Capítulo VI

 

 

 

Sin mediar palabras, Alistair tiraba de Nessie para adentrarse en el bosque oscuro. La rabia que sentía en ese momento lo tenía cegado. Haberla visto con el vestido a medio cuerpo y en brazos de Broderic lo estaba trastornando, más aun al ver cómo Athol le decía que era suya, cuando él ya la había reclamado para sí. Quería enfrentarse al mundo si era necesario, pero quería que todos supieran que aquella muchacha que ahora arrastraba era suya y de nadie más.

Jamás había sentido ese sentimiento de posesión por algo, y mucho menos por alguien, se sentía completamente hechizado por aquella bruja de ojos verdes y pelo de fuego.

Rodearon varios árboles, hasta que llegaron a un claro cerca del lago, la única luz que tenían era la luna que a ratos se cubría por las nubes dejándolos en oscuridad.

La soltó del brazo y la miró enfadado, incluso en la oscuridad sus ojos brillaban de forma temeraria. Aún más cuando le habló:

―¿¡Me quieres decir bruja de donde venías con Broderic!?

Nessie lo ignoró, no quería responderle en ese tono, además el dolor que sentía no la estaba dejando pensar, y ahora lo único que deseaba era poder sentarse y descansar, de su cabeza no podía sacarse la palabra “traición”.

Intentó buscar un árbol para apoyarse, pero no alcanzó a dar ni un par de pasos cuando Alistair la cogió por la cintura acercándola a su cuerpo.

No pudo  defenderse o a percatarse de las intenciones del lobo, cuando un beso  bestial se estrelló contra sus labios. Nessie chocó con tanta fuerza contra el tronco a su espalda que por un momento se quedó sin respiración. Pero a pesar de lo aturdida que se sentía, no se dejaría mancillar por ningún hombre. No le importaba hacerse más daño, ni que ese animal fuera ahora su dueño, se defendería de él y estaba dispuesta a todo para conseguirlo.

En cuanto sintió como la lengua de él se introducía en la suya, lo mordió haciéndolo retroceder, pero Alistair no la soltó y agarró su barbilla con una sola mano.

―No puedo creer que en nuestra noche de bodas seas capaz de inmiscuirte en medio de la noche para ir a retozar con tu amante —musitó con la respiración entrecortada―. Eres más descarada de lo que pensé. Había pensado en esperar a que estuvieras bien, pero si puedes revolcarte con él, también podrás hacerlo conmigo.

Nessie lo miró horrorizada, ¿qué pensaba hacer? ¿Qué estaba pensando? Ese hombre se había vuelto loco, ¿Cómo podía pensar una cosa así de ella? Con la mano libre que tenía intentó zafarse de su alcance, pero este volvió a besarla sin introducir su lengua evitando que pudiera hacer algo.

Nessie levantó la rodilla con todas sus fuerzas y esta vez lo tomó desprevenido produciéndole un gran dolor. Cuando Alistair cayó al suelo se la llevó a ella también. Pero comenzó a forcejear para que la soltara de una buena vez.

―¡Suéltame animal! ―gritó con todas sus fuerzas para separarse de él al instante que la cogía del pelo para acercarla aún más. La rodeó con sus fuertes brazos imposibilitándola que se moviera. Ella estaba delante de Alistair que la tenía completamente subyugada a su merced, no podía moverse.

El Laird que bufaba como una bestia detrás de ella, respiraba con dificultad, pero al sentir el aroma que salía de su piel comenzó a tranquilizarse de una forma mágica. Hasta que sintió como algo caliente se pegaba a su brazo.

Por su parte Nessie luchaba y  no dejaba de moverse.

Cuando la aflojó un poco para ver que era, al darse cuenta la soltó completamente girándola hacia él.

―¡Estás sangrando! ―susurró frenético al ver que toda la venda estaba teñida de rojo y un hilo de sangre brotaba copioso por entre ellas―. Nessie… ―le habló al darse cuenta que ella no decía nada y tenía la mirada perdida―. ¡Nessie!

Ella había comenzado a tiritar, pero su cuerpo hervía y se sintió miserable cuando al acercar su boca a la de ella se dio cuenta que apenas le salía el aliento, justo segundos antes de que Nessie no aguantara más y cerrara los ojos para desplomarse sobre él.

La recostó en el suelo y comenzó a inspeccionarla en tanto le quitaba la venda para ver cómo estaba la herida.

Los puntos estaban cerrados pero aun así sangraba, la tomó en brazos y Nessie hizo una mueca de dolor.

