Capitulo 14

 

Desde que habían salido del restaurante y habían subido al coche, Hope había estado callada, de brazos cruzados, mirando por la ventanilla. Parker se movió en el asiento, incómodo. Se sentía mal después de la conversación que había tenido con Dalton. Se había quedado muy sorprendido cuando había visto que Hope estaba hablando con su hijo, y había reaccionado exageradamente. Sólo había conseguido que los dos se enfadaran con él, y sabía que se lo merecía.

— ¿Tienes frío? ¿Quieres que ponga la calefacción? —le preguntó, intentando que la pregunta sonara lo más neutral posible.

—Estoy bien —respondió ella, secamente.

— ¿Va a estar Faith esperándote cuando llegues a casa?

—No. Le dije que se quedara a pasar la noche en casa de Gina.

— ¿Porque no quieres que se quede a solas en casa? ¿Ni siquiera durante unas horas?

—Pero no tienes ninguna razón para pensar que Arvin sepa dónde estáis, ¿verdad?

Entonces, ella lo miró con los ojos entrecerrados, y él se dio cuenta de lo que había dicho. Se le había olvidado que, supuestamente, no sabía quién era el marido de Faith.

—Te agradecería que te guardaras esa información. No por mí, sino por Faith.

Él lo habría hecho por ella, pero no podía decírselo. De todas formas, no lo creería.

—Por supuesto que no diré nada.

Los dos se quedaron en silencio durante unos cuantos minutos más, y mientras, él buscaba una forma de sacarla de sí misma. No había querido molestarla en el restaurante. Aunque sabía que una ruptura definitiva sería lo mejor, no podía dejar las cosas de aquella manera. Lo que le había dicho a Dalton era una reacción estúpida ante la instantánea afinidad de su hijo con Hope. Sólo habían hablado durante unos minutos y Dalton ya quería conocerla, a pesar de que siempre se mostraba frío con todas las mujeres con las que él salía.

— ¿Y tú vas a quedarte sola esta noche?

—No veo por qué tendría que importarte —dijo ella.

Él suspiró y agarró el volante con fuerza.

—Mira, no quería ofenderte en el restaurante. Sólo quiero que Dalton entienda...

— ¿Qué?

—Que no debe encariñarse contigo.

— ¿Por qué?

—Porque podría hacerle daño. Tú ni siquiera estás segura de cuánto tiempo vas a quedarte.

Ella se quedó mirándolo durante varios segundos.

— ¿Sabes? Hasta este momento, creía que todo era porque tenías algo contra mí. Pero hace diez años, te caía bien. ¿Estás seguro de que es por Dalton por quien estás preocupado?

— ¿Y si no fuera así? —preguntó él, con los ojos fijos en la carretera.

—Te diría que eres listo por no arriesgarte. Yo no soy una apuesta segura.

En cuanto Parker detuvo el coche frente a la casa de Hope, ella se quedó mirando la cabana vacía, intentando averiguar si había ocurrido algo durante su ausencia. No lo parecía. Eran las doce y veinte, y el viento soplaba con fuerza entre los árboles, en la oscuridad. La sensación de aislamiento era más intensa de la que notaba normalmente. Si Arvin estaba acechando entre las sombras, después de que Parker se hubiera marchado nadie podría ayudarla. ¿Se las habría arreglado su tío para seguir su pista?

Durante los últimos veinte minutos, la pregunta había ido repitiéndose en su cerebro como un eco. A cada kilómetro, su ansiedad había ido creciendo. Gracias a Dios que le había dicho a Faith que se quedara con Gina, o le habría dado un ataque de nervios. La lógica le decía que Arvin no había podido encontrarlas pero el instinto le susurraba que, con la suficiente motivación, todo era posible. í

Tragó saliva y volvió a mirar a la casa, intentando disimular. No quería dejar que Parker se diera cuenta de lo asustada que estaba.

—Gracias por traerme —dijo ella, tan amablemente como pudo.

Él no respondió. Hope cerró la puerta y empezó a, andar hacia la cabaña, pero él hizo algo que la sorprendió. Apagó el motor y salió de la furgoneta.

Hope lo miró.

— ¿Qué estás haciendo?

—Voy a mirar dentro de la casa, para asegurarme de que estás a salvo.

