CAPÍTULO 6
COMO había prometido, Izzy fue a Dublín el lunes a ver a Daniel O’Keeffe. Pero la reunión no fue bien. Cuando le planteó las numerosas dudas que habían despertado en ella los papeles que le habían entregado, el señor O’Keeffe no supo darle una explicación satisfactoria. Sus evasivas acabaron por hartarla y finalmente decidió que no podía arriesgarse a asumir ninguna responsabilidad sin tener una información meridianamente clara sobre la situación real de la empresa.
El señor O’Keeffe parecía realmente disgustado, pero tampoco se esforzó demasiado en disipar sus dudas, de manera que, pocas horas después de haber llegado, Izzy regresó al aeropuerto en un taxi y tomó un vuelo que aterrizó en el aeropuerto de Stansted a las cuatro de la tarde bajo una intensa lluvia.
Cuando llegaron al terminal, los pasajeros fueron informados de que había problemas para salir del aeropuerto debido a que varias carreteras estaban cortadas a causa de diversos accidentes graves ocasionados por el temporal.
Izzy no tenía equipaje que recoger, de manera que fue hasta la sal ida para averiguar hasta qué punto era mala la situación. Pero le bastó con ver la cantidad de gente amontonada ante el despacho de información y en los bares del aeropuerto.
Maldiciéndose por no haber seguido su instinto desde un principio respecto al señor O’Keeffe y su empresa, se encaminó hacia un gran tablero en que daban más detalles sobre la situación ... y no vio el helado que acababa de dejar caer un niño ante ella. Pero la suela de su zapato se lo encontró de lleno. Un instante después estaba en el suelo, con el brazo doblado bajo el cuerpo y sintiendo el dolor más intenso que había experimentado en su vida.
Will entró en la cocina y vio que la luz del contestador parpadeaba. Suspiró. Probablemente habría olvidado hacer alguna otra cosa, pensó con resignación mientras pulsaba el botón.
—¿Will? Soy Izzy. Sólo llamaba para escuchar una voz amistosa. Estoy en el aeropuerto de Stansted. Me he caído y me he roto el brazo, y no vaya contar con una ambulancia en horas porque hay un caos tremendo en las carreteras. Me duele mucho y sólo quería hablar contigo. Lo siento. Me temo que estoy divagando. Adiós.
Will frunció el ceño, preocupado, escuchó de nuevo el mensaje y luego marcó rápidamente el número del móvil de Izzy.
Contestó al cabo de varias llamadas. Parecía medio grogui y la preocupación de Will aumentó.
—¿Qué sucede, Izzy?
—Hola, Will. Siento haberte dejado ese patético mensaje. Me sentía un poco perdida... no lograba localizar a Kate y quería escuchar una voz amistosa...
La voz de Izzy temblaba claramente y Will apenas pudo contener su inquietud.
—Háblame de tu brazo —tenía que averiguar cómo estaba realmente—. ¿Izzy? Háblame.
Hubo una pausa.
—Bueno, está... roto.
—¿Estás segura?
Will se preocupó aún más al oír la risa frenética de Izzy.
—Oh, sí. Está muy doblado justo por encima de la muñeca... y duele.
—¿Tienes alguna noticias sobre la ambulancia?
—Han dicho que tardarán al menos unas siete horas en poder venir, pero no me queda más remedio que esperar. Me pregunto si habrá algún heroinómano por aquí dispuesto a compartir su droga conmigo.
Will comprendió que estaba bromeando y no pudo evitar admirar su temple.
—¿No te han dado nada para el dolor?
—Oh, sí. Hay un enfermero en el aeropuerto que me ha dado un analgésico y me ha entablillado, pero lo único que me serviría realmente sería perder el conocimiento.
—¿Dónde estás exactamente?
—En una oficina de la terminal principal. Al menos aquí hay cierta tranquilidad, porque fuera reina el caos. Pero no te preocupes, Will. Estaré bien. Ahora tengo que colgar porque me estoy quedando sin batería y puede que la necesite. Te llamaré más tarde.
Will se quedó un momento mirando el teléfono después de que Izzy colgara y a continuación marcó otro número. Unos minutos después lo había organizado todo y se encaminaba con paso firme hacia la puerta.