―Nessie, mírame― pidió en tono de súplica.

Ella trató de obedecerle, pero sus ojos no respondían así que casi de forma ineludible habló:

―Déjame morir.

―No, no te morirás porque yo no te he dado permiso para hacerlo ―dijo caminando nervioso como nunca había estado―. Seguirás respirando hasta que yo te ordene lo contrario, ¿no eres tan valiente? ―se burló, esperaba qué así ella se mantuviera consiente.

―Tú no eres mi Laird ―contraatacó ella aun con los ojos cerrados.

―Si lo soy, soy tu señor y al hombre que le debes obediencia ―respondió sintiendo una opresión en el pecho mientras apuraba el paso y la abrazaba más fuerte―. Me dirás todo lo que ha pasado, pero no ahora. Tendrás que guardar fuerzas para vivir y responder ante mí.

Sin decir nada más, Alistair llegó hasta la cabaña de Nessie, la depositó en la cama y mandó a buscar a Ray y a la curandera con uno de sus hombres, y les ordenó guardar silencio, no quería que nadie se enterara de lo sucedido, sino tendrían que verse enfrentados a la fiera que vivía dentro de él.

La recostó en la cama y con sumo cuidado terminó de sacarle el vestido, se quedó embelesado mirando ese cuerpo níveo con algunos lunares dispersados por sus hombros, presionó la herida con una tela y esperó que la curandera apareciera por la puerta. Hechó a Ray y lo mandó a vigilar, pero este no pudo luchar con Margaret que al enterarse había corrido a la casa de su muchachita entrando sin que nadie se lo pudiera impedir.

―¿¡Qué le ha hecho a mi niña?! ―exclamó la anciana al ver a la curandera limpiando la herida y aplicándole algunos ungüentos. Nessie aún tenía los ojos cerrados, en tanto Alistair estaba arrodillado a su lado.

―Nada ―contestó con voz ronca.

―¿Cómo que nada, mi niña está….está temblando y parece…?

―Se ha desmayado por el dolor ―aclaró la curandera―. Los puntos han ayudado a que la piel no se vuelva a separar, pero la herida se volvió a abrir, ha debido hacer algún movimiento mal hecho, o alguna fuerza. Esta muchacha debería estar guardando reposo.

―¿Pero si estaba bien?

―Eso pregúnteselo a Broderic ―habló con desdén mientras al recordar la escena un escalofrío le recorrió el cuerpo―. ¿No sabe lo que estaban haciendo? ¿Solos en el bosque? ―concluyó con cizaña.

La anciana lo miró a los ojos entrecerrando los suyos para contestarle con desprecio.

―Claro que sé lo que estaba haciendo. Yo misma le dije a Broderic que fuera a buscarla a la colina donde está enterrado su padre. Nessie fue contarle que se había unido a usted en el vínculo sagrado de un handfasting  y no creí prudente que estuviera sola a esa hora por la noche.

―¿Cómo? ―preguntó soltando una maldición. Las cosas no eran exactamente como las había pensado. Entornó los ojos, y desconfiado miró a la anciana para que continuara.

―Broderic me dijo que cuando la vio en la colina, mi niña estaba sangrando demasiado, le estaba mostrando la herida a la  tumba de su padre, por eso él le entregó su plaid, para cubrirla, Nessie estaba temblando, pero cuando llegaron al castillo…

―Sé lo que sucedió cuando llegaron, no necesito que me lo recuerde ―bufó más enojado con él mismo que con la anciana. Él también le había hecho daño, la había juzgado al solo mirarla, pero claro, al escuchar como la reclamaba Athol, perdió la cabeza convirtiéndose en el animal que todos temen. “El Lobo”

―Usted no se merece a una mujer como Nessie.

―¿Ah no? ¿Y su Laird sí? ―ironizó poniéndose de pie para mostrarle su altura a la anciana―. ¿Su Laird sí merece tenerla cómo su amante? ¿O es qué quizás prefiere que ella sea la mujer del comandante?

―¿¡Pero qué es lo que está diciendo!? ―dijo horrorizada llevándose las manos a la boca―. ¿Usted no sabe que ellos son como hermanos?

―¡Qué es lo que ha dicho!

―Broderic y Nessie se criaron juntos desde pequeños, Caley es como un padre para él, por eso es comandante ―argumentó sarcástica, pudo darse cuenta por el asombro de su cara por como la miraba que carecía de esa información―. ¿O usted también la va a culpar por los sentimientos de mi señor?

