Capítulo 23
Colin no se lo podía creer. ¿Cómo se le ocurría a su padre presentarse en casa sin avisar? Paddy sabía que él y Tiffany valoraban su intimidad. Normalmente, todos los encuentros familiares tenían lugar en la casita que su padre tenía en Antelope y así era como a Colin le gustaba que fuera su relación. Era la única manera de que funcionara.
En Semana Santa, Sheryl, la mujer con la que estaba casado su padre, había comentado que sería agradable que Colin y Tiffany organizaran una cena en su casa, para variar, pero Paddy había respondido diciéndole que cerrara la boca y le llevara una cerveza. Colin había sido testigo de cómo su padre había echado a Tina, su verdadera madre, de su vida. No iba a presionar a su hijo. Estaba demasiado ocupado intentando reparar el daño que había hecho al permitir que Tina saliera impune después de lo que había hecho cuando Colin era un niño. Por lo menos, Colin y él continuaban hablándose. La hermana de Colin se había puesto del lado de su madre después del divorcio y se negaba a hablar con ellos.
A Colin no le gustaba tampoco su madrastra. Pero por lo menos cocinaba decentemente y como no le gustaba servirles, Colin encontraba cierta satisfacción en obligarla a hacerlo durante todas las fiestas. Además, tener una buena relación con su padre le permitía utilizar su cabaña, lo cual había demostrado ser una gran ventaja.
Algunos de sus recuerdos más agradables tenían que ver con las torturas a las que había sometido a su segunda mascota en aquella cabaña. Sus restos continuaban allí enterrados.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó en cuanto llegó al salón.
Su padre permanecía con la mirada fija en la fotografía que había tomado el día que Tiffany y Colin habían anunciado su boda.
Se volvió y miró a Colin mientras este terminaba de abotonarse la camisa. Colin tenía a Zoe atada en la habitación, frente a la cámara de vídeo, y apenas había empezado a desnudarse cuando había oído a su padre. Ser interrumpido en un momento como aquel le había enfurecido más allá de la razón, pero por lo menos había oído a su padre antes de que entrara en el dormitorio.
A Paddy no parecía importarle haberse presentado en casa en un mal momento. Se pasó la mano temblorosa por el pelo, un pelo abundante a pesar de su edad, y miró a Colin a los ojos.
—Tengo que hablar contigo.
Colin no pudo evitar mirar hacia las escaleras. Tenía preparados todos sus juguetes y estaba ansioso por ver durante cuánto tiempo podía sobrevivir Zoe a lo que le tenía preparado, quería ser testigo de cómo reaccionaba al dolor a la degradación. Lo último que le apetecía era tener que soportar a su padre.
—¿No puedes esperar?
—No.
¡Hijo de perra! Evidentemente, algo andaba mal, pero a Colin no le importaba en ese momento. Probablemente era algo relacionado con su hermana pequeña. Su padre llevaba dos años intentando reconciliarse con Courtney. Quería disculparse y hacer las paces con ella, pero Courtney, o bien había cambiado de número de teléfono, o estaba evitando sus llamadas.
Su padre estaba ablandándose con los años, pensó Colin. ¿Qué había sido de aquel hombre capaz de pegar a su mujer con cualquier excusa? A veces incluso había tenido que detener a Colin para impedir que saliera en ayuda de su madre. Un hombre como ese tenía que cosechar lo que había sembrado. No podía comenzar a lamentarse a su edad. No era justo.
—Muy bien, ¿qué pasa? Suéltalo ya —le ordenó.
—Lo siento. Tendrás que... disculparme con Tiffany. Ni siquiera estaba seguro de que debiera venir, pero...
Colin se dio cuenta de que se había abrochado mal la camisa y corrigió su error.
—¿Pero qué?
—Acabo de ver algo en la televisión que me ha... preocupado —admitió.
¿Había visto algo en la televisión? ¿Y a él qué demonios le importaba?
—Si es algo relacionado con la política...
—No, es algo relacionado contigo.
—¿Y qué demonios tiene que ver lo que has visto por la televisión conmigo?
—Espero que nada.
