Capítulo XI

 

 

 

Después de lo vivido durante la mañana, Nessie no volvió a salir de la habitación, quería aclararse las ideas, nunca había sentido nada igual,  tampoco tenía con que compararlo, ni menos se atrevía a preguntarle a alguien. Así que decidió quedarse ahí.

 

Los días comenzaron a pasar con tranquilidad, sin ningún contratiempo, llevaban cinco mañanas practicando sagradamente, luego de eso, cada uno seguía con sus labores, Alistair pasaba la tarde en la reconstrucción del castillo y su humor para asombro de todos estaba mejorando.

Nessie se había ofrecido a ayudar a Bethia en los quehaceres de la cocina, luego ambas que se habían hecho buenas amigas cuidaban los niños. Que claro, a esas alturas la adoraban, no solo por ser la mujer de “El Lobo” sino que también porque sabía luchar.

Con el pasar de los días, la gente la respetaba un poco más, al menos la saludaban, el único que solo le decía pesadeces era Owen  pero a ella no le importaba, en cierta forma entendía al anciano.

Cada noche, en la cena, cuando Nessie acostumbrada a comer poco osaba dejar restos en el plato, Alistair con sus propias manos se los terminaba de dar, era como una rutina, Nessie se negaba, pero toda la calidez del día, se agriaba cuando ella le decía que no a “El Lobo”.

Una noche después de la cena, Nessie cansada se levantó para ir a su habitación, se despidió de Alistair y de Ray. Ellos siempre se quedaban un rato charlando y preparando lo que harían al día siguiente.

Alistair se puso de pie y se despidió de sus hombres.

―Subiré contigo ―le anunció a Nessie alcanzándola en la cocina, ella todas las noches se despedía de Annie y de las demás muchachas.

―¿Y no te quedarás con Ray? ―preguntó intrigada, ella sabía que a esas horas era el único momento que todos los hombre disfrutaban distendidos, como amigos, sin formalismos, a ella no le gustaba quedarse, muchas de las cosas que decían le parecían ridículas, casi todos pensaban que las mujeres solo debían dedicarse al hogar.

Prefirió no responderle nada, la tomó de la mano y subieron así las escaleras, cuando llegaron a la habitación él cerró la puerta y se quedó un momento contemplándola, ya no con la mirada cristalina ni suave, sino que con una un poco más oscura.

―No era necesario que me acompañaras.

―¿Por qué? No puedo querer subir a mis aposentos con mi esposa para ser tratado como corresponde.

Nessie arrugó la frente y lo miró a la cara para intentar dilucidar qué era lo que realmente quería decir.

―Sí, sí, claro que puedes ―habló pasando por su lado para ir directo a la mesita que tenía un jarro con agua, echarlo a la fuente y refrescarse, esa noche, hacía más calor que lo normal.

Alistair no se había movido y observaba todos sus movimientos como el felino que realmente era, luego se acercó hasta ella y acarició su cuello, eso la hizo temblar.

―Estás mojada.

―Sí…lo sé ―reconoció alejándose para tomar su camisón.

Alistair la siguió y con cuidado le quitó la prenda de las manos.

―¿Qué…qué haces?

―Esta noche hace calor, no es necesario que lo uses.

―¿No? Y…y, con qué voy a dormir ―preguntó nerviosa mirándolo mientras el terminaba de quitarse los pantalones para quedar completamente desnudo.

―Dormirás como yo ―anunció metiéndose en la cama totalmente desnudo, para luego mover las tapas de su lado para que ella se acostara también―, quiero sentir tu piel desnuda junto a la mía.

―¡Alistair! ―exclamó sonrojándose.

―Eres mi mujer, no te estoy pidiendo nada que no deba, sácate la ropa antes de que yo lo haga por ti, y ya sabemos cómo queda cuando lo hago yo ―recordó con una sonrisa lobuna capaz de alterar a cualquiera, incluso a ella―. Estoy esperando Nessie, no me hagas repetirlo.

Ante esa orden, la muchacha cerró los ojos, desarmó el nudo de su vestido, lo dejó caer y rápidamente cubriéndose con las manos lo que más podía corrió para meterse en la cama, y con mucho cuidado de no tocarlo se acostó.

Pero no sirvió de nada, aunque ella estuviera en el otro extremo, Alistair se pegó a su espalda, Nessie al sentirlo se quedó como una estaca.

―No haré nada que no quieras a…

―No quiero hacer nada ―lo cortó rápidamente sin dejarlo terminar.

―Perfecto ―respondió molesto―. Pero quiero sentir el calor de tu piel y respirar tu olor.

―Puedes hacerlo de todos modos si estoy con camisón.

Alistair suspiró, tenía que serenarse para no descontrolarse.

―Escucha Ness, jamás haría nada que no quisieras ―justo en el momento en que ella iba a reprocharle, como ya la conocía, le tapó la boca con su mano para poder seguir hablando―, pero quiero volver a sentir tu cuerpo junto al mío y quiero hacerte mía como corresponde sin que me temas.

Al escuchar como la llamaba con ese apelativo cariñoso, algo se movió en su corazón, lentamente Nessie se volteó quedando de frente a él. Puso la mano en su torso para guardar distancias,  era primera vez que oía tanta ternura en su voz.

―Yo no te temo Alistair, estoy aquí desnuda ¿o no?

―Obligada.

―¿Tú crees qué me podrías obligar?

Alistair tomó la mano que lo estaba separando de ella y se la llevó a los labios, la miró a los ojos, que en ese momento estaban tan verdes como las praderas de Escocia y la besó.

―Duérmete Nessie, mañana será otro día —murmuró besándola ahora en la frente.

Nessie se giró hacia el otro lado e intentó dormir, pero le fue imposible, entre el calor y lo incomoda que se sentía pegada a su cuerpo, no pudo. Esperó a qué él estuviera completamente dormido y con cuidado se soltó de su agarre, el guerrero dormía plácidamente así que no se dio cuenta de nada.

Para poder dormir tranquila, Nessie en silencio caminó hasta donde estaba su camisón.

¿Cómo iba a poder dormir desnuda? Eso no era sano, no correspondía.

Así, con camisón puesto se volvió a la cama, y ahora sí pudo dormir.

A la mañana siguiente, y con la erección ya acostumbrada, Alistair despertó, y lo primero que vio fue a Nessie en el otro extremo de la cama y vestida. Le dio un golpe a la almohada y aun así ella no despertó.

