Capitulo 3
A Hope le costó un momento distinguir a Arvin entre las sombras de los árboles. Cuando lo vio con claridad, se le humedecieron las manos.
—No pasa nada, Faith —le dijo a su hermana, con el corazón acelerado.
—Arvin, yo...
— ¿Qué? ¿Estás planeando escaparte en mitad de la noche? ¿Es eso lo que estás haciendo aquí?
—Lo siento —dijo Faith—. Sé que no está bien irme así, pero no soy feliz, Arvin. No he sido feliz desde que nos casamos. Creo que lo sabes.
— ¿No estás satisfecha de tenerme en tu cama? ¿Es que quieres tener a algún gentil entre las piernas?
Faith se echó hacia atrás como si la hubiera disparado, y Hope se puso entre los dos.
—Eso es muy vulgar, Arvin. Ni siquiera es propio de ti.
—Vulgar —repitió él, con una sonrisa desdeñosa—. Es tan mojigata y tan correcta, que nadie la querrá. Mírala. ¿Crees que alguien desearía a una mujer que está embarazada de su propio tío?
— ¿Cómo te atreves a insultarla por algo que tú...
— Podrás ser mi tío, pero también eres mi marido —se defendió Faith al mismo tiempo—. No he hecho nada malo.
—No les va a importar tu opinión sobre lo bueno y lo malo, Faith. Ellos no entienden las doctrinas. El mundo exterior pensará que eres una cosa rara, alguien sin educación y sin capacidad de mantenerse. No les importarás tú, ni tu hijo. ¿Es eso lo que quieres?
—Me tiene a mí —dijo Hope.
—Tú no te metas en esto. ¡No es asunto tuyo! —bramó él—. Tú eres de aquí, Faith. No dejes que Hope te meta en la cabeza maravillas que no existen.
—No lo escuches. No te he dicho nada que no sea cierto, y la única cosa rara que hay aquí es Arvin. Vamos —dijo Hope, y tomó por el brazo a Faith para irse de allí. Sin embargo, Faith se resistió a sus esfuerzos.
— ¿Y si tiene razón, Hope? ¿Y si no encajo? No puedo esperar que tú me mantengas indefinidamente.
—Encajarás muy bien —dijo Hope—. Cuando el bebé haya crecido, irás a la escuela y aprenderás un oficio para mantenerte, a ti y a tu hijo. No hay nada de lo que preocuparse. Yo te cuidaré mientras me necesites. Vamos.
Faith titubeó.
—Eso es pedirte mucho, Hope. Y me siento tan perdida...
— ¿Y qué pasa con tu pobre madre? —preguntó Arvin, con los ojos brillantes—. ¿Quieres darle ese disgusto? Ya has visto lo que le ha hecho Hope. ¿Vas a hacerle tú lo mismo?
—No quiero hacerle daño a nadie —dijo Faith.
Hope miró a Arvin asqueada.
—Deja ya de fingir. A ti no te importa nuestra madre. Sólo te importas tú mismo.
— ¿Ah, sí? —Replicó él—Tengo otras once mujeres. No necesito ninguna niña de dieciocho años que no sabe nada de satisfacer a un hombre. Es tan frígida que prácticamente tengo que separarle las piernas yo mismo.
A Faith se le escapó una exclamación de disgusto, pero Hope no se dejó amedrentar.
—Entonces, deja que se marche, Arvin. Ella no te quiere. Nunca te ha querido.
— ¿Y darte lo que quieres? ¿Después de la forma en que me has tratado? ¡Ni lo pienses!
Hope no daba crédito a lo que oía. Él no quería a Faith. Aquello era por el pasado.
— ¿Lo ves, Faith? Sólo está intentando vengarse de mí. Vamonos.
—Faith, ven conmigo —dijo Arvin con voz autoritaria—Ahora mismo, antes de que decida quejarme ante los Brethren por tu comportamiento.
Hope tuvo ganas de borrarle a Arvin aquella expresión de autosuficiencia de la cara. Era evidente que pensaba que había ganado, y ella se temía que podía ser cierto. Sin embargo, no podía hacer nada. Faith era mayor de edad, y tenía que tomar aquella decisión por sí misma.
