Capítulo VII 

 

 

 

Desde lo más alto de las almenas del castillo, y con el viento arreciando sobre él, miraba protegiéndose los ojos con la mano Athol, veía como los hombres de Alistair, su amigo hasta hace poco, terminaban de cargar las carretas. No veía llegar al motivo de su angustia, pero unos minutos después al centrarse en el camino al río, vio como venían ambos  caminando.

Desde donde estaba no podía distinguir sus caras, pero si percibir que venían tomados de las manos. Y si venían del río, ya podía imaginarse en qué estaban.

Una puntada de dolor le clavaba en el corazón, le costaba respirar, quería dejar de hacerlo, no podía soportar la idea de que nunca más la volvería a ver.

Ellos se acercaron hacia el patio de armas, Nessie caminaba en silencio, ahora si le podía distinguir bien el rostro, ella no sonreía, se imaginó que sería por la partida. Lo que más deseaba en el mundo en ese momento era ser él quien la tomara de la mano, se acercó un poco más para verla y no perderse detalle. Incluso pudo vislumbrar una mueca de dolor cuando Alistair la ayudó a subir. También imaginaba lo que seguro le estaba diciendo, que ella estaba bien y que podía montar.

―¿Estás bien?

Athol se giró lentamente, no había escuchado a Broderic acercarse, estaba tan imbuido en sus propios pensamientos que incluso se sobresaltó al escucharlo.

―Siento como si el corazón se me partiera ―reconoció apesadumbrado―. Siento que estoy perdiendo una parte de mí.

Broderic, se acercó como amigo, nunca lo había visto tan alicaído, pero en cierta forma lo entendía, extendió la mano y le entregó lo que su amiga le había dado minutos antes.

―¿Y esto?

―Ness no se iría jamás sin despedirse de ti. ¿Es que aún no la conoces? 

―Pensé que me odiaba.

―No, ella jamás podría odiarte, te quiere, pero no de la misma manera que tú la quieres a ella, Athol. Déjala ser feliz.

―No lo será con Alistair, él no es  hombre de tener una sola mujer,  lo conozco, él no tiene sentimientos por nadie, ¡no tiene nada!

―Nessie no es tonta, es más fuerte de lo que crees, y sabrá que hacer.

―Déjame solo ―pidió volviendo a acercarse al pilar para seguir contemplándola por última vez.

Broderic se despidió y bajó de las almenas para verla partir también desde otro punto, no quería que tuviera problemas por su culpa, en tanto Athol se la quedó mirando largo rato y como si existirá una conexión entre ellos, Nessie levantó la vista hacia las almenas.

Con lentitud, ella se llevó los dedos a los labios, estiró el brazo y le lanzó besos en un gesto solo para él.

Athol, los atrapó imaginariamente, se los llevó a sus labios y luego a su corazón.

Cuando Alistair miró en la dirección que lo hacía su mujer, lo vio, rápidamente la atrajo por la cintura y mirándolo desafiante la besó.

Ya estaba, ya no podía seguir mirando, se echó hacia atrás con el dolor instalado en su corazón.

Poco a poco fue cayendo al suelo, derrotado sin fuerza para nada más.

―No me gusta compartir la presa ―anunció Alistair cuando se separó de ella mirándola irritado.

―Eres un animal ―bufó entrando a la carreta, no quería volver a verlo en lo que quedaba de día, ni siquiera se había podido despedir de Marroc, ni de Margarite, ni de nadie, solo de Broderic.

La carreta partió, y a los pocos segundos se volvió a detener, Nessie se puso de pie y se limpió rápidamente las lágrimas que habían comenzado a salir.

Alguien abrió la manta y lo primero que vio fue la cara de su adorado Marroc que venía montado en su enorme corcel, así  no tenía que depender de nadie.

―¡Marroc! ―exclamó al verlo.

―No podías irte sin despedirte de este viejo.

―Marroc yo…

―No digas nada ―comentó y la abrazó con todas sus fuerzas, para él era como que se le iba una hija―. Tú sabes que este siempre será tu hogar, Nessie. ¿Lo sabes verdad, hija?

Ella asintió, no quería hablar y que él descubriera que se estaba muriendo por dentro.

―Pues iré a visitarte, y tú también vendrás ―recalcó mirando a Alistair quien venía con el cejo fruncido a ver lo que sucedía―. Este siempre será tu clan.

―Ahora tiene otro, es la mujer de “El Lobo”. ―Afirmó y Nessie colocó los ojos en blanco en señal de molestia, pero se sonrojó al escucharlo a continuación―. No les quedó claro anoche.

Ella iba a refutar, pero la sabiduría de los años, hicieron que fuera otro quien respondiera.

―No olvides que esto es una unión, Alistair, un año un día y mi muchachita será libre.

―Y no olvide usted, qué está en esta situación por culpa de su hijo, y que yo acepté porque usted ―recalcó más esa palabra―. Me dijo que era lo mejor.

―Yo también estoy aquí ―habló con dificultad―. Y puedo decidir qué haré de mi vida después de que acabe la unión.

―Por supuesto, es tu vida, pero no dejaré que mis hijos ―pronunció mirándola fijamente―, abandonen mi castillo jamás.

―¡Hijos! ―Se alarmó Nessie, en eso como posibilidad no había pensado.

―Por supuesto ―rio a mandíbula batiente―. Hijos, herederos. Eso es lo que quiero y para lo que me he desposado contigo, y créeme que antes de que termine el verano llevarás al heredero del clan Cameron en tus entrañas, solo para eso es lo que te necesito.