—No hay ninguna necesidad. Estoy segura de que todo está perfectamente —a pesar del miedo que tenía, quería librarse de él lo antes posible. No podía pasar por alto sus cambios de humor.

—Entonces, no te importará que eche un vistazo.

Hope reprimió un suspiro y siguió andando hacia la puerta, sintiendo gratitud. Parker era toda una paradoja. No quería que lo acompañara aquel día, pero la había invitado a cenar. No quería que conociera a su hijo, pero estaba preocupado por comprobar que no había nada extraño en la casa.

Cuando entraron, Hope notó que la cabana estaba fría. Faith debía de haber quitado la calefacción, ya que iban a estar fuera todo el día. Su hermana era muy espartana. Aparte de aquello, Hope no vio nada fuera de lugar.

—Parece que todo está bien.

Parker empezó a recorrer las habitaciones y el salón, pero ella no lo siguió. Fue hacia la cocina a poner agua a calentar para hacer té. De repente, oyó un portazo tan fuerte que la taza estuvo a punto de caérsele de las manos.

— ¿Parker?

—Ven un segundo —llamó él. Algo en su tono de voz hizo que a Hope se le pusiera el vello de punta.

— ¿Qué ocurre? —preguntó mientras iba hacia la habitación de Faith.

 

 

Alguien había lanzado una piedra enorme contra la ventana y había roto el cristal. El agujero era tan grande como para que se creara corriente y la puerta se hubiera cerrado de un portazo.

Parker miró al suelo y vio la piedra entre los cristales.

— ¿Has visto a algún niño por esta zona?

—Bueno... un par de niñas por la calle en bicicleta la semana pasada —dijo ella. Pero sabía que aquellas niñas no habían sido las que habían lanzado la piedra. No quería enfrentarse a la posibilidad de que lo hubiera hecho Arvin. Había encontrado un trabajo que le gustaba, y Faith iba a tener el niño en la clínica con la ayuda de Gina y de Lydia. No quería hacer todos los cambios que tendría que hacer si Arvin las había seguido hasta Enchantment.

— ¿Niñas? —repitió Parker.

—Podría ser cualquiera. Es sólo una piedra.

Parker fue por una linterna que tenía en el coche y dio una vuelto por el exterior de la casa para examinar la ventana de la habitación de Faith. Ella salió con él.

— ¿Ves algo?

—Todavía no —dijo él, moviendo la linterna para alumbrar más cerca y más lejos. Después de unos minutos, apagó la luz y los dos volvieron a la casa.

—No he encontrado nada. Las huellas no se ven bien porque la tierra está llena de agujas de pino. John Boyd vive muy cerca de aquí, pero es viudo y no tiene niños. La familia Knowles alquila su cabaña, que está también muy cerca de aquí, al otro lado del lago. Por la mañana iré a ver quién vive allí. Mientras...

— ¿Qué? —preguntó ella, aunque supo instintivamente que no le iba a gustar lo que él iba a decir.

—No creo que debas quedarte aquí.

— ¡Son más de las doce! ¿A dónde quieres que vaya?

Él no respondió. Miró el agujero del cristal de la ventana.

— ¿Tienes bolsas de basura y cinta aislante?

Hope entró en la casa para tomar lo que él le había pedido, preguntándose qué iban a hacer Faith y ella. ¿Tendrían que mudarse de nuevo? Los ahorros no iban a durarle siempre, y Faith estaba tan cerca de dar a luz...

—Deberíamos llamar a la policía —dijo él. Hope se sobresaltó al oír su voz, porque no se había dado cuenta de que él se hubiera acercado.

— ¿Y qué les decimos? ¿Qué tengo una ventana rota? Me dirán que espere a mañana y que llame a un cristalero.

—No. Miguel se lo tomará en serio.

— ¿Miguel?

—Es el sargento de policía de Enchantment. Es amigo mío. Fuimos juntos al colegio.

—Probablemente, ahora estará profundamente dormido. Lo llamaré por la mañana, aunque no creo que haya nada que él pueda hacer.

—Pueden vigilar la zona, y tu casa.

—Supongo que sí —dijo ella, pero estaba pensando que podían suceder muchas cosas entre dos rondas de la policía.

— ¿Qué vas a hacer hasta mañana? —le preguntó él—. ¿Te vas a quedar despierta toda la noche?

—No lo sé. Quizá.