Esperó un rato y salió de la habitación, ese día no podían entrenar temprano, tenía que supervisar un par de cosas, esperaba hacerlo al medio día, así que sin más tiempo que perder se fue a sus quehaceres, malhumorado.

Pobre del que se le cruzara por el camino, su humor empeoraba a cada momento. ¿Por qué Nessie no era capaz de seguir una simple orden?

―¡Bruja! Ni siquiera te sentí cuando te fuiste de mi lado ―comentó mientras caminaba hacia una de las torres.

En eso ocupó gran parte de la mañana.

 

Nessie feliz terminaba de amasar en la cocina cuando de pronto Cormac entró con unas flores para su mujer, y luego de darle el acostumbrado beso de la mañana se marchó.

Todos los días era testigo de aquellos besos, le encantaba ver la suavidad con que él la tomaba de la cintura y la apegaba hasta su cuerpo en tanto Bethia le acariciaba el pelo poniéndose en puntillas para estar más cómoda. Nunca había a nadie besarse de esa manera, y de algún modo le encantaba.

―¿En qué piensas? ―la distrajo de sus pensamientos Bethia.

―Eh…

―Y…

―Es que me encanta ver cuánto te ama Cormac, como te besa.

―Me pierdo en sus labios, dejaría mi vida entera por él, estuve tantos años deseando sus labios, sus manos, que ahora que lo tengo creo que nunca será suficiente ―comentó más bajito sonrojándose.

―Se merecen todo el amor que se tienen.

―¿No es bonito el amor? ―suspiró su amiga dándole la mano.

Después de ese momento tan bonito, juntas comieron en la cocina, Nessie se negaba a comer sola en el gran salón y por la tarde, cuando estaban a punto de salir se cruzaron con Alistair que venía entrando por  la puerta del castillo.

―Sube a cambiarte.

―Yo pensé que hoy estarías ocupado, quedé con Bethia para ir al lago.

―Tú querías entrenar, esto es serio, no solo cuando a ti se te da la gana.

¿Por qué le hablaba así? No entendía, pero dispuesta continuar con un día  agradable, decidió callar y subir a cambiarse.

Cuando estaba a punto de subirse los pantalones, entró Alistair sin siquiera tocar, él esperaba ver otra cosa, un poco más, no a su mujer calzándose la ropa con el vestido puesto, así que molesto bufó:

―Llevas tres días usando el mismo vestido. ¿Crees qué es adecuado para la señora del castillo?

Eso ya era demasiado y terminando de vestirse Nessie le respondió:

―¿Y quieres saber por qué llevo tres días con este vestido? Porque el bruto de mi esposo pensó que toda la ropa que poseía me la había reglado mi amante, ¿o no?

―No tu amante, ¡pero sí Athol! ―afirmó ofuscado, le molestaba de sobremanera que ella le recordara constantemente su error. Eso sumado a qué no la podía tocar le estaba sacando al animal dormido que llevaba dentro.

―¿Pero qué dices?

―Lo que escuchaste, ¿o me vas a negar que el vestido de la celebración no te lo regaló él?

―¡No!  ¿Estás loco?

―Claro qué sí, ¡no estoy loco! Yo estaba con él cuando lo compró. Y ahora que recuerdo dijo que era para su amor, ¿y a quién veo con el vestido puesto?

En ese momento Nessie entendió muchas cosas, Elaynne no se lo había regalado, había sido Athol, y le había pedido a su mujer que se lo entregara, se llevó las manos a la boca horrorizada, pobre Elaynne.

―¡Responde! ―exclamó sacándola de sus pensamientos.

―¡Yo! Yo lo tenía puesto, ¿estás contento?

―¡No! Claro qué no y ahora vístete, en cinco minutos te espero para practicar ―habló con voz cortante, y salió dando un portazo, dejando a Nessie ahora sí muy molesta.

Terminó de vestirse en tiempo record para bajar, no a una práctica, sino a una lucha cuerpo a cuerpo con el animal que la había insultado.

Annie al verla bajar tan seria por las escaleras se preocupó, esa muchachita siempre llevaba una sonrisa en los labios.

Sin mediar palabras, Alistair la tomó de la mano, y esta vez no se dirigieron al patio de armas como era de costumbre, caminaron en dirección contraria.

Cuando al fin llegaron, le soltó la mano y clavó la espada en el suelo.

Nessie se entretuvo viendo el lugar, era hermoso, era una colina y debajo de ellos se veía la playa, con el calor que hacía sintió unas ganas enormes de lanzarse.

―Bueno, vas practicar o a mirar.

Dejó de mirar y fue en busca de la espada, al tomarla se dio cuenta de que esta le pesaba un poco más. ¿La quería sabotear?

No dijo nada y se puso en guardia, pero al primer ataque cayó al suelo. Se puso de pie frotándose el trasero, no estaba acostumbrada a la espada nueva y por lo que podía ver en su atacante, tregua no le iba a dar.

Varias veces solo detuvo los ataques, llevaba varios minutos y aun no podía dar un solo golpe.

Alistar, como si le hablara a uno de sus guerreros le daba una orden tras otra, y ella las acataba como si lo fuera.

Estaba cansada, incluso el sudor le nublaba la vista, no entendía por qué el animal insistía en botarla a cada momento, demostrando así la fuerza que ejercía sobre ella, pero a pesar de eso, ninguna de sus embestidas no era respondida, ella le demostraba con creces que podía responder una y otra vez sin amilanarse.

Cuando tuvo la oportunidad de atacar lo hizo decidida y con fuerza, y al acercar el filo de la espada al pecho de Alistair tuvo la precaución de no tocarlo, solo rozarlo.

―¿Así qué así quieres luchar? Debes ser más rápida ―dijo y en un movimiento ágil le rompió parte del hombro del blusón.

Nessie se miró horrorizada, ella minutos anteriores solo lo había rozado, él no estaba jugando limpio.

―¡Qué! ¿Te molesta? ¿Quieres detenerte?

―¡No! Claro qué no, si tú quieres luchar y no practicar ¡vamos a luchar! ―chilló comenzando a atacar por primera vez de verdad.

Comenzó a moverse en círculos alrededor de él, esperando el primer movimiento, no era más fuerte, pero sí más ágil y debía aprovechar eso a su favor.

―Deja de girar y enséñame lo que sabes hacer, no pienses, solo ataca, deja las normas y sigue tu instinto. ¿Esto es lo que te enseñó Athol? ¡Nada! ―Se burló atacándola.