―No soy una cabra ―masculló molesta y asustada, ella no había pensado en eso y su plan se veía ahora completamente dificultoso, pero no por eso imposible, así que sin mirarlo como si no la apabullara la presencia de su marido, acarició la cara de Marroc, y luego susurró en su oído.

―No coma tantas moras, en mi cabaña deje algo para usted…

No pudo decirle nada más porque fue el mismo Alistair quien los separó interponiendo su brioso corcel.

Malhumorada, molesta y triste, Nessie se recostó, no vio a Margarite y eso la entristeció.

Ahora si los caballos comenzaron a galopar con brío, nada de calma, y a cada piedra que pasaban, la joven la sentía directo en su espalda. Se acurrucó de costado y tragándose las lágrimas el cansancio la invadió fundiéndola en un profundo sueño.

Alistair, junto a Ray, encabezaban la comitiva. Todos los hombres estaban felices porque regresaban a su hogar junto con sus familias y aunque Alistair no lo quisiera reconocer, por primera vez también lo estaba.

Llevaría a una mujer al que sería su hogar, no es que quisiera entregarse a ella para siempre, al menos hasta que él consiguiera su objetivo, Marroc tenía razón, la necesitaba demasiado. De vez en cuando galopaba hasta la carreta para cerciorarse que ella estuviera bien, y se tranquilizaba al saber que era así.

Dormía.

Cuando la noche cayó después de muchas horas a galope, decidió parar y armar un pequeño campamento, que él mismo se encargó de construir, estaba ansioso por ver a su mujer y ella nada que aparecía.

Un par de horas después, Nessie despertó, en un principio un poco desorientada, pero su mente con prontitud le hizo recordar todo. Abrió un poco la tela de la carreta, miró para todos lados y bajó encontrándose con Cormac apostado a un costado.

―¡Dios, qué susto! ¿Qué haces aquí?

―Mi deber es cuidarla milady.

―Otra vez ―refutó con una sonrisa, le debía una disculpa a ese hombre―. Solo Nessie, Ness.

―No, milady. Eso no volverá a suceder.

―Cormac ―comenzó retorciéndose las manos―, quiero pedirte disculpas por lo que sucedió esta mañana.

―No milady, no se disculpe, yo sé que usted se encontró con el comandante Mackay, que no se estaba dando un baño.

―¿Sí? ―preguntó abriendo mucho los ojos incrédula por lo que oía―. ¿Y aun así me lo permitiste?

―Sé que incumplí la orden de mi señor, pero Broderic me salvó la vida en la batalla, cuando me dijo que solo serían unos minutos, yo acepté.

―¡Oh…! ―exclamó con alegría―. ¡Gracias, gracias! No sabes lo importante que fue para mí. No volverá a suceder.

―Por supuesto que no sucederá de nuevo ―vociferó el guerrero atrayendo la mirada de algunos de sus compañeros que de inmediato comenzaron a murmurar al ver a la mujer de su Laird en aquella tesitura.

―¿Y me perdonas? ¿Volverás a llamarme Nessie? ―pidió con su carita de ángel que lo hizo sonreír, era imposible no hacerlo.

―Está bien, Nessie —contestó y en ese instante la chica lo sorprendió dándole un beso y un fuerte abrazo.

―Ya basta, basta ―bufó sonriendo para que se apartara―. Ya estás disculpada, ahora debes prometerme que no te alejarás de mi lado.

―Lo prometo —juró con la mano y lo volvió a abrazar, por alguna extraña razón, ella lo veía como a un amigo, y él fiero guerrero que la sobrepasaba en altura y doblaba en peso, también.

Los demás guerreros no se habían perdido detalle de la muestra de afecto, y empezaron a murmurar entre ellos, todos conocían la historia de que ella era la amante del Laird Mackay, y no era difícil adivinar el por qué, era una mujer realmente hermosa y atraía las miradas de todos, pero no era solo su belleza, era algo más, su arrojo y valentía los cautivaba a todos por igual.

―¿Qué es lo que ven? ―rugió Alistair a sus hombres que gracias al cielo solo había visto el abrazo.

―La chica estaba besando a Cormac ―respondió uno muy suelto de cuerpo.

―Yo también quisiera que me besara así ―bromeó el otro.

Alistair al escuchar a sus hombres, tomó al segundo por el cuello y puso su daga para acallarlo.

―¿Qué crees qué estás diciendo? —el hombre tembló, no esperaba esa reacción―. Estás hablando de mi mujer y la vas a respetar, ¡me oyes!

El resto de los guerreros bajó la cabeza, era solo una broma, muchas veces lo hacían, incluso con su Laird presente, pero ahora la furia que veían en sus ojos era diferente.

No esperó ninguna respuesta y caminó directo hasta donde estaban, cuando el soldado lo vio, supo que algo le sucedía y sin decirle nada, tomó a su esposa por la cintura y la atrajo hacia él para sacarla de ahí.

―Me duele.

―Cállate, no quiero escucharte.

―Pero yo quiero hablar, deja de tirarme.

―Me estás haciendo perder la paciencia, ¡cállate mujer!

―Me llamo Nessie.

―Bruja, eso es lo que eres, hechizas a los hombres para que hagan las cosas a tu antojo ―hablaba más para sí que para ella, mientras la seguía tirando hasta que llegaron a la tienda, la abrió de un tirón y la metió de mala gana.

―Aquí te quedarás hasta que te ordene lo contrario.

―¿Estás loco? ¡No! Necesito estirar las piernas, tomar agua, comer, hacer…hacer mis necesidades.

―Te vas a quedar aquí, hasta que yo ordene lo contrario, si no me obedeces lo lamentarás.

―Alistair… ―pidió y él al escuchar su nombre en sus labios, le produjo un escalofrío que le recorrió el cuerpo, de inmediato se giró hacia ella―, necesito salir.