Durante unos minutos, mientras él tapaba el agujero del cristal con las bolsas y la cinta aislante, no pronunció una palabra. Ella se quedó dentro de la casa, esperando a que él terminara para recoger los cristales. Por fin, él entró y le devolvió las cosas.

—Gracias. Te agradezco mucho lo que has hecho.

—De nada.

—Será mejor que te vayas ya. Tienes un niño en casa, y tienes que cuidarlo.

—No. Voy a quedarme hasta mañana.

— ¿Y qué pasa con Dalton? —le preguntó Hope, asombrada.

—Estaba en la cama la última vez que llamé, y Bea me dijo que iba a quedarse a dormir en la habitación de invitados. No hay ninguna diferencia entre que vaya o no vaya.

Para Hope sí había diferencia. Ella no quería quedarse sola después de lo que había ocurrido con la ventana. Sin embargo, tampoco quería tener a Parker Reynolds allí.

—No es necesario —le dijo—. Estaré bien, de verdad.

—Y yo no voy a ir a ningún sitio, de verdad —dijo él, y se sentó en el sofá. Tomó el mando a distancia de la televisión y la encendió. Después le echó una mirada a la chimenea, como si estuviera decidido a encenderla.

Hope no podía hablar mientras lo observaba. Tranquilamente, él se levantó y puso hojas de periódico y palos en el hogar. Después encendió una cerilla y prendió el papel. Al minuto, las llamas estaban devorando un tronco. Finalmente, ella le dijo:

—Lo siento, pero yo no te he invitado.

— ¿Qué pasa, Hope? ¿Es que te pongo nerviosa?

—Sí.

— ¿Por qué?

—Porque no parece que puedas tratarme decentemente, o al menos, consecuentemente, y... —dijo ella.

No pudo terminar la frase. No podía decirle que era el primer hombre al que había encontrado atractivo desde Bonner. Era enigmático y oscuro, al menos con ella. Pero también era guapo y extremadamente sexy. Y el hecho de sentir atracción por él la asustaba. Quería sentir deseo, quería volver a sentir amor. Pero estaba claro que aquel hombre era otra mala elección.

— ¿Y? —dijo él. Su expresión se había suavizado, y la estaba observando como si se hubiera dado cuenta de lo que ella estaba pensando.

—Es hora de dormir —dijo Hope, con resignación— Te traeré unas mantas.

Le ayudó a preparar el sofá y después se fue corriendo a su habitación, donde se quedó despierta escuchando la televisión y llamándose tonta a sí misma. No era lo suficientemente ingenua como para creer que su vida tendría un final de cuento de hadas, sobre todo teniendo en cuenta cómo había sido el comienzo. Y, sin embargo, parecía que estaba metiéndose sin querer en el sueño de Faith... el de encontrar al hombre de su vida.

Parker se quedó bastante tiempo viendo la televisión después de que Hope se fuera a la cama, pero en realidad no estaba atendiendo a la pantalla. Apenas podía dejar de oír la misma letanía en la cabeza: «No deberías estar aquí. Esto es una locura. No puedes permitirte el lujo de establecer una relación con Hope Tanner» Sin embargo, no podía marcharse. Ella creía que Arvin era una amenaza real, lo cual significaba que podía serlo. Y el incidente de la piedra le había inquietado mucho. No había muchos niños alrededor que pudieran haber hecho aquello.

Se dijo a sí mismo que tenía que dejar de preocuparse. Ayudar a Hope una noche no era lo mismo que empezar una relación. Su traición no iba a ser peor. No podía ser peor. Apagó la televisión. Eran casi las dos de la mañana, y tenía que dormir algo. Intentó relajarse, y finalmente, se durmió. Sin embargo, no había pasado mucho tiempo cuando un grito ahogado volvió a despertarlo.

— ¿Qué ocurre? —Preguntó, y se puso de pie de un salto—. ¿Hope?

Ella no respondió. Parker se quedó inmóvil, escuchando, hasta que oyó el mismo sonido. No era un grito de dolor, sino una voz... Hope estaba hablando y gritando en sueños.

Se acercó a la puerta de su habitación y miró dentro. Hope estaba en la cama, dando patadas.

— ¡Eso es peligroso! ¡Ven aquí! Continuó farfullando, diciendo cosas frenéticas y sin sentido.