Él levantó una ceja, esa mujer lo estaba increpando sin ningún respeto, pero al mismo tiempo sintió que Nessie, tenía alguien que creía en ella, la protegía, eso le gustó, y claro escuchar la defensa acérrima que le estaban haciendo lo estaban haciendo dudar. Pero... ¿Y lo qué  Nessie le había dicho segundos antes de la unión?

―Yo no creo nada, hablo basado en hechos.

―La está juzgando como todos, y la hará sufrir. Usted no tiene idea de lo que mi muchachita necesita.

―Y según usted ¿qué es lo que necesita o quiere? ―se burló abiertamente.

―Un campesino, al que ella pueda amar sin tener que sufrir por él cuando se marche a la batalla. ¿O no sabe por qué ella es así?

Justo en el momento en que iba a responder exasperado por el tenor que estaba llevando la conversación, ruidos en la puerta lo distrajeron, fue directo a ver que sucedía pasando junto a ella sin siquiera mirarla.

―¡Qué está pasando aquí! ―bufó y fue peor cuando vio quien estaba detrás de la puerta.

―Señor, necesito ver cómo está Nessie. Y voy a entrar ―advirtió poniendo la mano sobre la cacha de la espada.

―¡Te atreves a retarme!

―Por ella soy capaz de cualquier cosa y si usted sabe lo que le conviene, debería sacarla de aquí lo antes posible. No es seguro para ella permanecer en estas tierras.

―Athol no se atrevería a hacerle nada.

―Yo no temo por Athol, temo por el padre de Elaynne y sus hombres, el Laird McDonald ha jurado vengar el honor de mancillado de su hija con la vida de Nessie. En este momento una junta se está realizando entre Marroc, Athol y el Laird. Él ha enviado una misiva al rey para que haga algo.

―¿Cómo? ¡¿Qué tiene que ver Robert en esto?! ―gruñó apretando los puños.

―El matrimonio de Athol y lady Elaynne es un acuerdo para beneficiar a ambos clanes, del resultado de la unión nacería el heredero de estas tierras, que son las más fértiles de Escocia, pero eso aún no se ha consumado, y el Laird McDonald crees que es por culpa de Nessie. No tengo que aclararle el motivo del por qué ¿o sí?

Fulminó con la mirada a Broderic y se dirigió a su comandante.

―Que nadie entre por esa puerta, si alguien lo hace, lo pagarás con tu vida. ¿Entendido?

―Sí, señor ―respondió sacando la espada para ponerse frente a la delgada hoja de madera, mientras veía como su amigo y Laird se alejaba a grandes zancadas en dirección al castillo.

Desde que habían llegado a esas tierras, lo veía diferente, no era el mismo hombre, incluso a veces lo había visto reír. Era como si de a poco su amigo de infancia volvía a ser el de siempre, no el hombre curtido en la batalla al que todos temían. Y la explicación era una sola, tenía nombre y apellido y ahora él protegía con su vida.

―Deberías acompañar a tu señor, si piensa hacer lo que creo, estará en desventaja.

―Si me alejo de esta puerta me mataría antes de hablarle. Y si tú aprecias al tuyo deberías estar con él ahora. Lo siento, no quebrantaré las órdenes. No puedo dejarte pasar ―sentenció con la mirada pétrea, esa que no admitía reproches.

El bueno de Broderic, entendió que nada podía hacer, excepto volver al castillo y ayudar a su señor si es que era necesario, su lealtad estaba para con los suyos. Y aunque en este momento culpara a Athol de todas las desgracias de Nessie, había jurado defenderlo y…era su amigo.

A medida que Alistair se acercaba al castillo con espada en mano, sus hombres al ver su actitud comenzaron a cuadrarse a su lado, su jefe se erguía así solo cuando estaba a punto de entrar en batalla, su semblante cambiaba dejando un halo de miedo a su pasar. Entró al salón con varios guerreros y de una sola vez ingresó a la sala donde en ese momento varios hombres estaban acalorados en una discusión, solo los separaba una mesa que estaba a punto de ser sacada volando por los aires.

Athol al verlo desenvainó su espada, pero fue Marroc el primero que se hizo escuchar.

―Deberías estar con tu mujer ahora.

«Viejo zorro» pensó y agradeció el comentario, aunque veía la ira en los ojos de Athol, él no se amilanaría tan fácilmente.

―He venido porque me he enterado que la cabeza de mi mujer tiene precio ―habló mirando directo a los ojos de James McDonald—. Y eso no lo voy a consentir. Cualquier desagravio a ella lo es también a mí o mi clan.