—¿Izzy?
Izzy abrió los ojos y miró a Will sin comprender. ¿Sería real, o se trataría de una visión inducida por la medicina que le habían dado? En cualquier caso, era lo mejor que había visto en mucho tiempo y alargó su mano buena para tocarlo.
—¿Will?
—Aquí estoy.
Izzy trató de pensar con claridad, pero resultaba difícil. Había algo importante que quería preguntarle... Las carreteras. Eso era.
—¿Cómo has llegado aquí?
Will sonrió, se llevó su mano a los labios y le besó los dedos.
—Tengo amigos en puestos importantes —dijo, enigmáticamente—. Vamos, vaya llevarte a casa.
Izzy pensó que nunca había oído nada tan maravilloso en su vida, pero no entendía cómo pensaba llevársela de allí.
—¿Cómo vas a llevarme?
—Del mismo modo en que he venido; en helicóptero.
—¿Has conseguido una ambulancia helicóptero?
—No exactamente. Es de Andrew, el hermano de Rob. Supongo que lo recuerdas. ¿Tienes equipaje?
—No. Sólo llevo el bolso.
—En ese caso, vamos. Su carruaje la está esperando, señora.
Will sujetó a Izzy con firmeza por el brazo bueno y la ayudó a levantarse. Al notar que se tambaleaba, pasó un brazo por su cintura para sujetarla con firmeza. Un vehículo del aeropuerto los aguardaba junto a la puerta más cercana para llevarlos hasta la pista.
Unos minutos después Izzy estaba sentada en el helicóptero. El hermano de Rob la miró, sonriente.
—Siempre había querido rescatar a una dama en apuros —dijo.
—No sabes cuánto me alegra que lo hayas conseguido —replicó ella arrastrando las palabras. Decir algo más habría supuesto un esfuerzo terrible.
Will se sentó a su lado y la tomó de la mano mientras Andrew se ocupaba de los preparativos para despegar.
Cinco minutos después el helicóptero se elevaba mientras Izzy daba cabezadas. Los analgésicos que le habían dado debían ser bastante fuertes.
Aterrizaron en pocos minutos en lo que parecía un campo de juego. Según explicó Will, habían ido al hospital Ipswich. Izzy suspiró al ver que había alguien esperando con una camilla. No quería dar la lata, pero sentía que las piernas ya no le pertenecían, y la idea de tumbarse empezaba a parecer más y más atractiva.
Will la ayudó a bajar del helicóptero y a tumbarse en la camilla. En cuanto ésta empezó a moverse, todo se desvaneció en torno a Izzy.
—¿Will?
Las pestañas de Izzy se agitaron y Will la tomó de la mano, alegrándose de verla de regreso en la tierra de los vivos.
—Hola, bella durmiente. ¿Cómo te sientes?
—Bastante bien. Pero tú debes estar cansado con todo este ajetreo. ¿Y los niños?
—Están con mis padres. No te preocupes por ellos. ¿Cómo está tu brazo?
—Me duele.
—Eso es porque han tenido que colocártelo. Te han puesto una escayola temporal, pero mañana tendrás que pasar por el quirófano para que te fijen los huesos.
—No puedo. Tengo una reunión...
Will rió.
—Ya no. Lo siento, pero vas a estar fuera de servicio durante unos días. Mañana por la tarde te darán el alta si tienes alguien que te cuide.
—Pero... ¿dónde voy a ir?
—A mi casa —dijo Will con firmeza.
Izzy abrió la boca para protestar, volvió a cerrarla y sonrió débilmente.
—Gracias.
—Será un placer. Ahora necesitas dormir, y yo también, pero nos veremos por la mañana.
Will besó a Izzy y salió de la habitación, dejándola a solas.
Era una tontería, pero ella ya lo estaba echando de menos mientras oía cómo se alejaba.
No quería volver a pasar por aquello, pensó Izzy cuando despertó el miércoles por la mañana. Apenas podía recordar las treinta y seis horas previas, aunque habían estado matizadas por el dolor y por la presencia de Will, al que había encontrado a su lado cada vez que había abierto los ojos.
