Capítulo 21
—¿Estás colocado? —le susurró Tiffany a Colin en la cocina cuando se quedaron a solas. Habían terminado la cena y para Tiffany había sido muy doloroso ver lo atento que era Colin con Zoe. En aquel momento, Zoe estaba en el cuarto de baño.
Colin la miró con el ceño fruncido.
—Claro que no. ¿De qué estás hablando?
—No me mientas. Estás drogado. Lo sé.
Invitar a Zoe a cenar había sido una mala idea. Tiffany ya había estado preocupada desde que Colin se lo había anunciado, pero después de lo ocurrido, su preocupación era máxima. Por las miradas que le había dirigido Zoe durante toda la cena, estaba segura de que había notado lo extraño que estaba Colin. Probablemente había sentido también su interés sexual. Porque Colin no había dejado de mirarla como si estuviera deseando desnudarla.
—¿Has tomado éxtasis? —le preguntó.
—¿Y a ti qué te importa? —Colocó los platos en el fregadero—. De todas formas, hemos organizado una fiesta para más tarde. No sé qué importancia tiene que yo me adelante.
—¿Qué has tomado?
—Me he metido una raya de coca antes de salir del despacho, ¿vale? No creo que sea para tanto.
—¿Y no crees que deberías haber esperado, Colin? ¡Tenemos que tener cuidado con Zoe!
—No he hecho nada sospechoso.
—Pero si sigues hablando de mascotas y diciendo lo inteligentes que son algunas de ellas, comenzará a pensar que todo esto es muy raro. ¡No vuelvas a hablar de animales! La estás poniendo nerviosa. Y a mí también.
Colin negó con la cabeza con un gesto de incredulidad.
—Estás exagerando.
—¡No, no estoy exagerando! Y si quieres que James y Tommy vengan esta noche y les ayude a divertirse, será mejor que te des prisa y comiences a organizar esa ruta para que Zoe pueda marcharse.
Colin la agarró entonces por la cintura.
—¿Me estás amenazando?
Tiffany parpadeó rápidamente, intentando contener las lágrimas.
—No quiero terminar en la cárcel, como mi hermano.
—¡Nadie va a ir prisión!
—¡Cállate! —le ordenó Tiffany—. Estás hablando demasiado alto. Ve a deshacerte de Zoe.
Colin la soltó y se cruzó de brazos.
—¿Y si no quiero deshacerme de ella? ¿Y si me apetece tener otra mascota? Madre e hija.
A Tiffany se le aflojaron las rodillas. Siempre había temido que llegara aquel momento. Que su marido comenzara a perder la cabeza.
—¡No podemos quedárnosla!
—No podrá escapar, y no será difícil deshacerse de ella cuando nos hartemos.
—No es una niña. Es más inteligente, más fuerte que su hija. Y tiene más recursos. Sería muy diferente. ¿Y quién sabe a cuánta gente le ha dicho que iba a venir a cenar?
—Pero imagina cómo reaccionaría al ver de nuevo a su hija. En cierto modo, le estaríamos haciendo un favor —se echó a reír e inclinó la cabeza mientras la miraba—. Estaríamos dándole lo que quiere.
Y al mismo tiempo, él estaría consiguiendo lo que quería. Le encantaría ser testigo del doloroso momento en el que Zoe se diera cuenta de que había sido apuñalada por la espalda por alguien a quien consideraba un amigo.
Tiffany se mordió el labio. Colin a veces la asustaba de verdad.
—¡Sí! Así comprenderá que tú y yo tenemos una relación abierta, que no tiene por qué resistirse a la atracción que siente por mí —replicó—. Para ella, eres un gran obstáculo, estoy seguro. Siempre está hablando de ti.
Tiffany le miró boquiabierta. Estaba perdiendo a su marido, y aquella era la prueba. Le bastó ser consciente de ello para estar a punto de desmayarse. Y por mucho miedo que tuviera a Colin, más temía a la posibilidad de tener que vivir sin él.
—No tenemos una relación abierta —musitó.
—¿No vas a acostarte esta noche con mis amigos? ¿Cómo lo llamarías tú, entonces?
