Veintiocho

—A lo mejor estabas soñando —sugirió Carter, aunque Allie advirtió la tensión de sus músculos.

—De eso nada —insistió Allie—. Alguien había revuelto mis cosas. Además, le vi.

Estaban sentados en el cenador en compañía de Rachel. Las clases habían terminado por aquel día hacía apenas unos minutos. El cielo amenazaba tormenta, pero todavía no había empezado a llover.

—A veces vemos a personas en sueños —siguió arguyendo él—. A todos nos pasa. ¿Cómo puedes estar segura de que no estabas dormida y el viento movió las cosas?

—¿Te pellizcaste, Allie? —le preguntó Rachel—. ¿Hiciste algo para asegurarte de que estabas despierta? A veces los sueños parecen muy reales.

—Le vi —la frustración la invadía por momentos—. ¿Por qué no me creéis? Me senté en la cama y él salió por la ventana. No fue un sueño. Estaba en mi cuarto —se estremeció.

—Eh, no pasa nada —Rachel la rodeó con el brazo—. Todo va bien. Te creemos. Solo queremos asegurarnos. ¿Qué aspecto tenía?

Allie arrugó la cara mientras trataba de recodar hasta el último detalle.

—Era más bajo que Carter, más delgado. Iba vestido de negro y era rubio. Estoy segura de que tenía el pelo casi blanco.

Pasaron un rato repasando sin mucho entusiasmo la lista de todos los alumnos que pudieran coincidir con la descripción, pero los descartaron a todos.

—Nadie de la Night School tiene ese aspecto —concluyó Carter—. Y solo la Night School podría trepar al tejado hoy por hoy.

—La Night School y quienquiera que estuvo en mi habitación ayer por la noche —dijo Allie—. Carter, tengo que contarte otra cosa…

Hasta entonces no le había hablado de su conversación con Sylvain, y en aquel momento lo puso al día. Carter escuchaba con los dientes apretados. Cuando Allie hubo terminado, el chico se puso en pie sin decir una palabra y caminó hasta el lindero del bosque, donde se quedó plantado de espaldas a ellas.

—Ay, ay, ay… —dijo Allie. Al principio había querido detenerlo, pero luego, pensándoselo mejor, se había vuelto a sentar.

—Dale un momento. Se le pasará enseguida —dijo Rachel—. Además, cuando se entere de las noticias que traigo yo, sí que se va a cabrear de verdad.

—¿Noticias? —Allie enarcó una ceja con curiosidad.

—Espera a que vuelva —repuso Rachel con la mirada fija en Carter—. Prefiero contarlo solo una vez.

Poco después Carter regresó al cenador. El rubor que le había teñido las mejillas mientras Allie le contaba la conversación con Sylvain se había suavizado y parecía más tranquilo.

—Le creo —dijo—. Es un capullo, pero si alguien está al corriente de todo lo que ocurre en el colegio, es él. Debería haber hablado conmigo —parecía enfadado—, pero como tiene esa especie de obsesión contigo decidió hacerlo a su manera. Pues muy bien. Ahora ya sabemos lo que hay.

Allie miró a Rachel, que hizo un gesto de dolor antes de inclinarse hacia Carter.

—Lo que voy a decir no te va a gustar nada.

—¿Qué? —farfulló él—. No me digas que las cosas aún pueden mejorar.

—Le he contado a mi padre lo que está pasando.

—Qué bien. ¡Acaban de mejorar! —Carter se pasó las manos por el pelo—. Jamás hubiera imaginado que fuera posible. Sabéis, entre la una y la otra, al final todo el colegio va a estar al corriente de nuestros secretos antes del viernes. ¿Por qué no los publicamos en un tablón de anuncios y en paz? A lo mejor podemos crear una página web: TodosNuestrosSecretos punto com.

—No hay ordenadores —le recordó Allie.

—Soy absolutamente consciente de la ausencia de nuevas tecnologías en Cimmeria —le espetó él—, pero gracias por recordármelo.

Allie se refugió en Rachel.

—Lo siento muchísimo —se disculpó esta—. Me doy cuenta de que no te fías de mi padre, pero te aseguro que puedes confiar en él. Y tengo miedo por Allie. De modo que le pedí a Isabelle que me dejara llamarle por teléfono y se lo conté todo. Sabe quién es Nathaniel.

La última frase quedó como en suspenso.

Allie fue la primera en reaccionar.

—¿Quién es? —preguntó ansiosa.

—Eso es lo malo —repuso Rachel al mismo tiempo que posaba en Carter una mirada preocupada—. No me lo quiere decir.