Sin embargo, en aquella ocasión se encontró sola. Pero era lógico. Will tenía que ocuparse de la granja y de sus hijos.
Miró a su alrededor y se fijó en el sencillo mobiliario y los tonos azules y cremas que la rodeaban. Ella se hallaba tumbada en una cama grande a cuyos pies había una bata que no le pertenecía.
¿Habría sido de Julia?
Sintió un escalofrío mientras se erguía y sacaba los pies de la cama con cuidado. Lo último que quería era volver a caerse.
—¿Izzy? —se oyó una ligera llamada a la puerta y un instante después asomaba por ella el sonriente rostro de la señora Thompson—. Estás despierta. Me ha parecido oír un ruido. ¿Cómo te sientes?
Izzy sonrió débilmente.
—No lo sé. Te lo diré cuando trate de andar. Necesito ir al baño.
—Y una taza de té, supongo. Toma, ponte esto. Es mi bata más respetable, la que guardo por si tengo que ir al hospital.
Izzy dejó que la ayudara a ponérsela, aliviada al averiguar que no había sido de Julia. Después, la madre de Will la acompañó hasta el baño.
—Estaré en el cuarto, haciendo la cama. Llámame si me necesitas. Hay un cepillo de dientes nuevo en el quicio de la ventana por si quieres usarlo.
—Gracias.
Izzy se las arregló sin ayuda, aunque se hizo consciente de lo difícil que resultaba todo pudiendo utilizar un solo brazo. Afortunadamente se le había roto el izquierdo, pero comprendió que su plan de volver a Londres al día siguiente podía resultar un poco ambicioso.
Cuando volvió al dormitorio, la cama ya estaba hecha y la señora Thompson la ayudó a meterse en ella.
—Y ahora voy a ocuparme de traerte algo de beber y comer. ¿Qué te apetece?
Izzy tenía hambre y sed, pero frunció el ceño.
—No querría distraerte de tus ocupaciones. Sé que tienes mucho trabajo ...
—Tonterías. Tengo suficientes empleados en la cafetería que tienen que ganarse su sueldo. Y ahora, ¿qué te apetece? ¿Té, café, o algo más suave?
—Té, por favor, con poca leche y sin azúcar. Será un placer tomarlo.
—¿Y algo de comer? Will no suele tener la despensa muy surtida, así que puede que tenga que ir a la cafetería, pero no tardaré.
¿La despensa de Will?, se preguntó lzzy mientras la señora Thompson salía del dormitorio. Había supuesto que Will vivía con sus padres, pero por lo visto se había equivocado.
Sintió un pequeño escalofrío y se mordió el labio. ¿Qué pensarían los cotillas del pueblo de ella? ¿De ellos?
Descansó la cabeza sobre las almohadas y miró por la ventana. Lo único que se veía era el campo extendiéndose en la distancia, puntuado por alguna zona boscosa y por innumerables vallas de madera que parecía dividirlo en trozos. Era una vista muy relajante, y el sonido de algún cordero balando en la distancia se sumaba al sosiego reinante.
Un rato después reapareció la señora Thompson con una bandeja que dejó en la mesilla.
—Té Y unas tostadas con miel. Recuerdo que siempre te gustaron.
Qué asombroso que recordara aquello, pensó Izzy mientras se erguía. Cuando probó el té pensó que no había saboreado nada tan delicioso en su vida. Vació la taza en unos segundos y sonrió.
—Estaba muy bueno. Va a sentarme de maravilla.
—Bien. Ahora come alguna tostada. Hay que conseguir que tus mejillas recuperen el color.
Mientras Izzy comía, la señora Thompson le contó que Will estaba en la granja con los niños, comprobando el vallado que había del lado de la casa de la señora Jenks porque iba a trasladar allí a las ovejas.
—Creo que me suena el nombre de la señora Jenks —dijo Izzy, y la madre de Will asintió.
—Es probable. Siempre ha vivido aquí. Es una mujer encantadora, y no puedo entender qué hizo para merecer el hijo que tiene. Desde qué vendió la granja a Will con la condición de poder seguir viviendo en la casa, su hijo no deja de darle la lata al mío para que cambie las ventanas, para que arregle el baño, para que le compre nuevos electrodomésticos... yeso a pesar de que ella insiste en que quiere que todo siga como está. Le encanta su vieja cocina Rayburn.