Colin se dejó caer en el sofá.
—Estás siendo muy enigmático, ¿sabes?
Su padre señaló hacia las escaleras.
—¿Puedes decirle a Tiffany que baje un momento? Creo que debería estar aquí.
—No creo que a Tiffany le interese, papá. Está esperándome en la cama. No va a bajar ahora porque hayas visto algo que no te gusta por televisión. Ahora, explícame qué te pasa o lárgate de aquí, porque acabas de interrumpir una de las mejores sesiones de sexo de mi vida.
Paddy tomó aire.
—Han encontrado a un chico vagando por los bosques.
Colin no esperaba que su padre le relacionara con Rover. En medio de su obsesión por Zoe y de su enfado por haber sido interrumpido antes de poder tocarla siquiera, casi se había olvidado de su última mascota.
El miedo amilanó su cólera, pero no fue tan estúpido como para demostrarlo.
—Sí, yo también vi la noticia hace un par de días. Pobre chico. ¿Ha salido del coma?
—No. No están seguros de que pueda sobrevivir.
—Es una tragedia. Pero... —Colin hizo un gesto, como si no terminara de comprender a Paddy—. No te entiendo, ¿has venido hasta aquí para contarme esa historia tan triste sobre un adolescente?
—Han mostrado un mapa señalando la zona en la que encontraron al muchacho.
—¿Y?
—Era cerca de la cabaña de Mike.
La erección de Colin hacía tiempo que había desaparecido. Intentaba controlarse, actuar como si en realidad no estuviera preocupado, pero lo estaba. Y tenía motivos para ello.
—¿Quién es Mike?
—Un amigo del trabajo, ¿no te acuerdas? Se hizo cargo de la tienda de jardinería cuando el inútil del hijo de Sheryl se enfadó y me dejó plantado.
—Ah, sí, Mike.
—Hace un par de años os puse en contacto con él para que le alquilarais su cabaña porque la familia de Sheryl estaba en la mía. Queríais pasar una semana en el campo.
Colin intentó mantener una expresión neutral.
—¡Vaya! ¿El chico al que encontraron estaba en la cabaña de Mike? No lo sabía, qué pequeño es el mundo. Pero cuando vi la noticia, no especificaron tanto.
—Están pidiendo datos a la población —Paddy le miró más de cerca—. ¿Todo esto no significa nada para ti?
—¿Por qué iba a hacerlo?
—El chico dice que la persona que le dejó así vive en Rocklin.
Colin se encogió de hombros.
—Y a lo mejor es cierto.
Paddy bajó la voz.
—Colin, estoy aquí porque tengo miedo de que tengas algo que ver con la desaparición de ese chico.
La adrenalina que comenzó a correr entonces por sus venas, le permitió a Colin reaccionar con aparente indignación.
—¿Crees que yo soy capaz de apalear a un niño?
Esperaba que su padre se pusiera a la defensiva tras aquella pregunta. Por mucho que hubiera cambiado con los años, continuaba teniendo genio suficiente como para poder provocarle. Pero Paddy no reaccionó con enfado.
—Quiero pensar que no. Para serte sincero, no puedo imaginar un escenario peor, pero el hombre que tuvo secuestrado a ese chico insistía en que le llamara «amo». Cuando oí eso, me sentí como si acabaran de darme un puñetazo.
—¿Lo dices en serio? Por favor, papá —Colin consiguió soltar una carcajada—. Es posible que le hiciera llamarme así a Courtney cuando éramos pequeños, pero todo era un juego. Eso no me convierte en un desalmado capaz de hacer daño a un niño.
—¿Un juego? A ella no parecía divertirle.
—Esas cosas son normales entre hermanos.
Su padre no hizo ningún comentario.
—¡Vamos, papá! —insistió Colin—. Yo no soy el único que utiliza esa palabra. ¿Qué me dices de las relaciones sadomasoquistas? Podría ser cualquiera. ¿Cómo iba a ponerme yo en contacto con ese chico?
Antes de haber terminado la frase, fue consciente de que había hablado demasiado. La respuesta era obvia y su padre la soltó inmediatamente.
