ¿Qué quieres decir? Han disparado a Evan, y claro…

Entonces vi cómo la cabeza de mi padre sumaba dos y dos.

—Esto está relacionado con el Asesino del Camping, ¿no es verdad?

Mamá dio un respingo. Lauren se tapó la boca con la mano.

Papá se volvió hacia mí.

—Dime ahora mismo qué es lo que está pasando, Sara.

Miré a Billy con gesto impotente. Él acudió en mi rescate de nuevo.

—Vayamos a un lugar donde podamos hablar.

Billy nos condujo a una sala vacía y se lo contó todo mientras mamá iba palideciendo cada vez más. Lauren estuvo estremeciéndose durante la conversación. Después de que Billy terminara, papá me miró y negó con la cabeza.

—Todo este tiempo has estado mintiéndonos.

—Papá, yo no…

—Sara no quería ocultárselo —intervino Billy—. Obedecía órdenes estrictas de no hablar de esto con nadie. Podría haber perjudicado la investigación y haber puesto a toda su familia, a todos ustedes, en peligro. Ha sido una gran ayuda para nosotros.

—No nos ha explicado cómo Evan ha acabado con un tiro en el hombro —dijo mi padre.

—John, el Asesino del Camping, quería volver a reunirse conmigo en persona, papá. Y le dije que no podía porque Evan iba a venir a casa.

—¿Dónde está ese cabrón ahora? —El rostro de papá se ensombreció—. ¿Dónde está Ally?

—Está con otra agente de policía —le explicó Billy—. No corre peligro.

—¿Qué están haciendo para atrapar a ese hombre?

—Todo cuanto está en nuestras manos, señor. Su hija ha sido una parte muy importante de nuestra investigación, pero ahora seguiremos en otra dirección.

—¿Y eso por qué?

—Porque ya no voy a ayudarles más —repuse—. Evan no quería que me reuniera con él, para empezar, pero a mí me preocupaba que matase a otra mujer, pero ahora que Evan está herido, yo ya no…

—Evan no quería que te encontrases con él, pero lo hiciste igualmente.

Le sostuve la mirada.

—Ella creía estar haciendo lo correcto, Patrick —terció mamá.

Papá se acercó a la ventana y miró al aparcamiento. Tenía los brazos cruzados por delante, su ancha espalda un muro que para mí siempre había sido infranqueable.

Los cuatro nos quedamos sumidos en un silencio incómodo, mirando fijamente a papá.

—Será mejor que vaya a hablar con los otros agentes —anunció Billy—. Si tienen más preguntas, estaré en el pasillo.

Nadie dijo nada cuando se marchó, pero al cabo de un momento, papá fue el primero en hablar.

—Evan tenía razón: deberías haberte mantenido al margen.

—Papá, estaba intentando ayudar…

Se volvió y me miró con severidad.

—Deja que sea la policía quien se encargue de ahora en adelante, Sara. —Encaminándose hacia la puerta, anunció—: Me voy a buscar al médico.

Mamá me ofreció una sonrisa reconfortante y me acarició la mano.

—Sólo está disgustado.

—Ya lo sé mamá, pero ¿no te parece que yo también lo estoy? No tiene ni idea de la presión a la que he estado sometida. La policía, Julia… Todos me empujaban a hacerlo. La idea no fue mía, ni mucho menos.

—¿Julia?

—Mi madre. —Mamá retrocedió un paso como si acabaran de golpearla. «Mierda, mierda, mierda…»—. Me refiero a mi madre biológica. Ella quería que me reuniera con él y…

—Entonces ¿has vuelto a verla?

—Fui a su casa un par de veces, pero no podía decírtelo porque sólo hablábamos del caso. Ha estado aterrorizada durante años… Era muy importante para ella que lo capturaran. Y yo quería ayudar porque…

—Porque es tu madre.

—No, no es nada de eso, mamá. Es sólo que me sentía fatal por ella.

—Claro que sí, cariño. Eres una persona sensible que se preocupa por el prójimo.

—Sí, y mira de qué me ha servido.