En la cara de Marroc se dibujó una sonrisa, no se había equivocado, aunque con eso también sentía el sufrimiento que su hijo estaba padeciendo.

―La furcia de tu mujer ha insultado la reputación de mi querida hija, Elaynne.

Al escuchar como la había llamado, Alistair levantó su espada poniéndosela  directo en el pecho, en un movimiento tan rápido que no alcanzaron a reaccionar sus acompañantes sorprendiéndolos a todos.

―No te permito que le vuelvas a faltar el respeto a mi mujer ―gruñó.

―No se lo estoy faltando, es lo que me han dicho ―respondió altivo con soberbia―. Y yo mismo he visto como Athol le pedía cuentas hace un rato. Creo que tu mujer venía retozando en brazos de su comandante.

―¡James! ―advirtió Marroc.

Murmullos se escucharon de parte de los hombres de los tres clanes al escuchar el agravio. Alistair miró de soslayo a Athol, culpándolo de todo antes de volver a centrar su mirada en su ahora enemigo.

―Mi mujer bajaba de la colina, estaba despidiéndose de Caley en su tumba, no estaba retozando con él como tú quieres hacerles creer ―siseó entre dientes―. Ellos son como hermanos.

―Y me dirás que la actitud de Athol, ¿no era la de un hombre celoso? ―le habló dirigiéndose solamente a él, como si nadie más existiera―. Qué ha proclamado su amor a los cuatro vientos. Ellos son amantes ―aseguró produciéndole una puntada de dolor que no sabía de dónde provenía pero sí donde se alojaba.

Sin mediar más, y sin la paciencia porque esa la había perdido hace mucho, se quitó el tartan y se lo tiró a la cara con desprecio.

Este lo levantó y al observar la mancha de sangre que poseía lo volvió a mirar. 

―La unión está consumada. Tienes las pruebas en tu poder. Athol jamás fue amante de mi mujer ―pronunció lentamente mirando al aludido que al darse cuenta de lo que decía sintió como su corazón se quebraba en mil pedazos. La vena del su cuello parecía que iba a estallar en cualquier momento, incluso en medio de su cara estaba comenzando a aparecer una nueva. Tenía los puños tan apretados que la sangre dejó de circularle, y al momento que su cuerpo comenzó a temblar, Marroc sin que nadie lo notara apretó su mano. Imaginaba el calvario interno que su hijo estaba padeciendo en ese momento y sufría por él.

James se dirigió entonces a Athol.

―¿Debo entender qué mi hija entendió mal y nuestro acuerdo sigue intacto?

―Debes entender los hechos James ―fue Marroc el que hablaba, Athol estaba petrificado―. Y como todo se ha aclarado, lo mejor sería que te volvieras a tus tierras. Una alianza se ha sellado y confío en tu palabra para que a futuro no tengamos malos entendidos.

―Quiero el heredo de mi hija comience a crecer en su vientre antes de que termine el verano.

Athol, lo fulminó con la mirada por el comentario, él en ese momento ni siquiera se podía imaginar tocándola. Marroc apretó su mano para tranquilizarlo y respondió por él.

―Eso es algo que deben decidir ellos, James. Tú no puedes entrometerte.

―Sí puedo. Tenemos un acuerdo y con los hechos acaecidos últimamente quiero asegurarme del cumplimiento del trato. No quiero distracciones con la…muchachita esa.

Alistair no estaba dispuesto a dejar pasar el insulto por alto y habló:

―Espero que tú también seas un hombre de palabra. Respetes a mi mujer y así no tendremos problemas en un futuro ―y diciendo eso se dirigió a Marroc―. Muchas gracias por la estadía, jamás pensé que sería tan productiva. Ahora me marcho, mañana temprano partiré hacia mis tierras.

―¡¿Te vas?! —sacó al fin el habla Athol.

―Sí, me iría ahora, pero sé que mi mujer necesita descansar ―recalcó aquellas palabras sin tener que decir el motivo―. Yo solo he venido a aclarar un par de puntos con James.

―Hijo, me gustaría despedirme de mi muchachita. Ella es muy importante para mí.

―Lo pensaré ―respondió dándose la vuelta para irse, si ella se encontraba bien, podría despedirse, pero si no, viajaría acostada en la carreta todo el camino, lo único que tenía claro, es que tenía que sacarla de ese lugar, no confiaba en la palabra de James. Hasta que no hubiera un heredero, ese hombre no se quedaría tranquilo. Y él había dado su palabra, defendería a Nessie a como dé lugar.