—He dicho que nos vamos a casa —dijo él, más imperiosamente aún.
Faith miró hacia el coche de Hope.
—Vivo con otras dos de tus mujeres, que tampoco te quieren —dijo Faith finalmente—No tengo casa —entonces se dio la vuelta y empezó a caminar hacia el coche.
Hope sintió una inyección de adrenalina y salió corriendo tras ella. ¡Faith iba a dejar atrás a Arvin, a Superior y a la Iglesia Apostólica de la Eternidad!
— ¡Serás una paria! —le dijo Arvin, desde lejos.
—No lo escuches —murmuró Hope.
— ¡No dejaré que vuelvas! —le gritó—. ¡Acabas de despedirte para siempre de tus amigos y de tu familia, por no hablar de tu salvación eterna! ¡Vas a ir al infierno con Hope!
Hope abrió la boca para decirle que se lo encontrarían allí, pero Faith se volvió primero.
— ¡Prefiero ir al infierno que pasar otra noche más contigo! —le dijo, y entró en el coche.
Asombrada, Hope subió al asiento del conductor, arrancó el motor y se puso en marcha.
Mientras viajaban hacia el sur, en silencio, Faith miraba por la ventanilla sin parpadear. Cada minuto se alejaban más de su hogar, de todo lo que ella había conocido, de lo que siempre había creído que sería y que haría en la vida...
—¿Tienes dudas, Faith? Si te arrepientes, puedo dar la vuelta.
Faith se movió en el asiento para acomodarse con las manos sobre el vientre.
—No.
Hope suspiró de alivio. «No te preocupes», quería decirle, «será más fácil cuando pasen las semanas. Yo he estado en la misma situación». Sin embargo, aquel no era el momento de hablar sobre el futuro. Era la una de la madrugada, y su hermana tenía que estar exhausta. Y si se sentía igual que ella cuando se escapó, tenía que estar totalmente confusa.
Unos kilómetros más adelante, Faith se quedó dormida. Cuando su respiración se hizo más suave y rítmica, Hope también empezó a relajarse. Las cosas no serían igual para Faith. Ella no tendría que separarse de su hijo y pasar el resto de su vida preguntándose si había hecho lo correcto. Sin embargo, tendría que mentir sobre la paternidad del niño.
Recordó lo que Arvin había dicho. Aquel miserable había intentado que Faith se sintiera como una anormal. Y Hope estaba segura de que, mientras Faith se tragaba el asco y se sometía a él porque creía que era la ley de Dios, él estaba deleitándose en la perversión de tener relaciones sexuales aprobadas por la iglesia con su propia sobrina.
La conexión que Faith y su hijo tenían con Arvin era desafortunada, pero todo el mundo tenía secretos. Hope se las había arreglado para mantener oculto su pasado para casi todo el mundo, excepto para la gente de La Casa de la Maternidad. Lydia Kane, Parker Reynolds y algunos otros empleados lo sabían. Faith también lo conseguiría.
Hora y media después, llegaron a la pequeña calle donde vivía Hope. Le ardían los ojos de fatiga. Sólo quería acostarse y dormir durante unas horas antes de despertarse con fuerzas para ayudar a Faith a encarar el futuro. Hope se había aislado de los demás concentrándose en convertirse en alguien funcional y productivo y, hasta cierto punto, siendo un camaleón. Se mezclaba con los demás, pero retenía la parte emocional de sí misma, la parte que conocía el dolor. Sin embargo, ayudar a Faith significaría involucrar los sentimientos, y aquello era lo que más la asustaba. ¿Qué ocurriría si Faith no podía rechazar las enseñanzas de los Brethren? ¿Qué ocurriría si se rendía y volvía a Superior? ¿Y si Faith se aferraba al pasado con tanta fuerza que ni siquiera Hope podía escapar?