—¡Has sido tú el que me ha suplicado que lo hiciera!
—Pero si a mí no me importa que lo hagas, a ti tampoco debería importarte. Ya te lo dije, el sexo, es solo sexo. Es solo por diversión, para darle un nuevo giro a una fiesta.
—¿Por diversión? Si secuestras a Zoe, estaremos cavando nuestra propia tumba. Ni se te ocurra pensarlo.
Colin la presionó contra el mostrador y comenzó a besarle el cuello.
—Vamos, Tiffany, hazlo por mí.
Tiffany comenzó a flaquear, como le ocurría siempre que Colin la presionaba. Era tan divertido... y tan cariñoso cuando estaba contento. Pero cada vez le resultaba más difícil hacerle feliz.
—Está en permanente contacto con la policía y con ese detective. ¿Y si les ha dicho que iba a cenar aquí?
—¿Por qué iba a decírselo? Ha venido a cenar a casa de su vecino. No tiene por qué contar todo lo que hace a lo largo del día. Le basta con que puedan localizarla por teléfono si encuentran a Sam.
Tiffany oyó el ruido de la cisterna del cuarto de baño y supo que iban ya contra reloj.
—Es demasiado arriesgado.
—Vamos, Tiff. Incluso en el caso de que les haya dicho que iba a cenar aquí, puedo evitar que sospechen de nosotros.
—¿Cómo? —susurró Tiffany.
—Eso déjamelo a mí.
—¡Pero yo no quiero hacer esto!
—Claro que quieres. Cuando termine con ella, dejaremos que disfruten James y Tommy.
En ese momento, Tiffany tuvo la certeza de que Colin estaba yendo demasiado lejos.
—¡Pero entonces James y Tommy sabrán que está aquí!
—Les drogaremos, ataremos a Zoe y le pondremos una bolsa en la cabeza. James y Tommy estarán tan colocados que pensarán que es una amiga tuya y que todo forma parte de la fiesta. Y si Zoe intenta resistirse, terminará estrangulada por el collar. ¡Esa es la parte más excitante!
Pero Zoe no se resistiría si mezclaban las drogas con el alcohol. Estaría completamente inconsciente.
Tiffany se clavó las uñas en las palmas de las manos. ¿Cuánto podía costarle todo aquello? ¿Unas cuantas drogas y unas cuantas horas? Si era eso lo que Colin quería, ¿no podía darle esa satisfacción?
Era tentador. No soportaba aquel repentino encaprichamiento de Colin por su vecina. Zoe no solo era más guapa que ella, sino que también era algo mayor y probablemente, representaba un mayor desafío intelectual para Colin. Sabía que una mujer como ella podría retener su interés durante mucho más tiempo.
Tiffany no quería volver a sentirse una mujer no deseada. Estaba dispuesta a cualquier cosa antes que a eso. De modo que tenía que poner fin a aquel enamoramiento de forma permanente si no quería tener que comenzar a preguntarse si su marido soñaba con otra mujer. Si continuaba persiguiendo a Zoe y aquello terminaba con una aventura con todas las de la ley, ella perdería mucho más que si cedía a una noche de sexo. Colin sabía encandilar a las mujeres. A ella no le costaba nada imaginárselo comprándole joyas y flores a Zoe y apoyándola en su desgracia mientras intentaba ganarse su afecto. Era mejor darle aquella noche lo que quería que tener que pagar un precio mucho más alto más adelante.
—¿Qué me dices? —Intentó persuadirla Colin, acariciándole los senos—. ¿Me dejarás hacerlo?
La determinación de Tiffany terminó de esfumarse. Le encantaba que Colin la tratara con tanta ternura.
—¿Cómo vamos a manejar la situación?
El grifo del cuarto de baño se cerró en el momento en el que Colin estaba sacando una pastilla envuelta en plástico de su bolsillo.
—Ponle esto en la bebida. No se lo esperará, viniendo de ti.
Tiffany fijó la mirada en la pildorita blanca. No era la primera vez que veía una pastilla de Rohypnol. De hecho, había tomado aquel somnífero en un par de ocasiones, porque Colin tenía curiosidad por saber cuánto tiempo duraban los efectos y qué recordaba después de tomarla.