De vuelta a la cabaña, vio que Broderic había vuelto,  estaba parado junto a la puerta. Su comandante había cumplido a cabalidad su orden.

―Necesito ver a Nessie.

―Necesitas ―repitió Alistair levantando una ceja―. No te quedó claro qué es mi mujer.

―Te diré lo mismo que le he dicho antes a Athol. Ni tú ni él son dignos de esa mujer, y si tengo que protegerla con mi vida para que sea feliz lo haré.

―Tú ―le dijo con desdén―. ¿Estás amenazando al Lobo? ¿Acaso tú crees que eres el hombre para ella?

―No te estoy amenazando, estoy diciéndote lo que sucederá ―respondió enfadado―. Y respecto a tu segunda pregunta, ni siquiera perderé el tiempo en responderla. Solo una cosa te diré,  no la conoces y si intentas cambiarla, lo único que harás será perderla.

―No pierdo mis pertenencias.

Broderic se rio, sabía cómo era Nessie, él claramente no.

―No la subestimes. Quiero verla, ¿o tienes miedo?

Ahora él que rio muy fuerte fue Alistair, que consiguió que Margarite saliera a reprenderlos.

―¿Se puede saber qué está sucediendo? Nessie está descansando y ustedes lo único que están haciendo es molestar su paz.

―¿Sabe qué la puedo matar por hablarme así?

―¿Por decir la verdad o por pedirle silencio cuando un enfermo se está recuperando, señor? 

La anciana tenía razón, y él no la contradigo, no podía, se dio media vuelta y entró en la cabaña, le pidió a la curandera que se retirara y se sentó en un banco frente a ella dejando a todo el resto afuera.

Atraído por su belleza, se acercó para tocarla, necesitaba sentirla, acarició primero el pelo y luego la piel que lo tenía hechizado desde el primer momento cuando se enfrentó a él en el lago. Era una mujer hermosa, sus facciones eran perfectas y las pocas veces que la había tenido entre sus brazos había podido comprobar que era fuerte, sus músculos estaban perfectamente bien formados, nunca había visto a una mujer así, y le encantaba.

Se preguntó con que estaría soñando cuando una mueca apareció en su cara, y como si los dioses se hubieran apiadado de sus labios emitió sonido.

―Perdóname Athol... ―farfulló―, yo nunca te traicionaría.

La chispa dormida de los celos se volvió a encender en el corazón de Alistair, y apartó la mirada de esa bruja que lo mantenía hechizado.

« Eres el demonio en cuerpo de ángel, por eso el color de tu pelo» pensó mientras caminaba a la ventana para tomar aire. Se encontró con varios cristales colgando, los observó durante algunos minutos y lo único que pudo deducir, que seguro sería importante para ella. Sacó la daga que tenía pegada al cinto y comenzó a acariciarla como si fuera el cuerpo de ella, con suavidad de arriba abajo hasta que pasó por la empuñadora. Se preguntó cómo sería tocarla a ella, las partes de su cuerpo que sobresalían. Se endureció al pensarlo y apartó los pensamientos lujuriosos de su mente. No sería condescendiente con ella, debía tratarla como lo que era. La amante de Athol,  y quizás de cuantos más. Ese solo pensamiento lo cabreaba, estar tan cerca de ella lo estaba volviendo loco.

Pero no la dejaría sola, algo se lo impedía.

Nuevamente y bajo el influjo que ella le proporcionaba, se acercó hasta la cama, se arrodilló y  casi adormecido por el cansancio le habló:

―Duerme, bruja ―susurró bajito acariciándole la mejilla―, te espera una larga recuperación, y yo sabré esperar por ti.

Ella movió la cara inconsciente en busca del calor de la caricia y sonrió haciendo que el corazón del fiero guerrero que estaba postrado a sus pies se remeciera por dentro.

Sí, la iba a esperar, tenía cosas importantes planeadas para ella, aunque en aquel preciso instante lo volviera loco y la odiara por ser de otro, la conseguiría para sí.

Quizás Marroc tenía razón, esa era la mujer que necesitaba para su castillo, para ser la madre de sus hijos, pero… ¿y si se le metía en el corazón?

Respiró hondo para relajarse, pero fue peor, el perfume de la bruja se le metió por las fosas nasales, fue como probar el elixir más dulce de la creación y notó como una embriagadora sensación viajaba por su cuerpo.

Dejó de pensar.

Se dejó sentir.

Y sí.

Ella era de él, ya le pertenecía.

No la dejaría ir.

