SHAKESPEARE
Una posada, Londres, la Torre en la lisera
surgiendo entre las aguas, convicta y taciturna,
y el tintineo ronco de Westminster, la piedra
revestida de luto, y un ruido de herraduras.
Las paredes de lúpulo, en las calles estrechas,
que guardan la humedad como troncos hinchados,
sombríos como hollín, ebrios como cerveza,
gélidos, como Londres, quebrados, como pasos.
Unos copos cayendo, lentamente al principio;
a la hora de cerrar, la nieve es ya tan recia
como un telón tendido que baja en duermevela
y empieza a tapizar el páramo dormido.
Un tragaluz y mica, de color lila en granos,
sobre anillos de plomo: «Y a la vista del tiempo,
o mejor… ¿por qué no?… dormiremos al raso…
o mejor… al tonel: ¡traed agua, barbero!»
Y no para, los brazos en jarra, de reír
el rapado las gracias del burlón, que en un éxtasis
y con la boca siempre pegada al chibuquí,
farfulla sus sandeces.
Mas para entonces Shakespeare
no está ya para bromas. El soneto sin tacha,
que por la noche ha escrito con un fuego en su cuarto,
en otra mesa, lejos, donde una reineta agria
sale a flote abrazando la pinza de un crustáceo…
el soneto le dice:
«No lo niego, tenéis
vuestro talento, pero, genio y maestro, acaso
¿creerá, como vos, aquél, sobre el tonel,
de cara enjabonada, que yo pinto a relámpagos
y que soy por mi casta superior a cualquier
persona… creerá que es fuego lo que emano,
como a mi olfato emana peste vuestro tabaco?
»Perdonad, padre mío, mi escepticismo de hijo;
pero señor, milord, esto es una taberna:
¿qué es para mí este círculo? ¿Y nos, criaturas vuestras
qué somos para el vulgo? ¡Más espacio, más sitio!
»Leed para éste, Sir, ¿por qué no?, a ver, ¿por qué no?
Por todos los demonios: dais unos pasos más
y estáis en el billar con él… no lo entiendo:
¿os parece poco éxito la fama en el billar?»
—¿Estás loco? ¿¡Para él!? —Llama de mal talante
al mozo; y dando vueltas a una raspa de Málaga,
cuenta: ragú francés y… cerveza, media jarra.
Lanza la servilleta contra el espectro, y sale.
1919
(Temas y variaciones)