8
Watch había invitado a Bum a cenar pavo asado con puré de patatas, salsa de carne y guisantes, y aún no se había enterado de nada que pudiera ayudarle a rescatar a sus amigos de la Cueva Embrujada. Bum estaba demasiado concentrado en dar buena cuenta de aquel festín para preocuparse de asuntos triviales como el hecho de que tres chicos estuvieran atrapados bajo tierra. Por la forma en que Bum engullía los trozos de carne blanca y las galletas untadas en mantequilla, Watch hubiese jurado que su amigo no había probado bocado en una semana.
—¿Quieres alguna otra cosa? —preguntó Watch con creciente impaciencia. Él no se había pedido comida, sólo un vaso de leche que tenía un sabor extraño, como si la hubiesen sacado de la nevera del señor Spiney, el bibliotecario. Aquel tipo siempre añadía calcio a la leche que ofrecía a todo el mundo para fortalecerles los huesos. El señor Spiney tenía verdadera obsesión por mantener los huesos fuertes, si bien su cuerpo adoptaba una postura que dejaba mucho que desear.
Bum asintió con la boca llena.
—Cuando me acabe esto, pediré tarta de manzana y un helado.-Hizo una pausa y miró a Watch—. ¿Seguro que no tienes hambre?
Watch bajó la cabeza.
—Se me han quitado las ganas de comer.
Bum asintió.
—Estás preocupado por tus amigos, lo comprendo. Tal vez exista otra forma de entrar en la cueva.
—Eso ya lo has dicho antes-dijo Watch, irguiéndose en su silla. —¿Conoces alguna otra entrada?
Bum lanzó un eructo y comió un poco de puré.
—No.
Watch volvió a apoyarse en el respaldo de la silla.
—Oh.
—Pero el hecho de que yo no conozca otra entrada, no significa que no exista-aclaró Bum—. Es posible que Ann Templeton sepa otro modo de entrar en la Cueva Embrujada.
—¿La bruja del pueblo?
—Sí. Esa mujer es muy lista.
Watch se quitó las gafas y limpió los cristales con la camisa. Se le empañaban a menudo.
—¿Es cierto que Ann Templeton te echó una maldición cuando eras alcalde y te convirtió en vagabundo?
Bum sonrió.
—Pues si me echó una maldición, me alegro de que lo hiciera. Ser un vagabundo es mucho más divertido que ser alcalde. No tienes que asistir a ninguna reunión. Detestaba todas aquellas dichosas reuniones. La gente te sentaba alrededor de una gran mesa y hablaba de cosas que a nadie le importaban un pimiento.
—Pensaba que en realidad lo habías incendiado.
Bum se rascó la barbilla.
—Oh, sí, bueno. Eso fue la noche en que la esposa del jefe de bomberos estaba de parto. El edificio del ayuntamiento era horrible. Creo que las cenizas hicieron mucho más por ese edificio de lo que hubiese hecho una capa de pintura.
Watch volvió a ponerse las gafas. Sin ellas podía considerarse legalmente ciego. No veía tres en un burro desde que su familia se había roto y todos sus miembros se habían largado a diferentes zonas del país. De todas formas, nunca hablaba del tema. Ni siquiera Sally sabía lo que Watch había tenido que pasar había tenido que pasar al crecer en Fantasville. Desde luego, no había tenido una infancia muy agradable.
—¿Le has hecho alguna trastada a Ann Templeton? —preguntó Watch—. Porque si vamos a ir a su casa a pedirle un favor, me gustaría saberlo.
Bum se pasó la mano por su escaso pelo.
—Bueno, en una ocasión propuse al consejo que pavimentásemos el cementerio y construyésemos un centro recreativo. Puesto que el cementerio se encuentra prácticamente en el patio trasero de su casa, es probable que mi propuesta no le sentara nada bien. Al día siguiente me envió una calavera por correo. La utilicé como pisapapeles durante un par de meses hasta que me sustituyeron.
—¿Por qué querías construir un centro recreativo en un cementerio? —preguntó Watch.
Bum se echó a reír a carcajadas y se palmeo las rodillas.
—¡Pensé que podíamos celebrar unas fantásticas fiestas de Halloween con todos esos muertos bajo nuestros pies!
Watch no tuvo más remedió que echarse a reír también.
—La verdad es que ese lugar tiene una magnífica vista. Pero volviendo a Ann Templeton, ¿tienes idea de dónde estará?
Bum echó un vistazo a uno de los relojes de pulsera de Watch. En aquel restaurante el servicio era muy malo. Habían tardado siglos en servirle la comida. Habían pasado tres horas desde la última vez que Watch viera a sus amigos. Ya casi eran las once de la noche.
—A las doce irá a la tienda de comestibles-le informo Bum—. Siempre hace la compra los viernes a medianoche. No confía en ninguno de sus criados cuando se trata de comprar comida. De todos modos, no tiene muchos sirvientes humanos. De hecho, la tienda sólo permanece abierta para ella. Los dueños tienen miedo de cerrar antes de que ella aparezca por allí. En una ocasión no la esperaron y, al día siguiente, encontraron al carnicero congelado en la cámara frigorífica.
—¿Tenía un gancho de carnicero clavado en la cabeza? —preguntó Watch.
—No. Se había atragantado mientras comía una barra de helado. No sé si fue culpa de Ann Templeton, pero desde entonces la tratan como a una reina.
—Antes me has dicho que las criaturas de la cueva se llaman hyeets-dijo Watch—. ¿De dónde viene ese nombre?
—Así las llamaban los indios que vivían en ésta zona-explicó Bum. —Se trata de esos seres que salen en los documentales de televisión. Son el eslabón perdido, el puente entre los humanos y los monos. Debes respetarlos. La prensa les presta más atención que a la mayoría de los políticos.
—¿Son seres inteligentes? —preguntó Watch.
Bum se quedó pensativo.
—Lo ignoro, sólo sé que siempre tienen hambre. Pero como viven bajo tierra, donde no hay mucha comida, no creo que sean muy listos. Watch dudó un momento antes de formular la siguiente pregunta.
—¿Es verdad que se comen a la gente?
Bum asintió gravemente y volvió a concentrarse en su cena.
—Sí, y lo que más le gusta son los niños. Son su plato preferido.