Cuando el sol se coló por la ventana de la cabaña, un rayo despertó a Nessie, que al intentar moverse se dio cuenta  que tenía un problema, un grave problema, no era un sueño lo que había tenido mientras dormía, era la verdad, se había comprometido con “El Lobo” y Athol creía que lo había traicionado. Pero eso no era todo, estaba prisionera en los brazos del guerrero, el antebrazo le rodeaba la cintura como si fuera su presa, y en cierta forma, eso era.

Ya estaba incomoda, por más que trataba de zafarse no lo conseguía, el calor que irradiaba ese hombre era demasiado abrasador, si lograba alejarse tan solo unos centímetros, él inconscientemente no tardaba en volverla al principio. Con mucho cuidado se atrevió a pasar la mano por su pelo, era suave y esa sensación le gustó, jamás había acariciado a un hombre, y menos a uno que dormía junto a ella. Se sentía indecente al sentir un hormigueo por su cuerpo mientras lo hacía, pensaba en lo tranquilo y manso que se veía. Cosa que no era.

Suspiró resignada al futuro que ahora comenzaría junto a él y su clan, solo esperaba la oportunidad para huir lo antes posible.

Y cuando apartó la mano otra más rápida se la atrapó.

―No te he dicho que la quites.

―Tampoco me dijiste que la pusiera ―refutó, no se quedaría callada, aunque sí estaba asustada porque jamás imaginó que él estuviera despierto.

Molesto por la respuesta se puso de pie para mirarla desde las alturas y soltar con cara de enojado un buenos días muy peculiar.

―Desde ahora tendrás que obedecerme. Te dejaré sola para que te vistas, nos vamos.

―¡Ahora! ¿Tan pronto? No puedo guardar todo tan rápido.

―No llevarás nada, de hoy en adelante lo que tengas será lo que yo te proporcione.

―No puedo dejar mis cosas, ¡esto es mi vida! ―se defendió poniéndose de pie con dificultad.

―Ya te di una orden, no hagas que te la repita. Apresúrate, quiero volver a mis tierras, ya no tienes nada más que hacer acá ―respondió dándose la vuelta para salir, no quería estar cerca de ella. No podía, estaba aún anonadado con sus suaves caricias, las había sentido todas, y deseaba más, mucho más.

Una sensación de pena y rabia la embargó, sabía que se tendría que marchar, pero jamás pensó que sería tan pronto. No se movió, ni dijo nada, pero cuando sintió el ruido de la puerta cerrarse una lágrima cayó. No podía dejar veinte años de su vida así como así, pero también sabía que cuando el animal hablaba en ese tono tan particular, no había nada que replicar.

Ella podía dejar todo, pero jamás sus cristales. Los puso en una bolsita de terciopelo rojo que según ella guardaba su energía y después de mirar sus cosas por última vez salió al exterior.

Su sorpresa fue mayor al ver varios hombres de su marido apostados en su puerta, ninguno despegaba la mirada de ella, incluso cuando intentó alejarse, uno de ellos la detuvo.

―Milady, no puedo dejarla sola ―se disculpó ante la muchacha.

―Escucha, me he cuidado sola toda la vida y no será precisamente ahora que alguien me venga a cuidar.

―Si yo dejo de hacerlo, mi señor me mataría.

―Perfecto, entonces ya que no me puedes dejar sola, tendrás que seguirme.

El guerrero obedeció, y esperaba que a su señor no le molestara. Caminaron en silencio por un rato hasta una cabaña, la más alejada.

―Voy a entrar, espérame aquí.

El guerrero asintió con la cabeza.

Una vez que entró, Lowenna la quedó mirando con incredulidad, no sabía qué hacía su amiga a esas horas de la mañana y levantada, cuando se suponía que debería estar en reposo.

―¿Qué haces aquí, Nessie?

―Por favor escúchame ―pidió un tanto desesperada―, necesito que busques a Broderic, debe estar en el patio de armas y le digas que lo espero en la roca, es importante Lowenna. Alistair quiere irse ahora y sé que no me dejará despedirme de él, y no sé cuándo lo volveré a ver, por favor ―suplicó.

―Ness ―suspiró con angustia la chica al verla así, no era la de siempre―. Anoche Broderic intentó visitarte, pero no se lo permitieron ―la cara de Nessie se contrajo, algo había creído oír en sueños―. Iré a decirle a Broderic. Cuídate por favor, hay hombres del clan McDonald por todas partes.

―Gracias ―le dijo y la abrazó fraternalmente, ella era lo más cercano a una amiga que había tenido.