―Luego vendré a buscarte para comer.

―No tengo hambre.

―Comerás ―respondió y salió rápido del lugar, ¿Acaso nunca podría estar en un espacio tan pequeño sin desearla?

Nessie caminó por el espacio, aunque era reducido se podía mover, no quería sentarse, ya llevaba demasiadas horas acostada.

Al cabo de un rato que se le hizo eterno, Alistair fue en su búsqueda, la tomó de la mano y la llevó hasta donde estaba el fogón y el cocinero repartiendo un estofado, que al menos olía riquísimo.

Cuando el joven le tendió el cuenco con comida, ella en un gesto que desarmó a varios de los presentes, le sonrió y luego le habló:

―Muchas gracias. ¿Cómo te llamas?

―Seth, milady ―respondió nervioso por cómo lo miraba su Laird.

―Si pones un poco de pan, esto quedaría sensacional ―comentó cerrándole un ojo que lo hizo sonrojar a él y cabrear a Alistair.

―No sé hacerlo ―reconoció apenado, y antes de que pudiera responderle, la mano que siempre la tiraba la apartó del lugar, y se la llevó a un tronco más alejado  para que pudiera comer.

Ella, no lo miró, no le habló, solo siguió en silencio haciéndole un desprecio cuando se sentó a su lado.

Solo se escuchaban los animales del bosque, ese sonido le encantaba, la tranquilizaba y la hacía transportarse hasta su propio hogar, ese que ya no vería nunca más.

Alistair la miraba con asombro comer, en muy poco tiempo se lo había devorado todo.

―Y no era que no tenías hambre.

―Es qué está muy bueno, realmente bueno, ¿quieres? ―Le ofreció al ver su cuenco vacío.

―¿Y cómo sé que no me envenenaras?

Entrecerró los ojos y le respondió molesta:

―Además de animal, idiota.

Asombrado la miró, ¿Cómo se atrevía a decirle algo así? ¿Dónde estaba el miedo que debía imponer?

―Si estuviera envenenada yo ya habría muerto ―dijo poniéndose de pie molesta, no había caso con él.

―¿A dónde crees que vas?

―A un lugar al que tú no me puedes acompañar.

―Sí puedo, y lo haré.

Se puso de pie tan rápido que casi choco con ella que estuvo a punto de perder el equilibrio.

―¿Estás bien? ―preguntó tomándola del brazo.

―Podría estar mejor ―respondió refiriéndose a algo muy diferente que él entendió perfectamente.

―Me deberías agradecer.

Caminó hacia el bosque y aunque desde muy cerca Alistair la seguía, le daba su espacio, al llegar a unos árboles, Nessie se preocupó de que nadie la viera, se subió la falda y por fin hizo lo que tenía que hacer. Cuando volvió a salir, era otra.

―Vamos a dormir ―anunció buscando su mano pero ella la esquivó.

―Puedo caminar sola, no me voy a perder.

―Tienes razón, sabes caminar, pero no me fio de ti.

―Entonces para que aceptaste la unión.

―Ya te lo dije, porque necesito una mujer para mi castillo y una madre para mis hijos.

Eso la hizo temblar, hijos era igual a sexo, algo que no tenía ni idea ni quería experimentar.

―Veo que ahora no estás muy habladora. ¿O no sabes qué decir?

―Estoy cansada ―respondió cuando llegaron a la tienda, entró y se quedó parada mirando el lugar donde las pieles estaban dispuestas para usarse de cama.

Alistair estaba disfrutando de la situación, mirándola a los ojos, se sacó el tartán que lo cubría, quedando con el torso completamente desnudo, Nessie, no pudo dejar de mirarlo. Su cuerpo estaba esculpido a mano.

―¿Te gusta lo que ves?

―He visto mejores ―soltó sin pensar, solo escuchó un bramido, o al menos eso creyó, porque no se atrevió a mirarlo después de lo que había hablado.

Necesitó de unos segundos para tranquilizarse y volver a hablar y cuando lo hizo le ordenó que se diera vuelta, ella para su asombro le obedeció.

―Sácate el vestido.

―¿Qué…qué has dicho?

―Que te quites el vestido, voy a revisar tus vendas.

Nessie respiró aliviada, aunque no tanto al darse cuenta de que tendría que sacarse algo más que una manga para que la revisara.

―O te quitas el vestido completamente o te lo rompo para ver lo que necesito.

―¿Siempre eres así?

―Así cómo.

―Tan animal

―No te imaginas cuanto ―reconoció acercándose. 

Con sumo cuidado de no rozarla comenzó a sacarle el vestido, en tanto ella temblaba levemente.

―Puedo seguir sola, sé cómo hacerlo.

Él se detuvo antes de bajarle el otro hombro completamente. Pero al hacerlo le costó apartarse de ella, esa cercanía le gustaba y le atraía.

Ella comenzó quitarse el vestido lentamente hasta dejarlo bajo la cintura, quedándose solo con el camisón interior.

―Necesito más ―murmuró con la voz ronca.

Ella  dejó caer la prenda esperando que eso fuera suficiente, pero en su interior sabía que eso no bastaría.

Alistair suspiró, estaba haciendo acopio de todas sus fuerzas para no arrancarle el vestido de una buena vez, pero al ver que ella no hacía nada, con cuidado se volvió acercar. De la punta y como si le quemara, tomó un tirante del camisón para bajárselo. Mientras mantenía los labios apretados y la respiración acelerada, pero ella le apartó las manos al primer contacto accidental.

―Yo lo hago ―dijo y comenzó aquella sexy tarea que lo estaba desquiciando, cuando se hubo sacado ambas mangas del camisón, este quedó sujeto por su cintura, ella se giró y puso una mano sobre sus pechos para que no la viera.