—El chico desapareció cuando estaba en mi barrio.
El lenguaje corporal de su padre hizo que a Colin se le debilitaran las rodillas. Aunque fuera de forma inconsciente, lo sabía. No quería enfrentarse a ello, probablemente porque no quería sentirse responsable de aquello en lo que su hijo se había convertido. Estaba muy orgulloso de él, especialmente desde que Colin había terminado la carrera.
Pero en el fondo de su corazón, Paddy lo sabía. Y la verdad le hacía sentirse enfermo.
Colin alzó la barbilla.
—No he sido yo.
—Tienes relación con el lugar en el que le atraparon y con el lugar en el que le encontraron. Y...
—¿Y qué? —le espetó Colin, decidiéndose a atacar—. Tú también crees lo que dice mamá, ¿verdad? Crees que llevo la crueldad en la sangre.
—No sé qué creer.
—Incluso en el caso de que haya querido secuestrar a un niño, ¿cómo voy a hacerlo estando Tiffany en casa? ¿Cómo iba a retenerlo aquí durante dos meses?
Por el rostro de Paddy se deslizó una lágrima. Colin nunca había visto llorar a su padre. No sabía qué hacer, no sabía qué decir, pero no podía permitir que aquel encuentro terminara así, porque su padre terminaría yendo a la policía.
—¿Qué te pasa? —le urgió.
—Nadie ha dicho durante cuánto tiempo estuvo retenido el chico —contestó Paddy.
¡Mierda! Había esnifado otra raya de coca después de que Tiffany se marchara y no era capaz de pensar con claridad. No estaba manejando la situación como debía. Su padre estaba cada vez más cerca de la verdad. No sabía cómo iba a salir de aquello.
El sudor empapaba su cuerpo y hacía que la camisa de algodón se pegara a su espalda.
—Lo dijeron en el informativo que yo vi.
Se obligó a mantener la calma y vio que regresaba la esperanza a los ojos de su padre.
—¿De verdad?
—Claro que sí. ¿Cómo iba a saberlo yo si no lo hubiera oído antes?
—¿Y la chica que ha desaparecido? Su madre ha salido en los informativos y es igual que tu vecina.
¡Hijo de perra! ¿Cómo habría reconocido a Zoe? Paddy y Sheryl apenas iban a su casa. Pero Tiffany y él vivían al lado de Lucassi y Zoe llevaba ya nueve meses allí. Era lógico que hubieran coincidido en algún momento.
¿Debería decirle a su padre que la persona a la que había visto en televisión no era su vecina? Eso era lo que le habría gustado contestar. Pero a su padre le resultaría muy fácil desmentirlo y él se pondría en una situación insostenible al ser atrapado en una mentira. Se pasó la mano por el pelo y chasqueó la lengua.
—Sí, es cierto. La secuestraron a principios de semana. Es increíble, alguien la secuestró en su propio jardín. Por cierto, Zoe acaba de irse de aquí, ha venido para ayudarme a organizar una partida de búsqueda para mañana. Los otros abogados del bufete y algunas secretarias van a unirse a nosotros.
—¿Y por qué tienes que ir a buscarla? —preguntó su padre.
A Colin le dolían los músculos por la tensión.
—Porque podría estar en peligro. Acabas de decirme que alguien se la llevó...
—¿Ese alguien no eres tú, Colin?
—¡No!
Colin no estaba dispuesto a renunciar. Podía salir de aquella situación mintiendo, como tantas veces lo había hecho en el pasado. Su madre era la única que podría adivinar la verdad. Había intentado combatir al demonio que vivía en él, pero solo había conseguido alimentar su deseo de hacer daño.
—Sé que es una coincidencia extraña, pero no he sido yo. Cuando no estoy trabajando, estoy con Tiffany. No tendría tiempo suficiente para secuestrar a un niño, y mucho menos a dos.
