Nessie se había olvidado de arreglarse, ahora su única preocupación era colgar su nuevo cristal bajo el marco de la ventana, para que iluminara con colores su pequeña cabaña. Se quedó un momento contemplando el baile de luces que producían en el instante en que la luna aparecía en toda su magnificencia para posarse sobre el cielo, sí, esa sería una noche llena de colores para ella.
Cuando hubo pasado un buen rato, con pesar se lavó, se peinó dejando suelto su rizado cabello, que adornó con algunas flores silvestres. Lo último que hizo fue ponerse el vestido.
En el castillo la festividad ya había comenzado, todos estaban reunidos en el salón principal. El banquete era apoteósico, digno de una gran celebración. Los platos típicos de Escocia estaban servidos sobre grandes fuentes que descansaban en las mesas de madera, varios jabalíes y venados formaban parte de la degustación de la noche. Incluso el olor de estofado se podía oler desde la aldea, que se mezclaba con el olor de cerveza que tanto repudiaba Nessie.
Los hombres del clan Mackay, animados por Marroc que había bajado especialmente a la celebración incitaban a su Laird para que se besara con la dulce de su esposa. Elaynne feliz por como acontecía la ceremonia, se dejaba besar por su marido aunque este no parecía del todo feliz, a ella le bastaba con sentir sus cálidos labios sobre su piel.
Alistair, con una jarra de cerveza en la mano miraba hacia la puerta de entrada del salón, cada minuto que pasaba se ponía más furioso. La celebración había comenzado hace bastante tiempo. Todos disfrutaban y reían, incluso las cocineras ya estaban comiendo y aun no aparecía la muchacha que tanto lo exasperaba.
Había estado tentado varias veces en preguntarle a Broderic por ella, ya que parecían bastante cercanos. Pero se negaba rotundamente a hacerlo y dejarse embelesar por una mujer. Para eso sabía que había muchas y que no tenía que hacer ningún esfuerzo, era sabido por todos que para calentar su lecho solo debía elegir.
Marroc llegó a su lado, ayudado por Athol y Broderic para comenzar un brindis, cuando de repente el anciano se calló de golpe para mirar en dirección a la puerta.
Sus tres acompañantes y varios hombres más dejaron de hacer lo que estaban haciendo y mantuvieron la mirada fija en la entrada del salón. Alistair se giró para ver que los entretenía y lo primero que sintió, fue que sus fuerzas flaqueaban y se le nublaba la razón.
Tardó varios segundos en comprender la visión que tenía en frente, pero cuando lo hizo su boca se abrió en una perfecta O. Luego y esperando que nadie lo notara la cerró para volver a su posición original. Y entonces miró nuevamente en dirección a la mujer que aparecía ante ellos.
Se veía hermosa, sus ojos verdes resaltaban con más fuerza, su pelo rojo rizado con mechones más claros caía libremente por su cuello para finalmente descansar sobre sus pechos. Sí, no había duda ni lo podía seguir negando, Nessie, estaba hermosa y él se sentía increíblemente atraído por esa exasperante mujer. Aspiró un par de veces, sentía que se había quedado sin aliento al escrutarla fervientemente con la mirada oscurecida por la lujuria.
Pero en esos momentos…
¡Dios santo! ¿Ese era el mismo vestido que había visto comprar a Athol en una tienda de la ciudad? Alistair se llevó la jarra de cerveza a la boca, tenía que beber algo para tragar el nudo amargo que sentía en la garganta. Claro, ahora las cosas comenzaban a encajarle como un engranaje perfecto. Tendría que haberlo descubierto antes, pero algo o alguien le nublaban la razón.
Athol, como poseído por lo que veía se levantó de la silla esbozando una sonrisa que jamás nadie le había visto en su rostro. No se había equivocado, el vestido le quedaba espectacular, era como si hubiera sido confeccionado para ella. Estaba simplemente exquisita, una señora digna de acompañar a cualquier hombre. Cuando hizo el ademan de moverse para ir a buscarla, una mano ajada se posó sobre la suya impidiéndoselo.
Nessie al creerse observada, se sintió muy nerviosa e indecisa, quería seguir avanzando pero parecía que una muralla transparente se lo impedía.
Broderic, que la conocía mejor que nadie estaba seguro de que ella preferiría morir antes de manifestar cómo se sentía, esa pequeña guerrera no mostraba debilidad ante nadie. Y al sentirla tan vulnerable, decidió hacer algo para ayudarla, aunque fuera una falta de respeto dejar solos a los caballeros.
Se puso de pie y fue a su encuentro.
Alistair quiso frenar al comandante, pero sabía que al hacerlo se pondría en evidencia y sería el hazmereír de sus hombres, él no perseguía ninguna mujer, menos a una furcia como esa, que además era la amante del Laird. Por lo que no tuvo más remedio que fingir que no le interesaba. Y con eso dejar de mirarle el escote que lo tenía completamente hechizado. Fulminó con la mirada a todos los hombres que la miraban, incluidos su buen amigo Ray, que se había quedado tan impresionado como él al ver el cambio de la muchacha.
Un suspiro del alma soltó Nessie cuando su gran amigo llegó a su lado, y mágicamente sus piernas se empezaron a mover.
―Te ves increíble, Ness, creo que hoy llamarás la atención de muchos guerreros.
―¡No! ―Dijo horrorizada―. Esa no es mi intención Broderic y tú lo sabes. Mi lady me lo obsequió esta tarde y yo…yo no podía decirle que no. Por favor, por favor quédate conmigo esta noche ―pidió, no suplicó.
Broderic soltó una carcajada al escuchar a su amiga tan complicada, jamás la había visto así en la vida.
―Si me quedo contigo esta noche, Lowenna no me concederá ningún baile ―se disculpó con una sonrisa.
―¡¿Te gusta Lowenna?! ―preguntó con sorpresa.
―Más que eso, Ness.
―¿Dios mío qué voy a hacer ahora? ―pensó en voz alta sin darse cuenta en tanto pasaba por el lado de los hombres que la miraban y devoraban con los ojos. Hasta que sintió la voz amable de Marroc.
―Eres todo un placer para la vista, hija mía, mi gran amigo debe estar orgulloso mirándote desde el cielo.
―Gracias ―respondió casi en un susurro, ya que al recordar a su padre un brillo especial se había puesto en sus maravillosos ojos, haciéndolos más intensos.
―Si yo tuviera unos años menos hija, estaría bailando contigo en este momento.
―Pero qué dices Marroc, aun estás joven ―lo interpeló Ray que aún no salía de su asombro, menos teniéndola tan cerca, la muchacha sí que era bella, y él estaba dispuesto a cortejarla.
