13
—Tenemos que salvarla-insistía Adam—. Podemos hacerlo.
—¿Cómo? —pregunto Sally—. Cindy tenía la única linterna que aún funcionaba. Y la linterna desapareció junto con ella. No podemos caminar cincuenta metros en esta obscuridad.
—¿Y qué hay de la otra linterna? Todavía quedaban pilas.
—Ya no. Intenté encenderla hace unos minutos. Las pilas están agotadas.
—Deja que les eche un vistazo-pidió Adam.
Se encontraban justo a la salida de la cámara volcánica, en el mismo lugar donde Cindy se había desvanecido. Sally le dio la linterna y Adam pulsó el interruptor y trató de iluminar la cueva. Pero no pudo ver nada—. ¿Por qué diablos no funciona? —preguntó.
—Tal vez la encendí sin querer mientras la llevaba-explicó Sally—. No importa. De todas maneras no hubiese durado ni cinco minutos.
Adam se movía nerviosamente arriba y abajo.
—Sí que importa. Sólo necesitamos cinco minutos para salvar a Cindy.
—Adam…-empezó a decir Sally.
Adam alzó ambos brazos en un gesto de frustración.
—Estábamos hablando justamente aquí cuando apareció esa cosa y se la llevó. Fue muy rápido. No tuve la más mínima posibilidad de sujetarla por el brazo o de luchar por ella.
—No puedes culparte por lo que sucedió-le dijo Sally, tratando de consolarle.
—¿Y a quién se supone que debo culpar entonces? Te repito que debemos ir en su busca. Y cuanto antes, mejor.
—No podemos ver ni siquiera por dónde pisamos-protestó Sally.
—No importa. Nos guiaremos palpando las paredes de la cueva.
—No daría resultado. En esta cueva hay bifurcaciones y túneles secundarios. Acabaríamos perdidos en la oscuridad.
—¿Entonces qué sugieres que hagamos?
Sally dudó un momento.
—Nada.
Adam estaba furioso.
—¡No podemos quedarnos sin hacer nada! ¡Cindy morirá!
Sally apoyó una mano en el hombro de Adam y le habló con cautela.
—Adam, se trata de un enorme monstruo cubierto de pelo. Sé que no resulta fácil oír lo que voy a decir, pero es muy probable que en estos momentos Cindy ya esté muerta. Si intentamos salvarla, ese monstruo también nos matará a nosotros.
—Lo que ocurre es que le tienes manía-exclamó Adam exasperado—. Estás celosa de Cindy. Te importa un pimiento que ese monstruo se la coma viva. De hecho, es probable que incluso te hayas alegrado de lo que ha pasado.
Sally hizo acopio de paciencia antes de responderle:
—Esta misma noche, hace menos de una hora, arriesgué mi vida para salvar a Cindy. Estoy segura de que no lo has olvidado. Sí, es verdad, me meto con ella cada cinco minutos. Pero eso no significa que me caiga mal. También me meto contigo todo el tiempo. Si pensara que existe una sola posibilidad de salvarla, me arriesgaría. Sin embargo, no hay ninguna esperanza. Ni siquiera sabemos adónde se la puede haber llevado ese monstruo.
Adam señaló al fondo de la cueva, en la dirección que aún no habían tomado.
—Se fueron por allí. Y yo los voy a seguir. No me importa lo que digas.
—Te perderás a los pocos minutos-le advirtió Sally.
Adam miró la pila de tablas que aún conservaba.
—Tal vez no. Mojadas con lava, estas maderas podrían servir como antorchas. Si conseguimos que ardan el tiempo suficiente, podríamos incluso utilizarlas como armas. La mayoría de los animales le temen al fuego.
Y apuesto a que esa bestia peluda también.
Sally pareció considerar la idea.
—La madera no arderá mucho tiempo.
—Tal vez no se la haya llevado demasiado lejos. —Adam hizo una pausa y añadió a regañadientes—: Si tenía mucho hambre.
Sally miró hacia la cámara volcánica y luego asintió con expresión cansada.
—Si quieres intentarlo, iré contigo. De todos modos, no tiene ningún sentido que me quede aquí sola. Jamás conseguiré abrir esa puerta mágica. Si es que se trata de una puerta.
Entre los dos juntaron las maderas que habían arrancado del ataúd. Se acercaron a los pequeños pozos donde bullía la lava incandescente y no tuvieron ningún problema en mojar las puntas de las tablas en el líquido rojo. Alrededor de los grumos de la lava ascendían diminutas llamas de vivos colores, pero las maderas no prendieron fuego, lo que era una buena señal. Las antorchas no arrojaban mucha luz, aunque daba la impresión de que podían durar bastante tiempo. Hicieron sólo dos antorchas. Pensaron que siempre podrían encender las otras maderas con la lava de las que se apagaban.