Pero la visión que Alistair tenía de ella era sublime, su pelo caía suelto sobre su espalda desnuda, que iluminaba la luz de las velas, ese cuerpo níveo con solo unas pecas poniéndole color era más de lo que imaginó, se puso duro al instante y supo que esa sería una de las peores noches de su vida.

―¿Está bien así?

¿Bien? eso era mejor que bien para él.

―Sí, no te muevas mientras saco la venda para revisar la herida ―respondió incomodo mientras comenzaba a sacársela. 

―Quédate quieta, muchacha. Cuando vas a ser capaz de obedecer una orden.

―Es que…me da cosquillas si me tocas así ―rio y vio por el rabillo del ojo como a Alistair  se le oscurecía la mirada al verla en esa posición.

Se quedó mirándolo sin apartar la mirada de esos ojos, fascinada por aquella intensidad con que la miraba, se giró lentamente para quedar frente a él. Su pelo cayó sobre sus brazos por la parte delantera también cubriéndole los pechos. Al ver el monte que formaban, Alistair  clavó sus ojos en ellos imaginándose lo que había debajo.

―¿Terminaste de retirar la venda?

―Acuéstate para revisar la herida ―ordenó aclarándose la garganta.

―Señor yo…

―Mi nombre es Alistair, ya te lo he dicho. Y no me gusta repetir las órdenes, recuéstate, no tardaré demasiado.

Nessie se acostó con cuidado cerrando los ojos, no se atrevía a mirarlo, pero no le hacía falta para saber cómo la estaba escrutando, era como si mientras examinaba la herida la estuviera tocando con la  mirada.

Cuando Alistair pasó la mano muy cerca de su corazón, la respiración se le aceleró, haciendo que sus pechos subieran y bajaran con rapidez.

Atraído como nunca, él acercó su cara a la de ella y se embebió de su respiración.

―Quiero poseer cada parte de tu cuerpo ―susurró Alistair―, pero sé que no es el momento, aunque no te imaginas cómo me tientas. Como nadie lo había hecho en este mundo.

A pesar de que estaba muy tensa, Nessie en un impulso, sacó el brazo de su pecho y lo rodeó por el cuello al mismo tiempo que abría los ojos.

Se quedaron mirando un largo rato el uno al otro, el silencio invadió el lugar, no hacían falta las palabras para sentir la atracción del momento. Alistair acercó la boca a la de ella para rozar esos labios que lo tenían hechizado. En un comienzo fue muy suave, casi solo un roce. Un cuerpo tocando a otro con la suavidad de un pétalo de rosas, pero todo cambió cuando los pezones de Nessie lo rozaron haciéndolo perder la razón.

Ahora ella lo sentía temblando, y además algo duro tenía entre sus piernas. La erección de Alistair se apretaba en sus pantalones en tanto ella lo seguía rozando con su cuerpo. La deseaba con todas sus fuerzas, apenas se podía controlar.

Con pesar se retiró de sus labios. Y ella al verlo consternado preguntó:

―Alistair ―murmuró extasiada―. ¿Estás bien?

Él gruñó desde lo profundo de su interior. ¡Claro qué estaba bien! ¡Más qué bien! Rápidamente su mente le recordó que aquella bruja no era una mujer pura y virginal como le había parecido segundos anteriores, era una mujer experimentada que sabía muy bien lo que hacía, es más, se lo acababa de demostrar.

Se levantó de un saltó de su lado.

―Claro qué estoy bien ―bufó sin mirarla, la verdad es que no podía hacerlo.

Nessie, sintiendo un cúmulo de sensaciones se sentó en la improvisada cama, no sabía bien lo que estaba haciendo, solo se estaba permitiendo sentir llevada por lo que su cuerpo le pedía. Estaba ansiosa por tenerlo de nuevo junto a ella, nunca se había sentido así, ese beso le produjo una sensación que estaba absolutamente segura que solo se la podía dar Alistair.

Le gustaba y quería más.

―Bésame ―pidió con esa voz que lo hipnotizaba.

Se giró lentamente para mirarla con desdén y así vociferar desde las alturas como si ella no le produjera nada.

―Tienes la boca de una dama ―vociferó acercando su cara a la de ella―, pero la lengua de una furcia ―aseguró con una expresión dura, saliendo a grandes zancadas del lugar.

No podía seguir junto a ella, lo turbaba y lo hacía perder el juicio de una manera que jamás imaginó. Decidió dormir al raso junto a sus hombres, no le importaba lo que estos dijeran o comentaran,  con el miedo que le tenían, seguro nadie diría nada.

Nessie se cubrió avergonzada con la piel, no podía ni hablar. De pronto toda la excitación de segundos anteriores se convirtió en rabia y vergüenza. ¿Por qué él siempre tenía que humillarla?

Luego de volver a ponerse la venda y terminar de curarse la herida, se recostó sobre las pieles. El insulto le había llegado al alma, se sentía una cualquiera por querer dejarse llevar por el instinto.

Solo quería escapar, ya no podía pensar en otra cosa, sino él terminaría humillándola para siempre. No podía negar lo que había sentido, y lo peor es que le había gustado, quería sentirlo, quería que sus cuerpos se convirtieran en uno solo, quería fundirse en su calor y perderse en ese pozo negro que se habían convertido sus ojos, donde ella podía ver incluso su propio reflejo enardecido por la lujuria.

No podía dormir, y los primeros rayos ya se colaban por entre medio de la tienda. Se puso su único vestido después de asearse y fue en busca del cocinero, que seguro ya estaría levantado.