Nessie volvió a salir de la cabaña para dirigirse al lago, acompañada del guerrero nuevamente, suspiró  exasperada, pero él no tenía la culpa, no podía desquitarse con él así que se irguió y con paso firme y veloz se encaminó hacia el río, tenía que ser más rápida que Broderic. Cualquiera que la viera pensaría que ya estaba totalmente recuperada, pero cuando llegó a la orilla se apoyó contra un tronco y descansó.

En cuanto comenzó a respirar normalmente se dirigió al guerrero lentamente, para que este no notara que algo le sucedía.

―¿Cuál es tu nombre?

―Cormac, mi señora.

―Muy bien, lo primero es que me digas Nessie, o Ness si prefieres, yo no soy tu señora, simplemente por disposiciones de tu Laird soy su… ―pensó unos segundos para encontrar la respuesta correcta―, su compañera, por un año un día, así que no me digas señora, ni milady. Es una orden.

―Está bien ―respondió resignado, aunque en presencia de su Laird guardaría las formas.

―Y ahora Cormac, me gustaría que te alejaras un poco…

―No puedo ―afirmó sin dejarla terminar.

Nessie bufó poniendo los ojos en blanco.

―Voy a darme un baño, anoche….bueno tú sabes lo que sucedió anoche y de verdad necesito asearme ―mintió descaradamente con cara de ángel, esa que hipnotizaba a todos―, por favor.

A esa cara de dulzura, y sabiendo a lo que se refería, Cormac le obedeció y se alejó unos metros, no era correcto que viera a su señora en algo tan íntimo, se aseguró de que estuviera bien  y se quedó detrás de unos árboles.

Nessie al ver que ya estaba sola, rápidamente se dirigió a la roca que estaba cubierta por matorrales. Ese era el lugar secreto de Broderic, ahí cuando era pequeño se escondía largas horas para vigilar el río, o como decía Nessie, para espiarla mientras se bañaba en él.

Varios minutos después, las ramas de la zarza se movieron y apareció Broderic. Rápidamente y sin decir nada ambos se abrazaron y besaron.

―Dios mío, mujer, casi me muero de angustia anoche ―comenzó a regañarla―. ¿Pero qué haces aquí? ¿No deberías estar acostada?

―Estoy bien, ayer fue solo el esfuerzo.

―Dime, ¿te hizo algo el Laird Cameron?

Nessie pensó en cómo decirle que sí, que la había apretado y había estado a punto de tomarla a la fuerza, pero no podía cargarlo más de una preocupación, no sería justo.

―Bro, le pedí a Lowenna que te buscara porque me voy, y no creo que Alistair me deje despedirme de ti o de Athol. Él cree que nosotros… ―dijo en voz baja―, tenemos algún tipo de relación extraña.

―¡Pero está loco! ―gruñó dándole un puñetazo de impotencia al árbol―. ¿Cómo ha podido creer eso? ¿Quién se lo dijo?

Nessie tragó saliva.

―Yo ―respondió girando la vista.

―¡Tú! ¿Pero cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué?

―Él siempre ha creído que entre Athol y yo hay algo, que somos amantes, y bueno, que tú…también.

―Ahora entiendo muchas cosas ―murmuró moviendo la cabeza para todos lado―, Nessie tienes que aclararle que no es así ―se quedó callado y después de un momento volvió a hablarle―. Anoche él se dio cuenta de que tú eras…. ―como le costaba mantener esa conversación con su amiga, podían hablar de cualquier tema menos de sexo, él era un hombre y ella una mujer, pero no hizo falta, su amiga al ver la cara de espanto que tenía al callar respondió.

―No ha pasado nada entre Alistair y yo, Broderic, ¡no sé cómo hacerlo!― exclamó.

―¿Cómo qué nada?, pero si Alistair les mostró a todos la muestra de tu…

―¡Ya…! No sigas, no sigas ―comenzó a enfurecerse ella ahora, ¿Qué tenía que hacer el mostrando la prueba de su virginidad a todo el mundo?―. Si te estoy diciendo que no es porque no y ya está ―sentenció mirándolo a los ojos.

―Ay Nessie ―suspiró y la volvió a abrazar―, pequeña, cómo me gustaría ayudarte de alguna manera.

―Lo puedes hacer, tengo un plan ―dijo separándose levemente de él para mirarlo a los ojos―, pero ahora no te lo puedo decir, lo único que necesito es que le entregues esto a Athol cuando yo me haya marchado.

―Ness, dime qué piensas hacer ―la regañó recibiendo la carta para guardarla, él no había aprendido a leer como Nessie, así que no sabía  que contenía el dichoso papel―. Dímelo ahora mismo.