En ese momento llegó hasta ellos lady Elaynne, que al ver a su amiga solo quería elogiarla.
―Te ves realmente hermosa.
―Gracias mi lady ―reconoció cada vez más avergonzada. No le gustaban las adulaciones, menos tantas en tan corto tiempo.
El primero en retirarse fue Broderic, que al ver que su chica le ponía mala cara, casi corrió a su lado.
―¿No es verdad que se ve muy bien, Athol? ―le preguntó su esposa haciéndolo carraspear para responder.
―Te queda muy bien ese color ―respondió, aunque lo que en realidad deseaba era decirle que era la mujer más linda del salón e incluso de toda Escocia.
Después de un rato, las muchachas se retiraron y cuando la música comenzó a sonar, los hombres de la aldea junto con algunos guerreros aprovecharon para sacar a bailar a las jóvenes del lugar. Lowenna y Broderic fueron unos de los primeros, en tanto eran seguidos por hombres del clan Cameron, que hasta el minuto se estaban comportando muy bien.
Todos conversaban alegremente y Marroc disfrutaba de la felicidad de todos en tanto bebía un poco de cerveza y comía algunas moras de contrabando que Nessie le había llevado.
―Bueno, bueno, ¿por qué no sacan a bailar a las muchachas? ―inquirió el anciano mirando a su hijo y al fiero guerrero que tenía en frente―. Hay dos muchachas que sé que bailan muy bien, y estarían felices de bailar con ustedes.
―A mi no me gusta bailar, padre.
―Pero a tu mujer sí, basta con verle los ojitos para saber que desea hacerlo, y no podrá hacerlo con nadie, así que levántate y sácala a bailar ―lo regañó con dureza y luego volvió a la carga para atacar a Alistair―. Tú podrías hacer lo mismo con mi muchacha, así la dejas de mirar.
Athol que de eso no se había dado cuenta, porque desde que ella y su mujer se habían ido a sentar alejadas de ellos solo la miraba a ella, giró molesto la cabeza como un demonio para mirar a su amigo y compañero de batallas.
―Yo soy un guerrero, no un bailarín. ¿Qué pensarían mis guerreros si ven bailando a “El Lobo”?
―Lobo ―sonrió Marroc―. Pareces un cachorro cuando miras a mi muchachita, lo noté cuando entró, y desde que se fue no has dejado de mirarla. Tu castillo necesita una señora y tú a una mujer qué te de descendencia. Si te digo esto es porque sé que es lo que te falta.
―¡¿Qué estás diciendo padre?! ―rugió molesto y de inmediato Alistair supo el por qué, pero él no necesitaba que nadie lo defendiera, ni que nadie le dijera que hacer.
―La verdad hijo mío, solo la verdad, así como tú también necesitas descendencia, Alistair también la necesitará, tú ya tienes a la señora de tu castillo.
―No me falta ninguna mujer a la hora de calentar mi lecho, y no necesito una esposa para que me de descendencia.
―¿Y pretendes tener un hijo bastardo para que los demás clanes no lo respeten? ¿Eso es lo que pretendes Alistair Cameron? ―lo increpó con severidad.
―Si es hijo de “El Lobo” nadie se atreverá a despreciarlo ―sentenció cabreado por el rumbo que estaba llevando la conversación.
―Tú no le serás eterno, así como yo tampoco le seré a mi hijo, es la ley de la vida.
―Con todo respeto lo digo Marroc, debería preocuparse más de la descendencia de Athol, que de la mía, yo no estoy casado, él sí ―se defendió como un cachorro asustado a lo que rápidamente el aludido se defendió.
―La descendencia llegará cuando sea el momento adecuado.
―Oh tendrías que intentarlo más, tal vez ―refutó Marroc.
―¡Padre!
―Yo solo digo lo que veo ―anunció encogiéndose de hombros.
No dispuesto a soportarlo más, Athol se dirigió hacia donde estaba su mujer conversando y sin mediar ni media palabra, la tomó de la cintura y la sacó a bailar. Ella feliz puso las manos sobre su cuello y se dejó tocar por el hombre de sus sueños.
Después de unos segundos, el anciano volvió al ataque. Sabía que le quedaba poco tiempo en este mundo, y quería dejar todas las cosas funcionando bien antes de partir al otro lado, y una de ellas era dejar a la hija de su mejor amigo en buenas manos, ya que el destino caprichoso no lo dejó hacerlo en las que él hubiera deseado, por lo menos la dejaría en unas en que si confiaba.
Pero ser Laird era más que poseer solo tierras, había que hacer uniones y aunar clanes para sobrevivir y así poder vivir en paz, a veces eran más los sacrificios que las ganancias, sobre todo cuando habían metidos asuntos del corazón.
―Si bailas les demostrarás a tus hombres que aparte de guerrero también sabes divertirte.
―Creo que eso no es importante.
―Oh, sí lo es. Se llama camaradería.
―Por bailar no seré mejor persona Marroc ―espetó mientras no paraba de mirar como Nessie se desprendía del brazo de un mozo con bastante dificultad. No podía negar que aquella muchacha lo atraía demasiado, la veía reír o abrazar a alguien y se le revolvían las entrañas, más aun ahora que sabía que era la amante de Athol. ¿Por qué no quería nada con él?
Marroc miraba como todos bailaban, en tanto su muchacha tenía una cara de complicación que no le gustó nada.
―Ya sé que no quieres bailar con mi muchacha, pero podrías ir a ayudarla, creo que está un poco complicada.
―Si no se hubiera puesto ese vestido ―bufó levantándose para ir en su rescate.
―El vestido no tiene la culpa, le queda maravilloso.
―Si usted lo dice ―suspiró exasperado. Mejor sacaba de apuros a Nessie, ya que a él también le estaba molestando la actitud de aquel hombre―. Voy a ayudarla.
Marroc solo sonrió y brindó para sí mismo. Por fin las cosas estaban tomando un curso correcto.
Alistair no se demoró nada en cruzar el gran salón y llegar hasta ella. Aún estaba enfadado por la conversación, por lo que tenía los labios apretados y los ojos se le veían más fieros aun.
A él le hubiera encantado decirle lo hermosa que se veía, es más esa había sido su intención en un principio, pero con su reciente descubrimiento eso era imposible y lo único que podría decir era lo que no sentía:
―Disculpa ―le dijo totalmente erguido al muchacho que aun intentaba jalar del brazo a Nessie―. La muchacha se viene conmigo.
―¡No…! ―respondió al ver como la reprendía con la mirada, estaba incómoda, pero con él lo estaría aún más.