—¿Y qué hace Will al respecto?
La señora Thompson rió.
—Nada, porque eso es lo que la señora Jenks quiere. Pero además de no cobrarle alquiler, se ocupa de surtirla de leña para el invierno, quita la nieve de su puerta cuando hace falta, limpia sus ventanas, la ayuda con la compra... es encantador con ella. Pero el hijo de la señora Jenks aparece de vez en cuando para protestar.
—¿Y por qué no le manda Will a paseo?
—Mi Will no es así. Dice que es lógico que un hijo se preocupe por su madre, pero no es cierto. Es inevitable oír cotilleos en el café, y se dice que el hijo de la señora. Ienks ya se ha aprovechado bastante del dinero que obtuvo su madre con la venta de la granja.
Aquello recordó a Izzy a las dos cotilleas que su pusieron a chismorrear a sus espaldas la última vez que estuvo allí.
—¿Puede suponer algún problema para Will el hecho de que yo esté aquí? —preguntó—. Seguro que la gente empezará a hablar, y no quiero causarle problemas.
—¡Pero si te has roto un brazo, niña mía! Claro que estás aquí. Necesitas ayuda. No puedes arreglártelas sola.
Hacía años que no la llamaban niña. Izzy sonrió. Pero seguía preocupándole la reputación de Will.
—Antes has dicho algo sobre la despensa de Will. ¿Tú y tu marido ya no vivís aquí?
—Cuando Julia y Will tuvieron a Rebecca necesitaron más espacio y decidimos que estarían mejor aquí. Nosotros nos trasladamos a su casa y ellos vinieron a ésta. Además, está mejor situada para atender la granja —la señora Thompson palmeó cariñosamente la mano de Izzy—. No te preocupes por los chismosos. Déjamelos a mí. Además, esta situación no durará mucho y es un placer tenerte aquí, así que no te preocupes. Sólo concéntrate en mejorar. ¿Más té?
Cuando la señora Thompson se fue, Izzy durmió un rato. Al despertar se sentía bastante más despejada y fue a sentarse en el amplio alféizar de la ventana.
Aún estaba allí cuando Will regresó con los niños. Cuando la saludó con la mano desde abajo, Izzy se sintió como si el sol acabara de salir.
Qué absurdo. Hacía apenas una semana que Will le había dicho que no había futuro para ellos y de pronto se encontraba invitada en su casa, incapaz de vestirse por sí sola sin ayuda.
No tenía ni idea de cómo iban a salir las cosas. Lo único que sabía era que quería estar allí. Además, llevaba años necesitando unas vacaciones, y no creía que fuera a hacerle daño tomarse un descanso.
Aunque Will sí podía hacerle daño. Ya se lo había hecho antes, y no era tan tonta como para creer que no volvería a hacerlo.
¿Sobreviviría en esta ocasión?
Se levantó y volvió a la cama. Unos momentos después llamaron a la puerta.
—¿Puedo pasar?
—Adelante.
Will entró en el dormitorio con una cálida sonrisa en los labios.
—¿Cómo estás?
—Bien —mintió Izzy. Podría haber dicho que lo había echado del menos al despertar, pero no pensaba mostrarse tan patética y necesitada.
—¿Te ha cuidado bien mi madre?
—Por supuesto. Me ha traído un té delicioso y tostadas con miel. Es increíble, pero aún recuerda que me encantaban.
—Ella es así —Will se sentó a los pies de la cama y señaló el brazo de Izzy—. ¿De verdad estás bien?
—Me duele un poco. Pero me las arreglaré.
—Eso no lo dudo. Pero debes relajarte y permitir que te cuidemos.
—Soy una obsesa del control. Me cuesta dejarme llevar.
—Lo sé, pero a veces suceden cosas que están fuera de nuestro control y tenemos que dejarnos llevar por la corriente.
—¿Cómo romperme el brazo y acabar aquí? Lo cierto es que sólo te llamé porque me sentía abandonada y sola. No pretendía darte la lata, sobre todo después de tu decisión de no volver a verme en una temporada. Estoy segura de que no te referías a cuatro días.