—Cualquier otro se habría negado sin más, Sara. Tú te entregas en cuerpo y alma a todo lo que haces y a todos los seres a los que quieres. —Sonrió, pero la expresión de sus ojos me partía el corazón. Añadió—: Será mejor que vaya a asegurarme de que tu padre es amable con las enfermeras. —Y corrió detrás de papá.

Me volví hacia Lauren.

—Genial, ahora le he hecho daño a mamá.

—No te preocupes por eso ahora. Tienes que centrarte en Evan.

Lancé un suspiro.

—¿Te refieres a la otra persona a quien también he hecho daño?

—No es culpa tuya, Sara.

—No, papá tiene razón. Metí la pata hasta el fondo. Le dije a John que Evan era la razón por la que no podía encontrarme con él. Debería haber sabido lo mucho que eso le cabrearía.

—No sabías que iba a hacerle daño.

—Evan quería que acabase con esto hace mucho tiempo. Debería haberle hecho caso.

—Me parece increíble que hayas tenido que pasar por todo esto tú sola.

Dio un paso adelante y me rodeó con los brazos. Me apoyé en su hombro y di rienda suelta a mis lágrimas.

Estuvimos esperando en la puerta de la habitación de Evan durante un par de horas. Billy estaba junto a los otros policías, conversando en voz baja, y papá estaba sentado en una silla con los brazos cruzados cuando no andaba paseándose arriba y abajo por el pasillo. Mamá hojeaba una revista, pero no dejaba de mirarnos a papá, a Lauren y a mí. Lauren se fue a la cafetería y nos trajo algo de comer, pero mi estómago sólo toleraba un poco de café. Luego se sentó a mi lado y se puso a hablarme de los niños o la casa o el jardín. La conversación era reconfortante, pero apenas si podía prestar atención a lo que me decía, atenta al trajín de médicos y enfermeras, con el alma en vilo cada vez que alguno de ellos se detenía frente a la habitación de Evan.

Papá consultó el móvil y luego se levantó y echó a andar por el pasillo. Regresó al cabo de un momento.

—Tengo que volver a Nanaimo, se ha roto la cadena de un tractor de arrastre.

Mamá se puso en pie.

—¿Estarás bien si nos vamos, Sara?

—Estoy bien, mamá. Lo más probable es que no pueda hacer nada, sólo estar sentada de brazos cruzados.

—Yo puedo quedarme —se ofreció Lauren.

—No, tú tienes a los niños. Estaré bien.

—Podemos volver más tarde —dijo mamá.

—Gracias, mamá, pero lo más seguro es que trasladen a Evan a Nanaimo mañana. Será mejor que esperéis y vayáis a visitarlo allí.

—Pues entonces, dinos si hay alguna novedad y si necesitas cualquier cosa, cariño.

—Por supuesto.

Pasé otra hora esperando con Billy, pero ahora era yo la que se paseaba arriba y abajo por el pasillo. Una enfermera se acercó y me dijo que Evan se había despertado un momento y le habían administrado más analgésicos para el dolor. Me advirtió que probablemente pasaría el resto del día dormido, por si quería irme a casa y recoger algunas de sus cosas.

Billy estaba hablando por teléfono cuando fui a buscarlo.

—¿Va todo bien? —le pregunté.

—Sí, sólo estaba hablando con Sandy.

—¿Ally está bien?

—Sí, lo están pasando en grande las dos juntas.

Dejé escapar un pequeño suspiro de alivio.

Hacía apenas diez minutos que nos habíamos puesto en marcha cuando sonó mi móvil.

Miré a Billy.

—¡Es John! ¿Qué hago?

—Si no te ves capaz de conservar la calma, no creo que debas…

—Pero si todavía anda cerca, tal vez podríais localizar la llamada y atraparlo, ¿verdad?

—Sería nuestra única oportunidad, sí, pero tienes que pensar en lo que vas a decir antes de…

Contesté al siguiente timbre.

—¿Qué quieres?

—¡Sara! Estoy en la isla, ¿a qué hora podemos vernos?

