Capítulo VIII
Entre muchas de sus actividades, Worren acude como profesor de defensa personal a una asociación a la que van niños que han sufrido agresiones físicas de padres o compañeros.
Estos niños necesitan saber que no están indefensos, que si alguien intenta hacerles daño van a poder defenderse. Worren se encarga de eso. Viene tres veces a la semana. Los niños lo adoran, desde los más pequeños hasta los mayores.
He estado aquí varias veces. En algunas ocasiones he estado dentro, he visto lo que hace, cómo lo hace. Se gana a esos pobres chiquillos asustados, lo adoran, y no quieren que se marche.
Worren suele apurar el tiempo todo lo posible con ellos. Supongo que es lo que está haciendo, porque su turno terminó hace media hora. No pasa nada. Puedo esperar.
Es mejor que tarde.
Noto esa bola de terror en el estómago, la boca seca y el corazón encogido. Tengo miedo. Esta conversación… me asusta.
¿Y si esto está mal? ¿Y si mis peticiones lo hartan y me deja? No podría soportarlo, no puedo…
—¿Lander?
Me estremezco y alzo la mirada. Worren me mira.
Oh, dios. Tengo que irme. No puedo venir y exigirle atención, está demasiado ocupado, no puedo…
Me sonríe. Su sonrisa es pura luz.
—¿Qué haces aquí? —me pregunta animadamente, acercándose.
Viste una camiseta de tirantes y unos pantalones anchos. Es su vestimenta más común. La mochila de deporte le cuelga precariamente de un hombro. Tiene el pelo revuelto.
—Tengo que hablar contigo —admito, inseguro.
Me mira con curiosidad… y también algo más. Duda. Incluso… compasión. ¿Sabe a lo que vengo? ¿Esperaba este momento? Pero si es así, ¿por qué no ha puesto soluciones antes? ¿Por qué ha seguido sin más hasta que yo he venido a hablar?
Va a dejarme. En cuanto me queje, me dejará.
—Claro —asiente—. Ahora voy con los abuelos, pero podemos charlar de camino, ¿te parece?
Asiento. No, no quiero, quiero dar media vuelta, pero ya es tarde, ¿verdad? Podría inventar una excusa, podría…
No. Tengo que decirle la verdad… tengo que hacerlo.
Pase lo que pase.
—Vamos.
Worren me da una amistosa palmada en la espalda y echa a andar.
Él es así. Es amigable y enérgico y siempre está en movimiento. Es un vendaval. Es un tornado. Es una corriente marina, y me arrastra con él.
Me levanto del murete donde he estado esperando y corro tras Worren hasta ponerme a su altura. Tiene las piernas más largas que yo, pero baja el ritmo… por mí.
—Quieres hablar de lo nuestro, ¿verdad?
Me lo pregunta con ligereza, tranquilamente. Ni siquiera me mira. No sonríe, pero tampoco parece preocupado. Es como si se hubiera puesto una máscara sin emociones, ni siquiera frialdad, ni siquiera indiferencia. Nada.
¿Eso es lo que soy? ¿Nada? Mi corazón se encoge en agonía.
—Sss…
No me sale la voz. Carraspeo. Me tiemblan las manos, el estómago me duele horrores. Dios. Sólo quiero encogerme y esperar a que pase.
Worren ladea por fin la cabeza y me mira. Es una mirada dulce y tranquilizadora.
—No pasa nada —asegura con voz amable—. Sabía que tarde o temprano sucedería. No tienes que lamentarlo.
No puedo creer lo que dice. Con toda ligereza, sin importarle, dice que ya lo sabía… ¿Qué sabía que yo me sentiría así? ¿Qué vendría a pedirle un poco de… atención?
No puedo entenderlo. Estoy… ofendido. Esa es la palabra. Esa pasividad me ofende, joder. ¿Cómo puede hacerme esto, llevarme al límite y después decirme que sabía que pasaría?
—¿Por qué? —musito.
Nos detenemos. Me mira con sorpresa, alzando las cejas.
—¿Por qué? —repite—. Era obvio que pasaría, tarde o temprano.
—Si era tan obvio, ¿por qué no hacer algo al respecto? ¿Por qué coño eres tan frío?
—¿Frío? Lander, esto no depende de mí.
—¿Qué? ¿No depende de ti?
Me estoy cabreando. ¿Cómo puede decir eso? Que no depende de él… Su puta madre. Lo miro con rabia e incredulidad.
—¿No depende de ti? ¿No depende de ti tratarme como una puta muñeca hinchable, llamarme sólo para follar y después darme de lado sin siquiera preocuparte por lo jodidamente caliente que me dejas? ¿¡Todo esto no depende de ti?!
Tengo la respiración agitada y el corazón encogido, pero me siento mejor. Tengo miedo por su reacción, temo a esta conversación, pero aun así esto es… liberador.
Y aún parece más sorprendido.
—No… No entiendo —dice—. ¿Así es como te has estado sintiendo?
—Hostia, Worren, ¿pero de qué coño estamos hablando si no?
—De que piensas acabar con lo nuestro.
¿Qué? ¿Acabar con…? ¿Qué?
Boqueo, incrédulo. Worren frunce el ceño.
—¿No era eso? —pregunta.
—¡No! —mascullo, ofendido—. ¡Pero claro que no! ¿¡Por qué debería?!
—¿De qué quieres hablar entonces?
—¡De que me siento vacío, pedazo de imbécil!
Ni lo pienso cuando le doy un golpe en el brazo, pero él sólo parpadea.
—Me tratas como a un objeto, te importa una mierda cómo me sienta, ¡y yo me quedo con una puta sensación de vacío que se me come por dentro, Worren! ¿¡Qué más quieres?!
Ya está, ya lo he dicho.
Lo he gritado, más bien.
Ahora es su turno.
¿Por qué no dice nada? Sólo me mira, como pensativo, con la cabeza ladeada y una expresión indescifrable en el rostro.
De pronto esos ojos cambian, y muestran… cierta… ansiedad.
—¡Lander, no lo sabía! —exclama, y en su voz hay sincero arrepentimiento—. ¡No pensé que te estuvieras sintiendo así! ¿Por qué no me lo dijiste antes? Si lo hubiera sabido hubiera intentado… Sabes que tengo muchas cosas que hacer, pero, vamos, si me lo hubieras comentado… No me cuesta nada prestar más atención a ciertas cosas, ¿sabes?
¿Qué?
¿Así de fácil?
Mi ira se ha esfumado. Titubeo. No puede ser tan sencillo. Worren suspira.
—Oye.
Se aproxima. Estamos muy cerca. Lo huelo, noto su calor. Me abruma. Es mucho más grande que yo. Es alto y robusto y su sola presencia podría llenar un campo de fútbol entero.
Noto su mano en la nuca, me atrae, apoya su frente en la mía. Siento un escalofrío. Me pregunto, aturdido, si alguna vez hemos estado… así. Sólo así.
—Lo siento mucho, ¿vale? —dice en voz baja, tiernamente—. No me di cuenta. Tengo muchas cosas en la cabeza y… Lo siento. De verdad. Lo arreglaremos, ¿vale? Ajustaré mis horarios, haremos alguna cosa juntos.
Me siento culpable. Me sonríe, esa sonrisa es tierna y luminosa.
—Saldré un poco antes del taller y nos vemos esta noche, ¿qué te parece?
Sólo atino a asentir. Worren amplía su sonrisa y me besa en la boca. Sólo un beso, sin sexo ni nada más. Sólo un dulce beso que me derrite hasta el alma.