Will sonrió a medias.
—Te dije que si me necesitabas podías contar conmigo, y lo dije en serio, y me alegra que llamaras.
—También dijiste en serio lo de no volver a verme, ¿no?
Will se encogió de hombros.
—Olvida eso. Había que sacarte del aeropuerto cuanto antes. Sólo hice lo que habría hecho cualquier amigo. Además, ¿cómo te las habrías arreglado por tu cuenta? Aún no estás vestida. ¿Crees que podrías hacerla sola?
—En casa me habría puesto el pantalón del chándal y alguna camiseta amplia.
Will se levantó, salió del dormitorio y regresó un instante después.
—Esto es un pantalón de un chándal de Michael y ésta es una de mis antiguas camisetas de rugby. Creo que mamá ha lavado tu ropa interior. Si puedes ponerte todo eso sola, no estaría nada mal. ¿Pero cómo te las habrías arreglado para hacer la compra y para comer?
—Habría comido abajo. O habría hecho que me enviaran la comida arriba.
Aquello era fácil, pero Izzy comprendió que otra serie de cosas no habrían resultado tan fáciles, por ejemplo, ponerse el sujetador, abrir botes y latas, lavarse, ducharse ...
—No habría sido fácil, ¿verdad?
Izzy se preguntó si Will le habría leído el pensamiento, cosa que no le habría extrañado, pues en otra época solía hacerla.
—Me las arreglaría —insistió—. Y hablando de ayudas, imagino que lo del helicóptero te salió por una pequeña fortuna. Debes decirme cuánto y a quién se lo debo para dejar arreglado el tema.
—Se lo deberías a Andrew, pero no te preocupes. Me está muy agradecido porque le permito tener aquí el helicóptero, así que lo considerare mas una especie de intercambio.
—En ese caso te lo debo a ti.
Will gruñó en señal de advertencia.
—Olvídalo, Izzy. No suelo tener muchas oportunidades de hacerme el héroe, así que déjame disfrutar un poco, ¿de acuerdo?
Izzy fue incapaz de contener una sonrisa.
—Será un placer. Y ahora, si me traes la ropa interior, me gustaría vestirme.
Hasta que Will salió, Izzy no recordó que la ropa interior que llevaba puesta el día del accidente eran apenas dos trapitos de Janet Reger.
Will regresó con las prendas colgadas de un dedo y una traviesa sonrisa en los ojos.
—¿Ropa interior? —dijo en tono irónico. Izzy apretó los labios para no darle una repuesta adecuada a la vez que le quitaba las prendas de un tirón.
—Gracias. Ahora puedes irte. Me las arreglaré sola.
—Si necesitas ayuda, estaré cerca —dijo Will mientras salía.
Aquél fue todo el reto que Izzy necesitó.
No logró ponerse el sujetador, por supuesto, pero sí las braguitas y el resto de la ropa. Cuando salió al descansillo, dolorida y agotada, pero también victoriosa, encontró a Will esperándola.
—Eres una mujer muy testaruda —dijo con evidente admiración a la vez que le acariciaba la mejilla.
Izzy ya sentía las rodillas bastante débiles y el cariñoso gesto estuvo a punto de hacerle perder el equilibrio. Will pasó una mano por su cintura para ayudarla, y cuando llegaron abajo se sentía a punto de gritar de...
¿Qué? ¿De frustración? ¿De añoranza?
¿De decepción?
Will la soltó y ella lo siguió a la cocina, donde ocupó de inmediato una silla, agradecida. Los niños no aparecían por ningún lugar y él le explicó que los había enviado a comer a la cafetería.
—¿Quieres que vayamos a reunimos con ellos, o te conformas con un poco de pan con queso y mi compañía?
El queso no solía sentarle especialmente bien, pero no estaba dispuesta a renunciar a su compañía.
—Oh, supongo que podemos quedarnos —dijo, y al ver la sonrisa de Will sintió que su corazón latía más deprisa.
Ya sabía que pisaba terreno resbaladizo, pero hasta aquel momento no había comprendido lo resbaladizo que podía llegar a ser.