Hope tomó el mando del garaje y presionó el botón. Después esperó a que la puerta se abriera. ¿Y qué podía importarle a ella que el hombre del que había estado enamorada se hubiera casado con su hermana? En realidad, aquello no cambiaba nada. Sólo le había provocado una mezcla de emociones que Hope no había experimentado desde hacía mucho tiempo, y algo más. Algo parecido a... ¿la envidia? No. ¿Cómo iba a tenerle envidia a Charity, que estaba tan pálida? Claro, ella tenía a los niños de Bonner, pero Hope tenía el control de su propia vida, y nada valía tanto como aquello. Lo que más sentía era el dolor por la traición de su padre. Que hubiera dejado a Charity casarse con Bonner. Hope le había suplicado lo mismo once años antes. Si él les hubiera dado su bendición, habrían podido casarse, y ella se habría quedado en Superior. Habría podido criar a su hijo como parte de la familia.
Pero también habría seguido siendo miembro de la Iglesia Apostólica de la Eternidad. Y aquello no era tan bueno. Bonner le había dicho que nunca querría acostarse con otra mujer. Sin embargo, la había dejado. ¡Y después de once años, ya tenía tres esposas!
Quizá su padre y Bonner le hubieran hecho un favor. Hope sabía que no habría soportado que Bonner se casara una y otra vez. Ahora tenía una vida normal que le prometía mucho más de lo que hubiera obtenido quedándose allí. Además, tenía a Faith.
Miró a su hermana, que continuaba dormida, mientras metía el coche en el garaje. Recordó todas las veces que le había hecho las trenzas y habían jugado juntas. A Hope se le hizo un nudo en la garganta. Aquella niña siempre había sido su preferida. Faith era mucho más sensible que todos los demás, y siempre había conseguido alegrar a Hope.
—Faith, estamos en casa —le dijo, tocándole suavemente el hombro.
Faith se despertó parpadeando y se incorporó.
—Lo siento, Hope, debería haberte hecho compañía durante el viaje.
—No. Para el bebé y para ti es mucho mejor que duermas.
Las dos hermanas salieron del coche y rodearon la casa para entrar por la puerta principal. Faith estuvo a punto de tropezarse con Óscar, un enorme gato gris, que bufó y salió corriendo hasta el seto de la parcela.
— ¿Qué ha sido eso? —preguntó, asustada.
—Es Óscar —respondió Hope.
— ¿Tu gato?
—No. Es de mi vecino, pero viene y va libremente. Yo le doy de comer a veces. Al señor París no le importa. Es casi como si lo compartiéramos.
Faith se agachó para llamarlo suavemente, pero el animal no se acercó.
—No es muy sociable, pero yo admiro su independencia —Hope abrió la puerta.
—Me gustan los gatos —dijo Faith—. ¿Vives sola?
—Antes compartía la casa, pero en cuanto pude pagar la renta completa, empecé a vivir sola.
—Así que nunca te has casado, ni nada... —Faith y Hope entraron en la casa y pasaron al salón.
—No. No tengo marido, ni novio, ni amante.
— ¿Y no sales con nadie?
Hope pensó en su vecino, Jeff, y en algunos doctores y enfermeros con los que había salido en alguna ocasión. Sabía que ellos veían su Maldad como un desafío. Pero nadie había conseguido interesarle de veras. Quería tener un marido y una familia, pero en el momento en el que algún hombre la presionaba para conseguir algún tipo de compromiso, ella sentía un pánico terrible y rompía la relación.
—En realidad, no.
—Pero... si eres muy guapa. Hope se rió.
—Supongo que estoy un poco harta.
La casa olía muy bien, porque Hope tenía la costumbre de cortar flores de su jardín y ponerlas sobre la mesa del salón. Encendió la luz. La casa, aunque antigua, era grande y luminosa.
— ¡Qué casa más bonita! ¿La has decorado tú misma? —le preguntó Faith.
—Sí —respondió Hope, asintiendo—. Me gusta recorrer los mercadillos y comprar antigüedades y muebles viejos para restaurarlos.
—Es preciosa, de verdad —dijo Faith, emocionada.
—La casa es de un viudo que vive al final de la calle, y como se la cuido muy bien, me deja hacer más o menos lo que quiero.
—Debes de ganar mucho dinero para tenerlo todo así. Nunca había visto nada tan bonito.
—No gano mucho dinero —dijo Hope, riéndose—. Pero crecí en la misma casa que tú, ¿no te acuerdas? Sé cómo estirar un dólar.
