LA PLAZA DEL PINO

La calle de Petritxol, hacia la que va el amanuense, sale de la plaza del Pino. La iglesia del Pino está puesta bajo la advocación de Nuestra Señora de los Reyes y es muy antigua y meritoria, muy húmeda y serena; si la Santa Espina no la sacan a tiempo de su cripta, hubiera acabado echándose a perder. El pino que dio nombre a la plaza pasó a mejor vida hace ya la mar de años; desde entonces, de cuando en cuando se planta un pino nuevo que, a pesar de los cuidados, dura poco, se conoce que el terreno es escasamente saludable para pinos. Por aquí anduvo el charco que decían Cagalell, que dio nombre al Cagadell o Caganell, huerta que anduvo entre Montjuic y la Rambla o entre Montjuic y el puig Taber (que eso va en gustos de geógrafos históricos). Aunque, según los sabios, el nombre viene de cacalellum, diminutivo de cacabulum, estanque natural, la etimología no deja de tener, por eso, un tufillo más bien apestoso.

A la izquierda de la iglesia, según se sale por su puerta, y haciendo esquina a la calle del Cardenal Casañas, está la casa de la congregación de la Purísima Sangre, piadosa institución especializada en socorrer las zurradas carnes y los espíritus en peligro de los condenados a muerte. Frente a la iglesia aparecen dos casas con graciosos esgrafiados del siglo XVIII, no poco heridos por el paso del tiempo; en una de ellas sentó sus reales el próspero gremi dels Revenedors, y por la otra se puede uno colar al pasaje Maldá, que lleva, por un lado, a la calle del Pino y, por el otro, a la de la Puertaferrisa. El Instituto Agrícola Catalán de San Isidro está instalado en el antiguo palacio Fivaller, familia que dio concejales bravos en la Edad Media; el caserón está bien conservado, pero no tiene mayor mérito; durante la francesada, fue cuartel del general Duhesme.