Coda: la Long Tail del futuro
Ahora, por una suma aproximada a 30.000 dólares podemos comprar una «impresora» tridimensional para nuestro hogar, la Solidscape T66 3D. Es una magnífica obra de ingeniería, aunque todavía resulta un poco cara. Pero su precio está disminuyendo rápidamente y es el tipo de tecnología revolucionaria que puede hacer volar la imaginación. ¿Recuerda la historia de la LEGO Factory, en la que podíamos diseñar modelos, colgados de la web y recibir los kits en casa una semana o dos más tarde? Ahora podemos evitar esas semanas de espera. Una impresora tridimensional es una fábrica doméstica, capaz de producir casi todos los objetos en un gran número de tamaños. Algún día, estas máquinas serán tan comunes como las de chorro de tinta y no mucho más caras. Pensemos en todas las posibilidades que ofrece.
Hoy las impresoras 3D (tridimensionales) vienen en variados modelos, pero el tipo común usa el láser para convertir un baño de polímero líquido o en polvo en plástico duro con la forma que uno haya elegido. Carguemos el archivo de una 3D con el resultado de un diseño asistido por ordenador (CAD), o incluso el archivo capturado por una pantalla de un personaje de videojuego, y el láser lo realizará. Una perfecta reproducción plástica del objeto surge del baño, Como por arte de magia. La impresora Solidscape 3D puede convertir bits en átomos en nuestro propio hogar. Es la más reciente tecnología de fabricación para los bienes de la larga cola.
A medida que la tecnología de impresión tridimensional se extienda, más allá del frágil plástico, a los metales y las fibras sintéticas, podremos fabricar piezas de recambio, juguetes, e incluso máquinas completas, cuyos diseños descargaremos de un minorista virtual. Ya tenemos esa capacidad para los bienes digitales: hoy podemos elegir que Amazon nos envíe el programa informático de la declaración de renta en un plazo de 10 días, o simplemente descargarlo y llenarlo ahora mismo. Otros servicios nos ofrecen las mismas opciones para la música: un CD la semana que viene o bien los temas digitales al instante. Pero algún día eso también puede extenderse a los bienes físicos. Ahora imprimimos nuestras propias fotografías en el hogar; mañana también podremos imprimir el marco.
Ya podemos tener una visión de ese futuro. Will Wright, el legendario diseñador de videojuegos, está dando los últimos toques a su próximo juego, Spore. El nuevo juego nos permitirá hacer evolucionar a nuestra criatura, dotándola de rasgos y características diseñadas por nosotros mismos. Si el trabajo nos satisface, podremos colgar la creación en los servidores de Spore; y luego, por unos 20 dólares, aproximadamente, convertirla en una figura real, con colores y textura. Cada figura será única y la recibiremos en nuestros hogares en un plazo de una o dos semanas. Véanlo como un ejemplo de merchandising de la larga cola, así como una asombrosa muestra de lo que nos depara el futuro.
Como todo lo demás, la larga cola de las cosas del mañana será agregada y eficientemente almacenada como bits y luego enviada a domicilio por medio de la fibra óptica. Sólo entonces se materializará, cerrando el círculo en forma de objeto físico en el punto de consumo. Hoy esto parece ciencia ficción, como fue hace sólo diez años llevar una discoteca completa en nuestro bolsillo.
En los mundos del ocio y la información ya hemos superado las limitaciones de los canales y espacios de venta, y la necesidad de crear productos estandarizados. Pronto también podremos superar las limitaciones de la producción masiva. La explosión de variedad que hemos visto en nuestra cultura, gracias a las eficiencias de la tecnología digital, se extenderán a otras partes de nuestras vidas. La pregunta del mañana no será si tener más opciones es mejor, sino: ¿qué es lo que realmente queremos? En el lineal infinito, todo es posible.