34 Cambios de paradigma

«Si he visto un poco más lejos es porque me he subido a hombros de un Gigante.» El célebre comentario de Newton a su colega científico Robert Hooke expresa con elocuencia la idea popular sobre el progreso de la ciencia. Se supone que el progreso científico es un proceso acumulativo en el que cada generación de científicos edifica sobre los descubrimientos de sus predecesores: un avance en colaboración —gradual, metódico, ininterrumpido— hacia una mayor comprensión de las leyes naturales que gobiernan el universo.

Tal vez sea una representación popular y atractiva, pero bastante equivocada según el filósofo e historiador norteamericano Thomas S. Kuhn. En su influyente libro de 1962, La estructura de las revoluciones científicas, Kuhn ofreció una visión del desarrollo científico como algo más accidentado y discontinuo: una historia irregular e intermitente del progreso, salpicada de crisis revolucionarias conocidas como «cambios de paradigma».

La ciencia normal y la revolucionaria Según Kuhn, en un período de supuesta «ciencia normal» una comunidad de científicos que trabaja en consenso opera en el interior de un marco o de una «visión del mundo» que él llama «paradigma». Un paradigma es una vasta red flexible delimitada de ideas y supuestos compartidos: métodos y prácticas comunes, pautas implícitas sobre temas adecuados para la investigación y la experimentación, técnicas probadas y modelos de evidencia acordados, interpretaciones que pasan de una generación a otra sin ser apenas cuestionadas, y más cosas similares. A los científicos que trabajan en el seno de un paradigma no les preocupa explorar nuevos territorios o iluminar nuevos senderos; por el contrario, están principalmente entregados a resolver desajustes provocados por el esquema conceptual, despejando las anomalías a medida que se producen, y asegurando y ampliando de forma gradual las fronteras del territorio.

Cronología

Verdad científica y relativismo científico

Un rasgo central de la representación que brinda Kuhn del cambio científico es que se encuentra culturalmente inscrito en un conjunto completo de factores históricos y de otro tipo. Aunque el propio Kuhn tenía mucho interés en distanciarse de una interpretación relativista de su trabajo, su explicación sobre cómo se desarrolla la ciencia pone en duda la noción misma de la verdad científica, así como la idea de que la finalidad de la ciencia es descubrir objetivamente hechos acerca de la verdadera forma de las cosas en el mundo. Pues ¿qué sentido tiene hablar de verdad objetiva si cada comunidad científica establece sus propios objetivos y criterios de evidencia y prueba; filtra todo a través de una red de supuestos y creencias previas; y toma sus propias decisiones sobre qué debe preguntarse y qué cuenta como una respuesta adecuada? La visión habitual consiste en que la verdad de una teoría científica es una cuestión de hasta qué punto se mantiene en pie y convive con las observaciones objetivas y neutrales sobre el mundo. Pero tal como han mostrado Kuhn y otros autores, no existen hechos «neutrales»: no existe una frontera nítida entre la teoría y los datos; toda observación está «cargada» de teoría, cubierta por una espesa capa de creencias y de teorías previas.

Los pasatiempos de Kelvin

Por su propia naturaleza, los cambios de paradigma pueden provocar algunos tropiezos. En 1900, en un asombroso arrebato de vanidad, el célebre físico inglés lord Kelvin declaró: «Ya no queda nada nuevo por descubrir en física. Todo lo que queda por hacer son mediciones cada vez más precisas». Sólo unos pocos años más tarde, las teorías de Einstein de la relatividad especial y general, y la nueva teoría cuántica, usurparon el trono ocupado durante unos dos siglos por la mecánica newtoniana.