— ¡No! Ya voy... no, por favor...

La voz se le quebró como si estuviera llorando. Parker se acercó a la cama de mala gana y la sacudió por el hombro suavemente.

— ¿Hope? Soy yo —se sentó a su lado en el colchón y la despertó.

Al principio, ella intentó sacudirse su mano de encima. Después de un momento, abrió mucho los ojos y se quedó mirándolo como si no supiera quién era. Parker la miró y no pudo evitar pensar en lo guapa que era, a pesar de lo alarmada que estaba.

—Has tenido una pesadilla —le dijo—. ¿Estás bien? Ella asintió y miró a su alrededor.

— ¿Con quién estabas soñando? ¿Con Arvin? —se dijo a sí mismo que no debía mirar sus ojos brillantes ni disfrutar de su dulce rostro, pero hizo las dos cosas sin poder evitarlo.

—No.

—Entonces, ¿con qué?

—Con nada.

— ¿Hope? —insistió él.

—No me acuerdo —dijo ella. Sin embargo, él sabía que sí se acordaba. Fuera lo que fuera lo que había estado soñando, era demasiado doloroso o privado como para compartirlo.

—Era sólo un sueño —cedió él, y le secó las lágrimas de las mejillas. El dolor de Hope lo conmovió. Tenía ganas de protegerla, de calmarla. Sabía que no debía volver a acariciarla, pero no pudo evitarlo, y le pasó un dedo por el brazo. Ella se estremeció. Quizá estuviera sintiendo la misma atracción sexual que él. Su fuerza de voluntad estaba empezando a debilitarse.

—Eres preciosa, ¿lo sabías?

Hope lo miró como si no supiera si podía confiar en su sinceridad. Sin embargo, cuando Parker llegó a acariciarle la muñeca, dejó que sus manos se entrelazaran.

— ¿Cuánto queda para que amanezca? —preguntó ella.

—Unas cuantas horas —dijo él, con un suspiro.

— ¿Tanto?

— ¿No estás cansada?

—No quiero volver a dormir.

A él se le aceleró el corazón al pensar en lo que podrían hacer hasta el amanecer. Dalton lo era todo para él, pero en aquel momento, su hijo no estaba. Sólo estaban Hope y él, y el hecho de imaginarse cómo sería sentirla entre sus brazos...

—Puedo quedarme tumbado a tu lado si eso te ayuda —le dijo. Tenía la esperanza de que ella dijera que no, que terminara con aquella insensatez. Pero no lo hizo. Se tumbó.

— ¿Quieres que te abrace? —le preguntó él. Sabía que aquello sería abrazar a una mujer que podía hundirlo, pero no podía remediarlo. Ella lo necesitaba. Él la necesitaba a ella. Por algún motivo, se necesitaban.

—No quiero tener más pesadillas —dijo ella.

—No te preocupes —respondió él—. Estaré aquí.

Entonces ella se acercó tímidamente, y él la abrazó. En el momento en el que ella rozó su pecho, se puso muy rígida, pero no se separó ni le pidió que se marchara.

—No... No quiero hacer el amor contigo —susurró Hope.

Parker no podía decir lo mismo, pero una parte de él le estaba agradecido.

—No pasa nada. Yo no haré nada que tú no quieras.

—No soy una apuesta segura —dijo ella con voz temblorosa.

—Eso ya me lo has dicho.

—Es cierto.

—Ya me has advertido, Hope. No tienes nada de lo que preocuparte. Relájate, ¿de acuerdo? —dijo él, y empezó a masajearle los músculos tensos de la espalda. Sin embargo, en vez de sentirse gratificado cuando ella se relajó contra su cuerpo, se sintió mucho más excitado.

— ¿Mejor?

—Sí.

Hope apretó la mejilla contra su corazón, y Parker cerró los ojos mientras aspiraba el olor de su pelo. Él también se sentía bien. Demasiado bien.

—Todo será mucho mejor por la mañana —le dijo. Pero sabía que, para él, faltaba todavía mucho tiempo para que llegara la mañana.

Hope se apoyó en un codo, de madrugada, cuando la suave luz del amanecer iluminaba el rostro del hombre que había pasado la noche en su cama. Él tenía el pelo revuelto y la sombra de la barba que empezaba a nacerle en las mandíbulas. Hope se fijó en las suaves arrugas que tenía junto a la boca. La gente decía que se reía, al menos a veces. Tenía una pequeña cicatriz en la frente. Aquellos pequeños defectos le añadían aún más interés a un rostro tan atractivo.