—Claro que no —respondió él con sarcasmo—. Eso sí, podemos confiar plenamente en él.

—Pues sí que podemos —Rachel intentaba no perder los nervios—. Dice que no puede revelar toda la información, pero me ha contado algunas cosas de él.

»Según mi padre, Nathaniel va en serio. Por lo visto, Isabelle y él tenían una relación muy estrecha, esas fueron las palabras exactas que usó, pero se pelearon, y ahora Nathaniel está decidido a apoderarse de Cimmeria y de la Night School; vamos, que quiere hacerse con el puesto de Isabelle, más o menos. Mi padre dice que si eso llegara a suceder, sería un desastre. Odia a Nathaniel. Lo considera un ser despiadado y cree que posiblemente esté loco. Y dice que no se detendrá ante nada con tal de salirse con la suya.

—Vaya, genial —dijo Allie.

—La cosa no acaba ahí —prosiguió Rachel—. Algunos miembros del consejo directivo están de su lado. Por lo visto, Isabelle está haciendo algo que no les parece bien, algo relacionado con la organización a gran escala. Sea como sea, hay quien quiere quitar a Isabelle de en medio y creen que podrían utilizar a Nathaniel para ello. Dejar que se deshaga de ella y librarse luego de él. Sin embargo, mi padre dice que no funcionará y que si hacen algo así, lo van a estropear todo.

»Hablará con Isabelle el viernes cuando venga a buscarme. Pero también me ha dicho otra cosa —miró a Allie con el ceño fruncido—. Ha dicho que vigiles tu espalda.

Allie se estremeció cuando le vinieron a la mente las imágenes de la noche anterior. A continuación se irguió y adoptó una expresión resuelta.

—Vamos a hablar con Isabelle.

—¿Qué? —exclamó Rachel—. ¿Ahora?

—Ahora.

—Tiene razón —Carter se levantó y se colocó junto a Allie—. Yo ya no sé qué pensar. Y alguien entró en su cuarto ayer por la noche. Ha llegado el momento.

—Bueno —Rachel se puso en pie y se unió a ellos—, a lo mejor si somos tres, no nos expulsa.

—¿Y estás segura de que no estabas soñando? —Isabelle la miraba con ojos penetrantes pero Allie no flaqueó ante el escrutinio.

—Del todo —afirmó con más seguridad de la que sentía.

Después de que le hubieran contado toda la historia, Isabelle había invitado a Matthew y a Sylvain a unirse a ellos, y se habían reunido todos en el despacho de la directora. Allie y Carter estaban apoyados en las mismas vitrinas que habían inspeccionado dos semanas antes. Rachel se había sentado ante ellos, con las piernas cruzadas en el suelo. Isabelle, Sylvain y Matthew, por su parte, ocupaban las butacas de piel.

A la llegada de los dos últimos, Isabelle había presentado a Matthew como un «experto en seguridad», y había solicitado a los tres chicos que volvieran a narrar su historia.

Ahora reinaba el silencio en el despacho, mientras los recién llegados intentaban procesar la información.

—Seguro que era uno de los hombres de Nathaniel —declaró Sylvain al fin rompiendo el silencio.

Isabelle lo miró con incredulidad, pero él no se retractó.

—Ya saben quién es, ¿verdad, Allie? —dijo al mismo tiempo que la miraba fijamente.

Allie asintió, roja como la grana.

—¿Cómo conocéis la existencia de Nathaniel? —bramó Isabelle muy enfadada.

Allie echó un vistazo a Carter y luego volvió a mirar a Isabelle. Torció la boca mientras pensaba qué decir.

—¿Acaso importa?

Isabelle le sostuvo la mirada largos instantes sin que Allie fuera capaz de interpretar su expresión.

—No, supongo que no —incluyó a Carter y a Rachel—. ¿Vosotros también estáis en el ajo?

Ambos asintieron en silencio.

—Muy bien, pues —se volvió hacia su consejero—. ¿Matthew?

—¿Quién si no pudo ser? —confirmó este.

—De acuerdo. Quedan dos días hasta que acabe el trimestre —dijo Isabelle dirigiéndose a todos los presentes—. La Night School está funcionando al límite de su capacidad para garantizar la seguridad de los terrenos. Sin embargo, no somos suficientes; alguien se ha abierto paso y no nos hemos dado cuenta. No sé lo que creéis saber acerca de Nathaniel, pero os aseguro que es una persona muy peligrosa y vengativa. Es el responsable de algunas de las cosas que pasaron la noche del baile. De modo que tendremos que cambiar de estrategia. Hablaré con los demás pero, mientras tanto, Sylvain y Carter tendrán la misión de cuidar de Allie en todo momento. De día y de noche. Al menos uno de los dos deberá acompañarla constantemente. No debéis dejarla sola. Podéis turnaros. ¿De acuerdo?