Cuando llegó hasta él, el joven se sorprendió.

―¿Desea algo milady?

―Sí, dos cosas, la primera que me digas Nessie, y la segunda es que me ayudes a hacer tortillas de maíz para los hombres o pan. ¿Dime qué ingredientes tienes?

―Yo…yo no sé hacer eso, mi conocimiento en la cocina es básico.

―No te preocupes, yo te ayudaré y nadie se enterará.

El joven asintió feliz, la muchacha aunque era su señora tenía casi su misma edad, y al tratarlo como igual, la creyó una amiga. Y así fue.

Durante una hora, Nessie le indicó que hacer y como amasar, a ella le costaba aun hacer esfuerzos, pero no hizo falta, Seth era un rápido aprendiz. Al terminar se llevó uno junto a un cuenco para ir a sentarse alejada de los guerreros que a esa hora ya se estaban levantando.

A lo lejos vio como le agradecían al cocinero, y este tal como ella le había pedido, guardaba silencio. Mientras bebía y miraba el paisaje comenzó a tramar su plan de huida. Cortó algunos pedacitos de su vestido para luego dejar uno amarrado a un árbol.

Cuando volvió a sentarse, sacó lo único que llevaba consigo y acaricio los cristales uno a uno con nostalgia.

―¿Qué es eso? ―preguntó Cormac quien la estaba buscando desde hace unos momentos.

―Un día ―dijo suspirando―, te mostraré lo que hacen estas maravillas.

―Mi señor dice que ya estamos listos para partir ―le anunció tendiéndole la mano.

Ella puso los ojos en blanco, ahora él no quería hablar con ella.

―¿Tengo que viajar en la carreta?

―Sí, hasta que esté recuperada. Milady.

―Cormac, ¿no quedamos en Nessie?

―Creo que valoro mi cuello más de lo que imaginé ―respondió apenado.

―¿Qué te hizo ese animal? ―habló comenzando a sospechar el por qué de tanto formalismo.

―Milady por favor, hagamos esto llevadero para ambos y no tentemos a la suerte.

Solo bufó y con desgano se sentó en la carreta. Estaba enojada, dolida y con rabia. Aprovechaba las escasas paradas para dejar su señuelo, así le sería más fácil poder volver.

Entrada la noche, cuando ella estaba casi durmiendo, se despertó de un sobresalto al ver como de un manotazo, el motivo de su desdicha le habría la tela.

―Bájate. Llegamos.

¿A dónde?  Quiso saber, pero no se lo preguntó, no le daría en el gusto.

Se bajó y notó que estaban en un pueblo.

Todos los guerreros habían desmontado y entraban a una especie de cantina. Era claro que los conocían, pues varias mujeres salieron con grandes sonrisas a saludarlos, incluido su marido.

Ella no pasó por alto nada, mucho menos a la mujer con pechos grandes que se refregaba al torso de Alistair. Sintió ganas de matarla y de ser ella la que estuviera en esa posición.

―Vamos mujer, muévete, no tenemos todo el día ―la llamó Alistair sin deshacerse  de su acompañante.

Ella sin mirarlo pasó por su lado y entró al lugar. Estaba oscuro, solo unas velas lo iluminaban,  la gente estaba atestada en todas las mesas comiendo. Al olfatear su estómago le recordó que no había comido nada durante el día.

―¡Laird Cameron! ―exclamó el posadero limpiándose las manos en un sucio delantal―. Qué agradable volver a tenerlo por acá.

―Necesito una habitación para mi…mujer ―miró despectivamente a esta y luego con una sonrisa de lobo volvió a dirigirse al posadero―, y lo de siempre.

El hombre abrió sus ojos asombrado, pero no lo contradeciría si quería seguir sonriendo con todos su dientes.

―Enseguida le avisaré para que lo espere.

No dijo nada más, tomó a Nessie de la mano como ya era costumbre y se dirigió hasta el segundo piso.

Una vez dentro la soltó y con el mismo desprecio anterior cruzándose de brazos  le habló:

―Apestas, pediré que suban la bañera para que te puedas asear, a ver si vuelves a estar normal para el desayuno. También le pediré a la mujer del posadero que te traiga ropa…decente ―comentó esto último haciéndole una seña a su vestido roto.

―Tú no me dejaste traer mi ropa ―afirmó apretando los puños.

―Te dije ―rugió acercándose a ella―. Que todo lo que tendrías de ahora en adelante sería decente, y no obtenido quizás cómo.

―Con mi trabajo ―respondió orgullosa―. Así es como he conseguido todo en mi vida.

Él no la miró, ella no le rebatió, esa respuesta se le había clavado como una daga en su corazón.

Luego de asearse Alistair se fue, no podía estar a solas con ella, su cuerpo comenzaba a experimentar cambios visibles que solo ella, una bruja de su categoría podía lograr sin siquiera tocarlo.

Cuando cerró la puerta, Nessie se tiró a la cama suspirando, para ella tampoco era fácil estar a solas con él, sobre todo después de cómo se había comportado la noche anterior. Lo miraba y era como si volviese a sentir esos labios sobre ella, por eso cuando vio a la mujer sintió deseos de matarla, pero él solo la humillaba, es más, ahora seguramente estarían retozando en alguna habitación. 

Antes de que pudiera seguir pensando, tocaron a la puerta, era la mujer del posadero y otras más, quienes subían una bañera y cubetas de agua, además de un bonito vestido verde.

―Gracias ―dijo besándole la mejilla, gesto que a la regordeta mujer le sorprendió agradablemente, la verdad que las esposas de Laird, no eran muy amables, eran criadas para agradarles, pero de modales con los más humildes poco sabían.