—¿Crees en serio que voy a quedar contigo después de lo que has hecho? ¿Después de que hayas disparado a Evan?

Silencio.

—Esta vez la has cagado de verdad, John. No vuelvas a llamarme nunca más. Esto se acabó.

Colgué el teléfono. Me temblaba todo el cuerpo.

Billy me masajeó el hombro.

—Eh, ¿estás bien?

Asentí con la cabeza mientras la adrenalina me inundaba todo el organismo. Me di cuenta de que me castañeteaban los dientes.

—Sí. Dios, no… No estoy bien. Siento no haber podido hablar con él más rato, perdí los estribos. Pero creo que… Creo que me va a dar un ataque de ansiedad. El pecho… Siento como si no tuviera aire…

Intenté respirar.

—Respira profundamente, Sara, despacio. Tienes que… —Le sonó el teléfono—. Al habla Reynolds… Está bien, se lo diré.

—¿Qué pasa?

—Una antena de Nanaimo ha captado la señal del móvil de John, así que está en la ciudad.

Pisó el acelerador. Ahora me temblaba aún más el cuerpo.

—Dios… Que le colgara el teléfono debe de haberlo sacado de sus casillas.

—No se habrá puesto muy contento, eso tenlo por seguro.

Las manos de Billy agarraban el volante con tanta fuerza que se le marcaban los músculos de los antebrazos.

—¿Crees que todavía querrá que nos veamos? Pero yo le he dicho que se acabó, y ahora…

—Se trata de un tipo al que no le gusta que le digan que no.

Sentí una opresión en el pecho de nuevo y un calor insoportable en el rostro.

—¿Crees que debería quedar con él? Si no lo hago, ¿volverá a ir por Evan?

—Ahora mismo, los ánimos están muy caldeados en ambos lados, por lo que puede que no sea el mejor momento para un encuentro. Aunque por otra parte, si actúa de forma impulsiva, será más propenso a cometer algún error, y entonces…

—Creo que me está dando otro ataque de ansiedad.

Apreté la mano contra mi corazón galopante.

Billy parecía angustiado.

—Tal vez deberíamos volver al hospital y…

—No. —Inspiré una bocanada de aire—. No, tengo que hablar con mi terapeuta.

—¿Ahora mismo?

Asentí con la cabeza rápidamente.

—Tengo que ir a verla o me volveré loca, Billy. Necesito calmarme, pero no lo conseguiré a menos que hable con ella y…

—Llámala.

No esperaba que quisiese verme inmediatamente. Creía que lo haríamos por teléfono, pero supongo que, en el estado de pánico en el que me encontraba, debía de parecer al borde de la histeria. Quiero estar con Evan, pero mi cuerpo me pide a gritos que vuelva a casa cuanto antes para estar con Ally. Naturalmente, tiene usted razón, antes necesito calmarme. Protegerla consiste en parte en no permitir que vea a su madre subiéndose por las paredes.

Pobre Billy, se ha quedado esperando en el Tahoe. Le he dicho que se fuese a tomar un café, pero ha optado por quedarse para asegurarse de que yo estaba bien. La única manera de poder venir aquí era llamando antes a casa para hablar con Sandy primero y luego con Ally, que lo está pasando genial. Cuando Sandy se ha vuelto a poner al teléfono, me ha asegurado que protegería a Ally con su vida. Y la creo. Puede que Sandy no me caiga bien, pero estoy segura de que si viese a John, le dispararía en el acto.

En cuanto a mí, tengo los nervios de punta, he perdido el norte y estoy completamente desquiciada. Me gustaría saber en qué estado está John en este momento, si también está al límite. Aunque tiene que estarlo… ¿Por qué si no iba a disparar a Evan? Debe de estar a punto de perder el control, y encima voy y le cuelgo. Yo sé cómo me pongo cuando estoy a punto de perder la cabeza, si siento que pierdo el control —como ahora mismo—, pero yo no tengo un arma. Sabe Dios lo que haría si la tuviera… Bueno, bien mirado, eso no es verdad: sé exactamente lo que haría.