Alistair parecía recién descansado, en cambio ella estaba agotada, se pasaba la espada de una mano a la otra para aminorar el dolor, se preguntó mientras luchaba si alguna vez alguien lo había vencido, seguro que no, por eso el miedo que le tenían sus adversarios, incluso sus propios compañeros de batalla.

De pronto recordó algo que Athol le había dicho, despistar y atacar, dio una par de vueltas alrededor de Alistair y cuando este miró al cielo como pidiendo paciencia lo atacó tomándolo por sorpresa, con un grito de guerra digno de cualquier guerrero.

Alistair rápidamente reaccionó levantando la espada para contener el golpe, no lo podía responder. Ahora el acero retumbaba por todo el lugar. Alentado por esa reacción, “El Lobo” comenzó a luchar en serio, ahora era él quien se defendía, Nessie lo tenía acorralado y lo empujaba a retroceder mostrándole movimientos que no sabía cómo leer, ya no eran estudiados, parecían hecho al azar, pero eran demasiado buenos para serlos.

A Nessie le dolía la mandíbula de tanto apretar los dientes para aminorar el dolor de las manos, pero no se retiraría. Tenía los ojos entrecerrados, no era la dulce pelirroja, ni la bruja, ¡era un guerrero más!

Alistair blandeó la espada por su derecha, pero ella que ya lo había observado hacer ese movimiento, se jugó una opción, atacarlo de inmediato por la izquierda, giró sobre su propio cuerpo y a pesar de que la espada estuvo a punto de rozarle el costado que había dejado sin cuidar, su hoja llegó primero al cuerpo del guerrero con la fuerza justa para solo propinarle un fuerte golpe y no dañarlo.

Sorprendido Alistair la miró y habló:

―Te hubiera matado, ¡pésimo  golpe!

«Te herí primero» pensó, pero no tenía fuerzas para responderle y aprovechándose de eso, cuan lobo enceguecido Alistair arremetió con el cuerpo hasta donde estaba Nessie, ella en su defensa puso la espada, pero al ver la velocidad con que venía, la puso a un costado, eso hizo qué de un certero golpe la hiciera soltarla y  volara por los aires dejándolo vencedor a él.

Pero no dispuesta a dejarse vencer, antes de que el cuerpo del guerrero chocara con ella, se agachó, se giró de medio cuerpo y con el codo le dio de lleno en su entrepierna. Alistair cayó de rodillas echando una mil maldiciones cubriéndose ahora los testículos.

Nessie rápidamente fue en busca de su espada y se la puso  en el pecho.

―¿Te rindes?

Con los ojos inyectados en rabia Alistair la miró, daba miedo su actitud, a cualquiera hubiera hecho bajar la espada, pero no a ella, incluso le tiritaba la mano de tanta fuerza que usaba al empuñarla.

―Claro qué me rindo, si no me quedaré sin descendencia ―habló demostrando el dolor que sentía en su voz, Nessie pensó en disculparse, lo veía sufriendo, estaba tirado y tenía la frente arrugada, pero luego recordó todo el dolor que ella misma había sentido y se le pasó.

―¡Entonces gané! ―exclamó levantando la espada al cielo para gritar―. ¡Nadie me ofende impunemente!

―Ese no es el grito de tu clan― la increpó Alistair tirándola tan fuerte del brazo que Nessie perdió el equilibrio y cayó junto a él.

―Tú ganas, tu grito, yo gano, mi grito ―respondió echándose hacia atrás, estaba tan exhausta como él.

Después de unos minutos en que solo se miraron, diciéndose mucho más que con palabras Alistair sacándole el pelo pegado de la cara preguntó:

―Los últimos minutos de batalla fueron dignos de admirar, sobre todo la forma en cómo esquivaste mi último ataque. ¿Tú padre te enseñó a luchar así?

El momento era tan bonito, que Nessie no lo quería estropear, que él reconociera que lo había hecho bien significaba mucho para ella, y no queriéndole mentir negó con la cabeza.

―¿Broderic?

Volvió a negar mordiéndose el labio

―¡Quién! –exigió saber.

―Athol me dijo que si no podía vencer a un guerrero con la espada, le diera en su parte más íntima, que con eso me libraría del filo de cualquier espada. Así pondría a cualquier hombre a mis pies.

―¡Maldición! ¿Qué no hay nada que Athol no te haya enseñado ya? ―preguntó furioso sentándose.

Después de unos minutos de silencio respondió:

―Sí, si lo hay ―reconoció avergonzada.

―¿Qué, a ver? ¡Qué es lo que no te enseñó! –gruñó mirándola desde arriba. Ella aún seguía acostada, solo se sostenía de espalda con sus codos.

Avergonzada respondió:

―A besar como… como se besa Cormac y Bethia ―reconoció casi en un hilo de voz tan bajito que Alistair pensó en un momento que su cabeza lo estaba inventando.

Se rio con ganas, más de las que nunca había sentido en su vida, pero cuando vio cómo se mordía el labio nerviosa, se agachó, la tomó por la cintura para levantarla y acercarla hasta él. Sus bocas quedaron a escasos centímetros, podían respirar su aliento y al momento de hacerlo la pasión y la ansiedad los invadió. Juntaron sus labios y Alistair la besó, en un besó que la derritió por dentro y la hizo estremecer.

Las manos de Nessie se fueron hasta el pelo de Alistair y le devolvió el beso con el mismo fervor.

Al fin Alistair le estaba dando un beso de amor y aunque él sentía que se endurecía por la excitación y sentía unas ganas enormes de poseerla ahí mismo, se contuvo, sabía que si perdía el control, no podría recuperarlo.

Con cuidado apartó el pelo de su cara y sentir la suavidad de su piel lo hipnotizó. Ella se estaba dejando llevar, no parecía que le temiera, más bien al contrario, disfrutaba igual o más que él.

Segundos después sus manos fueron bajando por ese cuerpo que tanto le gustaba, hasta que llegó a sus caderas y la sintió temblar, no por frío, sino por el calor que su propio cuerpo le estaba proporcionando, uno que hacía que sus pezones se endurecieran. Al sentirlo, Alistair no pudo resistirse a la tentación de tocarlos y…chuparlos.

Pero no lo hizo, se concentró en su boca y alejó la mano con el dolor de su corazón. Ella era suave, su boca ardiente y sus lenguas parecían entenderse perfectamente mediante un baile provocador e increíblemente placentero para los dos.