―No tienes por qué agradecerme, tu marido pagó por esto, debe apreciarte mucho ―dijo cerrándole un ojo con ternura.

―Sí, viera cuánto me aprecia, tanto que ahora retoza en otro lecho con otra mujer ―soltó sin pensarlo, como siempre sus pensamientos fueron en voz alta.

La mujer sonrió y se acercó a ella con ternura.

―Permíteme que te de un consejo de vieja zorra y sabia.

Nessie aceptó con la cabeza.

―Los hombres muchacha, buscan en otra cama lo que no pueden obtener en la suya ―ella abrió los ojos como plato―, sí, querida, no te asustes y escúchame ―ella volvió a asentir―. Tu hombre tiene que encontrar a tu lado lo que le gusta recibir de brazos de otra, ¿me entiendes?

―No ―susurró mientras todo lo que escuchaba le daba vueltas, esa mujer parecía saber de lo que hablaba. 

―Debes ser la mejor de sus amantes, así harás que tu hombre, el Laird Cameron, esté satisfecho contigo y no quiera buscar entre las piernas de otra.

―¿Crees qué lo hará? ―preguntó cómo poseída por la curiosidad―, ¿él me será infiel? ¿Siempre?

―Muchacha ―volvió a sonreír―. Tú me acabas de decir que él está en la cama de otra, yo solo te estoy aconsejando cómo hacer para prevenirlo.

Nessie asintió ahora con mucho fervor retorciéndose las manos.

―A los hombres les gusta que les besen al igual como ellos lo hacen con nosotras. Quieren ser tocados con la misma intensidad que lo hacen ellos y por supuesto adoran que su mujer siempre esté dispuesta, así como lo están ellos durante todo el día y la noche.

―Pero eso es… ―indecoroso iba a pronunciar, pero las palabras no le salían.

―Eso es amor y mientras lo sientas está todo permitido.

―¿Qué quieres que haga? —preguntó con los ojos cerrados, la curiosidad que habitaba en ella la hacía querer saber más.

―Bueno, muchacha ―rio con los ojos brillantes―. Lo mismo que él te hace, se rumorea que Alistair Cameron es un amante ejemplar. Tú debes hacerle lo mismo que él te hace.

Nessie apretó y arrugó los ojos abatida, estaba perdida, él nunca le había hecho nada, ¿Cómo podría saberlo? Estaba segura que la ignorancia se le debía notar en la cara, por eso aquella mujer la estaba aconsejando. Sí, seguro le daba pena, pero ya estaba ahí, en esa conversación y sin atreverse a mirarla le confesó:

―El Laird no me ha hecho nada, solo…solo unos besos.

―¡Por san Ferguson! ―exclamó la mujer poniéndose de pie―. ¿Aun eres virgen?

Afirmó positivamente.

―¿Pero se han casado?

Volvió  afirmar y ella se sentó a su lado cogiéndole las manos.

―Hija, es normal que tengas miedo, sobre todo con un hombre como él.

Ella negó con la cabeza.

―Es que usted no entiende.

―Explícamelo.

A eso sí que no se atrevía, no quería que ella la malinterpretara, no podía contarle las razones de por qué él se había desposado con ella, pero podía intentar saber más sobre las artes del amor.

―Yo…yo no sé nada de eso, sé de otras cosas, de caballos, espadas, carcaj, pero nada de…hombres, mi padre era comandante y solo me explicó ese tipo de cosas y bueno…mi madre, mi madre no me dijo nada. Yo no sé qué hacer ―concluyó suspirando.

―Tranquila, te voy a hablar como le hablaría a mi hija que en paz descanse. Llevo años siendo la esposa del posadero, y créeme que nunca ha dormido en otro lecho, porque encuentra en mí lo necesario para satisfacerse ―afirmó cerrándole un ojo―. A los hombres les gusta que se la chupen, al igual como te gustará a ti y te volverás loca de deseo, también le gustará que lo beses apasionadamente.

Nessie sentía que le costaba respirar, seguro estaba pálida porque sentía como la sangre dejaba de circularle. ¿Chupar? ¿Besar?

―A ti te gustará confía en mí. ¿Qué sientes cuándo te besa?

―Calor… ―respondió muy bajito.

―Exacto, él siente lo mismo, un calor abrazador que recorre su cuerpo para alojarse justo entremedio de sus piernas, es como si se quemara y la única forma de aliviarlo es que culmine con su simiente dentro de ti, o en ti. ¿Me entiendes?

Ahora sí afirmaba positivamente.

―A ellos también les gusta que los toquemos, con las manos, con la lengua, que los besemos. Donde sientes tú, él también lo hace. Hacer el amor es entregarse por completo a las sensaciones que el cuerpo nos proporciona, no pienses que es indecente ―aseguró levantándose de la cama, le había dado demasiada información para procesar y ahora la dejaría descansar―. Eso es todo por hoy querida, báñate y si tienes dudas, mañana podremos hablar, pero recuerda, lo que sientes tú, lo siente él, y no tiene nada de malo.

―Pero algunas cosas son…indecentes —se atrevió a expresar al fin lo que pensaba.

―Las chicas de aquí, las furcias como las llaman malamente, hacen ese tipo de cosas, y créeme que lo pasan bien, no eres furcia por disfrutar, lo eres por cobrar, y si hay sentimientos querida mía, todo es amor, hay que ser indecente para disfrutar ―fue lo único que le dijo antes de marcharse.

Pensando en todo lo que le había dicho se metió en la tinaja de madera, era la primera vez en la vida que se bañaba así, siempre había ayudado a su señora Elaynne, pero ella no había gozado de esa experiencia tan colosal.