Un período de ciencia normal puede prolongarse durante muchas generaciones, tal vez durante varios siglos, pero finalmente los esfuerzos de quienes integran la comunidad producen un volumen de problemas y anomalías que empiezan a socavar y a poner en cuestión el paradigma vigente. Esto produce una crisis que alienta a algunos a mirar más allá del marco establecido y a empezar a fraguar un nuevo paradigma, con lo cual se produce una migración de científicos —que puede llevar años o décadas— desde el viejo paradigma hacia el nuevo. El ejemplo que utiliza Kuhn para ilustrar esto es la traumática transición entre la cosmovisión ptolemaica en la que la Tierra era el centro y el sistema heliocéntrico de Copérnico. Otro cambio de paradigma abrupto fue la sustitución de la mecánica newtoniana por la física cuántica y por la mecánica de la relatividad en las primeras décadas del siglo XX.

Uso y abuso público

El término «cambio de paradigma» es uno de los pocos términos académicos o técnicos que se ha convertido en una expresión de dominio público. La noción de un cambio radical en el modo de pensar y mirar las cosas de la gente es tan sugerente y suena tan bien que se ha abierto camino en los más variados contextos. Así, la invención de pólvora marca un cambio de paradigma en la tecnología militar; la penicilina en la tecnología médica; los aviones con motor en la aviación; las raquetas de fibra de vidrio en el tenis; y así sucesivamente. Y de un modo aún menos serio la expresión se ha convertido en parte del socorrido arsenal de los manuales de marketing. Naturalmente es irónico que la obra de Kuhn representase un cambio de paradigma en el modo de entender el progreso la de la ciencia que tenían los filósofos.

La falta de unidad de la ciencia

Durante mucho tiempo se ha dado por descontado que la ciencia es una empresa esencialmente unificada. Parecía razonable hablar de un «método científico» (único, una serie de procedimientos y prácticas bien definidas que en principio podían aplicarse a muchas disciplinas diferentes; y servir para especular sobre las posibilidades de algún tipo de amplia unificación de las ciencias, en el que todas las leyes y los principios podrían de algún modo desembocar en una estructura exhaustiva, omniabarcadora e internamente consistente). La clave de una unión semejante es supuestamente una explicación de las ciencias del todo reductora, pues sugiere que todo quedará subsumido finalmente bajo la física. Sin embargo los trabajos recientes han brindado una descripción más completa de la inscripción social y cultural de las ciencias, y han puesto un mayor énfasis en la esencial falta de unidad de la ciencia. Y, con ello, hemos advertido que la búsqueda de un método científico único es probablemente una quimera.

«No dudo de que, por ejemplo, la mecánica newtoniana mejoró gracias a la de Aristóteles, y que la de Einstein mejoró gracias a Newton, como instrumentos para resolver el rompecabezas. Pero soy incapaz de encontrar en su sucesión una dirección coherente en el desarrollo ontológico.»

Thomas Kuhn, 1962

Las acusadas discontinuidades y dislocaciones que supone la explicación de Kuhn han hecho que sea un tanto polémica como tesis histórica, pero no obstante ha resultado muy influyente entre los filósofos de la ciencia. Algo que ha resultado de particular interés ha sido la afirmación de que los distintos paradigmas son «inconmensurables»: las diferencias básicas de sus lógicas inmanentes implican que los resultados de un paradigma son efectivamente incompatibles con, o indemostrables a partir de, otro paradigma. Así, por ejemplo, si bien podemos suponer que los «átomos» del filósofo griego Demócrito no pueden compararse con los fisionados por Ernest Rutherford, la inconmensurabilidad supone que los átomos de Rutherford también son diferentes de los descritos por la teoría moderna de la mecánica cuántica. Esta discontinuidad lógica en el seno de la gran arquitectura de la ciencia contradice frontalmente la visión que había prevalecido antes de la época de Kuhn. Hasta entonces se había aceptado que el edificio del conocimiento científico se erigía de un modo seguro y racional sobre los fundamentos establecidos por los anteriores científicos. Kuhn suprimió de un plumazo la idea del progreso conjunto hacia una única verdad científica, y la sustituyó por un paisaje de aspiraciones y métodos científicos determinados localmente, y a menudo en conflicto entre ellos.

La idea en síntesis: la ciencia, evolución y revolución