Cuando sus cuerpos se separaron por un segundo, Nessie  lo miró con los ojos llenos de pasión, pero cuando Alistair vio duda en su mirada con la respiración entrecortada se apartó y los suaves gemidos que salieron de su boca le hicieron comprender que, ese no era el momento, ni el lugar.

―Tranquila ―le susurró―, disculpa, es que ya no puedo acercarme a tu boca y no desearte de una manera loca ―reconoció  levantándose del lugar, estaba desesperado por poseer a su mujer, pero no debía, sabía que no debía.

Necesitaba enfriarse, estaba a punto de explotar, y como si estuviera hechizado por el deseo de esa bruja se alejó hacia el único lugar donde podría calmarse.

Nessie lo vio alejarse mientras iba sacándose la ropa para adentrarse en el agua helada. Se levantó poseída, necesitaba mirarlo, y lo que vio desde lo alto la encendió aún más.

Se bañaba completamente desnudo y ella era incapaz de apartar la vista de él.

Así se quedó por varios minutos, mirándolo, contemplándolo y cuando sintió que su cuerpo le pedía a gritos que bajara a acompañarlo se volteó para ir a su encuentro y al  hacerlo se encontró con dos ojos café que la miraban con curiosidad.

―¡Kirsty! —exclamó―, ¿qué… qué haces aquí?

―Viene a buscarte para enseñarte algo que aprendí ―le dijo la niña y luego acercándose más para darle la mano preguntó―. ¿Qué estaba mirando tan concentrada?

―Yo... he, nada, nada.

―¡Sí! ―rio la pilluela acercándose a la orilla, pero Nessie más rápida para que no viera a Alistair se puso delante impidiéndole el paso.

―No, de verdad, nada, vamos para que me muestres lo que ibas a enseñarme.

Antes de que ambas se pusieran a caminar, Alistair, apareció mojado goteando con tan solo su pantalón.

―¿Dónde crees qué vas? —preguntó como si no hubiera sucedido nada mirando a Nessie que en ese momento se derretía por él.

―¡Ah! A él lo estabas mirando ―afirmó la pequeña.

―¡No!

―Sí ―respondió tomando la mano de su mujer, que en ese momento lo fulminaba con sus ojos verdes―. Le estaba enseñando a Nessie, que este lugar es muy peligroso, las mujeres no deben meterse al agua aquí.

Eso sí que le molestó, y no solo a Nessie, pero fue esta última quien contestó:

―¿Y por qué crees eso?

―Porque sí, porque no tienen fuerza para nadar contra la corriente.

―Pero qué estás…

―¿Eso le pasó a Irina? ¿Por eso se ahogó? ―se adelantó la niña a preguntar cortando a Nessie antes de terminar.

―Exacto, y tú tampoco deberías estar tan alejada del castillo y de la aldea, este no es un lugar para…

―Para que los niños deambulen solos, Kirsty ―lo interrumpió, sabía lo que le iba a decir y por supuesto no sería del agrado de la pequeña.

Él tan solo la miró.

Sin importarle el comentario de  “El Lobo” y como si él no existiera la pequeña fue a tomar la mano de Nessie y al hacerlo ella sintió que se quemaba y chilló.

―¡Auch!

Alistair al escucharla, y ver que movía la mano lo primero que hizo fue fulminar a la pequeña, pero luego  que Nessie le diera con el codo en el brazo, se llevó toda su atención.

―Son mis manos ―aclaró mostrándoselas, estaban totalmente enrojecidas, ampolladas, incluso una estaba sangrando.

―¡Dios, mujer! ―dijo exasperado―. Ves por qué las espadas son para los hombres.

―Alistair ―intentó tranquilizarlo en tanto trataba  retirar la mano, la estaba poniendo demasiado nerviosa―. No es nada y no digas sandeces.

―¿Sandeces? ¡Sandeces! Claro que no lo son, vamos ―indicó y en vez de tomarla de la mano la cogió en los brazos para caminar  en dirección al castillo.

Kirsty no encontró nada mejor que dejarlos solos, no quería seguir escuchando como el Laird le daba una y mil explicaciones a su heroína dé por qué las mujeres no debían luchar.

Ray, Cormac, que estaban en el patio del castillo al verlos, pensaron que algo le había sucedido a su señora y rápidamente fueron a ver qué ocurría.

―¿Estás bien Nessie?

―Sí, claro qué estoy bien.

―¡No! No lo está, dile a la curandera que suba a mis aposentos  Cormac, rápido ―ordenó y pasó por su lado sin detenerse, una vez que estuvo en la habitación con cuidado la depositó en la cama.

―Estás exagerando, ¿lo sabes verdad? ―comentó intentando no reír ya que Alistair estaba con el ceño fruncido y se pasaba las manos repetidamente por el cabello.

―¡Pero mírate!

―¡Alistair! No es la primera vez que me pasa, tengo cicatrices por todo el cuerpo, tú ya conoces algunas, no me hagas sentir derrotada cuando realmente estoy feliz.

Volteó la cabeza como si fuera un búho para mirarla y con prepotencia afirmó más que preguntó.

―Claro, estás feliz porque me venciste, porque actuaste como una loca desquiciada ¿hasta qué te heriste no?

―No –negó con la cabeza―, estoy feliz porque me diste un beso de amor.

Alistair comenzó a reír, esa mujercita lo desarmaba por completo, cuando esperaba una cosa sucedía otra completamente diferente, se acercó hasta la cama, la estrechó entre sus brazos y la besó hasta dejarla sin aliento.

―Me gustan los besos de amor ―susurró aun pegada a sus labios. Luego él la besó en el cuello y el calor que le proporcionaba su boca la hizo agitarse, pero no se apartó―. Quería descubrir cómo eran.

Alistair la tomó de la barbilla y la besó en los labios con suavidad, pero solo duró unos segundos ya que rápidamente pasó a un beso pasional y voraz.

Nessie, era incapaz de moverse, un calor abrazador la recorría para alojarse siempre en el mismo lugar: su entrepierna.

Ante la insistencia de Alistair que le mordía los labios abrió la boca para permitirle introducir su lengua y al hacerlo perdió toda capacidad de reaccionar. ¿Sería eso perder la cabeza por un hombre como decía Margarite? No, ella no quería perderla, menos por ese animal, eso la hizo recuperar la razón y la ayudó a separarse.

―No…no deberíamos hacer esto ―le dijo esperando que la entendiera y no se dejara llevar por el deseo.

―No voy a dañarte Nessie ―susurró besándola una vez más, y sin dejar de acariciarla le habló―: Si no quieres continuar dímelo, pero tiene que ser ahora ―pidió de corazón.