Bajó la mirada hacia su cuerpo, y tuvo el impulso de meterle la mano bajo la camiseta y acariciarlo. Quizá fuera porque se sentía tan fuerte y descansada aquella mañana. Dormir entre los brazos de Parker había sido como dormir dentro de una muralla que la protegía del pasado, de sus pesadillas, del miedo al futuro, y por primera vez desde que había vuelto a Superior y había visto a su familia, había dormido profundamente.

Se preguntó si podría conseguir que se moviera y así poder acariciarlo sin que él se diera cuenta. Sin embargo, él abrió los ojos en cuanto ella cambió de postura.

— ¿Ya es de día? —preguntó.

—Son las seis en punto.

—Tengo que irme —dijo, pero no se movió. Levantó una mano y le acarició el brazo, como había estado haciendo durante la noche. Instintivamente, Hope se acercó a él.

— ¿Has dormido bien? —le preguntó él.

—Muy bien.

— ¿No has tenido más pesadillas?

—No.

—Eso está muy bien —dijo él, y la atrajo para que apoyara la cabeza en su hombro. Ella tuvo de nuevo el impulso de acariciarlo.

—Ha sido muy agradable por tu parte quedarte conmigo.

—Tenemos que arreglar la ventana.

—Llamaré a alguien a partir de las ocho. Él bajó la cabeza para mirarla.

— ¿Quieres contarme tu pesadilla ahora?

—No.

— ¿Por qué?

—No quiero pensar en ello. ¿Por qué no me cuentas cosas de tu mujer?

— ¿De mi mujer? —preguntó él, evidentemente sorprendido por la elección de aquel tema.

—Yo nunca llegué a conocerla. Siempre me pregunté cómo era.

—Bueno... era mayor que tú. Era atractiva, divertida, inteligente.

—No estaba enferma cuando os casasteis, ¿verdad?

—Siempre había tenido problemas de corazón, pero empezó a empeorar después de prometernos.

— ¿Alguna vez has lamentado tu decisión de casarte con ella, sabiendo que estaba enferma?

—Algunas veces.

—Probablemente, fue muy difícil cuidarla.

—En realidad, lo difícil no fue cuidarla, sino convivir con la persona en que se convirtió a causa de la enfermedad —dijo él— Como ya te he dicho, cuando nos conocimos era una mujer increíble. Pero después de ponerse enferma, se volvió insociable, estaba siempre muy triste... y yo no podía hacer que las cosas fueran mejor para ella, ni más fáciles. Después se obsesionó con ciertas cosas, como los gérmenes y...

—Y con la idea de tener un niño...

— ¿Cómo lo sabías?

—Yo estaba aquí en aquel momento, ¿recuerdas?

—Pero tú tenías tus propios problemas. No me di cuenta de que supieras algo de mí.

— ¿Estás bromeando? Todo el mundo de la clínica se alegró el día que nos enteramos de que te habían concedido la adopción de un niño. Supongo que Dalton es adoptado, ¿no?

—Sí —dijo él. Hope notó que su voz había sonado más ronca que antes, pero hizo caso omiso.

— ¿Te ayudan tus suegros con Dalton?

—Le mandan cantidades obscenas de dinero todas las vacaciones, se empeñan en que pasemos con ellos las Navidades en su casa, en Taos, y se lo llevan dos semanas con ellos cada verano. Pero, si tenemos en cuenta que sólo vivimos a una hora de camino, no los vemos mucho, en realidad.

— ¿Y tu padre?

—Mi padre está casado con una rubia operada y está intentando revivir su juventud.

—Maravilloso —dijo ella, irónicamente— Se nota que estás orgulloso.

—Sí, bueno, menos mal que no somos responsables de nuestros padres.

—Gracias a Dios —dijo Hope. Notó que él le acariciaba la espalda suavemente.

— ¿Y tú, Hope? ¿Te has enamorado de alguien durante estos años, desde que estuviste con Bonner?

—No creo que pueda volver a enamorarme. Me he acostado con tres hombres, pero no he conseguido sentir nada por ellos.

—Pero eso no significa que no puedas enamorarte de nuevo.