―No, ahora no puedo, lo único que te diré, que no seré prisionera de Alistair de por vida, ni seré la madre de sus hijos, ni la señora de su castillo, yo no quiero estar casada con un guerrero. ¡Con un guerrero por el amor de Dios! ―exclamó haciéndolo sonreír.

―¿Y qué tenemos de malo los guerreros?

―¡Todo! Yo no quiero ser como mi madre que moría de pena cada vez que mi padre se marchaba,  ¡yo quiero un hombre que se preocupe de cultivar la tierra!

―Ness.

―No, no me digas nada, solo apóyame cuando sea el momento, solo es eso lo que te pido. Y que por favor guardes todas mis cosas hasta que yo las necesite, porque cuando llegue el momento con algo tendré que empezar.

―Ness, una mujer no puede no tener clan para ser protegida.

―Yo me sé cuidar sola, y ya no tengo clan, no soy Mackay y mucho menos Cameron.

Antes de que pudieran hablar, a lo lejos escucharon gritos, primero una discusión muy acalorada y luego un bramido que la hizo temblar.

―¿Dónde está? ―exigió saber “El Lobo”

Asustada Nessie dio un paso atrás, Alistair parecía furioso, era como escuchar al mismo diablo. A lo lejos incluso podía distinguir como sus ojos brillaban de rabia.

Cormac respondió muy despacio y ella no pudo escuchar, lo que sí vio fue como el puño del animal se estrellaba contra su cara y volvió a gritar.

―¡No te dije que la cuidaras con tu vida!

Nessie desvió la vista a su amigo que estaba a punto de salir y le habló:

―Confía en mí, no salgas hasta que yo me haya marchado, y por favor, cuando sea el momento apóyame.

―¿Qué vas a hacer?

La joven no le respondió, lo abrazó y lo besó con el afecto de una hermana. Luego salió en silencio por entremedio de los árboles y en la orilla del rio comenzó a mojarse por todas partes, su pelo rojo ondulado estaba empapado, haciendo que muchas gotas cayeran por su vestido mojándolo también.

―¡Si algo le sucede te mato, a ti y a tu familia!

Nessie se quedó petrificada al escucharlo, ese hombre era un verdadero animal y antes de que el miedo la embargara completamente comenzó a avanzar en su dirección. Las manos le temblaban tanto que tuvo que esconderlas entremedio de su falda. La frente se le empapó y no por el agua.

Mientras caminaba sintió arcadas pero se obligó a seguir recta hasta que cuando estuvo lo suficientemente cerca gritó:

―¡No necesitas seguir desquitando tu mal humor con Cormac! ¡Aquí estoy!

Alistair soltó a Cormac y este por el desequilibrio casi cayó al suelo. Al verla se la quedó mirando, le recorrió el cuerpo con la mirada encendida pero luego volvió a centrar la vista en su rostro.

Ella al darse cuenta de cómo la estaba mirando se sonrojó por su falta de respeto, pero no se dejaría amedrentar, menos delante de todos esos hombres que ahora tenían la vista fija en ella.

Se enfrentó con la vista en alto al escrutinio público.

El Laird, hizo un gesto con la mano y rápidamente todos los hombres desaparecieron, claro, él no deseaba que nadie más viera lo que estaba viendo, se imaginaba lo que sus hombres estaban pensando.

―¿De dónde vienes maldita sea? ―siseó apurando el paso.

―De darme un baño, no pretendías que me quedara con la sangre pegada al cuerpo. Y si tuvieras cerebro, te darías cuenta que lo que hizo tu hombre ―dijo pegándole con el dedo en el torso que estaba duro como una roca―, fue lo más sensato. ¿O pretendías qué me acompañara al agua también?

Solo un gruñido fue lo que respondió, ella tenía razón, pero al no encontrarla, se imaginó lo peor, el solo hecho de pensar que le podía haber pasado algo le agriaba el estómago. Pero al verla ahí sana y salva y con el vestido pegado al cuerpo, su imaginación creaba una escena muy distinta en su cabeza.

―Te podrías haber dañado la herida ―fue lo único cuerdo y racional que pudo responder.

―Herida que me abriste tú con tu brutalidad anoche ―replicó mirándolo altiva, en tanto él hipnotizado miraba cómo unas gotas caían por entremedio de su escote, le era imposible apartar la vista de ahí.

―Nos marchamos ―dijo tomándola de la mano.

O  la sacaba de ahí o se convertiría en el animal que ella tanto decía que era.