Echaron a andar con paso rápido. Tenían suerte de que la horrible criatura hubiese dejado enormes huellas sobre el suelo polvoriento, porque muy pronto se hallaron en una nueva bifurcación de túneles. La criatura había cogido el túnel de la derecha, de modo que se encaminaron tras ella. Teniendo en cuenta el tamaño de las huellas, calculó que la criatura debía de medir más de dos metros. Iluminándose con la pálida luz rojiza que emitían las antorchas, Adam buscó afanosamente huellas de sangre perteneciente a Cindy en el suelo de la cueva. Rezaba todo el tiempo. Si encontraba alguna mancha de sangre, ya no habría ninguna esperanza.
Legaron a otra bifurcación. En esta ocasión, las huellas seguían por el túnel de la izquierda. Al girar hacia el nuevo túnel sintieron súbitamente un brusco descenso de la temperatura. El cambio era notable, aunque muy pronto comprendieron la causa. Después de recorrer el túnel durante diez minutos, llegaron a un río negro de aguas heladas. El último tramo de la cueva se había ensanchado de forma considerable. El río discurría por el lado derecho, bordeando la pared de roca. Ambos estaban desesperados por salvar a su amiga, pero cayeron de rodillas junto a la orilla para beber un poco de agua. Adam tomó varios sorbos de agua helada tan aprisa que la lengua se le congeló momentáneamente y tenía dificultades para hablar. Sally bebía a su lado.
—Nunca imaginé que el agua pudiera saber tan bien-dijo—. Esto es mucho mejor que el café de la mañana.
Adam farfulló.
—Muy buena. Hmmmm.
—Me pregunto adónde llevara este río-dijo Sally.
Adam miró a su alrededor. El río seguía la misma dirección que la criatura que había secuestrado a Cindy. Se puso de pie ansioso por reanudar la persecución. Aferró con fuerza su antorcha y se pasó la lengua por los labios fríos.
—La lo descubriremos-aseguro—. En marcha. Pero entonces Sally le cogió el brazo.
—¡Adam! —gritó, señalando hacia un punto del río negro—. ¡Mira!
Adam se volvió para ver a un gran objeto blanco Luchando en mitad de la corriente. Parecía haber brotado de debajo de la pared. Puesto que sus antorchas daban la misma luz que un cigarro, ninguno de los dos pudo discernir la forma del objeto que se debatía en el agua. Pero parecía-Adam se froto los ojos-que llevaba gafas.
—¿Watch? —preguntó—. ¿Eres tú?
El horrible monstruo consiguió llegar a la orilla y le miró a través de los gruesos cristales. Jadeaba tratando de respirar y temblaba de modo incontrolable.
—Sí, soy yo-alcanzó a decir Watch. —¿Eres tú, Adam?
—Sí. Sally y yo estamos aquí. Deja que te echemos una mano.
Entre los dos ayudaron a Watch a salir del agua. Estaba frío como un témpano y tan aterido que apenas sí podía mantenerse en pie. Permaneció tendido en el suelo de la cueva, intentando recobrar el aliento y secando el agua de las gafas.
—Me alegro de que no se me hayan caído. No veo absolutamente nada sin ellas.
Adam y Sally se arrodillaron junto a él. Le frotaron vigorosamente los brazos y las piernas para activar la circulación de la sangre. Los temblores comenzaron a remitir.
—¿Pero de dónde sales? —pregunto Adam.
Watch se sentó haciendo un terrible esfuerzo.
—Del patio trasero de la señora Robinson-respondió.
—¿Quién es la señora Robinson? —preguntó Adam.
Sally hizo una mueca.
—Yo la conozco. Es una vieja espeluznante que nunca sale de casa. Hace diez años envenenó a su esposo y ni siquiera tuvo la delicadeza de asistir a su funeral.
—Yo No sé nada de eso-continuó Watch—. Pero tiene un pozo muy profundo en medio de su patio trasero.
Watch les explicó brevemente todo lo que había hecho desde la última vez que se vieron antes de que se cerrara la entrada de la cueva. Incluso les contó lo que había dicho la bruja. A Adam el relato le pareció fascinante, no obstante estaba impaciente por seguir el rastro de la criatura que se había llevado a Cindy. Ayudó a Watch a levantarse.
—¿Cuánto tiempo estuviste debajo del agua? —le preguntó.
Watch tosió un par de veces.
—Sólo un par de minutos. Pero se me hicieron eternos.
Adam advirtió que su amigo llevaba una linterna.
—¿Funciona tu linterna?
Watch probó a encenderla. No tuvo éxito.
—Supongo que las pilas se habrán mojado.
—Por casualidad no llevarás un arma de gran precisión en el bolsillo, ¿verdad? —preguntó Sally.
—No.-Watch parpadeo—. ¿Dónde está Cindy?
—Una horrible criatura la raptó-explicó Adam—. Hace unos veinte minutos aproximadamente.-Señaló el suelo. —Estamos siguiendo estas huellas. ¿Te sientes con fuerzas para caminar?
Watch asintió.
—Creo que eso me ayudará a entrar en calor. Pero antes una advertencia sobre esas criaturas: se llaman hyeets y al parecer jamás hacen prisioneros.
—Entonces será mejor que nos demos prisa-dijo Adam. —Andando.