—Si acepto, tendrás que matarla. No la quiero viviendo en mi casa.
Por lo menos, cuando aquello terminara, Zoe no volvería a ser una amenaza.
—Te estás convirtiendo en una mujer muy malvada —bromeó Colin mientras le mordisqueaba el lóbulo de la oreja—. Supongo que es verdad lo que dicen de los celos.
Tiffany imaginó a la que hasta el día anterior había sido su vecina secándose las manos y completamente ajena a lo que estaban planeando para ella.
—¿Eso es un sí?
—Preferiría no tener que deshacerme tan pronto de su hija. Sería una gran mascota —suspiró exageradamente—. Pero... supongo que una mascota es más que suficiente.
—Entonces, ¿lo harás? ¿Esta noche será el final?
—Si eso es lo que hace falta para que estés de acuerdo...
En ese momento se abrió la puerta del pasillo y a Tiffany comenzó a latirle a toda velocidad el corazón.
—¡Colin, espera! No creo que sea capaz...
—Claro que eres capaz —le dirigió una sonrisa y la animó con un asentimiento de cabeza mientras le colocaba la pastilla en la mano y cerraba los dedos a su alrededor—. Es una zorra. Se lo merece.
Los efectos de la cocaína que había esnifado en el trabajo comenzaban a desaparecer. El efecto de una raya le duraba poco más de una hora. Colin quería meterse una nueva dosis, y llevaba una bolsa de cocaína en el maletín, pero se obligó a esperar.
«Ya disfrutarás más tarde. Esta promete ser una gran noche».
Sabía que pronto podría conseguir lo que quería, olvidar la frustración que había sufrido. De modo que se concentró en continuar recreando aquella farsa, en la imagen que Tiffany y él necesitaban dar para conseguir que aquello ocurriera. La imagen de una joven pareja afectada por la desaparición de una niña y dispuesta a hacer todo lo posible para ayudar a sus vecinos por el bien de la comunidad. Adoptó una expresión de preocupación y fingió concentrarse en las rutas que estaban organizando.
Tiffany continuaba lavando los platos. Colin notaba su nerviosismo y la veía mirarlos de vez en cuando a través de la puerta. Pero sabía que Zoe estaba demasiado concentrada en lo que estaban haciendo como para notarlo. Estaba sentada a su lado, en la mesa del comedor, con la cabeza enterrada en los mapas que Colin había extendido sobre la mesa mientras intentaban determinar cuántas casas y cuántas manzanas podrían visitar los voluntarios.
—Necesitamos cubrir todo el terreno posible mientras contemos con ellos —Zoe miró con el ceño fruncido la zona este, que estaba menos poblada—. Pero es una zona demasiado extensa para poder recorrerla a pie.
—En ese caso, deberíamos dividir las rutas. Queremos que todo el mundo las complete en una cantidad razonable de tiempo —propuso Colin—. Así, si tenemos que organizar otra partida, sabremos exactamente las zonas que se han cubierto y las que no. Es preferible ser metódico a intentar abarcar demasiado.
—La policía ha sido muy metódica.
—Eso no importa. En una ocasión, vi un programa en el que la chica a la que estaban buscando apareció en medio de un parque en el que habían estado buscándola durante varios días. Es fácil que se pase algo por alto.
—Supongo que sí.
Zoe parecía más relajada después de la cena. O a lo mejor estaba comenzando a hacer efecto el somnífero. Había bebido ya más de la mitad de la copa que Tiffany le había ofrecido después de cenar.
«Termínatela de una vez», le ordenó Colin mentalmente, mientras disfrutaba de su copa. Él sabía, por propia experiencia, que el Rohypnol tardaba unos treinta minutos en hacer efecto, pero ese era aproximadamente el tiempo que Zoe llevaba bebiendo. ¿Pero habría bebido ya suficiente? Si así era, pronto comenzaría a dormirse...
—Yo creo que podemos ir hasta el rancho Stanford.