Su boca se apoderó de la de ella y Nessie comprendió que quería continuar, que quería sentir el resto de la pasión que se había negado a sentir, Alistair la deseaba, y la prueba de ello palpitaba en su vientre desprendiendo su propio calor.  Sentía los senos pesados y sus pezones erectos deseando ser tocados nuevamente.

En eso estaban cuando alguien tocó la puerta y sin esperar respuesta entró.

―¡Dios mío! ―gritó Annie que venía con la curandera seguida de Bethia,  Ray  y Cormac.

Con el diablo instalado en el cuerpo Alistair al sentir el grito se giró arrojando humo por las orejas.

―¡Qué! ¡¿Qué quieren?!

Ray y Cormac tuvieron que aguantar la risa, si osaban hacer algún ruido seguro su Laird los mataba ahí mismo.

―Es qué usted pidió a la curandera con urgencia, y…y bueno pensé que era algo grave.

―¡Grave es qué entres sin tocar! ¡Y todos! —vociferó ahora él poniéndose de pie, Nessie que escuchaba y era cubierta por el cuerpo de su esposo, no podía permitir que le hablara así a la anciana que lo había criado.

―Gracias Annie por tu preocupación ―dijo levantándose en tanto Alistair la fulminaba con la mirada oscurecida por el deseo―. Son mis manos, ¿me pueden dar algo para aliviar el dolor? ―preguntó mirando a la otra mujer tan anciana como la primera.

―Claro que sí, mi señora ―habló la curandera acercándose hasta ella.

―¡Se acabó! Fuera todos de aquí, solo te quedas tú ―exclamó mirando a la mujer que ahora tocaba a su bruja.

―No, también quiero que se quede Annie y Bethia, ¿por qué no sales tú con ellos y dejas que me curen tranquilas?

Solo el típico gruñido se escuchó en aquella habitación y sin mediar ni una sola palabra más salió maldiciendo por todo lo alto.

Cuando las mujeres se quedaron solas, Bethia, sin poder evitarlo fue la primera en reír seguida por Nessie y por último, las ancianas. Todas se miraron y no necesitaron de ninguna explicación para entender la situación.

La curandera comenzó a hacer su trabajo con rigurosidad, era a la mujer de “El Lobo” a quien estaba curando después de todo.

Luego de un rato, las ancianas salieron dejando a Nessie con un ungüento en las manos, eso le aliviaría el dolor y rápidamente volverían a estar normales.

Las jóvenes charlaron por un tiempo, incluso Bethia la ayudó a comer. De Alistair nadie sabía nada.

Bien entrada la noche, cuando Nessie estaba a punto de dormir, Alistair regresó y al verla despierta se fue directo a la ventana.

―¿Aun estás enojado?

―No. Duérmete ―ladró.

«Menos mal que no estás enojado» pensó acomodándose bien en la cama.

Alistair siguió por un momento más en la ventana, hasta que decidió acostarse y cuando levantó las pieles de la cama bufó:

―¿Otra vez con camisón?

―¡Y qué quieres!

―Ya sabes lo que quiero.

―Ah, no, así no, olvídalo ―afirmó tomando las pieles para cubrirse―. Pareces un animal en celo —soltó sin pensar.

―¡Claro que parezco un animal en celo! ―estalló al fin―. ¡¿Cómo es posible qué no pueda estar  tranquilo en mi propia habitación!?

―Alistair…

―No quiero escucharte, seguro terminaré hechizado por lo que me digas, bruja.

―¿Sabes qué?, eres un animal, ¡te comportas como un animal!

―¿Sí? ¡Quieres qué me comporte cómo un animal! ¡Perfecto!

Nessie lo miró sin entenderlo y antes de que se diera cuenta de lo que acababa de decir, Alistair comenzó a deshacer los lazos de su camisón. Pero al notar que este estaba anudado y no cedía a la velocidad que él deseaba, tiró la prenda con impaciencia y esta se rasgó en dos.

―¡Alistair! —balbuceó sorprendida cuando se dio cuenta de lo que había hecho, intentó volver a ponerse el camisón, pero él terminó tirándolo aún más, dejándola completamente desnuda en la cama.

―Te dije que no repetía las cosas.

―Ahora no… no tengo ropa que ponerme.

―Duérmete ―espetó obligándola a acostarse―. Lo solucionaré mañana.

Y sin decir nada más, se apegó a ella rodeándola por la cintura, y se durmió.

Mientras había estado afuera, lo único que había hecho era tratar de serenarse, había estado a punto de hacerla suya como Dios manda, pero el destino, o mejor dicho su propia gente lo había saboteado.

Casi se dañó las manos de tanto que practicó golpeando un saco, incluso Ray que lo sostenía sintió la fuerza con que su Laird se desfogaba. Pero aun así le fue imposible.

Y cómo si eso fuera poco, debía bajar al pueblo a comprar algunos materiales que le faltaban para terminar el castillo, esperaba poder hacerlo en un día, pero en su interior sabía que eso sería imposible.

Muy temprano, casi al alba, se levantó y se vistió, cuando estuvo listo, besó a su mujer en la frente para despertarla.

―¿Qué pasa? ―preguntó con los ojos aun cerrados.

―Voy al pueblo, tardaré un par de días, Cormac se encargará de ti  ―dijo acariciando su pelo, tenía una sensación extraña dentro de su pecho, no quería dejarla.

―Está bien, creo que yo pasaré el resto de la vida acostada ―Alistair frunció el ceño―, no tengo que ponerme.

―También lo solucionaré ―respondió con una sonrisa―, y ahora esposa, despídete como es debido.

Nessie abrió los ojos, le acaricio y le dijo:

―Adiós esposo mío, que tengas un buen viaje.

Alistair abrió tanto los ojos que parecía que se le iban a salir.

―Así no. Despídete como se despediría Cormac de Bethia ―pidió más bajito avergonzándose de sí mismo, sentía que estaba diciendo una tremenda estupidez, pero no recordaba la frase que utilizaba su mujer para ese beso especial.

Nessie sonrió, y a él con eso le bastó para dejar de sentirse estúpido, y luego sin previo aviso ella se incorporó y lo besó.

Tomó sus labios y con cuidado lo mordió, tal cual como hacia él con ella y tanto le gustaba. De inmediato sus cuerpos se entendieron a la perfección. Alistair dejó caer su cuerpo sobre el de ella y ambos cayeron a la cama pero con cuidado de no aplastarla.

