IX
Abuelo Garnier: «Sé siempre un poco más amable de lo que requiera una situación, pero sin caer en la necedad».
Su madre tenía muchos defectos, pero le estaba muy agradecido por haberlo enviado a Montana cada año cuando terminaban las clases. Allí había aprendido a tirar el lazo a las reses y a montar a caballo; a cocinar y a limpiar; a apreciar la vida al aire libre y el respeto por la naturaleza. Y quizá no hubiera vivido siempre de acuerdo con todo ello, pero sí había aprendido cuándo era mejor morderse la lengua y controlar su genio, y cuándo dejarse llevar por la rabia. Su abuelo había tenido gran impacto en su vida con sus ocasionales miradas de desaprobación, sus gestos de asentimiento para indicarle que debería volver a intentarlo, o sus lacónicos comentarios. La mayoría los recordaba de memoria: «Sé siempre un poco más amable de lo que requiera una situación, pero sin caer en la necedad».
Con un suspiro, Tyson escuchó nuevamente el mensaje de su agente en el contestador. En ese momento estaba cayendo en la necedad, pero enfrentarse a la situación solo empeoraría las cosas. Cuanto más intentaba defenderse de las acusaciones de Rachelle, más culpable parecía.
La policía iba a hacerle una visita...
Dios. Se pasó los dedos por el cabello, preguntándose qué tendría que decir su abuelo de todo aquel asunto.
Cuando el hombre se enteró de la existencia de Braden, sacudió la cabeza y chasqueó con la lengua. Tyson casi podía oír sus pensamientos: «Esta vez la has hecho buena». Pero en casi todas las conversaciones que habían tenido después, su abuelo había hecho caso omiso de que Rachelle tenía la custodia y había aprovechado para preguntarle: «¿Y cómo está ese hijo tuyo?».
Con aquella pregunta, su abuelo había tratado de animarlo a tomar parte en su vida, pero él siempre había contestado lo mismo: «bien», sin pensar en la posibilidad de que no fuera ese el caso.
Era una pena que su abuelo no estuviera allí para ver que, finalmente, estaba presente en la vida de su hijo.
Reprodujo el mensaje una vez más:
–Tyson, venga. Tienes que devolverle al niño antes de que Rachelle acabe contigo. Hazlo ya para que se olvide todo este asunto antes de que empiece la nueva temporada. Ha prometido que cuidará bien de él...
Tyson presionó el botón de borrado y colgó. ¿Que cuidaría bien de él? ¿Como antes? No le importaba lo que Rachelle dijera o hiciera. Braden se quedaría con él.
Al menos, esa era su intención hasta que llamara la policía.
Dakota merodeaba cerca de las puertas acristaladas que daban sobre la amplia terraza de la cabaña. Tenía una disculpa preparada, y estaba ansiosa por hablar con él para aliviar la tensión que se había creado entre los dos desde la visita a su padre. Pero no había tenido oportunidad de disculparse desde que llegaran a la cabaña. Después de encerrarse en el despacho, Tyson había ido al gimnasio a trabajar con las pesas, y después fuera, al jacuzzi, donde llevaba más de una hora.
Empezaba a temer que se hubiera quedado dormido y pudiera ahogarse, pero no quería irrumpir en su intimidad. A juzgar por el mal humor que parecía impregnar toda la cabaña, pensó que no le gustaría que lo molestara. El hecho de que ni siquiera hubiera encendido las luces parecía reafirmar ese deseo.
Dakota inspiró profundamente y decidió salir a buscarlo a pesar de todo. No podría dormir hasta que hablara con él.
La puerta no hizo ruido cuando salió, pero la madera de la terraza crujió. Pensó que aunque estuviera dormido, la habría oído llegar y diría algo. Pero no dijo nada. Lo encontró recostado en una pared del jacuzzi, acompañado por una botella de vino y una copa vacía.
–Llevas aquí fuera mucho rato –comentó ella, temblando al sentir el aire frío de la montaña.
Tyson la observó acercarse sin mostrar emoción alguna.
–¿El jacuzzi cierra a las diez o qué?
El deje de profundo sarcasmo le decía que seguía de mal humor. Probablemente la bebida no mejorara las cosas.
–No creo que sea muy seguro beber solo aquí fuera –dijo.
Al encogerse de hombros, uno de ellos, musculoso y empapado, sobresalió por encima del agua.
–Soy un chico mayor.
Dakota quería disculparse, pero sabía que no podía hablar con él mientras estuviera en aquel estado.
–Como quieras –contestó ella, y se dio la vuelta para entrar en la casa.
–Dakota.
Ella lo miró nuevamente.
–¿Debería devolvérselo?
La pregunta la pilló por sorpresa.
–No estoy segura de saber a qué te refieres.
–Braden. Su madre quiere que se lo devuelva.
Dakota percibió al momento el torbellino emocional de Tyson, pero no lo conocía lo suficiente para aconsejarlo en un asunto tan delicado. No quería verse privada de la alegría que Braden le proporcionaba ni de los generosos ingresos que percibía, pero no podía ser tan egoísta.
–Solo tú puedes tomar esa decisión, Ty –dijo dulcemente, y solo después de hacerlo se dio cuenta de que había usado un diminutivo para su nombre. Reflejo de la afinidad que empezaba a sentir hacia él, sin duda. Ya no era el Tyson Garnier de los Stingrays, sino un hombre decente que luchaba contra unos demonios que ella no comprendía.
Afortunadamente para ella, él no pareció darse cuenta de lo del diminutivo.
–Dijiste que no soy bueno con Braden.
Ella hizo una mueca de dolor al recordarlo, pero esta vez comprendió que toda la publicidad negativa y la censura que había soportado estaban empezando a hacer mella en él.