Zoe asintió y Colin volvió a desear que terminara esa maldita copa. No quería tener que esperar a que llegaran Tommy y James. Prefería tener a Zoe para él solo, poder disfrutar en la intimidad del dormitorio como si estuviera casado con ella en vez de con Tiffany. A lo mejor la compartía más tarde, una vez se hubiera saciado, pero quería que aquello durara horas y no quería sentir la presión de las prisas. Si al final iba a matarla, podía hacer todo lo que quisiera sin tener miedo a herirla de tal forma que no pudiera recuperarse. Aquello prometía añadir una nueva dimensión a la experiencia. Normalmente, intentaba mantener con vida a sus esclavos durante el mayor tiempo posible, y eso significaba que tenía que evitar destrozar el objeto que le proporcionaba tanto placer. No era nada fácil tener esclavos. Él solo había conseguido cuatro. Uno de ellos estaba en coma. Y Samantha estaba dormida en el piso de arriba. Cuatro no eran muchos.
Aunque a veces, tenía tanto miedo a las consecuencias de que le descubrieran como Tiffany.
Pero sus deseos eran cada vez más potentes, al igual que la sed de sangre y de violencia. Tenía que haber dolor, un dolor espantoso, para que fuera capaz de alcanzar el clímax. Por eso había terminado rebelándose Rover. Y por eso ya no era capaz de mantener relaciones sexuales con Tiffany. No le excitaba. Ni siquiera las ataduras o la cera caliente podían satisfacerle.
Recordaba a su primera esclava, una niña de diez años llamada Laurie a la que había secuestrado en un parque a los seis meses de casarse con Tiffany. Tiffany continuaba pensando que la había dejado escapar, pero la verdad era que la había matado y había escondido su cadáver en el bosque. La había escondido tan bien que no creía que pudieran llegar a encontrarla jamás. En aquella época, no estaba seguro de que Tiffany estuviera de acuerdo con dar una solución tan tajante a su problema y no había querido decírselo. Desde entonces, actuaba como si fuera la necesidad la que le empujara a tomar decisiones tan drásticas. Tiffany no tenía por qué saber que desde el primer momento le había parecido lo más cómodo.
—¿Colin? —la voz de Zoe, en la que se mezclaban la confusión y el desconcierto, interrumpió sus pensamientos.
Colin parpadeó, repentinamente consciente de que se había quedado con la mirada perdida.
—Lo siento —fingió un bostezo—. Ha sido un día duro de trabajo y estoy cansado. ¿Tú cómo estás?
—Bien. Ya casi hemos terminado, ¿verdad? —se reclinó en la silla y terminó la copa de vino.
Colin la señaló cuando la estaba retirando.
—¿Quieres más?
—No, gracias.
—Ya tenemos organizadas las rutas para los diez voluntarios que hemos confirmado. Pero podríamos organizar otro par por si alguien trae a un amigo.
Zoe volvió a inclinarse sobre el mapa.
—Es mejor que sobre a que falte. Pero las vías del tren están demasiado lejos. Tenemos que concentrarnos en esta zona —señaló la parte del mapa que terminaba en Roseville.
—Una decisión difícil. Sam podría estar en cualquier parte... —incluso en el piso de arriba de esa misma casa.
—Cuando hablé con el detective Thomas sobre esto, me dijo que deberíamos concentrar los esfuerzos en un radio de cinco kilómetros a la redonda.
—¿El detective Thomas está al tanto de la partida? —Colin no tenía miedo. En realidad, ya se lo esperaba.
—Se lo he comentado y ha dicho que vendrá con nosotros, y que se sumarán también más policías.
Aquellas palabras hicieron añicos la fantasía que Colin había estado construyéndose, pero tenía que enfrentarse a la realidad, saber exactamente a lo que se enfrentaba.
—¿Le has dicho que ibas a venir a cenar con nosotros?
Zoe deslizó la copa hacia el centro de la mesa.
—No, ¿por qué?
—Me estaba preguntando si deberíamos haberle invitado. Tiene más experiencia en organizar partidas que nosotros. Y ya ha recorrido toda esa zona.
—Pero como tú mismo dijiste, tenemos que volver a intentarlo. Y creo que estás haciendo un gran trabajo —le alabó Zoe con una sonrisa de agradecimiento.