«Me vas a matar» pensó Alistair en tanto la besaba. Toda la noche la había deseado y ahora que la tenía, no la podía tomar.

Al separarse Nessie jadeando juguetona le respondió:

―Así… así se darían un beso Cormac y Bethia, eso es un beso de amor,… pero…

―¡Dios Nessie! Tus peros me van a matar.

―Es un pero bueno.

―¿Lo quiero saber ahora?

Ella negó con la cabeza, sabía que se tenía que ir, y su pero consistía en que quería más.

―Vete, cuando vuelvas aclaramos mi “pero”

―Si no me tuviera que ir, ¿sabes lo que haría verdad?

Ahora ella asintió positivamente.

―Aclararías mi “pero”.

Un nuevo beso hizo que sus cuerpos volvieran a chocar, a ninguno de los dos les importaba el tiempo, tener a Nessie desnuda bajo sus brazos era sublime, la podía sentir a pesar de la ropa, pero lo que más le gustaba, era la forma que ella tenía de reaccionar a sus besos, se entregaba completamente sin restringirle nada.

―Alistair… tienes que irte.

―No.

―Están tocando la puerta ―volvió a hablar levantando la cabeza, Alistair la seguía besando por todos lados, pero cuando volvieron a llamar, “El Lobo” se convirtió en animal, se separó molesto y a grandes zancadas se dirigió hasta dónde provenía el ruido, y al abrirla rugió:

―¡Voy a prohibir qué toquen esta  puerta!

Annie lo miró sorprendido, había sido él mismo que le había pedido minutos anteriores que le subiera algo de ropa a su mujer, pero no dispuesto a reconocerlo salió blasfemando del lugar.

―Mi muchacho está alterado ―reconoció la anciana entrando para pasarle la ropa.

―No se preocupe ―respondió la joven tapándose un poco más. Ahora estaba azorada y lucía una hermosa sonrisa.

Cuando la anciana salió, ella se tumbó en la cama. No podía negar que ese animal le gustaba, le atraía como nadie lo había hecho en la vida, tenía que admitir, aunque solo para sí misma, que disfrutaba cada caricia y que quería más, pero con tantas interrupciones ya no sabía si eso sucedería alguna vez.

El día para Nessie transcurrió como ya era de costumbre, en la mañana ayudaba y en la tarde paseaba con su amiga, pero cuando llegó la noche, al acostarse, se descubrió sola sacándose el camisón.

―Pero que estoy haciendo —murmuró en voz alta al darse cuenta de lo que hacía―. No animal, no vas a mandar en mi forma de ser, ¡me niego escuchaste bien! ¡Me niego a caer bajo tu idolatría! ―gritó al momento en que se volvía a poner la prenda y se metía en la cama.

A la mañana siguiente muy temprano vio cómo su amiga y Cormac se besaban como tanto le gustaba a ella, y de inmediato sintió una oleada de placer al imaginarse que era ella quien era besada.

―Te estoy odiando… ―pronunció bajito solo para ella.

―¿A quién odias muchacha? ―Nessie llegó a saltar al escuchar a Annie quien se cercaba por detrás.

―Ah…ah…a nada, yo hablaba sola.

La anciana sonrió y meneo la cabeza, luego salió dejándola sola, no era difícil imaginar lo que le sucedía.

 

 

Dos días llevaba Alistair en el pueblo maldiciendo a su suerte, las cosas se estaban demorando más de lo previsto, debía quedarse al menos un par de días más. Ray que lo conocía muy bien, apenas le hablaba, solo lo justo y necesario. Cuando tenía la frente arrugada y una perfecta V entre las cejas, era mejor ser invisible, pero la que no lo llevaba claro era Wenn, que en ese momento se acercó hasta ellos.

―Anoche, esperé por ti hasta altas horas, y no apareciste ―comentó la mujer insinuándole el escote, cosa que pareció no importarle a “El Lobo” ya que siguió desayunando como si nada. Pero ella, con ganas de insistir, bajó su mano a su entrepierna y en un rápido movimiento Alistair se la atrapó.

―Vamos, no quieres jugar, sé que te gusta ―lo acarició

―¡Basta!

―Pero sé que lo que te gusta, no lo puedes negar, eres mi lobo travieso ―continuó insinuándose delante de todos, en otro momento no le hubiera molestado, pero esta vez, sí.

―Te dije ―bufó sosteniéndole la mano―, que me dejaras tranquilo, que no necesito nada.

Molesta Wenn por sentirse despreciada, sin importarle quien la estuviera mirando respondió.

―¿Acaso la insulsa de tu mujercita te da todo lo que necesita un hombre como tú?

―Wenn ―la reprendió la posadera que la estaba escuchando.

Pero así todo con rabia continuó, no quería nada más que conseguir su objetivo, se acostaba con Alistair  no por dinero, sino porque era un hombre apetecible y el mejor de sus amantes.

―¡Ah, claro! como ya era la amante de otro Laird, seguro sabe muy bien lo que les gusta ―escupió con cizaña.

Alistair al escucharla se levantó de la mesa furioso y la tomó del brazo mirándola con desprecio.

Ray que había escuchado, y conociendo a su señor, también se acercó.

―¡No te permito qué hables así de mi mujer! ―le gritó.

―Pero mi Laird ―murmuró Wenn acercándose más a él―, yo solo digo lo que se comenta, no te enfades conmigo, no tengo la culpa de la fama de tu esposa.

Aún más irritado y a punto de perder el control habló:

―¡Te prohíbo qué hables de mi mujer! —la empujó sacándola del lugar―. Pobre de ti que vuelvas a mencionar su nombre de una manera que no es debido.

Pero la furcia, no iba a darse por vencida, aprovechó un descuido y se llevó la mano de Alistair hasta su pecho y la apretó contra ella.

―Yo sé que te gusta, recuerda cómo lo pasábamos, te gustan mis caricias, mis…

―¡Cállate de una buena vez mujer! ―exclamó sacándole la mano―. Me gustaban tus caricias, como las de cualquier otra furcia, tú nunca fuiste especial o diferente. Nessie es mi mujer y es ella quien ansío que me toque ―confesó dejándola anonadada, al igual como quedó él.

Sin importarle, se abalanzó sobre él para besarlo, ¿Qué tenía esa colorina que volvía locos a los hombres? Cuando se había quedado en la posada, muchos de sus clientes habían puesto los ojos en ella, incluso algunas de sus amigas la habían encontrado hermosa.

