Capítulo 21

 

Después de tres cervezas, Phoenix ya no tenía tanta prisa por volver a su casa. Las citas de Kyle y de Riley no habían ido a reunirse con ellos, aunque llevaban cerca de una hora jugando al billar. Su ausencia también contribuyó a aliviar su ansiedad.

Kyle y ella habían ganado la primera partida. Todavía se regodeaba al recordar la cara que había puesto Riley cuando se había dado cuenta de que jugaba tan bien como él. Pero después de un comienzo estelar, habían perdido la segunda partida. Aunque habrían ganado las dos si Kyle no hubiera fallado un par de tiros.

En aquel momento, estaban compitiendo para ver quién ganaba la tercera.

Sintió a Riley observándola mientras ella se preparaba para la siguiente tirada y se preguntó en qué estaría pensando. ¿Estaría arrepintiéndose de haber dejado que se quedara?

Era probable. Fruncía el ceño cada vez que le miraba. Pero, aun así, cuando pasaban el uno cerca del otro, la tocaba como si lo hiciera por casualidad, como sin darse cuenta, y ella sentía que prolongaba el contacto durante más tiempo del necesario.

Tuvo miedo de que estuviera intentando demostrar algo y estuviera teniendo éxito. Porque estaba empezando a pasar delante de él a propósito, para sentir sus caricias.

–¿Dónde aprendiste a jugar? –le preguntó Lincoln.

No era tan abierto y afable como Riley y Kyle, pero era el único de los cuatro que no había bebido una sola cerveza, de modo que quizá fuera por eso.

–En la cárcel –golpeó la bola que había ido colocando en los dos tiros anteriores y la metió en la tronera correspondiente.

Se detuvo después durante el tiempo suficiente como para dirigirle a Riley una sonrisa victoriosa. Este arqueó una ceja en respuesta, en reconocimiento de su destreza. Pero también le estaba lanzando un desafío en un sentido que Phoenix jamás habría esperado. Estaba haciendo tan explícito su interés en ella que incluso sus amigos debían de estar dándose cuenta.

–Muy interesante –dijo Lincoln.

Phoenix golpeó otra bola.

–Para alguien como tú, mi pasado debe de resultar más impactante que interesante, ¿no?

–¿Para alguien como yo? –repitió Lincoln.

En condiciones normales, Phoenix no se habría mostrado tan comunicativa a la hora de hablar de su pasado por miedo a comprometer a Riley. Pero ella también le estaba lanzando un desafío. Si esperaba volver con ella, tenía que comprender que su pasado formaba parte de su vida.

–Alguien que forma parte del grupo de los más populares –le explicó y tuvo la mala suerte de fallar el siguiente disparo.

Estudiando el tablero para analizar su próxima jugada, Lincoln se dirigió hacia el otro extremo.

–Teniendo en cuenta que yo también he estado en la cárcel, no puedo decir que me haya impresionado.

Se echó a reír al ver su sorpresa. Después, metió dos bolas en una rápida sucesión y se dirigió al extremo opuesto de la mesa para golpear a una tercera.

–¿Y fue allí donde aprendiste a jugar al billar?

–No teníamos mesa. Pero puedo derrotar a cualquiera jugando al baloncesto gracias a la cantidad de horas que me pasaba en el patio.

Phoenix había estado utilizando su pasado como si fuera una armadura, sirviéndose de él para rechazar cualquier propuesta de amistad, así que aquello la hizo sentirse un poco estúpida.

–¿Cuánto tiempo llevas fuera?

–Una temporada.

Era una respuesta muy vaga, pero imaginaba que le gustaba tan poco hablar de su pasado como a ella.

–Mucho más que tú –añadió después Lincoln–. Esa es la razón por la que he sacado el tema, para decirte que, al salir, hay que aprender a adaptarse. Y eso lleva tiempo.

Phoenix consiguió esbozar una sonrisa de agradecimiento.

–Lo tendré en cuenta.

–¡Eh! Ten cuidado con eso –le advirtió Lincoln.

–¿Con qué? –preguntó ella confundida–. ¿Con el taco de billar?

–No, con esa sonrisa. Yo estoy enamorado y soy inmune –le palmeó la espalda a Riley–. Pero me temo que este pobre canalla no tiene defensas contra ella.

–Métete en tus asuntos –gruñó Riley.

Lincoln no pareció ofenderse. Se echó a reír.

–¿Y qué me dices de este otro pobre canalla? –Kyle se señaló a sí mismo.

Phoenix sabía que lo estaba haciendo para provocar a Riley.

–Por si no lo has notado, tú ni siquiera entras en la competición –replicó Lincoln.

Y se echó a reír cuando Kyle le enseñó el dedo corazón.

Siguieron con las bromas hasta que terminaron la partida. Sin Kyle como compañero, Phoenix podría haber ganado, pero este falló un disparo al final, dejando que Riley ganara antes de que le hubiera tocado de nuevo a ella.