Al tocar el agua un escalofrío de calor la recorrió, se recostó completamente dejando solo su pelo fuera del agua. Comenzó a darle vueltas al  asunto, seguro la mujer tenía razón, era lógico y sabido que las furcias daban rienda suelta al placer de los hombres, por eso ellos las buscaban. Si ella hacía lo mismo podría retener a Alistair siempre a su lado.

¡Pero qué estaba diciendo! Se regañó a sí misma, no quería retenerlo, quería huir, ese hombre le hacía daño, no la quería, solo la humillaba y además la consideraba una furcia.

La furcia del Laird.

De su amigo.

De Athol.

Cerró los ojos abatida con tanta información. No sabía qué hacer y de pronto imágenes de la noche anterior se colaron en su mente, produciéndole las mismas sensaciones, solo que esta vez abrió los ojos y notó los cambios en su cuerpo, sus pezones se irguieron y sus senos se endurecieron, y como si eso fuera poco, un fuego la recorrió hasta alojarse en su bajo vientre.

―¡Dios mío! ¡Qué vergüenza! Me estoy comportando como una… ―murmuró sin terminar de decir la palabra, volvió a cerrar los ojos y esta vez se sumergió lentamente bajo el agua, a ver si así se le aclaraban las ideas. Aguantó lo máximo posible, hasta que boqueando salió a la superficie, quedando ahora  mucho más relajada, tanto así que al cerrar los ojos dormitó.

 

En la habitación de junto, Wenn, se desvivía por atender a Alistair, lo estaba besando por todo el cuerpo musculoso del guerrero, en tanto él se mantenía erguido intentando sentir algo. La chica estaba haciendo su mejor esfuerzo,   lo sabía, es más, así lo sentía, pero había partes de su cuerpo que simplemente no le obedecían.

Enojado y malhumorado por eso y para que no se diera cuenta de lo que le sucedía, se apartó de ella y comenzó a desnudarla, Wenn tenía un cuerpo voluptuoso, con curvas muy apetecibles, pero cuando tocó su piel, el recuerdo de la pelirroja se le cruzó aún más vívido que antes en su mente, y ahora que sabía que estaba en la bañera, la parte de su cuerpo dormida reaccionó al instante.

―Bruja ―bramó apretando los dientes al tiempo que mordía no tan suavemente a Wenn, haciéndola gemir.

La mujer se estaba dejando hacer y deshacer, pero cuando él bajó por sus pechos hasta la cintura, no vio la cicatriz que estaba buscando, ya no aguantó más.

Se separó de la chica, se puso los pantalones y salió para increparla ¿Qué tenía que hacer ella en sus pensamientos?

Ahora tenía una razón solapada para regañarla y si los dioses eran benévolos, esperaba que ella ya hubiera salido del agua.

Se detuvo frente a la puerta de la habitación, miró por la ventana de enfrente cómo la noche ya había caído completamente, solo unos animales estaban aullando a lo lejos, él pudo identificar perfectamente que eran, se llevó la mano al cuello y tocó su colgante para tranquilizarse.

Detrás de esa puerta estaba la mujer que lo mantenía hechizado. La bruja que lo exasperaba hasta el cansancio. 

El anhelo lo quemó por dentro, quería tirar la puerta y esperaba que ella estuviera durmiendo, quería reñirla, pero al mismo tiempo quería verla dormir tranquila y embeberse de su belleza, aunque fuera solo un poco, así al menos podría volver con Wenn, y terminar lo que no había sido capaz de comenzar.

―Qué esté dormida ―pidió mirando al cielo, un cielo de rocas.

Abrió con cuidado para no despertarla, ya que no se escuchaba nada y lo que vio fue lo peor que le pudo suceder, él y todo su cuerpo acusaron recibo de lo que veía desde el quicio de la puerta. 

Nessie seguía metida en la tinaja, con la cabeza apoyada mirando hacia el techo, mientras el pelo le colgaba mojado dejando una estela de agua en el piso. Su rostro reflejaba solo paz y una de las más maravillosas.

No fue capaz de moverse, la observó desde la puerta, en completo silencio para no ser descubierto. Debería haberse ido, no mirado, eso haría un caballero, pero no podía. Estaba disfrutando como nunca de las vistas que ella le estaba regalando.

Algunos de su mechones rojos estaban pegados a su cuerpo, con la vista comenzó a recorrerla como si la estuviera tocando, incluso su mano se levantó ligeramente en su dirección. Se quedó anonadado cuando llegó a sus senos que subían y bajaban con tanta paz. Tenía unos senos preciosos, blancos con unos pezones rozados que lo único que quería en ese momento era tocar. Pero la verdad es que todo su cuerpo níveo era maravilloso. Las curvas de ella la hacían en conjunto una mujer absolutamente deseable, sin contar con que jamás en su vida había visto unas piernas tan bien torneadas. Se fijó también en una gran cicatriz que poseía en uno de sus muslos, deseó besarlos para alivianar el dolor que seguro debió sentir al hacérsela, como también quería hacerlo con su nueva cicatriz. Esa mujer hasta en eso era diferente a las demás, ni siquiera se había quejado por la marca que le quedaría, había arriesgado incluso su vida. Sí, no lo podía negar, la bruja era increíble, peor que el mismo demonio.

Nessie se movió y él pensó que lo había descubierto, pero no, ella solo había cambiado de posición arqueándose un poco más, donde Alistair pudo apreciarla en todo su esplendor. Se le secó la boca, se excitó y su virilidad se estrechó contra la tela, se llevó la mano hasta su pantalón para calmar el dolor que estaba sintiendo y apretó los dientes casi destrozándoselos.