—Sí, yo también he pensado en ello. Mientras conducía hasta aquí, me decía continuamente que era una locura tener tanto miedo. No podías ser tú. No podía ser mi propio hijo. Quizá dejé que tu madre fuera un poco dura contigo cuando eras pequeño, pero solo porque quería mantener a la familia unida. Ahora me siento mal cuando pienso en ello. Pero hace mucho tiempo que Tina está fuera de nuestras vidas, Colin. Es posible que necesites ayuda. En más de una ocasión me he ofrecido a pagarte un psicólogo, pero siempre has insistido en que estás bien. Pero los dos sabemos que Tiffany te idolatra. Sería capaz de cortarse las venas si se lo pidieras.
Sin la presencia de nadie más en su vida, la coartada que Tiffany podría proporcionarle sería muy pobre. Pero aquel era su padre. Paddy había sido un testigo privilegiado de su relación.
—Estás subestimando a Tiffany —replicó—. Jamás me permitiría secuestrar a nadie... ¡Y menos aún intentar matarle!
Su padre quería creerle. Por eso había ido hasta allí, para convencerse de que sus sospechas eran infundadas.
—¿Estás seguro de que es a ella a la que subestimo?
Colin le agarró del brazo.
—¿Estás de broma? Eres como mamá. ¡Siempre acusándome! ¡Siempre pensando de mí lo peor!
A su padre no le gustaba que le compararan con Tina. Retrocedió y miró a Colin a la cara.
—¿Tú no le has hecho daño a esos chicos? Dime la verdad, Colin. Si no me dices la verdad, no puedo ayudarte.
Las dudas de Paddy le dieron un respiro a Colin. Soltó una risa escéptica.
—Relájate. Yo no le he hecho ningún daño a nadie.
Pero justo en ese momento, Samantha comenzó a patear y a gritar, y a pesar de la insonorización de la habitación, se la oyó gritar:
—¡Socorro! ¡Socorro! ¡Estoy encadenada al suelo! ¡Por favor, llamen a mi madre!
El padre de Colin palideció. Era evidente que también él la había oído.
—Dios mío —susurró y se dirigió corriendo hacia las escaleras.
Así que pensaba que podía salvarla. ¡Pensaba que él iba a dejarle pasar!
—No tan rápido —le advirtió.
Y le empujó con fuerza, haciendo que se golpeara la cabeza contra el canto de la pared. Paddy se hizo un corte en la frente del que comenzó a brotar la sangre. El golpe le dejó conmocionado. Parpadeaba y miraba a su hijo, como si no pudiera fijar la mirada, pero a Colin no le conmovió en absoluto ver a su padre en el suelo. De hecho, lo único que sintió fue un profundo alivio.
—No deberías haberte casado nunca con mamá, ¿sabes? Aunque era mucho más inteligente que tú, era una mujer mezquina. Y no deberías haber venido a mi casa.
Después, de rodillas en el suelo, comenzó a golpearle la cabeza con la base de la lámpara.
Cuando estuvo seguro de que su padre estaba muerto, se echó hacia atrás, agotado, pero lleno de júbilo. Matar a un adulto no era muy distinto a matar a un niño.
—Ya no eres tan duro y tan fuerte como antes, ¿verdad, papá? —le preguntó e hizo una mueca de disgusto al ver la hendidura que había dejado en la lámpara de bronce—. ¡Mira lo que me has hecho hacer! Esta lámpara era muy cara.
Dejó el arma sobre la alfombra y escuchó con atención, esperando oír a Sam. La odió en aquel momento. La odió como a nadie en el mundo. La mataría de la forma más dolorosa, se prometió. Pero la casa estaba en silencio. Al menos por lo que él podía decir, Zoe no había respondido a las llamadas de su hija, lo que quería decir que todavía estaba bajo los efectos de las drogas. Y Sam, o bien había renunciado a seguir pidiendo ayuda, o se había dormido. En cualquier caso, ya se encargaría de ellas más tarde. De momento tenía que ocuparse de su padre.
«Respira hondo». Cerró los ojos, intentando superar la oleada de adrenalina que le había dejado temblando. Todo iba a salir bien. Habían estado a punto de atraparle pero había conseguido salvar el pellejo. Lo único que tenía que hacer era deshacerse del cadáver de su padre.
¿Pero cómo?