―¡Por Dios! ¡Te dije qué no te acercaras a mí!― dijo sacándosela de encima, ahora sí de mala manera―. No vuelvas a tocarme, quiero que sea Nessie quien lo haga ―confesó sin ser consciente.

―Cuando te canses de tu mujer, o ella se cansé de estar con un solo hombre, volverás a mí,  yo estaré esperándote ―ladró sin darse por vencida, pero antes de que Alistair cometiera una locura, su amigo y comandante impidió que hiciera lo que veía en sus ojos, llevándose a la mujer del lugar.

Ofuscado como pocas veces en la vida, salió de la posada. No podía dejar de pensar en lo que sin desear había admitido, ¡ansiaba que Nessie lo tocara! Sí, esa bruja lo estaba volviendo loco, pero loco de verdad. Sonrió como uno cuando al pensar en su pelo color de fuego y sus ojos tan verdes como las praderas de Escocia se cruzaron por su mente. ¡Sí, le encantaba! Aunque a veces su carácter le sacaba de quicio, sabía que ninguna mujer podría superarla jamás, a ratos la adoraba, a otros quería ahorcarla, pero era verla y olvidarse del mundo, era la única mujer capaz de sacar a su bestia interior y domarla antes de salir.

Pensando en eso se dirigió por primera vez en su vida a una tienda donde vendían vestidos y todo lo necesarios para mujeres, fue entrar y que la dependienta se deshiciera por halagarlo, era que no, Alistair estaba resultando un muy buen cliente.

Mucho rato después cuando salió, Ray lo estaba esperando en la puerta.

―Lo veo y no lo creo.

―¿Qué? ―respondió osco.

―Nunca te vi comprar nada para nadie.

―Ray, si quieres conservar tus dientes y seguir gustándole a las mujeres, cierra la boca o vete por dónde has venido.

―Está bien, no haré comentarios, pero vine por algo importante.

―Dime

―Athol está en el pueblo, quiere verte.

Eso alertó todos sus sentidos, no porque le tuviera miedo, sino porque de inmediato pensó en su mujer, a un día de distancia y desprotegida, se maldijo por aquel descuido.

―¿Dónde está?

―En la posada, esperándote, tiene una propuesta que ofrecerte ―y no tan seguro de continuar con lo que tenía que decirle, más bajito prosiguió―. Un trato por Nessie.

Eso terminó de agriarle el día y transformarlo en “El Lobo” que todos temían.

―¿¡Y qué cree que es mi mujer!? ―vociferó por todo lo alto―.  ¡Una cabra con la cual negociar!

Se montó en su caballo y a todo galope fue en busca del hombre que hasta hace poco era su buen amigo, pero ahora se había convertido en su peor enemigo, peor que un inglés.

 

 

Era la tercera noche que Nessie dormía sin Alistair, o al menos lo intentaba, ya que solo se daba una y mil vueltas. Las horas cuando estaba sola parecía como si no avanzaran, sentía que la habitación era enorme y que a la cama le sobraba espacio, incluso un par de veces se descubrió buscando su calor.

Enojada consigo misma, esa mañana se levantó más temprano que de costumbre  y comenzó a amasar pan para la gente del clan.

Cuando estaba por poner los panes en el horno que se encontraba fuera de la cocina, los cascos de los caballos retumbaron en las piedras del patio de armas. Rápidamente y con el corazón acelerado se dirigió limpiándose las manos a recibir a los hombres.

―¿A dónde vas muchacha? ―le gritó Annie al verla pasar tan aprisa.

―A recibir a los hombres del clan.

―A tu esposo ―recalcó la anciana sabiendo lo que quería escuchar.

Nessie se detuvo y se giró para responder lo más calmada que pudo.

―Es deber de la señora del castillo recibir a sus hombres, ¿o no?

―¿Y estás segura que es solo eso? ―la aguijoneó.

―Sí, solo eso, nada más ―respondió volviendo a caminar más a prisa, no quería perder tiempo ni ser interrogada, le tenía demasiado respeto a la anciana para mentirle.

A los pocos minutos llegó a la entrada del patio de armas, allí vio como los hombres que estaban practicando se acercaban a un par de caballos, pero no vio al motivo de su búsqueda, se hizo paso entre la gente hasta quedar frente a Ray.

―¿Ha pasado algo? ―preguntó asustada mirando en todas direcciones.

―No, nada, solo nos hemos adelantado, ¿acá todo bien?

Nessie no respondió esa pregunta y sin poder evitarlo indagó:

―¿Dónde está Alistair?

―En la posada, tenía asuntos importantes que atender ―respondió el comandante entregándole algunas cosas a sus hombres, Nessie al escucharlo cerró los ojos, y rápidamente imágenes de Alistair retozando en el lecho de Wenn o de cualquier otra se le vinieron a la mente.

«Dios mío…, te voy  a matar animal, ahora sí que te quiero matar de verdad »pensó furiosa al escucharlo.

Verla tan furiosa en ese momento le preocupó al comandante, no hacía falta que se lo dijese, se le notaba en el rostro. No debió decir eso, pero tampoco podía decirle que él se había adelantado para cuidarla, su señor lo mataría.

Los guerreros del clan se fueron arremolinando en el lugar y Nessie con cuidado comenzó a caminar en dirección contraria, debía salir de ahí. Las palabras de Ray le había calado hondo en el corazón y la tristeza comenzó a invadirla.

―¡Nessie! ―exclamó Bethia tomándola del codo al verla salir tan rápido―. ¿Estás bien?

―Sí, sí, claro, solo necesito seguir con lo que estaba ―respondió con una sonrisa fingida.

―De acuerdo, haré como que te creo ―habló más bajito para que solo ella la escuchara―. Pero creo qué estás triste porque esperabas que fuera mi señor ―aseguró cerrándole un ojo―, y si necesitas cualquier cosa, lo que sea, no dudes en pedírmelo.

―Gracias, pero solo si puedes darme la cabeza de tu señor en una bandeja de plata ―dijo esto recalcando la última palabra―, me puedes ayudar.

Bethia no entendió nada, solo abrió los ojos y vio como bruscamente se separaba de su agarre y comenzaba a caminar en dirección al río, pensó que lo mejor sería dejarla sola, seguro se había decepcionado al ver que no llegaba.

Decepcionada, enojada y con pena comenzó a correr, no quería llorar frente a nadie, ni siquiera sabía por qué lo estaba haciendo, ella era una  mujer fuerte, jamás lloraba.