—Con dos de ellos salí durante varios meses. Uno incluso me pidió que me casara con él. Debería haber sentido algo.

— ¿Y el otro?

—El otro fue un error. Era un chico con el que ligué en una cafetería, porque estaba deseando volver a conectar con alguien. Por supuesto, no funcionó. Aquella vez fue la peor, excepto que no me sentí culpable por dejarlo.

Entonces, él se volvió ligeramente, le levantó la barbilla y le pasó la yema del pulgar por el labio. Ella sintió un cosquilleo en el estómago que rápidamente se transformó en algo caliente y líquido que invadió su cuerpo.

—Creo que estás confundida en cuanto a tus limitaciones.

—No —dijo ella. Sin embargo, estaba sintiendo más deseo que en los diez años anteriores.

—Quizá debamos hacer un experimento.

Se inclinó hacia ella y la besó, al principio suavemente, y después, al no notar ninguna resistencia por su parte, con más presión. Hope le pasó los brazos alrededor del cuello y sintió algo similar a lo que había , sentido con Bonner. Por alguna razón, la idea de permitirle a un hombre acceso completo a su cuerpo le resultaba excitante, embriagadora. Necesitaba sentirse joven, libre, cortar los lazos de unión con todo su bagaje anterior. Y le pareció que Parker le ofrecía todo aquello con un solo beso.

Pero entonces, él se separó de ella y se levantó.

—Lo siento. Tengo que irme. Tengo que llevar a Dalton al colegio.

Hope no supo qué decir. No quería que se marchara, pero no podía pedirle que se quedara.

—Te veré luego —añadió él.

Cuando se hubo marchado, Hope se sintió más sola de lo que se había sentido nunca.

El sonido de unos golpes en la puerta despertó a Hope. Después de que Parker se fuera, había conseguido dormirse un poco de nuevo. Miró el reloj. Las siete y media. Faith no se habría molestado en llamar, porque tenía llave. Y... La piedra. La ventana. ¿Sería Arvin? Salió de la cama de un salto, se puso la bata y se acercó a la puerta de la casa.

— ¿Quién es?

—No pasa nada, Hope. Soy yo.

Parker. ¿Por qué había vuelto? Abrió la puerta y lo vio. Era evidente que no había vuelto a casa, porque todavía estaba sin afeitar, despeinado y con la misma ropa con la que se había marchado.

— ¿Qué ocurre?

—Los que te han roto la ventana han sido unos niños. Fui hasta la cabaña de los Knowles, y he hablado con la familia que está allí ahora. Tienen dos adolescentes problemáticos en acogida, y uno de ellos, de catorce años, fue el que rompió la ventana. Lo ha confesado ante la pareja.

— ¿Se ha metido en problemas?

—Lo han castigado y le han dicho que tendrá que trabajar para pagar el arreglo de la ventana. Pero yo no me lo esperaría. No parece que tengan mucho dinero, y sólo se van a quedar unos días más.

—Yo lo pagaré —dijo Hope—. Merece la pena, con tal de saber que no ha sido Arvin.

—A mí también me lo parece —dijo él. Su mirada cayó en los labios de Hope. Ella recordó el beso y se ruborizó. Se preguntó que diría Faith de todo aquello, y decidió que no iba a contárselo. No tenía ningún sentido crear falsas expectativas. Nada había cambiado.

—Bueno, muchas gracias por tu ayuda —dijo ella, rompiendo aquel incómodo silencio.

—De nada.

—¿Quieres que vaya a Taos mañana contigo?

—En realidad... creo que puedo arreglármelas solo. No quiero que Faith tenga que estar fuera de su casa otro día entero, y sé que tú te preocuparías mucho por ella si se quedara aquí sola. Y, de todas formas, no tengo ninguna cita. Creo que voy a ir a la clínica hoy por la mañana, a hacer unas cuantas llamadas y ver cuántas citas puedo fijar para esta tarde.

—De acuerdo —dijo ella.

—Bueno, tengo que irme —dijo él, metiéndose las manos en los bolsillos—.A lo mejor nos vemos luego en el trabajo.

Ella se despidió también, y entró en la casa. Pero por la ventana, lo vio entrar a la furgoneta y se dio cuenta de que se quedaba inmóvil y sacudía la cabeza, antes de arrancar el motor.