—Es estupendo. No sé cómo has podido hacer todo esto.
—No es nada —Hope cambió de tema porque las alabanzas de su hermana estaban empezando a conseguir que se sintiera culpable de tener aquello, cuando su familia tenía tan poco—. Me has contado que estabas viviendo con dos de las mujeres de Arvin. ¿Con cuáles?
— ¿Te acuerdas de lia Jane?
— ¿Esa vieja sargenta? Faith sonrió.
—Estar con ella ha sido lo único bueno de casarme con Arvin. Es la única que se atreve a ponerlo en su sitio. Me tomó bajo su protección como si fuera una de sus hijas. En realidad, su hija mayor tiene mi edad. También vivimos con la segunda mujer de Arvin, Charlene, pero no me cae muy bien. Sus hijas también son difíciles, excepto Sarah, que tiene siete años. Charlene no le hace caso, así que siempre está conmigo. Ninguna de las dos es de las favoritas de Arvin, así que cuando me mandó a vivir con ellas, supe que se había cansado de mí.
— ¿Y crees que ha sido por el bebé?
—Dice que está intentando dejarme en paz porque el embarazo puede ser muy incómodo. Pero sé que a él no le interesa hacerme favores. Probablemente se ha retirado durante un tiempo, ahora que acaba de casarse con Rachel.
Hope sintió amargura, pero no dijo nada para no ofender a su hermana.
— ¿Te apetece una taza de chocolate antes de irnos a dormir?
—No, muchas gracias. Estoy demasiado cansada. Lo único que quiero es irme a dormir.
—Muy bien, pequeña. Tu habitación está al final del pasillo.
Cuando entraron, Faith se detuvo a los pies de la cama y miró a su alrededor.
—Es una habitación preciosa, Hope.
—Ponte cómoda mientras voy por un camisón y un cepillo de dientes nuevo —le dijo ella desde la puerta—. Mañana iremos a comprar todo lo que necesites.
— ¿No tienes que trabajar?
—Hasta la tarde no. Soy enfermera, así que mis turnos de trabajo varían. Mañana me toca trabajar de noche.
Su hermana se tiró de la falda con cierta timidez. Parecía que no sabía qué hacer.
—Sé que todo esto debe de parecerte raro, Faith —le dijo Hope—. Pero aquí estarás cómoda, te lo prometo.
— ¿No va a ser muy caro reponer todo lo que me he dejado atrás?
—No. No tienes que preocuparte de nada —le dijo Hope, intentando esconder su propia inseguridad con una sonrisa de confianza.
—Está bien. ¿Hope?
— ¿Sí?
— ¿Qué pasará si te hartas de mí? ¿Y si se termina el dinero?
A Hope se le encogió el estómago. Recordó lo que era sentir que el suelo que se pisaba podía hundirse en cualquier momento. Ella misma estaba todavía intentando protegerse de aquello. Por esa razón trabajaba tan duro para hacer de su casa un hogar. Quería sentirse segura y protegida.
—Es posible que alguna vez me harte de ti, y que tú te hartes de mí, pero siempre seremos hermanas, Faith. Trabajaremos juntas para construir vidas felices, y nos ayudaremos la una a la otra en las situaciones difíciles.
— ¿Por qué? —le preguntó Faith, inesperadamente—. Han pasado once años, Faith. ¿Por qué te molestas por mí, cuando tienes todo esto?
—Probablemente te parezca una locura lo que voy a decirte, porque sientes que estás desobedeciendo a Dios al haberte marchado de Superior, Faith. Pero yo creo que Él me ha puesto en situación de ayudarte por alguna razón. Yo quiero que estés conmigo. Y Charity y las demás también, si quieren venir alguna vez.
Faith sonrió, y en un impulso, Hope se acercó a ella y la abrazó.
—Me siento muy bien por estar contigo de nuevo —le dijo—. Sea lo que sea lo que nos espera en el futuro, estaremos juntas.
—No creo que vaya a ser fácil —dijo Faith, abrazándola fuerte.
—No —convino Hope—. No va a ser fácil. Pero nada que merezca la pena lo es.