Carter fulminó a Sylvain con la mirada, pero asintió.

Sylvain, por su parte, adoptó una expresión de absoluta inocencia.

—De acuerdo.

—Allie —Isabelle se volvió hacia ella—, quiero que sigas con tu vida como de costumbre. Asiste a clase y duerme en tu cuarto, pero no vayas a ninguna parte sin Carter o Sylvain.

Aunque no atinaba a comprender cómo lo iban a hacer (¿Y cuando tenga que ir al cuarto de baño qué?), Allie accedió en silencio.

—Rachel, sé que ya lo estás haciendo de todos modos, pero permanece junto a Allie todo el tiempo que puedas tú también. Necesitará tu apoyo.

—Por supuesto —asintió Rachel.

Isabelle prosiguió:

—Hablaré con tu padre para asegurarme de que le parece bien, pero estoy convencida de que no pondrá ningún inconveniente. Y ahora —barrió a los alumnos con la mirada—, por favor, dejadnos. Tenemos trabajo que hacer.

En cuanto salieron al pasillo, empezó a palparse la tensión en el ambiente. Carter tomó la mano de Allie con ademán posesivo.

—¿Quieres que haga yo el primer turno? —dijo Sylvain con una voz que era puro terciopelo.

Carter apretó los dientes con fuerza.

—Quiero que te vayas a tomar por el… —comenzó a decir, pero Allie lo cogió por el brazo.

—Carter, no. Tranquilízate —los miró a ambos—. Podéis quedaros los dos hasta que alguno tenga que ir a alguna parte, ¿vale? Entonces el otro se hará cargo. Sin pelearos. Juntos.

Ninguno de los dos respondió.

—Estaré en la biblioteca con Rachel el resto del día. Podemos estudiar todos juntos —prosiguió Allie—. Todo irá bien. Solo son dos días.

—Por mí, perfecto —ronroneó Sylvain.

Carter seguía sin responder, y Allie alzó la vista hacia él, acariciando al mismo tiempo sus tensas mejillas con las yemas de los dedos.

—Venga —susurró.

—Vale —masculló él entre dientes—. Ambos cuidaremos de ti.

Allie suspiró.

—Bien.

—Bueno pues… Hay un libro de química que me está llamando —intervino Rachel.

Allie la miró agradecida.

—Y yo tengo que terminar ese maldito trabajo de Historia. Solo he de subir un momento a mi cuarto a coger los apuntes.

—Te acompaño —corearon Carter y Sylvain.

Se asesinaron el uno al otro con la mirada.

—Oh, Dios mío —masculló Allie agotada—. Lo que faltaba.

Durante el resto de la tarde, aparte de un breve descanso para cenar, estudiaron juntos en la biblioteca, donde la prohibición de hablar impedía las discusiones, algo que Allie agradecía profundamente. Sin embargo, cada vez que salía a tomar un café, tanto Carter como Sylvain se empeñaban en acompañarla. El primero fulminaba con los ojos al segundo, que se encogía de hombros:

—Es que tengo sed.

—Qué caradura —mascullaba Carter, y después cogía la mano de su chica.

La última vez, Allie se volvió hacia su amiga mientras tiraban de ella, para articular con los labios:

—Socorro.

Rachel le hizo una mueca compasiva.

Más tarde, cuando esta sugirió que hicieran un descanso para ir al cuarto de baño, Allie la siguió encantada. Sylvain y Carter aguardaron al otro lado de la puerta.

—De verdad, es mi peor pesadilla hecha realidad. Mi novio y mi ex novio pegados a mí constantemente… juntos —Allie se lavó la cara con agua fría.

—Carter está llevando muy mal todo esto —suspiró Rachel mientras la otra se secaba el rostro—. Deseo, por su propio bien, que se tome una buena taza de calma y tranquilidad.

—Tendrá que hacerlo. Yo no voy a soportar esto durante dos días enteros —convino Allie mientras se aplicaba brillo de labios rosa pálido con el dedo—. Me voy a volver loca.

Se contempló en el espejo. El pelo le había crecido desde que estaba allí, y había ido perdiendo el tono caoba de la henna. Últimamente, la melena le caía en ondas brillantes y oscuras por debajo de los hombros. Largas pestañas enmarcaban sus enormes ojos grises, de un negro azabache contra su tez pálida. Apenas llevaba maquillaje; ya no lo necesitaba. La rígida blusa blanca y la faldita plisada del uniforme acentuaban sus curvas y realzaban sus piernas atléticas. Le sorprendió descubrir que ya no se parecía en nada a la tiarrona que siempre había sido. Por primera vez, creyó advertir en sí misma algo de lo que veían Carter y Sylvain cuando la miraban. He cambiado, pensó, y su imagen en el espejo asintió complacida. Estoy… guapa.