–Lo que le dije a mi padre, lo dije antes de saber que...
Tyson jugueteaba con la copa vacía como si le incomodara mirarla.
–Que mereces más crédito del que has recibido –dijo por fin.
Cuando Tyson levantó la vista, parecía más vulnerable de lo que ella habría podido imaginar. Tal vez por eso ocultaba su verdadero yo ante el público. Su imagen de tipo duro escondía una sensibilidad que temía pudiera ser explotada si alguien la conocía.
–Un detective vendrá mañana desde California para hacerme unas preguntas –dijo él, sirviéndose más vino.
–¿Sobre qué?
Él vaciló un momento, después se bebió el vino y dejó la copa en el suelo.
–Rachelle afirma que la violé –sin dar tiempo a Dakota a reaccionar, Tyson dejó escapar una amarga risotada–. Evidentemente, soy muy peligroso. Tal vez deberías pensarte dos veces si es seguro trabajar para mí.
Dakota no lo creyó ni por un segundo. Su instinto le decía que Tyson jamás obligaría a una mujer a hacer nada que no quisiera.
–¿Qué ocurrió en realidad? –preguntó Dakota, acercándose más a él.
–Nada. Por eso es todo tan endemoniadamente... frustrante. Nunca le he hecho daño a una mujer –el pelo se le quedó hacia arriba al pasarse los dedos mojados por él.
–¿Entonces miente?
–Por supuesto que miente. Es lo único que hace. Pero cuando una mujer hace semejante declaración, un hombre no tiene manera de defenderse. ¿Cómo puedo demostrar que no hice nada malo? A la prensa le interesa más dibujarme como un depredador sexual y cuando eso ocurra, mi reputación quedará hecha pedazos. Ni siquiera puedo remitirme a todo lo que hacía antes de conocerme porque parecerá que estoy diciendo que lo merecía.
–¿Qué tipo de cosas hacía?
–Digamos que es una mujer que entra y se sirve lo que quiere cada noche –lanzó una mirada de ira a su copa–. Y aunque convenciera a algunos de mi inocencia, siempre habrá gente que tendrá sospechas.
Dakota recordó lo que le había dicho de los chavales que compraban la camiseta con su número. Ser acusado de violación era mucho peor que ser acusado de tomar esteroides. Comprendía que Tyson estuviera tan deprimido.
–¿Qué saca ella con esto?
–Trata de presionarme para que le devuelva a Braden.
–¿Y por qué dejó que te lo llevaras en un principio?
–No le dejé otra opción.
Dakota se puso en cuclillas y metió los dedos en el agua.
–Si la policía te lo pregunta, yo no les diría eso exactamente.
–Hice lo que tenía que hacer. Ella no estaba cuidando de él. Todo el tiempo me decían que lo dejaba desatendido y salía hasta altas horas de la madrugada. El día que aparecí en su casa, lo encontré en su cuna con el pañal mojado, congestionado de llorar, y la única persona que había con él era la hija de siete años de una de las amigas de Rachelle. La niña estaba concentrada en la tele con el volumen muy alto para no oír el llanto. El piso estaba asqueroso.
Entonces aquella era la verdadera historia. Y conociendo a Tyson, tenía sentido. No necesariamente quería criar a Braden, pero se había sentido obligado a actuar. Y Rachelle le estaba causando problemas.
–Si es tan codiciosa, no deseará desprenderse del millón que le pagaste, ¿no?
–Estoy segura de que no espera tener que desprenderse del dinero. Sin duda, ha gastado ya un buen pellizco. Además, en su retorcida lógica, siente que ese dinero le pertenece.
El frío empezaba a penetrar en sus huesos, y Dakota se arrimó más al vapor caliente que salía del jacuzzi.
–¿Y qué crees que va a preguntarte el detective?
Tyson no contestó de inmediato. Se había distraído al verla moverse.
–Métete. Te estás quedando helada.
–No tengo traje de baño.
–¿Realmente lo necesitas?
Dakota no sabía cómo contestar. Claro que lo necesitaba, aunque lo cierto era que no le apetecía nada que la viera en traje de baño.
–No tienes de qué preocuparte –explicó él–. Sin luz, el agua está negra como la tinta –enganchó los brazos sobre el borde de la bañera–. Miraré para otro lado cuando te desnudes, y no te tocaré. Lo prometo.
Al verla vacilar, dejó escapar otra amarga risotada.
–No importa. No te culpo por tener miedo.
–No tengo miedo de ti –dijo ella. Si hubiera querido obligarla a algo, había tenido muchas oportunidades. Estaban solos en medio de las montañas. Podría hacerlo tanto si se metía con él como si no. Eran los kilos de más lo que la había paralizado. Eso y que no sabía cuánto había bebido.
–¿Estás borracho?
–¡Venga ya! No. Nunca me emborracho. Y menos con vino –miró la copa vacía–. Pero eso no impide que lo intente de vez en cuando.
–¿Llevas algo puesto?
–¿Por qué crees que está apagada la luz?
–Vale –dijo ella. Estarían desnudos los dos. Por alguna razón aquello empeoraba aún más las cosas... aunque bañarse desnuda con Tyson Garnier tenía su atractivo. El súbito aleteo de un enjambre de mariposas en el estómago le resultó abrumador. No recordaba haberse sentido tan nerviosa ni tan excitada jamás.
–De acuerdo –dijo ella, sonriendo en un intento por mostrar una actitud indiferente, algo harto complicado cuando el corazón le latía desbocado.
Dakota echó un vistazo a las toallas limpias que había colocado allí el día anterior. Pensó que Tyson diría algo más para animarla, pero no lo hizo. Simplemente apartó la botella y la copa, y desvió la mirada.
«No verá nada...». Y, tomando aire profundamente, se quitó la camiseta.