Corrió hasta que llegó a la orilla y en ese mismo lugar se derrumbó. Había sido una tonta al creer que podría vivir en paz con Alistair y mantenerlo alejado de su corazón. Se había equivocado al aceptar que quería más, que necesitaba más, pero ya no más, se alegró al darse cuenta de su error. Ahora se lo arrancaría de la piel de una buena vez e intentaría comenzar a odiarlo. El clan Cameron jamás sería su clan.

Cuantas cosas habían cambiado en su vida en unas pocas semanas. No entendía por qué siempre él animal tenía que humillarla, no era una mujer experimentada, lo sabía, pero en el último tiempo sentía que había algo entre los dos, que tonta y desdichada se sentía ahora, él simplemente jugaba con ella, se aprovechaba de sus armas de seducción para conquistarla sin tener cargo de conciencia y que así por voluntad propia se convirtiera en una cabra que le diera hijos,  ¡herederos! Como tantas veces le había dicho.

En eso estaba pensando tirada entre medio de la hierba cuando escuchó a Kirsty gritar.

―¡Nada! ¡Nada! ¡Tú puedes!

Eso la alertó, se secó las lágrimas de su cara y rápidamente se puso de pie, y al ver lo que la niña miraba desde la orilla lo comprendió, esta al verla aparecer como su salvadora corrió despavorida a pedirle ayuda.

―¡Sálvalo! Sálvalo por favor, se va a ahogar Nessie, solo tú puedes hacerlo.

―Preciosa, cálmate ―intentó tranquilizarla, pero la pequeña estaba desesperada.

―No, no, es que tú no entiendes ¡se va a morir como mi hermana Irina!

Al ver la desesperación en esos ojitos, no pudo negarse, miró hacia el río y luego a ella intercaladamente, y sin pensárselo dos veces al ver la desesperación de Kirsty se quitó los zapatos y caminó hacia el agua.

A lo lejos un perro aullaba, estaba a punto de llegar al cruce del río con el mar, era imposible que algún ser vivo sobreviviera a esa caída.

―Preciosa, quédate tranquila, voy por el perro.

Con seguridad se metió al agua, pero a los pocos metros de nadar se dio cuenta que la corriente era muy fuerte, la estaba arrastrando directo al cruce. Con toda la tranquilidad que pudo hacer acopio nadó hacia el perro que estaba desesperado aleteando con sus patas para poder mantenerse a flote. Cuando estuvo a punto de agarrarlo por los pelos, una corriente la hundió. No alcanzó a tomar mucho aire, pero con lo que inspiró comenzó a bucear para salirse del torbellino en que se encontraba, el vestido se le enredaba impidiéndole nadar de forma holgada, pero con la valentía que da estar entre la vida y la muerte y con la adrenalina fluyendo por su cuerpo, logró quitarse la falda, quedando solo con el camisón de lino.

Así al fin pudo patalear para salir a flote justo cuando sus pulmones le quemaban por falta de aire.

Haciendo un enorme esfuerzo salió a la superficie, y para suerte de ella, esta vez sí pudo coger al perro, que al verse cautivo le dio un ladrido y con la pata le rasguñó el cuello. Lo sujetó por el lomo, pero aun así, el animal le daba la lucha con todas sus energías.

―¡Quédate quieto! ―gritó entre bocanada y bocanada de aire que alcanzaba a tomar, si no la mataba la corriente lo haría el perro, pero entendía perfectamente el terror del pobre animal. Con las últimas fuerzas que ya casi le quedaban, lo rodeó con una mano para comenzar a nadar con dificultad hacia la orilla, pero le era casi imposible, la corriente la sumergía y le impedía avanzar.

Pensó que la única solución era sumergirse y así lo hizo, con todas sus fuerzas se hundió llevando al perro con ella, solo se impulsaba con los pies, hasta que por fin avanzó lo suficiente para llegar a aguas más tranquilas, una vez logrado salió a la superficie, y para su alegría al hacerlo ella y el perro respiraron casi al mismo tiempo.

Comenzó a nadar de vuelta junto a un animal que a esas alturas parecía amarla.

Bethia, que la había visto dirigirse hacia el río dejó pasar unos minutos y fue en su búsqueda, pero jamás esperó verla en medio del río casi ahogándose.

Y al verla casi llegar a la orilla se metió al río para ir a ayudarla sin importarle estar embarazada.

Cuando ambas llegaron a la orilla, Nessie congelada se dedicó a ver si el animal estaba bien, pero ahora por alguna razón, este no respiraba, sin importarle nada, agarró el hocico con las manos y acercó su boca para darle aire.

―¡Por Dios santo! ―gritó Bethia espantada―. ¿Qué haces?

―No arriesgué mi vida para que este animal se muera ahora.

Después de un par de veces repitiendo la misma operación, el perro ladró y comenzó a respirar normalmente, Nessie al verlo, se abalanzó para abrazarlo y el animal fiero de minutos anteriores, se dejó acariciar, es más, ni siquiera se despegó de su salvadora.

―¡Lo salvaste! ―gritó Kirsty con los ojos anegados en lágrimas.

―No lo puedo creer ―la secundó Bethia incrédula por lo que veía.

Después de un momento en que Nessie, aun abrazaba a su nuevo amigo les habló:

―Yo tampoco, creí que esta no la contaba ―rio para alivianar la tensión y así las tres comenzaron a carcajearse.

Con tanto alboroto, Ray y otros hombres se dirigieron hacia el lugar y al ver a su señora herida, lo primero que pensó el comandante era que estaban siendo atacados, así que corrió con espada en mano, pero el animal, aun mojado fue el primero en reaccionar ladrándoles.

El ladrido era un tanto afónico, pero al ver aquel gesto de cariño, el animal terminó de ganarse el corazón de su nueva ama.

―¿Estás bien? ―preguntó Ray a punto de matar al perro.

―¡Sí! ―exclamó ella interponiéndose en la dirección del metal―. Baja esa cosa que asustas a mi perro.

―¿Cómo? ―preguntó mirando a sus hombres, ordenándoles con la mirada que bajaran el filo de sus espadas.

―Lo que has oído, este…este es el Lobo, uno de verdad, con suficientes agallas como para defender a un desvalido y no darle la espalda ―afirmó en tanto le castañeaban los dientes.

           Los guerreros no entendieron nada, pero Bethia, haciendo causa de género, sí la comprendió, y rápidamente les pidió a unos hombres que trajeran algo para cubrir a su señora y a su perro, que ella había llamado Lobo.