―No te estoy preguntando ―espetó tomándola del brazo para sacarla del lugar―. Si no hubieras venido con ese vestido indecente, no te sentirías tan incómoda.
Nessie se soltó del agarre de Alistair y lo miró con tanta frialdad que cualquier hombre se hubiera quedado congelado, haciendo que él por un momento se sintiera como el más despreciable de los animales. Pero al ver como unos hombres seguían mirando su escote y deleitándose con aquella visión, sin dudarlo ni un segundo, le entregó de mala manera su plaid para que se cubriera.
Nessie se tensó al recibir un plaid que no era el de su clan, eso era un insulto hacia su gente y fulminó al guerrero con su mirada.
―¿Acaso olvidas que soy una Mackay? ¿Crees qué voy a permitir que me pongas un plaid que no es el de mi clan? ¿Y qué además pertenece a un animal? ―Inquirió luchando por mantener la rabia que sentía bajo control, pero la pesada mano de Alistair le impedía sacárselo.
―No lo olvido. Solo estoy tratando de ayudarte.
Ella se echó ligeramente hacia atrás para poder mirarlo ya no con tanto odio por su osadía y al hacerlo notó a intensidad con que este le devolvía la mirada.
―Gracias por tu ayuda, pero no la necesito, sé cuidarme sola ―respondió devolviéndole el plaid.
―No parecía que te estuviera resultando.
―Eso te lo parecerá a ti. Ve y entrégale tú…plaid a otra que lo quiera usar. A mí no me interesa.
―Por supuesto que este no te interesa, si ya tienes uno que caliente tu cama y seguro te trae demasiados beneficios.
―¡¿Pero qué estás diciendo?!
―No te hagas la inocente, lo sé todo. Y conmigo también lo podrías pasar muy bien. Dame un beso ― exigió intentando agarrar a Nessie, que al sentir sus manos en su cintura, le soltó un puñetazo en el rostro que lo hizo retroceder.
―¡¿Qué ocurre?! ―rugió Broderic que había visto el incidente, por eso a grandes zancadas se había acercado a ella.
―Nada Broderic, solo que los cerdos se cuelan en el castillo ―respondió con la mano empuñada tirando el plaid al suelo para luego pisarlo con desdén. Alistair tenía la cara desfigurada por la rabia, el golpe casi no lo había sentido, pero la ira comenzaba a bullir por sus venas y antes de que pudiera reaccionar, Ray llegó hasta ellos para tranquilizarlo. Él también había visto la escena, y era primera vez en su vida que veía como una mujer lo rechazaba, y peor aún…lo golpeaba.
―Calma, vamos afuera. Furcias hay en todas partes.
Sin opción a nada más, Broderic cogió a su amiga del brazo, la llevó hasta una mesa y la obligó a sentarse, no tenía claro que había sucedido, pero sí sabía que si el Laird se enteraba los problemas serían mayores, por eso intentó tranquilizarla.
―Lo odio, lo odio con toda mi alma, me las va a pagar Broderic.
―¿Qué tal si te relajas y nos vamos a tu casa?
―¿Y Lowenna?, no quiero arruinarte la fiesta, no es justo ―sonrió sin expresión, estaba roja por la ira.
―La veré mañana, vamos.
Del brazo ambos se retiraron en tanto todos seguían bailando y al pasar por el lado de Marroc este le agarró el brazo a su muchacha.
―Buen golpe, Ness, sé de alguien que está sonriendo en este momento ―murmuró dirigiendo la vista al cielo―. Si no le llegas a pegar tú, me hubiera parado a hacerlo yo ―reconoció el anciano admirando la valentía de Nessie que no había dudado ni un momento ante el fiero guerrero, y por otro lado sonreía porque sabía que esa misma muchachita estaba haciendo estragos en “El Lobo” aunque él no lo quisiera reconocer. Lástima que en esa batalla si saldrían lastimados, y de su propio clan.
―Ese es un…cerdo, una rata, ¡un animal!
Marroc la miró asombrado ante aquella aseveración.
―Lo siento, lo siento, no pensé que mis pensamientos saldrían en voz alta, perdóneme ―rogó al ver los ojos abiertos del anciano―. No pretendía sonar soez.
―Estás disculpada ―sonrió con cariño―. Solo hija mía que debes pensar antes de hablar.
―Como si eso fuera tan fácil, Marroc ―suspiró.
―Nos vamos ―la interrumpió Broderic―, que se nos hace tarde para el espectáculo ―habló más bajito, pero de todas formas Marroc la escuchó.
―¿Qué espectáculo?
Nessie no pudo evitar poner los ojos en blanco, sabía que ahora también tendría que mostrárselo a Marroc y lo único que ella quería era irse del castillo y que ese día se acabara de una vez por todas, estaba realmente agotada.
―El de los cristales, Broderic me trajo uno de su viaje.
―Perfecto, no se hable más muchacha ―afirmó y mirando al guerrero habló―. Dile a un par de hombres que me ayuden a subir, y luego ve por esos cristales, hoy hay luna llena y quiero verlos.
―Pero…
―Pero nada, Nessie, vamos a mi habitación.
La orden ya estaba dada, nadie la podía refutar, y tal cual lo había ordenado, dos hombres se acercaron para subirlo a sus aposentos, en tanto la joven nerviosa miraba para todos lados, no quería que nadie la viera subir con él. La fiesta sucedía en el salón y no en las habitaciones.
Una vez dentro, Marroc se acomodó en su cama, en tanto ella organizaba todo, corría las pesadas pieles de la ventana para dejar entrar la luz, y buscaba un trozo de tela lo suficientemente grande que le sirviera. Como no había nada, tuvo que salir a hurtadillas hacia el cuarto de costuras, ahí si había telas lo suficientemente grandes.
Al salir del pequeño cuarto miró para todos lados, se sentía paranoica, observada, eso no le había ocurrido jamás, culpó al vestido de eso y claro, al pequeño incidente de minutos atrás. Cuando llegó corriendo al cuarto de Marroc, se sobresaltó al ver que Broderic ya estaba dentro con la bolsita que contenía las piedras.
―No te demoraste nada.
―No, fui corriendo.
―Perfecto, ahora por favor vigíla la puerta, no quiero que….
―¡Por Dios muchacha! ¡Vienes todos los días a esta habitación!
―Sí, sí, pero nunca hay tanta gente como hoy y usted sabe cómo es la gente, sobre todo la de otros clanes.