—¿Lista? —preguntó Rachel mientras tiraba una toalla de papel a la papelera.

Allie se metió el brillo de labios en el bolsillo.

—Lista.

—Esto tiene que terminar, Carter —le suplicó Allie—. Solo serán dos días. Por favor, hazlo por mí.

—Pero nunca podré olvidar cómo te trató… —protestó él con los hombros tensos.

—Ya lo sé, pero se disculpó y yo lo perdoné, así que tú tendrás que hacer lo mismo —arguyó ella—. Me está ayudando. Isabelle quiere que trabajemos juntos, así que deja de hacerte el machito. No te pega.

Pasaba de la medianoche y estaban sentados juntos en la cama de Allie. La ventana estaba cerrada, pero habían fijado la contraventana con un travesaño para mayor seguridad. Isabelle había insistido en que solo uno de ellos se quedara a pasar la noche con Allie, pero ambos se negaban a dejarla. Sylvain hacía guardia al otro lado de la puerta.

—Lo siento —se disculpó Carter—. Es que estoy celoso.

—¿En serio? —se rio Allie.

Él sonrió a su vez con expresión avergonzada.

—Solo un poco.

—No quiero a nadie más que a ti, Carter West —Allie se subió a horcajadas en su regazo con el rostro a pocos centímetros del de Carter—. No tienes motivos para estar celoso.

Las manos del chico le recorrieron la espalda y ella le rodeó el cuello con los brazos.

—Solo a ti —le dijo acercándose más a él para besarlo.

Se besaron hasta que Sylvain desapareció de sus pensamientos y únicamente quedaron ellos dos. Carter atrajo hacia sí las caderas de Allie sin que ella opusiera resistencia. Cuando le arrancó las puntas de la blusa y le pasó las manos por la espalda desnuda, Allie se estremeció. Mordisqueó el lóbulo de la oreja de Carter y notó cómo a él se le aceleraba el corazón.

Ambos estaban jadeantes y sin aliento cuando Allie se separó; Carter tenía el rostro congestionado.

—Esta vez voy a ser yo la que se ponga en plan responsable —dijo Allie.

—¿Es imprescindible? —susurró él. Le acarició los muslos que asomaban bajo la falda levantada.

—Por desgracia, sí —Allie se puso en pie y se inclinó para rozar la boca de Carter con los labios, pero se echó hacia atrás antes de que él pudiera atraparla—. Alguien tiene que hacerlo y tengo el presentimiento de que no vas a ser tú.

—Esta vez no —reconoció Carter.

Allie le pasó las manos por el cabello para peinarlo y dijo:

—Pues me alegro de que hayamos tenido esta pequeña charla.

Él se echó a reír.

—¿Procurarás no ponerte tan celoso?

—Lo intentaré —prometió Carter. Se puso en pie e intentó capturarla, pero Allie abrió la puerta antes de que él se diese cuenta.

—Buenas noches, pues —oteó el pasillo hasta ver a Sylvain sentado contra la pared, mirando la puerta de Allie con semblante inexpresivo—. Buenas noches, Sylvain.

—Buenas noches, ma belle Allie.

Ella creyó percibir un tono de lamento en su voz.

Carter pasó junto a su chica inclinándose solo un momento para besarla con delicadeza.

—Si ves u oyes algo, lo que sea, grita, ¿vale?

—Lo prometo.

En cuanto Carter hubo salido, Allie se puso un pijama limpio, de color blanco, y se metió en la cama. Después de apagar la luz, repasó mentalmente todo lo sucedido aquella noche, en particular el calor de los labios de Carter. Lo mucho que él la deseaba.

Ni una sola vez pensó en Nathaniel, en el peligro o en la necesidad de ir por ahí con guardaespaldas. En cambio, se sumió en el fulgor cálido de la felicidad y flotó hasta las aguas del sueño.

Más tarde se preguntaría qué la había despertado. Quizás fueran las pisadas en el pasillo. Las voces al otro lado de la puerta. En cualquier caso, cuando entraron en la habitación y encendieron la luz, Allie ya estaba sentada en la cama. Eran las tres en punto de la madrugada.

—Levanta, Allie —Carter tenía una expresión sombría—. Nathaniel viene hacia aquí.