Parecía tan sincera, tan deseosa de escapar de la situación en la que él mismo la había metido... A él le hacía sentirse extremadamente poderoso ser la persona que controlaba su felicidad.
No podría atender a James y Tommy aquella noche, decidió. Serían un obstáculo en su camino...
—Además, tengo la sensación de que no han tenido que enfrentarse a muchos secuestros de menores —estaba diciendo Zoe.
—¿Y qué me dices de tu amigo, el detective privado? —preguntó Colin—. ¿No debería haber venido?
Zoe miró la copa vacía como si estuviera preguntándose cuándo se la había terminado, o por qué comenzaba a sentirse mareada cuando solo había bebido una copa de vino, y con el estómago lleno.
—No habría venido aunque le hubiéramos invitado.
—¿Por qué no?
—Quería hacer algunas entrevistas esta noche.
—¿Con quién quería hablar?
—Con la mejor amiga de Sam y con sus padres.
Perfecto. Jonathan tenía otras cosas que hacer.
—¿Sabe con quién estás?
Zoe cerró los ojos y sacudió ligeramente la cabeza. Era evidente que el Rohypnol comenzaba a hacer efecto.
—¿Zoe?
Zoe intentó abrir los ojos.
—¿Mmm?
—¿Sabe que estás aquí?
—Mmm.
—¿Lo sabe? —Le urgió Colin—. ¿Le has dicho a Jonathan que ibas a venir a cenar con nosotros?
Zoe asintió.
—Ha dicho... que... se acercaría... más tarde.
Un problema añadido. Habría sido mucho más fácil si no le hubiera dicho nada. El coche de Zoe estaba aparcado en la calle de enfrente, no en el camino de la casa de Anton. Pero era un coche tan conocido que a ningún vecino le extrañaría verlo allí. De hecho, aunque estuvieran al tanto de la separación, probablemente pensarían que había ido a ver a Anton.
Pero Colin tenía que evitar dejar cualquier rastro.
—¿Adónde vas? —preguntó Zoe, arrastrando las palabras.
Colin esperó que la pastilla fuera la dosis adecuada. No quería dejarla. Prefería ser testigo de cómo reaccionaba a sus atenciones. Esa era la parte más divertida.
—Solo voy a ayudarla a recoger la cocina.
—Tienes... una mujer... encantadora.
—Tenías que verla cuando me ayuda a asesinar a alguien.
Tiffany, que estaba en aquel momento tras él, ahogó un grito, pero Colin soltó una carcajada y le hizo un gesto para que se marchara. Zoe estaba demasiado colocada como para darse cuenta de que estaba hablando en serio. Incluso se echó a reír.
—Estoy empezando a asustarme —susurró Tiffany, acercándose a él.
—¿Estás de broma? ¡Mírala! ¡Está completamente indefensa!
Era evidente que Zoe no les estaba escuchando. Estaba demasiado ocupada intentando averiguar qué ocurría. Se había levantado y volvió a sentarse tambaleando en la silla.
—Cuidado —le advirtió Colin—. Creo que deberías tumbarte.
—Lo... lo siento... No sé... No puedo... Debe de ser la bebida, pero...
—Te sentirás mejor en cuanto descanses —le aseguró, y la condujo hacia el sofá.
—Colin... —le dijo Tiffany en tono de advertencia—. Ya lo has oído. El detective sabe que está aquí. En cuanto la eche de menos, vendrá a interrogarnos a nosotros. Y eso podría causarnos problemas.
¡Pero todo estaba encajando de forma perfecta! Colin no podía dejar pasar aquella oportunidad.
—Puedo ocuparme de eso.
—¿Cómo?
—Zoe, ¿tienes el teléfono móvil en el bolso? —le preguntó.
—¿Qué? —Zoe intentaba mirarle a través de los párpados entrecerrados.
—El teléfono móvil. ¿Dónde lo tienes?
Aunque con movimientos torpes y descoordinados, Zoe consiguió sacar el teléfono del bolso.
—¿Qué... qué estás haciendo? —preguntó cuando Colin se lo quitó.
—Voy a enviarle un mensaje a Jonathan.
