Posiblemente a lo largo de la historia de la humanidad no haya otra figura que haya atraído como Cayo Julio César la atención de los historiadores. Su extraordinaria y fascinante personalidad como hombre y su envergadura y genio como militar y político lo justifican plenamente. César luchó por imponer el dominio universal de Roma con un mando único, fuerte e indiscutible, y marcó una línea irreversible hacia una estructura política de signo monárquico, pero con unas instituciones de corte democrático. Su asesinato en los idus de marzo le impidió consumar o, más bien, consolidar su objetivo, pero le dejó el camino prácticamente andado a su sucesor y heredero Cayo Augusto. Prueba evidente del reconocimiento y admiración que despertó entre sus contemporáneos fue que todos su sucesores en el mando supremo de Roma ostentaron el título de "César". En su obra La guerra de las Galias nos describe, con un estilo sorprendente, de prosa clara, incisiva y fluida, las campañas que realizó en las Galias desde el año 58 a.C. hasta el 52 a.C., y supone un fidedigno testimonio histórico de una época fundamental para la historia de Occidente.