―Muchacha ―la reprendió cariñosamente―. Esa lengua…
Solo hizo un ligero movimiento de hombros y se puso manos a la obra, le pidió al anciano que cerrara los ojos mientras ella preparaba todo, una vez que estuvo envuelta en la tela y con los cristales colgados, los movió y le pidió a Marroc que abriera los ojos.
Lo que vio el anciano fue una danza de colores alrededor de la habitación y sobre todo alrededor del cuerpo de Nessie que estaba frente al umbral moviéndose para que estos se viesen más reales.
Marroc reía a todo pulmón, el espectáculo visual que estaba viendo era maravilloso, la luna con su luz que se colaba por la ventana daba un sinfín de colores que al moverlos parecían bailar alrededor de la habitación.
De tanto reír el anciano se trapicó, se empezó agitar y Nessie decidió dar por terminado el show, ya habría tiempo para más.
―Esto es realmente fantástico ―rio de buena gana―. Tú me vas a matar muchachita.
―¿¡Yo!? ―sonrió―. Pero si yo no le hecho nada.
―Tú lo haces todo Nessie. Es un regalo de Dios tu presencia aquí. ¿Qué haría yo sin tu vitalidad?
―Bueno, por lo pronto no podría seguir comiendo moras. ¡Mire cómo estoy de rasguñada!
―¡Oh…!
―Sí, para que vea cuanto lo quiero. Pero ahora si me voy, que me toca mostrarle esto a Broderic, sino no me traerá más cristales.
Con un beso y un fuerte abrazo se despidieron, el anciano estaba realmente feliz, Nessie, era la hija que nunca tuvo y la que tampoco podría tener, ya que su hija ahora era Elaynne, que aunque era un dulce de mujer, no era su Nessie.
Al salir, la joven se quedó en el quicio de la puerta. ¿Dónde estaba Broderic? Tardó poco en darse cuenta que estaba enfrascado en una conversación con otro guerrero, seguro distrayéndolo para que ella saliera. Lo más rápido posible avanzó hasta llegar al descanso de la escalera para esperarlo.
―La sonrisa de tu cara ¿se debe ah…? ―preguntó Alistair apareciendo entre las sombras en tanto la miraba con una sonrisa de suficiencia en los labios que la hizo retroceder.
―No sé a qué te refieres.
―¿No sabes? Puedo refrescarte la memoria si lo deseas. Puedo hacer cosas que un anciano a su edad ya no puede ―ronroneó como un lobo apunto de atrapar a su presa, estaban a escasos centímetros el uno del otro.
Nessie tragó saliva y miró en todas direcciones a ver si alguien la podía auxiliar.
―No sé de lo que estás hablando. Te ruego que me dejes pasar ―pidió poniéndose en alerta agachándose un poco para tomar lo que tanto necesitaba si era necesario.
―Mi lady, porque seguro así te gusta que te llamen ¿verdad? ―ella negó con la cabeza―. Este día me has hecho envidiar a muchos hombres y me gustaría que también a mí me dieras una calurosa…bienvenida ―dijo esto último recorriendo su cuerpo lascivamente.
―Te…te dije bienvenido hoy en la mañana, ya te pedí disculpas por tratar de animal a tu Laird que quizás quién sabe dónde está ―dejó de hablar cuando él la interrumpió con una risotada cargada de reproches, otra vez sus pensamientos hablaron por ella antes de tiempo―. Así que date por bienvenido. Otra vez.
―No —bufó―. Yo quiero disfrutar de ti en el lecho como lo hace Marroc, Athol, Broderic, y quizás cuántos más.
Todo el cuerpo de Nessie se crispó ante aquella aseveración tan venenosa.
―¿Con qué derecho…?
―El derecho que me da ver lo que haces ―afirmó tomándola desprevenida impidiéndole sacar lo que llevaba en su bota―. Acabas de salir de la habitación de Marroc, en tanto Athol te compra caros vestidos en sus viajes ―indicó subiendo la mano por la tela, mientras que con la otra la mantenía inmovilizada―. ¿O me lo vas a negar?
―¡Suélta…!
Alistair acercó con brusquedad su boca a la de ella, era todo lo que había pensado, dulce, carnosa y demasiado suave, tanto así que lo hizo estremecer. Nessie, sin dudarlo, ni acobardarse por semejante vejación, subió con toda la fuerza que pudo reunir su rodilla, hasta darle de lleno en los testículos, haciéndolo retroceder instantáneamente. Esa mujer le anulaba cualquier capacidad de reacción.
―¡Si vuelves a tocarme te juro por san Ferguson que te mataré! ―aseveró sacando la daga al fin de su bota para ponérsela en la barbilla obligándolo a mirarla, y lo que vio de esos pozos negros sin fondo al contrario de asustarla, la envalentonó aún más―. Y ni se te ocurra decir una palabra de esto, avergonzarías a tu Laird. Porque aunque sea un animal si es amigo de este clan es bienvenido en estas tierras y no se merece ser deshonrado por un imbécil como tú.
Una vez dicho, apropósito apretó más la daga en la barbilla del hombre hasta que vio como un hilo de líquido caliente corrió por su cuello.
Continuó bajando las escaleras a toda prisa dejándolo totalmente anonadado.
Alistair, no podía reaccionar, jamás esperó esa reacción y menos la suya propia de no poder encararla, le doblaba en porte, en fuerza, y aun así esa mujercita lo había reducido con su propio cuerpo. Se pasó la mano por el cuello y notó sangre.
Broderic casi ni podía alcanzarla, no sabía que había sucedido, pero tampoco se atrevía a preguntarle, solo se aseguró de dejarla en su cabaña sana y salva con la promesa de hablar al otro día.
Al entrar en su hogar y encontrar el silencio anhelado, se reconfortó sobre el lecho de su cama. Sus nervios comenzaron a florecer y sin poder contener los espasmos de su cuerpo comenzó a sollozar en silencio. Era la primera vez que la insultaban de esa manera. ¿Y si no era solo el guerrero que pensaba así de ella? ¿Si por la cercanía la creían la furcia del Laird?
Pero no, eso no se quedaría así. Se limpió una lágrima proveniente de la rabia que le cayó por las mejillas, se cambió el vestido por unos pantalones de tela negra, una blusa y salió de su cabaña.
Ella le enseñaría a ese imbécil quien era Nessie Mackay.
Amparada en la oscuridad del bosque e iluminada por la luna, llegó hasta el establo. Su objetivo era el corcel del guerrero, estaba claro que era uno de los que más veneraba a su animal, puesto que su medallón era diferente y hasta la montura que vio en la mañana poseía la cabeza del lobo.