—Oh, bien... Dile que... dile que venga a recogerme.
—No te preocupes —le acarició la mejilla—. Conmigo estás a salvo.
—Colin, esto es una locura —le advirtió Tiffany, cerniéndose sobre su hombro.
—¡Cállate! Ya te he dicho que tengo un plan.
—Es demasiado arriesgado.
—¡He dicho que te calles! Y desnúdate.
—¿Qué?
—Es más alta que tú, pero con unos tacones y en la distancia, podrías hacerte pasar por ella.
—No lo entiendo...
—Ya lo entenderás.
Cuando le quitó el bolso a Zoe, esta ni siquiera protestó. Permaneció tumbada en el sofá, con la mirada clavada en el techo mientras Colin rebuscaba en el bolso.
—Esto te ayudará —dijo, y le tendió a Tiffany las gafas de sol.
—Pero es de noche —protestó—. Nadie lleva gafas de sol por la noche.
—¡No tienes ni idea! Últimamente Zoe las lleva puestas muchas veces para que no se note que ha llorado. Después de lo que le ha pasado a Sam, a nadie le extrañará.
Tiffany le miró indignada. Colin sabía que la estaba presionando demasiado, pero también que no le quedaba paciencia.
—Vamos —Colin chasqueó los dedos para obligarla a ponerse en movimiento—. Si haces lo que te digo, todo saldrá bien.
Aunque a regañadientes, Tiffany comenzó a desnudarse mientras Colin desnudaba a Zoe.
—Espera... ¿qué está pasando? —Zoe intentó resistirse cuando empezó a quitarle los pantalones—. ¿Anton?
Colin se inclinó hacia ella y le susurró al oído:
—Tranquila, cariño, soy yo. Solo estoy intentando llevarte a la cama. Necesitas descansar.
Después de aquello, Zoe no volvió a protestar. Su respiración se hizo más lenta y profunda y tenía la boca ligeramente abierta. Si no hubiera sido porque tenía demasiada prisa como para disfrutarlo, Colin se habría echado a reír al verla en un estado tan lamentable.
Un segundo después, ya en ropa interior, Zoe tenía el aspecto de una enorme muñeca tumbada en el sofá.
—Eh, ¿dónde está esa lencería de fantasía? —preguntó Colin mientras clavaba la mirada en el sujetador blanco y en las bragas de lunares rosas—. Esperaba algo más de ti.
—¡Colin!
Colin se volvió y vio a su esposa haciendo un puchero.
—¡Deja de preocuparte! Te quiero y lo sabes. Ahora, vístete y llévate el coche de aquí —le lanzó la ropa de Zoe y las llaves del coche—. Si te cruzas con algún vecino, toca el claxon y salúdale con la mano. Intenta que te vean salir del barrio, pero sin exhibirte y sin salir del coche.
—¿Y adonde voy?
Colin sacudió a Zoe por los hombros.
—Eh, ¿dónde ibas a dormir esta noche?
—¿Mmm?
—¿Dónde te alojas?
No hubo respuesta.
—¡Zoe!
Zoe puso los ojos en blanco y se empezó a reír.
Aquella incapacidad para responderle, más que excitarle, le enfureció. Iba a violarla durante horas y después, la mataría. Jamás había hecho nada igual. Siempre se había contenido. Pero aquella noche no necesitaría reprimirse. Podría hacer realidad todas las fantasías con las que había soñado, por extremadas que fueran.
—¿Dónde tengo que dejar el coche? —volvió a preguntar Tiffany.
—¡Déjalo en un hotel!
—¿En cuál?
—En cualquiera que esté al menos a media hora de aquí. Preferiblemente una cadena que atienda a tanta gente que nadie se fije en ti.
Tiffany le miró con los ojos abiertos como platos.
—¿Por qué tengo que ir tan lejos?
—Porque cuando desaparezca, no queremos que la busquen por aquí.
Además, quería poder estar a solas con ella sin tener que soportar los celos de Tiffany.
—Oh.
—Deja sus gafas de sol en la habitación que te den y utiliza su tarjeta de crédito y su carnet de conducir. Y mantén en todo momento la cabeza gacha, por si hubiera cámaras.