Kyle y Lincoln comenzaron a hablar de un libro escrito por su amigo Ted mientras subían a buscar algo de comer. Pero Riley no parecía tener prisa por salir de la habitación de billar. Cuando Phoenix fue a colocar su taco, se colocó tras ella.

–Supongo que me debes cientos de dólares.

Phoenix no se molestó en mirarle.

–No paro de intentar pasarte dinero y tú nunca lo aceptas.

Riley posó la mano en su cintura y le rozó el cuello con los labios.

–Hay otras cosas que me apetecen más.

Phoenix contuvo la respiración. ¿Sería aquella la chispa que arrasaría con todas sus buenas intenciones y volvería a destrozarle la vida?

–¿Como cuáles?

Riley no tuvo oportunidad de contestar. Candy entró en aquel momento en la habitación y Riley dejó caer la mano y se apartó de ella.

–¡Estás aquí! –exclamó–. Me preguntaba dónde te habías metido.

Phoenix se mordió la lengua. Candy no podía tener muchas dudas, puesto que Kyle se lo había dicho.

 

 

Phoenix estaba sentada en la terraza, con la mirada fija en el fuego, mientras, frente a ella, Brandon, Kyle y Gail hablaban de la última película de Simon. Habían intentado incluirla en la conversación, animándola a acercarse a ellos y haciéndole algunas preguntas. Pero al ver que contestaba solo lo estrictamente necesario, habían dejado que continuara sumida en sus pensamientos. A ella le bastaba con disfrutar del murmullo de sus voces, la brisa fresca del lago y los millones de estrellas que resplandecían sobre su cabeza.

Por lo menos Riley había ido al interior de la casa y ya no estaba sentado alrededor de la hoguera. A Phoenix no le había resultado fácil ignorar a Candy. Estaba en todo momento encima de él, incluso sentada de nuevo en su regazo, a pesar de que la mitad del grupo se había dispersado hacia diferentes zonas de la casa para jugar al billar, ver una película o comer algo, de modo que quedaban muchas sillas disponibles.

Riley no la detuvo. Se limitaba a mirar a Phoenix como si estuviera preguntándole «¿estás segura de que no te importa?».

La puerta se abrió y entró Eve. Phoenix dio por sentado que se reuniría con sus amigos, pero fue directa hacia donde estaba Phoenix y se acercó una silla.

–Me han dicho que eres una gran jugadora de billar.

–He tenido muchos años para practicar. Tu prometido también es muy bueno.

Eve pareció complacida con su comentario.

–Es bueno en muchas cosas.

–¿Cómo os conocisteis?

Phoenix había procurado ser lo más discreta posible aquella noche. No quería imponer a nadie una presencia que podía no ser deseada. De modo que había pasado gran parte de la velada tomando una copa de vino mientras ordenaba la cocina. A pesar de las protestas de Gail, que le decía que ya se encargaría ella de la cocina al día siguiente por la mañana, limpiar la hacía sentirse útil y le proporcionaba algo que hacer.

Aunque todo el mundo era muy educado con ella, la mayoría de los invitados tendía a relacionarse con aquellos que más conocía. Eve era la excepción. Iba siempre a buscarla. Quizá porque estaba comprometida con un hombre que también había estado en prisión, parecía ser más comprensiva con aquello que podía salir mal en la vida de una persona y sabía que no todo el que acababa encerrado en una celda se lo merecía.

–Lincoln estaba visitando el País del Oro para… para descansar del trabajo y nos conocimos en el Sexy Sadie’s –le explicó.

–¿Y te fijaste en él? –preguntó Phoenix.

–Así fue como empezó todo. Vi a un hombre maravilloso en la barra y me sentí atraída hacia él –sonrió como si lo ocurrido encerrara algún elemento de humor, pero no profundizó en ello. Se limitó a añadir–: Supongo que tenía que pasar.

Phoenix asintió en señal de aprobación.

–Parecéis muy felices juntos.

–A Lincoln le ha costado mucho llegar hasta aquí. Tuvo una infancia muy difícil. Esa es una de las razones por las que terminó por el mal camino. Pero todo eso ya forma parte del pasado.

¿Significaría aquello que él sí había merecido ir a prisión? A Phoenix le había caído tan bien que aquello no cambiaría la opinión que tenía sobre Lincoln, pero sintió curiosidad por saber lo que había hecho. No podía ser tan grave como aquello de lo que la habían acusado a ella.

–No tenía necesidad de decirme que había… que había pasado por una experiencia similar a la mía. Sé que lo ha hecho para que me sintiera más cómoda y se lo agradezco.

–Los malos tragos te hacen más sensible a las necesidades de los otros.

Phoenix no quería hablar de malos tragos. Había pasado por demasiados como para parecerse a ninguna de las personas con las que estaba allí reunida. Aparte de Lincoln, claro. Señaló hacia la cabaña.

–Es un lugar maravilloso.

–Y Gail y Simon son muy generosos al compartirlo con nosotros.