Se aseguró de que Galloway, el cuidador del establo estuviera profundamente dormido para entrar. No le fue difícil encontrar el corcel, pues además estaba separado del resto, y frente a él, descansaba la montura. Que aunque le doliera reconocerlo, era de las más lindas que había visto en su vida.
Cuando llegó hasta el caballete, levantó la mano empuñando su daga, y la clavó, no una, sino varias veces hasta que estuvo casi totalmente destrozada. Con rabia vio el cuerno con forma de lobo. Y con toda la fuerza que le quedaba lo arrancó. Una vez que hubo terminado, se devolvió a su cabaña en el mismo silencio con que había llegado.
Se acostó al fin sintiéndose vengada por el ultraje cometido por ese hombre, lo único malo era que su preciosa daga, regalo de su difunto padre no había salido ilesa, la punta estaba estropeada, ya vería como hablaba con el herrero para llegar a una solución. Pensando es eso y observando la luna llena que tanto le gustaba, y seguida por el cansancio se le cerraron los ojos permitiéndole entrar en un sueño profundo donde nada podía salir mal.
Al otro día, muy temprano al alba, la puerta de la cabaña se abrió lentamente, sin emitir ningún sonido, solo que el sistema de alerta de Nessie ya estaba activado. Empuñó la daga que reposaba bajo su almohada y esperó a su agresor, cuando este se posó sobre su cuerpo, esta se dio vuelta y empuñando su daga la puso sobre el cuello de su ahora enemigo.
―¡¿Pero qué crees que estás haciendo?! ―gruñó Athol tomándola del brazo, la daga estaba a escasos centímetros de su cara.
―¡Yo! ―chilló aun con la daga empuñada―. Mejor dime que estás haciendo tú aquí, ¿y en mi casa?
La situación si bien era extraña, Athol la estaba disfrutando de sobre manera, ella sobre él defendiendo su honra era más de lo que imaginó cuando fue a desearle los buenos días.
¡Sí!, por Dios que lo estaba disfrutando.
―Solo viene a darte los buenos días ―respondió intentando reprimir la risa y apartar los ojos de donde no debía, cosa que le estaba resultando muy difícil.
―¿Y no sabes tocar la puerta? ―preguntó incorporándose un poco mejor aún con la daga empuñada.
Al ver su rostro enrojecido por la rabia, y el miedo a la vez, le dieron ganas de abrazarla y decirle que todo estaba bien. Pero por mucho que ella causara estragos en su corazón, debía reprenderla, aun le apuntaba con la daga, sabiendo que se trataba de él.
―Ya tranquila, mujer, soy solo yo. Dame esa daga ―señaló estirando la mano, pero era como si ella no reaccionara. Y uno a uno fue soltándole los dedos hasta que esta cayó sobre la cama.
―No vuelvas a entrar en mi casa ―bufó sentándose en un rincón al tiempo que se tapaba con una piel.
―Entraré cuantas veces quiera ―habló con suficiencia―. Estás en mi propiedad.
―Pero es mi casa y…tal vez no siempre estaré sola― eso último lo dijo sin pensar, quería hacerlo sentir culpable, pero lo que obtuvo fue peor de lo que imaginó.
Como un animal en celo Athol se levantó de la cama asiéndola por el brazo para que hiciera lo mismo.
―¡Qué has dicho! ―rugió.
―Bueno…bueno, que no puedes llegar y entrar.
―¡No! ¡Lo otro!
― Athol, por favor, no te pongas así, lo dije, lo dije para molestarte, pero…
―¿Pero qué? ―volvió a rugir.
―Pero bueno, no espero estar sola toda la vida ―respondió casi en un susurro―. Y tú no puedes llegar y entrar.
La mirada que le proporcionaba era de temer, era la primera vez que la miraba así, y Nessie supo de inmediato que esta vez ni un arsenal de moras le iba ayudar.
―No te enojes. ¿Quieres algo de tomar?
―No.
―¿De comer?
―No
Ella bufó.
―Bueno entonces a que has venido, tengo sueño, y quiero dormir antes de tener que ir al castillo a ayudar a Elaynne.
―Está durmiendo, como siempre, jamás despierta antes del medio día ―reconoció molesto.
―Ah bueno, será por qué pasó una noche agitada entonces ―rio con picardía.
―No digas estupideces ―reaccionó molesto.
―Estás insoportable.
―Tú no lo haces nada mal. Vine a verte para saber cómo estabas, contarte de mi viaje ya que ayer casi no pudimos hablar ¿y con qué me encuentro?
―Con una mujer defendiendo su intimidad ―respondió sirviéndole una taza de té que minutos antes había rechazado, ahora tomaba con total aceptación.
Como era habitual, comenzaron a conversar como siempre, como los grandes amigos que eran. Con los ojos brillantes Athol le relataba cómo había sido la batalla y las peripecias que habían tenido que pasar, en tanto ella con el pecho henchido de orgullo escuchaba a su amigo del alma, sintiéndose la mujer más orgullosa de toda Escocia. Le encantaba escucharlo, ella misma se imaginaba luchando junto a él defendiendo sus tierras y su país. Ese era un sueño que sabía jamás podría cumplir, las mujeres no combatían en los campos de batalla.
―¡Wow! todo es tan increíble. Me siento orgullosa de ti Athol ―reconoció abrazándolo, cosa que a él le supo a gloria. Esa era la gloria que el perseguía después de las batallas, un simple abrazo, una caricia, valían todo el esfuerzo.
―¿Ves qué valía la pena venir hasta acá hoy?
―Sí, tienes razón ―reconoció y bajando la mirada al suelo por lo que le iba a pedir―: Quiero pedirte un favor.
―El que quieras Ness, pero no dejes de mirarme.
―No quiero que vuelvas a entrar sin tocar, ni que vengas a verme, porque…
―¿Por qué? ―toda la furia había vuelto tan rápido como se había esfumado.
―Porque no quiero que la gente piense mal de nuestra cercanía Athol.
―No me importa lo que piense la gente.
―Pero a mí sí, y no quiero que hablen de mí a mis espaldas.
―¡Dime! ¡Dime ahora lo qué has escuchado! ―gritó para él mismo ir a ponerle fin a ese comentario.
―Nada, nada pero…
―Me estás mintiendo, te conozco Nessie. ¡Dímelo!
—No, bueno ―dios le resultaba tan difícil ocultarle las cosas a él y a Broderic―…es que escuché que dijeron que yo era una…
No la dejó terminar cuando se levantó botando todo a su paso para obligarla a mirarlo a la cara.
―¡No quiero escuchar jamás! Óyeme bien, que vuelvas a pensar una cosa así.
