EL QUE ESPERA

 

Yacía en la soledad de la muerte que no era muerte, pero en el vacío infinito de la nada ya no estaba solo.

La tierra maldita ya no era fría, y el odio vencía al olvido porque terminaba la espera.

El Mal, al fin, llegaba como una ansiada liberación.

Poco a poco, la roja humedad se convertía en esperanza, se filtraba en la tierra en medio del aullido del viento y el rugido del mar, como un torrente de fuego que diera calor al frío de los siglos.

Era un torrente de sangre.

Era la Muerte.