—¿Y cómo voy a volver a casa?
—Vete en taxi a cualquier gasolinera que esté a unos dos kilómetros de allí. Ve al cuarto de baño, ponte tu ropa y entierra la suya en la basura, de manera que sea imposible encontrarla.
—¿Y después qué? ¿Te llamo para que vengas a buscarme?
—¿Es que eres tonta? Nuestros coches no pueden salir de aquí. Tendrán que quedarse en el camino de la entrada.
Además, y aun a sabiendas de que aquello era lo que más le preocupaba a Tiffany, pensaba estar muy ocupado disfrutando de su última conquista.
—¿Entonces tengo que volver andando?
—No creo que te pase nada por andar un poco.
—¿Y James y Tommy? —Miró el reloj—. Estarán aquí en menos de una hora.
—Cancelaré la cita.
Tiffany estaba cada vez más acongojada.
—¡Pero me habías prometido que se la dejarías a ellos!
Colin, que no estaba dispuesto a permitir que le arruinaran la diversión, se volvió furioso hacia su esposa.
—Voy a matarla, ¿de acuerdo? Creo que con eso deberías tener más que suficiente. ¡Una noche! ¡Solo estoy pidiendo una noche! Así que, a menos que prefieras que te mate a ti, te sugiero que hagas exactamente lo que te he dicho. ¡Y ahora!
Tiffany apenas podía respirar.
—¿Matarme? —repitió—. Sé que no querías decir eso.
Colin sacudió la cabeza.
—Sal inmediatamente de aquí.
Pero Tiffany no se movió. Una lágrima comenzó a descender por su mejilla. Colin se obligó entonces a abrazarla. Sabía que de esa forma se ganaría más rápidamente su complicidad.
—Lo siento, cariño. Ayúdame, ¿quieres? Estoy muy nervioso. Hemos ido demasiado lejos como para detenernos ahora. Tenemos que prepararnos para lo peor.
Tiffany se sorbió la nariz mientras Colin se separaba de ella.
—De acuerdo, me voy. Me voy ahora mismo —dijo, pero no se movió—. ¿Y el detective?
—Ya me he ocupado de él.
—¿Cómo?
—Le he enviado un mensaje desde su teléfono diciéndole que salía de nuestra casa y que iba a buscar una habitación para pasar la noche, que le llamaría mañana por la mañana. Cuando alguien advierta la desaparición de Zoe, encontrarán su coche y lo relacionarán con la habitación del hotel. A nosotros no nos pasará nada.
—Eres muy inteligente, Colin.
—Soy abogado, cariño, ¿es que esperabas menos de mí?
—No, claro que no —y salió cerrando la puerta de un portazo.
—¿Zoe?
La agarró por la barbilla y le hizo volver el rostro hacia él. Tenía los ojos abiertos, pero Colin no estaba seguro de que estuviera viéndole.
—Zoe, ¿me oyes?
No parecía registrar sus palabras.
—Maldita sea. Esa porquería era más fuerte de lo que pensaba.
No debería haberla utilizado. Debería haberse limitado a arrastrarla al piso de arriba y a atarla una vez allí. Pero entonces pretendía organizar un espectáculo para sus amigos. Era la primera vez que se enfrentaba a una mujer adulta y no quería subestimar los posibles peligros. Si le quedaban fuerzas suficientes para gritar o para tirar algo a una ventana, podría llamar la atención de los vecinos. Quizá incluso la de Anton.
Giró a Zoe en el sofá y le desabrochó el sujetador mientras llamaba a sus amigos.
—¿Qué quieres decir con que esta noche no podemos ir? —protestó Tommy—. ¡Ya lo tenemos todo preparado!
—Lo siento, pero Tiffany tiene la gripe.
Se produjo un silencio al otro lado de la línea.
—De acuerdo, entonces, podemos quedar en mi casa.
—No puedo dejarla estando así.
—¿Por qué no?
—¿Qué clase de marido crees que soy? —contestó, y colgó el teléfono.
Inmediatamente, levantó a Zoe en brazos y la llevó al piso de arriba.