―Por eso te pido que no vengas, al menos hasta que pase un tiempo.
Athol daba vueltas por la cabaña como perro enjaulado.
―Además… además yo también quiero compartir con más gente, y si ven que tú o Broderic siempre me están cuidando eso será imposible ―confesó avergonzada, no es que quisiera conocer solo hombres, ella se refería también a mujeres, jamás iba sola a ningún lado, incluso a las ferias errantes tenía que ir acompañada, así jamás podría sentirse segura de sí misma.
―¡Olvídalo! ¡Te lo prohíbo! ¡Me escuchaste bien!
―Pero…
―Pero nada Nessie Mackay ―gruñó saliendo del lugar con un cabreo de proporciones dejándola sin poder explicarle nada.
Caminó de vuelta al castillo ensimismado en sus propios pensamientos, mejor que nadie se le cruzara por el frente, sería capaz de cualquier cosa. ¿Qué era lo que quería Nessie? ¿Volverlo loco? ¿Más aun? Él no podía entender lo que ella quería, jamás dejaría de protegerla, incluso con su vida. Se sentía con el derecho por sobre ella y si algo tenía claro en la vida, era que ella jamás se iría de su lado.
Una vez que Nessie terminó de recoger el estropicio que había dejado Athol en su cabaña, su humor era tan negro como el de él. ¿Por qué no podía hacer lo que quisiera? Era su vida y quería vivirla como mejor le apeteciera.
Conforme los minutos, las horas pasaban, aun no podía quitarse la ira. Enrabiada jugaba con la daga entre los dedos pasándosela de uno en uno, salió y la brisa que le daba en la cara no cesaba su malestar. Volvió a entrar a su casa, sabía cómo era la única forma de quitarse el stress del momento, había estado muchos días sin practicar, ya que cuando los guerreros se habían ido, solo un puñado de hombres se había quedado, y con ninguno de ellos podría luchar. Por el sol calculó que seguro todos los guerreros a esa hora estarían practicando en el patio de armas. Acción, sí, eso era lo que ella necesitaba.
Entró de nuevo en su casa y cuando salió, ya no era la de siempre.
En el patio de armas, los hombres estaban poniendo a prueba las técnicas que sus comandantes le ordenaban. Ambos Laird estaban de acuerdo que una muy buena forma de entrenamiento sería que durante esos días los clanes intercambiaran conocimientos de batallas, y nada mejor que ponerlo en práctica para aprender.
Alistair Cameron, siempre observaba a los hombres pelear, así creía conocer cuál era su talón de Aquiles. Ya que eso era de vital importancia en la contienda. Por eso su clan era uno de los más temidos, se aprovechaban del miedo del oponente sobre todo atacando de noche. Muchas veces hacía que sus hombres entrenaran vendados para que sus sentidos pelearan por ellos. La oscuridad siempre era un buen aliado. Por eso y muchas otras razones se había ganado el apodo de “El Lobo”.
Desde la noche anterior estaba inquieto, y terminó por intranquilizarse cuando en la mañana había ido al establo y se había encontrado con una desagradable sorpresa. Alguien había destrozado su montura, pero sabía que no tardaría en descubrir al culpable y aunque tenía un sospechoso, se negaba a aceptarlo, hasta que al menos tuviera alguna prueba concreta.
Necesitaba desfogarse y nada mejor que hacerlo con sus propios hombres, por eso desde que el sol había aparecido, ya entrenaba mano a mano con su comandante. Cuando vio llegar ofuscado a Athol y con la envidia que lo corroía por dentro al saber que él poseía algo que quería tener, lo instó a una pelea.
Este por su lado, con la rabia que traía después de la conversación inaudita que había sostenido con Nessie, también lo necesitaba.
―Acepto —refutó sacándose la camisa para quedar más cómodo.
―Entonces empecemos —respondió Alistair imitando el gesto en tanto caminaba hacia un circulo improvisado hecho por los hombres de diferentes clanes.
Guerrero, contra guerrero.
Laird, contra Laird.
Y lo más importante:
Hombre contra hombre.
¿O animal contra animal?
Hicieron el saludo habitual antes de comenzar a luchar, fue Alistair quien dio el primer golpe que fue frenado por Athol; el sonido de las espadas retumbaba en los oídos. Las manos les temblaban de tanta fuerza que se daban los golpes. Que se repetían una y otra vez, en tanto los hombres vitoreaban los nombres de sus respectivos señores.
En un movimiento inesperado, al retroceder Athol tropezó, pero fue la mano rápida de Alistair que lo tomó del brazo para impedirlo.
La primera sonrisa salió de la boca de “El Lobo” ganándose un bufido por parte de su amigo, que no tardó ni dos segundos en recomponerse y atacar. A cada movimiento que hacían los fieros guerreros todos los músculos de su cuerpo se marcaban un poco más, era una visión maravillosa tanto en técnica como en visual la que ellos estaban regalando. Ambos eran guapos y valerosos hombres.
Después de varios minutos atacando, en que ninguno de los dos bajaba la guardia, de mutuo acuerdo decidieron terminar. En esa batalla no habría un ganador, no se harían daño y por lo demás después de tanto tiempo luchando, de a poco la rabia iba desapareciendo desde sus entrañas.
Con un sonido seco y un movimiento inesperado Alistair clavó la espada en el suelo dando por terminada la batalla. Todos los hombres rugieron de alegría, el espectáculo había sido dantesco y ahora todos querían luchar midiendo sus capacidades. Por un lado los hombres del clan Mackay y por el otro los del clan Cameron.
Sin mediar acuerdos, ni reglas, pues ya estaban tácitamente dadas, al círculo iban entrando distintos guerreros para practicar. Unos más feroces que otros. La batalla terminaba cuando simplemente uno perdía la espada o levantaba la mano en forma de derrota.
Con la misma destreza que su Laird, Broderic levantaba su espada por encima de la cabeza de otro hombre para luego bajarla y ponerla en el cuello del mismo. El guerrero levantó la mano en señal de rendición y Broderic le tendió la suya para ayudarlo a levantarse.
Así sucedieron unos con otros durante gran parte de la mañana en tanto comandante como Laird daban instrucciones de aprendizaje a sus hombres.
―Creo que estamos en igualdad de condiciones Alistair. Tus hombres son tan buenos como los míos ―señaló con orgullo Athol.
Cuando el entrenamiento improvisado ya estaba casi terminado, los Laird comenzaron a caminar hacia un lado para afinar detalles de estrategia que luego enseñarían, en tanto en el círculo se escucharon unas burlas y risas que ellos por supuesto no dieron importancia.