La deseaba, la necesitaba, la quería, y si lo pensaba bien, no había nada que le impidiera sacarla de la bañera y hacerla  suya una y otra vez, después de todo era  su mujer, la mujer que le daría hijos, ¡sus hijos! Esa bruja le pertenecía, la había salvado y ella debía retribuirlo igual como  ella lo había hecho con otros…con Athol.

Ese pensamiento como muchas otras veces le turbó la mente descolocándolo, le dio un golpe a la puerta haciéndola saltar.

Si él no tenía paz, ella tampoco la tendría.

Se levantó como si un rayo hubiera caído en la habitación.

Él quería que gritara asustada, qué le temiera, pero lo que vio era muy distinto, ella lo miraba furiosa, echando chispas por los ojos. Pero lo que Nessie no sabía era que la visión que le estaba entregando era más de lo que él esperaba; el agua resbalaba por su cuerpo desnudo, acentuando su belleza a la luz de las velas que aún permanecían encendidas.

Alistair esperaba el regaño, el grito, que lo increpara para poder responderle con la rabia que sentía en ese momento por ser tan débil, tan hombre, tan….hechizado por ella.

―¿Ya terminaste con tu amiga? ¿Tan poco tiempo fuiste capaz de entretenerla?

Ella estaba de pie frente a él, sin cubrirse, retándolo con la mirada, su respiración era acelerada, sus pechos tenían un vaivén que lo mantenían hipnotizado, tanto así que las palabras se esfumaban de su mente. La leyenda, “El Lobo” no podía hablar.

Su mirada ahora la recorría completamente, y ella ni siquiera se cubría, o peor aún, no se tapaba la parte que lo mantenía tan desesperado, entre sus piernas, unos rizos tan claros como el color del sol al atardecer lo dejaban ver más de lo que debía.

Y cuando ella comprendió lo que este veía, en vez de cubrirse, salió de la tinaja, no se cubrió, ni dejó de mirarlo, solo caminó hasta donde estaba su camisón y se lo colocó. Este se pegó a su cuerpo como si fuera una segunda piel. Inconscientemente Nessie lo estaba matando, lo que Alistair veía, era el mejor de los espectáculos.

La verdad era que quería gritarle, matarlo para ser más exacta, pero sabía que eso era lo que estaba esperando y no le daría en el gusto.

―¿Te quedarás ahí parado o entrarás de una vez? 

Alistair pestañó un par de veces para entrar en razón y luego sonrió en tanto comenzaba a caminar hacia la cama. Ella era menor en envergadura, pero como rival era muy poderosa, sabía cómo darle al clavo en el momento perfecto usando las palabras adecuadas, y por supuesto también sabía usar la espada, y de qué manera.

―Yo ―anunció con un gesto teatral―, Laird Alistair Cameron, “El Lobo” no tengo que darte ninguna explicación de lo que haga o deje de hacer ―rugió haciendo gala de su tamaño acercándose atraído como un imán a ella―. Solo voy a recordarte, porque parece que no sabes, esta es mi habitación, como todo lo que hay dentro querida esposa. Y  por eso tengo el derecho de hacer lo que desee, cuando quiera y como quiera. ¿Me estás entendiendo?

―Pediste dos habitaciones ―respondió sin amilanarse.

―Sí, una para satisfacerme con una mujer decente, que es honesta con lo que hace, y otra para venir a sacrificarme con la indecente y para que mis hombres no sigan hablando aun peor de ti… ―dijo esto último con desdén para humillarla. Porque la verdad era que la deseaba demasiado.

―¡Eres un animal! Nunca había conocido a alguien como tú, que solo quiere humillarme ¿¡por qué no eres capaz de enfrentar la verdad?! ¡Athol es más hombre que tú! ―Gritó sin importarle las consecuencias.

La bestia ya estaba desatada completamente, imposible de domar, sin poder controlarse más, Alistair la cogió por el brazo y puso su mano con fuerza detrás de su nuca para acercarla más, apegó sus labios con brutalidad  y le dio un beso salvaje y sin piedad.

Nessie al sentirse vulnerada, levantó la rodilla pegándole en su virilidad, esto hizo que se separaran.

―¡A mí me vas a respetar! ¡Yo no soy una furcia para que me trates así! Al menos esa que tienes goza estando contigo ―gritó recordando las palabras de la posadera―. ¡Yo no!

―¡Voy a hacer lo que quiera contigo! ¡Bruja! ―exclamó tomándola de nuevo por el brazo para volver a besarla―. Tú me perteneces a mí ahora.

Cuando acercó su boca con violencia, Nessie alcanzó a mover la cara y con la mano que tenía libre le dio una bofetada que lo calmó. Este se separó de ella con la misma violencia que la había tomado minutos anteriores, tirándola a  la cama.

―Un año y un día, solo eso es lo que obtendrás de mi ―acotó con frialdad metiéndose a la cama mientras trataba de calmarse, nunca había estado tan asustada en su vida y para peor no tenía con que defenderse.

―No podría esperar más de una furcia como tú —siseó con rabia, en tanto trataba de tranquilizarse, él no era un animal, aunque con ella era una bestia―, me imagino que luego volverás donde tu amante. Debí dejar que te llevaran a la abadía.

―Sí —caviló fulminándolo con sus ojos verdes―. Debiste, pero piensas como un animal, actúas sin razón, ganas batallas porque no mides consecuencias. Creo que sí, el apodo de “El Lobo” te queda muy bien. Lástima que los insultes.

―Tienes toda la razón, soy un animal y eso será lo único que obtendrás de mi ―espetó alejándose hacia la puerta donde al fin ella pudo tranquilizarse, pero lo que oyó cuando salió fue lo peor―, pero este animal será al que tendrás que darle un hijo, que tú no cuidarás.