–Desde luego.

–¿Ya te han dicho dónde vas a dormir esta noche?

–Sí, Gail. Hace cerca de una hora.

En vez de instalarla en la habitación de Riley y de Kyle, Gail le había llevado la maleta a la habitación de la niñera.

–¿Entonces estás en el piso de abajo?

–Encima del garaje.

–¿Y estarás cómoda allí?

Phoenix rio entre dientes.

–Por supuesto.

Era imposible que Eve no supiera que dormir en el suelo en una casa como aquella sería mucho mejor que hacerlo en cualquiera de los lugares en los que se había alojado hasta entonces.

–Me alegro –le apretó la mano–. Siento que sea tan difícil participar de una reunión como esta cuando no conoces a casi nadie.

–No está siendo tan terrible. Todo el mundo está siendo muy amable conmigo. Riley tiene suerte de tener tan buenos amigos.

Eve la miró con atención.

–Parece tener una gran opinión sobre ti.

Phoenix no sabía cómo responder.

–Estamos haciendo todo lo posible para apoyar a Jacob. Y resulta más fácil si somos capaces de mantener una relación cordial.

Eve inclinó la cabeza.

–¿Eso es lo único que hay entre vosotros? ¿Una relación cordial por el bien de Jacob?

A pesar del frío que había estado sintiendo hasta unos minutos antes, de pronto Phoenix experimentó un intenso calor. Alejó la silla del fuego.

–Sí, eso es todo. Yo no pretendía irrumpir de esta manera en la fiesta. No era consciente de que era una fiesta pensada para parejas.

–Pero Riley sí lo sabía cuando te invitó.

Phoenix no se había permitido pensar en ello. No tenía sentido que Riley quisiera aparecer con ella en público. Pero ella era una novedad en su vida y, de alguna manera, aquello la hacía interesante. Y Riley se sentía seguro a la hora de hacer lo que le apeteciera. Para él, Whiskey Creek nunca había sido el pueblo inhóspito y despiadado que había sido para ella.

–Solo estaba intentando ser amable conmigo porque… porque yo no salgo mucho.

–¿Me estás diciendo que te invitó por pena?

–Eso es lo que pienso yo.

Eve se levantó riendo.

–Conozco a Riley lo suficientemente bien como para decirte que esa no es la razón por la que ha pasado la mayor parte de la noche pendiente de ti mientras intentaba que Candy dejara de toquetearle.

Phoenix se negó a reconocer que estaba celosa de su cita.

–Candy ha bebido demasiado. Pero es muy guapa y parece estar interesada en él. Hacen muy buena pareja.

Eve esbozó una mueca.

–¿Lo dices en serio?

–¿Perdón?

–¿Has hablado con ella?

–La verdad es que no. Pero lo que yo piense de ella es lo de menos. Eso es cosa de Riley.

–Entiendo que digas lo que dices, pero creo que está muy claro con quién quiere estar Riley.

–No creo que sea conmigo –insistió ella.

–¿No estás dispuesta a aceptar lo que te está ofreciendo?

–No me está ofreciendo nada.

–Supongo que tú eres la única que no se está dando cuenta. Pero, en cualquier caso, me alegro de que Riley no tenga ningún interés en Candy.

A pesar de la insinuación de Eve, a Phoenix le resultaba imposible creer que a los amigos de Riley pudiera hacerles ilusión que este terminara con una persona que había estado encarcelada durante diecisiete años por asesinato y que todavía no había podido demostrar su inocencia. ¿Qué más daba que Eve estuviera con un hombre que también había estado en prisión? Él no tenía un pasado, ni enemigos, en Whiskey Creek. Eso significaba que podía heredar la reputación de Eve, que podía empezar desde cero.

Phoenix podría haber contestado todo aquello, pero Eve ya se estaba alejando. Parecía dirigirse hacia el interior de la casa, hasta que Gail la detuvo para preguntarle para cuándo estaba previsto que Callie diera a luz.

La noticia de aquel embarazo era una novedad para Phoenix, pero las palabras se fundieron con el ruido de fondo a pesar de su interés. Riley acababa de llegar a las puertas de cristal de la terraza y la estaba mirando fijamente. Candy debía de haberse ido a la cama, porque no estaba con él. Cuando Riley salió a la terraza, Phoenix tuvo la impresión de que pensaba acercarse a ella, pero se sintió demasiado acorralada como para resistir un asedio a sus defensas. De modo que cuando uno de los amigos de Riley le abordó, ella rodeó la hoguera y se deslizó en el interior de la casa.

Estaba huyendo de él y sabía que se había dado cuenta. Pero no quería empeorar la situación dejando el control a los sentimientos. No se atrevía a pasar más tiempo con él por miedo a que terminaran en la cama.

Ya era hora de poner fin a la noche y ahorrar energías para la batalla que tendría que librar al día siguiente. A la luz del día, quizá no le resultara tan difícil resistirse.