Al círculo había entrado un último soldado, el que no se identificaba con ningún clan, lucía una armadura completa, en tanto casi todos luchaban a torso desnudo.
―No lucho con niños ―exclamó el guerrero―. No quiero problemas con tu padre si sales herido ―volvió a decir en tanto el guerrero ignoraba lo que oía y se ponía en guardia.
Al no escuchar quejas ni nadie que lo defendiera, el guerrero con gesto fiero que lo doblaba en altura aceptó, sería pan comido, incluso se burló antes de comenzar.
El joven enfundado en su brillante armadura, levantó la espada para dar comienzo a la batalla y atónito Stewart Mackay respondió.
En una de las tantas burlas, Broderic decidió mirar, cuando vio lo que sucedía, su sangre se heló.
A pesar de la diferencia de tamaños, el guerrero más pequeño esquivaba y daba golpes con una agilidad abismante. Esquivaba todos los golpes, incluso confundía a su rival. Como no pertenecía a ningún clan, todos los hombres comenzaron a alentarlo. Era rápido, demasiado rápido y Stewart ya comenzaba a recibir más golpes de los que proporcionaba.
Cuando un golpe se estrelló de lleno en la armadura, Broderic dio un paso adelante preocupado y contuvo el aliento hasta que este volvió a ponerse de pie y atacó como si nada hubiera pasado.
―¿Que vitorean tanto? ―preguntó Ray a su señor.
―No lo sé, ve a ver.
Ray de inmediato obedeció y fue a ver qué sucedía, divisó a Broderic y acudió a donde estaba.
―¿Qué está sucediendo? ―preguntó haciéndose paso entre los guerreros.
―Están luchando ―respondió sin querer dar más explicaciones.
―Eso ya lo veo, pero quienes son, uno es de tu clan, no lleva nuestro símbolo, ¿pero el otro?
Broderic, sintió un nudo en la garganta al ver como otro espadazo rozaba al guerrero y no pudo concentrarse en responder, solo tenía ojos y sentidos para la batalla. Le hizo un gesto para que no hablara y lo dejara observar.
Ray ante un movimiento nunca antes visto, abrió mucho los ojos, y decidió que su Laird tenía que verlo. Se dio media vuelta y se dirigió hacia su señor. Al llegar antes de que “El Lobo” le preguntara casi atragantándose con las palabras habló:
―Tienes que venir.
―Estoy ocupado. No quiero ver más de lo mismo.
―Esto, te aseguro no es más de lo mismo.
Cabreado por la interrupción comenzó junto con Athol a seguir a su comandante. Cuando llegó también se quedó sin habla al ver lo que sus ojos observaban.
―Es bueno.
―Sí qué lo es. Me parece que tu hombre lo está pasando mal.
Al escucharlo, Broderic sonrió con orgullo, la batalla estaba a punto de terminar y lo único que esperaba era que no sucediera ningún contratiempo.
La pelea continuaba, y la frustración del guerrero Mackay era evidente, su oponente era más rápido, más ágil y con sus golpes lo estaba desestabilizando. Ya no propinaba golpes, solo los estaba recibiendo. Pero de pronto y con una fuerza sobrehumana por estar siendo vencido, Stewart se levantó con espada en mano para arrinconarlo, el joven más pequeño se agachó esquivando el grueso metal, para pasarse por detrás y hacerle una zancadilla que dejó al gigante tumbado en el suelo, con su contrincante sobre él. Gritando por la victoria al mismo tiempo que con una velocidad inusual bajaba la espada para enterrarla en la tierra, en tanto con otro movimiento sacaba la daga para ponérsela sobre el cuello.
―El joven ganó. ―Pronunció Ray incrédulo ante lo que veían sus ojos.
Cuando el joven se levantó, recogió su espada y antes de guardar su daga, Alistair que observaba atentamente se percató de algo inusual.
Hizo a un lado a Broderic que ya empezaba a caminar y a grandes zancadas emanando furia gritó:
―¡Nessie!
Ella al escuchar el rugido con su nombre, y sin tener ninguna opción de escapar, decidió hacerle frente a ese hombre, con gallardía se quitó el casco y su pelo ensortijado cayó liberado de todo agarre.
Athol sintió que toda la sangre de su cuerpo se esfumaba cuando la vio. Tardó unos segundos en reaccionar, estaba realmente estupefacto mientras el volcán interior estaba a punto de explotar.
Con un certero movimiento de muñeca, Alistair la agarró del brazo para arrancarle la daga de la mano. Si él esperaba que ella se amilanara ante su rudeza, se equivocó. Nessie le sonrió como una bruja hechizándolo con su mirada retadora.
―¡¿Qué?! ¿No puedes creer que una mujer sepa usar la espada? ―le preguntó a gritos atrayendo la curiosidad de todos, pero absolutamente todos los hombres allí presentes, en tanto en murmullos se escuchaba como reconocían que era una mujer.
Alistair, se acercó aún más a ella, casi hasta rozarla, Dios esa mujer sí que lo enloquecía, si antes le gustaba como una mujer femenina con carácter, ahora guerrera y sudada despertaba sus instintos más animales dejándolo con ganas de marcarla para siempre, ni el mismo se reconocía, no salía nada coherente de sus labios. Es más, casi ni cuenta se dio cuando Athol llegó hasta ellos con el ceño fruncido, sosteniéndola ahora del otro brazo.
―¿Qué crees que estás haciendo? ―rugió como nadie lo había escuchado jamás―. ¡Podrían haberte matado!
Nessie intentó soltarse de alguno de los dos agarres, pero le era imposible, resopló un par de vez y orgullosa respondió:
―Estaba luchando ―se mofó y un ¡oh...! generalizado se escuchó―. ¡¿Qué no lo ves?!
Athol, se aproximó a ella un poco más, poniéndole mala cara a Alistair que no la soltaba, estaba furioso y además ella se atrevía a contestarle delante de ambos clanes.
―¡Podrían haberte matado! ¡Eres una mujer, asúmelo de una vez por todas!
Nessie se sobresaltó ante aquel grito según ella injustificado, pero cuando iba a replicar volvió a escuchar.
―¡Eres una inconsciente! ¿Cuándo será el día que te comportes cómo es debido?
―¡¿Y cómo se supone que debo comportarme?!..., Señor ―dijo apretando los dientes, en tanto se soltaba del agarre de Alistair para con las uñas clavárselas a Athol, que ya le estaba haciendo daño.
―¡Cómo cualquier mujer decente! —“decente” eso le llegó al corazón y le dolió más que cualquier otra cosa―. No volverás a vestirte como hombre y no me volverás a deshonrar a mi o a tu clan.