Se levantó y comenzó a pasearse de un lado a otro sobre la alfombra. Arrastraría a su padre hasta el garaje, donde nadie pudiera verlo, y limpiaría la sangre. En cuanto Tiffany volviera, le pediría que llevara el coche de Paddy a la sala de billar a la que iba casi todos los fines de semana. Y más tarde, cuando los vecinos estuvieran dormidos, metería su propio coche en el garaje, ocultaría el cadáver de su padre en el maletero e iría a enterrarlo a las montañas. Al día siguiente, Paddy Bell se convertiría en otra persona desaparecida.
Dio media vuelta y siguió caminando. ¿Funcionaría su plan? No tenía por qué fracasar. Paddy no le había contado a Sheryl sus sospechas, Colin estaba seguro. Aquella era la clase de información que uno no compartía hasta estar del todo seguro. Pero si Sheryl sabía que Paddy había ido a verle, Colin tendría que enfrentarse a algunas preguntas.
No importaba. Sheryl jamás le creería capaz de hacerle daño a su padre. Culparía a su propio hijo, Glen, un hombre muy exaltado que había puesto fin al negocio que Paddy y él compartían.
Sí, Glen cargaría con la culpa. Si Sheryl o alguien comentaba que Paddy había ido a verle, Colin podría decir que su padre había pasado por allí antes de ir a ver a Glen, con el que pretendía hacer las paces. Sheryl sabía que Paddy estaba más interesado que su hijo en recuperar la relación. Últimamente, a Paddy no le gustaba estar enfadado con nadie.
Lo único que tenía que hacer él era mantener la sangre fría, tener más cuidado y ser inteligente.
Pero acababa de llevar el cadáver al garaje y estaba comenzando a limpiar la sangre cuando llamaron a la puerta.
* * *
Mientras permanecía en la puerta de Colin Bell, esperando a que le abrieran, Jonathan volvió a mirar el teléfono. Nada. Mientras el equipo de emergencias despejaba el choque múltiple que le había retenido en la autopista durante veinte minutos, le había enviado tres mensajes a Zoe, pero esta no había contestado a ninguno y tampoco contestaba al teléfono cuando la llamaba.
Algo estaba pasando. No tenía sentido que no tuviera el teléfono a mano, por si recibía alguna noticia.
Cuando Colin abrió por fin, aunque asomándose por una rendija de la puerta, Jonathan comprendió que no quería que le molestaran. Pero su sonrisa fue tan amistosa como siempre.
—Siento haberte hecho esperar. Estaba en el garaje.
Jonathan asintió.
—No te preocupes. Estoy buscando a Zoe, ¿la has visto?
—Ha cenado aquí.
—¿Y hace cuánto se fue?
Colin frunció el ceño, como si quisiera calcularlo perfectamente.
—Hace una hora.
—¿Y ha dicho adonde iba?
Una gota de sudor resbaló por la sien de Colin. Parecía haber estado haciendo ejercicio, pero iba con vaqueros y con una camiseta y estaba descalzo. A lo mejor, acababa de desnudarse después de una sesión de ejercicio y había tenido que vestirse a toda prisa cuando había llamado a la puerta. Si era así, no le extrañaba que le hubiera molestado la interrupción.
—Ha comentado que estaba cansada. Pero a lo mejor Anton la ha visto cuando se dirigía hacia el coche y ha intentado hablar con ella. Ya sabes que se han separado...
Jonathan miró hacia la casa de Lucassi.
—No está allí su coche.
—Es posible que se hayan ido juntos.
Aquella posibilidad no le hizo sentirse mejor. A lo mejor se equivocaba con Zoe. A lo mejor había vuelto con Anton, pese a haberle dicho que la suya era una relación sin amor. Al fin y al cabo, María había vuelto con Dan, ¿no? Y Dan le había roto la nariz y el brazo y había terminado matándola.
—Supongo que es posible —dijo Jonathan—. Gracias.
Pero consiguió ponerse en contacto con Lucassi cinco minutos después y este juró y perjuró que no había vuelto a ver a Zoe desde que se había ido de su casa la noche anterior.