Nessie estaba con la boca abierta, sentía rabia y humillación, quería gritarle mil cosas, incluso miró su espada, acto que no pasó desapercibido para Athol, que en un rápido movimiento la soltó.
―¡Vamos! ¡Cógela! No es eso lo que tanto quieres ―la instó―. ¡¿No eres tan valiente?!
Su cuerpo se estremeció, y la sangre se le congeló. Ella no podía hacerlo.
―Caley se avergonzaría de tener un guerrero como tú ―exclamó dándole un empujón que casi la hizo trastabillar.
Estaba tan enfadada por haber escuchado así el nombre de su padre, que cuando recuperó el equilibrio en un ágil movimiento desenterró la espada alzándola en el aire y voceó:
―¡Caley Mackay está muy orgulloso de su hija! Y aunque quisiera atravesarte con la espada, no lo haría, eso sería traición ―aseguró entre dientes, y luego con toda la fuerza que pudo reunir en ese momento ante la mirada atónita de todos, envainó la espada y se cuadró ante él.
Athol, cegado por la rabia y el miedo de perderla minutos anteriores soltó:
―¡Cobarde!
Nessie abrió los ojos y como si no hubiese nadie más, se irguió para llegar hasta él, no veía nada más que a Athol como su objetivo de batalla, sabía que le costaría caro, pero no le aguantaría ni a su Laird ni a nadie que mancillaran su valentía. Empuñó las manos y cuando llegó hasta él tomándolo de los hombros con fuerzas chilló:
―No vuelvas a decirme que soy cobarde o te juro por lo más sagrado que tengo que…
―Calma, Ness ―la sostuvo del brazo Broderic, que veía un gran peligro en cómo se estaban desarrollando los hechos―. No eres cobarde, ni avergüenzas a tu clan ―dijo para tranquilizarla y más bajito continuó―, no puedes hablarle así tu Laird. Pídele disculpas.
Con la soberbia instalada en los ojos Athol la miraba enceguecido. Esperaba escucharla.
―Piensa en lo que vas a decir, Ness ―volvió a hablar Broderic.
―Yo no he hecho nada malo.
Los ojos del Laird se cerraron en una pequeña línea al escucharla.
―Es la segunda vez que me atacas este día.
« ¿Segunda? » Pensó Alistair que seguía impresionado con la valentía de la joven, aunque no era capaz de comprender el por qué de la ira de Athol. A él tampoco le había gustado verla luchar, se podía haber hecho daño, pero creía que existía algo más.
―Por la primera no me voy a disculpar ―afirmó.
Athol dio un paso hacia atrás y mirando a sus hombres con la espada desenvainada apuntándoles a ellos habló:
―Les prohíbo a cada uno de ustedes que vuelvan a entrenar con Nessie ―y mirando a Broderic específicamente continuó―: Si lo hacen serán expulsados del clan y yo mismo me encargaré de llevarlo a las afueras. Las mujeres de mi clan están para ser protegidas, cuidadas y tenemos el deber de cubrir sus necesidades, así como ellas tienen el deber de cumplir con sus tareas: servirnos, criar a nuestros hijos y estar disponibles para nosotros. El día que necesite protección de una mujer, será el día que prefiera estar enterrado que seguir viviendo.
Broderic cerró los ojos y asintió no muy convencido, en tanto todos los otros guerreros alzaban la espada al aire en señal de aprobación a las palabras de su señor.
―Entrégame la espada, antes de que te hagas daño.
Nessie cerró los ojos respirando con mucha dificultad. La rabia fue reemplazada por la pena en cuanto tomó su espada compañera de hace tantos años. Miró al suelo en señal de derrota. Las lágrimas estaban por salir, bastaba un solo movimiento de sus ojos y todos se darían cuenta.
―¡Entrégamela!
Nessie se enderezó de nuevo para mirarlo a los ojos, con una frialdad inusual en ella y al ver que todos los guerreros, incluso su amigo apoyaban la decisión de Athol se decepcionó. Muy despacio y como si el metal pesara toneladas, la desenvainó y se la entregó a su señor. No quería ver qué sucedería después, se dio media vuelta y derrotada comenzó a caminar.
―Vete de aquí, no quiero volver a verte así, cámbiate y vuelve a ser mujer. Apestas.
Sin mirar atrás salió del patio de armas. Ni el viento frío que corrió en ese momento pudo evitar que un par de lágrimas se derramaran. Nunca lloraba, jamás lo había necesitado, pero ahora estaba destrozada, sentía que tenía una herida profunda en su corazón, pero lo peor era que se sentía traicionada.
Cuando la algarabía cesó, Broderic se acercó a su señor que aun sostenía la espada de Nessie en la mano.
―Has entrenado con ella desde que tenía seis años, y jamás la viste hacerse daño. ¿Era necesario?
―¿Acaso tú también me vas a contradecir?
―No, señor ―dijo llamándolo como si estuvieran con más gente, y solo estaban ellos dos―. Pero ella no se merecía tal humillación.
―¡Yo soy su señor! Y es a mí a quién tiene que respetar. ¿No viste como levantó la espada?
―Al cielo, Athol, jamás en tu dirección.
―Sal de mi vista, Broderic, no quiero hablar del tema ―demandó dándose la vuelta para comenzar a caminar hacia donde ya los hombres nuevamente estaban reunidos luchando.
No podía permitir que Nessie usara la espada como si fuera el arte de coser, no, eso era peligroso, de hombres. El corazón se le había paralizado al verla luchar con tanta emoción, podía haberle ocurrido algo. Pero no era solo esa su molestia, iba más allá. Era ella la quería alejarse de él.
Alistair observaba la daga que tenía en sus manos, era la misma que había visto de cerca en su cuello la noche anterior, y ahora tenía la punta doblada. Sonrió al saber el por qué del doblez. No cabía duda, ya sabía quién había roto la montura de su corcel. Caminó decidido hacia Athol, tenían que hablar.
―¿¡Qué!? También me dirás que actué mal ―se defendió sin antes escuchar que quería el Laird.
―No, pero deberías saber que esa mujer es diferente, tiene más agallas que muchos de mis hombres.
―La conozco mejor que tú Alistair, no necesitas decirme cómo es. Tú no sabes lo que me dijo esta mañana ―bufó y caminó en dirección al castillo dejando a Alistair muy pensativo. ¿Esta mañana? ¿Qué había sucedido entre ellos? Esa era la clave del verdadero problema, por eso Athol estaba de esa forma.
¿Cómo era posible qué esa mujercita tuviera el poder de descontrolarlos a todos?